Download El linfoma digestivo de células pequeñas y la enteritis - Inicio
Document related concepts
no text concepts found
Transcript
Linfoma digestivo y enteritis linfoplasmocitaria en gatos.Desafío diagnóstico. Antonio Paniagua Flamenco; Beatriz Agulla Pérez Departamento de Medicina y Cirugía Animal. Facultad de Veterinaria. UCM. Avda. Puerta de Hierro s/n, 28040 Madrid. apaniv91@gmail.com, beatriz.agulla.ba@gmail.com Dra. Elena Martínez de Merlo; Dr. Fernando Rodríguez Franco Dpto. Medicina y Cirugía Animal. Facultad de Veterinaria. UCM. Avda. Puerta de Hierro s/n, 28040 Madrid. emerlo@vet.ucm.es, ferdiges@vet.ucm.es Palabras clave: Veterinaria, linfoma, digestivo, intestino, enteritis, linfoplasmocitaria. INTRODUCCIÓN El linfoma es la neoplasia más frecuente en el gato, alcanzando el 30% de las neoplasias totales en este animal y el 90% de las neoplasias hematopoyéticas. Se trata de un conjunto de enfermedades caracterizadas por la proliferación de células linfoides atípicas. La localización del infiltrado de células linfoides neoplásicas determinara su presentación clínica. Existen varias presentaciones clínicas de linfoma (multicéntrica, mediastínica, ocular…); la presentación digestiva es la más frecuente en gatos de edad media o avanzada, negativos al virus de la leucemia felina, sin que se haya descrito predisposición de raza o de sexo. Generalmente, afecta al intestino delgado, concretamente en yeyuno e íleon, bien de forma focal como difusa. Existe la posibilidad de afectación concurrente en otros órganos abdominales como el hígado o los ganglios mesentéricos. Habitualmente, cursa con signos digestivos: vómitos, diarrea, anorexia, pérdida de peso, aunque también están descritos otros signos como apatía, depresión, mal pelaje o deshidratación. Desde el punto de vista histológico, los linfomas digestivos se diferencian en función del tamaño de las células linfoides neoplásicas, lo que se relaciona con la gravedad del cuadro clínico. El linfoma de bajo grado o linfoma de células pequeñas se caracteriza por una infiltración, generalmente difusa, de la pared intestinal, constituida principalmente por linfocitos neoplásicos maduros, difícilmente diferenciables de una población linfocítica normal. La mayoría de los casos se corresponden con fenotipo T. En el linfoma de alto grado o de células grandes, que tiene un desarrollo más agresivo, la infiltración neoplásica se produce por linfoblastos inmaduros, de mayor tamaño que los linfocitos normales, en este caso, el fenotipo suele corresponder con linfocitos B. 1 La enteritis linfoplasmocitaria es un transtorno inflamatorio intestinal crónico caraterizado por la infiltración difusa de linfocitos y células plasmáticas en la lámina propia del intestino delgado. Suele presentarse en gatos de edad media, aunque puede aparecer en más jovenes. Se ha descrito cierta predisposición racial (siameses y otras razas asiáticas), aunque cualquier raza puede verse afectada. Es una patología idiopática, de base inmunomediada. Las últimas investigaciones sugieren que es el resultado de una compleja interación entre el sistema inmune de la mucosa y los microorganismos intestinales, en un huésped genéticamente susceptible. Diversos factores medioambientales (dieta, enteropatógenos, fármacos, etc.) pueden provocar el inicio de la inflamación o la reactivación de la misma (brotes de la enfermedad). Los signos clínicos habituales son anorexia, pérdida de peso, vómitos y diarrea, consecuencia del infiltrado inflamatorio, que altera la absorción y la presión osmótica a nivel intestinal. El hecho de que ambas patologías cursen con un cuadro clinico similar obliga a seguir un protocolo diagnostico estricto, descartando otras causas de inflamación. Dicho protocolo incluye: Anamnesis minuciosa y exploracion física para determinar posibles causas de la afección digestiva. Análisis coprológico seriado, cultivos fecales o PCR para descartar la presencia de enteropatógenos. Analitica sanguínea y urianalisis para descartar patologías sistémicas y caracterizar el problema digestivo. Ecografía abdominal para evidenciar alteraciones que puedan orientar el diagnóstico. Finalmente el diagnóstico se alcanza mediante el estudio histopatológico de la mucosa intestinal; la toma de biopsia puede realizarse mediante endoscopia digestiva superior o laparotomía exploratoria. CASOS CLÍNICOS Para el desarrollo de este trabajo se ha realizado una revisión de dos casos clínicos de pacientes del Hospital Clínico Veterinario Complutense (HCVC) que presentaban un cuadro clínico compatible con las enfermedades objeto de estudio. El primero de los casos es un gato macho de raza siamés de 13 años de edad con antecedentes de bronquitis crónica y asma felina desde el año 2008. En marzo de 2011 acude al HCVC con un cuadro de vómitos, diarrea, anorexia y pérdida de peso de 20 días de evolución. El segundo caso es una gata castrada de 11 años de raza Común Europea que acude al HCVC en octubre de 2012 por un cuadro de vómitos crónicos de varios años de duración. La anamnesis revela vómitos diarios, casi siempre con contenido alimenticio, cierta apatía pero mantenimiento del apetito. A ambos pacientes se les realiza una exploración física completa, que no revela ninguna alteración. También se efectúa una analítica sanguínea y un análisis 2 coprológico seriado, ambos sin hallazgos patológicos. Debido a la ineficacia del tratamiento sintomático se opta por una ecografía de abdomen, con estos hallazgos: Caso 1: Se observan algunos segmentos del yeyuno con engrosamiento de la pared y pérdida de la arquitectura de capas. También se observan asas intestinales dilatadas y parénquima pancreático hipoecogénico, hallazgos compatibles con triaditis o con enfermedad inflamatoria o neoplásica intestinal. Caso 2: Se observa un engrosamiento moderado de la pared gástrica compatible con gastropatía inespecífica. En ambos casos se establece un tratamiento sintomático y en el segundo caso se prescribe una dieta hipoalergénica con proteínas hidrolizadas. Ante la ausencia de remisión de los signos clínicos, se recomienda realizar en ambos casos una endoscopia digestiva superior con toma de biopsias, durante esta prueba se observa en ambos animales un marcado engrosamiento de la mucosa duodenal, con erosiones y sangrado activo en el primer paciente. En el primer caso, el estudio histopatológico determina la presencia de un linfoma de células pequeñas (linfoma linfoblástico-linfocítico epiteliotrópico) duodenal. Alcanzado el diagnóstico, se inicia el tratamiento específico mediante un protocolo de quimioterapia: Clorambucilo oral, a una dosis de 27 mg/m2cada dos semanas (el protocolo indica emplear una dosis de 20-30 mg/m2). Prednisona oral, comenzando con una dosis de 1,5 mg/kg cada 24h, y disminuyendo progresivamente hasta 0,75 mg/kg cada 48h. Desde el inicio del tratamiento, el paciente responde adecuadamente, sin evidenciarse signos clínicos o ecográficos de enfermedad (respuesta completa al tratamiento) durante 39 meses, al cabo de los cuales se diagnostica una diabetes mellitus que exige la retirada de los corticoides. A pesar del tratamiento instaurado, el estado clínico se deteriora en los siguientes cuatro meses, por lo que se opta por realizar la eutanasia humanitaria. El estudio histopatológico de las muestras del segundo caso revela la presencia de una duodenitis linfoplasmocitaria crónica activada. Tras conocer el diagnóstico, se mantiene la dieta prescrita (de alta digestibilidad, baja en grasa y en fibra para reducir la presión osmótica de la luz intestinal y acelerar el vaciado gástrico) y se añade un tratamiento farmacológico inmunosupresor. Se comenzó con metronidazol por su efecto inmunomodulador (además su efecto antiprotozooario) a una dosis de 15 mg/kg cada 12 horas durante 21 días. Aunque se observa una mejoría, a los 3 meses se produce una recaída, por lo que se inicia tratamiento con prednisona oral a una dosis de 2 mg/kg/24 h durante 60 días. Desde el inicio del tratamiento, se aprecia una mejoría continuada, con desaparición de los signos clínicos y ganancia significativa de peso. En los siguientes 24 meses se realizan controles periódicos, y se procede a disminuir progresivamente la dosis de corticoides, comprobando que se mantiene el beneficio clínico descrito tras cada reducción. Actualmente, la paciente está 3 clínicamente estable con un tratamiento de 0,5 mg/kg de prednisona cada 5 días. El objetivo final será la eliminación completa de la corticoterapia para manejar la enfermedad únicamente con la dieta. DISCUSIÓN Los dos casos presentados mostraban un cuadro clínico digestivo en el que se aplicó un protocolo diagnóstico similar para definir la etiología de origen y poder administrar la terapia más específica. En un primer momento, las pruebas generales a las que se les sometió no arrojaron datos significativos. En la ecografía de abdomen se observaron alteraciones digestivas inespecíficas que, en ambos casos, orientaron hacia la realización de una endoscopia digestiva superior. Pese a los inconvenientes de la toma de biopsias por medio de la endoscopia digestiva (imposibilidad de llegar a tramos caudales al duodeno e incapacidad para tomar una muestra de la totalidad del grosor del intestino), se optó por realizar este procedimiento para tratar de alcanzar un diagnóstico definitivo, rechazando la alternativa de la laparotomía exploratoria (pese a ser más invasiva y costosa, las biopsias son de mayor calidad y representatividad). En ambos casos, el estudio histopatológico permitió establecer la etiología del proceso, ya que se observaron las características expuestas en la tabla 1. Linfoma digestivo de células pequeñas Infiltrado más completo de todas las capas del intestino. Marcado epiteliotropismo. Enteritis linfoplasmocitaria Infiltrado de linfocitos y células plasmáticas en la lámina propia. Atrofia de la mucosa. Infiltración más severa. Atrofia y fusión de las vellosidades sin hiperplasia de las criptas. Erosión epitelial y fibrosis. Tabla 1. Diferencias histológicas entre linfoma digestivo y enteritis linfoplasmocitaria. No obstante, en algunos casos, la imagen histopatológica de estas patologías puede ser muy similar, de forma que se requieren la utilización de técnicas más específicas para su diferenciación como son la inmunohistoquímica, que combina el estudio histopatológico con el marcaje por medio de anticuerpos de proteínas de membrana específicas de las células, lo que permite conocer si la población linfocítica es de estirpe T o B; el PARR (PCR for antigen receptor rearrangement), un tipo de PCR que, utilizando una muestra no fijada, posibilita conocer la clonalidad de la población linfoide, pudiendo ser monoclonal (indicando que se trata de un linfoma) o policlonal (sugestivo de una enfermedad inflamatoria); o la citometría de flujo, que utiliza la inmunotipificación de las células linfoides mediante marcadores celulares para distinguir la estirpe celular, el grado de maduración de esas células o la presencia de marcadores atípicos compatibles con linfoma. Aunque los pasos del protocolo diagnóstico fueron idénticos para ambos animales, el manejo terapéutico en cada uno de ellos fue diferente. El pronóstico del linfoma digestivo, con un protocolo 4 quimioterápico de clorambucilo y prednisona es bueno o muy bueno. En este caso, pese a que se produjo finalmente una incompatibilidad con el tratamiento de la diabetes, se superó la esperanza de vida media de este tipo de linfoma y no se describieron más que leves efectos secundarios durante el periodo libre de enfermedad. A su vez el pronóstico de la enteritis linfoplasmocitaria bajo tratamiento (inmunosupresor y dietético) es excelente. No obstante, al tratarse de una enfermedad inmunomediada en la que cualquier agresión sobre el tracto digestivo puede llevar a la reactivación de la enfermedad, es importante una supervisión frecuente del estado clínico del animal. En el paciente tratado no se consiguió el manejo de la enfermedad únicamente con la dieta, requiriendo tratamiento médico prolongado; sin embargo las bajas dosis de corticoides administradas en la actualidad reducen la posibilidad de efectos secundarios asociados al tratamiento. CONCLUSIÓN El linfoma digestivo de células pequeñas y la enteritis linfoplasmocitaria constituyen un desafío diagnóstico en la especie felina. Como hemos evidenciado en este trabajo, ambas enfermedades son muy similares, tanto en la presentación clínica como en el aspecto macroscópico del tejido afectado. Es necesario realizar, al menos, un diagnóstico histopatológico en muestras procedentes de las zonas afectadas para poder instaurar un tratamiento médico y/o dietético específico, ya que, como observamos en nuestros pacientes, el tratamiento sintomático no es suficiente. Es de vital importancia conseguir un diagnóstico definitivo, ya que ambas enfermedades requieren estrategias terapéuticas diferentes; no obstante, con un tratamiento adecuado, ambas enfermedades pueden controlarse (aunque no curarse) y es posible conseguir largos periodos libres de enfermedad. Es esencial someter a estos pacientes a revisiones periódicas con el fin de determinar la eficacia del tratamiento y modificarlo, si es necesario, basándose, fundamentalmente, en los signos clínicos observados, ya que otras técnicas diagnósticas no invasivas, como la ecografía, pueden no mostrar adecuadamente la evolución de la enfermedad. BIBLIOGRAFÍA - - Kiupel, M., Smedley, R.C., Pfent, C., Xie, Y., Xue, Y., Wise, A.G., et al. Diagnostic Algorithm to Differentiate Lymphoma From Inflammation in Feline Small Intestinal Biopsy Samples. Veterinary Pathology. 2011; 48 (1): 212-222. Moore, P.F. Rodriguez-Bertos, A. Kass, P.H. Feline Gastrointestinal Lymphoma: Mucosa Architecure, Immunophenotype, and Molecular Clonality. Vet Path. 2011. Norsworthy, Gary D., Fooshee Grace, Sharon, Crystal, Mitchell A., Tilley, Larry P. The Feline Patient. 4º ed. Ames: Willey Blackwell. 2011. Jergens, A.E. Feline idiopathic inflammatory bowel disease: what we know and what remains to be unraveled. J Feline Med Surg. 2012; 14 (7): 445-458. Withrow, S.; Vail, D. Small Animal Clinical Oncology. 5º ed. St Louis: Elsevier. 2012. 5