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Marisa Radrigan R. Trabajadora Social Magister en Filosofía de las Ciencias corpintegritas@integritas.cl “NUEVOS PARADIGMAS EN EL CAMPO DE LA DISCAPACIDAD PSÍQUICA” PRESENTACIÓN EN CEPAL Viernes 30 de Mayo 2014 Las personas con discapacidad psíquica de origen psiquiátrico representan aproximadamente el 1 a 3 por mil de la población mundial. Esta proporción es casi independiente del período histórico y de las condiciones de vida de las naciones. En el caso de las patologías podemos nombrar a la esquizofrenia, la depresión profunda, los trastornos obsesivo-compulsivos y los trastornos esquizo-afectivos, entre otros. En el caso de las condiciones mentales, nombraremos al síndrome de Asperger y al autismo. Una de las diferencias entre patologías mentales y condiciones mentales es que las primeras son re-habilitables y las segundas habilitables. Si los protocolos médicos y terapéuticos se cumplen a cabalidad, actualmente las personas con patologías psiquiátricas pueden recuperar la salud en sus dimensiones cognitiva, social y funcional. Y esto es algo en lo que la sociedad debe ser educada. Para el caso de las condiciones mentales, si los protocolos se cumplen a cabalidad, las personas deberían poder desarrollar todo el potencial genético que portan. En esta oportunidad queremos afirmar que existe una profunda diferencia entre patología o condición versus discapacidad. Desde nuestro punto de vista, la discapacidad es un estadio que deviene de la patología o condición, como resultado de la rehabilitación. En otras palabras, es necesario distinguir entre una persona que está enferma, de una persona que presenta una discapacidad.1 También afirmamos que sólo mediante esta distinción, es posible generar y articular de manera racional y efectiva las estrategias de intervención para procurar el bienestar y el desarrollo de las personas con discapacidad psíquica. En base a la distinción mencionada, señalamos que es imprescindible ordenar los dispositivos ministeriales, presupuestarios, y el apoyo de las organizaciones de la sociedad civil, en al menos dos grandes fases: 1º Rehabilitación y habilitación y, 2º Integración social. La primera fase debería corresponder a los dispositivos de salud, y deberían estar monitoreados, financiados y apoyados estatalmente por el Ministerio de Salud. En esto caben los dispositivos como hospitales diurnos, hospitalizaciones, escuelas especiales, subsidios a la rehabilitación y el transporte. 1 En esta ocasión no dispongo del tiempo suficiente para desarrollar los argumentos para apoyar esta tesis. La segunda fase, de integración social, en la que las personas con discapacidad deberían tener derecho a recibir el alta terapéutica luego de su paso por los dispositivos de salud, tendría que corresponder a dispositivos de los Ministerio del Trabajo y de Desarrollo Social. Se incluye en esta etapa, apoyos a la capacitación laboral, al empleo y a la vivienda, entre otros. Específicamente, en la dimensión de lo laboral, es preciso que los organismos gubernamentales y la sociedad civil, apoyen el tránsito desde los talleres laborales, en los centros de rehabilitación/habilitación, propios del campo de la salud y dispuestos según la ley 18.600 y su Decreto 48, a la conformación de empresas sociales solidarias, en el campo del trabajo, que deberían tener su figura legal en el Código del Trabajo y en la ley 16.744 de accidentes del trabajo y enfermedades profesionales. Allí debería consignarse un capítulo específico para los derechos y deberes laborales de las personas con discapacidad. Estos cuerpos legales deberían contener las disposiciones salariales, jornadas de trabajo, protección social y la tributación por parte de dichas empresas, entre otras. En esta epata de integración social, las empresas sociales solidarias requerirán de subsidios de inicio que permitan cubrir un porcentaje de los sueldos y viáticos de locomoción y alimentación. SENCE, por ejemplo, podría ser llamado a administrar estos programas. Los apoyos podrían supeditarse a una disminución gradual conforme a plazos, a la evaluación del desempeño, la productividad, y limitaciones propias de la discapacidad específica. Queremos insistir en que la adecuada discriminación de diagnósticos y fases permitirá encauzar los procesos hacia el objetivo deseado por todos: el desarrollo social y la felicidad de quienes más lo merecen.