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VÍA CRUCIS DE LA MISERICORDIA Por la señal… Acto de contrición: Humildes y penitentes, como el publicano en el templo, nos acercamos al Dios justo, y le pedimos que tenga piedad de nosotros, que también nos reconocemos pecadores… Señor, ten misericordia de nosotros. R: Porque hemos pecado contra ti. Muéstranos, Señor, tu misericordia. R: Y danos tu salvación. PRIMERA ESTACIÓN: JESÚS ES CONDENADO POR PILATO. Pilato prefiere contentar a la multitud y condenar al inocente. Hay muchos modos de negar la dignidad del prójimo, mediante la difamación y la calumnia. Cada vez que lo hacemos estamos asumiendo nuevamente la actitud de Pilato y quienes condenaron a Jesús. Por tu misericordia, aceptas ser condenado por puro amor al Padre y por todos nosotros. Comienza el camino de tu inmolación. Decimos todos: Jesús, que aprendamos a tener un corazón misericordioso como el tuyo, siempre dispuesto a perdonar. SEGUNDA ESTACIÓN: JESÚS CARGA CON LA CRUZ. La Cruz es un instrumento de muerte. Jesús al abrazarla, comienza a cambiarla en instrumento de Vida. El árbol del Paraíso, que era para la vida, por el pecado se transformó en causa de muerte. El Árbol de la Cruz, por Cristo, comienza a ser manantial de Vida para todos los hombres. Por tu misericordia, abrazas el instrumento de tu muerte, para hacer de él para nosotros fuente perpetua de vida eterna. Decimos todos: Jesús, cargando con la Cruz, cargas con nuestras miserias y con nuestros pecados, danos fuerza para apartarnos de todo aquello que nos aleja de ti. TERCERA ESTACIÓN: PRIMERA CAÍDA DE JESÚS. El primer Adán, con su caída, arrastró toda la humanidad al pecado y a la muerte. Cristo, el Nuevo Adán, cuando cae por tierra, nos muestra cuánto valemos para Él, y levantándose, nos anima a no quedarnos en situaciones de postración y desesperanza. Tu misericordia, Jesús, es la fuerza que te anima para seguir tu camino hacia el Calvario. Cuando tu debilidad se hace presente, tu amor muestra su fortaleza. Decimos todos: No nos abandones Jesús, cuando las fuerzas nos faltan. Que tu amor venga en auxilio de nuestra debilidad. CUARTA ESTACIÓN: JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE. María, la Nueva Eva, hace del camino del Calvario, compasión y acompañamiento de su Hijo. Él soporta el peso de la Cruz y la angustia de la Pasión. María con su presencia mitiga el dolor de Jesús, y asegura su consuelo en nuestros momentos de sufrimiento. Tu misericordia Jesús, se encuentra con el Corazón dolido de tu Madre. Ella te anima en tu “sí” al Padre Dios. Decimos todos: María, nos conmueve encontrarte en el camino del dolor junto a tu Hijo, que te sintamos siempre cerca en las aflicciones de nuestras vidas, para no caer en desesperación. QUINTA ESTACIÓN: EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ. Simón de Cirene, accede a llevar la Cruz. Lo hace obligado por quienes arrastran a Jesús para matarlo. Quien ayuda al Maestro, no se imagina que su gesto, quedará para siempre en la memoria de la fe, pues carga sobre sus hombros el signo de la misericordia. Que tu misericordia Señor, se muestre para con nosotros, como se mostró a quien, creyendo ayudarte, sería rescatado por tu pasión. Decimos todos: Como el Cirineo, queremos ser auxilio de amor para nuestros hermanos, y que cuando necesitemos auxilio en nuestras vidas, tengamos, como Jesús, la humildad para recibirlo. SEXTA ESTACIÓN: LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS. La Verónica, siente en su interior el impulso de la piedad. Realiza la simple pero valiente obra, de enjugar el rostro de Jesús. En el lienzo quedan grabadas las facciones del Redentor, mientras que en su alma lleva vivientes las llagas del Señor. Tu misericordia Jesús, nos muestra el amor del Padre. No hay obra de amor que a tus ojos quede sin recompensa. Decimos todos: Que seamos capaces Señor, de acercarnos a quienes nos necesitan, para que enjuguemos tu rostro, tendiendo una mano a quienes sufren en soledad. SÉPTIMA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ. Por segunda vez, cae el Señor. Necesitamos, Jesús, que te levantes nuevamente: abismos en nuestros caminos nunca van a faltar, pero sabemos que con el auxilio de tu gracia nos sostendrás en nuestra vacilación. Tu Corazón misericordioso nos muestra que en la perseverancia está la clave de la santidad. No importan las caídas, lo bueno es que sepamos continuar el camino de la fidelidad a tu Palabra. Decimos todos: Danos Jesús la fortaleza, virtud indispensable, para no bajar nuestros brazos, especialmente cuando aparecen las dificultades. OCTAVA ESTACIÓN: JERUSALÉN. JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE Necesitando de consuelo, es Jesús quien toma la iniciativa de consolar a las mujeres que lloran desoladas. Su gesto lleva serenidad a sus miserias y a las de los hijos y bendice con amor sus lágrimas. La misericordia se vuelca en manantial de amor para con aquellas madres que se conduelen en el camino de la Cruz. Decimos todos: Corazón de Jesús, que seamos compasivos con aquellos que encontramos heridos en nuestro camino. NOVENA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR TERCERA VEZ. Nuevamente contemplamos por tierra la Santísima Humanidad del Señor: quiere llegar hasta la humillación total, hasta la muerte y muerte de Cruz. Bendice con su Sangre el polvo de la tierra, y con el dolor de la caída, dulcifica el acoso de nuestros dolores. Tu misericordia, da al dolor ofrecido, valor de redención. Del mismo modo, concede a nuestras caídas, la gracia necesaria para poder superarlas en fidelidad y amor. Decimos todos: Que tengamos esperanza, especialmente cuando sintamos el cansancio y la desazón. Queremos ser testigos de un Cristo, que aún vencido, dejó que triunfara su amor. DÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS. Desnudo está Jesucristo. Así nació a este mundo, y así, despojado se va de él. Es nuestra condición la que Él asume, para que tomemos conciencia de la dignidad que nos quiere devolver. Su desnudez, es garantía de la vestidura de la gracia que el Padre celestial nos devuelve. Su humillación, es signo de la elevación del hombre sobre su nada y miseria. Tu misericordia se muestra en asumir nuestra naturaleza herida, desnuda y humillada por el pecado. Decimos todos: Que seamos sinceros en nuestra entrega a tu Corazón, para que no nos dejemos vencer por las humillaciones en nuestra vida, antes bien, que hagamos de ellas instrumento para unirnos a tu Pasión. UNDÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ. El desenlace de la ignominia tiene lugar en el momento en que los martillos caen sobre los clavos que traspasan el cuerpo de Jesús. Su humanidad y su Cruz, forman una sola realidad, la del desposorio del Amor de Jesús con su Esposa la Iglesia. Elevado sobre la tierra, fijo al madero, atrae a todos hacia Él. Tus manos misericordiosas, quedan fijadas en el abrazo sacrificial del Amor, invitando a todos al divino perdón. Decimos todos: Danos confianza para acercarnos a tu Cruz, y dejar que tu Sangre se derrame, sanando y purificando las heridas de nuestras culpas. DUODÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS MUERE EN LA CRUZ. Termina la agonía, y Jesús entrega su espíritu al Padre. Todo se ha cumplido. Él agotó el cáliz de la pasión, ahora despunta el día de la Salvación. Su vida apagada temporalmente, enciende la llama eterna del perdón. Satanás, el pecado y la muerte son vencidos por el sacrificio redentor, y queda la certeza de la infinita misericordia. Tu muerte Jesús, devela el amor del Padre que nos perdona, del Hijo que se entrega por todos nosotros y del Espíritu Santo, fruto maduro de tu Pascua. Decimos todos: En presencia de tu Santísima Humanidad, herida, traspasada y muerta en la Cruz, queremos sellar contigo el pacto del amor, por el cual te entregamos lo que somos y tenemos, para que seas nuestro Señor y Redentor. DÉCIMA TERCERA ESTACIÓN: EL CUERPO DE JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ. Decimos en el Credo, “descendió a los infiernos”, esto quiere decir que desciende Jesús al lugar de los muertos para rescatar a los justos del Antiguo Testamento. Descansa Cristo, que la jornada termina, aunque sigue velando la esperanza de la resurrección. En brazos de la Madre, está su Humanidad abatida, pero en el rostro dolorido de María destella la seguridad de la esperanza de la Pascua. En medio de la angustia, el crepúsculo del viernes, es prenda de esperanza para la salida del Sol perpetuo de la Misericordia en tu Corazón que ha de resucitar. Decimos todos: Cuando el agobio en nuestro peregrinar se haga presente, que sea la esperanza, regalo de tu amor, la que nos siga sosteniendo. DÉCIMA CUARTA ESTACIÓN: EL CUERPO DE JESÚS ES SEPULTADO. En un sepulcro nuevo depositan el cuerpo bendito. Ni siquiera la tumba le pertenecía, nada tenía, y nada se llevaba. En poco tiempo los sellos de la muerte serían quebrados. Cae la noche, y se va gestando la luz de una nueva Humanidad. Junto a tu sepulcro, el Corazón de tu Madre está velando. La Iglesia expectante espera el momento de tu resurrección. Poco falta, para que en la oscuridad del sepulcro, destelle rutilante la luz de la gloria. Decimos todos: Rogamos Señor, que nunca flaquee nuestra esperanza en tus promesas. Que la vida eterna sea el fin de nuestro peregrinar hacia la casa del Padre. María se alegró al contemplarte resucitado, la Iglesia exulta por tu vuelta gloriosa a la Vida. Tu triunfo, Jesús, es nuestro triunfo. Tu resurrección nos abre las puertas de la gloria.