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« Apuntes para un estado de la cuestión sobre el concepto de "hegemonía" en los debates sobre la crisis del Estado en América Latina a comienzos de los setenta » Nombre del autor: Agustín Artese Correo electrónico: agustín.artese@gmail.com Pertenencia institucional: CONICET / IEALC-UBA Eje temático sugerido: Teoría política en y hacia Latinoamérica Resumen El presente trabajo busca aportar a las lecturas sobre el concepto de "hegemonía" utilizado en los análisis de los procesos de "crisis del Estado" en América Latina a comienzos de los años setenta. Hacemos referencia aquí a los procesos de crisis políticas desarrolladas en América Latina entre fines de los años sesenta y comienzos de los años setenta, entendidos como procesos de crisis en el modo de dominación con caracteres que exceden la coyuntura, apoyándose sobre el hilo del antagonismo de clase que tensiona el marco más general de reestructuración capitalista del período y que parece explicitar el agotamiento de las condiciones estructurales para la construcción de un orden político estable. En tales análisis sobre la "crisis del Estado", se acudió con recurrencia a la tematización sobre la noción gramsciana de "hegemonía" para dar cuenta de los problemas para la condensación estatal de la estabilización del conflicto en las décadas precedentes. En ese sentido, como primera indicación, observaremos que la noción de "hegemonía" aparecerá definida por su negativa. En tal marco, creemos que -como respuesta a los desafíos teóricos emergentes de su lectura de los procesos sociales estudiados- diversos autores analizaron los procesos de crisis de dominación política en América Latina produciendo interpretaciones de la formulación gramsciana de "hegemonía" no necesariamente coherentes con todas las dimensiones del concepto acuñado por Antonio Gramsci. Nuestra hipótesis es que tales formulaciones dan cuenta de especificidades de la relación entre acumulación de capital y dominación política -en particular- y del papel del Estado en general- en la región, emergiendo sintomáticamente tales problemas bajo los contenidos diferenciales atribuidos a la noción de "hegemonía" Apuntes para un estado de la cuestión sobre el concepto de "hegemonía" en los debates sobre la crisis del Estado en América Latina a comienzos de los setenta Agustín Artese1 El presente trabajo busca aportar a las lecturas sobre el concepto de "hegemonía" utilizado en los análisis de los procesos de "crisis del Estado" en América Latina a comienzos de los años setenta. Hacemos referencia aquí a los procesos de crisis políticas desarrolladas en América Latina entre fines de los años sesenta y comienzos de los años setenta, entendidos como procesos de crisis en el modo de dominación con caracteres que exceden la coyuntura, apoyándose sobre el hilo del antagonismo de clase que tensiona el marco más general de reestructuración capitalista del período y que parece explicitar el agotamiento de las condiciones estructurales para la construcción de un orden político estable. En tales análisis sobre la "crisis del Estado", se acudió con recurrencia a la tematización sobre la noción gramsciana de "hegemonía" para dar cuenta de los problemas para la condensación estatal de la estabilización del conflicto en las décadas precedentes2. En ese sentido, como primera indicación, observaremos que la noción de "hegemonía" aparecerá definida por su negativa. En tal marco, creemos que -como respuesta a los desafíos teóricos emergentes de su lectura de los procesos sociales estudiados- diversos autores analizaron los procesos de crisis de dominación política en América Latina produciendo interpretaciones de la formulación gramsciana de "hegemonía" no necesariamente coherentes con todas las dimensiones del concepto acuñado por Antonio Gramsci. Nuestra hipótesis es que tales formulaciones dan cuenta de especificidades de la 1 Agustín Artese es Licenciado en Ciencia Política (UBA), maestrando en Estudios Sociales Latinoamericanos (FSOCUBA) y doctorando en Ciencias Sociales (UBA). Becario de CONICET. Docente de la materia "Sociología Política" y del seminario "Teoría y praxis política en el pensamiento de Antonio Gramsci", ambos en la Carrera de Ciencia Política (UBA). 2 Algunos ejemplos pueden encontrarse en Lechner (2012), Portantiero (1973, 1977), Evers (1979), De Riz (1981), entre otros. 1 relación entre acumulación de capital y dominación política -en particular- y del papel del Estado en general- en la región, emergiendo sintomáticamente tales problemas bajo los contenidos diferenciales atribuidos a la noción de "hegemonía"3. En este marco, en este trabajo revisaremos brevemente dos abordajes que permitan reconstruir las lecturas sobre tales crisis. En primer lugar, la lectura de Norbert Lechner y su construcción de la crisis de hegemonía como ausencia del sentido del orden, analizando el carácter de las dictaduras militares emergidas de tal crisis. En segundo lugar, como contrapunto, revisaremos algunas hipótesis de un temprano Guillermo O'Donnell -ajeno al marco marxiano y gramsciano, al menos en la obra que aquí reseñamos- para reconocer cómo el tópico de la crisis de hegemonía fuerza su objetividad dentro de los marcos de la ciencia política "tradicional", exponiendo las contradicciones de su planteo prescriptivo. La lectura de Norbert Lechner: crisis de hegemonía, heterogeneidad estructural y determinación dependiente La búsqueda de Norbert Lechner puede caracterizarse dentro de un itinerario que, rucuperando algunos tópicos hegelianos acerca del Estado, es mediado por la lectura de Antonio Gramsci, permitiendo recuperar el problema de la eticidad hegeliana bajo las figuras de "hegemonía" y "fundación de un nuevo tipo Estado" como nombres de la instauración de un "nuevo orden". De este modo, la reflexión de Norbert Lechner en La crisis del Estado en América Latina (1977) parte de la tensión entre las figuras hegelianas del Estado real-verdadero y Estado real-existente, pensando la dominación política en América Latina como coerción desprovista de consenso, como violencia desnuda cuyo fundamento se encuentra en determinantes estructurales que dan forma y contenido a las sociedades latinoamericanas como totalidades concretas. Su diagnóstico lleva el nombre de crisis de hegemonía, entendida como ausencia del sentido del orden, como caótica competencia de racionalidades incapaces de condensarse en una praxis social homogénea que permita, al menos, suponer la existencia de una "comunidad ilusoria" en el temprano sentido 3 El presente trabajo cobra sentido dentro de un proyecto más vasto que indaga sobre el concepto de hegemonía puesto en juego, definido y desarrollado -no siempre en el mismo sentido, es decir, no necesariamente con coherencia entre su enunciación y su productividad- en los análisis sobre la recurrencia de crisis de dominación política en América Latina producidos durante la primera mitad de los años setenta. 2 marxiano. Desde su lectura, en América Latina pareciera trabado el proceso de producción de mediaciones que constituyen al Estado como sistema hegemónico, teniendo su origen aquella trabazón en la existencia de racionalidades no sólo contradictorias, sino históricamente desfasadas. Dado este esquema, cuyas líneas principales esbozaremos a continuación, según Lechner, en las sociedades latinoamericanas no hay una racionalidad social común que pudiese ser traducida en sentido del orden; el Estado está atravesado por una crisis de conjunto en tanto es incapaz de constituirse en esfera de mediación de la praxis social. Es decir, no hay producción estatalmente condensada de sentido intersubjetivo como síntesis de la razón social (Lechner, 2012:365). En un marco caracterizado por la emergencia de los “nuevos autoritarismos”, dominado por crisis políticas y reorganización de la acumulación, Lechner sostiene que el Estado autoritario fracasa sistemáticamente en sus intentos de institucionalización del conflicto, es decir, que no tiene la capacidad de generar las mediaciones necesarias para generar una institucionalidad que permita estabilizar correlaciones de fuerzas correspondientes a un período de agudización de la lucha de clases. Una hipótesis fuerte soporta esta afirmación: la racionalidad formal-burocrática de las formas tecnocráticas construidas por el Estado autoritario no es expresiva de una racionalidad material, habiendo un desfasaje entre la racionalidad de las mediaciones estatales y las racionalidades alumbradas por la dinámica social. En este marco, emerge una argumento clásico del debate marxista en las años sesenta y setenta: las formaciones económico-sociales latinoamericanas son estructuralmente heterogéneas —es decir, conviven relaciones sociales correspondientes a diferentes modos de producción— y, sobre su base fragmentaria, la razón del capital no ha logrado constituirse en racionalidad social que funde una praxis social homogénea. Sobre tal fundamento, no existiría el sustrato social sobre el cual la racionalidad formal-técnica pueda ser orgánica y, por lo tanto, instituir siquiera un orden burgués. Ante la ausencia de tal praxis social homogénea que funde un orden, es decir, ante la imposibilidad de que una clase social condense la expresividad de la sociedad en una vocación hegemónica orgánica con la totalidad, el Estado está doblemente determinado. Por un lado, debe garantizar las condiciones internas para la acumulación de capital en un marco no-hegemónico. incapaz de instituirse como una mediación que estabilice la dinámica social produciendo un orden, el Estado realmente existente en América Latina es síntoma de que "las relaciones capitalistas de producción predominan, [pero] no han homogeneizado las sociedades al punto de que la lógica del capital haya sido internalizada como la razón social" (Lechner, 2012:371). Por el otro lado, el Estado se encuentra externamente determinado, en tanto punto de anudamiento entre la acumulación de 3 capital a nivel local y el mercado mundial. En la caracterización de Lechner, estos dos niveles de determinaciones en la existencia de una crisis del Estado o crisis de hegemonía tienen nombre: heterogeneidad estructural y reproducción dependiente del mercado mundial. La tematización de la producción del orden en América Latina y su irrealizabilidad como proyecto hegemónico esconde otro problema: el carácter de las clases sociales en las formaciones sociales latinoamericanas. En la estructuración de la hipótesis de Lechner, el problema de las clases aparece difusamente tratado —aun siendo un nudo fundamental de su argumentación—, en tanto el diagnóstico de heterogeneidad estructural y la mentada ausencia de la praxis social común supondrían la constitución de una sociedad no determinada por la relación capital-trabajo. En otras palabras, el predomino de la relación social capitalista sobre otras relaciones de producción sería de una (baja) intensidad tal que el antagonismo capital-trabajo resulta disgregado en formas no clasistas de emergencia de la contradicción. La traducción "estatal" sugerida por Lechner es que, a diferencia de Europa, el Estado en América Latina no logra posicionarse como "interés general" dada la relativa autonomía que le otorga su apoyo sobre el antagonismo capital-trabajo. Es decir, la estructuración social no "puramente" capitalista de las sociedades latinoamericanas habría redundado en la no-producción de un Estado que se presente como mediación social portadora del interés general. Vacante de una estructura de clases moderna al estilo europeo, no hubiera existido fundamento para la construcción de un interés general como condensación de un proyecto histórico nacional de las clases dominantes. Es sobre aquel vacio de ligazones no-contradictorias que el Estado aparece como racionalidad vertical, como poder político no mediado, con una pretensión ordenadora de una vida social dinámica en tanto que diversa. Su ser capitalista no tiene que ver con una relación social estructurante de la sociedad local, sino que es impuesto casi desde fuera, por la inserción de los países latinoamericanos en el mercado mundial. Es decir, "la «lógica del sistema» es impuesta por el capitalismo en cuanto totalidad de dimensión mundial y tiene su motor en las regiones de mayor desarrollo de capital" (Lechner, 2012:380). En tal contexto, en términos hegelianos, el Estado no tendría capacidad para ser dotado de ningún contenido ético, sino que, por el contrario, es experimentado dentro de la pugna entre las racionalidades particulares y heterogéneas que caracterizan a su sociedad civil disgregada. Siempre en espejo a la historia europea, presentada casi normativamente, la serie argumental supone al Estado como mero aparato que anuda la estructura de dominación interna con la hegemonía impuesta desde el exterior, dado el carácter dependiente de la estructura económica. En palabras de Lechner, entonces, el problema de las diversidad de racionalidades en la producción del orden político se define externamente, en tanto 4 "es en el plano político-ideológico donde el predominio económico de los centros capitalistas de tecnología avanzada se traduce en hegemonía externa" (2012:381). Como se propuso más arriba, la pregunta por la hegemonía hace referencia a su compresión como "crisis del Estado en su conjunto", a una caracterización de no-correspondencia entre economía y política —el problema de la construcción estatal como mero aparato frente a la heterogeneidad estructural y la reproducción dependiente—, desde la doble perspectiva de la incapacidad de las clases dominantes por producir un orden —conceptualmente producido por el autor en clave prescriptivonormativa a partir de la generalización de las experiencias europeas clásicas—, así como desde la heterogeneidad de las clases dominadas que sobredetermina su capacidad para constituirse en sujeto de transformación. En palabras del autor, "el supuesto de mi hipótesis —una crisis de hegemonía— es que espacio social y espacio estatal no coinciden. No existe en América Latina (exceptuando los países del Cono Sur4) una sociedad civil relativamente homogénea, que abarque todo el territorio y relacione toda la población entre sí" (Lechner, 2012:388). En este marco, Lechner sostiene que no hay vínculo orgánico entre comunidad social y espacio estatal; tal proceso de desacompasamiento entre economía y política es leído como crisis de hegemonía. Tras la hipótesis propuesta, el reconocimiento de que "falta un modo de producción común a todos los habitantes, que entrelace los trabajos individuales y estructure integralmente las relaciones de producción, haciendo conmensurables distintas actividades" (Lechner, 2012:389). La extendida tesis sobre la yuxta y sobreposición de modos de producción actúa aquí caóticamente, determinando alternativas autoritarias. El predominio incompleto de la relación social capitalista sobre otras relaciones de producción supone, en última instancia, la existencia de la sociedad como una no-sociedad, como la co-habitación de racionalidades diversamente fundadas, suponiendo que "a falta de un elemento aglutinador, no existe una estructura social propiamente tal" (Lechner, 2012:389). La ausencia de mediaciones, en este sentido, no puede ser sino plena: ante la vacancia de una praxis social homogénea, se disuelve también el carácter expresivo de un sentido común, valores, normas y símbolos; la dominación política se organiza ante la presencia desnuda del mero poder, por la fuerza. La síntesis 4 La excepción del Cono Sur en el cuadro de la heterogeneidad estructural y la aceptación de la homogeneidad de la sociedad civil es, al menos, sugerente. Es decir, más allá del funcionamiento de los mismos condicionantes respecto de la reproducción dependiente y la existencia de una "hegemonía externa", no puede menos que ponerse en suspenso cualquier hipótesis regional que se tome la licencia de exceptuar las economías más dinámicas, una proporción geodemográfica considerable y, especialmente, experiencias políticas y sociales notoriamente significativas para la región. Reconocido el problema de la "unidad problemática" de América Latina, como propone polémicamente la fórmula de José Aricó, intentamos aquí salvar la argumentación general de Lechner en función de una apuesta por su productividad, aun a expensas del problema metodológico referido. 5 caótica es formulable en términos de ausencia de razón social y, por lo tanto, vacío en la organización del sentido del orden común, en tanto la disposición de lo social está determinada por fuera — hegemonía externa— y obstaculizada por dentro —confrontación de racionalidades irreductibles. La conclusión teórico-histórica propuesta por Lechner no puede ser otra que la ausencia de un Estado burgués en América Latina, es decir, que "en una situación de heterogeneidad estructural, el aparato estatal no logra aparecer como administrador del «interés general» en la sociedad" (Lechner, 2012:390). La hipótesis de Guillermo O'Donnell: crisis política y pretorianismo de masas La obra de Guillermo O'Donnell, Modernización y Autoritarismo (1972) que aquí reseñamos pareciera tener un propósito: la refutación parcial del esquema rígido y apriorístico de los enfoques del desarrollo, indicando cuáles de sus supuestos son correctos, así como señalando una serie de fallas constitutivas en su modo de producir conclusiones prescriptivas. En otras palabras, apoyándose sobre una parte de la hipótesis de las "teorías del desarrollo", O'Donnell está motivado por buscar cuáles elementos de la realidad argentina se oponen a ser forzados en la fórmula funcionalista, exponiendo cómo la complejización de la estratificación social originada en la industrialización sustitutiva supone la constitución de conglomerados urbanos "modernos" -en oposición a los sectores agrarios y "periféricos" o "atrasados"-, escenario fundamental de la vida política nacional de un país. Los centros urbanos, entonces, enmarcarán la realidad industrial donde se enfretarán los tres grupos sociales privilegiados en el análisis: la clase obrera organizada, la burguesía nacional mercadointernista y el capital internacionalizado, con inserción en el mundo productivo y de las finanzas, cuya presencia es presentada como un rasgo central del estatuto "modernizado" del espacio urbano, carácter medido fundamentalmente a partir del estableciento o "transplante de instituciones y roles desde las sociedades económicamente más avanzadas" (O'Donnell, 2011:45), siendo el análisis especialmente susceptible a la presencia de "roles tecnocráticos", ocupados por agentes que dotarían de racionalidad al proceso de modernización, otorgándole un contenido definido. Tales agentes, por otro lado, son presentados como el vehículo de las demandas de planes de estabilización y ajuste fiscal por parte del capital internacionalizado, definiendose su desempeño por la estructuración de "demandas políticas" que tienen al gobierno nacional como destinatario. Del mismo modo, los demás "actores políticos", decíamos la clase obrera organizada (o "sector popular urbano políticamente activado") y la burguesía nacional, también presentan demandas políticas al gobierno, entendido como comando de un Estado 6 relativamente autónomo del conflicto, como diseñador y ejecutor de políticas destinadas a resolver cuestiones sociales en una matriz político-social fundamentalmente pluralista. Esta modalidad de funcionamiento de la dinámica política se apoya sobre un supuesto: la crisis del populismo entendida en términos de la emergencia de los límites internos de su expansión, expresada en crisis de la balanza de pagos a partir de los cuellos de botella externos alcanzados por la constante demanda de importaciones industriales y la caída de la entrada de divisas profundizada por la baja productividad agraria. De este modo, la reedición del populismo es objetivamente negada por la relación paradojal entre "demandas sociales salientes" y requerimientos de la acumulación del capital: allí encuentra su límite la expansividad de la burguesía, ésta se encuentra "saturada", según la figura gramsciana. El balance de O'Donnell es claro al respecto, sosteniendo que "cuando [los populismos] terminaron dejaron una herencia que incluía la disolución de la condición populista, una estructura social profundamente modificada, líneas de conflicto más agudas y más complejas, nuevas alternativas de política pública y el desengaño de descubrir que ya había dejado de ser posible la expansión socioeconómica mediante una amplia consensual coalición" (O'Donnell, 2011:86) El diagnóstico sobre la imposibilidad de reedición del pacto populista supone la emergencia de una coalición golpista, cuyos objetivos inmediatos son la exclusión política de la clase obrera organizada, la postergación de sus demandas y el cierre de los canales electoral de participación política. Producido el golpe de Estado en 1966, sin embargo, "varios de los propósitos quedaron, al menos en el caso argentino, lejos de ser logrados" (O'Donnell, 2011:115), en función de dos problemas característicos del mapa de fuerzas que abrirá el contexto de la década posterior. Por un lado, la fortaleza relativa de los trabajadores como clase, en sus variadas expresiones organizativas, plasmada en el intenso florecimiento de experiencias de luchas clasistas en los centros industriales más dinámicos, hasta la emergencia de tendencias alternativas dentro del propio sindicalismo tradicional peronista. Por otro lado, la fractura intra burguesía industrial, entre los capitales nacionales "ineficientes" susceptibles de ser racionalizados por la políticas demandadas por los sectores más dinámicos ligados al capital internacionalizado, cuyos intereses son volcados por el autor en la construcción del tipo "rol tecnocrático". Las líneas esbozadas confluyen en el escenario que nos interesa aquí: el desborde estatal por parte de la competencia de demandas de los diferentes actores agrupados en las coaliciones populista y golpista, la constatación de la existencia, en este sentido, de un juego político "imposible" ante el fracaso de crear instituciones políticas que tengan la capacidad de mediatizar el conflicto dentro de un Estado y un 7 régimen político deficitario en representación, dada las tensiones centrífugas propias de la Unión Cívica Radical y, especialmente, la misma proscripción del peronismo. El resultado de tal reconstrucción es el reconocimiento de dos fenómenos: la existencia del propio "juego político imposible" sobre el que se acumulan contradicciones frente a las demandas irreconciliables de las dos coaliciones existentes, pulsionando para su reemplazo en un nuevo nivel; y la constatación de una dinámica efectiva de "pretorianismo de masas" -incorporado por O'Donnell a su análisis a partir de la formulación de Huntington-, como asedio constante de las demandas sobre las deficitarias capacidades estatales para concederlas, constituyendo el propio mecanismo de acumulación de contradicciones. Tal escenario "señala una brecha entre el desempeño del régimen político y de la sociedad en general, por una parte, y las demandas políticas, por la otra. Esta brecha tiende a generar acción política para cerrarla" (O'Donnell, 2011:94). Creemos que la articulación de las nociones de "situaciones de alta modernización", "régimen político excluyente", "juego político imposible" o su recuperación de "pretorianismo de masas" sirvieron como soporte para leer su propia traducción de la crisis de hegemonía abierta en 1955, allí donde el crecimiento de la fuerza relativa de la clase obrera pone en cuestión la correlación entre desarrollo capitalista y democracia burguesa. En última instancia, la lectura de O'Donnell muestra cómo la condición periférica y dependiente amplifica los obstáculos para la estabilización de la dominación. Por otro lado, la emergencia de la "crisis política" da cuenta de una irresolución permanente/constante/persistente, en forma de crisis de hegemonía o "crisis del Estado en su conjunto", visibilizada en la incapacidad estatal para consolidar un orden político, en términos de hegemonía estatalmente cristalizada, es decir, como forma rutinizada de funcionamiento de mecanismos múltiples de integración y resolución de conflictos planteados por el desafío obrero a las clases dominantes. En ese sentido, la categoría remite a la capacidad estatal -sostenida sobre una correlación de fuerzas entre clases- para desactivar el conflicto obrero a través de mecanismos institucionalizados de manera formal o informal. Bajo una concepción pluralista de la política y el Estado (también allí está funcionamiento la hipótesis del pretorianismo) el gobierno aparece escindido de los demás actores, es decir, como un actor más en la compulsa política por alcanzar al "ganador" del juego de la inflación. El problema parece reducirse por momentos a la incapacidad "subjetiva" del gobierno para producir soluciones definitivas u ordenadoras. El pretorianismo de masas se presenta, entonces, como un asedio corporativo del Estado en busca de la satisfacción de las demandas sectoriales, en el marco de una situación de empate político y de competencia (en una carrera de suma cero) por los recursos 8 asignables por el gobierno. Así, el fracaso de las instituciones democráticas es explicado por la primacía de otros canales de negociación política, no consensuales e informales; de este modo, el pretorianismo vacía el contenido de la institucionalidad democrática y termina de sancionar su inefectividad para ejercer algún tipo de mediación. En ese sentido el pretorianismo de masas parece ser justamente el funcionamiento político no hegemónico en contextos de empate. Ello podemos constatarlo a partir de los siguientes elementos: la ineficacia de la canalización institucional o traducción política estatal del conflicto social; la ausencia "reglas de juego en común", en tanto las instituciones no logran contener el conflicto abierto en mecanismo rutinizados y colectivamente reconocidos como válidos para procesar las demandas, más allá de que el establecimiento de un marco tal sea el objetivo de tornar "posible" el "juego imposible"; funcionamiento altamente corporativo de cada sector; empate entre clases y fracciones; constantes intentos de vuelco de la situación política, dada una correlación de fuerzas tan pareja como inestable; constante pulsión a la "fundación de un nuevo Estado" o a la reconstrucción del orden político sobre nuevas bases, pivoteando sobre ello la visibilización y tensión de una correlación de fuerzas específica sobre la que la represión sistemática y la "exclusión" pretenden actuar. Como resultado, la emergencia del diagnóstico de la ausencia de "orden político" o "crisis política permanente" como crisis de hegemonía. A modo de conclusión, una pregunta La lectura de las hipótesis de Lechner y O'Donnell, -uno presentando algunos rasgos típicamente gramscianos, aunque no solamente; el segundo discutiendo dentro del paradigma politológico dominante- ha permitido identificar algunos rasgos y conceptualizaciones al respecto del proceso de crisis de la dominación política que entendemos como crisis de hegemonía. En ambas argumentaciones se identifican diagnósticos similares a pesar de la diferencia de matrices y enfoques: el comienzo del problema se produce con la interrupción del crecimiento económico, poniendo en cuestión la satisfacción de las demandas que presentan las clases subalternas y el mecanismo de reproducción material de la hegemonía se trunca en su dinámica, identificado con la crisis del modelo sustitutivo y la crisis de los populismos. En esa clave, emerge una pregunta que se vincula directamente con el problema de las condiciones materiales para la producción de un orden hegemónico y que, consecuentemente, implica sus procesos de sus crisis. Allí se conjugan el problema del Estado, la especificidad de las clases en cada realidad nacional particular y los 9 márgenes para la construcción de una hegemonía en el marco de economías periféricas y dependientes, atadas a sus pendulares ciclos. Creemos, entonces, que aparece una pregunta recurrente sobre la posibilidad estabilizar el conflicto de forma hegemónica y ella supone plantear una hipótesis a desarrollar: ¿ es posible que los intentos tendencialmente hegemónicos en la periferia, aquellos que busquen integrar al trabajo a través de la incorporación de sus demandas, no puedan no ser populistas, especialmente durante la fase expansiva del ciclo económico, donde la distribución aparece posibilitada y el populismo encuentra bases objetivas sobre las cuales desarrollarse? Tal pregunta parece brindar algunas claves para leer las características de la crisis de hegemonía en los años setenta, así como también permite alumbrar en una explicación su resolución radicalmente represiva, como el modo de construir una nueva correlación de fuerzas entre clases, un prolongado período no-hegemónico y primordialmente coercitivo que sentara las bases de una nueva subordinación incuestionada. 10 Referencias bibliográficas De Riz, L. (1981). Retorno y derrumbe. El último gobierno peronista. México DF: Folios Ediciones. Evers, T. (1979). El Estado en la periferia capitalista. México DF: Siglo XXI Editores. Lechner, N. (2012). "La crisis del Estado en América Latina". En Obras I. Estado y derecho (pp. 353-455). México DF: Fondo de Cultura Económica - FLACSO. O'Donnell, G. (2011). Modernización y Autoritarismo. Buenos Aires: Prometeo Editores. Portantiero, J. C. (1973). "Clases dominantes y crisis políticas en la Argentina actual". En O. Braun (Ed.), El capitalismo argentino en crisis (pp. 73-117). Buenos Aires: Siglo XXI Editores. Portantiero, J. C. (1977). Economía y política en la crisis argentina: 1958-1973. Revista Mexicana de Sociología, 39(2 [abril - junio]), 531-565. 11