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Erina De Telos La Rueca … De los blancos caballos a las olas profundas te abalanzabas tú con pies enloquecidos, mas yo entonces gritaba: «¡ya te tengo, mi amiga! » Y, cuando eras tortuga, corrías dando saltos a través del recinto del gran patio. Esto es lo que yo lloro, desventurada Baucis, con profundo pesar: estos vestigios tuyos en mi corazón yacen aún ardientes, muchacha. Cenizas son ahora nuestros gozos de entonces. De niñas, en los cuartos, junto a nuestras muñecas, jugando a ser las novias y libres de cuidados. Y, al despuntar el alba, la madre, que entregaba la lana a las sirvientas tejedoras, venía, y te llamaba para salar la carne. ¡Ay, de pequeñas cuánto miedo nos daba Mormo, la de grandes orejas, que andaba a cuatro patas y que mudaba de una cara a otra! Pero cuando marchaste hacia el lecho de un hombre, mi Baucis, olvidaste cuanto habías oído de tu madre en la infancia, que Afrodita el olvido metió en tu corazón. Y yo que te lamento no asisto a tus exequias: no tengo pies profanos para dejar la casa, no conviene a mis ojos contemplar un cadáver y no puedo llorar con los cabellos libres. Sin embargo, me araña un rubor de vergüenza… 1 Luis Cernuda Si el hombre pudiera decir lo que ama Si el hombre pudiera decir lo que ama, si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo como una nube en la luz; si como muros que se derrumban, para saludar la verdad erguida en medio, pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor, la verdad de sí mismo, que no se llama gloria, fortuna o ambición, sino amor o deseo, yo sería aquel que imaginaba; aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos proclama ante los hombres la verdad ignorada, la verdad de su amor verdadero. Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu como leños perdidos que el mar anega o levanta libremente, con la libertad del amor, la única libertad que me exalta, la única libertad por que muero. Tú justificas mi existencia: si no te conozco, no he vivido; si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido 2 Constantino Kavafis Media hora Ni te tuve, ni he de tenerte nunca. Unas vagas palabras, un contacto como anteayer en el bar, y nada más. Sí, aunque no quiero decirlo, dolor. Nosotros al Arte entregamos nuestro espíritu, y ciertamente alguna vez, casi creamos un placer que parece como si fuese real. Así en el bar anteayer -con la ayuda feliz de un alcoholismo muy piadosogocé media hora de pleno erotismo. Y lo supiste, me parece, y por ello te quedaste un rato más sólo para mí. Tenía mucha necesidad de ello. Que aquella fantasía, y aquella mágica bebida, me permitieran ver tus labios, me permitieran sentir tu cuerpo cerca de mí. 3 Alejandra Pizarnik Exilio Esta manía de saberme ángel, sin edad, sin muerte en qué vivirme, sin piedad por mi nombre ni por mis huesos que lloran vagando. ¿Y quién no tiene un amor? ¿Y quién no goza entre amapolas? ¿Y quién no posee un fuego, una muerte, un miedo, algo horrible, aunque fuere con plumas, aunque fuere con sonrisas? Siniestro delirio amar a una sombra. La sombra no muere. Y mi amor sólo abraza a lo que fluye como lava del infierno: una logia callada, fantasmas en dulce erección, sacerdotes de espuma, y sobre todo ángeles, ángeles bellos como cuchillos que se elevan en la noche y devastan la esperanza. 4 Hamda Doncella en el río Revelaron las lágrimas mis secretos en un río, hay en él huellas manifiestas de la belleza. Serpea el río entre jardines. Se balancean los jardines sobre la corriente. Entre las gacelas un antílope humano: al desnudarse me arrebató el juicio. Tiene unos ojos que adormece para algo y este algo me quita el sueño. Cuando deja flotar sobre su talle las negras trenzas, contemplas la luna llena en el negro firmamento. Como si la aurora tuviese muerto a su hermano y por el luto se vistiese de negro 5 Ibn Jaruf ¡Hijos de Mugira! En vuestra tribu tengo un pequeño antílope, al que la sombra de vuestras lanzas dispensa de buscar escondite entre los espinos. El caballo de su taburete está orgulloso de sustentar a este héroe, armado con solo una aguja, que parece una pestaña de sus párpados; aguja que, revoloteando sobre el vestido de seda que cose, parece una estrella fugaz, seguida del rastro de luz del hilo. Toda lengua quisiera ser acerico de su aguja cuando termina de bordar los vestidos rayados. Cuando tuerce el hilo, el hilo tuerce mi corazón. ¡Ojalá mi corazón pudiera seguirle como el hilo! 6 Audre Lorde Mujer Sueño con un lugar entre tus pechos para construir mi casa como un refugio donde siembro en tu cuerpo una cosecha infinita donde la roca más común es piedra de la luna y ópalo ébano que da leche a todos mis deseos y tu noche cae sobre mí como una lluvia que nutre 7