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MODULO I: PARADIGMAS DE LA INFANCIA UNIDAD I TEMA 1: Concepto de Infancia Hablar de infancia en el Perú es iniciar un debate difícil y apasionante que nos llama a responder las siguientes interrogantes: ¿Qué es la infancia?, ¿Qué entendemos por infancia?, ¿Cómo se desenvuelve la infancia en un país de exclusiones tempranas?, ¿Por qué trabaja la infancia, no como parte de su educación, sino para asumir tempranas responsabilidades de los adultos frente a la situación de pobreza?, ¿Cuáles han sido las políticas económicas y sociales que las clases dirigentes en nuestros países, han aplicado para beneficiar a la infancia?, ¿Cuál ha sido y es la tarea de promoción y defensa de los derechos de la infancia, que como profesionales realizamos en nuestra práctica profesional?. Indudablemente las respuestas no agotarán las posibilidades explicativas de aquello respondido desde diferentes miradas y enfoques. Sin embargo, es imprescindible discutir en torno a aquello que nos ocupa en este Módulo, –paradigmas de infanciapara de esta manera construir una ruta crítica, que nos ayudará a conocer las visiones sobre la infancia y los contextos económicos, sociales, políticos y culturales en que se ha desarrollado el pensamiento social sobre infancia en nuestro países, en este largo devenir histórico, desde la gran fractura histórica que significó la conquista española en los siglos XV –América- y XVI1, respectivamente, seguida de la colonia y la subsiguiente república. Los pueblos andinos hicieron frente a la invasión española en 1532, en uno de los primeros choques de la historia entre Occidente y las civilizaciones no occidentales. La subsiguiente conquista y colonización hispana desgarró el rico tejido de la sociedad andina y creó un inmenso abismo entre los vencedores y vencidos que siguió reverberando a través de los siglos. Al igual que su geografía el país quedó dividido económica, social y políticamente entre una “sierra semifeudal”, mayormente ocupada por nativos americanos, y una costa más moderna, capitalista, urbana y mestiza. En la cima de la estructura social, una pequeña elite blanca llegó a dominar a la inmensa mayoría de andinos, a quienes excluyó sistemáticamente de su angosta concepción europeizada de la nación. El resultado fue una incapacidad crónica de parte del estado moderno para superar los legados del colonialismo y del subdesarrollo, que efectivamente inhiben hasta hoy la integración y la consolidación de la nación peruana. (Klarén, Peter. Nación y Sociedad en la Historia del Perú. Pág. 15) 1 En efecto, no todas las teorías sobre la infancia, son producto de un pensamiento original o pionero. Los debates existentes sobre el tema, muchas veces son desconocidos para los padres de familia, para los profesionales de las diferentes disciplinas, a pesar de que todos están intensamente involucrados con los niños, niñas y adolescentes, por ser éstos –los niños, niñas y adolescentes- los sujetos sociales de los procesos de ínter aprendizaje y de nuestra práctica cotidiana como padres de familia y profesionales. Sin embargo, el mismo hecho de que el debate siga latente y, que los problemas de la infancia en los diferentes espacios geográficos del planeta tierra, sean temas que aún no susciten el debido interés, ni de los Estados, ni de las clases dirigentes, ni de la misma sociedad civil, nos compromete a reiniciar, retomar y repensar el debate para continuar profundizando en el tema e iniciar una real y sustantiva movilización y educación ciudadana para la promoción y defensa de los derechos del niño y, conocer los paradigmas de infancia. Por tanto, la infancia no es sólo un fenómeno natural, directamente derivado del desarrollo o crecimiento físico, Es además, sobre todo, una construcción social con diferentes miradas, y surgidas en diferentes momentos históricos, y espacios geográficos. La infancia históricamente ha estado incorporada dentro de una estructura social y expresada en ciertas formas de conducta, todas ellas relacionadas con un conjunto concreto de elementos culturales. En consecuencia, hablar de la infancia a secas es un concepto vacío de contenido, que esconde tras ella diferencias y que se encuentra fuera de su contexto histórico, económico, social, político y cultural. Entonces, se hace necesario realizar un breve recorrido histórico, para entender de mejor manera su evolución, teniendo siempre presente que cada sociedad ha imaginado, interpretado y elaborado nociones sobre los diversos modos de “ser infancia”, en las representaciones sociales y, subjetividades de los seres humanos. La idea de ser niño ha sido una construcción histórica que siempre ha tenido como característica una constante marginalidad. El largo recorrido histórico se inicia con una infancia que no tenía lugar y que Jorge Domic Ruiz, ha denominado el “oscurantismo de la infancia”. Durante y después del Judaísmo y el Cristianismo la condición de ser niño empieza a ser valorada por los mensajes contenidos en la Biblia, pero esta valoración y reconocimiento no significó de ninguna manera la superación del oscurantismo para los niños. Es recién a partir del siglo XII en que se empieza a avizorar y evidenciar un interés más específico por los más pequeños y su desarrollo, por constituir ellos, –la infancia- el presente y el futuro de las sociedades, en todas las culturas y, en determinados momentos históricos. La infancia resulta ser entonces una construcción social más allá y, quizá, más que una construcción biológica. Ciertamente la infancia es también un dato biológico, pero no es sólo eso, sino que sobre todo participación activa en la vida de la comunidad, vida que es asimilada y reconstruida en una dimensión prospectiva individual. Pero si la infancia es una realidad social, es también una realidad histórica puesto que las sociedades y sus culturas se diferencian profundamente unas de otras en relación al tiempo, al espacio y al momento histórico. En resumen, podemos afirmar que cada cultura social e histórica siempre tiende a elaborar su imagen de infancia –que es a la misma vez una descripción real y un modelo ideal de la infancia- y a reconocerla como un principio normativo en el ámbito de la vida de la comunidad y, en particular, en la educación de las generaciones jóvenes. Por tanto, no debemos perder de vista que entre la estructura de una sociedad, la cultura que ella expresa y las imágenes de la infancia que ella elabora en el proceso histórico existen correspondencias precisas. Es un mérito por supuesto de la investigación histórica más recientemente el haber puesto el acento en esta dimensión de las culturas, de las prácticas sociales y de la misma educación por largo tiempo descuidadas. También es un hecho que cada práctica educativa incorpora, quiérase reconocer o no, una o varias imágenes de la infancia, así como una o más imágenes de la infancia son propias de cada cultura y de cada sociedad, en sus diversas etapas de la evolución histórica de las sociedades. Es recién en los umbrales del siglo XVII, cuando se empieza a reconocer a la infancia como seres humanos, con problemas de desarrollo distinto a la de los adultos. El descubrimiento real de la infancia se inicia en el siglo XVIII, cuando los padres empiezan a interesarse por el futuro de sus hijos y disminuye el infanticidio, sin dejar aún en el sentido común de las representaciones sociales y, las subjetividades de las sociedades la idea del niño sumiso y subordinado. En suma, con el surgimiento de la burguesía europea recién el infante empieza a ser tomado en cuenta y es motivo de preocupación. Desde esta perspectiva general de la burguesía, pasa a ser tema de interés social y político, tanto a nivel de las prácticas concretas como a nivel ideológico. Con el predominio de la burguesía como clase social y sus modos de reproducción, la esfera de las relaciones inmediatas del infante cambian de la comunidad y de las tareas junto a los adultos, ya sea en el campo o en los talleres de producción de los gremios, a la familia y la escuela, como los espacios privilegiados de socialización y, reproducción de los modos de vida de la burguesía. Es de esta forma, que la vida del niño empieza a ser pensada desde la familia2. En ella, el niño establece sus primeros lazos afectivos fundamentales, es “el espacio y lugar natural” del infante, es la primera escuela social de aprendizaje y socialización. En ella, -en la familia- se encuentra protegido y es educado en las prácticas elementales del modo de vida propio de la burguesía. Por otro lado, la escuela se constituye en el ámbito desde se satisfacen las exigencias del sistema, las cuales apuntan a que los niños posean mayores conocimientos y destrezas que sus padres y adultos de su comunidad, de tal modo que la sociedad cuente, en el futuro, con individuos capaces de posibilitar y facilitar el sostenimiento, la generación y el crecimiento de plusvalía y como tal, de la reproducción de este modo de vida, es decir, el de la burguesía. En consecuencia, en una sociedad dividida en clases sociales, el niño pobre es formado para obedecer sumisamente; y el niño rico, burgués- para mandar y dirigir los destinos de la sociedad al estilo de los intereses de la burguesía que lo educa y forma para este objetivo. En consecuencia, la infancia como fenómeno social, va más allá de los años que dura el período de la experiencia vital de cada una de las personas. Por tanto, el niño forma parte de la estructuración social y está presente en todas las culturas y sociedades3, en los diferentes momentos históricos. Por tanto, el pensamiento social sobre la infancia en nuestro país, está influenciada desde hace muchos siglos, por los aluviones venidos de Occidente, que han dominado y dominan las mentalidades, y subjetividades de las personas; y las representaciones sociales, de la sociedad peruana. Todos estos hechos sociales, impuestos a costa del aplastamiento de la cultura y la cosmovisión de las culturas originarias, entre las que están las culturas y cosmovisiones andina y amazónica, referidas a la infancia y que tienen otra racionalidad totalmente opuesta a las bebidas de las corrientes de occidente. Una serie de denuncias e investigaciones han puesto de manifiesto la existencia de ciertos patrones de estructuración familiar cuya característica es el autoritarismo, y Véase Jaramillo García, Enrique. Los Maestros en la defensa y promoción de los Derechos del Niño. Pp. 15-27 3 como hemos sostenido, este patrón de organización responde a la colonialidad del poder, que se posa en América Latina, desde la cosmovisión de occidente, que instaura las relaciones de desigualdad entre géneros y el reforzamiento del machismo; por consiguiente, el actual reordenamiento del poder, no puede sino seguir reforzando la figura de la autoridad paterna, y en cuanto a la infancia la reafirmación del euro centrismo y, una cultura adulto céntrica. Esta visión, donde los roles tradicionales de la familia patriarcal son ampliamente conocidas y practicadas: el marido ordena en la medida que se le confiere el predominio sobre la dinámica familiar; es él quien ejerce la autoridad de jefe de familia, asume la autoridad como “hombre”, “varón”, en tanto, es él quien mantiene el hogar, la mujer por consiguiente, obedece porque se le asigna un rol familiar inferior, subordinado, y dependiente, mientras que la infancia –los hijos- deben obedecer y sufrir los castigos y disciplinas que son ejercidos sobre ellos, para que en el futuro sean “buenos hombres y buenas mujeres”. Se trata por tanto de una estructura de relaciones sociales donde solamente el más fuerte abusa del más débil sino que dicho abuso es legitimado por el modelo de autoridad mismo en que se funda la familia y subordina a la infancia. No es pues una relación democrática sino de dominación de los unos sobre los otros, es un modo de organización, es un modo de cosmovisión, es un modo de cultura de la infancia caracterizado por la dominación y el autoritarismo y que es protegido por el carácter de privacidad de la familia y la infancia.