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LA UNIVERSIDAD POR UN NUEVO HUMANISMO JUBILEO DE LOS DOCENTES UNIVERSITARIOS Comisión 106. “La persona, meta privilegiada de la Psicología” Título: “CONTRIBUCIÓN DE UNA PSICOTERAPIA A LA BUENA MUERTE” Autor: Lic. en Psicología Valentina C.P. de Rodríguez Amenábar Pontificia Universidad Católica Argentina “Santa María de los Buenos Aires” Buenos Aires. 26, 27 y 28 de Octubre de 2000 1 COMISIÓN 106 La persona, meta privilegiada de la Psicología PONENCIA Título: Autor: “CONTRIBUCIÓN DE UNA PSICOTERAPIA A LA BUENA MUERTE” Lic. en Psicología Valentina C.P. de Rodríguez Amenábar RESUMEN “La enfermedad es más que un hecho clínico. Es siempre la condición de un hombre, el enfermo. Con esta visión integralmente humana de la enfermedad los agentes de la salud deben relacionarse con el paciente.... conjuntamente con la debida competencia técnico-profesional,... dar sentido a la enfermedad y al propio trabajo y convertir cada caso clínico individual en un encuentro humano”). (Carta de los Agentes de la Salud. Buenos Aires: Paulinas 1995. 53, p. 62). El mundo actual parece reaccionar con espanto y evitación frente al problema de la enfermedad y especialmente de la muerte. La relación con la muerte es evitada, empobrecida, estéril de espiritualidad. El ser humano ansioso por existir y a veces por subsistir, parece eludir el misterio. Esto lleva a una fuerte realidad paradojal, mientras se exhibe sin pudor el descuido por la vida y hasta su destrucción, la muerte natural, como parte de la vida, se la esconde, como si fuese algo cargado de horror o el absurdo. En esta Ponencia, a través de una viñeta clínica, expondré como la psicoterapia puede ayudar al buen morir, a partir de comprender que preparase para morir significa en realidad ahondar lo más profundamente posible el vínculo con los demás. Actividad Académica: - Prof. Protitular. Pontificia Universidad Católica Argentina Prof. Titular Ordinario. Universidad del Salvador. Buenos Aires y Bahía Blanca. Secretaria de Departamento de Psicología. Facultad de Filosofía y Letras. Pontificia Universidad Católica Argentina. Organización y Dirección de la Carrera de Posgrado de “Especialización en Integración Psicodiagnóstica”. Departamento de Psicología. Facultad de Filosofía y Letras. Pontificia Universidad Católica Argentina. Psicol.@uca.edu.ar rodriguezamenabar@ciudad.com.ar French 2325-5º Piso Buenos Aires (1125) –Argentina- Tel/Fax: (011) 4806-9616 2 Jubileo de los Docentes Universitarios II Encuentro Nacional de Docentes Universitarios Católicos 26, 27 y 28 de Octubre de 2000 PONENCIA Titulo: Autor: “Contribución de una Psicoterapia a la Buena Muerte” Lic. en Psicología Valentina C.P. de Rodríguez Amenábar. “Porque no se está impunemente al lado de alguien que roza la muerte, y que sabiéndolo, vive todo lo que le ocurre como un don. En su contacto aprendí a agradecer cada instante concedido” Marie de Hennezel. “La mort intime” (1). “La enfermedad es más que un hecho clínico. Es siempre la condición de un hombre, el enfermo. Con esta visión integralmente humana de la enfermedad los agentes de la salud deben relacionarse con el paciente.... conjuntamente con la debida competencia técnico-profesional,... dar sentido a la enfermedad y al propio trabajo y convertir cada caso clínico individual en un encuentro humano”). (Carta de los Agentes de la Salud. Buenos Aires: Paulinas 1995. 53, p. 62). (2) El mundo actual parece reaccionar con espanto y evitación frente al problema de la enfermedad y especialmente de la muerte. La relación con la muerte es evitada, empobrecida, estéril de espiritualidad. El ser humano ansioso por existir y a veces por subsistir, parece eludir el misterio. Esto lleva a una fuerte realidad paradojal, mientras se exhibe sin pudor el descuido por la vida y hasta su destrucción, la muerte natural, como parte de la vida, se la esconde, como si fuese vergonzosa, cargada de horror, absurda o generadora de intensa angustia. Sin embargo la muerte es el momento culminante de cada vida y esto le confiere sentido y valor. Si la muerte angustia tanto,?no será porque nos pone frente a frente con las verdaderas preguntas, aquéllas que muchas veces dejamos para después, para cuando tengamos tiempo? He observado que los que se acercan a la experiencia de la muerte suelen descubrir que la experiencia del más allá, es una realidad presente en la experiencia misma de la vida, en el aquí y ahora. ¿Acaso la vida no nos pasa de un más allá a otro?; más allá de nosotros mismos, más allá de nuestras certezas, más allá de nuestros juicios, más allá de nuestros egoísmos, más allá de las apariencias, ¿Acaso la vida no nos invita a constantes avances y cuestionamientos, a constantes superaciones?. En esta Ponencia, a través de una viñeta clínica, expondré como la psicoterapia puede ayudar al buen morir, a partir de comprender que preparase para morir significa en realidad ahondar lo más profundamente posible el vínculo con los demás. Se que es un tema que cala hondo. Que no suele ser tratado actualmente con frecuencia desde el lugar de la reflexión. Deseo encararlo en este II Encuentro Nacional de Docentes Universitarios Católicos, porque procurar el cuidado de la vida, es también prepararnos como profesionales a saber acompañar al que va a morir. A la vez no me parece superfluo contribuir con 3 la idea de la importancia que tiene aprender a no negarla, a humanizarla, y concientes de nuestra condición de mortales, revalorizar cada instante de la vida. Previa a la presentación del caso clínico, sintetizaré los dos marcos de referencia que sirven de base a la presentación clínica: 1.- uno personal y 2.- otro teórico. 1.- A partir de la experiencia personal como psicoterapeuta, he ido confirmando algunos ideas básicas: - Es fundamental ahondar una actitud de disponibilidad en relación con los pacientes, especialmente terminales, o gravemente enfermos y particularmente si a la vez carecen de un entorno familiar contenedor. - Más allá de los asuntos materiales que toda persona necesita ordenar, prepararse para morir significa adentrarse lo más profundamente posible en el vínculo con los otros. Esta es una necesidad para la persona que hay que procurar satisfacer. Esto ayuda mucho al paciente a confiar y a entregarse. - Poseo la fuerte convicción que el ser humano no se limita a lo que vemos o creemos ver. Siempre es más grande, más profundo, de lo que pueden decir nuestros limitados juicios. El ser humano siempre avanza, nunca ha dicho su última palabra, siempre tiene la posibilidad de realizarse y de transformarse a través de las crisis y de las pruebas de la vida. - Por último en todo acto terapéutico ante cualquier persona y muy especialmente ante el enfermo terminal, he podido experimentar la importancia y delicadeza que encierra cada persona, “meta privilegiada de la Psicología”, lo que está claramente expresado en la Carta de los Agentes de la Salud: “El respeto, la protección y el cuidado debidos propiamente a la vida humana se derivan de su singula dignidad”(3). Dignidad explicada bellamente por Juan Pablo II cuando afirma “En el ámbito de toda la creación esta dignidad tiene un valor único. El ser humano en efecto es la única creatura que Dios ha querido para sí mismo. Sólo el hombre es persona: tiene dignidad de sujeto y valor de fin”.(4) 2.- Encuadrado el problema en un marco estrictamente científico considero que es importante como referente una concepción científica teórico-clínica, representativa de la totalidad humana que permita comprender y profundizar sobre la realidad de la persona sana tanto como de la persona enferma. El problema de la muerte es una de las situaciones profundas y comprometidas con la que el psicólogo frecuentemente se enfrenta en su actividad terapéutica, acompañando a veces a un paciente a morir, o acompañando a un deudo a recorrer el doloroso tiempo de la pérdida de un ser querido. Pero fundamentalmente la muerte, como el dolor humano permiten adentrarse muy hondamente en el gran misterio que es la vida. El punto de vista teórico, tiene mucha mayor relevancia para la práctica de lo que generalmente se piensa. la relación entre teoría y práctica, lo considero un tema medular cuando se trata de trabajar en psicoterapia, ya que “las áreas de la teoría y la técnica están fundidas en una unidad funcional singular” (Heinz Kohut 1973) que se ponen de manifiesto en el vínculo terapéutico Es además en la práctica profesional, el lugar en el que necesariamente se integran el ser y el saber científico, experiencial y espiritual, en el que el terapeuta, encuentra altamente comprometida toda su persona, y deberá aprender a estar suficientemente abierto y empáticamente disponible como para comprender los significados propios que cada paciente expresa en su realidad de persona única. 4 Esta realidad natural se encuentra tratada en importantes aportes teóricos de autores como Heinz Kohut cuando afirma: ” No existe una sola clase de sí-mismo sano, sino muchas; y no hay una sola ruta terapéutica que lleve hacia la cura, sino muchas también, según las potencialidades de salud del paciente. Pero puede afirmarse esto: el sí mismo sano está compuesto predominantemente de estructuras primarias o compensatorias. Aunque las estructuras defensivas nunca están ausentes ... mi impresión es que las vidas más productivas y creativas son las de aquellos que, a despecho de los cuantiosos traumas de su vida, pudieron adquirir nuevas estructuras en su búsqueda de nuevos caminos hacia la completud interior”...“Por otro lado, aunque la psicología del sí-mismo reconoce plenamente el valor de los conceptos tradicionales respecto de ciertas experiencias delimitadas del hombre .... es capaz de mostrarnos que en presencia de un si-mismo firme, el conflicto per-se no es en modo alguno nocivo, .... el punto de vista de la psicología del sí-mismo, .... nos permitirá ver bajo una nueva luz aun los conflictos estructurales: como desafíos potenciales a nuestra vitalidad y eventuales agentes activadores del hombre “trágico”, responsable de sus éxitos y de sus fracasos” (5) Creo que la psicología del sí-mismo nos suministra en este sentido, para comprender los problemas de la salud psíquica, un marco científico más profundo y amplio que otros aunque requiera aún gran cantidad de estudios ulteriores, tanto en lo tocante a definir el contenido vital como la composición estructural de la personas, que en última instancia logran una vida más realizada. La finalidad de un tratamiento psicológico, entendido en el sentido de la Psicología del Self es, más bien, la maduración de la relación con los otros (selfbjets), lo cual permite una mayor integración (cohesión del self) de la persona y el aumento de su empatía, lo que a su vez le permitirá descubrir, aceptar y valorar en los demás, el verdadero sentido del self (entiéndase del tú (*)* “como centro de iniciativa propia”(6). ILUSTRACIÓN CLINICA Como ilustración práctica de estas ideas he seleccionado fragmentos de una psicoterapia dinámica. Los colegas experimentados en este quehacer son conocedores que estas presentaciones tienen sólo el alcance de la discusión teórico-clínica en esta compleja disciplina. Aclaro también que he tomado los recaudos necesarios en la presentación, para preservar la identidad del paciente, no sólo evitando su nombre, sino también todos aquéllos datos de su vida personal que son innecesarios para la presentación y en cambio, podrían dejar al descubierto su identidad. Considero de este modo cumplir con el esencial respeto por la persona del paciente y con mi juramento profesional. La Sra. S (7) Recibo la derivación de la Sra. S. de más de cincuenta años, que estaba en tratamiento oncológico con un excelente especialista. Su director espiritual, al que la Sra S conocía y recurría desde hacía muchos años, le aconseja realizar la consulta psicológica. La Sra. S. padecía un cáncer terminal, con un pronóstico de tres meses más o menos de vida (según la opinión médica) de lo que la paciente tenia conocimiento. Antes de conocerla pensé ¿qué necesitará?. Tiene atención medica, con un excelente médico que la contiene, y dirección espiritual, sumamente importante para (*) La aclaración entre paréntesis es mía, a los fines de esta presentación. 5 el creyente e imprescindible en las circunstancias que atraviesa (8). Este fue mi inevitable interrogante previo. Cuando la veo por primera vez me encuentro con una Sra. de aspecto dominante, como una persona de “armas tomar”, no parecía una persona próxima a morir, excepto por algunos gestos incontrolados de dolor físico, cuado realizaba determinados movimientos. Se sienta frente a mí, me pide sí puede tutearme y llamarme por mí nombre a lo cual accedí sin titubear decisión que explicaré más adelante, y comienza a relatar con intensa furia la situación de conflicto que vivía con su marido a causa de sus reiteradas infidelidades. Le pregunto cuándo habían sucedido estos hechos, y me entero que hacía más de quince años, aunque por su actitud e intensa carga emocional el hecho parecía actual. Vivían desde entonces una relación de hostil indiferencia, y distanciamiento. “Sé perfectamente cuando fue el día que me enfermé” (refiriéndose al cáncer y al día que se enteró de los episodios de infidelidad). Su actitud era arrogante y despectiva. Sentadas frente a frente, al escucharla y observarla atentamente, percibía su gran resentimiento. A la vez que acusaba e insultaba a su marido, sacaba de su cartera anotaciones y cartas de algunas de sus hijas. Se sentía preocupada por ellas, por sus vidas concretas y actuales. Se intercalaban en su comunicación el rencor hacia el marido, y la preocupación por sus hijas, las que se habían aliado a ella, (“¿o ella las había aliado a sí?”, me pregunté a mí misma). En un momento de la entrevista (últimos quince minutos) le señalo su enojo, lo hice deliberadamente y por una razón muy obvia, tenía que intentar saber si la Sra. S. podía percibir o lograr alguna introspección respecto de su furia y su rencor. Pero ella me contestó con más furia aún: “No me vas a decir ahora lo mismo que durante siete años me repitió mi analista, que lo que yo tengo es una gran rabia y lo que yo tengo que hacer es superar mi rabia y perdonar, pero yo no puedo hacerlo, no sé cómo se puede hacer”. Además de enterarme, en ese instante que había terminado su análisis un año atrás, entendí que no era el momento de seguir interviniendo, de ir más allá, sino de continuar escuchando y “aceptando” su furia y sus reclamos hasta concluir esa primera entrevista. COMENTARIO El colega que me derivó a la Sra. S. por pedido de su director espiritual la presentó como “una Sra. enferma de cáncer que además ha tenido un marido desastroso”. Hasta lo expuesto se perfilan varios elementos significativos que me permitieron elaborar algunas hipótesis y formularme algunas preguntas. Ella se presenta como una persona fuerte y arrogante, víctima de un esposo infiel (así parece considerarla su entorno). Pero está rodeada de personas que la asisten y seguramente la aprecian: las hijas, el médico, el director espiritual, su anterior terapeuta, y también su marido que vive con ella. Ahora busca a otra persona. Había realizado tres años de Tratamiento psicoanalítico. Luego dos años de logoterapia. Volvió a su inicial terapeuta y realizo dos años más de psicoanálisis hasta que de 6 común acuerdo con su terapeuta un año antes (ya enferma) había concluido el tratamiento. Cuando recibo pacientes que han realizado prolongados tratamientos o distintos intentos terapéuticos, no pienso (salvo que tenga evidencia, lo cual sería otro tema), que los tratamientos anteriores hayan fracasado, considero que siempre dejan algo positivo, y que tal vez es el recorrido que el paciente ha necesitado hacer (con mayor o menor éxito) para encontrarse a sí mismo, lo cual en todo caso da cuenta de la dificultad del caso a tratar. Pensé que la hostilidad y el resentimiento eran un serio problema para la Sra. S gravemente enferma; también para su familia, que estaba en riesgo de disolución permanentemente, y para establecer un vínculo con ella, ya que su agresividad era una barrera generadora de distancia. Además su tiempo de vida, según lo afirmado por el médico, era muy limitado. Se plantea aquí un doble desafío a la empatía: la hostilidad de la paciente que produce rechazo, y su sentencia de muerte. Un paciente que está enfermo de muerte, toca la realidad de la propia muerte. Además conocer a una persona que se prepara a morir requiere una atención y un respeto particulares porque nunca estamos seguros de poder volver a verla. ¿Cómo no sentirse personalmente afectado cuando se es testigo silencioso, de ese momento, grave entre todos, en que el ser humano entrevé su muerte cercana? Pensé que la Sra. S había sido desilusionada por su esposo varios años antes. Parecía muy fuerte, soberbia por momentos. Yo no conocía su historia personal, y tal vez no tendría tiempo de conocerla. No debería entrar en honduras que la paciente no necesitara abordar. Su educación y su poder la ubicaban (tal vez desde niña, no lo sé), en el lugar del que no llora, del que sólo puede mostrar el éxito. Por tanto, pensé, sería muy probable que la Sra. S se sintiese también desilusionada de sí misma. Creo que es posible comprender que esta mujer a pesar de estar rodeada de cosas, de personas y de situaciones que manejaba con arrogancia (rasgos de carácter), en realidad no podía estar sola. ¿De qué se defiende una persona que se pone antipática, soberbia, agresiva, y tensa? . Probablemente de una gran fragilidad. Considero oportuno en este momento de mi comentario citar a Heinz Kohut cuando dice: “...me gustaría destacar que ganamos en claridad conceptual cuando discernimos entre la furia narcisista y las agresiones movilizadas para eliminar un obstáculo que se opone a nuestros objetivos: la primera se singulariza por un odio y una crueldad despiadados; la segunda, en cambio por la ausencia de la necesidad de herir innecesariamente al oponente y por la desaparición total de la agresión cuando se alcanza el objetivo perseguido”(9). Indudablemente era necesario trabajar la agresión, ¿pero cómo? : A) ¿Desde el impulso destructivo, y de sus dificultades con el hombre, de los cuales parecía que nada de lo que recibía le bastaba, (el marido, el médico, el director espiritual, el psicoanalista, el logoterapeuta) y sobre los cuales parecía 7 realizar un triunfo omnipotente con su enfermedad que no cedía ya que ningún tratamiento oncológico le dio el resultado esperado (*)*. B) ¿O desde la concepción de la agresión patológica, como derivada de una herida primaria sufrida por la persona (el self)? Un paciente con un sí mismo dañado dirigirá hacia el terapeuta sus necesidades (a) especulares: “ella exhibe frente a mí su omnipotencia, pero también su miseria”, (b) idealizadoras: puede explayarse en su furia. Cuando intervengo en la primera entrevista y no le insisto, ella se siente sostenida por mí y aceptada y (c) gemelares: me pide que la tutee y llamarme por mi nombre. El tuteo en este caso fue aceptado a partir de la comprensión empática de la necesidad gemelar que la Sra. S necesitaba, gemelaridad que en ese caso implicaba no sólo ser mujeres adultas, sino particularmente en su caso, la gemelaridad humana de la vida y la muerte. Enfocado desde este punto de vista es sabido que el paciente espera como algo natural, que el terapeuta se haga cargo por él, de las funciones que él no puede realizar por sí mismo, es decir el paciente “Usa” al terapeuta, del mismo modo que un niño en desarrollo usa a sus padres para crecer. Desde esta mirada del problema, mis interrogantes fueron: ¿Qué represento para la Sra. S?. ¿Para qué me necesita? La Sra. S está buscando una captación empática de su situación. Necesita límites a su agresión porque está desbordada, y en estas condiciones no puede elaborar su muerte. Segunda sesión y subsiguientes Vuelve a la semana, su actitud fue similar a la de la primera entrevista. Intervengo volviendo al tema de la agresión de esta manera. “Comprendo que no te es fácil hablar de tu hostilidad, pero para poder ayudarte es preciso que hablemos de esto. Es cierto que sabes mucho de tu rabia, y es cierto que no puedes dominarla, aunque lo deseas, pero yo creo que lo que no alcanzas a comprender es que detrás de tu rabia hay dolor e impotencia”. Comenzó a escucharme con atención y se fue calmando. Poco a poco el clima de la sesión cambió, Disminuyó su hostilidad y en las ocasiones que nos vimos posteriormente pudo comprender que su intenso resentimiento con su marido (herida narcisista), y su necesidad de sostenerse en las hijas, habían incidido en la división de la familia. Le hice notar que su muerte la preocupaba porque las hijas quedarían solas con su padre, con en el cual parecían mantener distancia por fidelidad a ella, pero que en realidad las hijas también necesitaban a su padre. A lo largo de algunas sesiones fue cediendo su actitud irreductible hacia el marido. Por primera vez en quince años pudo reunirse en un festejo familiar con su marido y sus hijas, respondiendo al pedido de una de ellas, aunque aún mantenía algo de su postura arrogante y hostil. En la sesión siguiente a este episodio llegó con una tarjeta de las hijas que expresaban una gran ternura y agradecimiento hacia ella por ese festejo. Luego de leerla me miró muy fijamente y me dijo: (*)* Permítaseme mantener en reserva el tipo de tumor y localización por respeto a la privacidad: Pero según la opinión médica podía haber remitido al comienzo del tratamiento médico, varios años antes. 8 “Ahora quiero hablar de mí y de mi muerte”. Continuó un corto período de sesiones, interrumpidas por internaciones, en las cuales pudimos recorrer las vivencias cuasi delirantes que tenía durante la quimioterapia. Sus miedos, su deseo de no morir, pudo llorar y con pudor y un profundo sentimiento de fe, me comunicó algunas de sus experiencias religiosas más íntimas. Había recuperado cierta armonía de su self, y su relación familiar había mejorado. Se acercaba el período de vacaciones y decidió irse de viaje con su marido y sus hijas. Nos despedimos con la casi certeza compartida, de que no nos volveríamos a ver. En ese viaje murió. Pasaron algunos años y recibí el llamado de una de las hijas. La Sra. S había muerto en el tiempo que los médicos lo habían pronosticado. Murió rodeada de sus seres queridos y asistida por su director espiritual. Pero su hija no me llamaba por eso, sino para decirme que me habían estado buscando porque su abuelo, el padre de la Sra.S también había muerto y días antes de morir quería verme pues la Sra. S alguna vez le había hablado de su corta terapia y le había dado mi nombre. Experimenté una íntima, serena y particular vivencia y en ese preciso instante evoqué algo que había leído hacia muchos años, cuando era estudiante de Psicología, aquello que Charles Möeller afirma cuando analiza el pensamiento de Gabriel Marcel y el misterio de la esperanza: “El advenimiento del Salvador no es sólo el que se realizó en Palestina hace dos mil años; es también el advenimiento del Mesías en las almas, en estas cavernas sombrías, a la luz vacilante de la esperanza, protegida, como una llama por la mano, en medio de un mundo hostil, que nos amenaza, pero que también nos enseña la verdadera confianza en Dios. El advenimiento del Salvador es, finalmente, el del fin de los tiempos. También entonces volverá el Señor al anochecer; el crepúsculo cósmico será el mensajero, o, más bien, el símbolo transparente de una venida siempre próxima y siempre lejana, pues lo próximo y lo lejano se unen en lo “profundo” (10). Lic. Valentina C.P. de Rodríguez Amenábar REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS. (1) de HENNEZEL, MARIE “La mort intime”. Éditions Robert Laffont,París,1995. (2) CARTA DE LOS AGENTES DE LA SALUD .Buenos Aires: Ediciones Paulinas 1995. 53 p.62 y 45, p 56. (3) CARTA DE LOS AGENTES DE LA SALUD .Buenos Aires: Ediciones Paulinas 1995. 38, p.49. (4) JUAN PABLO II en Insegnamenti III/I.p. 192 . JUAN PABLO II “Veritatis Splendor” n.13 (5) KOHUT, HEINZ. “¿Cómo cura el análisis?“ Ed. Paidós.1986. (p. 77/78). 9 (6) KÖHLER,LOTTE. “Self y Proceso Terapéutico”. Revista de APA, Vol. XI, Nº 1, 1989. (7) RODRÍGUEZ AMENÁBAR, VALENTINA. “Cien años de Psicoanálisis, un caso clínico” Investigación sobre “Freud y el Cristianismo”.Instituto para la Integración del Saber. Pontificia Universidad Católica Argentina. Buenos Aires 1997. (8) CARTA DE LOS AGENTES DE LA SALUD .Buenos Aires: Ediciones Paulinas 1995. “La pastoral de los enfermos consiste en la asistencia espiritual y religiosa. este es un derecho fundamental del enfermo y un deber de la Iglesia (cf. Mt 10, 8; Lc 9,2; 10,9). No asegurarla, hacerla discrecional, no favorecerla u obstaculizarla es violación de este derecho e infidelidad a tal deber. La asistencia espiritual y religiosa es deber esencial y específico, más no exclusivo, del agente pastoral de la salud. Por la necesaria interacción entre dimensión física, psíquica y espiritual de la persona y por el compromiso de testimoniar la propia fe, todo agente de la salud está obligado a crear las condiciones a fin de que, para quien la solicite, ya sea expresamente o implícitamente, se le asegure la asistencia religiosa. 108.p103 En Jesús, «Palabra de Vida», se anuncia y comunica la vida divina y eterna. Gracias a este anuncio y a este don, la vida física y espiritual del hombre, incluida su etapa terrena, encuentra plenitud de valor y significado: en efecto, la vida divina y eterna es el fin al que está orientado y llamado el hombre que vive en este mundo”108. p 103. “ La asistencia religiosa requiere, dentro de la estructura sanitaria, la existencia de espacios y de instrumentos idóneos para desarrollarla. El agente de la salud ha de mostrar plena disponibilidad para favorecer y acoger la demanda de asistencia religiosa de parte del enfermo. Donde tal asistencia, por causa general u ocasional, no puede ser efectuada por el agente pastoral, deberá en los límites posibles y acordados, ser prestada directamente por el agente de la salud, respetando la libertad y la fe religiosa del paciente y con la convicción de que, cumpliendo esta función, él no se aparta de las responsabilidades de la asistencia en salud propiamente dicha”. (Carta de los Agentes de la Salud. 109. pág. 104). 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Gredos, Madrid. 1960. ORSTEIN, PAUL. “ Factores y procesos curativos múltiples, en las Psicoterapias Psicoanalíticas “. Anuario de la Psicología del Self. Año 1996 . Nº 1. WOLF, ERNEST. “ Comentarios sobre el Proceso Terapéutico “. Publicado como capítulo en “ Fronteras de Psicoterapia Dinámica “ de P. Buirski compilador. New York. Bruner Mazel, 1998. DOCUMENTOS PONTIFICIOS CONSULTADOS Juan Pablo II. Carta Apostólica del Sumo Pontífice. El sentido cristiano del sufrimiento humano. Ediciones Paulinas. 1992. Juan Pablo II. Veritatis Splendor; Carta Encíclica del Sumo Pontífice Juan Pablo II a todos los Obispos de la Iglesia Católica sobre Algunas Cuestiones Fundamentales de la Enseñanza Moral de la Iglesia. Ed. Claretiana. 1993. Juan Pablo II. Veritatis Splendor, Carta Encíclica, Sobre Algunas Cuestiones Fundamentales de la Enseñanza Moral de la Iglesia. Ed. San Pablo. 1993. Juan Pablo II. Mientras se Aproxima el Tercer Milenio. Carta Apostólica del Sumo Pontífice en Preparación al jubileo del Año 2000. Ed. San Pablo. 1994 Juan Pablo II. Evangelium Vitae, Sobre el Valor y el Carácter Inviolable de la Vida Humana. Carta Encíclica a los Obispos, a los Sacerdotes y Diáconos, a los Religiosos y Religiosas, a los Fieles Laicos, y a Todas las Personas de Buena Voluntad. Ed. San Pablo. 1995. 11 Lic. Valentina C.P. de Rodríguez Amenábar Prof. UCA y Universidad del Salvador Buenos Aires, 27 de Octubre de 2000. 12