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COLEGIO DISTRITAL CARLOS ARTURO TORRES GUÍA No. 8 DE FILOSOFÍA CICLO V Notas sobre el relativismo gnoseológico Ismael Martínez Liébana. En este artículo nos proponemos esbozar a grandes rasgos lo más significativo y peculiar del relativismo gnoseológico. Es bien conocida la influencia (implícita o explícita) que esta posición teórica ejerce hoy en día en nuestro mundo cultural e intelectual, mundo novísimo (de ocaso y decadencia) de la postmodernidad. A menudo se habla, en efecto, de la relatividad de los valores, de la relatividad de las teorías y opiniones, poniéndose incluso en cuestión el valor absoluto o categórico de verdades formales como las de la lógica o de la matemática. No es tan conocida empero (ni mucho menos tematizada reflexiva y conceptualmente) la esencia o naturaleza intrínseca de esta doctrina filosófica, ni tampoco sus variantes o modalidades más características y singularizadoras. De ahí que la intención última y definitiva que preside nuestra exposición sea precisamente fijar y aquilatar lo más nítida y sistemáticamente posible las ideas, supuestos e implicaciones entrañados en tal posición gnoseológica fundamental. El horizonte teórico y problemático en el que este relativismo ha de ser entendido e interpretado cabalmente es el concerniente a la posibilidad del conocimiento: ¿es posible el conocer objetivo?, ¿cabe la penetración esencial del objeto por parte del sujeto cognoscente?, ¿accedemos, en definitiva, a la mismidad e intimidad del objeto o nos quedamos tan sólo en su superficie o fachada? Ante semejantes interrogantes cabe, en principio, como es sabido, dos respuestas extremas, antagónicas: o afirmar tal posibilidad (dogmatismo) o negarla (escepticismo). Ambas posiciones (más la segunda que la primera) pretenden justificar críticamente sus tesis respectivas. En esta antítesis originaria y radical, el relativismo viene a matizar y precisar la tesis negativa del escepticismo. En efecto, relacionado estrechamente con el escepticismo, se halla el relativismo. Éste, como aquél, constituye una posición esencialmente negativa ante el problema que inquiere por la posibilidad del conocimiento. Ahora bien, el relativismo no niega sin más (categóricamente) que el conocimiento sea posible, que la verdad exista. La posición relativista no va tan lejos. Sostiene simplemente que la verdad y el conocimiento, posibles y existentes de hecho, carecen de validez universal. Para el relativista, en efecto, no hay verdades absolutas, incondicionadas, verdades absolutamente válidas. Toda verdad, todo conocimiento, posee una validez limitada, restringida, relativa, condicionada por múltiples factores y circunstancias, que hacen que lo que es válido, verdadero en un determinado ámbito o contexto, pueda ser falso en otros. Así, por ejemplo, el relativista admitirá (al menos, cierto relativista) que la proposición "2 x 2= 4" es una verdad valedera en un determinado contexto (a saber: el contexto de la especie humana), mas sostendrá igualmente que la misma puede ser falsa en otros contextos diferentes (no humanos). La peculiar índole del factor restrictivo o limitativo de la validez de la verdad determina diferentes formas o modalidades de relativismo. En efecto, el factor o circunstancia que limita o restringe el ámbito de validez de la verdad, puede ser interno, intrínseco al sujeto cognoscente mismo, radicado en su misma constitución cognoscitiva, o bien externo, extrínseco a él, arraigado en su entorno, en el contexto histórico-cultural o en alguna otra circunstancia ajena al conocer mismo. Como factores intrínsecos, distinguimos dos, principalmente: el sujeto individual (la peculiar índole cognoscitiva de cada sujeto singular, particular) y el sujeto específico (la especie humana como entidad propia y diferente de cualquier otra). Como factores extrínsecos, distinguimos, a su vez, dos esenciales: el contexto histórico-cultural en que el conocimiento se produce (el círculo cultural, la época histórica) y la utilidad del conocimiento (el fin práctico del mismo). Surgen así cuatro diferentes formas o modalidades principales de relativismo, que pasamos a considerar someramente y por separado en los párrafos subsiguientes: el relativismo individual, el relativismo específico, el relativismo cultural y el relativismo pragmatista. El relativismo individual limita la validez de la verdad y del conocimiento al sujeto singular, al sujeto particular que juzga y conoce. Según esto, pues, es verdadero para cada uno, singularmente considerado, lo que le parece verdadero: para el uno, esto, para el otro, lo contrario, caso de que se lo parezca. Así, el pastel que ahora saboreo es dulce porque me sabe dulce; y el mismo pastel es amargo porque a ti (que estás enfermo) te sabe amargo. Nada es, por tanto, absolutamente, con independencia del sujeto individual para quien las cosas son. Y, dada la pluralidad y diversidad de sujetos singulares existentes, cabe muy bien que la misma realidad sea y no sea al mismo tiempo lo que es. El parecer, el puro manifestarse ante el sujeto (individual) es lo que confiere a la realidad su peculiar índole. Esta forma de relativismo (primaria, superficial) se halla ya en la filosofía antigua, en los sofistas. Fue Protágoras, en efecto, quien formuló la tesis principal de este relativismo, según la cual, "el hombre es la medida de todas las cosas" (pánton jremáton métron ánthropos). Este relativismo subjetivista, caracterizado también con la expresión de homo mensura, fue defendido abiertamente por Protágoras en su acerba polémica contra el objetivismo de Sócrates. El relativismo específico, por su parte, considera como punto de referencia o factor limitativo de la validez de la verdad, no el sujeto singular, individual, sino el sujeto específico, la especie en su conjunto. Para esta forma de relativismo, por tanto, si bien cabe una verdad supraindividual, independiente de la peculiar índole de cada sujeto singular, no es posible empero una verdad absoluta, universalmente válida. El ámbito de validez de la verdad coincide plenamente con el ámbito propio de la especie de que se trate. La peculiar constitución cognoscitiva de ésta constituye el patrón de verdad para la misma. Como Husserl escribe: Para cada especie de seres capaces de juzgar es verdadero lo que, según su constitución o según las leyes de su pensamiento, deba tenerse por verdadero (1). Según esta forma de relativismo, es posible que un mismo contenido de conocimiento (por ejemplo, la proposición "2 x 2= 4") sea válido, verdadero para una especie (por ejemplo, la humana), y falso para otra. Es posible que la psique, la subjetividad, las leyes del pensamiento de la especie homo sean tales, que el hombre se vea impelido a juzgar como verdadero (o como falso) algo que para otra especie diferente, y en virtud de su peculiar legalidad psicológica, se revele precisamente como lo contrario. Esta forma de relativismo, referida en concreto a la especie humana, recibe el nombre de psicologismo o antropologismo. El relativismo específico lo encontramos ya en la Antigüedad. Enesidemo, en efecto, lo consideró como el primero de sus diez tropos, aquél que, dada la pluralidad y diversidad de especies animales, impedía como ninguno el acceso directo y sin trabas a la realidad objetiva misma. No obstante, el relativismo específico o antropologismo es producto genuino y característico de la filosofía moderna y contemporánea (2). Fue precisamente Husserl (1859-1938) quien, junto con Gottlob Frege (1848-1925), más se destacó en su lucha contra las tendencias psicologistas en la filosofía de fines del siglo XIX. Sus ataques se dirigían tanto contra el relativismo de los empiristas, como Alexander Bain o John Stuart Mill, como contra los autores de obras lógicas fundadas en conceptos psicológicos, como Wundt, Sigwart, Erdmann, Lipps, etc. El psicologismo, en efecto, que tiende a negar autonomía e índole propia a las entidades lógicas y gnoseológicas (y, por tanto, a reducir la lógica y la teoría del conocimiento a conceptos de carácter psicológico), constituyó blanco permanente de la crítica filosófica de Husserl en algunas de sus obras principales. A su vez, el relativismo cultural (o histórico) no limita, como los anteriores, la validez de la verdad al individuo o a la especie, sino al ámbito cultural o a la época histórica en que tal verdad se produce. No hay verdades absolutas, universalmente válidas; la verdad es relativa, tiene una vigencia limitada, y su vigencia se halla determinada por el círculo cultural de procedencia o por la época histórica en que surge. De ahí la posibilidad de que algo pueda ser verdadero en una cierta esfera cultural, y falso en otra diferente. Es Oswald Spengler (1880-1936) quien, en nuestro siglo, formula un relativismo cultural absolutamente expreso. Para él, en efecto, no hay una matemática universalmente válida, ni una física, ni una filosofía. Cada cultura, cada época tiene la suya, propia, peculiar, intransferible. Es lo que el autor nos dice en su obra principal, La decadencia de Occidente: "No hay verdades eternas. Toda filosofía es expresión de su tiempo y sólo de él. No hay dos épocas que tengan las mismas intenciones filosóficas" (3). Y Spengler, en este contexto, reprocha al hombre de occidente, al pensador occidental, su etnocentrismo, la creencia de que su cultura, su arte, su filosofía, su ciencia, su ética, son las únicas posibles, las valederas, por tanto, de forma absoluta y universal. El filósofo, el pensador, el intelectual de occidente debe rectificar su juicio, su falsa creencia, relativizando la validez de su cultura y de su pensamiento (cf. Oswald SPENGLER, Introducción, 8, t. I, pp. 50-51). Finalmente, el pragmatismo es la forma de relativismo que limita la validez de la verdad y del conocimiento a la práctica y a la acción. Verdadero no es, según esto, la propiedad que tiene el pensamiento por su concordancia o adecuación con el ser. Verdadero es, por el contrario, el pensamiento, el juicio útil, adecuado a un fin. El conocimiento, la esfera teórica no son así fines en sí mismos, se orientan a lo práctico, a la dimensión vital del individuo y de la especie. Verdad es, pues, sinónimo de utilidad. Conocimiento verdadero será, por tanto, el conocimiento útil, valioso, fomentador de un fin provechoso. Esta teoría de la verdad y del conocimiento tiene su raíz y fundamento en una concepción activista del hombre. Este, en efecto, no es primariamente un ser teórico, contemplativo, dotado especialmente para el conocimiento y la especulación; es, ante todo, un ser práctico, un ser de acción, que necesita continuamente adaptarse a su entorno y satisfacer sus carencias. De este modo, el conocimiento es tan sólo un medio más de que el ser humano se halla provisto para acometer con éxito ésa su finalidad práctica y vital. Es usual considerar al filósofo norteamericano William James (1842-1910) como el verdadero fundador de esta doctrina. El publicó, en efecto, en 1907 una serie de conferencias, que había pronunciado en Boston el año anterior, con el título de El pragmatismo, donde expone la tesis principal de la verdad como utilidad. No obstante, ya Nietzsche (1844-1900), en Más allá del bien y del mal, había recogido y desarrollado lo más sustantivo de este relativismo pragmatista. Así, y en estrecha relación con su concepción naturalista y voluntarista del ser humano, escribe: "El hecho de que un juicio sea falso no constituye, en nuestra opinión, una objeción contra ese juicio. Quizá sea ésta una de las afirmaciones más sorprendentes de nuestro nuevo lenguaje. Se trata de saber en qué medida este juicio sirve para acelerar y mantener la vida, para conservar la especie, para mejorarla incluso" (4). Por su parte, Hans Vaihinger (1852-1933), sobre las huellas de Nietzsche, acentúa el carácter biologista del pragmatismo de éste. En su obra La filosofía del como si expone la teoría del ficcionalismo, según la cual, el conocimiento, en todas sus diversas manifestaciones (ciencia, filosofía, moral, religión, etc.) es una trama de representaciones ficticias, irreales (carentes, por tanto, de auténtico valor descriptivo), cuya única finalidad es ayudar al individuo y a la especie a que se orienten en su lucha permanente por la adaptación y la supervivencia. No nos queda ahora sino acometer una breve crítica o examen valorativo de la posición relativista en las formas fundamentales que aquí hemos expuesto (5). En primer lugar, por lo que respecta al relativismo individual (o subjetivismo), el carácter restrictivo de su tesis es tal, que nadie después de Protágoras lo ha formulado seriamente nunca en filosofía. La simpleza y superficialidad del mismo son patentes, manifiestas. La violación del principio lógico más básico y fundamental (el de no contradicción) es aquí palmaria, flagrante. De ahí, pues, que no merezca la pena detenernos en una crítica más explícita del mismo. En cambio, tanto el relativismo específico como el cultural sí merecen por nuestra parte una mayor atención, entre otras razones, por haber sido frecuentemente invocados en la filosofía moderna y contemporánea. A pesar de este hecho, a pesar de que hayan sido doctrinas comunes en el transcurso de los dos últimos siglos, ambos (como el escepticismo radical) son igualmente auto-contradictorios, incurren en un patente contrasentido; y las razones del mismo son, en esencia, estas dos: Por un lado, afirmar (como hace el relativismo) que la verdad es relativa, que no hay verdades universalmente válidas, es suponer de hecho, en la práctica, lo que en teoría y explícitamente se niega. En efecto, el relativista, cuando enuncia su tesis, considera que ésta reproduce una situación objetiva; esto es, que, en realidad y de forma objetiva, no hay verdades absolutas, universalmente válidas. En definitiva, reserva para su tesis lo que expresamente niega para toda otra tesis. Atribuye tácitamente a su tesis un valor de verdad absoluta, universalmente válida, valor que la propia tesis niega expresamente. La incongruencia, la inconsecuencia del relativista es, pues, absolutamente manifiesta. Y no sería válido tampoco replicar a esto que la tesis relativista es ella misma relativa, valedera únicamente para el ámbito restringido de que se tratase (la especie humana o un determinado círculo cultural), dado que afirmar eso, que la tesis relativista sólo tiene aplicación en un determinado contexto, sería, en el fondo, afirmar una verdad con validez absoluta, una verdad universalmente válida (la verdad absoluta, universalmente válida, de que la tesis relativista es ella misma relativa, de que su ámbito de aplicación es meramente restringido). Por otro lado, el concepto fundamental del relativismo, esto es, el de verdad relativa, constituye en sí mismo un patente contrasentido. En efecto, del mismo modo que resulta absurdo (contradictorio) hablar de un triángulo cuadrado (en la esencia del triángulo se halla contenido el hecho de que ha de tener tres lados y no cuatro), es igualmente absurdo hablar de una verdad que no sea absoluta, universalmente válida, esto es, de una verdad relativa. A la esencia de la verdad pertenece el ser universalmente válida, el valer para todos los individuos racionales capaces de aprehenderla. La verdad es la propiedad del pensamiento (del juicio) por la que éste se corresponde o concuerda con el ser. Y si se corresponde, se corresponde absolutamente, universalmente, para todos los sujetos capaces de aprehender tal correspondencia. En caso negativo, no se corresponde en absoluto, para nadie. La verdad es una entidad ideal, cuyo sentido se halla definido cabal e inequívocamente por el principio lógico de no contradicción, que prescribe tajantemente la absoluta incompatibilidad de lo verdadero y de lo falso. De este modo, si la verdad fuese tan sólo relativa (válida únicamente en un determinado contexto), podría darse el caso de que un mismo contenido de conocimiento (una misma proposición) fuese simultáneamente verdadero y falso (verdadero en un ámbito y falso en otro), lo cual es ciertamente absurdo, contradictorio, imposible (6). A pesar del error, del carácter contradictorio de la tesis principal del relativismo, hemos de reconocer no obstante un fondo de verdad en la actitud relativista. El relativismo, en efecto, ha puesto claramente de relieve, como ninguna otra doctrina lo ha hecho, el carácter limitado, precario, relativo de la aprehensión cognoscitiva humana. El hombre, ni puede conocer toda verdad, ni el conocimiento por él de ella es siempre puro, integral, aséptico. Múltiples y variados factores impiden un conocimiento semejante: el carácter, el temperamento, la educación, el medio, la tradición, etc. Tales factores hacen sin duda, que, no la verdad (la verdad es por esencia, en sí misma, absoluta, universalmente válida), sino el número y tipos de verdades asequibles al hombre, sean siempre relativos (el hombre, dadas sus limitaciones cognoscitivas, no puede aprehender todas las verdades, tan sólo, una pequeña porción de ellas). A este respecto, escribe Ortega en sus Investigaciones psicológicas: "Pero en la tendencia relativista hay, sin duda, junto a este absurdo doctrinal, el propósito, bien fundado, de hacer notar que la posesión de la verdad por el hombre está sometida a evidentes limitaciones. En efecto, ni poseemos todas las verdades ni podemos poseerlas todas. En este sentido, claro es que la verdad es relativa; pero ese sentido está mal expresado así. No es la verdad quien es relativa al hombre sino el número y clases de verdades que podamos poseer" (7). Finalmente, por lo que respecta en concreto al pragmatismo, debemos subrayar que a pesar de haber insistido con acierto en la estrecha relación que se da en el hombre entre su dimensión cognoscitiva, teórica y su dimensión práctica, vital, no obstante, la posición pragmatista ha errado claramente al exagerar tal relación e identificar lo verdadero y lo útil. La verdad, como se ha dicho reiteradamente, es una propiedad intrínseca del pensamiento, del juicio, por la que éste concuerda con el ser; en cambio, la utilidad es la cualidad de la acción (cualquiera que sea), por la que ésta, en cuanto medio, es congruente con un fin o propósito. Además, incluso el filósofo pragmatista, al afirmar su tesis de la verdad como utilidad, maneja implícitamente el concepto de verdad como adecuación, está convencido de que lo que expresa tal tesis es lo que real y objetivamente acontece, lo que en realidad es el caso. Y esto ha de ser necesariamente así, si el pragmatista pretende que su tesis sea aceptada como verdadera, como la auténticamente verdadera. La contradicción de la posición pragmatista es, pues, también evidente. NOTAS (1) Edmund HUSSERL, Investigaciones lógicas, "Prolegómenos a la lógica pura", cap. VII, 36. Trad. esp. de Manuel García Morente y José Gaos, Ed. Revista de Occidente, Madrid, 1976, p. 113. (2) "Mientras tratándose del subjetivismo pudimos dudar de que haya sido defendido nunca con plena seriedad, la filosofía moderna y contemporánea propende al relativismo específico -de un modo más concreto al antropologismo- en tal medida, que sólo por excepción encontramos un pensador que haya sabido mantenerse totalmente puro de los errores de esta teoría". Edmund HUSSERL, Ibidem. (3) Oswald SPENGLER, La decadencia de Occidente. Bosquejo de una morfología de la historia universal, Introducción, 15. Trad. esp. de Manuel G. Morente, Ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1966 (2 tomos), t. I, p. 73. (4) F. NIETZSCHE, Más allá del bien y del mal, I, 4. Ed. Felmar, Madrid, 1981, p. 26. (5) Cf. José ORTEGA Y GASSET, Investigaciones psicológicas, XI. Ed. Revista de Occidente en Alianza editorial, Madrid, 1983, t. XII, pp. 418 y ss. y John F. CROSBY, "Refutation of skepticism and general relativism", in: Rehabilitierunq der Philosophie, Habbel, Regensburg, 1974, pp. 103-123. (6) Es lo que Husserl expresa del siguiente modo: "Esta teoría (la teoría relativista) es un contrasentido. Pues su sentido implica que un mismo contenido de un juicio (una misma proposición) puede ser verdadero para un sujeto de la especie homo y falso para un sujeto de otra especie distinta. Pero un mismo contenido de juicio no puede ser ambas cosas, verdadero y falso. Esto se funda en el simple sentido de las palabras verdadero y falso. Si el relativista emplea estas palabras con el sentido, que les es propio, su tesis dice lo contrario de su propio sentido". Edmund HUSSERL, O. c., cap. VII, 36, pp. 113-114. (7) José ORTEGA Y GASSET, Investigaciones psicológicas, XIV, in: Obras completas, Ed. Revista de Occidente en Alianza editorial, Madrid, 1983, t. XII, p. 442. Actividades: A. Lea con atención el texto correspondiente a la guía 8, Notas sobre el relativismo gnoseológico, tome notas en su cuaderno y racionalice la información para su posterior estudio y comprensión. B. En su cuaderno responda las actividades y preguntas siguientes: 1. ¿De qué trata el texto anterior? ¿Cuál es la idea principal? 2. ¿Cuáles son las dos respuestas extremas, antagónicas, a las que se puede llegar frente a los interrogantes formulados en torno a la gnoseología? 3. ¿En razón de qué, según el texto, 4 X 4 = 16, puede ser una afirmación falsa? 4. ¿A qué se refiere el autor cuando habla de sujeto individual y sujeto específico? 5. ¿Cuáles son los dos elementos esenciales que el autor señala como factores extrínsecos del conocimiento? 6. Defina: Relativismo individual, relativismo específico, relativismo cultural y relativismo pragmático. 7. En su cuaderno y en un cuadro como el del ejemplo, sintetice las críticas que se le pueden formular a las posturas relativistas frente al conocimiento, definidas en la pregunta anterior. POSTURA GNOSEOLÓGICA CRÍTICA Relativismo individual Relativismo específico Relativismo cultural Relativismo pragmático 8. Elabore un glosario con los términos: Inquirir Verdad relativa Valor absoluto Congruencia Categórico Incongruencia Antítesis Incompatibilidad Intrínseco Aprehender Extrínseco Aprehensión Cognoscitiva Inequívoco Relativismo Psicologismo Pragmatismo Antropologismo Verdad absoluta