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2 Dimensión natural del ser humano 2.2 Iremos para quedarnos JAVIER DE FELIPE ”La gente no se da cuenta de que al espacio vamos a ir para quedarnos.” Formamos parte de una especie de mamíferos que en el curso de los próximos años -quizás por las razones a que aludía Luis Ruiz de Gopegui, o quizás por simple claustrofobia- cambiará de medio y vivirá en el espacio. Existen antecedentes en la historia de la evolución de cambios radicales de entorno. El grupo de los tetrápodos en los peces eligió, hace unos setecientos millones de años, abandonar el mar y refugiarse en tierra: peces como el celacanto o los pulmonados se convirtieron así en nuestros antepasados directos. Un grupo de dinosaurios el Archaeopterix- se pusieron a volar transformándose en los antecesores directos de las aves. Las gallinas son un subproducto evolutivo de los dinosaurios. Muchos otros mamíferos han hecho algo parecido. En los programas espaciales de la NASA se ha empezado a investigar qué efectos podría tener sobre los humanos la vida en el espacio.]avier de Felipe, del instituto Cajal del CSIC, es ya un experto en esta materia. No en vano ha trabajado en estudios para comprobar el efecto que los vuelos espaciales provocan e/l 1'/ cerebro, especialmente en su corteza, donde residen, entre otras, habilidades como la imaginación y la creatividad. JAVIER DE FELIPE. Existe un experimento maravilloso realizado por la propia naturaleza cuando los cetáceos -las ballenas, los delfines, etc.- pasaron del medio terrestre al acuático. Antes, estos mamíferos caminaban en la tierra y su paso al medio acuático produjo cambios corporales, como es sabido, pero también cerebrales. Aparecieron más circunvoluciones. La estructura íntima de la neocorteza también cambió: en lugar de haber seis capas como en los primates y otras especies, hay cinco. Y se produjo otra serie de modificaciones en la ultraestructura cortical: las conexiones sinápticas también cambiaron. Es un caso muy representativo de cómo el paso de un medio terrestre a uno acuático, modifica el cerebro, como otros órganos. EDUARDO PUNSET. Hasta ahora conocíamos impactos de la vida en el espacio, como el debilitamiento de los huesos o la redistribución de los fluidos en el cuerpo humano. Cuando regresas se produce una bajada de la tensión sanguínea y mucha gente se marea ... Pero no se había estudiado nunca el impacto en el cerebro. Tú diriges uno de los cuatro o cinco laboratorios del mundo que estudian esto desde hace uno años, desde que se lanzó esta especie de arca de Noe. A decir verdad, con los primeros resultados de vuestra investigación os acusarán de crear alarma social. Sostenéis que es terrible y que en las ratas habéis identificado cambios irreversibles que hacen pensar que un niño que nace en el espacio, cuando vuelva a la Tierra, quizás no pueda andar. J.F. El cerebro está formado por miles de millones de unas células llamadas neuronas, que están especializadas en el procesamiento y la transmisión de información a otras neuronas a través de unas estructuras altamente especializadas llamadas sinapsis. Es decir que la sinapsis representa el punto de paso de información o de contacto entre neuronas. Nuestro estudio de la corteza cerebral ha demostrado que cuando un cerebro se desarrolla en el espacio, se producen una serie de modificaciones en los circuitos sinápticos. Se da un cambio en el número de sinapsis y no sólo eso, las longitudes de los contactos sinápticos también cambian. Lo que ha ocurrido es, probablemente, algo semejante a lo le ocurrió al delfín durante su adaptación al medio acuático. Pienso, aunque parece un poco de ciencia-ficción, que cuando el hombre viaje al espacio lejano no querrá regresar. Si simplemente pensamos en alguien que naciera en la Luna o en otro planeta, con una gravedad inferior a la terrestre, por ejemplo, siete veces inferior, su masa muscular y esquelética no estaría adaptada para caminar en la Tierra cuando regresase, sería como si pesara siete veces más. Es decir que si uno pesa treinta kilos equivaldría a más de doscientos: se sentiría como aplastado, no se podría mover. E.P. Aparte de esto, en la Luna tendríamos la cabeza muy grande y las piernas como un palillo. Filosofía 1º 1-5 2 Dimensión natural del ser humano 2.2 J.F. Al margen de ese tipo de cosas, que ocurren a nivel muscular y esquelético, el problema radica en que la biomedicina espacial sólo ha tratado, hasta ahora, este tipo de problemas: la atrofia muscular, la pérdida de masa ósea, las alteraciones del sueño, etc. Pero en los próximos milenios es muy probable que gran parte de nuestros órganos puedan ser reemplazados por máquinas. Un órgano como el corazón se puede dañar y se puede sustituir por otro, pero el cerebro no se puede sustituir; si lo cambiamos cambia nuestra esencia. Somos nuestro cerebro. E.P. O eso creemos. J.F. Claro, si me hacen un transplante de corazón sigo siendo yo, pero si me hacen un transplante del cerebro de otra persona, me convierto en esa otra persona y pierdo mi identidad. Quiero decir que el factor limitante es nuestro cerebro, tanto para el transplante, el envejecimiento o la enfermedad. E.P. y este cerebro tiene grabado la gravedad. Se ha adaptado a la gravedad y no le resulta nada fácil vivir sin ella. J.F. Esa es la gran pregunta. Sabemos que el cerebro es un órgano muy plástico y que tiene una gran capacidad para adaptarse a ambientes nuevos. Durante millones de años nuestro cerebro ha evolucionando dentro del campo gravitatorio terrestre. Aunque normalmente no nos demos cuenta, la gravedad es una característica omnipresente. Pero nuestro cerebro sí se da cuenta de que estamos sentados o apoyados en una silla, está recibiendo constantemente mucha información desde todas las partes del cuerpo que dicen cuál es nuestra posición en el espacio. Y nuestro cerebro está acostumbrado a procesar esa información. De repente, si vives en un entorno en el que no existe eso, ya no se puede obtener esa información. ¿Qué le ocurre al cerebro, entonces? E.P. Tanto es así, que en el juego de la pelotita el cerebro está tan acostumbrado a la gravedad que cuando yo te tiro la pelota, el cerebro calcula la pérdida de velocidad que se produce por el tirón de la gravedad y lo tiene todo calculado un segundo antes de que la pelota llegue a tus manos. En el espacio esto no es posible. El problema es que cuando se llega a la Tierra, se necesita mucho tiempo para adquirir de nuevo la costumbre. Pero hablas de impactos que parecen irreversibles ... J.F. Sí, además hay otra cosa muy importante, y es que todavía no conocemos cuáles son los efectos de larga duración en una persona adulta. El tiempo máximo en el espacio se batió en la estación Mir: Valeri Poliakov vivió cuatrocientos treinta y siete días fuera de la Tierra. Pero es poco tiempo, relativamente. ¿Qué ocurrirá, especialmente en un cerebro en desarrollo, cuando un vuelo espacial dure mucho más tiempo? Porque la plasticidad es aún más acentuada durante el desarrollo. El cerebro de un niño tiene una capacidad plástica muy superior a la de una persona adulta, porque sus circuitos sinápticos se están formando, están madurando. Es decir que al nacer, el cerebro no tiene todas sus conexiones establecidas, sino que gran parte de las conexiones se comienzan a formar, y ese período dura muchos años, quince o veinte. Y ese proceso depende mucho del medio ambiente: si un niño nace en un ambiente familiar poco adecuado, puede tener graves alteraciones psiquiátricas o psicológicas porque la información que le está llegando no es la adecuada para que su cerebro se desarrolle de forma sana a nivel psicológico. Para conocer cuál sería el efecto de un vuelo espacial necesitaríamos conocer qué le ocurriría a un niño que naciera en el espacio y pasara muchos años en el espacio. Por eso la rata es el modelo ideal. Sólo estuvieron quince días dando vueltas a la Tierra, pero la maduración del cerebro de la rata tiene lugar en un mes, en treinta días se forman todas sus conexiones sinápticas. En el cerebro de la rata, todo va acelerado yesos quince días equivalen a la mitad de todo el proceso de maduración de su cerebro en el espacio. E.P. Y esas cosas que habéis descubierto, los cambios en el número y la longitud de las sinapsis. las modificaciones en las comunicaciones neuronales, ¿son buenas o malas? J.F. Es una pregunta muy acertada. Todavía no sabemos por qué ocurren estas alteraciones y si son patológicas o representan cambios plásticos para una mejor adaptación a un nuevo medio ambiente. Podría ser bueno, con el tiempo, para vivir en el espacio, pero malo para regresar a la Tierra. Por eso, quizás, la explicación previa que se dará a los que quieran irse al espacio será la siguiente: «Usted quiere ir al espacio. Pues vaya con su pareja y no regrese a la Tierra, ni sus hijos tampoco, porque la Tierra será un medio hostil para ellos porque su organismo se adaptará Filosofía 1º 1-5 2 Dimensión natural del ser humano 2.2 a otro medio ambiente». La parte más filosófica es que estamos identificando cambios en la corteza cerebral, y en la corteza cerebral se localizan las funciones superiores, como nuestra capacidad para imaginar, pensar y el lenguaje. Dejando volar nuestra imaginación, a medida que en los milenios venideros nos vayamos diseminando por el Universo, nuestra especie Homo sapiens sapiens podría transformarse, en esos mundos extraterrestres, en otra subespecie que podríamos llamar Homo sapiens spatii. E.P. En el sistema límbico, en la amígdala, en el sistema emocional, no se producen cambios. J.F. Todavía no lo hemos estudiado, pero las mismas ratas que fueron analizadas por nosotros fueron estudiadas por el laboratorio de Luis Miguel García-Segura del Instituto Cajal. Estos científicos encontraron alteraciones estructurales y neuroquímicas, algunas permanentes, en una región del cerebro conocida como núcleo supraóptico del hipotálamo, que se encarga de la producción de hormonas implicadas en la regulación de varias funciones vitales básicas, como el apetito, la sexualidad, el crecimiento y la respuesta al estrés. E.P. Todavía no se sabe si los organismos se vuelven más o menos emotivos, pero en la corteza cerebral se producen cambios irreversibles. J.F. Sabemos que son cambios permanentes porque hemos sacrificado a las ratas en dos turnos: cuatro o cinco horas después del aterrizaje de la nave en Cabo Cañaveral, en Florida, y aproximadamente cuatro meses después. De esta forma, hemos podido analizar el «efecto agudo» del vuelo espacial y la re-adaptación a la gravedad terrestre para saber si los efectos del vuelo espacial son permanentes o transitorios. Al comparar los cerebros de las ratas espaciales con los controles observamos que algunos de los cambios que habíamos visto tras el aterrizaje habían desaparecido y, sin embargo, aparecieron otros nuevos, aunque yo prefiero decir modificaciones. E.P. Y otros, sin embargo, empeoraron... J.F. Es difícil hablar de empeoramiento o de mejora, porque es una adaptación nueva. Es, probablemente, lo que le pasó al delfín. El delfín vive perfectamente en el mar. Su cerebro ha cambiado, su forma de comunicación y de procesar información es muy distinta al resto de los mamíferos. Es decir que su cerebro ha cambiado mucho. E.P. Tomen nota: estos experimentos destierran la idea que teníamos de que en el futuro iríamos de excursión a Marte y volveríamos unos días después. Los que viajen al espacio se irán de verdad, para quedarse. Y otra de las cosas que constatan vuestras investigaciones es que en estancias prolongadas en el espacio cambia el sistema circadiano endógeno. El reloj biológico que te hace tener sueño y te despierta también se destruye. J.F. Es un cambio radical, pero son problemas que, aunque a largo plazo sean graves, no son tan importantes, porque muchas alteraciones pueden o podrán ser reguladas a nivel hormonal o farmacológico. La parte más filosófica es lo qué ocurre con la corteza cerebral, porque si se modifica la zona del cerebro que nos hace humanos, ¿qué será de ese ser humano cuando transcurran varias generaciones?, ¿cómo serán los niños nacidos fuera de la Tierra?, ¿sus cerebros serán diferentes de los nuestros?, ¿cómo se adaptará el cerebro a este nuevo entorno? La misión Neurolab es el primer paso para intentar contestar a estas preguntas. E.P. Y tú dices que esta corteza, que nos hace humanos... J.P. Sí, la neocorteza es el sitio de elección de muchos científicos teóricos y experimentalistas por su implicación directa en diversos aspectos del comportamiento de los mamíferos y porque es la estructura más «humana» del sistema nervioso. Es decir, es el lugar en donde se localizan las capacidades que distinguen a los humanos del resto de los mamíferos -como el lenguaje y la capacidad de abstracción-, de ahí que su estudio sea de máximo interés. E.P. Y la neo corteza es la parte del cerebro que en el espacio cambia irremediablemente. J.F. Sí, ha ocurrido en las ratas, y es de suponer que ocurrirá en el ser humano, Cuando se empiezan a realizar este tipo de estudios, de entrada se dice «¡qué tontería de estudio!, con la cantidad de cosas interesantes y más urgentes que hay que hacer en la Tierra, ¿por qué se estudia el cerebro en el espacio?» Un día irá gente allí sabiendo que no regresará, ya medida que la especie humana se disemine por el espacio, se irá transformando. Quizás la gente que Filosofía 1º 1-5 2 Dimensión natural del ser humano 2.2 viva más allá de nuestro sistema solar tendrá que aprender nuevas formas de comunicarse, seremos una nueva especie. E.P. ¿No existe la posibilidad de que estas colonizaciones se realicen, no en la Luna, sino en sitios más lejanos, donde también haya una fuerza de gravedad, aunque sea mucho mayor o mucho menor? J.F. Existe la dificultad de las grandes distancias. Yo creo que la colonización del espacio no será a través de un solo vuelo, sino más bien como la actual estación internacional. Puede que dentro de unos años haya otra en Marte, dentro de más años otra más allá, porque no tenemos límites. ¿Por qué detenemos aquí, en el Sistema Solar? Puede que dentro de miles de años estemos muy lejos del origen, que es la Tierra, y regresar de esas distancias tan grandes sea absurdo. E.P. Pero fisiológicamente somos muy chapuzas. No estamos preparados para vivir en otro medio como el espacio. A mí me da la impresión que tendremos más dificultades de las que tuvieron los defines para regresar a un medio acuático. Todavía no hemos hablado de las radiaciones. Somos demasiado grandes para entender el mundo de los átomos y demasiado vulnerables para viajar por el espacio. J.F. Yo creo que es al revés. Gracias a la capacidad de modificarse del cerebro hemos llegado a lo que somos. E.P. Esa capacidad de adaptación no la posee la rata. J.F. Sí, la rata también ha evolucionado. Además, algunas funciones sensoriales y motoras de la corteza cerebral se rigen por principios básicos muy parecidos en todos los mamíferos. Lo que ocurre es que carecen de los circuitos corticales que nosotros utilizamos para pensar, escribir, realizar cosas buenas y malas, como hacer una guerra, que es obra de nuestro cerebro. Pero si no tuviéramos esa capacidad, no podríamos cambiar nuestros pensamientos, ni aprender a leer, escribir O ser capaces de crear cosas tan maravillosas como la música o una obra de arte, o inventar máquinas extraordinarias como el avión. E.P. Pero la rata también aprende. J.F. La rata también tiene neocorteza. Pero como te decía antes, la utiliza para cosas mucho más simples que nosotros. Creo que antes no he dicho que uno de los aspectos más notables de la evolución del sistema nervioso central de los vertebrados es la aparición en la región más rostral o telencéfalo, de láminas superficiales de neurona s que constituyen la corteza. Esta corteza se encuentra en varias especies de vertebrados no mamíferos, pero se ha desarrollado particularmente en los mamíferos. Por ejemplo, el telencéfalo de los anfibios carece de corteza, mientras que en los reptiles existe una corteza bien diferenciada formada por tres capas. En los mamíferos esta corteza «simple» o trilaminar está en la región olfatoria y en la formación del hipocampo, pero están separadas por una corteza muy compleja -generalmente formada por cinco o seis capas- que por su aparición tardía en la evolución se ha llamado neocorteza. La neo corteza varía mucho en su tamaño y superficie, desde tres o cinco centímetros al cuadrado por hemisferio en insectívoros de pequeño tamaño, hasta, por ejemplo, mil cien o dos mil quinientos centímetros cuadrados en los humanos. En los mamíferos de pequeño tamaño considerados primitivos, como el erizo, el ornitorrinco o la zarigüeya, la extensión relativa de la neo corteza es todavía pequeña, del diez o el veinte por ciento del volumen totlal del cerebro, pero en otros mamíferos como en los cetáceos y los primates esta estructura alcanza dimensiones enormes, llegando a ser región más grande del cerebro humano, donde representa el ochenta por ciento. Es decir que en el hombre la corteza cerebral no solo ha aumentado su complejidad, sino también la extensión en relación a su cerebro total. E.P. Y, sin embargo, te he oído decir que las ratas, por el mismo volumen cortical, tienen mayor número de sinapsis. J .F. Sí, es cierto, el número de sinapsis por volumen es muchísimo mayor en el ratón porque todo está más concentrado. E.P. Así que, si v i v i era cien años, quizás nos ganaría en inteligencia. J.F. En el ratón, el número de neuronas son son más de veintiun mil millones, de manera que el número de las conexiones del cerebro humano es muchísimo mayor. No es que tener un cerebro Filosofía 1º 1-5 2 Dimensión natural del ser humano 2.2 más grande sea mejor que tener un cerebro pequeño, tenemos lo que tenemos. El otro día, en una conferencia, discutíamos sobre el cerebro de las jirafas. La mayor parte de las investigaciones sobre el cerebro se basan en animales como la rata, el ratón o el macaco, y en menor medida el hombre. Cuando se estudian especies más exóticas, como la jirafa -que por su largo cuello pensábamos que las neuronas corticales que proyectan a la médula espinal tendrían que ser neurona s muy grandes para que sus prolongaciones puedan alcanzar varios metrosconstatamos que la corteza cerebral tenía una estructura distinta de todas las que conocemos, con una microanatomía muy distinta. Es bueno para la jirafa, la jirafa tiene una corteza de jirafa, el ratón de ratón y el hombre de hombre, yeso hace que el hombre sea hombre. Parece de pero grullo pero es así. E.P. A veces los neurobiólogos habéis dicho que este sobrecrecimiento de la corteza no quiere decir que el aparato emocional, el primitivo, no se haya desarrollado en los humanos. J.F. De hecho, también se ha desarrollado a lo largo de la evolución, pero tiene una estructura distinta a la de la rata. Tenemos similitudes y diferencias en el cerebro con otras especies, pero algunos científicos hacen énfasis en las similitudes y otros en las diferencias, aunque, en realidad, no sepamos qué significan. En el ser humano, tanto la amígdala como el hipocampo han evolucionado, pero quizás lo más notorio son los cambios en la corteza prefrontal, porque muchas funciones cerebrales superiores se asocian primariamente a esa zona de la corteza frontal. E.P. Y, tal vez, eso cambiará en el espacio. J.F. Claro, puede cambiar. Ahora mismo nuestro cerebro tiene, primero, una información almacenada que es única para cada individuo. Tus recuerdos son tus recuerdos y mis recuerdos son mis recuerdos. En segundo lugar, la información externa recibida puede ser la misma. Estamos aquí sentados, puede que tú tengas una molestia en el estómago y yo no, y mientras conversamos me dices que te molesta. Y luego tenemos la información que genera el propio cerebro, que está constantemente funcionando y mandando información de un sitio a otro del cerebro. Así que, cuando llega una información externa, cualquier cosa que pasa a la corteza cerebral, el producto final resulta de la interacción entre lo que está almacenado, lo que llega y lo que está generando el propio cerebro. Cuando esos circuitos se alteran, la respuesta tiene que ser obviamente distinta. E.P. Tu tesis es que estas alteraciones del cerebro en el espacio no tienen porqué ser patológicas, sino una adaptación al nuevo medio. Se cambiará la condición humana. Y ante esto, que pone los pelos de punta porque no sólo dices que los colonos parten para siempre, sino que se transformarán en otra cosa-, ¿no sería mejor la alternativa de reproducir en el espacio las mismas condiciones de la Tierra? J.F. Yo no soy nadie para decirle nada a la NASA, pero es otra posibilidad. Nuestro cerebro está adaptado para funcionar en la Tierra. Queríamos investigar si el cerebro cambiará o no en el espacio, y cambia. Es un tema que no se había estudiado, y ya se verá qué implicaciones tendrá en los futuros viajes espaciales. El cambio ha ocurrido y si las ratas hubieran estado más tiempo en el espacio, es probable que los cambios fueran mayores. Nuestro cerebro cambia en el espacio, por tanto es posible que la condición humana cambie. Decimos que somos superiores a otros animales porque somos capaces de hacer cosas muy complejas, pero en el espacio podría darse un desarrollo de la zona prefrontal del cerebro y ser mucho más inteligentes que nosotros. ¿Quién sabe? PUNSET, E., Cara a cara con la vida, la mente y el universo. Destino, Barcelona, 2004 Filosofía 1º 1-5