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Toltecas Tula (ciudad antigua, México), antigua ciudad mesoamericana, fundada en el siglo X d.C., principal centro del pueblo tolteca, donde éste convivió con emigrantes de la abandonada Teotihuacán; situada cerca de la actual ciudad mexicana de Tula de Allende, en el estado de Hidalgo, a 64 km al norte de la ciudad de México, constituye en la actualidad uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la época precolombina. Identificada con la mítica Tollan que aparece mencionada en la tradición indígena y en las crónicas españolas de la época de la conquista, representa uno de los períodos más interesantes de la historia de Mesoamérica. En ella vivió Quetzalcóatl, el héroe cultural más importante de la cultura náhuatl, y de ella partió éste al destierro para fundar en la península de Yucatán la ciudad maya de Chichén Itzá. La región en que se asienta había sido ocupada desde tiempos antiguos y se constata la existencia de una serie de aldeas dispersas alrededor del 200 d.C., con claras influencias de Teotihuacán. Durante la llamada fase Tollan (950-1200 d.C.) tuvo lugar el máximo apogeo de la ciudad, cuya área urbana alcanzó los 14 km2, de los cuales el núcleo incluyó una densa población distribuida en 10,75 km2, y el resto ocupaba una periferia de 2,25 kilómetros cuadrados. Los templos se levantan sobre una sólida plataforma de piedras y tierra, enlucida con losas de piedra, a las que se accede mediante una alta escalinata. Sobre su cima se colocaron pequeños templos, hoy destruidos, que debieron ser cuadrados. En el centro de la ciudad se alza el Recinto Ceremonial, que está limitado al oeste por el templo del Sol y al norte por el de Tezcatlipoca. El templo más importante es el dedicado a Venus Quetzalcóatl (Ce Acatl Topiltzin Quetzalcóatl Tlahuizcalpantecuhtli) conocido como Edificio B o, más comúnmente, como de la Estrella Matutina. Se trata de una gran estructura piramidal, con una escalinata central de acceso, coronada por un templo cuya techumbre estaba sostenida por enormes figuras de guerreros toltecas (atlantes). Está decorado con escenas macabras en las que águilas y jaguares llevan corazones humanos en sus bocas. En otra hilera superior una procesión de jaguares y coyotes parece representar órdenes militares. Este recinto ceremonial estuvo limitado al norte por una pared decorada con la figura de una gran serpiente y con tableros en los que aparecen serpientes devorando esqueletos humanos. El denominado Palacio Quemado es un edificio de techo plano sostenido por columnas. A los lados hay sendas habitaciones con banquetas corridas decoradas con procesiones de dignatarios o sacerdotes pintados en rojo, azul, amarillo, blanco y negro. Debió tratarse de amplios espacios para celebrar ceremonias a las que asistían dignatarios, sacerdotes y militares. Se ha detectado la existencia de seis juegos de pelota (tlachtli), dos de ellos en el interior del propio Recinto Principal, que tienen forma de “I”, muy similares a los encontrados en otros lugares como Xochicalco. La ciudad de Tula tuvo un enorme desarrollo urbano en un período que se inicia con el abandono de Tula Chico y finaliza con su incendio y destrucción por las tribus chichimecas hacia el 1150 d.C., en el cual se produjeron las transformaciones sociales y políticas más importantes de su historia. La ciudad, que careció de un trazado reticular semejante al de Teotihuacán, se orienta 18º al oeste y llegó a tener una población estimada entre 35.000 y 60.000 habitantes. Mayas Civilización maya La civilización maya se extendió por toda la península mexicana del Yucatán y zonas de lo que hoy es Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice. En todas estas regiones se han descubierto ruinas de ciudades mayas, que son una muestra de la habilidad y altura artística de sus arquitectos. La civilización maya desapareció hacia el 900 d.C. por causas aún desconocidas. La oraganización social, política y economica La agricultura constituyó la base de la economía maya desde la época precolombina y el maíz es su principal cultivo. Sus técnicas combinaban formas muy arcaicas con otras muy elaboradas, como la irrigación, el drenaje o el aterrazamiento. Los mayas cultivaban también algodón, frijol, chile, tomate, camote (batata), yuca, cacao y otras especies comestibles. Las técnicas del hilado del algodón, la lana y el ixtle (obtenido de la yuca), además del tinte y el tejido, consiguieron un elevado grado de perfección. Los mayas utilizaban dos tipos de telares: el de cintura y, con menor frecuencia, el de estacas. A través de los motivos de los tejidos las mujeres mayas transmitían mitos y símbolos de sus respectivos pueblos. Como unidad de cambio utilizaban las semillas de cacao y las campanillas de cobre, material que empleaban también en los trabajos ornamentales, al igual que el oro, la plata, el jade, las conchas de mar y las plumas de colores. Los mayas formaban una sociedad muy jerarquizada. Estaban gobernados por una autoridad política, el Halach Uinic, jefe supremo, cuya dignidad era hereditaria por línea masculina, y el Ah Kin, sumo sacerdote. El jefe supremo delegaba la autoridad sobre las comunidades de poblados a jefes locales o bataboob, capataces de explotación agrícola que cumplían funciones civiles, militares y religiosas. La unidad mínima de producción era la familia campesina, que cultivaba una milpa, parcela desbrozada sin la tala de árboles, ya que para los mayas los árboles, en especial la ceiba, eran sagrados. Arte y arquitectura La cultura maya produjo una arquitectura monumental, de la que se conservan ruinas en Palenque, Uxmal, Mayapán, Copán, Tikal, Uaxactún, Quiriguá, Bonampak y Chichén Itzá. Estos grandes recintos eran ciudades y no sólo importantes centros ceremoniales. Conviven varios estilos arquitectónicos, entre los que destacan el Río Bec (pequeñas columnas adosadas, dameros y cruces añadidos a los mascarones de las fachadas) y el Puuc (obra en paramento y mosaico en la parte superior de las fachadas), cada uno con características de ingeniería y ornamentación propias. Palenque La zona central de la antigua ciudad maya de Palenque está ocupada por El Palacio, un conjunto de aposentos, patios y galerías, sobre las que destaca la famosa torre de tres pisos unidos por una escalera interior. En otras partes de la ciudad se alzan pirámides coronadas por pequeños templos. En el templo de las Inscripciones se mantienen las lápidas cubiertas de jeroglíficos, una de las inscripciones mayas de mayor extensión La distribución de las ciudades consistía en una serie de estructuras piramidales, la mayoría de las veces coronadas por templos o cresterías labradas, agrupadas alrededor de plazas abiertas. Las pirámides escalonadas estaban recubiertas con bloques de piedra pulida y por lo general llevaban tallada una escalinata en una o varias de sus caras. La infraestructura de las pirámides estaba formada habitualmente por tierra y piedras, pero a veces se utilizaban bloques de piedra unidos con mortero El calendario de los mayas, que se remonta probablemente al siglo I a.C., se basaba en una doble contabilidad: el ritual o tzolkin (de 260 días) y el solar o haab (de 365 días). En el calendario solar, el año comenzaba cuando el Sol cruzaba el cenit el 16 de julio; 364 días estaban agrupados en 28 semanas de 13 días cada una, y el Año Nuevo comenzaba el día 365. Además, 360 días del año se repartían en 18 meses de 20 días cada uno. Las semanas y los meses transcurrían de forma secuencial e independiente entre sí. Sin embargo, comenzaban siempre el mismo día, esto es, una vez cada 260 días, cifra múltiplo tanto de 13 (para la semana) como de 20 (para el mes). Un ciclo de 52 años solares o de 73 rituales sumaban 18.980 días y se denominaba ‘rueda calendárica’. El calendario maya, aunque muy complejo, era el más exacto de los conocidos hasta la aparición del calendario gregoriano en el siglo XVI. La unidad más simple era el día o kin; un total de 20 kines componían un uinal; 18 uinales, un tun (360 días); 20 tunes, un katún (7.200 días) y así sucesivamente. Los finales de katún eran especialmente conmemorados. Dioses: Itzamná, dios creador, señor del fuego y del corazón. Representa la muerte y el renacimiento de la vida en la naturaleza. Itzamná se vincula con el dios Sol, Kinich Ahau, y con la diosa Luna, Ixchel, representada como una vieja mujer endemoniada Las uo (ranas) son sus acompañantes y actúan como anunciadoras de la lluvia. Ligado con la vegetación y con el alimento primordial entre los mayas y otras culturas precolombinas estaba el joven dios del maíz, Ah Mun, en frecuente lidia con el dios de la muerte, Ah Puch, señor del noveno infierno, dios de la muerte. Otras divinidades asociadas con las tinieblas y la muerte son Ek Chuah, dios negro de la guerra, de los mercaderes y de las plantaciones de cacao. Sobresale también Ixtab, diosa de los suicidios. Mixtecos pueblo amerindio de la familia lingüística otomanque, habitante de los actuales estados mexicanos de Oaxaca, Guerrero y Puebla. La cultura mixteca floreció en el sur de México desde el siglo IX hasta principios del XVI y sus miembros fueron los artesanos más famosos de México. Sus trabajos en piedra y en diferentes metales nunca fueron superados. Entre sus especialidades se podían citar los mosaicos de plumas, la alfarería polícroma decorada y el tejido y bordado de telas. Las contribuciones más importantes de los mixtecos son: los registros pictográficos en códices hechos sobre piel de venado de la historia militar y social que narran aspectos del pensamiento religioso, de los hechos históricos y de los registros genealógicos de su cultura; la orfebrería, cuyas muestras como pectorales, narigueras, anillos o aretes, demuestran que manejaron con maestría el oro trabajado con la técnica de la cera perdida, así como el labrado del alabastro, el jade, la turquesa y la obsidiana, entre otros. Las piezas más notables que se conocen proceden de los enterramientos de Monte Albán, descubiertos por el arqueólogo Alfonso Caso, y que se exhiben en el Museo Regional de Oaxaca. Otros legados mixtecos son: un calendario análogo al utilizado por los aztecas y sus técnicas agrícolas. Entre los siglos XI y XII de nuestra época, los mixtecos adoptaron una influencia tolteca cuya característica civilizadora los motivó a buscar asentamientos más estables que los que habían tenido; se dedicaron a dominar a los zapotecas por medio de invasiones de sus tierras, guerras y alianzas políticas por matrimonios. De ese modo se apoderaron, por ejemplo, de Monte Albán, que había sido abandonada por los zapotecas y los mixtecos convirtieron en necrópolis, enriqueciendo notablemente sus monumentos funerarios. Tanto en esa ciudad, como en Mitla, aportaron conceptos arquitectónicos evolucionados como las grecas geométricas de piedras ensambladas que adornan los palacios. Otras ciudades zapotecas de las que se apoderaron los mixtecos son Zaachila y Yagul, también en el estado de Oaxaca, con las que se complementa el conjunto del impresionante legado de estas culturas. Los mixtecos influyeron en el declive de la civilización maya en el sur, y permanecieron independientes de los aztecas en el norte. Es posible que la población mixteca actual ronde el medio millón de personas, distribuidas en 3 regiones principales: la Mixteca Alta (en las zonas frías de la sierra Madre del Sur), la Mixteca Baja (siguiendo el curso del río Atoyac) y la costa (estados de Oaxaca y Guerrero). Paquimé Paquimé, antigua ciudad mesoamericana, enclavada en lo que en la actualidad es el yacimiento arqueológico de Casas Grandes, situado en el municipio homónimo mexicano del estado de Chihuahua. Sus pobladores, de lengua yuto-azteca, la habitaron desde el siglo I hasta el siglo XVII, años después de la llegada de los conquistadores españoles. En 1998, el conjunto fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Casas Grandes, zona arqueológica mexicana situada en el municipio de Casas Grandes (Chihuahua). Formada por casas comunales de adobe, algunas de las cuales son de cinco pisos, sus pobladores contaban con un asombroso sistema de conducción acuífera que abastecía a las casas desde un ojo de agua. En su descripción de 1565, el conquistador Francisco de Ibarra apuntaba que estaba habitado por indios guerechos, a los que denominó paquimé. Por trabajos de excavación se calcula que la ciudad de Paquimé pasó por varias etapas de ocupación denominadas: cerámica sin decoración (1-700 d.C.), viejo (700 a 1060 d.C.), medio (10601340 d.C.) y tardío (1340-1600 d.C.). Fue edificada en un valle del desierto de Chihuahua, al pie de la sierra Tarahumara. En el yacimiento se encuentra influencia mesoamericana, iniciada en la denominada fase Buena Fe (1060-1200) del periodo medio. Posteriormente, en la fase Paquimé (1200-1261) es notable el auge del urbanismo: se construyeron montículos ceremoniales y habitaciones de varios pisos, y la influencia mesoamericana es más notable tanto en la construcción del Juego de pelota como en el culto a Quetzalcóatl y Xiuhtecuhtli. Dentro del centro principal se encuentran habitaciones y edificios ceremoniales, canales de desagüe, cisternas, hornos para cocer mezcal y canales de irrigación. Entre sus edificios destacan: el mencionado Juego de pelota, que tiene forma de ‘I’ y cuenta con una plataforma para espectadores; el Montículo de la Cruz, que parece haber tenido una función astronómica; la Casa del pozo, formada por un conjunto de habitaciones que tenían pozos de agua subterráneos y en los que se hallaron baños de vapor, acequias para el abastecimiento de agua, dormitorios y fogones; al sur de la plaza se encuentra la Casa de las guacamayas, en la que hay jaulas con restos de diversas aves, por lo que se cree que sus plumas fueron utilizadas con fines ornamentales o rituales. Se localizaron también entierros con objetos de conchas y metales, muestra de la importante actividad comercial que mantuvieron con otros pueblos. El conjunto arquitectónico maravilla por la armonía entre las soluciones urbanísticas y el entorno natural. Anexo a la zona se encuentra el Museo de las Culturas del Norte. Chichimecas nombre que dieron los pueblos de alta cultura de la región central de México a los habitantes de las vastas regiones del norte, tenidos como primitivos. En idioma náhuatl la palabra chichimeca parece significar 'los del linaje de los perros'. De acuerdo con varios testimonios procedentes del siglo XVI, había tres clases principales de chichimecas. Unos eran de filiación étnica otomí. Otros eran nahuas que, en tiempos antiguos, se habían establecido en el norte, incluyendo algunos que llegaron a constituir avanzadas de la alta cultura mesoamericana. Finalmente, estaban los chichimecas propiamente dichos, es decir los tenidos como bárbaros, seminómadas dedicados a la cacería y a la recolección. En la actualidad sobrevive un pequeño grupo conocido como el de los chichimecas-jonaz en el pueblo llamado La Misión, cerca de San Luis de la Paz, en Guanajuato. De acuerdo con varios códices indígenas, entre ellos el conocido como Xólotl a mediados del siglo XIII d.C., cuando ya los toltecas habían abandonado su metrópoli de Tula, los chichimecas capitaneados por su caudillo Xólotl, avanzaron hacia el valle de México. Establecidos en varios lugares del mismo, entraron en contacto con los pueblos sedentarios de alta cultura que allí moraban. Se produjo entonces un intenso proceso de aculturación en función del cual los chichimecas cambiaron sus formas de vida y asimilaron las de aquéllos con quienes convivían. Surgieron así varios señoríos, entre ellos los de Azcapotzalco, Texcoco (Tezcoco), Huexotla y Coatlinchan. A los gobernantes de ellos se les nombró con frecuencia señores tolteca-chichimecas, destacando así que habían recibido el doble legado de los pueblos sedentarios y de aquéllos procedentes del norte. Así, el término 'chichimeca' fue adquiriendo nuevas connotaciones culturales. Respecto de los otros grupos que permanecieron en el norte con sus antiguas formas de vida, en particular los de filiación pame, antepasados de los chichimeca-jonaz, puede decirse que subsistieron al margen de la civilización durante buena parte del periodo colonial. Fundadas ya las ciudades de Guadalajara y Zacatecas, esos chichimecas continuaron siendo una amenaza ya que atacaban a los pueblos y asaltaban a los que atravesaban los caminos. En 1541 se produjo un gran levantamiento, conocido como la guerra del Miztón. Ésta llegó a poner en jaque a la región septentrional de la Nueva España. Para sofocar la rebelión marchó en persona el virrey Antonio de Mendoza. Poco antes, Pedro de Alvarado, había intentando sujetar a los rebeldes perdiendo la vida en su intento. El virrey Mendoza logró su pacificación, aunque sólo temporalmente. Diversos grupos chichimecas en los territorios de los actuales estados de Guanajuato, Aguascalientes, Zacatecas, San Luis Potosí, Jalisco y Durango se mantuvieron en actitud hostil por mucho tiempo. Ello movió a las autoridades españolas a erigir presidios, es decir fuertes en lugares estratégicos. Algunos se transformaron más tarde en ciudades como las de San Miguel el Grande (hoy día San Miguel de Allende), Ojuelos, Celaya, Portezuelos, Colotlán, Nombre de Dios y otros. En el proceso de pacificación de los chichimecas participaron frailes franciscanos que establecieron entre ellos algunas misiones, también algunos capitanes mestizos como el célebre Miguel Caldera. Otro factor importante en la pacificación fue la creación de colonias de indígenas tlaxcaltecas, antecedente de varias poblaciones. Hacia fines del periodo colonial la mayor parte de los chichimecas o se había amestizado con los tlaxcaltecas y españoles o había desaparecido como consecuencia de los enfrentamientos bélicos y las epidemias. Purepechas Tarascos o Purépechas, pueblo amerindio de lengua independiente que habita en el estado de Michoacán, en México. Su historia primitiva se conoce a través de escasas fuentes históricas que ubican su origen en la localidad de Zacapu, Michoacán, y que se refieren a la fundación de sus principales asentamientos (Tingambato, Carapan, Ihuatzio y otros, distribuidos en parte de los estados de Guanajuato, Querétaro, Colima, Jalisco, Guerrero y Estado de México). Existen pruebas de que en el momento de la llegada de los españoles en el siglo XVI, ya habían desarrollado una civilización independiente. La capital era Tzintzuntzan, ‘lugar de colibríes’, junto al lago de Pátzcuaro, en donde construyeron las ‘yácatas’, monumentos únicos que destacan por su forma, pero que no se comparan con otras obras arquitectónicas en cuanto a vistosidad. Consisten en una especie de túmulos en forma de T revestidos de piedras cortadas. Los tarascos o purépechas eran famosos por sus espectaculares mosaicos, los cuales confeccionaban con plumas de colores, y por sus pipas de barro o arcilla. Hoy destacan por los tejidos, lacados y su artesanía en madera. La agricultura y la pesca constituyen sus principales medios de subsistencia. Se cree que los purépechas fueron los primeros que trabajaron el metal en Mesoamérica. Es probable que aprendieran las técnicas de la metalurgia gracias al comercio con las civilizaciones de América Central y las andinas a través del océano Pacífico. Los ornamentos de cobre, oro, bronce y otras aleaciones hechos por los purépechas eran tan apreciados como sus trabajos con plumas y sus telas. Falta religion, organización socio- politica Mexicas Según una leyenda, los aztecas fundarían una gran ciudad allí donde encontraran un águila devorando a una serpiente posada sobre un nopal. En el año 1325, los sacerdotes aztecas descubrieron esta escena en un islote cerca del lago Texcoco, y allí erigieron la ciudad llamada Tenochtitlán. En el momento de su más alto desarrollo, el Imperio azteca se extendió por lo que hoy es la región central del país, desde la costa del golfo de México hasta la del Pacífico, y desde el Bajío hasta Oaxaca (Huaxyacac). Azteca o Mexica, miembro de un pueblo que dominó el centro y sur del actual México, en Mesoamérica, desde el siglo XIV hasta el siglo XVI y que es famoso por haber establecido un vasto imperio altamente organizado, destruido por los conquistadores españoles y sus aliados tlaxcaltecas. Tras la caída de la civilización tolteca que había florecido principalmente en Tula entre los siglos X y XI, oleadas de inmigraciones inundaron la meseta central de México, alrededor del lago de Texcoco. Debido a su tardía aparición en el lugar, los aztecas-mexicas se vieron obligados a ocupar la zona pantanosa situada al oeste del lago. Estaban rodeados por enemigos poderosos que les exigían tributos, y la única tierra seca que ocupaban eran los islotes del lago de Texcoco, rodeados de ciénagas. El hecho de que, desde una base tan poco esperanzadora, los aztecas fueran capaces de consolidar un imperio poderoso en sólo dos siglos, se debió en parte a su creencia en una leyenda, según la cual fundarían una gran civilización en una zona pantanosa en la que vieran un nopal (cactus) sobre una roca y sobre él un águila devorando una serpiente. Los sacerdotes afirmaron haber visto todo eso al llegar a esta zona; como reflejo de la continuidad de esa tradición, hoy en día esa imagen representa el símbolo oficial de México que aparece, entre otros, en los billetes y monedas. Al aumentar en número, los aztecas establecieron organizaciones civiles y militares superiores. En 1325 fundaron la ciudad de Tenochtitlán (ubicada donde se encuentra la actual ciudad de México, capital del país). La sociedad azteca estaba dividida en tres clases: esclavos, plebeyos y nobles. El estado de esclavo era similar al de un criado contratado. Aunque los hijos de los pobres podían ser vendidos como esclavos, solía hacerse por un periodo determinado. Los esclavos podían comprar su libertad y los que lograban escapar de sus amos y llegar hasta el palacio real sin que los atraparan obtenían la libertad inmediatamente. A los plebeyos o macehualtin se les otorgaba la propiedad vitalicia de un terreno en el que construían su casa. Sin embargo, a las capas más bajas de los plebeyos (tlalmaitl), no se les permitía tener propiedades y eran campesinos en tierras arrendadas. La nobleza estaba compuesta por los nobles de nacimiento, los sacerdotes y los que se habían ganado el derecho a serlo (especialmente los guerreros). Dioses: Huitzilopochtli (deidad del Sol), Coyolxauhqui (la diosa de la Luna que, según la mitología azteca, era asesinada por su hermano el dios del Sol), Tláloc (deidad de la lluvia) y Quetzalcóatl (inventor de la escritura y el calendario, asociado con el planeta Venus y con la resurrección). El dios azteca Tláloc aparece en esta ilustración en todo su esplendor: coronado de plumas de garza y esparciendo semillas de maíz y frijol que después su lluvia hará germinar. Este fresco, titulado El dios de la lluvia, se encuentra en el Museo Nacional de Antropología, de la ciudad de México. Los sacrificios, humanos y de animales, eran parte integrante de la religión azteca. Para los guerreros el honor máximo consistía en caer en la batalla u ofrecerse como voluntarios para el sacrificio en las ceremonias importantes. Las mujeres que morían en el parto compartían el honor de los guerreros. También se realizaban las llamadas guerras floridas con el fin de hacer prisioneros para el sacrificio. El sentido de la ofrenda de sangre humana (y en menor medida de animales) era alimentar a las deidades solares para asegurarse la continuidad de su aparición cada día y con ella la permanencia de la vida humana, animal y vegetal sobre la Tierra. Mitologia-religion Chac Mool, deidad prehispánica de origen tolteca, probablemente representa al dios de la vida después de haber ejercido sus funciones fecundantes. Su efigie, descubierta en 1875 por el arqueólogo Augusto Le Plongeon, se exhibe en el Museo Nacional de Antropología de la ciudad de México. Su descubridor encontró cierta semejanza entre esta escultura y los guerreros que aparecen en un fresco del Templo de los Guerreros de Chichén Itzá y, por esa supuesta relación, dio a la estatua yacente el nombre de Chac Mool (‘garra roja’), con la que pretendió designar al felino. La interpretación ha sido desechada, pero el nombre perdura. Es probable que la figura fuera llevada por los toltecas a la región maya, después de la caída de Tula. En esa ciudad existen efigies parecidas con el cuerpo más erguido, lo mismo que en otros centros arqueológicos como el Templo Mayor de Tenochtitlán. Hasta la fecha no se ha podido determinar el verdadero nombre de la deidad. Mictlán o Mitlán, lugar de los muertos en las culturas toltecas, mayas y aztecas. En las mitologías azteca y maya, el Mictlán o Mitlán es el inframundo en un sentido general, pero también la estancia o el lugar más profundo, regido por Mictlantecuhtli (aztecas) o Ah Puch (mayas), donde van los espíritus de las gentes que mueren de muerte natural. Este lugar es tenebroso por estar habitado por espantosos demonios (Mitlán) o silencioso y presidido por la oscuridad (Mictlán). El reino del Mictlán está formado por nueve llanuras y nueve ríos entre los cuales hay grandes obstáculos, como piedras que caen y se golpean entre sí produciendo un gran estrépito, animales feroces o vientos que cortan como navajas. Contra todos estos elementos tenían que luchar los espíritus de los muertos. Para aplacar los ánimos de estos enfurecidos elementos, cuando alguien moría se mataba un perro y se le enterraba con su amo, ya que el espíritu del animal conduciría sin percance a su dueño por el terrible viaje hacia el Mictlán definitivo. Cuatro años tardaban las almas en cruzar estos parajes antes de llegar a la región de las sombras, donde se perdían para siempre. Quetzalcóatl, dios tolteca y azteca, y soberano legendario de México, habitualmente identificado como la Serpiente Emplumada, traducción de su nombre ‘náhuatl’. En el siglo X d.C., los toltecas transformaron al que fuera un dios de la fertilidad de la tierra, venerado en Teotihuacán antes del siglo IX, en una divinidad vinculada a la estrella matutina y vespertina, Venus. Los aztecas lo concibieron después como un símbolo de la muerte y la resurrección, así como patrono de los sacerdotes. La divinidad opuesta, dentro del dualismo de la religión tolteca, era Tezcatlipoca, dios de la noche, del cielo nocturno. Se creía que había vencido y expulsado a Quetzalcóatl desde su capital, Tula, al exilio, desde donde, según la profecía, regresaría por donde nace el sol como un personaje barbado y de piel blanca. De tal modo, cuando el conquistador español Hernán Cortés apareció en 1519, el rey azteca, Moctezuma II, se abstuvo de enfrentarse a los conquistadores españoles por identificarlos con Quetzalcóatl. La leyenda del exilio de Quetzalcóatl puede reflejar el tránsito en la religión tolteca de las ceremonias agrícolas a la práctica del sacrificio humano (también adoptado por los aztecas), o puede haberse basado en el exilio desde Tula en el siglo X de un rey sacerdote del mismo nombre, que nunca realizaba sacrificios humanos, sino sólo serpientes, pájaros o mariposas. Véase también Indígenas americanos; Mitología azteca.