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LA GRAN DEPRESIÓN La Gran Depresión o la crisis del veintinueve, fue una crisis económica mundial que se prolongó durante la década de 1930 y principios de los 40. Fue la depresión más larga en el tiempo, de mayor profundidad y la que afectó a mayor número de países en el siglo XX y ha sido utilizada como paradigma de hasta qué punto se puede producir un grave deterioro de la economía a escala mundial. Se originó en EEUU a partir de la caída de la bolsa el 29 de octubre de 1929 (conocido Martes Negro, aunque el 24 ya se había producido el Jueves Negro) y rápidamente se extendió a casi todos los países del mundo. Tuvo efectos devastadores en casi todos los países, ricos y pobres, donde la inseguridad y la miseria se transmitieron como una epidemia, de modo que cayeron la renta nacional, los ingresos fiscales, los beneficios y los precios. El comercio internacional descendió entre un 50% y 66%. El desempleo en los Estados Unidos aumentó al 25% y en algunos países alcanzó el 33%. La industria de la construcción se detuvo prácticamente en muchas áreas. La agricultura y las zonas rurales sufrieron la caída de los precios de las cosechas, que alcanzó aproximadamente un 60%. Ante la caída de la demanda, las zonas dependientes de las industrias del sector primario, con pocas fuentes alternativas de empleo, fueron las más perjudicadas. La elección de Franklin Delano Roosevelt como presidente y el establecimiento del New Deal en 1932 marcaron el inicio del final de la Gran Depresión en Estados Unidos. Sin embargo, en Alemania, la desaparición de la financiación exterior a principios de 1930 y el aumento de las dificultades económicas, propiciaron la aparición del nacional-socialismo y la llegada de Adolfo Hitler al poder. Consecuencias económicas de la 1ª Guerra Mundial Tuvo profundas y duraderas consecuencias, al poner fin al orden económico internacional existente desde la segunda mitad del siglo XIX, hubo un descenso demográfico directo e indirecto de alrededor del 10% de la población europea y de un 3,5% del capital existente. Financieramente la guerra conllevó un gasto público descomunal en Europa financiado por deuda pública, tanto interna como externa, que multiplicó por 6 la deuda existente; también generó la emisión inorgánica de dinero, que generó una fuerte inflación. En el sector agrícola, la demanda de alimentos de los países beligerantes creció durante la guerra, ello estimuló la producción de los países neutrales, pero al acabar la guerra y volver a la situación anterior éstos tenían una oferta excesiva de productos, que generó una caída de los precios y este sector sufrió grandes pérdidas. También estableció un nuevo mapa político de Europa con nuevas fronteras que trastocó la estructura económica y comercial del continente, al romper mercados y perder eficiencia económica, con lo que fueron necesarias nuevas inversiones. El Tratado de Versalles estipuló las reparaciones de guerra que tenían que pagar los países vencidos, en especial Alemania. Las de Alemania fueron de tal magnitud que hipotecaban su economía durante 40 o 50 años, porque la cantidad fijada para Alemania por el Tratado fue de 132,000 millones de marcos oro, lo que significó el pago anual del 6% de su PBI. Los acreedores cobraron solo una pequeña parte de las deudas, a costa de la economía internacional, que perdió fortaleza y crecimiento. Al final de la 1ª Guerra Mundial EEUU tuvo un fuerte crecimiento económico y desplazó a Gran Bretaña del liderazgo económico mundial. Durante los años previos a la Gran Depresión se incrementó en EEUU la producción y la demanda de sus productos, con una profunda transformación productiva dominada por la innovación tecnológica. Del optimismo y de la bonanza económica también participó la Bolsa, que tuvo un fuerte incremento de las cotizaciones, que generó una burbuja especulativa, financiada por el crédito. Desde antes del verano de 1929, varios indicadores macro económicos empezaron a tener un suave descenso, sin que los economistas de la época lo detectaran y tomaran medidas preventivas adecuadas. Factores que causaron la crisis. La sobreproducción, el desorden monetario y la desigual y relativa recuperación económica. 1. La Sobreproducción La producción supera las necesidades reales de consumo a partir de 1925, sobre todo en EEUU, donde los Stocks aumentaban conforme se reconstruían las economías europeas. Las causas de la sobreproducción son: Distribución desigual de las rentas, que lleva implícita la limitación del consumo a las capas sociales más ricas, que en la mayor parte de los países no eran muy numerosas. Galbraith señala que en los Estados Unidos el 5% de la población recibía la tercera parte de la renta nacional. Mantenimiento de precios de monopolio, tipo cartel, que obligaba a la existencia de grandes cantidades de stocks sin vender, al comprometerse los fabricantes a mantener unos precios pactados de antemano. Desfase entre precios agrícolas e industriales: los primeros crecen más lentamente que los segundos y hacen disminuir, por tanto, el poder adquisitivo de los campesinos (importante clientela de la industria). La reconstrucción de las economías europeas, y el incremento de producción de algunos países menos desarrollados o coloniales durante la guerra, junto con el desenfreno productivo de los Estados Unidos. El sector agrario fue el más perjudicado por los excedentes no vendidos y la consiguiente baja de precios, cuyo índice pasó de 147 en 1925 a 138 en 1929. 2. El desorden monetario Los momentos de expansión exigen una sensibilidad monetaria y el funcionamiento de un sistema monetario que organice los intercambios desde un centro financiero mediante una divisa hegemónica. Pues la relativa expansión de los años veinte se caracterizó por el marasmo monetario, la pérdida del patrón oro y la excesiva dependencia financiera de los Estados Unidos, convertidos en los principales acreedores y con Wall Street como el centro financiero más importante del mundo. La existencia de nuevos centros financieros como el de Wall Street, junto con los de Londres y París, originó una competencia de préstamos exteriores entre el dólar y la libra que añadió nuevas dosis de inestabilidad. En la conferencia de Génova (1922) se revisa el sistema del patrón oro clásico, y se establece el empleo de divisas claves (el dólar y la libra), junto con el oro, para respaldar los billetes emitidos por los bancos nacionales. 3. La Desigual y Relativa Recuperación Económica A partir de 1924 se produce una tendencia al alza en le economía mundial, favorecida por la coyuntura política. Pero de hecho, puede afirmarse que únicamente los Estados Unidos tuvieron una clara recuperación, sustentada en la expansión del consumo de masas de dos sectores nuevos: los electrodomésticos y el automóvil. El resto de países capitalistas, experimentó tan solo una relativa recuperación. Al mismo tiempo aparecen, signos de desequilibrios económicos: por un lado, hay un estancamiento de sectores industriales tradicionales, como el ferrocarril, la siderurgia, el algodón y el carbón. Por otro, la agricultura sufrió una crisis que se traducía en la acumulación de stocks (debido al aumento de la producción mundial al recuperarse la agricultura en los países destrozados por la guerra) y el descenso de los precios. Finalmente, hay que hablar de una disminución del comercio a causa de las medidas proteccionistas norteamericanas y europeas a partir de 1922. La principal causa del crac de la Bolsa de Nueva York fue la especulación. Los años veinte fueron buenos para los Estados Unidos, como dice Galbraith, los más ricos se enriquecieron mucho más deprisa que los pobres dejaron de serlo. Además los norteamericanos desplegaron un asombroso afán de enriquecerse rápidamente y con un mínimo esfuerzo. El ánimo especulativo fue creciendo día a día y en el caso de Florida, donde hombres del norte se lanzaron a comprar terrenos que aumentaban de valor sin motivos aparentes, es una prueba de ello. La especulación llegó a la Bolsa gracias a las normas de Wall Street y por el alza que durante la década de los veinte se produjo en las acciones ordinarias. Los negocios eran rápidos y beneficiosos. Había muchos pequeños ahorradores que decidieron invertir, e hicieron de ello su forma de vida. Los agentes de bolsa prestaban a sus clientes tomando como garantía los propios títulos comprados, y, a su vez, pedían prestado a los bancos para comprar esos títulos, pues con las ganancias de la bolsa se podía pagar los créditos y sus intereses. Una situación de esta índole no podía continuar indefinidamente, ya que dependía exclusivamente del alza de la bolsa, y ésta era ficticia, fruto exclusivo de la especulación y del mantenimiento de la creencia de que la economía de los Estados Unidos era inquebrantable. La especulación, sin relación con la actividad económica real, llevó la bolsa a la quiebra. ¿Cómo y por qué se mantuvo esta situación especulativa? Las razones son varias: 1. La inflación monetaria, que dio como resultado una política de dinero barato y facilidad de créditos. 2. La estructura bancaria, que estaba formada por múltiples y pequeños bancos, cuya supervivencia financiera dependía del alza de los valores de bolsa. Prestaban casi siempre a corto plazo con un interés del 12%, cuando ellos obtenían créditos de la “Federal Reserve” al 5%. El negocio era bueno, pero los bancos dependían mucho de la especulación bursátil y contribuían al alza de los valores. Además no existía control estatal ninguno sobre los bancos. 3. La existencia de compañías de cartera, que poseían abundantes acciones y estaban interesadas en la subida de las cotizaciones. 4. La sicología de las masas, convencidas de que el sistema era infalible, alentadas, por capitalistas sin escrúpulos y políticos que no sabían o no querían acabar con ese estado de cosas. Los americanos complicaron la posición de los europeos. La deuda internacional no podía pagarse sino con oro o mercancías y los estadounidenses frenaban sus importaciones de Europa con derechos de aduana cada vez más elevados, al tiempo que utilizaban su superioridad para imponerle sus exportaciones a Europa. Además, EEUU disponía de las mayores reservas de oro del mundo y para mantener el patrón oro, concedió cuantiosos préstamos a Europa, ese fue el origen de los planes Dawes y Young. En 1924, la economía estadounidense vivía en plena era de prosperidad, y la guerra europea la acrecentó ya que EEUU fue proveedor de un mercado casi ilimitado, mientras las potencias europeas se aniquilaban entre sí. La capacidad industrial de los Estados Unidos también había aumentado considerablemente y su agricultura progresaba a igual ritmo. En 1925, la economía mundial se hallaba bastante equilibrada: la producción había vuelto al nivel de antes de la 1ª Guerra Mundial, la cotización de las materia primas parecía estabilizada y los países que atravesaban un periodo de bonanza eran numerosos. Sin embargo, no era un retorno a la belle époque. Una serie de equilibrios tradicionales quedaban alterados: la producción y el bienestar progresaban de manera espectacular en unas partes (EEUU, Japón), mientras que en otras como en Gran Bretaña, perdida la prosperidad anterior a la guerra, la población sufría de desempleo y crisis endémicas. Desde 1925, la actividad de la Bolsa de Nueva York había crecido tan rápido como la producción industrial del país. La cotización de las acciones subía de año en año, y fueron numerosos los estadounidenses que hallaron en la especulación bursátil la fuente de una rápida fortuna: jugar en bolsa tentaba a todos los estratos de la población de modo irresistible, tanto rentistas y jubilados como aprendices, que ignoraban todo lo relativo a la industria, a la economía y a la misma bolsa. Todo el mundo creía que la economía se encaminaba hacia niveles insospechados y todos creían que las "mejores acciones" podían conseguirse con muy poco dinero, pensando que debía aprovecharse de aquella buena suerte antes de que pudiera terminarse. La continua demanda hizo subir las acciones a alturas increíbles, y pronto la cotización en la bolsa fue pura especulación, que nada tenía de común con la auténtica solvencia de la sociedad, pero transcurrió el tiempo y los estadounidenses empezaron a jugar a la bolsa con dinero prestado. Una acción de 100 dólares nominales podía obtenerse solo por 10, mientras el resto se pagaba a crédito. Si la acción seguía subiendo, todo iba perfectamente: un alza del 10 por ciento, esto es, que pasara de 100 a 110 dólares le daba al inversionista un beneficio neto del 100% sobre los 10 dólares que en realidad había desembolsado. Pero si la acción bajaba en un 5% o 10%, el corredor bursátil exigía nuevo pago al contado y si el cliente no podía hacerle frente, se veía obligado a vender con pérdidas, con el fin de cubrirse él y cubrir a otros posibles acreedores. Entre los pequeños especuladores (decenas de miles), eran muy pocos los que poseían reservas de liquidez apreciable. El alza descansaba así sobre una base sumamente frágil y todo el sistema se derrumbó en octubre de 1929, y en pocos días -en cuestión de horas, incluso las acciones perdieron todo lo ganado. Los especuladores quedaron arruinados y tuvieron que vender con enormes pérdidas, y al cundir el pánico los grades capitalistas se encontraron también con dificultades. El 23 de octubre las acciones registraron un pérdida de 18 a 20 puntos y cambiaron de mano unos 6 millones de títulos, al día siguiente una nueva caída de entre 20 y 30 puntos e incluso de 30 a 40 para las grandes empresas. En tan crítico momento, los primeros bancos del país y los corredores de bolsa intentaron salvar los negocios y reunieron 240 millones de dólares para sostener las cotizaciones mediante compras masivas y en una sola jornada cambiaron de mano 13 millones de acciones. Tan desesperada tentativa produjo sólo resultados de carácter momentáneo; el lunes 28 de octubre, se produjo un nuevo descenso de 30 a 50 puntos, y al día siguiente -que pasó a la historia con el nombre de “Martes Negro”, fue la jornada más sombría de Wall Street. El pánico fue total: en pocas horas, 16.5 millones de acciones se vendieron con pérdidas promedio de 40%. En noviembre, no menos de 50,000 millones de dólares se habían desvanecido, quedando en evidencia la inseguridad y fragilidad de los sistemas financieros. La quiebra de la Bolsa de Nueva York fue el momento más dramático de una crisis sin precedentes y el derrumbe de Wall Street no fue el prólogo ni la causa de la crisis, sólo su más espectacular síntoma. La desmedida producción no planificada y la brutal competencia que acarreó supusieron un rápido aumento de productos que no hallaban mercado, a la par de una acumulación monopolística de capitales en unas cuantas manos de grandes propietarios, "vejez de la industria", se la denominó, sistema de una peligrosa concentración de capitales. Los primeros indicios de recesión se sentían en los países productores de materias primas, mientras Wall Street vivía en plena euforia. Primer síntoma de la falta de vigilancia y prevención de las situaciones cambiantes, por exceso de confianza. La depresión tenía causas múltiples: tras un periodo de fuerte expansión, sobrevino una crisis de coyuntura y adaptación, que podría decirse "normal", pero que estalló con violencia inaudita. De todas formas aquella crisis "normal" hasta cierto punto, era asimismo estructural, resultado de la guerra y sus funestas consecuencias, tales como la presión fiscal, las deudas de guerra y las reparaciones alemanas. La racionalización y las nuevas técnicas industriales y agrícolas contribuyeron igualmente a la crisis. Una expansión demasiado rápida acarrea dificultades de transición y adaptación. La racionalización del trabajo suprime empleos y los trabajos disponibles para otros sectores, al haber desempleo no pueden adaptarse siempre con suficiente rapidez; por tanto, este problema de readaptación provoca, en la mayoría de los países, un bache importante apenas transcurre el periodo de alta coyuntura. Además, las dificultades internas y la inestabilidad de la política mundial impidieron la elaboración de una planificación a largo plazo. La quiebra norteamericana al inicio no fue sino una quiebra de índole bursátil, pero el brusco estallido y desmoronamiento de un mito creado por los especuladores tuvo consecuencias hondas y duraderas. Los arruinados por el derrumbe de la bolsa limitaron sus gastos, los que todavía disponían de algún capital quedaron atemorizados, se negaron a invertirlo de nuevo y las fuentes de crédito se agotaron. Las consecuencias de ello fueron fatales en general para Europa y en particular para Alemania que dependía casi por entero de los préstamos de EEUU a corto plazo. La quiebra del sistema bancario La inexistencia en EEUU de un sector bancario fuerte de ámbito nacional y la quiebra inicial de algunos bancos hizo que la crisis bancaria se extendiera por todo el país, lo que multiplicó los efectos de la crisis. La FED (Reserva Federal) era la única que podía haber evitado una caída en cadena de los bancos mediante concesión de liquidez de forma masiva a los bancos, pero los gestores de la FED por el contrario, redujeron la oferta monetaria y subieron los tipos de interés, provocando una masiva oleada de quiebras bancarias. Esta reducción de la oferta monetaria también provocó el inicio de un proceso de deflación, la reducción drástica del consumo y el comienzo de una intensa depresión. Errores de la administración Hoover 1) No aceptar la gravedad de los hechos. Pensaban que era una crisis pasajera. 2) No se afrontó el problema del desempleo. 3) En la agricultura el Estado compró el excedente agrario lo que estimuló la producción; sin embargo, para 1931, el gobierno era incapaz de sostener este gasto y soltó los stocks produciéndose un hundimiento de los precios llevando a la ruina a millones de agricultores. Causas de la expansión de la crisis 1) El endeudamiento de las personas, por no pagar sus créditos; razón por la cual los bancos perdieron solvencia. 2) Estrecha relación económica y financiera entre EEUU y el resto del mundo. 3) Ausencia de mecanismos de cooperación internacional. 4) Aumento de las medidas proteccionistas. Efectos de la crisis PIB USA período 1910–1960. La franja rosa señala los años de la Gran Depresión (1929–1939). Desempleo en EEUU período 1910–1960. La franja rosa señala los años de la Gran Depresión (1929–1939). La depresión fue la peor de la historia de EEUU. Durante 3 años y medio todos los indicadores sociales y económicos reflejaron el progresivo deterioro de la situación. En 1932 el PBI había disminuido un 27% y la producción industrial 50%. La inversión ni siquiera alcanzaba para mantener las instalaciones existentes. Bajo estas presiones el sistema bancario se derrumbó. En 1933 el desempleo llegó al 25%. Solo en 1940 se recobró el nivel de producción previo a 1929 y esto se debió a la II Guerra Mundial. Durante los primeros años de la depresión (1929 y 1932) el índice general de precios en EEUU disminuyó 35.6%. Muchos economistas creen que esa deflación fue responsable de la profundidad y duración de la depresión y que esa prolongada deflación se produjo por la errada política de la FED de disminuir la oferta monetaria. Reducción del PIB en EEUU durante la depresión Reducción Año del PIB (%) 1930 -9.9 1931 -7.7 1932 -14.9 Los sectores más afectados por la depresión fueron la agricultura, la producción de bienes de consumo y la industria pesada. Esto provocó que ciudades como Detroit y Chicago que dependían de la industria pesada, sufrieran la crisis con más intensidad y hubo ciudades dependientes de una sola industria que terminaron totalmente arruinadas. En 1932, el nivel de actividad al que estaba funcionando la industria era tan bajo que incluso una eventual demanda del mercado podía ser satisfecha sin necesidad de inversión y sin recurrir a más mano de obra. De modo semejante, el sector vivienda estaba saturado de casas vacías cuyos propietarios no habían podido hacer frente a las hipotecas. Pero lo que más se resintió fue la confianza de los empresarios, quienes tenían grandes dudas sobre la utilidad de nuevas inversiones. El hundimiento de la bolsa fue además una causa directa de la reducción de los beneficios empresariales y destruyó el incentivo individual al ahorro y reduciendo así el volumen de recursos destinados a la inversión. El nivel extraordinariamente bajo de los ingresos agrícolas fue decisivo y retardó considerablemente la recuperación. La agricultura fue el sector más deprimido y los productores habían dismi- nuido sus ingresos en un 70%. Gran parte de las cosechas no se vendían y ellos comenzaron a disminuir la producción demasiado tarde. A su vez, como la gran mayoría de los pequeños agricultores estaban endeudados, se vieron forzados a vender sus productos o perder sus propiedades. El funcionamiento del sistema bancario USA fue el factor individual que mayor influencia tuvo sobre la profundidad alcanzada por la depresión. Los bancos se apoyaban en unas pocas industrias locales y eran muy susceptibles a los retiros de fondos. Al producirse una corrida bancaria masiva, los ahorros se tornaron menores que los ingresos y los bancos no podían prestar dinero. A su vez las garantías, como las casas, contra las cuales se habían dado los préstamos eran invendibles. A pesar de la debilidad del sistema bancario, su derrumbe pudo haberse evitado, pero el gobierno no hizo nada para rescatar a los bancos. Es más, lo que se pensaba en ese entonces era que la depresión suponía una purga que desembarazaría a la economía de sus aspectos menos eficientes, y que las bancarrotas y despidos eran parte necesaria de este proceso de retorno al equilibrio. La difusión de la crisis La depresión norteamericana fue acompañada por una reducción adicional del préstamo hacia el extranjero y una fuerte contracción de la demanda de importaciones. Esto produjo una gran reducción del flujo de dólares hacia Europa y el resto del mundo. Dada la importancia de EEUU en la economía mundial, el impacto de su crisis sobre el resto del mundo fue fuerte; por eso se dice que EEUU exportó su crisis. Prácticamente todos los países padecieron declives tanto en la producción industrial como en el PIB, y la URSS fue la principal excepción al estar aislada de los estragos del capitalismo moderno. El siguiente cuadro muestra la caída de la renta y la producción industrial entre el comienzo de la crisis en 1929 y 1932, año que marcó el momento de mayor profundidad en el descenso de los indicadores económicos. Producción PIB 1932 industrial 1932 (1929 = 100) (1929=100%) Austria 80 62 Francia 86 74 Alemania 77 61 Japón 101 Reino Unido 95 89 Italia 98 86 Países Bajos 93 84 España 97 84 EEUU 73 62 País A principios de 1931, si bien persistía la deflación y la desocupación era alta, los países más afectados eran los exportadores de materias primas, y varios de ellos debieron abandonar el patrón oro. Sin embargo, con la quiebra del Credit Anstalt, el principal banco de Austria, produjo una fuga de capitales en Alemania, Gran Bretaña y EEUU decidió terminar con el patrón oro; a finales de 1932, casi todos los países del mundo lo habían hecho. Alemania, logró una moratoria en el pago de las reparaciones de la deuda pero igual decidió aumentar las tasas de interés. Esto profundizó la caída de la actividad económica y un incremento de la desocupación. La devaluación del marco fue descartada por temor a la inflación. La alta desocupación creó un clima de conflictividad social y política que allanó el camino a la llegada de Hitler al poder. Gran Bretaña, por su parte, abandonó el sistema monetario tradicional dejando flotar la libra, esto produjo su depreciación. Esto fue la demostración del liderazgo británico y permitió que la economía británica se recuperara de forma razonable librada de las condiciones impuestas por una moneda sobrevaluada y altas tasas de interés. En poco tiempo se desorganizó y destruyó parcialmente la maquinaria que movía la economía internacional. Los países buscaron una salida individual a la crisis al desaparecer la cooperación financiera y ello produjo un deterioro de los términos de intercambio y el descenso de los precios de las materias primas respecto a los productos manufacturados. En un contexto de escasez de crédito, el resultado para los países periféricos fue la pérdida de reservas y la depreciación del tipo de cambio. Ellos adoptaron dos tipos de política: la pasiva y la activa. La pasividad fue el mantenimiento de la ortodoxia monetaria y cambiaria con respecto a los países centrales, y fue realizado por países pequeños con alta dependencia del mercado. Las políticas activas fueron modificar el tipo de cambio, controlar las importaciones, intervencionismo estatal e industrialización por sustitución de importaciones. América Latina: La crisis se inició hacia 1931. La región era un mercado abierto, eminentemente exportador de materias primas y dependiente de las importaciones de productos elaborados. Fue de los más afectados en el planeta, debido a la brusca caída del precio de los productos latinoamericanos, que tenían su principal mercado en EEUU (desde la 1ª Guerra Mundial y las consiguientes dificultades del transporte marítimo británico). Así, el café brasileño, el azúcar cubano, el algodón peruano, el petróleo y los cereales venezolanos, el cacao ecuatoriano y el salitre chileno (ya presionado por la introducción de abonos sintéticos), que venían teniendo problemas desde hacía un par de años, fueron especialmente castigados en el nuevo escenario económico. La crisis, por lo mismo movilizó enormes masas pauperizadas, que abandonaron los centros de producción de materias primas exportables en el campo y las zonas mineras (donde tradicionalmente ya vivían en condiciones difíciles), para buscar algún precario medio de vida en la periferia de las grandes ciudades, constituyendo precarios arrabales de gran extensión. La crisis fue un momento emblemático en el proceso local de migración del medio rural al urbano, que ha dado posterior origen a las megápolis o grandes "manchas urbanas" de América Latina. La Gran Depresión, en el ámbito monetario, obligó a todos los países de la región a abandonar el patrón oro y -especialmente en Sudamérica- significó la declinación final de la libra esterlina como divisa de referencia. Por otra parte, y en consonancia con la teoría keynesiana, impulsó un fortalecimiento del rol estatal en la economía, el fomento oficial a la industria local y la política de sustitución de importaciones. El hundimiento del comercio internacional Uno de los factores de propagación de la crisis fue el hundimiento brutal del comercio internacional, que llegó a perder dos terceras partes del valor alcanzado en 1929. Este descalabro del comercio trasladó los efectos de la crisis hasta aquellos países que tenían sus economías abiertas al exterior. El mismo se prolongó durante largo tiempo. En 1938 el valor del comercio mundial se situaba todavía por debajo de la mitad del nivel del año 1929. La razón del mantenimiento de la caída fue la adopción generalizada de políticas comerciales proteccionistas encabezadas por EEUU y Gran Bretaña, que desencadenaron una guerra comercial que junto con la caída de la demanda por la depresión, redujo el comercio mundial. Durante la década se tomaron diversas medidas: 1) Control de cambios: diferentes formas de restricciones sobre las transacciones privadas de divisas extranjeras. Los gobiernos le exigieron a los exportadores las divisas recibidas por sus ventas, entregándoselas a los importadores como pago de sus compras. En ambas operaciones el precio era fijado por el gobierno. Esto produjo aislamiento y favoreció el desarrollo de industrias internas al limitar la entrada de mercaderías. 2) Acuerdos bilaterales: buscaban el equilibrio entre las cuentas mutuas de dos países que querían mantener alto el nivel de comercio sin movilizar oro ni divisas. Como los acuerdos de compensación que consistía en una forma moderna de trueque en los cuales no era necesario ningún tipo de movimiento monetario. Otro tipo de acuerdo bilateral era el clearing, que consistía en abrir una cuenta en cada país a través de los cuales se efectuaban los pagos por exportación e importación. Alemania fue uno de los que utilizó estos dos tipos de acuerdos. Finalmente, los acuerdos de pagos, que se establecían entre países con tipo de cambio fijo y los países con controles de cambio buscaron resolver los problemas de deudas congeladas e intereses impagos de los últimos países; fueron utilizados preferentemente por Gran Bretaña. 3) Aranceles al comercio: las tarifas fueron el mayor obstáculo para el intercambio internacional de bienes. Incluso Gran Bretaña, país con fuerte tradición liberal, aprobó una ley de derechos de importación que imponía una tasa del 10% sobre todas las importaciones fuera de la Commonwealth. El colapso en el que se encontraba la economía en 1932 extendió la idea de que era necesaria la colaboración internacional para combatir la crisis comercial y financiera. Por esa razón se convocó a la Conferencia económica mundial en 1933. Pero como EEUU había salido del patrón oro, convirtiendo al dólar en una moneda fluctuante, la reunión se clausuró sin ningún éxito. Tres años después, con el dólar estabilizado se produjeron nuevos intentos de cooperación internacional como el acuerdo tripartito entre Francia, Gran Bretaña y EEUU con el objetivo de regular los tipos de cambio, igual que el de la Cuenca del Danubio en el cual Hungría, Rumania, Bulgaria y Yugoslavia concedieron preferencias arancelarias a sus productos. Pero el pacto más famoso fue el realizado por los países de la Commonwealth en la Conferencia de Ottawa en 1932, donde se acordó un sistema de preferencias mutuas para las importaciones entre sus miembros. El papel del keynesianismo John Maynard Keynes, economista británico, considerado como uno de los más influyentes del siglo XX, cuyas ideas tuvieron una fuerte repercusión en las teorías y políticas económicas. La crisis tuvo profundas repercusiones en el universo de la teoría general. La caída de la producción y la prolongación en el tiempo de altas tasas de desocupación pusieron en duda las concepciones clásicas que sostenían que los desajustes ocasionados por las variaciones de la actividad económica serían superados a partir del libre funcionamiento de las fuerzas de mercado, como había ocurrido en la 1ª crisis de 1873-1896. Pero en la crisis del 30 surgieron posturas heterodoxas que recomendaban una política activa frente a la depresión, la más importante es el Keynesianismo, teoría económica plasmada en la obra “Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero”, publicada en 1936 y está basada en el estímulo de la economía en épocas de crisis. Sus dos aspectos principales son: 1. Los fenómenos deben ser contemplados desde una perspectiva global y macroeconómica; y 2. El Estado ocupa un lugar significativo dentro del sistema económico. Keynes refutaba la teoría clásica de acuerdo a la cual la economía se regula por sí sola y tiende automáticamente al pleno uso de los factores productivos o medios de producción (incluyendo el capital y trabajo). Keynes postuló que el equilibrio al que teóricamente tiende el libre mercado, depende de otros factores y no conlleva necesariamente al pleno empleo de los medios de producción, es decir, que los postulados básicos de Smith, Ricardo, etc., dependen de una premisa que no es necesariamente correcta o "general". Porque si los empresarios reducen los salarios en una situación de desempleo, el flujo de la capacidad adquisitiva (es decir, la demanda agregada) disminuye paralelamente con la baja de los sueldos. La contracción de la demanda afectará por tanto a los empresarios y aumentará el desempleo. No puede esperarse en este supuesto una reacción espontánea de fuerzas que corrigieran la situación, pues el equilibrio con desempleo y menos producción puede ser permanente. Así Keynes postuló que la posición de Smith, Say o Ricardo, sobre el equilibrio de la oferta y la demanda, sería correspondiente a un caso "especial" o excepcional, en tanto que la teoría debería referirse al proceso "general" y a los factores que determinan la tasa de empleo en la realidad. En consecuencia llamó a su proposición "Teoría general". Y que de no haber inversión privada, es el Estado el que debe intervenir para elevar el nivel de la inversión, incrementando el gasto público para recuperar la demanda. Esto corresponde a una política económica anti-cíclica, que se traduce necesariamente en un aumento del déficit fiscal en momentos de crisis para lograr reactivar la economía. La teoría keynesiana se centró en el análisis de las causas y consecuencias de las variaciones de la demanda agregada y sus relaciones con el nivel de empleo y de ingresos. El interés final de Keynes fue intentar dotar a las instituciones nacionales o internacionales de poder para controlar la economía en las épocas de recesión o crisis. Este control se ejerce mediante el gasto presupuestario del Estado, política que se llamó “política fiscal”. La justificación económica para actuar de esta manera parte, sobre todo, del efecto multiplicador que, según Keynes, se produce ante un incremento en la demanda agregada. Pero todo esto se produjo porque la FED intervino indebidamente, reduciendo la oferta monetaria y subiendo los tipos de interés, lo que provocó la recesión. Es decir, la situación era coyuntural más no estructural. La recuperación en Estados Unidos El primer New Deal La política económica llevada a cabo por Roosevelt en el primer New Deal de 1933, estuvo basado en cuatro tipos de medidas: 1. Financieras: Ayuda a los bancos mediante una participación en su capital. Devaluación del dólar, con el objetivo de crear inflación que a su vez estimule la economía. 2. Agrícolas: Estimuló del descenso de la producción pagando a los agricultores una indemnización por dejar de producir. El objetivo era que los precios aumentaran. 3. Industriales: Se promovió el aumento de salarios. Disminución de las horas de trabajo. 4. Sociales: Se llevan a cabo grandes inversiones en obras públicas. Se promueven medidas de protección social que aseguran el poder adquisitivo de la población, el objetivo es que aumente el consumo. Estas medidas crearon nuevos organismos encargados de llevar a cabo estas medidas. El New Deal, había sido elaborado durante la carrera presidencial por un grupo de intelectuales, que Roosevelt reunió en torno suyo, conocidos como el “Brains Trust”. El problema más importante para Roosevelt era la quiebra casi total del sistema bancario, a tal punto que era imposible cobrar un cheque. La producción industrial, por su parte, había tocado fondo en 1932. La crisis bancaria era esencialmente de confianza y pudo ser solucionada fácilmente. En un discurso radial, Roosevelt informó la población sobre la reapertura de los bancos incitando a depositar ya que no se corrían más riesgos, por lo que varios individuos volvieron a depositar. La recuperación de los bancos no fue más que el preludio de una revisión a fondo del sistema financiero, gravemente distorsionado desde 1929 por la contracción del crédito, el incremento de las deudas y el impago de las hipotecas. Otro problema importante en 1933 era el desempleo. La primera medida adoptada en este terreno fue la creación de campamentos de trabajo donde los desempleados realizaban tareas de conservación de parques naturales y otros espacios verdes. Si bien el Gobierno federal encaró la realización de obras públicas, estas no llegaron a compensar la enorme reducción experimentada por el gasto a nivel estatal y municipal. El New Deal nunca dispuso de un programa concreto para bajar la desocupación mediante obras públicas ya que se carecían de proyectos de antemano y la planificación requería tiempo. Los proyectos debían autofinanciarse lo que hacía difícil su elaboración. El New Deal no pudo disminuir considerablemente el desempleo, porque los trabajos otorgados eran precarios al tratarse de obras públicas que por su propia naturaleza no duraban mucho tiempo. El New Deal se enfrentó constantemente al dilema de emplear el dinero en aliviar el sufrimiento actual o en estimular la economía para el futuro y gran parte de las inversiones del New Deal procedían de los impuestos, ya que de otro modo, el gobierno federal tendría que haber aceptado un déficit presupuestal. Esto significaba que una parte del dinero destinado a pagar el sueldo de los nuevos empleados se deducía del salario del que disfrutaba de un empleo. Esto comprueba que Roosevelt desconocía de fondo las medidas recomendadas por Keynes ya que éste indicaba que el aumento de gasto, y en consecuencia, del déficit era algo positivo en épocas de crisis. Otro problema grave era el bajo y permanente nivel de las rentas agrícolas. Era necesario aumentar los precios y ello se conseguía disminuyendo la producción agraria. Para lograrlo, se concedían primas a aquellos agricultores que deseaban producir menos. Esto implicaba que al menos una parte del costo recayera sobre el consumidor, que en algunos casos estaba en la miseria si se trataba del proletariado de las grandes urbes. Sin embargo, el aumento del nivel de vida de los agricultores significaba más dinero, más demanda y más empleo. Igualmente, estas medidas no lograron disminuir la producción y gran parte de los subsidios se utilizaron para la compra de fertilizantes lo que aumentó la productividad. Otra medida para aumentar los precios fue la devaluación del dólar pero tampoco tuvo éxito. Lo que sí logró aumentar los precios agrícolas fue la severa sequía que azotó la zona Oeste a lo largo de la década. El segundo New Deal Se implementó en el segundo mandato de Roosevelt y consistió en: 1) La promulgación de una ley sobre la vivienda; 2) La puesta en marcha de la seguridad social; 3) La creación de organismos de planificación regional; 4) El respaldo a los sindicatos; y 5) Un sistema fiscal más progresivo con impuestos más elevados a los ingresos y a la riqueza. Pero las consecuencias de las nuevas imposiciones a los ricos fueron insignificantes y no hubo tal redistribución de la riqueza. En 1929 las constituciones de sindicatos en forma irrestricta. Las empresas tuvieron que aceptar la libertad de sindicación de sus empleados. Se logró la sindicalización de los trabajadores de las industrias de producción en masa; todos los empleados, cualquiera sea su calificación, debían integrarse a un mismo sindicato industrial en tanto el gobierno federal los emplearía como "correas de transmisión" de las normas estatales sobre asuntos laborales. En estas circunstancias, el gobierno cometió un grave error económico que retrasó dos años la recuperación. En 1936, el ritmo de expansión era acelerado y los precios subieron rápidamente. Temiendo un auge especulativo, Roosevelt puso fin al déficit presupuestario y al año siguiente la economía se sumió a una depresión que no sufría ningún otro país y aumentó el desempleo. Tan pronto como el gobierno redujo los gastos, los empresarios perdieron la confianza y dejaron de invertir. Roosevelt seguía sin entender la política fiscal, pensaba que era la obra pública y no el déficit presupuestario lo que promovía el empleo. Los gastos federales aumentaron en 1938 pero la hostilidad hacia el New Deal había aumentado. A medida que el desempleo se prolongaba, crecía la impopularidad de Roosevelt. Si bien se dice que el segundo New Deal fue un ‘giro a la izquierda’, no era en absoluto hostil a los empresarios, lo que hizo fue poner al burócrata donde había fracasado el hombre de negocios hasta que la empresa privada pudiera florecer de nuevo. Por haber sabido evitar una solución más radical fue el salvador del capitalismo. El efecto más perdurable del New Deal fue aumentar el poder del gobierno federal y del presidente en particular: se redujo el poder de los Estados y el presidente y su gabinete sustituyeron al congreso como principal fuente legislativa. La sociedad estadounidense experimentó una profunda transformación debido al incremento del poder federal y presidencial sobre la economía. Es por eso que el auténtico legado del New Deal fue revolucionar las expectativas. La 2ª Guerra Mundial En los albores del ingreso de los Estados Unidos en la 2ª Guerra Mundial, doce años después del fatídico 24 de octubre de 1929, el gasto federal equivalía al 10% del PIB de EEUU. De una fuerza laboral de 56 millones de trabajadores, el gobierno federal empleaba a cerca de 1,3 millones, el 2,2% en trabajos civiles y militares regulares y a otros 3,3 millones (5,9%) en programas de emergencia de alivio laboral. Otros 10 millones, que representaban el 17% de la población activa, aún estaban desempleados. La deuda nacional había crecido a casi 40 mil millones de dólares. Las medidas restrictivas que la administración Roosevelt realizó sobre el comercio, la propiedad y la libre empresa provocaron que el capital necesario para reactivar la economía fuera gravado con impuestos y forzado a pasar a la economía sumergida. Cuando EEUU entró en la 2ª Guerra Mundial, en 1941, Roosevelt intentó cambiar la agenda económica con el resultado de que gran parte de esos capitales se canalizaron a través de la industria bélica en lugar de destinarse a la producción de bienes de consumo. Desde 1940 la 2ª Guerra Mundial ya producía una gran demanda de los productos estadounidenses. En un principio EEUU sólo iba a intervenir en la guerra como proveedor de productos de guerra a los países aliados (Gran Bretaña y Francia). Esto hizo que el desempleo se redujera porque se revitalizó la industria. Dado que EEUU no había sido atacado no podía intervenir de manera activa en la guerra, pero con el ataque Japonés a Pearl Harbor entra de lleno en todos los frentes. Durante la guerra al presidente Roosevelt se le concedieron poderes extraordinarios. Esto le dio poder para organizar un nuevo aparato administrativo y movilizar a la comunidad científica para la guerra. Con ello se fue construyendo lo que va a ser la economía de la posguerra.