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El materialismo histórico. El marxismo se extiende sobre tres planos complementarios: a) una teoría económica; b) una concepción del universo y de la vida; y c) una filosofía de la historia. Engels, que fue el primer marxista, denominará a la filosofía de la historia con el nombre de «materialismo histórico», diferenciándolo de aquella teoría más amplia referida el conjunto de la realidad (que Engels desarrolla por su cuenta partiendo de Marx) y que llamará «materialismo dialéctico». En los dos casos se trata de una concepción materialista, que niega, primero, que la racionalidad de lo real suponga el desarrollo de espíritu alguno (el espíritu no existe, es una idea puramente metafísica e irreal), y segundo, niega que la historia sea una colección de hechos arbitrarios. La historia discurre según leyes deterministas, que el hombre puede conocer. Los modos de producción. La condición fundamental de la historia es la producción de los bienes materiales para la supervivencia: toda la historia no puede sino obedecer a este principio elemental. Los hombres dependen, en las diferentes épocas históricas, no sólo de lo que producen sino también del modo específico de producción. A lo largo de la historia hemos visto aparecer distintos modos de producción: 1º) régimen de propiedad colectiva primitivo (comunismo primitivo); 2º) modo de producción asiática (aparece un modelo de propiedad privada donde todas las tierras y todos los súbditos son propiedad de un monarca despótico); 3º) modo de producción esclavista, correspondiente a las sociedades de Grecia y de Roma; 4º) modo de producción feudal, 5º) modo de producción burgués o capitalista, que se despliega con fuerza desde la sociedad feudal. El modo de producción capitalista es el último modo de producción, que ha llegado a su máxima expansión en el siglo XIX, y, según los análisis de Marx ha de ser sustituido por un modo de producción definitivo, que supere las contradicciones de la lucha de clases inherente al capitalismo, modo de producción que liberará al hombre de la alienación en que se halla y hará posible que, dejando atrás la atroz prehistoria de la humanidad, una nueva historia dé comienzo: el modo de producción de la sociedad socialista o comunismo, donde el principio regidor pasará a ser: «de cada uno según sus posibilidades a cada uno según sus necesidades». Fuerzas productivas y relaciones de producción. En el proceso de producción intervienen varios factores fundamentales: las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Las fuerzas productivas comprende tanto a) los medios de producción: objetos sobre los que se trabaja y medios de trabajo (instrumentos, máquinas, transportes, tierras, etc.); b) la fuerza de trabajo o energía humana empleada (donde se incluyen las habilidades y la preparación del obrero); y c) el producto. Al trabajar y producir los hombres contraen entre sí un conjunto de relaciones de producción. Éstas no son estáticas, sino que se derivan del desarrollo histórico concreto de las fuerzas productivas y son la base de la historia y de la organización social. «Los hombres no eligen libremente sus relaciones sociales, sino que éstas vienen condicionadas por las fuerzas de producción existentes». Las relaciones de producción tienen que ver con el régimen de propiedad dominante, con la división entre propietarios de los medios de producción y asalariados, con la diferenciación de las clases y, sobre todo, con algún tipo concreto de división del trabajo. La división social del trabajo es la base sobre la que se ha edificado la propiedad privada, las diferencias de clase, el poder del Estado y la alienación del hombre. La estructura de los modos de producción. Infraestructura y superestructura. Las fuerzas productivas y las relaciones de producción forman la estructura económica de la sociedad. Esta estructura económica es la base o infraestructura sobre la que se levanta toda una superestructura jurídica, política, religiosa, moral y, en general, ideológica y espiritual. La superestructura no es más que un reflejo de lo que impone la estructura económica y está totalmente condicionada por ella. Dentro de la superestructura podemos distinguir dos niveles: la superestructura jurídico-política y la superestructura ideológica. La primera está formada por el conjunto de normas, leyes e instituciones que reglamentan el funcionamiento de la sociedad. Estas instituciones vienen aseguradas por el aparato del Estado, el cual acomete una doble función: organizativa y administrativa de la sociedad y, en segundo lugar, una función represiva o de dominación por la que mantiene coercitivamente las condiciones de dominio de la clase dominante. De ahí que lejos de ser el instrumento de coordinación entre los conflictos sociales, como afirmaba Hegel, sea la suprema manifestación de la explotación del hombre por el hombre y de la dominación de una clase hegemónica sobre las demás. La superestructura ideológica tiene que ver con la producción espiritual de una sociedad, con sus ideas morales, religiosas, estéticas, filosóficas... que trasmiten una visión de la realidad impuesta por la clase dominante y moldean así las conductas individuales plegándolas al papel que han de desempeñar en la sociedad. Por ejemplo, la religión permite la preservación de las relaciones económico-sociales existentes, haciéndolas aceptar como voluntad de Dios, o como deber moral. «La religión es el opio del pueblo». Por esto, el término ideología tiene en Marx un sentido negativo porque no proporciona un adecuado conocimiento de la realidad social sino un conocimiento falseado, deformado, presentando el interés particular de una clase como el interés general de la sociedad. La estructura económica tiene siempre primacía sobre la superestructura hasta el punto de que determina su comportamiento. Se daría así pues una especie de determinismo económico, pero al hombre le cabe la posibilidad de comprender las leyes de funcionamiento histórico de la economía y esperar a que se den las condiciones para llevar a cabo una revolución del modo de producción capitalista; para ello es preciso que el proletariado se arme con una conciencia de clase y que llegue a entender su protagonismo en el cambio social. Entonces esta ideología de clase sí llegará a tener una resonancia en la conducción del cambio del modo de producción, cambio que no podrá ejecutarse no obstante hasta que no se den todas las condiciones necesarias, es decir, hasta que las contradicciones del sistema capitalista se hayan agudizado tanto que ya no pueda rearmarse contra las fuerzas del trabajo organizadas para la revolución. La Lucha de clases. Para Marx el motor de la historia se mueve por las contradicciones que operan entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, que se manifiestan en la lucha de clases, que puede ser bien latente o bien manifiesta según el nivel de desarrollo de ambos factores. Lo que posibilita el paso de una forma social a otra es una revolución social. La historia experimenta épocas de cambio brusco, de rupturas en las que se revelan de forma violenta las contradicciones acumuladas en una sociedad: son las revoluciones. Éstas son favorecidas por una serie de condiciones objetivas que las hacen posibles, aunque siempre es necesario que haya una clase social que tome conciencia de estas condiciones objetivas y realice la revolución. Las condiciones objetivas que favorecen la revolución social radican en la estructura económica, base de todos los fenómenos sociales: el desarrollo de las «fuerzas productivas» de una sociedad acaba siempre rebasando el estrecho marco en que las antiguas «relaciones de producción» y «relaciones de propiedad» y entran en contradicción con ellas. Esta contradicción sólo puede resolverse disolviendo las antiguas «relaciones de producción» y creando otras nuevas que respondan mejor al nuevo grado de desarrollo de las «fuerzas productivas». Todo modo de producción desarrolla por sí mismo las fuerzas que le permiten superar esta contradicción, pues, como consecuencia de la división del trabajo y del régimen de propiedad existente, surge una clase social menos favorecida y que es la que hará la revolución contra la clase dominante: es la lucha de clases, que se da tanto a nivel económico como político e ideológico. La nueva clase presenta sus intereses como los de la sociedad en general e instaura un nuevo régimen económico-social y, en consecuencia, una nueva superestructura ideológica. «La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases»: es la que permite la sucesión de las formaciones sociales que nos presenta la historia. Marx reduce todo conflicto que aparece en la sociedad a la lucha de clases que se está llevando a cabo. El modo de producción capitalista y la revolución del proletariado. Marx analiza sobre todo la aparición de la sociedad burguesa a partir del modo de producción feudal y su superación por la socialista debido a sus contradicciones internas. Las principales contradicciones del capitalismo son: 1) Con el capitalismo, la producción individual característica de la sociedad feudal (artesanos y pequeños labradores) basada en la propiedad privada del trabajador sobre sus medios de producción, fue siendo sustituida progresivamente por una producción colectiva (manufacturas, grandes fábricas, industrias) pero sin embargo la propiedad de los medios de producción continúa siendo privada. A pesar de ser un resultado del trabajo colectivo, la mercancía se convierte en propiedad privada del propietario de los medios de producción. La contradicción interna del modo de producción capitalista entre la producción social y la apropiación capitalista produce de forma inevitable el antagonismo entre el proletariado y la burguesía. 2) Las características del capitalismo conducen a situaciones y conflictos contradictorios. Predomina la anarquía en la producción social: no se sabe ni qué artículos ni qué cantidad son necesarios..., y se impone la ley de la competencia, de la oferta y la demanda. 3) El perfeccionamiento de la maquinaria da paso a «obreros disponibles», es decir, al paro, y aparece mano de obra muy barata, peores condiciones de trabajo, creciente explotación y miseria en el proletariado. 4) Se desencadena una superproducción que al estancar productos sin salida da lugar a las crisis económicas típicas del capitalismo; crisis que se convierten en periódicas, pues no pueden solucionarse sin extender los mercados, y por tanto, preparando otras crisis más extensas, mundiales, de mayores proporciones. El sistema capitalista genera, según Marx, contradicciones que le llevan a su ruina. Es el propio capitalismo el que crea la fuerza capaz de suprimirlo: el proletariado, cuya miseria y explotación le hace cobrar conciencia de la necesidad de revolucionar el modo de producción existente. Lo que el «socialismo científico» de Marx y Engels pretende es infundir al proletariado, a la clase llamada a hacer esta revolución, la conciencia de las condiciones históricas y de la naturaleza de su propia acción protagonista. La solución para que encaje el modo de producción social con su forma de apropiación capitalista no es otra que el comunismo, es decir, el reconocimiento del carácter social de las fuerzas productivas y, por tanto, la armonización de ambas partes del proceso: el modo de producción (social) y la forma de apropiación (privada). Para ello no cabe más camino que la toma del poder por parte del proletariado, instaurando así la «revolución del proletariado», la cual, desde el poder del Estado, irá destruyendo las condiciones del régimen capitalista de producción: la división social del trabajo, la propiedad privada de los medios de producción y la anarquía económica, que se combatirá con la planificación social de la economía. Estas medidas acabarán también con la división en clases y las luchas de clases y, en fin, con el propio Estado, que se extinguirá progresivamente como algo innecesario. La «dictadura del proletariado» es sólo una fase transitoria hacia la sociedad sin clases, en la que el régimen de producción está al servicio del hombre y no el hombre al servicio del régimen de producción. Una sociedad que permita el «despliegue de las fuerzas humanas que se considera como fin en sí mismo».