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CLASE 10: Los "años dorados" Síntesis: En esta clase brindaremos un panorama de la recuperación de Europa durante la posguerra. En primer término nos referiremos al modelo de desarrollo económico en los países capitalista y al tipo de sociedad denominado “sociedad de bienestar” o “sociedad de pleno empleo”. Luego veremos el tipo de sociedad y Estado que se combinan en la Unión Soviética y al comportamiento económico de los países del Tercer Mundo. Finalmente concluiremos presentado a la primera crisis de la energía que cierra un período de la historia económica contemporánea y marca el final del denominado “Estado benefactor”. Hacemos, al final, una presentación del Canal Encuentro y un nuevo ejercicio con la novela El Lector. Interrogatorio: Desde la perspectiva económica, ¿qué características presenta el período de tiempo transcurrido entre 1945 y 1973?, ¿ ¿ Qué papel cumplió el Estado?, ¿ Cuál fue su rol en materia de política social?, ¿ Qué papel desempeñó en la Unión Soviética en este mismo período de tiempo?, ¿ En qué consistió el crecimiento económico de este país?, ¿ Qué debilidades mostró este modelo de desarrollo económico?, ¿Cuál es el significado y alcance de la expresión “sociedad de bienestar?, ¿ En qué consistió la “revolución tecnológica?, ¿ Cuáles fueron sus efectos?, ¿ Qué relación se estableció entre la industria, la investigación científica y el desarrollo?, ¿ Cuál es el significado de la expresión “economía transnacional”?, ¿ Qué nuevos sujetos aparecen en la historiografía de este período?, ¿ Cuáles fueron los efectos del aumento de la mujeres en el mundo laboral?, ¿ Cuál fue el comportamiento económico durante esta época de los países del Tercer Mundo?, ¿En qué consistió la denominada “crisis de la energía”?, ¿ En qué consiste el fenómeno denominado “estanflación”? Desarrollo: La prosperidad de los países capitalistas democráticos De las ruinas que produjo la Segunda Guerra Mundial surgió un período de prosperidad económica como nunca antes ni nunca después conocería el mundo. Un auge económico entre 1945 y 1973 especialmente notable en los países capitalistas, período al que los franceses suelen llamar “los treinta gloriosos” y otros, como Eric Hobsbawm, (recientemente fallecido) “los años dorados”, pero que abarcó también al mundo socialista y al llamado Tercer Mundo. A los países capitalistas desarrollados correspondían las tres cuartas partes de la producción mundial y más del 80% de las exportaciones pero, sin embargo, el ritmo de crecimiento de la URSS durante los años ’50 era más rápido que el de cualquier potencia occidental. El bienestar en el Tercer Mundo fue precario y se medía de una forma diferente: la población de África, Extremo Oriente, sur del Asia y América Latina creció más del 100% en los treinta años que van de 1950 a 1980. Complementariamente, la esperanza de vida creció de siete a diecisiete años, según los casos. Ambos datos significan que la producción de alimentos aumentó aún más rápido que la población. Sin embargo, no cabe duda que los grandes beneficiarios de la “edad de oro” fueron los países capitalistas desarrollados. El crecimiento de los países occidentales durante los años cincuenta y sesenta se sustentó en los principios que divulgara el economista John M. Keynes. Según estas ideas, el Estado debía jugar un papel dinámico en la actividad económica y complementarse con el sector privado y la actividad de los sindicatos. La acción del Estado en la posguerra tuvo como objetivo principal lograr el pleno empleo y construir un sistema de seguridad social. Por otra parte, la acción estatal buscaba compensar las desigualdades entre las personas con asistencia social y subsidios a los pobres. También se puso en funcionamiento una política fiscal y monetaria por la cual podía alentar o desalentar la demanda. Por ejemplo, si quería estimular la actividad económica podía decidir la construcción de una represa, ya que el incremento de los gastos en obras públicas generaba empleos y activaba indirectamente al conjunto de la economía. Además se podía disminuir las tasas de interés y, de esta forma abaratar el costo de tomar préstamos y así impulsar a los empresarios a endeudarse para invertir en sus empresas. El fuerte incremento del gasto público también se realizaba mediante el aumento de la oferta de bienes públicos: el gas, los teléfonos, los ferrocarriles, el agua corriente, etc. estaban en manos de empresas estatales. Esta economía mixta, en la que el Estado cumplía un rol preponderante, no fue igual en todas partes: mientras que en Europa occidental el aparato estatal jugó un papel muy destacado, en los EE.UU. fue relativamente menos importante. La acción del Estado estuvo dedicada también a mejorar las condiciones de vida con el aumento del gasto social: seguridad, educación, salud y justicia. La inversión en educación era especialmente importante. Por una parte, porque de esta manera se buscaba igualar las oportunidades de todos los ciudadanos. Por otra, porque cumplía la finalidad de mejorar la calidad del trabajo. El Estado apoyaba también la investigación científica en las universidades y en otras instituciones con el propósito de que esos progresos favorecieran a la industria y a las empresas. En muchos casos, el Estado planificaba sus actividades y las coordinaba con la política de los sindicatos y las empresas privadas. También, el Estado fomentaba la instalación de empresas y favorecía su establecimiento creando aquellas condiciones necesarias para sus negocios como, por ejemplo, un sistema de carreteras que les permitiera distribuir su producción. Para los sindicatos y para los empresarios el sistema de acuerdos y cooperación económica era de mucha importancia. El sector privado respetaba la política social y salarial de los sindicatos y los sindicatos se declaraban conformes con la política de inversión de las empresas. El resultado fue espectacular. Al llegar a los años sesenta era evidente que la prosperidad no podía compararse con la de ningún período anterior. El arma secreta de esa sociedad opulenta “popular” era el pleno empleo. No sólo se trataba de una sociedad rica sino que, también, esa riqueza estaba al alcance de un número mucho mayor de personas. El crecimiento del bloque soviético El sistema de planificación centralizada se estableció en la Unión soviética cuando Stalin se hizo del poder a mediados de la década del 20. Sus efectos sobre la economía fueron enormes. Alentados por la imperiosa necesidad de una rápida industrialización, la estructura del país cambió de manera drástica en muy poco tiempo. En 1913, representaba el 50% de la producción británica en ese momento y su grado de industrialización respecto a su población era comparable al de Inglaterra en 1810. A finales de 1970, la economía soviética era tres veces y media más grande que la inglesa. En 1950, su producción equivalía a la tercera parte de la norteamericana, pero para 1970 era igual al 70%. Para ese entonces, la URSS se había convertido en la segunda potencia industrial mundial. En la organización soviética, el Estado era la causa eficiente de la economía. No había otro propietario de las tierras, las empresas y los bancos que el Estado mismo. Las ganancias privadas habían sido eliminadas totalmente a los pocos años de producida la Revolución de 1917. De esta manera, el Estado dirigía los esfuerzos en el sentido que creía más conveniente para que la economía creciera. El criterio fundamental de este crecimiento consistía en transferir las ganancias del campo a la industria y, dentro de este último sector, promover vigorosamente el crecimiento de las industrias de base como la metalurgia, la siderurgia y la petroquímica, que demandan insumos a otras industrias y desarrollan el conjunto de la actividad productiva y aseguraban la autonomía industrial del país. Desde mediados de los años ’50 se fue dedicando paulatinamente más atención a los bienes de consumo. El crecimiento soviético en esa década fue superior al de los países occidentales y alcanzó un promedio del 6,6% anual. En los años ’60 disminuyó al 5,3% que, pese a ser un índice elevado, resultaba menor que el de los países de occidente. Las naciones que habían quedado bajo la órbita soviética tuvieron una evolución parecida. Implantaron el modelo de favorecer el desarrollo de las industrias básicas promovido por Stalin y tuvieron un incremento del 5,6% anual hasta los años ’60, donde el promedio cayó al 4,9%. A pesar del asombroso crecimiento que el bloque soviético había logrado en especial en los quince años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, en los años siguientes comenzaron a percibirse algunas debilidades de su modelo de desarrollo. La primacía que la planificación le otorgaba a la industria de base dificultó las expansión de la producción de bienes de consumo masivo propios de una sociedad de bienestar. Muchos medios materiales y una gran parte del progreso técnico fue reservado al sector militar. La postergación del sector agrario hizo que la productividad se se mantuviese en un nivel bajo y que fuera necesaria una utilización muy elevada de tierra y trabajo o, en otras palabras, que la agricultura se mantuviera atrasada. Por otra parte, el transporte de materias primas de zonas cada vez más lejanas implicaba el uso de recursos adicionales porque la tecnología del transporte mejoró muy poco y la infraestructura no fue renovada. El papel de la tecnología El auge económico de fines de la Segunda Guerra Mundial a principios de la década del ’70 llevó a la conformación de un mundo distinto. El modelo mundial fueron los EE.UU. y el automóvil, que había caracterizado en un primer momento a la sociedad norteamericana, se difundió por toda Europa y luego - aunque en menor escala - por el resto del mundo. Esto significaba también la necesidad de tender caminos y carreteras, establecer redes de estaciones de servicio y la aparición de nuevas zonas urbanas en las afueras de las grandes ciudades. Una de las razones de esta notable “era del automóvil” fue que el precio del combustible se mantuvo bajo desde 1950 hasta 1973. El petróleo, por otra parte, brindaba la energía necesaria para que se desplazara el nuevo medio de comunicación comercial para las grandes distancias: el avión. Los traslados a grandes distancias se fueron haciendo más frecuentes y viajar se transformó en un hecho casi rutinario para los pobladores de la clase media de las naciones ricas. Para estas personas, también se volvieron corrientes artículos que mejoraban la calidad de vida o aliviaban las tareas diarias como las heladeras, los lavarropas y el teléfono. La mecanización entró en la vida de todos los días y objetos que sólo habían estado al alcance de los millonarios ahora eran accesibles a una gran masa de personas. Un nuevo tipo de sociedad había nacido de esa economía de consumo masivo: la “sociedad del bienestar” basada en el pleno empleo, en el aumento sostenido de los salarios y la ampliación de la cobertura de la seguridad social. Un círculo virtuoso entre el aumento de la productividad del trabajo y el incremento de los ingresos de los trabajadores aseguraba que la prosperidad se mantuviera sin contratiempos. Durante este período la industria era empujada hacia adelante por una nueva revolución tecnológica. Algunos productos que habían aparecido en el período entre guerras se popularizaron y comenzaron a producirse comercialmente como los materiales “plásticos”. Otros que habían estado en etapa experimental antes de 1939 (como la televisión y los grabadores) se perfeccionaron y poco después de la guerra entraron en el repertorio de los artefactos cotidianos. Algunos inventos desarrollados originalmente para fines bélicos - como el radar y el motor a reacción, entre otros fueron la base para el desarrollo de la electrónica y la informática: aparecieron los transistores en 1947 y las primeras computadoras de uso civil en 1946. Más que en ningún otro momento de la historia el auge económico descansaba sobre la investigación científica que en poco tiempo pasaba del laboratorio a la industria. Esta transformación presentaba tres características novedosas. En primer lugar, el cambio incesante de la tecnología cambia la vida cotidiana de los habitantes de los países ricos y, en menor medida, también la de quienes vivían en naciones pobres. En una aldea de la selva, por ejemplo, aunque no hubiera electricidad, sus habitantes podían escuchar radio gracias a los transistores y las pilas de larga duración. Pero esta revolución no sólo significó que se pudiera disponer de una gran cantidad de objetos que salían de la industria luego de haber sido inventados por los científicos. También penetró en la cabeza del común de la gente que las novedades eran buenas y deseables y todo lo que era “novedoso” por ese sólo hecho merecía ser comprado. Los discos LP de vinilo aparecieron en 1948, los cassettes en la década del ’60 y los CD en los años ’80. No es raro que una persona de unos 50 años haya comprado tres veces la misma música ejecutada las tres veces por los mismos intérpretes, aunque cada una de ellas en uno de esos distintos “envases”. Lo mismo podría decirse de los televisores, tanto por lo interno (a lámpara, a transistores, a circuitos integrados) como por lo externo (en blanco y negro, en colores, las grandes pantallas que se venden desde hace algunos años). Los ejemplos, en definitiva, son innumerables. En segundo lugar, este fenómeno impulsa una relación muy estrecha entre la industria con la investigación y el desarrollo. Un país desarrollado tenía una proporción no menor a 1000 ingenieros y científicos por cada millón de habitantes durante la década del ’70. Por otra parte, los inventos crean nuevas necesidades e impulsan a su vez a nuevas invenciones. Sin duda, la industria de los armamentos presentó esta característica de la forma más sombría. El desarrollo de nuevas armas llevaba a suponer que los enemigos estaban a punto también de lograrlas y se dedicaba la investigación a encontrar armas defensivas contra el nuevo invento. Una vez logradas, los científicos dedicaban su esfuerzo - otra vez - a lograr armamentos ofensivos más eficientes. Esta carrera, que trastornaba la vida política y llevaba al problema ético de destinar enormes recursos económicos a la destrucción cuando se podrían haber dirigido a otros fines, resultaba sin embargo un negocio extraordinariamente rentable. Las nuevas tecnologías son un elemento que empuja también a un fenómeno de corte económico cada vez más acentuado. Aunque en este período el comercio sigue basándose en el intercambio de la producción de los distintos países, cada vez tienen más importancia desde fines de los años ’60 las compañías multinacionales, para las cuales las fronteras entre naciones sólo sirven para entorpecer sus negocios. Poco a poco se pasa de una economía internacional a una economía transnacional. Esta transnacionalización se podía ver fácilmente en tres aspectos. El primero ya fue mencionado y es el desarrollo de las empresas multinacionales. El segundo está ligado ineludiblemente al anterior: se produce una nueva división internacional del trabajo porque ya no son los países los que se especializan en producir una u otra cosa sino que en cada país, se fabricaba una pequeña parte del total de la máquina o del producto que la multinacional vendiera. Finalmente, porque aparecen paraísos fiscales. A estos lugares, comienzan a llegar capitales financieros en gran escala porque los impuestos que se pagaban y las regulaciones que había sobre el dinero eran mucho menores. De esta manera, una masa creciente de divisas iba escapando a las regulaciones que cuidadosamente se habían establecido en Bretton Woods para evitar una nueva crisis. Por último deben mencionarse los cambios referidos al mundo del trabajo. Las nuevas tecnologías presentaban una paradoja: la mayoría de ellas necesitaban grandes cantidades de capital pero no de mano de obra (a excepción de científicos y técnicos altamente calificados). En un principio el auge económico hacía que esa característica no se pudiera advertir con facilidad debido al pleno empleo producido por el aumento permanente de la actividad industrial. Pero la tendencia era que la mecanización desplazara al hombre como mano de obra. La industria necesitaba a las personas cada vez más como consumidores y cada vez menos como obreros. Otro cambio referido al trabajo fue la notable expansión del empleo femenino. Las mujeres casadas que, en su mayoría, no trabajaban fuera de su casa compitiendo con los hombres, entraron en el mercado laboral en forma creciente. Un nuevo tema de estudio: la historia de las mujeres Durante esta época, los historiadores se volvieron a plantear algunas preguntas básicas de su disciplina. Por ejemplo: ¿quiénes son los protagonistas de la historia? Si en 1815, el duque de Wellington derrotó al Emperador Napoleón, en Waterloo, no sólo los generales estuvieron en el campo de batalla. Miles de soldados lucharon allí sin que los historiadores los hubieran tomado en cuenta más que como un número. Uno de estos soldados, llamado William Wheeler dejó su testimonio sobre las alternativas del combate en la línea de fuego en una serie de cartas enviadas a su mujer: las descargas de la artillería francesa, el espectáculo de los cadáveres amontonados de sus compañeros que eran incinerados, el dinero saqueado a un oficial francés muerto y tantas otras cosas que normalmente no aparecían en los libros. Aunque Wheeler estuvo en una posición muy distinta a la de Wellington, también él había triunfado en Waterloo. Desde no hace mucho tiempo los historiadores han comenzado a preocuparse por la gente común y corriente como el soldado Wheeler, porque esta mirada permite una visión distinta y enriquecedora del pasado, aunque resulte mucho más difícil de estudiar: muchas de estas personas no sabían leer ni escribir, interesaban casi nada a los poderosos y pocos testimonios nos han quedado de ellos. Pese a las dificultades, esos estudios se han desarrollado y corresponden a la llamada “historia popular” o “historia desde abajo”. Pero el problema no es solamente que se estudiara nada más que a los grandes hombres y no a los hombres comunes. Comenzaron a manifestarse también aquellos que decían que la historia estaría siempre incompleta si no se ocupaba de las mujeres. Este interés estuvo liderado por el mundo anglosajón y por las mismas mujeres que luchaban por la igualdad de derechos con los hombres. Inglesas (nucleadas en torno al History Workshop) y norteamericanas que desarrollaron sus estudios en las universidades y publicaron revistas como Sign y Feminist studies. En Francia, la “historia de las mujeres” se desarrolló a partir de 1970 (también al compás de las feministas) y una de sus figuras más importantes es Michelle Perrot . En Alemania e Italia estos estudios se comenzaron a tener importancia torno a 1975 y abarcaron luego a toda Europa. Algunas de las obras dedicadas al tema se transformaron en verdaderos éxitos por el interés del gran público. Una muestra de este suceso es la Historia de las mujeres, dirigida por G. Duby y M. Perrot. De un artículo del tomo 10 de esta obra (“Una emancipación bajo tutela. Educación y trabajo de las mujeres en el siglo XX”, de Rose - Marie Lagrave) se resume el punto siguiente. Trabajo e igualdad femenina en Europa durante “los treinta gloriosos” Entre 1945 y 1975 en toda Europa aumenta la cantidad de mujeres que trabajan, pero dentro de este panorama general, hay que destacar otra característica: el número de aquellas que recibe un salario aumenta más que las que desempeñan alguna ocupación en forma independiente. La proporción de asalariadas es mayor en el norte que en el sur del Viejo Continente pero, sin embargo, países como Italia, España y Portugal registran un notable aumento del trabajo asalariado femenino entre 1960 y 1970. Este desarrollo se produce, sobre todo, por la transformación de campesinas o artesanas en obreras de fábrica. En 1946, el 41% de las francesas trabajaba en el artesanado y la agricultura, en 1975, esa proporción llega solamente al 8,6%. Inversamente, la cantidad de asalariadas pasa del 54% en 1954 al 84,1% en 1975. En ese último año, la proporción de mujeres asalariadas supera por primera vez al porcentaje de hombres que sólo llega al 81,9%. Pero también se produce en forma paralela por otro fenómeno social que podemos considerar revolucionario: cada vez es mayor el número de madres que además de ocuparse de su hogar trabaja también fuera de su casa. ¿Cuáles son los empleos de las mujeres? La gran masa de los trabajadores hombres está compuesta por los obreros y los que dirigen las empresas. Las mujeres, en cambio, incrementan su participación a medida que aumenta el sector terciario de la economía (los servicios como la salud, la educación, el comercio, empleos administrativos). El “fenómeno burocrático” es esencialmente femenino. ¿Por qué las madres salieron en masa a conseguir empleos ahora y no cincuenta años antes? Entre los fenómenos que afectan a la estructura de la familia tradicional está la difusión de la mecanización de las tareas del hogar (aspiradoras, heladeras, lavarropas, licuadoras y un sinfín de electrodomésticos hacían más rápido y fácil el trabajo en la casa). Por otra parte, la socialización de los niños deja de ser un monopolio materno: los jardines de infantes y las guarderías ocupan parte del rol que antes quedaba completamente en manos de las madres. Pero además, las mujeres querían trabajar afuera porque estaban en mejores condiciones para conseguir empleo porque su nivel educacional era cada vez mayor. Finalmente, en esta “sociedad del bienestar” donde el consumo creciente de bienes parecía no tener un techo, que trabajara la pareja significaba sin ninguna duda una mayor posibilidad de adquirir esos bienes. A primera vista, esto parecería mostrar que la situación de las mujeres en la sociedad se había equiparado a la de los varones. Sin embargo, las desigualdades persistían. Algunos estudios demuestran que la presencia de hijos en un matrimonio favorece la carrera profesional del marido pero, por el contrario, el efecto sobre la carrera de las mujeres es exactamente el inverso. Para 1975, se calcula que las mujeres realizaban el 75% del trabajo doméstico, acumulando dos tipos de tareas: las no remuneradas de la casa y las remuneradas de sus empleos mientras que los varones se especializan en su trabajo profesional. Otra forma de discriminación encubierta se da en las profesiones consideradas socialmente como femeninas. Aunque es indiscutible que en la educación las mujeres han encontrado una vía de mejorar su posición, la elección de las carreras está influida por presiones familiares y sociales. En las universidades europeas las mujeres predominaban en ciertas carreras como psicología, lenguas, letras y pedagogía mientras que otras ramas como la física, la química y la matemática eran territorio exclusivo de los hombres. Por otra parte, una encuesta de la UNESCO de 1967 indicaba que en Alemania, Finlandia, Francia, Noruega, Holanda, Italia y Suecia el matrimonio es la principal causa de abandono de la carrera universitaria en las mujeres. El ejemplo más objetivo de que la situación de la mujer no se ha equiparado con la de los hombres es que a igual tarea no reciben el mismo salario. Entre 1945 y 1975 en todos los países se promulgaron leyes y todo tipo de decretos y normas asegurando la igualdad. Sin embargo, la diferencia se mantiene, aunque se reduce a partir de 1968 y para 1975 en el desempeño de un mismo empleo, una mujer recibía un salario entre el 25% y el 35% menor que un varón. El Tercer Mundo y América Latina entre 1945 y 1975 Entre las naciones de Asia; África y América Latina que forman parte del llamado Tercer Mundo podrían establecerse tres grupos en relación a su comportamiento económico durante el período. El primero de ellos es el que puede conformarse con los países productores de petróleo del Próximo Oriente, favorecidos por las grandes sumas de dinero que provenían de las compañías petroleras nacionalizadas. Estos fondos fueron destinados a construcciones de infraestructura muy necesarias en esas naciones, aunque muchas veces el criterio político se imponía al de la utilidad económica. También invirtieron fondos en el exterior, especialmente en los Estados industrializados de Occidente. Por último, los beneficios del petróleo se gastaron en buena medida en compras de bienes militares a las potencias del Este y del Oeste. El segundo grupo lo forman los países del Lejano Oriente que desde mediados de los años ’50 se concentraron en una industrialización orientada a la exportación. Estas naciones fueron sustituyendo sus exportaciones tradicionales de materias primas y productos agrarios por la de bienes industriales. Le dieron importancia a la expansión de sectores intensivos en trabajo como la industria textil y la electrónica. Teniendo una mano de obra muy abundante y barata, buscaron utilizarla en forma intensiva para promover su industrialización. El Estado favoreció este proceso otorgando subvenciones y disminuyendo los impuestos a las empresas exportadoras, favoreciendo la entrada de capitales extranjeros y concediendo créditos baratos para la exportación. Menor suerte tuvo en este período el tercer grupo, que había intentado industrializarse mediante el reemplazo de los bienes industriales que se importaban mediante la producción local. Dentro de esta categoría está la mayoría de las naciones latinoamericanas. La política de “sustitución de importaciones” tuvo, sin embargo, bastante éxito en países como Argentina, Brasil y México en los años que van de 1930 a 1960 y las consecuencias de esa industrialización fueron variadas. Por una parte, se formó una burguesía industrial. Esta clase empresaria provenía de los sectores de la élite latifundista en algunos países como Chile, pero en otros como Argentina y México su origen social era diverso y por su misma existencia desafiaba a los sectores de poder económico tradicionales. Ese conflicto se hará más agudo porque el desarrollo de esta nueva clase social necesitaba la protección del Estado para que sus industrias prosperaran, lo que implicaba un doble desafío a la burguesía terrateniente que tradicionalmente se había asegurado el control de los resortes del poder político. Es lo que se dio en llamar “la protección de la industria incipiente”. Las medidas con las que los gobiernos buscaban alentar a las industrias nacionales eran muy similares en todas partes: les otorgaban subsidios y eliminaban impuestos, aumentaban las tasas aduaneras para que los bienes importados no pudieran competir en buenas condiciones con los que se producían localmente; creaban demanda para la producción nacional al otorgarle los contratos de compras para el Estado (por ejemplo, abastecimiento para el Ejército); y, aún, estableciendo empresas de capital estatal (especialmente en servicios, como los transportes, la energía, los teléfonos, etc.) e invirtiendo directamente en algunas industrias (especialmente las llamadas “industrias de base” como la siderurgia y la petroquímica). Con el progreso de la industria, naturalmente creció también la importancia de la clase obrera. Los movimientos sindicales aumentaron con rapidez y su influencia se fue incrementando por la necesidad de que la defensa de los derechos de los trabajadores no se opusiera a la necesidad de proporcionar trabajo en términos rentables para que los dueños de las industrias continuaran con su crecimiento. Lo que resultaba innegable era que los sindicatos aparecían como un nuevo factor de poder. En América Latina, la expresión política de estos cambios se manifestó de dos formas. La primera fue la de la contienda electoral en la que los industriales y obreros lograban un poder generalmente limitado a través de nuevos partidos que representaban a uno u otro grupo. El caso que ejemplifica esta solución fue Chile hasta el golpe de Estado que derribó el gobierno de Salvador Allende en 1973. La solución más frecuente fue la de las alianzas policlasistas donde industriales y trabajadores se aliaban para enfrentar a los partidos tradicionales. Esta fue la solución de Argentina con Juan Domingo Perón, la de Brasil con Getúlio Vargas y la de México con Lázaro Cárdenas. En los años sesenta, la política de “sustitución de importaciones” comenzó a mostrar debilidades. En primer lugar porque la industrialización era incompleta. Para producir manufacturas debían importarse las maquinarias de países de alto desarrollo tecnológico como los Estados Unidos y Japón. Esta necesidad de importar para que la propia industria creciera se agravó porque durante ese período, la cantidad de divisas de las que podían disponer los países latinoamericanos para esas importaciones disminuyó porque los bienes que América Latina vendía al exterior bajaron de precio. El café, el trigo y el cobre se abarataban en los mercados internacionales y por lo tanto era necesario vender cada vez una cantidad mayor para sostener igual ritmo de importación de insumos industriales. El segundo problema era que los bienes producidos por esas industrias sólo se podían vender en el mercado interno porque su precio para la exportación no podía competir con el de los mismos bienes producidos por los países desarrollados. Los mercados nacionales eran muy pequeños y para reducir los costos hubiera sido necesario ampliar los mercados con la cooperación de los países latinoamericanos, pero en este período predominó la rivalidad y todo intento de cooperación fracasó. El crecimiento de la industria por sustitución de importaciones produjo el efecto paradójico de que el país, industrializado por esa vía, fuera más dependiente aún de sus importaciones de combustibles, bienes intermedios (como papel y acero), repuestos y maquinarias por que, si estos elementos faltaban se paralizaba el aparato productivo y el úlltimo resultado era la inflación y el desempleo. A medida que la economía mostraba sus debilidades y los gobiernos no tenían el poder suficiente para cambiar el rumbo, la presión de los sectores de poder tradicionales en favor de regímenes de “mano dura” que ordenaran la economía, produjeran las modernizaciones necesarias, disminuyeran el poder de la clase trabajadora y restablecieran la prosperidad fueron cada vez mayores. Los golpes militares se sucedieron en Brasil (1964), Argentina (1966) y Chile (1973). En nuestro país, luego de un intermedio democrático entre 1973 y 1976, se produjo un nuevo golpe que instaló una feroz dictadura. La crisis de la energía y el fin de la “edad de oro” La expansión económica que había empezado a fines de la Segunda Guerra Mundial comienza a mostrar señales de agotamiento a principios de los años ’70. En 1971 el gobierno norteamericano reconoció que la aceleración de la inflación que se estaba produciendo y la sobrevaluación del dólar no podían sostenerse por mucho tiempo más. El 15 de agosto de 1971 el presidente Nixon dejó sin efecto la convertibilidad entre el dólar y el oro que se había establecido en la Conferencia de Bretton Woods. Esta medida tuvo como resultado un creciente temor de se produjera un hundimiento de la moneda norteamericana, se abandonó el dólar por otras monedas que parecían más fuertes y el déficit de los EE.UU. aumentó en proporciones notables. La expansión monetaria y la inflación estimularon el crecimiento de la actividad económica. Los precios de los bienes industriales aumentaron y también los de los alimentos y las materias primas. Los bienes primarios aumentaron su precio en un 159% entre 1971 y 1974, impulsados por el recalentamiento de la economía, mientras que otros fenómenos, como las malas cosechas de la Unión Soviética, empujaban en el mismo sentido,. En 1973 y 1974 se produjo la llamada “primera crisis de la energía”. A fines de 1973, la Organización de Países Exportadores de Petróleo decidió elevar drásticamente el precio de ese combustible porque los integrantes de la OPEP querían defenderse de la disminución de sus ganancias que resultaba de la baja del precio del dólar y de la inflación constante. De enero del ’73 a enero del ’74 el precio del barril de petróleo se incrementó en un 500%. Este aumento produjo una intensa crisis en las economías industrializadas cuyo crecimiento estaba basado en el combustible barato y, luego, de los países exportadores de productos agrícola-ganaderos y materias primas. La Argentina, por ejemplo, sufrió el cierre del mercado europeo para su exportación de carne y la caída de los precios internacionales de la producción de granos. La “crisis de la energía” terminó bruscamente con los “años dorados”, el período en los que se creyó que no habría más crisis económicas graves porque se había comprendido el método de controlarlas. El crecimiento y la estabilidad desaparecen y surge un fenómeno nuevo al que se le da el nombre de “estanflación”, una combinación que hasta el momento había parecido imposible: que la producción de bienes no creciera y que, a la vez, los precios aumentaran. Los siguientes veinte años estarán marcados por ese nuevo escenario y por la reaparición del peor de los fantasmas: la desocupación. En la próxima clase comenzaremos a estudiar la emergencia de los países del Tercer Mundo como resultado del proceso conocido como “descolonización”. Ahora te proponemos leer esta novedad y realizar una actividad como futura/o bibliotecaria/o: TELEVISIÓN, INTERNET Y BIBLIOTECA Ya desde su creación, en marzo de 2007, el canal Encuentro se basó en la convergencia entre la televisión e Internet y a su emisión televisiva le asoció su página, http://www.encuentro.gov.ar/, a partir de la cual se generó un intercambio permanente e ininterrumpido con la comunidad docente. Sus contenidos, educativos y culturales, tienen diversos orígenes: algunos se producen localmente y otros provienen de prestigiosísimas productoras internacionales, como lo son la BBC, Radio Canadá, TVE (la Televisión Española) o el PBS (Public Broadcasting Service, de Estados Unidos). Como se sabe, además, Encuentro ofrece recursos como: Ideas para el aula Se trata de actividades para desarrollar a partir de los programas o de fragmentos de ellos. Son muy completas, ya que incluyen buena información, actividades para el aula y también para desarrollar fuera de la escuela, enlaces a sitios donde se puede seguir investigando y bibliografía. Mediateca Un catálogo de videos breves con contenidos de diversos programas que – catalogados según temas, programas, años y textos– ofrecen un interesante repertorio de contenidos para usar como disparadores de actividades en las diferentes áreas. Minisitios Programas como Filosofía; Proyecto G, Horizontes, Pueblos originarios, Pequeños Universos, Latitud Ciencia, Historia de un país. Argentina siglo XX, Oficios, Escuelas Argentinas, Geografías, Primeros Años cuentan con minisitios donde es posible encontrar recursos para el aula, galería de imágenes, vídeos para descargar, etcétera. Sin embargo, a partir de 2009, la página ofrece una posibilidad más para trabajar con el material del canal en el aula, a través de Encuentro Descargas, http://descargas.encuentro.gov.ar/. Se trata de una oferta de video on demand (vídeo a pedido) que pondrá a disposición de docentes y usuarios toda la programación propia de Canal Encuentro (es decir, más de 500 horas de contenidos culturales y educativos). La disponibilidad es momentáneamente parcial, pero día a día se incluyen más programas. El sistema permite ver y descargar en forma gratuita, en el momento en que uno así lo desea, el programa completo o un fragmento, sin depender de la grilla de programación. A diferencia de lo que ocurre en la televisión, el programa se puede detener, pausar, rebobinar y volver a ver a gusto del televidente. La descarga se hace de manera muy fácil: hay unos tutoriales muy claros que indican el procedimiento, una serie de preguntas frecuentes que contribuyen a disipar las dudas sobre el tema y un Foro de consultas. Actividad: Supón que eres bibliotecaria en una escuela con muy pocos recursos ( libros, mapas, videoteca, etc) y has leído esta importante noticias sobre la convergencia entre la T.V. e Internet y la posibilidad de descargar programas completos o fragmentos que emite este canal para tenerlos en la biblioteca y ponerlos a disposición de los docentes y alumnos. Diseña un plan que contenga los siguientes aspectos: 1.- ¿Qué propósitos te guían? 2.- ¿Qué objetivos vas a lograr y en cuánto tiempo? 3.- ¿Qué recursos te hacen falta? ¿Cómo los conseguirás? 4.- ¿Cómo vas a presentar las nuevas incorporaciones en la biblioteca? Esta actividad la podes articular con la materia “Prácticas” relacionándola con los contenidos de este espacio curricular. La revisión del pasado en “El Lector” Recomendamos una nueva lectura del Capitulo 2 de la Segunda Parte, páginas 8689.haciéndonos previamente las siguientes preguntas: ¿Existe una culpa colectiva del pueblo alemán? ¿Los procesos judiciales son un mero lavado de conciencia a través de unos chivos expiatorios? ¿Cómo Michael Berg pensaba, en su juventud, el pasado y cómo lo hacía en su adultez ( para esta última ver Capítulos 1 y 4 de la Tercera Parte)? Para esta cuestión pueden ver la película argentina “La Historia Oficial” de Luis Puenzo y comparar los puntos de vista de la novela y el del film respecto a la problemática de la culpa. Pueden ver la película en www.youtube.com Sugerimos compartir con sus compañeros sus opiniones e ideas que vayan construyendo en torno a estas cuestiones Hasta el próximo jueves.