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“Respecto a los Falsos Revolucionarios” Crítica al texto: “Crisis de las democracias y movimientos sociales en América Latina: notas para una discusión” Autor: Atilio Borón Dice el autor que las democracias latinoamericanas se enfrentan a un enemigo: el “capitalismo”, que ha debilitado el “impulso democrático” tanto en los países tercermundistas como en el desarrollado Norte de América. Dice que los mercados secuestraron a la democracia, plegándose sobre sí misma la ciudadanía, siendo regímenes democráticos incapaces de satisfacer promesas y esperanzas. Es por lo tanto una “falsa polis democrática” que deja el campo abierto para la imposición del proyecto del capitalismo neoliberal, avanzando hacia la mercantilización de la totalidad de la esfera social, criminalizando la pobreza, la protesta social, militarizando los conflictos sociales haciendo de la guerra una pesadilla infinita, contra quienes no se adapten al diseño imperial. Resalta entonces el autor la importancia del papel que pueden desempeñar en la refundación de un “nuevo orden democrático” los movimientos sociales. Existe una irresoluble “contradicción entre capitalismo y democracia”, proponiendo a partir de los expuesto por otros autores, lo que sería la “reinvención de la democracia” o la “democratización de la democracia”, donde “la tensión entre capitalismo y democracia desapareció, porque la democracia empezó a ser un régimen que en vez de producir redistribución social la destruye (…) una democracia sin redistribución social no tiene ningún problema con el capitalismo; al contrario, es el otro lado del capitalismo, es la forma más legítima de un Estado débil”, según cita el autor a de Sousa Santos. Lo que resulta extraño no obstante, es el hecho de que en ninguno de los países en los cuales el capitalismo ha sido implementado, el Estado es “débil”, muy por el contrario, es bastante poderoso y regula la relación de los capitalistas y su capital en los distintos mercados, los protege y ampara; el caso más emblemático o ilustrativo sea quizá el de los EE.UU. lugar en el cual no se mueve “una piedra” sin que pase antes por la decisión del Estado, porque precisamente los dueños de las grandes transnacionales se encuentran ligados al poder no sólo económico, sino también al poder político. Además el autor citando aún a este señor que antes nombré agrega, el que el capitalismo combatió a la democracia desde sus propios orígenes, en el Renacimiento italiano, terminando por aceptarla, pagando el precio de ello la democracia, ya que debió abandonar sus “banderas igualitarias” y “liberadoras” transformándose en una inocua forma de organización del poder político. Se le da a este tipo de regímenes el nombre de “democracias de baja intensidad”, “plutocracias”, etc. Conservando únicamente el sufragio universal, que beneficia principal y directamente a las minorías adineradas. Haciendo alusión a otra cita, el autor justifica el “distorcionamiento” que ha sufrido la verdadera democracia, donde en el capitalismo democrático “las clases subalternas renuncian a la revolución a cambio de negociar las condiciones de su propia explotación”, según Quijano. Propone entonces la democracia participativa, a partir del fortalecimiento de tres ejes, los cuales son: la demodiversidad (reconocimiento de múltiples formas históricas que han tendido hacia la democracia), la articulación contrahegemónica de lo local y lo global y la ampliación del “experimentalismo democrático”, agregando la participación de los “diversos grupos” (étnicos, culturales, de género, etc.). El problema dice el autor, son los límites que impone el capitalismo a cualquier tentativa de este tipo, ya que la burguesía dominante no va a querer democratizar a costa de perder sus privilegios, imponiéndose a toda forma de “soberanía popular”, ejemplos de ello es la tentativa democratizadora llevada a cabo por Lula en Brasil, el cual archivó toda práctica de democracia participativa posible, llevada al ámbito nacional. Por lo que el autor dice que una democracia, no puede quedarse en eso, sino que debe avanzar, como decía Gramsci hacia “el autogobierno de los productores”, siendo ello apenas tolerable en el plano real por la burguesía dominante. La matriz ideológica de los capitalismos democráticos es el liberalismo, dice, cuya preocupación es resguardar la independencia y autonomía del individuo (referido al actor privado) frente al Estado, manteniéndolo dentro de los límites mínimos. Acá cabe hacer otro alcance, ya que éste sigue siendo el que resguarda los intereses de la burguesía dominante, véase el caso de Chile, por ejemplo, y el acceso a los recursos pesqueros facilitado y expedito al sector industrial, por medio de las atribuciones del Estado y su parlamento. Dentro de este orden liberal, el papel de los movimientos sociales o de cualquier otro tipo de actor social se ve anulado, permaneciendo la población votante oculta tras el velo de la ignorancia, siendo según el autor, la democracia para el capitalismo, nada más que la superfluidad y la impotencia de la instancia política. Lo que queda entonces, es la reducción de la democracia a la sola extensión del derecho de sufragio a los pobres, con las salvaguardas legales e institucionales suficientes para evitar “una legislación clasista” que altere el orden social imperante. Lo que a mi juicio se resumiría en que lo “único de democrático” que le queda al capitalismo democrático, es el hecho de contar con los votantes para llevar a cabo sus mandatos, según el autor. Se propone entonces, el pensar otra democracia, pero pensando también en “otros sujetos” (palabra derivada de Del lat. subiectus, part. pas. de subiicĕre, poner debajo, someter), la pregunta es ¿la solución será la aparición de otros sujetos?, distinto del individuo abstracto del liberalismo político, dice el autor. En realidad no sé si la palabra en sí se pueda readecuar a “otra” significación más que la que explícita e implícitamente tiene en sí misma. Y más criticable aún parafraseando y sepultando unos versos de Antonio Machado dice: “militantes no hay sujeto, se hace sujeto al andar”, por lo que prefiero quedarme con la versión original, mucho más abierta a un cambio real. Un andar dice que sería en el cual se entretejen “todas las luchas sociales” desatadas por las múltiples formas de opresión capitalista, florecimiento múltiple de “sujetos” dispuestos a resistir y vencer (¿o dispuestos a ser carne de cañón utilizada por la elite intelectual?)Por lo que agrega: se hace imprescindible una “gran coalición contra el capital”. Cuestionándose el si ¿será posible una democracia postliberal?. El problema práctico y teórico de la revolución dice, es el que la elite capitalista no está dispuesta a admitir pacíficamente esta, utilizando el terror preventivo de la reacción o el terror reactivo de la contrarrevolución, donde las tentativas de una revolución “democrática” ha costado el derramamiento de sangre de millones de luchadores sociales en el mundo entero. Esta opción de reinventar la democracia puede ser, dice, muy razonable para la clase subalterna, sus elites y dirigentes, sus intelectuales, mientras que para la derecha es algo inadmisible. Explica no obstante el rol protagónico que han desempeñado los movimientos sociales en las luchas reivindicativas en el mundo entero, como resultado no de un descontento generalizado por causa de las condiciones de explotación en las que les toca vivir, sino más bien, como el producto de la mala gestión que han llevado a cabo los partidos políticos, abriendo este hecho, la posibilidad de salida a las calles de las masas, donde la incapacidad de los fundamentos legales e institucionales en las democracias latinoamericanas han sido incapaces de resolver crisis políticas al interior de los procedimientos establecidos por la institucionalidad, reflejando con ello más que una debilidad el hecho de que estos regímenes han posibilitado las condiciones objetivas para la movilización política de grandes sectores de las sociedades latinoamericanas, agregando que estas movilizaciones populares en diversos países muestran una “inconfundible direccionalidad”. Escribe además que no se puede pretender hacer un cambio radical del orden social imperante confiando en la vía electoral, ya que la burguesía se vale de esta y otras iniciativas, tales como el control por medio de aparatos ideológicos, grupos financieros, cohecho, lobbies, campañas del terror, control de los medios de comunicación, etc. Donde los partidos de “izquierda” que quieran “cambiar el mundo” tendrán que concebir y aplicar estrategias más integrales, que combinen lo electoral con “otras formas de lucha”, terreno en el cual los movimientos sociales, dice, han demostrado una creatividad superior a la de los partidos políticos. La falta de la que adolecieron los movimientos sociales, no obstante, dice que se encuentran relacionadas con la fragilidad organizativa (o sea de partidos políticos u organizaciones verticalistasplataformistas de rígida estructura inamovible), inmadurez de “conciencia política” (no social, claro está, porque así no los podrían manipular “políticamente”) y predominio absoluto del espontaneísmo, como modo normal de intervención política. En realidad por lo que expone el autor, lo que quiere cambiar o a lo que quiere llegar es al control político total de todo agente de cambio social; que se organicen de la misma forma en que lo hacen los capitalistas neoliberales, en organizaciones rígidas, verticales, sometidos al mandato de la “conciencia política”. No veo por ningún lugar, ni en ninguna palabra el que se intente llegar a una sociedad libre e igualitaria, sino a una sociedad de subalternos “concientizados políticamente”, otras marionetas de las elites intelectuales políticas. Organizarse a razón de táctica y estrategia, tal como lo hacen los capitalistas, es lo que propone el autor, ocupar sus armas para que la “tortilla se vuelva” hacia el lado de los intelectuales de izquierda al parecer, donde todo pasa por una cuestión política. Se lograría entonces la conciencia “emancipatoria” o “revolucionaria” por medio del adoctrinamiento masivo de los movimientos sociales, más específicamente de todo luchador social, por medio de la “adopción adecuada” de tácticas y estrategias para la “reconfiguración de los sujetos sociales”. Cabe cuestionarse ¿Cuál es esa estrategia o táctica adecuada? Dice el autor, que estas irán indisolublemente unidas a las perspectivas de emancipación propias de las clases subalternas. La pregunta es ¿”concientizadas” por quiénes? No hay alternativas fuera del “protagonismo” que puedan asumir, dice, bajo ciertas circunstancias ¿Cómo cuáles por ejemplo?, donde le vuelve a quitar protagonismo a las “masas en las calles”, diciendo que: estos pudieron derrocar gobiernos neoliberales, sólo para reemplazarlos por otros muy parecidos. ¿Les falta entonces ser conducidos hacia “la victoria final” por la elite intelectual que los concientizará e iluminará con su saber? desde las palabras ciertamente, ya que ni decir que ellos sean la carne de cañón, por supuesto. Reivindica finalmente a los que son a su parecer los “únicos izquierdistas” de los hispano-hablantes: Cuba, Venezuela y Bolivia. Países que vergonzosamente hacen hincapié en una revolución que jamás han sido capaces de llevar a cabo, instaurando en su lugar burdas dictaduras, con las cuales no hacen más que burlarse de todos aquellos que cegados por los dirigentes, y por la costumbre de delegar su propia voluntad en la democracia y sus defensores, se han visto enfangados en la podredumbre de la miseria humana, tras Estados que los oprimen e hipnotizan con la melodía de la dulce democracia. Natalia Guerrero Peña.