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1 Una aproximación a la realidad de la mujer en Latinoamérica Consuelo León Llorente (cleonllorente@gmail.com) Profesora Ayudante de la Facultad de Comunicación Universidad Internacional de Catalunya Phd. Administración de Empresas Universitat Politécnica de Catalunya Desde mediados de década de los noventa, un significativo número de países de América Latina y el Caribe han tratado de resolver una situación varón-mujer de desigualdad educativa y laboral a través de la implementación de diversos programas de transferencia de ingresos hacia los sectores más pobres.1 A través de estas iniciativas se trata de incentivar y corresponsabilizar a los beneficiarios en la mejora de sus perfiles educativos y sanitarios, impedir la evasión escolar y el trabajo infantil, apoyar la nutrición e incrementar los cuidados de salud. Las mujeres suelen ser quienes tramitan, reciben y cumplen con las obligaciones impuestas por los programas; en parte, porque se asume que son mejores administradoras y tienen criterios más altruistas para realizar los gastos familiares, son quienes tienen a su cargo la supervisión de los hijos y además cuentan con más tiempo. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, no se ha logrado una mejora sustantiva en las condiciones de vida y oportunidades de las grandes mayorías. Esto obedece, en última instancia, a que no se afronta la raíz estructural de los problemas que aquejan a las familias. Esos programas siguen cargando a las mujeres con más responsabilidades (talleres, capacitaciones, etc.), y privan a los hombres de la posibilidad de compartir las tareas del hogar y de cuidado. No contemplan la opción de que las mujeres trabajen fuera del hogar, a pesar de su ingreso masivo al mundo laboral, ni tampoco incluyen previsiones que faciliten esa incorporación. Antes bien, se mantienen inalteradas las bases sobre las que se asienta la distribución de trabajo remunerado y no remunerado. Uno de los principales problemas que encuentran las madres más pobres a la hora de insertarse en trabajos estables, además de su escasa preparación educativa, es el cuidado de sus hijos. Problema que se agrava por la escasa oferta de servicios de cuidados infantiles de menores de cinco años por parte del Estado, junto con la baja cooperación del hombre en las tareas del hogar y de cuidado. De ahí la importancia de formular los programas de modo que beneficien a quienes más lo necesita. Para lo cual es indispensable, entre otras cosas, considerar el trabajo 1 Al menos 13 países de América Latina han puesto en marcha programas de transferencia condicionada de ingreso. Algunos ejemplos de estos programas son: Oportunidades en México, Bolsa Familia en Brasil, Familias por la Inclusión Social en Argentina, Programa Puente Chile Solidario, Ingreso Solidario en Uruguay, y Programa Juntos en Perú. Cfr. Fonseca, A.: “Los sistemas de protección social en América Latina: Un análisis de las transferencias monetarias condicionadas”, Documento presentado en Seminario Internacional sobre Transferencia Condicionada de Ingresos y Seguridad Alimentaria. Oficina Regional de FAO, Santiago, 4-5 diciembre de 2006. 1 2 de cuidado como una responsabilidad compartida entre familia, Estado y sociedad.2 Esta perspectiva comporta un cambio sustancial en el modo de concebir el papel de las mujeres en el desarrollo y sirve para delatar aquellas instituciones sociales, económicas o culturales discriminatorias con un impacto negativo directo en la participación de las mujeres en el desarrollo económico y en su acceso a los recursos. Ignorar las distintas responsabilidades y capacidades de hombres y mujeres, así como los diversos obstáculos que enfrentan en razón del género y de la diversidad cultural, significa desestimar las consecuencias diferenciadas de programas y políticas. Por este motivo, desde 1995, el Informe Mundial de Desarrollo Humano introduce dos índices complementarios al Índice de Desarrollo Humano (IDH): el Índice de Género (IDG) y el Índice de Potenciación del Género (IPG), que dan cuenta de la desigualdad entre hombres y mujeres, así como del grado de participación activa de las mujeres en la vida política, económica y profesional en comparación con los hombres.3 Así, por ejemplo, en casi todos los países del mundo el IDG es inferior al IDH, lo cual corrobora que todavía ninguno ha conseguido eliminar la desigualdad de oportunidades para hombres y mujeres. Noruega, Australia, Islandia y Canadá son los cuatro países con categorías más altas de IDH e IDG. En la mayoría de los países de la Región de Latinoamérica y Caribe se aprecia un equilibrio entre el IDH y el IDG: en muchos coinciden (Chile, Brasil, Colombia, Perú, México, El Salvador, Guatemala) y en otros la variación oscila entre +1 y –1 (Uruguay, Argentina). Pero también se aprecia una pronunciada diferencia a favor del IDG en algunos países (Trinidad y Tobago con +4, Para profundizar en la valoración de estos programas Cfr. Pautassi, L.: “Programas de transferencias condicionadas de ingresos ¿Quién pensó en el cuidado? La experiencia de Argentina”, Seminario Regional Las familias latinoamericanas interrogadas. Hacia la articulación del diagnóstico, la legislación y las políticas, Santiago de Chile, 29 y 20 de octubre 2009; Cogliandro, G.: “Las madres y las políticas sociales: Análisis del Programa de Asignación Universal por Hijo para la Protección Social”, Boletín de la maternidad, nº 8, febrero 2010, p. 17-19 (Disponible en: www.o-maternidad.org.ar). 3 El IDH mide el adelanto medio de un país en lo que respecta a la capacidad humana básica: disfrute de una vida larga y saludable (esperanza de vida al nacer), de educación (tasa de alfabetización de adultos tasa bruta de escolarización en primaria, secundaria y terciaria) y de un nivel de vida decoroso (PIB per cápita). El IDG mide el grado de adelanto en la misma capacidad básica que el IDH, pero incorpora la desigualdad entre la mujer y el hombre en cuanto al grado de adelanto. La metodología impone una penalidad a la desigualdad, de modo que el valor del IDG disminuye cuando desciende el nivel de adelanto global de mujeres y hombres o cuando aumenta el grado de disparidad entre el adelanto global de mujeres y hombres. Cuanto mayor sea la disparidad en la capacidad básica de los sexos, tanto más bajo será el IDG de un país en comparación con su IDH. El IDG es simplemente el IDH descontado o reducido, para reflejar la desigualdad en la condición de los sexos. El IPG mide si las mujeres y los hombres están en condiciones de participar activamente en la vida económica, política y en el acceso a las oportunidades profesionales. Mientras el IDG se centra en la ampliación de la capacidad, el IPM se refiere a la utilización de esa capacidad para aprovechar las oportunidades de la vida. Lo importante no es llegar a un porcentaje de representación en algunas esferas políticas o económicas sino proporcionar igualdad de opciones a hombres y mujeres. Cfr. PNUD: “Informe Desarrollo Humano 1995: La revolución hacia la igualdad en la condición de los sexos”, Mundi-Prensa, Barcelona, 1995, p. 80 y ss. 2 2 3 Panamá con +3, Costa Rica con +2) o del IDH (Cuba con -2, Venezuela y Samoa con -3). Lo cual demuestra que la decisión de promover la igualdad entre los sexos es independiente del nivel de ingresos, de la ideología política, de la cultura y de la etapa de desarrollo de un país. Si se analizan los resultados del Índice de Potenciación de Género (IPG), los países de la Región con niveles más altos son: Trinidad y Tobago (14), Argentina (24), Costa Rica (27) y Cuba (29). Todos ellos tienen valores superiores a los que obtienen por el IDH y sus resultados son superiores a los de algunos países industrializados, como, por ejemplo, Japón (57). España también presenta un IDG (9) y un IPG (11) superior a su IDH (15), lo cual pone de manifiesto una estrategia muy pro activa a favor de un reparto equitativo de las capacidades, oportunidades y recursos entre hombres y mujeres. No obstante, estos índices presentan limitaciones porque no pueden dar cuenta de todos los aspectos que hacen referencia a lo que se ha denominado equidad de género y que no es otra cosa que igualdad de oportunidades varón mujer en todos los ámbitos de la vida pública así como corresponsabilidad en el hogar. Nuestra sugerencia es que en estos indicadores se tuviera en cuenta el impacto de la maternidad y de la paternidad como factores enriquecedores del entorno y del capital social futuro. Sólo de esta forma se podrían equilibrar o incluso revisar algunos de los resultados de estos estudios. Por consiguiente, es preciso crear un paradigma de desarrollo humano totalmente nuevo, que coloque al ser humano en el centro de sus preocupaciones y se apoye al menos en tres pilares: a) la consagración del principio de igualdad de oportunidades y de derechos entre hombres y mujeres; b) la consideración de las mujeres como agentes y beneficiarias del cambio y c) el reconocimiento y el respeto a la identidad cultural de las personas y de las sociedades. Sólo respetando estos tres principios es posible garantizar un modelo justo de desarrollo humano.4 Este enfoque del desarrollo humano tiene especial trascendencia para América Latina y el Caribe, pues continúa siendo la región del mundo con mayor desigualdad social, a pesar del crecimiento económico sostenido desde el 2002: de hecho, una proporción significativa del ingreso se concentra sólo en el 10% de la población. La excesiva concentración de la propiedad, el insuficiente funcionamiento de los mercados de trabajo y su consiguiente segmentación producen y reproducen la desigual estructura de oportunidades, tan característica de la Región. Bibliografía Arregui, Jorge Vicente y Rodríquez Lluesma, Carlos:“Inventar la sexualidad: sexo, naturaleza y cultura”, Documentos del Instituto de Ciencias para la familia nº 18, Ediciones Rialp, Madrid, 1995. PNUD: “Informe Desarrollo Humano 1995: La revolución hacia la igualdad en la condición de los sexos”, Mundi-Prensa, Barcelona, 1995, p. 2. 4 3 4 Beauvoir, Simone de: “Das andere Geschlecht”, Hamburg, 1951, p. 285. (Original francés “Le Deuxième Sexe”, París, 1949.) Castilla y Cortázar, Blanca: La complementariedad varón-mujer. Nuevas hipótesis, (3ª ed.), Documentos del Instituto de Ciencias para la familia nº 13, Ediciones Rialp, Madrid, 2004.. 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