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El sentido dicotómico de la identidad genérica en el debate feminista actual y su ampliación significativa a través del método empírico de John Dewey Marta Vaamonde [martavaamonde@terra.es] (IES Brianda de Mendoza, Guadalajara) 1. Introducción La expresión “ideología de género” resulta actualmente problemática dado el carácter polémico que el propio término "género" ha adquirido en los distintos discursos feministas contemporáneos. Mientras las corrientes posuniversalistas reivindican la igualdad de género como un ideal no alcanzado de la Ilustración, las críticas posmodernas lo denuncian como excluyente y discriminatorio. La tesis de mi comunicación es que esa dicotomía procede de la perspectiva formal que ambas teorías mantienen y presento como una alternativa la perspectiva empírica de Dewey. La exposición comenzará con la reivindicación de la igualdad de género de Seyla Benhabib como culminación del ideal universalista moderno. En la segunda parte expondré la denuncia de Young al ideal universalista que la alienta. Por último, presentaré la interpretación empírica de Dewey como alternativa a esa dicotomía. 2. La reivindicación de la igualdad de género en Seyla Benhabib Benhabib asume con la modernidad que lo que determina la moralidad de un principio es su universalidad, lo que significa que puede ser asumido a través de un discurso por todos los individuos a los que se aplica. El discurso como procedimiento moral supone, por tanto, la igualdad de género. Considera que, si bien el discurso como procedimiento de legitimación estaba presente en las teorías modernas contractuales, lo contradicen, cuando presentan al sujeto en estado natural como referente moral. El resultado de esta contradicción fue la defensa teórica de la universalidad de unos principios que se aplicaron exclusivamente a los individuos que se identificaban con ese sujeto moral natural previamente definido. Como consecuencia, las mujeres quedaron excluidas de la moralidad y del Nuevo Orden Social contractualmente legitimado. En El ser y el otro en la ética contemporánea Seyla Benhabib lleva a cabo un análisis del ser humano en estado natural como fundamento moral y político, tal y como lo describen Rousseau en El contrato social y En el origen y fundamentos de la desigualdad entre los hombres, Locke en El segundo Tratado de Gobierno Civil, Kant en Los elementos metafísicos de la justicia y la Crítica de la Razón Práctica, y Hobbes en el Leviathan. Benhabib muestra que en esa descripción se hace referencia exclusiva al varón, omitiendo a la mujer. Hobbes propone “considerar a los hombres […] como recién salidos de la tierra que, de pronto, como hongos, llegan a la plena madurez, sin ningún tipo de vínculo uno con el otro”1. Rousseau menciona al buen salvaje que, vagando al azar por los bosques, ocasionalmente se aparea con una mujer y luego busca descanso, y Kant habla del derecho privado como del derecho a la propiedad que el jefe masculino del hogar ejerce sobre mujer, hijos y sirvientes2. 1 2 Benhabib, S. El ser y el otro en la ética contemporánea, Gedisa, Barcelona, 2006, 179. Cf. Benhabib, S. El ser y el otro en la ética contemporánea, 179-180. Si las teorías modernas intentan lograr juicios morales universales a partir de la conciencia de estos sujetos aislados, Benhabib considera que su aislamiento les impide ampliar su perspectiva con la del otro. El diálogo es el procedimiento para universalizar la propia perspectiva, por eso, la ampliación de la visión moral del varón con la de la mujer gracias a la crítica feminista, resulta imprescindible para el desarrollo moral de ambos. Benhabib propone llevar a sus últimas consecuencias el acuerdo como procedimiento moderno de legitimación moral. Esto supone ampliar al espacio civil los procesos discursivos de las instituciones políticas para que los individuos definan los intereses legítimos que deben servir de referencia legal. Desde el punto de vista genérico, se trata de dar voz a la mujer en estos diálogos sociales para que desarrolle su propia identidad genérica, contribuyendo al progreso moral de la sociedad. 3. La denuncia de la igualdad de género de Iris Young. Mientras que Benhabib reivindica la igualdad de género como un ideal no realizado de la Ilustración, Young, desde presupuestos postmodernos, denuncia la pretendida universalidad de los ideales ilustrados por excluyente e impositiva3. En “Imparcialidad y lo cívico público”, Young analiza la razón deontológica moderna que algunas teorías éticas mantienen. En la modernidad, apunta Young, se identifica legalidad moral con universalidad e imparcialidad. Desde este punto de vista, el individuo moral es el que prescinde de sus circunstancias particulares. Sin embargo, Young no se detiene en la crítica a la abstracción del sujeto moral moderno; si así fuese, bastaría con sustituir al sujeto aislado por el discurso racional como fundamento de principios universales. De acuerdo con Young, el carácter excluyente de la racionalidad moderna deriva de su afán de universalidad, que la convierte en abstracta, autorreferente o idéntica en palabras de Adorno. Young encuentra por primera vez en Descartes la definición de la razón como cogito, como identidad. Como consecuencia, la reflexión se entiende como un proceso por el que la razón determina lo real desde sus propios conceptos, es decir como una actividad ajena al cuerpo y las sensaciones. La aplicación de esta racionalidad a la moral supone considerar que razonar moralmente no significa analizar inteligentemente una situación, sino encontrar los “principios puramente racionales” que, excluyendo los intereses y deseos del sujeto, pueden aplicarse a cualquier situación. Esta definición formal de la razón que se identifica a sí misma trascendiendo el deseo responde, sin embargo, a un deseo concreto: anular la incertidumbre de la diferencia reduciendo la pluralidad de los casos distintos a la unidad del concepto. La abstracción, mantiene Young, no es problemática de por sí, la función de la razón consiste en ordenar desde sus categorías la pluralidad de experiencias. El problema es el intento de reducir lo real a lo determinado por el concepto. Se pretende así eliminar de la realidad aquellos aspectos diferentes que no pueden reducirse al orden de las categorías. Como esa supresión no puede ser completa, esos aspectos se minusvaloran y se intentan ocultar en un ámbito “privado”. La oposición entre lo racional y deontológico y lo corporal y pasional tiene su reflejo social en la oposición entre un ámbito público regido exclusivamente por reglas racionales y un ámbito privado regido por los afectos. Sin embargo, piensa Young, esa oposición es artificial. En las relaciones cotidianas, los aspectos Young, I. “Imparcialidad y lo cívico público”, en Benhabib, S y Cornella D. Teoría feminista y teoría crítica, Alfons el Magnánim, Valencia, 90, 93. 2 3 racionales, emotivos, pasionales, están entremezclados y juegan un papel importante en la comunicación. 4. La interpretación empírica de la igualdad de género de John Dewey Dewey creía —como más tarde señalaría Young— que la interpretación deontológica de la razón moderna, que se define por oposición a los deseos que nos particularizan, representaba un obstáculo para el desarrollo de la propia vida de la que esos deseos forman parte indispensable. La perspectiva moral no se puede alcanzar a costa de abstraerse de las circunstancias particulares porque son constitutivas de la vida de cada cual. Dewey consideraba además —como Young— que la oposición entre deber y placer procede de una interpretación formal de la racionalidad, de la que se deriva la consideración abstracta del sujeto que Benhabib denuncia. Pero Dewey, además de adelantarse a las críticas al principio de identidad como determinante de lo real, a la consideración sustantiva de la razón que esto supone, al deseo de certeza que la dirige, propone, como alternativa a la razón sustantiva, una inteligencia funcional, orgánica y vital. Analizaré brevemente los rasgos de la reflexión empírica, como actividad inteligente, la interpretación de la identidad genérica que de ella se desprende y las posibilidades que ofrece esta redefinición del género y de la igualdad en el debate feminista contemporáneo. Dewey propuso la reflexión moral empírica como respuesta a los problemas sociales suscitados por la razón deontológica moderna en la sociedad contemporánea en la que desarrolló su pensamiento. Dewey comenzó su trayectoria filosófica a finales del siglo XIX, vivió por tanto el imperialismo de los Estados liberales y el auge de los totalitarismos en su seno. La contradicción entre los principios ilustrados expresados en la Constitución de los Estados democráticos y las prácticas cada vez más alejadas de esos principios, manifestaba la esterilidad de una reflexión moral reducida a la legalidad formal. La respuesta de Dewey fue dirigir la reflexión a las circunstancias concretas de las que depende la conducta. Dewey interpreta la reflexión como una investigación que consiste en: “la transformación dirigida de una situación indeterminada en otra tal que las distinciones y relaciones que la integran resultan lo bastante determinadas como para convertir los elementos de la situación original en un todo unificado”4. Según esta definición, la reflexión no determina a priori lo real sino que es una función vital que desarrollamos en situaciones concretas conflictivas. Cuando las convertimos en objeto de reflexión, interpretamos el conflicto como un problema. La reflexión tiene como fin solucionarlo, ordenando, no anulando, los factores en litigio. Para analizar la situación, realizamos operaciones de observación, conceptualización, funcionalmente relacionadas. Aventuramos una teoría que guía la observación que, a su vez, sirve de criterio de validez de las teorías. Estas actividades se desarrollan por medio de símbolos. La reflexión por tanto, es una actividad comunitaria que transforma progresivamente la situación en la que se origina. Desde esta consideración empírica de la reflexión, Dewey en Liberalism and Social Action critica la abstracción de la igualdad democrática de las teorías contractuales. Esa abstracción consiste en determinar a priori ese principio, sin atender a las circunstancias sociales que le dan origen y sentido. La identificación de la igualdad con la pura legalidad llevó, una vez derrocado el Antiguo Régimen, a justificar diferencias sociales cada vez mayores en el Estado de Laisse-fairez. 4 Dewey, J. Logic:The Theory of Inquiry, 1938, recogido en The Later Works, XII, 108. 3 Dewey consideraba la igualdad de género parte de la igualdad democrática5. La igualdad es un principio operativo que sirve para ordenar las interacciones de mujeres y varones, con las diferencias que los particularizan. Por tanto, no se manifiesta fundamentalmente en la legalidad sino en la conducta cotidiana de los individuos. Esta interpretación vital de la reflexión moral y de la igualdad de género, permite disolver las oposiciones entre deber y placer —ámbito público y ámbito privado— que las críticas feministas contemporáneas denuncian. El placer y el deber no se oponen porque la razón no se define como opuesta al cuerpo y a lo afectivo, sino que se trata de una facultad vital que ordena los distintos factores que intervienen en la conducta en caso de conflicto. Puesto que en la conducta convergen deseos y pensamientos, no es posible separar actividades puramente reflexivas ubicadas en un ámbito público, de los puros deseos y afectos recluidos en un ámbito privado. De acuerdo con Dewey, la distinción entre lo público y lo privado no se basa en la separación ontológica entre una razón formal que determina por sí misma los fines morales y un cuerpo y afectos puramente cuya validez moral depende de lo que se determine en el discurso. La consideración de que la igualdad de género depende del reconocimiento legal de ciertas normas acordadas discursivamente, puede amparar la práctica de interacciones sexistas. Pero además esta reflexión empírica disuelve la dicotomía presente en el debate feminista actual en referencia al estatuto de la propia igualdad de género. La alternativa entre reivindicar la universalidad de la igualdad de género o denunciarlo reivindicando las diferencias, no tiene lugar en Dewey, pues la inteligencia no se define por oposición a lo particular, sino que es una función vital que se desarrolla en el contexto de situaciones concretas. 5. Conclusión Las teorías feministas actuales debaten entre universalizar la igualdad de género a través del diálogo social, tal como propone Benhabib, o denunciar la universalidad de un principio que anula las diferencias como señala Young. Esta oposición deriva de una interpretación formal de la racionalidad moral y de sus principios que ambas heredan de la modernidad. Estas teorías reemplazan la conciencia moderna por el discurso como fundamento de la moralidad. La diferencia radica en que las teorías posuniversalistas defienden un discurso moral paradigmático y las posmodernas denuncian la imposición de un discurso concreto como único. Pero mantienen la identificación de lo moral con lo racional y lo racional con el acuerdo que determina externamente la moralidad de los hechos. La consecuencia es que la reflexión se dirige a los procedimientos discursivos en lugar de dirigir el discurso al análisis de los factores concretos de la situación. Dewey ofrece como alternativa una reflexión empírica que, aplicada al ámbito de la moral define la igualdad de género como un principio operativo que se expresa en todas las interacciones que mujeres y varones mantienen y que tiene en la educación su motor principal. Puesto que la razón no se define trascendiendo las circunstancias concretas sino que se refiere a ellas, la reflexión empírica propuesta por Dewey disuelve la dicotomía entre universalizar la igualdad de género o reivindicar la particularidad de las diferencias. Dos de los primeros ensayos de Dewey, “Education and The Health Woman” y Health and Sex in Higher Education” de 1885, tenían como objetivo defender la igualdad de oportunidades de mujeres y varones en la formación universitaria. Dewey consideraba que la igualdad dependía en gran medida de la educación pero defendió además el movimiento sufragista al que su mujer Alice y una de sus mejores amigas, Jane Addams pertenecían. Participó con un artículo en un simposium sobre sufragio femenino que fue publicado por la Tercera Internacional. Se puede consultar este artículo en, “A Simposium on Woman´s Suffrage”, The Middle Works (1911), VI. 4 5