Download 2 Bachillerato. El lenguaje humanístico
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Introducción De características muy similares a los textos científicos son los denominados textos humanísticos. Aunque parezca paradójico, resulta más sencillo identificar un texto humanístico por su temática o, simplemente, por intuición que tratar de caracterizarlo lingüísticamente para distinguirlo de ciertos textos científicos, periodísticos o literarios. Intentaremos, pues, delimitar el alcance del concepto y ofrecer rasgos que faciliten el comentario. Imprecisión terminológica Es costumbre oponer las ciencias humanas a las ciencias naturales. Hay casos en que esta oposición parece clara: la Filosofía, por ejemplo, tiene el estatuto de ciencia humana, mientras que la Botánica es indudablemente una ciencia natural. En general, las ciencias naturales se ocupan de cuanto no humano existe en el mundo y de lo que, existiendo o manifestándose en el hombre, es puramente físico (el cuerpo, su constitución, su evolución, sus enfermedades, etc.). Las ciencias humanas, en cambio, son aquellas que tratan de la naturaleza no física del hombre y de sus manifestaciones y realizaciones. Pero la línea divisoria no siempre es fácil de establecer. Ni es clara en cuanto al objeto que estudian (la psique del hombre puede tener condicionamientos físicos), ni en cuanto al método de investigación utilizado por unas y otras. El método que más frecuentemente se aplica en las ciencias naturales es el método experimental; pero éste se emplea también por psicólogos, lingüistas, sociólogos, etc. Definición y clasificación En el complejo grupo de las ciencias humanas se agrupan hoy disciplinas como: Antropología, Caracterología, Ciencias Políticas (o Politología), Criminología, Crítica Literaria, Economía, Estética, Ética, Filosofía, Geografía Humana, Historia, Historia de la Literatura, Lingüística, Lógica, Pedagogía, Psicoanálisis, Psicología, Semiología, Sexología o Sociología. Para complicar las cosas, no todos los autores coinciden con esta clasificación. De la simple enumeración de estas disciplinas se deduce la casi imposibilidad de formular una definición coherente y precisa que las abarque a todas. Nosotros nos referiremos a las disciplinas humanísticas aludiendo, sobre todo, a aquellas en que se manifiestan el pensamiento del hombre (Filosofía), el recuerdo de su pasado (Historia) y la expresión de su espíritu artístico (Literatura, principalmente). Pero cabe incluir entre ellas la Filología, la Sociología, el Derecho y la Política. Cualquier clasificación, ésta incluida, tiene un carácter aproximado y poco demostrable. Hoy apenas se habla de disciplinas humanísticas, si no es en el vago sentido de disciplinas que contribuyen a refinar la espiritualidad de sus estudiosos, y a no olvidar que todos los saberes, todas las ciencias y técnicas se subordinan al hombre. Aún reduciendo mucho el ámbito de tales disciplinas, resulta casi imposible enunciar rasgos lingüísticos que caractericen a todas ellas. Características Vocabulario abstracto Quizá sea la abundancia de términos abstractos el más constante y extendido de esos rasgos. Las ciencias naturales emplean con más frecuencia los términos concretos, porque han de nombrar cosas: neurona, lípido, protón, esqueleto, nitrógeno, fotómetro. Ello no significa que tales ciencias carezcan de terminología abstracta: acromatismo, hibridismo, terapéutica, ontogenia, etc. Helenismos y latinismos Muchos tecnicismos de la Filosofía son muy antiguos en nuestro idioma: fueron introducidos por los filósofos y teólogos medievales y renacentistas sobre bases léxicas latinas o griegas, y aún perduran. No obstante, su significado, en muchos casos, ha experimentado variaciones a lo largo de los siglos: ética, esencia, existencia, silogismo, etc. son ejemplos de ello. Desde el siglo XVIII ha sido constante la formación de nombres abstractos con el sufijo -ismo para designar escuelas filosóficas y doctrinas políticas o estéticas: eclecticismo, empirismo, materialismo, positivismo, panteísmo, agnosticismo, existencialismo, etc. Tecnicismos tomados del léxico común Cuando se introducen neologismos, es muy frecuente que se formen con palabras ya existentes en el idioma. Como ejemplos, baste citar algunos términos del vocabulario común, que han sido adoptados por determinadas ciencias humanas como tecnicismos: rasgo, en Lingüística, 'elemento cuya presencia o ausencia permite diferenciar dos fonemas (u otras entidades lingüísticas)'; dependencia, en Psicología, 'actitud del individuo inmaduro que manifiesta la tendencia a colocarse bajo el dominio de otro'. Conservadurismo léxico El léxico humanístico, como ocurre con el jurídico, no se renueva ni aumenta al mismo ritmo que el científico. Su característica es la permanencia, aunque con frecuencia los términos antiguos toman significados nuevos. Lenguaje doctrinal y especulativo En la terminología de las ciencias humanas, se denomina doctrina al conjunto de principios que se emplean en un sistema religioso, filosófico, literario, político, económico, historiográfico, etc. Así, hablamos de doctrina cristiana, aristotélica, marxista, etc. Cuando una doctrina se mantiene en un plano teórico, decimos de ella que es una especulación. Naturalmente, muchas doctrinas poseen un aspecto teórico o especulativo y otro práctico. El Cristianismo es una doctrina cuyas conclusiones aspiran a manifestarse en la práctica; lo mismo ocurre con el estoicismo, el marxismo, etc. De esta manera, el lenguaje especulativo es un lenguaje doctrinal caracterizado por su alto grado de abstracción. Es el lenguaje propio de la Metafísica, la Estética, la Lógica, etc. Los lenguajes doctrinal y el especulativo poseen una gran complejidad, y su comprensión suele estar sólo al alcance de personas cultas e iniciadas en aquellas doctrinas. Se aspira siempre a componer textos claros y precisos. Ocurre sin embargo que, aunque la sintaxis utilizada sea sencilla, la complejidad conceptual es tal que el resultado son con frecuencia textos de difícil comprensión para el lector medio. Los géneros humanísticos: el ensayo El ensayo, a medio camino entre la prosa literaria y la de investigación, es un género literario muy cultivado en todo el mundo. Se trata de un escrito en el que el autor presenta con originalidad un tema cualquiera, destinado a lectores no especializados, en un espacio normalmente abarcable en una sola sesión de lectura. Frecuentemente breve, puede constar también de de varias páginas. Sus canales ordinarios de difusión son las revistas especializadas y la prensa diaria. Muchos de los artículos que aparecen en los periódicos, incluso algunos editoriales, pueden considerarse ensayos. Se publican también en libros que reúnen un cierto número de ellos. Cualquier tema puede ser objeto de un ensayo, incluso los más científicos o filosóficos. Muchas veces los autores utilizan el ensayo para divulgar hallazgos, invenciones, doctrinas, conclusiones, a que van llegando los investigadores y los pensadores. Abundan los ensayos críticos, políticos, sociológicos, históricos y biográficos. El tono adoptado suele ser serio, pero también los hay humorísticos y hasta satíricos. Un buen ensayista expone y argumenta de un modo personal. Su actitud no tiene que ser la misma que la del científico, el jurista o el filósofo, en cuyos tratados debe predominar el discurso objetivo y racional. En el ensayo, puesto que se dirige generalmente a lectores no especializados, es frecuente el empleo de recursos literarios: imágenes, tropos, repeticiones, estructuras con intencionalidad estética... Por ser un género casi literario, sus autores prestan habitualmente una atención especial a la forma. Entre los ensayistas más insignes en lengua española podemos citar a Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Dámaso Alonso, Francisco Ayala, Laín Entralgo, Julián Marías, Aranguren, Juan Benet y Octavio Paz. Características del ensayo Amplitud temática. Frente a la limitación al terreno de lo científico, propia de la prosa de investigación, el ensayo se caracteriza por su amplitud temática: cualquier tema es adecuado para un ensayo. Falta de exhaustividad. El ensayista trata los temas con cierta profundidad y rigor, pero sin intentar agotarlos, como hace, por ejemplo, el redactor de una tesis doctoral. Subjetivismo. La objetividad propia de la prosa de investigación pura se sustituye en el ensayo por un cierto subjetivismo: interesa el punto de vista personal, los datos que se desprenden de las experiencias del autor: por ese motivo podemos encontrar en el ensayo impresiones u opiniones cuya inclusión en un texto estrictamente científico sería inadmisible. En las argumentaciones que se incluyen en los ensayos es frecuente utilizar argumentos de la experiencia personal, que en otro tipo de textos no tienen cabida. Utilización de recursos estilísticos. Ese subjetivismo provoca un interés del autor por la forma de expresión, que lo lleva a cuidar su propio estilo, a buscar una cierta originalidad en el enfoque de los temas e, incluso, a utilizar recursos estilísticos, tales como comparaciones, imágenes, personificaciones... Este interés por la originalidad y por la forma de expresión es lo que hace de ciertos ensayos verdaderas piezas literarias, y es también el motivo de que se considere el ensayo como un género literario.