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“El mundo... —¡Esto es lo nuestro!” (Surco 292) Homilía en ocasión de la fiesta de San Josemaría Escrivá de Balaguer Catedral de Mar del Plata, 25 de junio de 2015 Queridos miembros del Opus Dei: La celebración litúrgica de San Josemaría Escrivá de Balaguer ayuda a la Iglesia en su conjunto a descubrir la vocación universal a la santidad. De un modo especial a los laicos, a quienes mucho ayudó a tomar conciencia del modo propio de alcanzarla. San Josemaría ha sido pregonero infatigable de la vocación de los laicos a encontrar la santidad no al margen de las ocupaciones terrenas, sino en medio de ellas, aprendiendo a consagrar este mundo a Dios. Por eso repetía un pensamiento que encontramos en Surco pero que con variantes hallamos por doquier en sus escritos: “El mundo... —«¡Esto es lo nuestro!»... —Y lo afirmas, después de poner la mirada y la cabeza en el cielo, con la seguridad del labriego que camina soberano por su propia mies: (…) —¡queremos que El reine sobre esta tierra suya! (Surco 292). Si una convicción quería inculcar a todos, era ésta que formula en Forja: “Fíjate bien: hay muchos hombres y mujeres en el mundo, y ni a uno solo de ellos deja de llamar el Maestro. Les llama a una vida cristiana, a una vida de santidad, a una vida de elección, a una vida eterna” (13). Lo decía más hondamente en otra ocasión, en su obra Es Cristo que pasa: “Dios nos llama a través de las incidencias de la vida de cada día, en el sufrimiento y en la alegría de las personas con las que convivimos, en los afanes humanos de nuestros compañeros, en las menudencias de la vida de familia. Dios nos llama también a través de los grandes problemas, conflictos y tareas que definen cada época histórica, atrayendo esfuerzos e ilusiones de gran parte de la humanidad”. Nos sumergimos aquí en el puro Evangelio, como quien glosa la oración sacerdotal de Cristo: “No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo” (Jn 17,15-16). De donde San Josemaría sacaba esta conclusión: “Oyeme bien: estar en el mundo y ser del mundo no quiere decir ser mundanos” (Forja 569). Sus pensamientos breves, escritos hace muchas décadas, parecen surgidos hoy del fuego de su corazón que latía al compás del corazón de Cristo, y que él quería contagiar a los demás. “Tú has de comportarte como una brasa encendida, que pega fuego donde quiera que esté; o, por lo menos, procura elevar la temperatura espiritual de los que te rodean, llevándoles a vivir una intensa vida cristiana” (Forja 570). A pesar de los años transcurridos y de los cambios notables producidos en la sociedad, podemos admirar la actualidad de sus expresiones y la coincidencia básica con orientaciones actuales del magisterio papal. Hemos oído al Papa Francisco invitar a los jóvenes con lenguaje directo a “hacer lío”, a tener una sana rebeldía y a ir contra la corriente. Y a esto mismo invitaba San Josemaría en su obra Forja donde podemos leer: “En estos momentos de violencia, de sexualidad brutal, salvaje, hemos de ser rebeldes. Tú y yo somos rebeldes: no nos da la gana dejarnos llevar por la corriente, y ser unas bestias. Queremos portarnos como hijos de Dios, como hombres o mujeres que tratan a su Padre, que está en los Cielos y quiere estar muy cerca —¡dentro!— de cada uno de nosotros” (Forja 15). En este ir contra la corriente del mundo, supo conjugar bien la intransigente fidelidad a los principios evangélicos y a la ley divina y natural, con la humildad y la comprensión: “En el apostolado de amistad y confidencia, el primer paso es la comprensión, el servicio..., y la santa intransigencia en la doctrina” (Surco 192). El mismo santo que, en fidelidad al ejemplo de Cristo, supo hablar del amor a este mundo, también supo advertirnos sobre el peligro de la mundanidad. Por eso enseñaba que: “En la Iglesia de Dios, el tesón constante por ser siempre más leales a la doctrina de Cristo, es obligación de todos. Nadie está exento. Si los pastores no luchasen personalmente para adquirir finura de conciencia, respeto fiel al dogma y a la moral —que constituyen el depósito de la fe y el patrimonio común—, cobrarían realidad las proféticas palabras de Ezequiel: Hijo del hombre, profetiza contra los pastores de Israel. Profetiza, diciéndoles: así habla el Señor Yavé: ¡ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿Los pastores no son para apacentar el rebaño?” (Es Cristo que pasa81). Para San Josemaría, la fidelidad a Jesucristo ha sido siempre inseparable a la fidelidad a la Iglesia, por eso enseñaba: “Tener espíritu católico implica que ha de pesar sobre nuestros hombros la preocupación por toda la Iglesia, no sólo de esta parcela concreta o de aquella otra; y exige que nuestra oración se extienda de norte a sur, de este a oeste, con generosa petición” (Forja 583). Queridos hermanos de la Prelatura del Opus Dei, cuando el 6 de octubre de 2002, el Papa San Juan Pablo II canonizó a Josemaría Escrivá de Balaguer, les ha propuesto a ustedes y ha presentado ante toda la Iglesia, un guía seguro para emprender el seguimiento de Cristo interpretando el Evangelio desde las actuales circunstancias y necesidades del mundo contemporáneo. Que su ejemplo se vuelva contagioso, que su doctrina siga iluminando y su intercesión sostenga a todos ante los desafíos del mundo. Los invito a todos a sumarse al gran esfuerzo misionero de la Iglesia en nuestra patria y en nuestra diócesis, rezando con sus mismas palabras: “¡Oh Jesús..., fortalece nuestras almas, allana el camino y, sobre todo, embriáganos de Amor!: haznos así hogueras vivas, que enciendan la tierra con el divino fuego que Tú trajiste” (Forja 31). Con mi cordial bendición. + Antonio Marino Obispo de Mar del Plata