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REFLEXIÓN: “ESPACIO SOCIAL Y ESPACIO SIMBÓLICO” PIERRE BOURDIEU Presentado por: Tatiana Herrera Rodríguez FLACSO – Ecuador 14 de noviembre de 2011 En su conferencia de 1989 titulada “Espacio social y espacio simbólico”, Pierre Bourdieu articula los elementos metodológicos y teóricos que propone a lo largo de su trayectoria intelectual y haciendo una introducción de su obra La Distinción, en la cual hace un análisis de la sociedad francesa de la década de los setenta. En este sentido, el análisis relacional y generativo de las diferencias entre posiciones que ocupan los agentes en el espacio social y la elección de sus prácticas y bienes ocupa la atención del autor en este texto que explica la propuesta de su modelo. Un primer punto que hay que resaltar de esta reflexión es un elemento que menciona Bourdieu en su propuesta de análisis relacional, a saber, la toma de posición. Este elemento está en relación con las posiciones sociales y las disposiciones de los agentes. La toma de posición llama la atención en tanto que revela, en primera instancia, la posibilidad que tienen los agentes sociales de elegir dentro del universo de las prácticas sociales dependiendo del punto de vista en el que se representen el espacio social. Un espacio social es el conjunto de posiciones que coexisten pero que se diferencian por la relación entre unas y otras. Esta dinámica está dada por la distinción, que mal entendida como un valor innato, se refiere a la diferenciación entre propiedades que se relacionan entre sí. No se trata del círculo de imitación y diferenciación de las clases sociales que plantean autores como Veblen o Simmel, sino de la definición a partir de la distancia con los otros. Este espacio social se constituye por la distribución de los agentes según principios de diferenciación como el capital económico o el capital cultural, los cuales se caracterizan, a su vez, por el volumen, la estructura y el tiempo. Es a través de la categoría de habitus que se toma una posición en el espacio social. “A cada clase de posición corresponde una clase de habitus (o de aficiones) producidos por los condicionamientos sociales asociados a la condición correspondiente y, a través de estos habitus y de sus capacidades generativas, un conjunto sistemático de bienes y propiedades, unidos entre sí por una afinidad de estilo.” (1997: 19). El habitus determina el estilo de vida, esto es, un conjunto unificado que define las personas, los bienes y las prácticas que se eligen. De aquí que lo que las persones comen, visten, practican o gustan, no corresponde a una característica psicológica o innata, sino a una posición que se ocupe en el espacio social. El gusto sería entonces una condición determinada socialmente. Considerando esta concepción del espacio social, un segundo punto relevante de la reflexión es la comprensión de lo que configuraría a la sociedad en términos de estilos de vida y no de clase social. Como lo señala el autor, “el habitus es ese principio generador y 1 unificador que retraduce las características intrínsecas y relacionales de una posición en un estilo de vida unitario, es decir un conjunto unitario de elección de personas, de bienes y de prácticas.” (1997: 19). Las diferencias en las elecciones de los agentes se convierten en diferencias simbólicas o rasgos distintivos que los posicionan, a su vez, en el espacio social. Estar en un espacio es ser diferente a otro y distinguirse según una visión y división del mundo dadas por el habitus. Ahora bien, las clasificaciones que se hacen de los agentes por la posición que ocupan en el espacio social corren el riesgo de interpretarse como características intrínsecas de un grupo de agentes que están unidos por una convicción de clase. Los agentes se acercan a otros dentro del espacio social, no por una convicción consciente (lo que no implica que existan grupos formados por una decisión consciente y una meta política), sino por las afinidades en los gustos y en la cercanía por sus posiciones. En este sentido, ya no se trata de la clase social o grupo movilizado por unos objetivos comunes en el sentido de Marx, sino de una afinidad en los gustos y las elecciones que unifican un estilo de vida y diferencian de otros estilos de vida. Que los agentes ocupen posiciones cercanas en el espacio social no determina que se conviertan en una clase social movilizada. Se puede decir con esto que la lucha entre grupos es tanto política como simbólica. El terreno de los signos distintivos (comer, vestir, opinar, practicar) que ocupan el espacio de los estilos de vida define la relación con los otros. En realidad, las distancias espaciales son distancias sociales, y además, simbólicas. Por ello, el autor aboga por el análisis de las diferencias y niega la existencia de clases sociales, dejando en la virtualidad o la potencialidad la existencias de éstas en tanto no son “algo dado sino como algo que se trata de construir.” (1997: 25). Finalmente, conectando el primer punto relevante con el segundo, puede decirse que la toma de posición en el espacio social determinada por la posición que se ocupa es la posibilidad o potencialidad que tienen los agentes de luchar para conservar o transformar este espacio. Por ello dice Bourdieu que ubicarse en un punto del espacio es tener un punto de vista, una perspectiva o una representación. Algunas preguntas en torno a la lectura del texto: ¿Cómo se organizaría el espacio social que esté constituido por capitales distintos al económico o el cultural? Considerando que el gusto es social y que a cada posición corresponde una clase de habitus, es posible preguntarse ¿cuál es el margen de creatividad del agente? El cambiar de posición en el espacio ¿cambiaría el punto de vista a pesar del habitus que se carga y define el pasado, el presente y el futuro? REFERENCIAS Bourdieu, Pierre (1997). Razones prácticas. Barcelona: Anagrama. 2