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Desde el Aula Un cuaderno de trabajo sobre cultura, educación, arte y sociedad Link: http://desdeelaula.blogspot.com/2007/07/aristfanes-lisstrata.html Jueves 19 de julio de 2007 Lisístrata Aristófanes Colección “Clásicos” 120 páginas De acuerdo con los historiadores, la guerra del Peloponeso es considerada la primera guerra mundial de Occidente; se inició en el 431 antes de Cristo, cuando Pericles todavía vivía y concluyó en el 404 con la rendición de Atenas, el ocaso del “Siglo de Oro” de la Grecia clásica y el triunfo de la Liga Peloponesia que integraba a los pueblos lacedemonios liderados por Esparta. En este contexto, el del derrumbe de la gloria de Atenas se formó Aristófanes (que en su infancia y juventud alcanzó a saborear aquellos tiempos de gloria) y sus piezas supieron dar cuenta de esta situación cultural e histórica de una manera satírico-crítica. Lisístrata -literalmente: “la que disuelve el ejército”- es un ejemplo de la comedia antigua que Aristófanes llevó a su esplendor y dio forma canónica; fue presentada en el 411 a.C. y cuenta su historia sobre el fondo de las terribles consecuencias que tuvo para la ciudad de Atenas la mencionada guerra. Es precisamente este panorama devastador el que Lisístrata, tal la trama de la comedia, busca conjurar de una manera curiosa: convoca a las mujeres atenienses a una huelga de sexo que busca mantener de forma indefinida hasta que los hombres (porque “la guerra es cosa de hombres”, según supo enseñar Héctor el jefe troyano en Ilíada) cedan en su irracional furia bélica y acepten establecer la paz con aquellos otros hombres con quienes, en definitiva, comparten la misma lengua, costumbres y dioses. O sea un acuerdo panhelénico que unifique a toda Grecia como potencia en el Mediterráneo y traiga la tranquilidad y el bienestar a sus habitantes. Aristófanes dio cuenta de la decadencia ateniense en muchas de sus creaciones. Así la emprendió contra Sócrates y el “Pensadero”, la escuela que pervertía el alma de los jóvenes con una formación torcida; también contra Eurípides, a quien consideraba una suerte de traidor a las formas de la tragedia tradicional de Esquilo y Sófocles; referencias que no constituyen, en definitiva, sino otros ejemplos de la descomposición espiritual ateniense post Pericles. Aristófanes, con espíritu ácido y conservador, concibió a sus comedias desde un punto de vista moral y pedagógico, y supo enfatizar que: “el poeta debe ocultar lo perverso y no presentarlo ni enseñarlo. Porque a los niños es el maestro el que les enseña, pero a los adultos el poeta”, según se lo cita en el estudio introductorio a la traducción de la obra que aquí comentamos. Para esta tarea “apostólica” Aristófanes, como antes y después muchos otros artistas, se valió de la figura de la mujer y su “lugar” social para explotarlo sabiamente en sus contradicciones, y hasta para crear alguna figura tópica que ha resistido los siglos y todavía continúa habitando los discursos de los ministros de Economía contemporáneos: Lisístrata le dice a los gobernantes que deben administrar los dineros de la comunidad de igual manera que se dispone de los ingresos hogareños. La introducción, traducción y notas del libro estuvieron a cargo de Carlos Bembibre, Beatriz Gerez y Gabriela Montes de Oca, forma parte de una colección dirigida por Leandro Pinkler y se acomoda intencionada y explícitamente en la tradición de enseñanza filológica que supo cultivar Lorenzo Mascialino en las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Aunque en este caso hay mucha tela para cortar y juzgar acerca de la traducción puesto que lo que se ofrece, aunque ya existan diferentes versiones en español de la obra, es la primera traducción de Aristófanes al “rioplatense”. No se trata de una cuestión menor, sobre todo si se tiene en cuenta que la lengua de Lisístrata, en función de su tema particular, está atravesada por el vocabulario de la obscenidad. El volumen incluye un apéndice donde los autores dan cuenta del problema y justifican cada una de sus elecciones lexicales. No obstante, aún al lector más preparado no pueden sino sacudirlo en sus expectativas o moverlo a risa las expresiones del tipo: “Los hombres se van a poner al palo y nos van a querer garchar”, “Tenemos que abstenernos de la pija”, “¡Y yo nunca vi conchita más linda!”, “¡Qué buen par de tetas que tenés!”, en boca de los ilustres contemporáneos de Platón y Aristóteles… El uso de este vocabulario, cercano también en otros giros a cierta inspiración casi “tanguera”, vuelve la traducción un tanto dura, aunque es muy difícil, más bien imposible, asegurar si tal impresión se debe a los "efectos" de esta aventura de la traducción en particular, o si en verdad es el arquetipo de traducción “normal” de los clásicos al que los lectores en castellano estamos acostumbrados lo que resulta imposible arrancar de las cabezas para sopesar sin prejuicio. En cualquier caso, el desafío bien vale la pena.