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COOPERATIVAS, DEMOCRACIA Y GENERO: ¿QUE TIENE QUE VER EL UNO CON EL OTRO? A fin de combatir la pobreza y la exclusión, el Fondo de Cooperación al Desarrollo (FOS) de Bélgica apoya la organización social y productiva de los y las más excluidos con miras a promover su empoderamiento social y económica. La construcción de relaciones de poder equitativas e “incluyentes” requiere que las organizaciones sociales promuevan el control democrático y la equidad de género al interior de su organización. Género y cooperativas El ser ”hombre” o “mujer”, además de ser un hecho biológico, es una condición o “construcción” histórica y cultural. Cada persona no solamente “nace” hombre o mujer pero “se hace” hombre o mujer: aprende en un proceso único su género y lo interioriza. Un campesino en el Perú aprende que él, como buen hombre, debe ser el proveedor económico de la familia, el jefe de hogar que toma las decisiones importantes, que manda a su esposa, hijos e hijas y que les representa en público, que es responsable por el comportamiento social y moral de su esposa y de su familia, que es el dueño de la casa, de las tierras y de los beneficios o productos del trabajo de su familia. En fin, aprende que es el encargado del “orden” económico, social, político y moral de la familia y de la comunidad en general. Para cumplir con esas funciones, se le enseña ser responsable, fuerte, emprendedor, inteligente, independiente, confiable, seguro de sí mismo, etc. A su esposa, desde la cuna, le han enseñado que para ser una buena mujer, tiene que escuchar a la autoridad y sabiduría de su padre, sus hermanos y más tarde su esposo. Aprende que su función en la vida es llegar a ser esposa y madre cuyo objetivo principal es servir a los demás, en primera instancia a su esposo e hijas/os pero también a sus padres y la comunidad en general. Su identidad se deriva principalmente del hecho de ser “esposa de… y madre de…”. Su responsabilidad mayor se sitúa en la casa y la “reproducción” de la familia, ya sea la reproducción biológica, o la atención diaria hacia el cuidado físico y emocional. Su lugar es el espacio privado, escondido y “seguro” de la casa. Aprende a ser amable, complaciente, dependiente, obediente, honesta y estar disponible a toda hora. Esta identidad o “condición” de género (lo que tradicionalmente se considera como “la naturaleza femenina o masculina”), organiza las relaciones emocionales, sociales, económicas, políticas y laborales entre hombres y mujeres. Define normas, sentidos, actividades, comportamientos, deberes, premios y castigos, etc. A nivel del trabajo, la situación de género se traduce en que las mujeres hacen, en su gran mayoría, el trabajo doméstico no visible y no valorizado y muchas otras tareas “productivas” y actividades que generan ingresos en una economía de subsistencia o en el sector informal, que todavía no son consideradas como “trabajo” en las estadísticas oficiales. Como los hombres rara vez asumen responsabilidades reproductivas, las mujeres tienen una carga de trabajo superior, lo que se expresa en la llamada “doble” o “triple” jornada de trabajo. Además, la carga de trabajo para mujeres ha aumentado durante los últimos años como efecto de la degradación ambiental, los efectos negativos de programas de ajuste estructural, un aumento en la migración masculina y en la desintegración familiar, 1 una proporción más alta de niñas que van a la escuela y de ancianos que necesitan ser cuidados. En las cooperativas, la situación de género se expresa en una participación femenina bastante baja en general y aún más baja en los niveles directivos. A veces existe una discriminación directa y visible cuando, por ejemplo, no se admiten mujeres en la cooperativa, no se les permite asumir puestos de liderazgo, cuando se les excluye de reuniones o de información importante, etc. Por otro lado, existen expresiones de discriminación menos visibles cuando las leyes y los estatutos de la cooperativa ponen, por ejemplo, que un requisito para asociarse es ser “jefe de hogar” o dueño de la tierra. En general, se considera automáticamente al hombre como “jefe del hogar” en una pareja independiente de quién es el sostén económico y/o emocional de la familia y parece que solamente las “madres solteras” pueden ser identificadas como “jefas de hogar”, es decir cuando no hay un hombre en las cercanías. De igual manera, puede existir la prohibición legal o “por costumbre” para las mujeres de ser propietarias de terrenos. Aún más indirectamente discriminatorias pero no menos impactantes, son las prácticas y tradiciones culturales que impiden que las mujeres participan, en iguales condiciones, en la organización. Ello se relaciona con la pesada carga de trabajo (doble, triple jornada: madre, dueña de la casa, responsable por el bienestar de la familia y la comunidad, agricultora/generadora de ingresos), la falta de acceso a recursos (crédito, tierra, insumos de producción, nexos con el mercado, experiencia técnica, programas de educación), la falta de experiencia y autoestima para “salir del esquema aprendido” y hablar en voz alta, debatir y competir en público con los hombres, de utilizar su inteligencia, de rehusar y negociar, de ser independientes, de tomar riesgos y de asumir la responsabilidad tanto para sus éxitos como para sus fracasos. El problema de la noigualdad entre hombres y mujeres en las cooperativas, por supuesto, no es un hecho aislado sino que refleja la realidad social, política, cultural y económica a un nivel más amplio. Cooperativas, democracia y género Uno de los principios cooperativos se refiere a la membresía abierta y voluntaria, destacando que las cooperativas están abiertas a todas aquellas personas dispuestas a utilizar sus servicios y a aceptar las responsabilidades que conlleva la membresía, sin discriminación. Es claro que las declaraciones de principios apuntan al cooperativismo “ideal”. En otras palabras, es preciso transformar los principios en la práctica. Ello siempre resulta más difícil que la elaboración de los principios mismos. ¿Cómo se traduce, por ejemplo, en la práctica real el principio que se refiere al control democrático de las cooperativas por parte de los miembros? En el pasado, y todavía ahora, “democracia” parece significar en la realidad: igualdad entre algunos y exclusión para el resto. La discriminación por género fue muy obvia: como se consideraba “la política” el terreno de los hombres, las mujeres quedaron excluidas de la toma de decisiones en los espacios públicos. Obtener oficialmente el derecho de votar fue un paso importante para las mujeres, así como lo es en las 2 cooperativas donde se reconoció el igual derecho de voto (un miembro, un voto.) No obstante, ello no quiere decir que ya se haya logrado la democracia efectiva desde una perspectiva de género. ¿Qué vale el derecho de votar para cada miembro si las mujeres no logran insertarse en las cooperativas por diferentes razones (anteriormente mencionadas)? ¿Y se construye la democracia únicamente al momento de votar? ¿Es válido, desde una perspectiva de género, una democracia que se base en estructuras sumamente jerárquicas y que se base en poderes de dominación? La experiencia muestra que, en las cooperativas mixtas, las mujeres tienden a tener un papel más pasivo; que los hombres asumen casi “automáticamente” las funciones de liderazgo y se niegan a compartir responsabilidades con las mujeres. Aunque los procesos democráticos parecen funcionar mejor en los grupos informales de auto-ayuda que en las cooperativas formales, difícilmente se encuentran mujeres en los niveles directivos. En una organización democrática tanto hombres como mujeres están activamente involucradas en todas las funciones de la cooperativa incluyendo el diseño de políticas, planes y propuestas, la toma de decisiones, la implementación, el control financiero y la gestión. Incluyendo más activamente a las mujeres, se puede esperar una modificación en la organización, intereses y actividades de la cooperativa dado que hombres y mujeres enfocan la realidad y solucionan los problemas de una manera diferente. La experiencia muestra que mujeres en puestos directivos, están más inclinadas a salvaguardar los intereses de las mujeres. Adicionalmente, en un clima político y socio-económico tan cambiante, las cooperativas y la sociedad en general deberían aprovechar el aporte creativo e innovador de los enfoques “diferentes” que han quedado demasiado tiempo al margen de la corriente dominante. Género y el desarrollo de las capacidades Trabajar con enfoque de género en el desarrollo de las capacidades implica, en primer lugar, dar atención a las necesidades y a los intereses y aspiraciones de no solamente hombres sino también de las mujeres. Hay que tener conciencia de que “las necesidades de la sociedad (en general)” muchas veces traducen las necesidades de un sistema patriarcal que al final limita la superación personal de las mujeres hasta conducirlas a un desarrollo “en función de los otros”. Es justamente en un proceso de capacitación y formación que las mujeres pueden tomar conciencia de sus propias intereses y aspiraciones: su necesidad de libertad (Ej. la necesidad de tiempo “libre” para sí misma, libre de cuidado de maridos, niños, ancianos, enfermos); su independencia económica, social y psicológica; el ejercicio de su ciudadanía; su poder social y político; su autoestima y autonomía. Hasta ahora la atención se ha concentrado en aumentar la participación de las mujeres en los diferentes espacios de formación, midiendo el éxito con indicadores cuantitativos y porcentajes de mujeres capacitadas. Para lograr una igualdad real se tendría que evaluar también los procesos mismos de formación y capacitación: ¿En qué estamos formando las personas y cómo? ¿Les estamos ofreciendo una educación o 3 capacitación sexista que reproduce esquemas de desigualdad y que conforme a las mujeres con su posición subordinada y explotada? ¿O estamos buscando nuevos caminos y nuevas posibilidades de superación personal, tanto para las mujeres como para los hombres? ¿Ofrecemos una formación que reproduce relaciones desiguales o una formación innovadora que fomente nuevas relaciones de co-vivencia? Recomendaciones prácticas para promover una perspectiva de género en el desarrollo democrático de las cooperativas. Si una/o entiende bien lo anteriormente afirmado, se da cuenta que el proceso apenas ha empezado. Ni una organización, ni un proyecto, ni un grupo de personas puede pretender que esté trabajando completamente “con una perspectiva de género”. Si fuera así, el mundo en que vivimos ya no sería igual sino que habría cambiado completamente la manera de concebir y hacer las cosas. Para lograr que cambie la perspectiva dominante, es importante crear las condiciones para que los grupos marginados dejen de ser marginados y participen activamente en “la corriente principal”. En primer lugar, se necesita pensar en las mujeres ya que forman la mitad de la población mundial y porque la discriminación de género cruza (y aumenta) todos los otros tipos de discriminaciones existentes ya sea por pertenencia étnica, por edad, por clase social, por posición económica, por creencia, por convicción política o por lo que sea. Para promover cooperativas que funcionan “con perspectiva de género”, es necesario incentivar una mayor participación (cuantitativa y cualitativa) de las mujeres y garantizar que llegue hasta las mujeres más marginadas. Con tal objetivo se pueden tomar en cuenta las siguientes medidas: Las reuniones de los comités deben ser físicamente accesibles a las mujeres: los lugares de reunión no deben encontrarse demasiado alejados de sus respectivos hogares, ya que algunas no podrían afrontar el gasto de viajar y otras tal vez vean restringidos sus desplazamientos por su marido o sus padres. Las reuniones han de programarse en horarios que les resulten convenientes y tienen que ser conducidas de manera efectiva para no desperdiciar su tiempo. En las reuniones se debe utilizar el idioma local, que se entiende comúnmente. Es recomendable promover ciertas facilidades para las mujeres y hombres que tienen responsabilidades familiares (ej. guarderías) con miras a facilitar su participación en las reuniones. Es preciso garantizar que las mujeres realmente reciban información pertinente a su participación. Deben emplearse canales de información accesibles para ellas. En las cooperativas mixtas, debe ponerse el acento en el derecho igualitario de la mujer a participar, así como en su derecho a votar y contribuir activamente en un proceso democrático de toma de decisiones. En el caso de muchas mujeres, la falta de confianza puede constituir una importante limitación para que se integren, especialmente cuando son analfabetas. Por ende, los programas de formación deben ser accesibles a las mujeres y concebirse con el propósito de reforzar su seguridad y autoestima. Se ha de difundir información y nuevas ideas en boletines, en programas radiales, en cassettes, etc. Constituyen un medio significativo en la sensibilización acerca de los 4 aprietos por los que atraviesan las mujeres, y pueden conducir gradualmente a modificar las normas y actitudes culturales que las discriminan. Obviamente, la lista de recomendaciones no es completa y nunca estará completa. Cada continente, cada país, cada región, cada comunidad y cada cooperativa tienen sus particularidades que se necesitan considerar en la promoción de la igualdad. Para lograr una igualdad mayor es necesario aprender a diferenciar y, al mismo tiempo, aprender la distincción entre “diferenciar” y “discriminar”.Trabajar con enfoque de género nunca significa “homogeneizar”. Al contrario, implica reconocer las diferencias y las desigualdades existentes y partir desde allí. Seguramente, este enfoque más diferenciado no solamente beneficiaría a las mujeres, sino a muchos grupos que son distintos y que luchan por un reconocimiento y participación formal y real. A menudo la gente conoce la perspectiva de género por una obligación institucional y burocrática. Se menciona “género” porque es requisito trabajar con el género y cada uno parece interpretarlo a su manera. Sin embargo, comprometerse con una mayor equidad de género es una opción política que busca transformar las desiguales relaciones de poder, desde el ámbito más privado hasta el ámbito más publico, lo que implica un cambio radical en la manera de ver y hacer las cosas. La perspectiva de género es una mentira si continuamos haciendo lo que siempre hemos hecho y en la misma forma de siempre. Lieve Daeren Representante FOS Perú Agosto 2004 (Este artículo es una re-elaboración del documento “Cooperativas, democracia, recursos humanos y género”, elaborada por la autora en febrero 1997 y publicado en www.neticoop.org.uy ) 5