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SAN ANSELMO DE CANTERBURY (s. XI) Es considerado por algunos autores como el primer filósofo escolástico, compartió con Agustín de Hipona la misma idea sobre la relación entre Fe y razón. Su filosofía se basó en los siguientes supuestos: La Fe abre camino a la razón, “cree para entender”. Postura típicamente agustiniana. La Fe en Dios es el comienzo de la salvación, la cual, por lo que respecta al sujeto humano, no es asunto meramente intelectual. La salvación es un don de Dios, pero exige que la persona acepte libremente la verdad revelada. La verdad no se refiere solo a la inteligencia, sino también a la voluntad. Una vez creemos que Dios existe nos damos cuenta de que Dios es de tal modo que ni siquiera podemos pensar que no exista. En este contexto formula Anselmo el ARGUMENTO ONTOLÓGICO. Como S. Agustín, S. Anselmo parte de la Fe, porque el hombre concreto no se salva por sí mismo, sino mediante la aceptación de la gracia. Según el argumento ontológico, todos (incluso el ateo) tienen una idea o noción de Dios. Todos los que dicen “Dios” entienden un ser tal que es imposible pensar otro mayor que él; ahora bien, un ser tal ha de existir, no solamente en nuestro pensamiento, sino también en la realidad. En caso contrario, cabría pensar otro ser mayor que él, es decir, uno que existiera realmente (además de en nuestro pensamiento). Así el que dice “Dios no existe” cae en el absurdo de estar diciendo que el ser mayor que se puede pensar no es el ser mayor que se puede pensar. Por lo tanto, Dios existe no solo en el pensamiento, sino también en la realidad. Dios se defino como “el ser acerca del lo cual nada mayor puede ser pensado”. Un ser que posee todas las perfecciones, que son las que cada uno imagina para sí, pero que él ya las tiene (sabiduría, bondad,…). La existencia es una perfección añadida a la esencia. Una cosa es más perfecta si existe que si no existe. Si Dios posee todas las perfecciones, Dios posee la existencia, por lo tanto Dios existe. El ser Dios implica su existencia, su esencia implica su existencia. Averroísmo latino: Sigerio de Brabante Sigerio de Brabante (s. XIII) es un pensador cristiano que formula la “Teoría de la doble verdad” inspirándose en los escritos de Averroes (filósofo musulmán del s. XII) para hacer compatible la enseñanza del aristotelismo con el Cristianismo. A este movimiento se le denomina “averroísmo latino”. Sigerio de Brabante defendió la DOCTRINA DE LA DOBLE VERDAD. Según esta doctrina dos tesis contraria, e incluso contradictorias podrían ser ambas verdaderas, una para la razón y otra para la Fe. Nuestra razón nos puede conducir a una verdad distinta de la de la Fe: según Aristóteles, el alma es mortal desde el punto de vista de la razón, según la Biblia, el alma es inmortal desde el punto de vista de la Fe. Existe una verdad de razón a la cual te lleva la razón, opuesta a una verdad de Fe a la que te lleva la Fe, pero las dos son verdaderas desde el punto de vista de cada una. La doctrina de la doble verdad sólo fue una argucia para introducir el aristotelismo en las Universidades cristianas. SANTO TOMÁS DE AQUINO (1224-1274) Vida Vive entre 1224 y 1274 en Italia. Nació cerca de Aquino (Italia, entre Roma y Nápoles), en una familia de la nobleza napolitana. Hijo del Conde Landolfo de Aquino, estudió en la Abadía de Montecasino y después en la Universidad de Nápoles, donde se había fundado una prestigiosa Universidad en la que se enseñaba, sin las limitaciones vigentes en otros lugares, el pensamiento del filósofo griego Aristóteles, al cual el joven Tomás fue introducido, y cuyo gran valor intuyó en seguida. A los 20 años, en el año 1244 tomó el hábito de la Orden de Predicadores (“Dominicos”) y conoció a Alberto Magno, con quien estudiaría en Colonia. En 1252 ejerció como maestro de Teología en la Universidad de París, y en otras ciudades europeas como Orvieto, Roma, Viterbo, Bolonia y Nápoles. En aquel periodo, la cultura del mundo latino estaba profundamente estimulada por el encuentro con las obras de Aristóteles, que habían estado ignoradas por mucho tiempo. Se trataba de escritos sobre la naturaleza del conocimiento, sobre ciencias naturales, sobre metafísica, sobre el alma y sobre la ética. Era toda una visión completa del mundo llevada a cabo sin y antes de Cristo, con la pura razón. Ejerció una fascinación increíble para los jóvenes ver y conocer esta filosofía. Muchos acogieron con entusiasmo, incluso con entusiasmo acrítico, este enorme bagaje del saber antiguo, que parecía poder renovar ventajosamente la cultura, abrir totalmente nuevos horizontes. Otros, sin embargo, temían que el pensamiento pagano de Aristóteles estuviese en oposición a la fe cristiana, y rechazaban estudiarlo. Los comentaristas árabes Avicena y Averroes fueron los que transmitieron al mundo latino la filosofía aristotélica. Tomás de Aquino pretendía mostrar que entre la fe cristiana y la razón subsiste una armonía natural. Como síntesis de su momento histórico, puede decirse que se sitúa en el s. XIII, cuando en Europa la Cristiandad redescubre la filosofía antigua con un recelo que este autor conseguirá remediar, de manera que gracias a él la ciencia del estagirita entre en toda nuestra cultura, si bien como el complemento útil de la Fe cristiana. El propio Sto. Tomás formó parte en su siglo del nacimiento de las Universidades, que vendría a ser la plasmación de este debate. El éxito de su propuesta conciliadora supondrá el inicio de la Escolástica. Obras Pocos filósofos o teólogos han logrado escribir como él tanta cantidad de trabajos, de tan alta calidad, en el plazo que lo hizo Aquino, un poco menos de tres décadas. La obra escrita de Tomás de Aquino es inmensa. Sus obras más extensas, y generalmente consideradas más importantes y sistemáticas, son sus Sumas: la Summa Theologiae, la Summa contra Gentiles y su Scriptum super Sententias. Relación entre razón y Fe Sto. Tomás concede mayor autonomía a la filosofía que San Agustín, pues se basa en principios evidentes para la razón natural, mientras que la teología se basa en las verdades de la Fe, expresamente reveladas por Dios. En este sentido, la filosofía puede desarrollarse sin tomar como punto de partida la sabiduría de la Fe. La razón y la Fe tienen sus ámbitos de aplicación. La razón es una facultad natural, mientras que la Fe es un don sobrenatural y una gracia divina. Según el aquinate, la razón debe usarse siguiendo la teoría aristotélica de la abstracción. Es la asombrosa capacidad que tenemos para extraer de la materia la Forma que en ella está incrustada de manera inmanente, y concebirla separada de su materia, que la individualiza en un ser, Formas las cuales no son trascendentes. La razón se aplica a las verdades de razón, que son verdades basadas en la experiencia y que no entran en el campo de la Fe. Estas verdades son demostrables por la razón y compartibles con la humanidad. Las verdades de razón son el campo de la ciencia. Por otra parte, la Fe es un don sobrenatural, producto de la Gracia divina, inexistente para el incrédulo, e indemostrable e inexplicable para el creyente. Se compone de un conjunto de dogmas o verdades de Fe, absolutamente irracionales, indemostrables, y absurdas para la razón. Lo cual, debe ser así, porque el mérito de creerlas estriba precisamente en su indemostrabilidad. Son verdades que la razón no puede ni demostrar ni contradecir, precisamente porque la Fe no pretende presentarlas como algo razonable, sino como algo milagroso, contrario al sentido común, que sin embargo ha ocurrido o es así. Las verdades de Fe son verdades inalcanzables para el entendimiento humano y, por tanto, no pueden ser demostradas, de aquí que se llamen misterios de Fe. Las verdades de Fe son el campo de la teología revelada. El campo intermedio de verdades son las Preambula fidei, aquellas accesibles tanto a la fe como a la Razón. La más importante de ellas es la existencia de Dios. Son lo más lejos que puede llegar la razón humana, dada su natural limitación por tener que partir de la experiencia sensible. Pero tienen la utilidad de que pueden acercar al incrédulo a Dios. Son el campo de la teología natural: lo que de Dios podemos saber con nuestras capacidades naturales (la razón) La verdad de Fe es superior a la verdad de razón, pero entre ellas no puede existir contradicción. Aunque la verdad de la Fe cristiana exceda la capacidad de la razón humana, sin embargo las verdades que esta conoce no se oponen a las de la Fe. La verdad no puede ir en contra de sí misma. Los principios de la filosofía, cuando se nos hacen evidentes, son tan claros que no podemos negarlos, se imponen a la razón. Por otra parte, lo que Dios ha revelado, aunque a veces no sea claro, ha de ser verdadero. El creyente cree que lo que Dios ha dicho es verdadero, precisamente porque lo ha dicho Dios, que es la Verdad misma. La Fe no interfiere con la razón porque pertenecen a campos distintos, las verdades de Fe no pretender ser racionales, si lo pretendieran lo serían, pero no lo son. Se presentan como cosas que no tienen explicación. Es un error, por tanto, que la razón entre a contradecir a la Fe sobre la irracionalidad de tales afirmaciones, porque precisamente como irracionalidades las presenta la Fe, de manera que así la razón en nada la contradice. Así, la Fe con respecto a la ciencia o la filosofía es totalmente independiente Verdades de razón. Verdades de FE. Teología revelada. en su campo, y tan absurdo es que la razón entre en él como que la Fe opine sobre lo que atañe puramente a la razón. Llamamos teología revelada al conjunto de verdades de Fe que sólo podemos hallar por la Revelación de la que es depositaria la Iglesia, es un campo de verdades que se escapan a la razón, y que serían totalmente desconocidas para el hombre si no nos hubieran sido reveladas. Por tanto, aparte de estos dos campos independientes entre sí, existe una intersección entre ellos, consistente en un pequeño grupo de verdades que son accesibles tanto desde la razón bien usada, puesto que esta corre riesgo de ser falible cuando se adentra en el campo de la Fe, como desde la Fe. Estas verdades son las denominadas Preambula fidei, preámbulos de Fe, que bien usadas por la razón llevan al conocimiento de algún aspecto de Dios. De esta manera, la razón podría ser capaz, tras un largo esfuerzo, de realizar un salto inductivo, desde cualquier fenómeno observable hasta su causa última universal, no observable. Por tanto, la ciencia, si se mantiene dentro de sus límites, jamás contradirá las afirmaciones de la Fe, e incluso a veces, si consigue remontarse por encima de la experiencia, podrá llegar a demostrar al no creyente alguna de las afirmaciones de la Fe. Este campo intermedio de verdades comunes es la teología natural, aquellas verdades que sobre Dios el hombre puede llegar a saber guiado sólo con la luz natural de su razón, y en este campo demuestra la filosofía aristotélica su valor, pues nos hace ver que el propio cosmos es una razón de la existencia de Dios que la razón alcanza a vislumbrar en alguno de sus aspectos, y que la Fe puede completar. Demostración de la existencia de Dios Sto. Tomás pone cinco ejemplos de caminos (vías) que la razón nos puede despejar para remontarse racionalmente hasta Dios, basados en la abstracción, pues todas ellas parten de algo observable, y aplicando el principio de causalidad. Puntos a tener en cuenta: La existencia de Dios puede ser probada por la razón pues no es evidente. Ha de probarse aquello que no es evidente, puesto que lo evidente no necesita de demostración. Las vías para demostrar la existencia de Dios no se basan en la Fe porque en tal caso no se tratarían de argumentos de razón. Las vías recorren de forma explícita los caminos que sigue naturalmente la razón humana para concluir que existe el Ser supremo y presentan una estructura más o menos semejante. Pasos: 1º.- Se parte de algún fenómeno natural que sea observable y al que hay que describir en términos metafísicos. 2º.- Se aplica el principio de causalidad. Este principio exige a cada fenómeno o realidad una causa proporcionada. 3º.- Se plantea la imposibilidad de remontarse al infinito en la serie de causas. Esa imposibilidad significa que es preciso llegar a una causa última o primera que explique suficientemente toda la serie. 4º.- Finalmente, cada vía alcanza un determinado término, que siempre es algún aspecto de Dios que no se agota, accesible a la razón, no un Dios total que tiene algunos aspectos irracionales de Fe. Una vez se ha llegado a este último término, al atender su significado se advierte que eso es precisamente lo que se entiende por el Ser supremo o Dios. Vías aquineanas: 1º. Vía del movimiento. Hay que partir de algo que se mueva, ninguno que tenga razón puede negar ese fenómeno. Todo lo que se mueve es movido por otro. No es posible remontarse hasta el infinito en la serie de los motores movidos. Existe un Motor inmóvil que imprime el movimiento, este es un aspecto de Dios. 2º. Vía de la causalidad eficiente. Existe un objeto que ha sido hecho por alguien. Todo ser debe tener una causa eficiente. No podemos remontarnos a una cadena infinita de causas causadas. La primera causa eficiente será una Causa incausada, lo cual es un aspecto de Dios. 3º. Vía de la contingencia. Existe algo contingente, que puede no existir. Todo ser contingente requiere un ser necesario, que no pueda no existir, que dé razón de su existencia. No es posible que todos los seres sean meramente posibles. El único ser absolutamente necesario es Dios, aquel que no requiere otro ser para explicar su existencia. 4º. Vía de la perfección. Existe algo imperfecto. Todo ser imperfecto es por referencia a un modelo de perfección. No es posible que todas las perfecciones sean participadas. La perfección última es un aspecto de Dios, accesible por la razón, que es Ser por esencia. 5º. Vía de la finalidad o cosmológica. Existe algo que posee finalidad. Todo ser que posee una finalidad está supeditado también a la finalidad del ser siguiente, todo ocurre de manera ordenada respondiendo a un plan. No es posible que el azar sea causa del orden del universo. Existe una inteligencia ordenadora que es Dios. Ninguna de las criaturas se apropia del ser de tal modo que lo tenga por esencia; sólo Dios es el Ser por esencia. En comparación con Dios, todo lo demás es contingente. Así, el Ser necesario es aquel en el que se identifican su esencia con su acto de ser; mientras que es ser contingente es aquel en el que su esencia no incluye su acto de ser. La doctrina sobre el alma El alma es inmortal. El alma es la forma del cuerpo, el principio de su constitución y su organización. Según el aquinate, la teoría hilemórfica es compatible con la inmortalidad del alma humana La inmortalidad del alma y del cuerpo son verdades de Fe, enunciadas en la Biblia cuando predice (Apocalipsis, p.ej) la restauración final de su unidad tras el Juicio final (seremos inmortales en alma y cuerpo). Aristóteles supo ver muy bien la copertenencia de ambas entidades, pero su razón se equivocó al interpretarla como mortalidad. Según Sto. Tomás, la razón puede explicar cómo interactúan en el presente cuerpo y alma, pero nada puede saber sobre su destino futuro. Este vacío de la razón viene a completarlo la Fe revelando la inmortalidad de ambos. Ética La ética propuesta por Sto. Tomás se apoyó en: El concepto de naturaleza como fundamento de la ética. La ética aristotélica es eudaimonista, es decir, afirma que los actos se juzgan su bondad o maldad según el fin que persigan. Según la Fe cristiana y atendiendo a los matices que el aquinate da a la ética de Aristóteles, el fin de la vida humana no es natural, sino sobrenatural, en oposición al argumento de Aristóteles. Dios ha elevado la naturaleza humana con la gracia, de modo que el hombre está destinado a ser eternamente feliz en el cielo. La virtud moral. Desarrollada por Tomás de Aquino a partir de la de Aristóteles con el complemento teológico sobre las virtudes sobrenaturales, que dependen de Dios. Dentro de estas últimas las principales son las virtudes teologales (Fe, Esperanza, Caritas), que tienen a Dios mismo como objeto. Son solo accesibles para los creyentes. Son una gracia, un regalo divino. En contra posición a las virtudes cardinales (justicia, fortaleza, templanza, prudencia) que son virtudes que cualquiera puede tener, sean creyentes o no, son virtudes naturales. Se pueden tener ambos tipos de virtudes sin necesidad de la otra. Sto. Tomás también se plantea al problema del mal, ante el que adopta la solución agustiniana. Hay dos tipos de mal: Mal moral. Es el pecado, es una consecuencia del libre albedrío. La responsabilidad del mal moral es del ser humano. Lo que uno gana con la libertad compensa en absoluto el mal que deriva de la libertad humana. Mal físico. No existe, se trata de una ausencia de bien. Es importante aquí ver cómo, a pesar de su aristotelismo, aquí Sto. Tomás mantiene la vieja solución platónico-agustiniana. Política El bien es el fin de la naturaleza humana. Pero, puesto que la naturaleza humana es social, la sociedad es el ámbito en que los seres humanos pueden alcanzar la felicidad. La felicidad es beatitud, con o sin las necesidades materiales. Las necesidades materiales las cubre el Estado, pero este no puede ser suficiente para la felicidad humana, porque el Estado solo contempla la esfera material. El ser humano también tiene necesidades espirituales, que, según Sto. Tomás, solo la Iglesia o la religión cristiana pueden satisfacer. El estado lo que debería hacer sería solucionar los asuntos materiales y dejar a la religión el resto. La Iglesia y el Estado tienen que estar separados, pero por una mutua tolerancia y respeto. El Estado es aconfesional, la religión es de las personas no de los Estados. Si el Estado fuese confesional cristiano mejor. El estado no defiende la laicidad, pero tampoco la condena. Es preciso distinguir entre el bien de cada sujeto y el bien común que está por encima del bien individual, ya que incluye los bienes particulares de todos los individuos que componen la sociedad. El bien común consiste en: El conjunto de medios a través de los cuales los seres humanos pueden satisfacer sus necesidades materiales. El conjunto de bienes precisos para el crecimiento intelectual, afectivo y religioso de sus componentes. Tomás de Aquino define la ley, en un sentido general, como el ordenamiento de la razón hacia el bien común por parte de la autoridad competente. Tipos de leyes: Ley eterna. Es el orden de la inteligencia divina, la voluntad de Dios, de acuerdo con la cual Dios gobierna todas las cosas creadas. Para un cristiano estas son las más importantes. Ley natural. Es el orden divino inscrito en la naturaleza humana, viene determinada por la naturaleza propia de cada ser. Son inclinaciones que están implícitas en la esencia humana, las cuales pueden y deben ser conocidas por la razón. Ley positiva. Es la ley política que concreta o determina la ley natural, dictada por cada Estado. Para Sto. Tomás, el orden político es autónomo respecto del religioso. No obstante, no cabe separar del todo ambos órdenes, como tampoco es posible desvincular la naturaleza humana de su fin sobrenatural. COMENTARIO DEL TEXTO DE Stº TOMÁS “Para la salvación humana fue necesario que, además de las materias filosóficas, cuyo campo analiza la razón humana, hubiera alguna ciencia cuyo criterio fuera lo divino. Y esto es así porque Dios, como fin al que se dirige el hombre, excede la comprensión a la que puede llegar sólo la razón. Dice Isaías 64,4: ‘¡Dios! Nadie ha visto lo que tienes preparado para los que te aman. Sólo Tú’. El fin tiene que ser conocido por el hombre para que hacia Él pueda dirigir su pensar y su obrar. Por eso fue necesario que el hombre, para su salvación, conociera por revelación divina lo que no podía alcanzar por su exclusiva razón humana. Más aún. Lo que de Dios puede comprender la sola razón humana, también precisa la revelación divina, ya que, con la sola razón humana, la verdad de Dios sería conocida por pocos, después de muchos análisis y con resultados plagados de errores. Y, sin embargo, del exacto conocimiento de la verdad de Dios depende la total salvación del hombre, pues en Dios está la salvación. Así, pues, para que la salvación llegara a los hombres de forma más fácil y segura, fue necesario que los hombres fueran instruidos acerca de lo divino, por revelación divina. Por todo ello se deduce la necesidad de que, además de las materias filosóficas, resultado de la razón, hubiera una doctrina sagrada, resultado de la revelación” TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología, I, c. 1, art. 1. Respecto al texto (a) sitúa al autor en su momento histórico, (b) señala el tema o el problema del texto, (c) indica las ideas principales y (d) muestra las relaciones entre ellas y (e) explícalas. a) Santo Tomás de Aquino vive en el siglo XIII, el momento de máximo esplendor de la Edad Media. Es un siglo de una cierta estabilidad y prosperidad económicas, el siglo de las grandiosas catedrales góticas, del nacimiento de las Universidades. El gran reto que tiene la filosofía escolástica cristiana del momento es la asimilación del pensamiento aristotélico, que a través de la filosofía árabe, se había introducido en el occidente cristiano. Sto. Tomás acierta a realizar una armoniosa síntesis entre el Cristianismo y al aristotelismo superando de esa manera el platonismo agustiniano que dominaba en aquel momento. b) El tema que trata el texto es el de la necesidad de la revelación (fe) como complemento de la razón humana, para que así el hombre pueda alcanzar el fin para el que está hecho. c) Las ideas principales son las siguientes: 1. Es necesario que exista una ciencia divina sobre Dios (teología revelada), además de lo que la razón pueda llegar a saber sobre Él (teología natural). 2. Dios es el fin del hombre. 3. Para la salvación del hombre es preciso el conocimiento de Dios. 4. Pero la razón humana, ella sola, es incapaz de alcanzar ese conocimiento. 5. Luego, para asegurar la salvación de los hombres, Dios se nos revela completando así el poder de la razón. d) La estructura de las ideas del texto es la siguiente. En el presente texto se desarrolla un argumento en el que la tesis que se pretende probar es la necesidad de la revelación o de la fe, como complemento de la razón. Al comienzo del fragmento se indica la tesis que se quiere probar: “para la salvación humana fue necesario que además de (…) hubiera alguna ciencia cuyo criterio fuera lo divino” Las premisas del argumento son las siguientes: 1. La salvación o fin del hombre depende del conocimiento exacto que éste tenga de Dios: “del exacto conocimiento de la verdad de Dios depende la total salvación del hombre” 2. La razón humana por sí sola es incapaz de conocer plenamente a Dios: “Dios (…) excede la comprensión a la que puede llegar sólo la razón” Ahora viene la conclusión (quod erat demonstrandum): 3. Es necesaria la revelación por parte de Dios, para complementar a la razón y así asegurar la salvación del hombre. “Por todo ello se deduce la necesidad de que además de las materias filosóficas, resultado de la razón, hubiera una doctrina sagrada, resultado de la revelación” e) Explicación de las ideas del texto: En el presente texto se está tratando de un aspecto concreto de las relaciones entre la razón y la fe o entre Filosofía y Teología. Santo Tomás es el primero que establece una distinción entre razón y fe, según la cual cada una de ellas tiene su campo y su método, puesto que el platonismo de San Agustín llevaba a que ambas facultades se mezclaran entre sí. La razón (filosofía) puede descubrir ella sola una serie de verdades, partiendo siempre desde lo sensible, e incluso puede llegar descubrir algo de Dios (como que Dios existe o que Él es el creador,…). Pero no puede llegar por sí sola al pleno conocimiento de Dios, pues su poder es limitado y no exento de la posibilidad de error, además de que el conocimiento en Sto. Tomás se concibe al modo aristotélico, desde la experiencia particular a lo Universal (abstracción), y es imposible desde la experiencia llegar a la esencia divina, sólo se puede llegar a su existencia y unicidad, además de otras características. La fe (teología) nos pone en contacto con otras verdades por el simple hecho de que Dios nos las revela. Algunas de esas verdades, son inalcanzables por nuestra sola razón, es decir, que nunca las conoceríamos si Dios no nos las revelara. De todo lo anterior se puede deducir que la razón, aun siendo un instrumento valiosísimo para buscar la verdad, no llega hasta donde llega la fe; por tanto, la fe es superior a la razón y hace de complemento de ésta. Además, aunque sean distintas razón y fe, nunca pueden contradecirse realmente si la razón está bien usada (al modo aristotélico) y la fe es la verdadera. Por otro lado, la felicidad humana o su salvación consiste, para Santo Tomás, en la contemplación de Dios. Por ello, defiende Stº Tomás en el texto la necesidad de la revelación o de una ciencia cuyo criterio fuera divino, una ciencia superior (Teología) a cualquier otra ciencia que la razón humana pueda generar. La idea central del texto refleja muy bien la posición tomista respecto a las relaciones entre Filosofía y Teología. La Teología es la ciencia suprema, no sólo por el objeto que estudia, sino por el origen de las verdades de las que arranca (la revelación); pero al mismo tiempo, al ir más allá la Teología que cualquier otra ciencia, se convierte en el complemento absolutamente necesario de la ciencia humana y en el referente al que ésta ha de supeditarse. GILLERMO DE OCKHAM (1280-1349) Vida, contexto histórico Su actividad se desarrolla en el s. XIV: fue testigo del traslado y permanencia de la sede papal desde Roma a Avignon, donde fueron conocidos los lujos y excesos de la corte papal. Ese traslado fue también una señal de la servidumbre de los papas a la corte francesa. Fraile franciscano, inglés (Ockham, sur de Inglaterra, cerca de Londres). Ingresó muy joven como franciscano, El personaje Guillermo de y fue educado en conventos de Londres y Oxford. Barskerville de la película (y Fue convocado a Aviñón en 1324 por el Papa Juan XXII libro)“El nombre de la Rosa” acusado de herejía, y pasó cuatro años allí bajo arresto está basado en Ockham. mientras sus enseñanzas y escritos eran investigados, si bien esto ha sido recientemente cuestionado. El 9 de abril de 1328, Ockham estudió la controversia entre los franciscanos y el Papado sobre la doctrina de la pobreza apostólica, que se había convertido en principal para la doctrina franciscana, pero que era considerada dudosa y posiblemente herética tanto por el Papado como por los dominicos. Ockham concluyó que el Papa Juan XXII era un hereje, posición que defendió más tarde en su obra. Antes de esperar al dictamen sobre la herejía u ortodoxia de su filosofía, Guillermo huyó de Aviñón el 26 de mayo de 1328; se dirigió a Pisa con Miguel de Cesena y otros frailes. Finalmente conseguirían la protección del emperador Luis IV de Baviera. Tras su huida de la corte papal, Ockham fue excomulgado, pero su pensamiento nunca fue oficialmente condenado. Guillermo pasó gran parte del resto de su vida escribiendo sobre asuntos políticos, incluyendo la autoridad y derechos de los poderes temporal y espiritual. Se convirtió en el líder de un pequeño grupo de disidentes franciscanos en la corte de Luis en 1342, tras la muerte de Miguel de Cesena. Murió el 9 de abril de 1349 en el convento franciscano de Múnich, probablemente a causa de la peste negra. Fue rehabilitado póstumamente por la Iglesia oficial en 1359. Obras: Comentario a las Sentencias Suma lógica Expositio aurea (comentarios al órganon de Aristóteles) Tratado contra Juan XXII. Tratado contra Benedicto XII De imperatorum et pontificum potestate Voluntarismo Toda su filosofía se basó en la consideración de la omnipotencia divina, donde prima la voluntad sobre el entendimiento. Para el cristianismo Dios es omnipotente, y por tanto no puede estar sometido a ningún orden de Ideas o Formas, como ha ocurrido según él en las filosofías de San Agustín o Sto. Tomás, que “han transformado a Dios en un siervo de las Ideas”. Se dice bien claro al comienzo del credo crsitiano: Credo in unum Deum, pater omnipotentem. Si Dios es omnipotente, entonces el mundo está completamente sometido a su poder. Dios es para la Fe una Voluntad absolutamente libre, que no tiene por qué respetar la esencia de ninguna Idea. Y es importante ser consciente de la irracionalidad de esta creencia, pues si fuera algo demostrable perdería su valor. Lo bueno es bueno porque Dios lo quiere, no es que él lo quiera bueno porque sea bueno en sí. Dios decide el en sí de las cosas: podría haber hecho un mundo en el cual fuera bueno matar al prójimo, y lo sería si Él lo hubiera querido así. Pero quiso este mundo, en el cual lo bueno es amar al prójimo, y eso es bueno por Su voluntad, que decide la esencia de las Formas (del Bien, en este caso), y que por tanto no son en sí, como falsamente ha introducido en el Cristianismo la Filosofía griega, que ha desvirtuado la religión cristiana mermando la omnipotencia divina. El Cristianismo debería deshacerse de esa influencia y volver a creer en un Dios plenamente omnipotente. Razón y fe están separados totalmente. Por eso su filosofía es un Fideísmo moderado, que no condena la ciencia, simplemente la separa de la Fe. CONTINGENTISMO ABSOLUTO Ockham rechazó la doctrina del ejemplarismo escolástico, según la cual Dios crea tomando como paradigmas unas Formas inmutables. Si Dios creara a partir de unas ideas previas, entonces su poder quedaría limitado por tales Ideas ejemplares. Guillermo de Ockham privó de valor real a las esencias platónicas. La necesidad relativa de los entes se funda sobre todo en la noción de esencia y al privar de todo valor real a esta noción, Ockham llegó a una segunda conclusión: no hay necesidad alguna en las cosas creadas, es decir, el mundo es absolutamente contingente. NOMINALISMO Es una forma de empirismo radical, consiste en afirma que los universales son solo nombres (nómina), no tienen existencia subsistente de por sí, son solo referencias a los particulares empíricos que son los que existen, no hay nada en la realidad que se corresponda directamente con el universal. El conocimiento abstracto se refiere a entidades que no son reales, sino meros signos lingüísticos convencionales. La mente tiene que funcionar así porque hay demasiados particulares para referirse a ellos, por eso necesita los universales. La reducción de los entes a meros individuos se corresponde con el contingentismo absoluto de todo lo creado. Ya no hay necesidad alguna en el mundo creado, puesto que esa necesidad descansaba en formas enlazadas según las diversas categorías. De esta manera, los entes quedan reducidos a meros puntos enteramente dependientes de la omnipotencia divina. El nominalismo implica una separación entre razón y Fe. La razón, si sigue sus propias leyes, centra su conocimiento en las únicas entidades para ella reales y cognoscibles, los particulares empíricos; mientras que a la Fe le atañe aquello relacionado con la predicación del credo cristiano, que debería entenderse en todos sus puntos como una exposición indemostrable. En el campo de la Fe, esta separación derivó en un fideísmo moderado, que no desprecia a la razón, sino que la valora positivamente siempre que se mantenga recluida en su campo, que es la experiencia. Esto conlleva la inutilidad de todas las demostraciones de la existencia de Dios y la necesidad, para el creyente, de no desvirtuar su razón encargándoles demostraciones imposibles, así como no desvirtuar su Fe mezclando sus artículos con planteamientos racionales del mundo griego. PRINCIPIO DE ECONOMÍA Su principio de economía metafísica o navaja de Ockham: “Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem”, los conceptos (seres) no deben multiplicarse sin necesidad, cuantos menos conceptos se usen para describir un fenómeno mejor, y su un fenómeno lo explican dos teorías, la mejor es la más simple. De la filosofía, por tanto, deben ser eliminados aquellos conceptos vacíos (flatus vocis), sin referente empírico ni utilidad clara que enturbian la investigación. La referencia empírica es la única que proporciona conocimiento, los universales referidos a la experiencia (“principio empirista de significado”) Teoría política Ockham propuso la independencia entre el poder papal y el poder temporal de reyes o emperadores, separando el plano civil del espiritual. Debe existir una necesaria separación entre Iglesia y Estado. La finalidad única de la comunidad de creyentes, la Iglesia, debe ser la anunciación del mensaje cristiano, y no debe entrometerse en otras empresas puramente terrenales, porque correría el peligro de convertirse también en una institución puramente terrenal, como los diversos Estados. No podemos decir que, según Ockham, la Iglesia nunca debería intervenir en los asuntos políticos, ya que debería hacerlo cuando la política estatal se convierte en un obstáculo para la predicación del mensaje cristiano. La legitimidad del emperador para gobernar sobre los asuntos terrenales no depende de su nombramiento por parte del Papa, la autoridad del emperador no tiene su origen en Dios, ni tampoco tiene nada de sagrado. Ockham también se opone a que al papado le corresponda la plenitud de poderes que había reivindicado para sí. La función del papa debe ser más la de un administrador de bienes espirituales; además, afirma la falibilidad del papa, como ser humano que es, incluso en asuntos de doctrina. La infalibilidad es un atributo que solo corresponde a la comunidad universal de fieles. Texto de Ockam resuelto: “Pero me parece que se ha de afirmar que de la potestad regular y ordinaria concedida y prometida a S. Pedro y a cada uno de sus sucesores por las palabras de Cristo ya citadas [“lo que atareis en la tierra, quedará atado en el cielo”] se han de exceptuar los derechos legítimos de emperadores, reyes y demás fieles e infieles que de ninguna manera se oponen a las buenas costumbres, al honor de Dios y a la observancia de la ley evangélica […] Tales derechos existieron antes de la institución explícita de la ley evangélica y pudieron usarse lícitamente. De forma que el papa no puede en modo alguno alterarlos o disminuirlos de manera regular y ordinaria, sin causa y sin culpa, apoyado en el poder que le fue concedido inmediatamente por Cristo. Y si en la práctica el Papa intenta algo contra ellos [los derechos de los emperadores y reyes], es inmediatamente nulo de derecho. Y si en tal caso dicta sentencia, sería nula por el mismo derecho divino como dada por un juez no propio” G. DE OCKHAM, Sobre el gobierno tiránico del Papa. 1. Con respecto al texto: a) Sitúa al autor en su momento histórico b) Señala el tema o el problema del texto c) Indica las ideas principales d) Muestra las relaciones entre ellas E) Explícalas. a) El momento histórico de Guillermo de Ockham es el siglo XIV, ya que muere en 1349. Este fue un siglo que dio motivos al autor para sostener las ideas que vemos en este fragmento, pues en su vida fue testigo del traslado y permanencia de la sede papal desde Roma a Avignon, donde fueron conocidos los lujos y excesos de la corte papal. Ese traslado fue también una señal de la servidumbre de los papas a la corte francesa. b) El tema del texto es la independencia entre el poder papal y el poder temporal de reyes o emperadores, que Ockam cree necesaria para conservar la pureza de la Iglesia. c) Las ideas del texto son las siguientes: - La potestad de la Iglesia (Papa) es diferente de la potestad de los emperadores y reyes. - Los derechos de los reyes, emperadores… son derechos anteriores a la ley evangélica. - Por tanto, el Papa no puede inmiscuirse, concediendo o recortando tales derechos. - Si el Papa lo hace, lo hace sin derecho alguno y sus decisiones son nulas por no basarse en ningún derecho que él tenga. d) Las relaciones entre ellas son: 1. Se parte de la tesis de que la potestad temporal y la espiritual son autónomas e independientes. 1.1. Más aún, el derecho o la potestad temporal es anterior a la institución de la potestad espiritual del Papa. 2. Establecido lo anterior, Ockham deduce las siguientes consecuencias: 2.1. Ninguno de estos poderes tiene derecho a inmiscuirse en el terreno del otro. 2.2. De ahí que el Papa no tenga derecho alguno a alterar o disminuir los derechos del Emperador. 2.3. Por la misma razón, cualquier sentencia del Papa acerca de las competencias del Emperador es nula, por estar fuera del ámbito de sus competencias o potestad. e) En cuanto a la explicación de las ideas que vemos en este texto, vemos que pa principal idea es la necesaria separación entre Iglesia y Estado, debido a que el poder que Jesucristo otorgó a San Pedro no legitima a sus sucesores para intervenir en la marcha de los Estados “sin causa”, es decir, cuando los Estados no se oponen a los mandamientos evangélicos. El propósito de Ockham es prevenir los excesos en los que podrían caer los dirigentes eclesiásticos (él fue testigo de esos excesos en su tiempo) si el poder eclesial no se ciñe a la predicación evangélica, o en todo caso a conseguir que esta predicación esté garantizada, si no lo está. La finalidad única de la comunidad de creyentes (Iglesia) debe ser, para Ockham, la anunciación del mensaje cristiano, y no debe entrometerse en otras empresas puramente terrenales, porque correría el peligro de convertirse también en una institución puramente terrenal, como los diversos estados. Vemos que el mismo autor introduce algunos matices a esta separación (no entrometerse con los derechos de los reyes “que de ninguna manera se oponen a la ley evangélica”, o no intervenir en sus decisiones “sin causa y sin culpa”), de manera que no podemos decir que según Ockam la Iglesia nunca debería intervenir en los asuntos políticos, ya que debería hacerlo cuando la política estatal se convierte en un obstáculo para la predicación del mensaje cristiano, según estas matizaciones. Pero el propósito de Ockham no es convertir a la Iglesia en una comunidad apolítica, sino prevenir su degradación en una mera institución que persiga fines puramente terrenales, cuando se centre en las cuestiones de poder que los reyes manejan, en las que sólo debería entrar si plantean un conflicto con su mensaje. De esta manera, vemos que Ockham plantea una separación entre Iglesia y Estado enormemente avanzada para su tiempo, pues supone a la vez que los Estados no deberían entrometerse en los asuntos religiosos, y por eso mismo, podemos señalar al autor de estas líneas como un precedente de las constituciones aconfesionales occidentales. Esta separación fue una idea central en el último tramo de su vida, debido a la persecución de que fue objeto, pero también está plenamente vinculada a su planteamiento filosófico nominalista, del cual es consecuencia lógica. El nominalismo que Ockham inició implicaba una separación entre razón y Fe, pues señalaba que la razón, si seguía sus propias leyes, centraba su conocimiento en las únicas entidades para ella reales y cognoscibles, los particulares empíricos; mientras que dejaba a la Fe la predicación del credo cristiano, que debería entenderse en todos sus puntos como una exposición indemostrable. La influencia perniciosa de la filosofía griega, a través de Sto. Tomás de Aquino (canonizado en 1323, en vida de Ockham), convirtió al Dios Padre cristiano en un siervo de las Ideas, al conservar estas su entidad subsistente, porque Dios pasó a ser visto como un mero demiurgo que no podía alterarlas, sino meramente implantarlas en la materia. Por el contrario, la omnipotencia divina es claramente el primer artículo del credo cristiano. Vemos que su afán de separar a la razón de la Fe para preservar ésta corre paralelo a su propósito de separar al Estado de la Iglesia, igualmente para preservar a la comunidad de creyentes de su fácil degeneración en los intereses terrenales. En el campo de la razón, esta separación dio lugar al nacimiento del primer empirismo radical de occidente, la escuela nominalista, que tardaría aún un poco más en ofrecer sus frutos al avance científico, debido a la extensa influencia de la Escolástica. En el campo de la Fe, esta separación dio lugar a un fideísmo moderado, que no desprecia a la razón, sino que la valora positivamente siempre que se mantenga recluida en su campo, que es la experiencia. Ese fideísmo conlleva la inutilidad de todas las demostraciones de la existencia de Dios y la necesidad, para el creyente, de no desvirtuar su razón encargándole demostraciones imposibles, así como no desvirtuar su Fe mezclando sus artículos con planteamientos racionales del mundo griego. Dios es para la Fe una Voluntad absolutamente libre, que no tiene por qué respetar la esencia de ninguna Idea. Y es importante ser consciente de la irracionalidad de esta creencia, pues si fuera algo demostrable perdería su valor. Hay otros planteamientos derivados del nominalismo que, como la separación entre Iglesia y Estado, conocieron más éxito en nuestra época que en el siglo XIV, por ejemplo, la llamada navaja de Ockham, o principio de economía de la ciencia, que consiste en no usar más conceptos de los estrictamente necesarios, pues todos ellos (los Universales) no son más que meros instrumentos que usa la razón para referirse a los particulares. De la filosofía, por tanto, deberían ser eliminados aquellos conceptos vacíos (flatus vocis), sin referente empírico ni utilidad clara que enturbian la investigación, y que según él tanto abundaban en la Escolástica. Panorama filosofía medieval El pensamiento medieval abarca un amplio periodo de diez siglos, desde el derrumbe del Imperio Romano, en tiempos de San Agustín y la Patrística, hasta los inicios del Renacimiento (siglo XIV) y el surgimiento del empirismo radical de los nominalistas. A pesar de esa amplitud temporal, podemos señalar unos rasgos comunes que confieren unidad a todo este periodo, por ejemplo en los problemas tratados, pues una de las cuestiones recurrentes serán las relaciones entre la Razón y le Fe, entre la Filosofía y la Revelación, problema que determinará a su vez cuestiones políticas como la relación entre la Iglesia y el Estado, o la pregunta gnoseológica sobre los límites del conocimiento y su origen. También será un problema típicamente medieval el de la naturaleza de los Universales, pues la influencia de la filosofía griega a través de San Agustín y de Sto. Tomás provocará un intenso debate en el Cristianismo sobre si esas esencias subsistentes por sí son compatibles con el Dios cristiano, y de qué manera, o si limitan inaceptablemente su poder, como pensará Ockham en el siglo XIV. Otra cuestión principal será también cómo demostrar racionalmente la existencia y naturaleza de Dios, o simplemente si tal empresa es posible. Asimismo, será común en los pensadores medievales cuestionarse o pretender demostrar la libertad humana, haciéndola compatible con la Providencia divina; y buscar respuestas para el problema del Mal. Históricamente, tras un inicial enfrentamiento entre la filosofía y el Cristianismo, los Padres apologetas la usarán para defender su fe, y en esa actitud se originará la larga tradición de que la filosofía sea una sierva de la teología (philosophia ancilla theologiae), como lo será en la medida en que cada autor la fusione con la fe. San Agustín (354-430) marcará el inicio de este periodo con la opinión de que tanto la Fe como la razón pueden llevar al hombre a una verdad única, y que por tanto no pueden oponerse y deberían colaborar, si bien dejando a la fe el papel rector, debido al carácter falible y trabajoso de la razón humana. Este planteamiento, fuertemente influido por el neoplatonismo, sirvió para unificar la ortodoxia cristiana en medio de una multitud de creencias sectarias, algunas de las cuales el obispo de Hipona conoció desde dentro (el maniqueísmo, por ejemplo). El agustinismo conoció una enorme influencia en Occidente, de manera hegemónica hasta el inicio de la escolástica en el siglo XIII. Una muestra clara de la afinidad entre Razón y Fe que postulaba esta corriente fue el argumento ontológico de San Anselmo (s. XI), de gran influencia posterior. Tras un periodo de relativo estancamiento cultural, en el siglo XIII hay un renacer filosófico, determinado por el nacimiento de las Universidades (la mayoría originada en las escuelas catedralicias, de ahí la denominación de “Escolástica” para el nuevo periodo y sus ideas) y las nuevas órdenes mendicantes muy vinculadas a ellas (dominicos y franciscanos), y el redescubrimiento de la filosofía aristotélica, gracias a las traducciones al latín de diversos autores árabes (Alfarabí, del s. X, Avicena del XI, y sobre todo Averroes, del XII) y judíos (Maimónides, XI), que conocieron los escritos del estagirita antes que el mundo cristiano, y los comentaron y difundieron con gran interés. El descubrimiento del aristotelismo en la cristiandad no estuvo exento de polémica, debido principalmente a algunos rasgos de esa filosofía claramente incompatibles con el dogma cristiano (la mortalidad del alma, o la eternidad del mundo), que finalmente serán modificados por Sto. Tomás para dar lugar a la filosofía que quizá más tiempo ha perdurado en nuestra cultura, la filosofía tomista, o Escolástica, una visión aristotélica del mundo armonizada con la religión cristiana. Los averroístas latinos (Sigerio de Brabante, s. XIII) intentaron en un primer momento soslayar la incompatibilidad del aristotelismo con el dogma cristiano afirmando que existe una doble verdad, de fe o de razón, ambas verdaderas, pero contrarias entre sí. Esa esquizofrénica opinión no impidió la prohibición temporal del pensamiento peripatético, hasta que Sto. Tomás consiguiera definir su gran síntesis escolástica en un sistema completo que confiere una gran independencia a la ciencia con respecto a la fe, pero reconoce entre ambas un campo común (las preambula fidei, o teología natural) extremadamente valioso para la Iglesia. En ese campo común se entienden sus influyentes cinco vías, argumentos aristotélicos para demostrar la existencia de Dios. La crisis de la escolástica en el s XIV, aunque no señaló su extinción, si demostró que dentro del Cristianismo hay otras maneras de comprender la filosofía. Guillermo de Ockham (s.XIV) dará lugar al Nominalismo, una forma de empirismo extremo que quiso acabar con la creencia en la esencia en sí de los Universales, por pensar que limitaban la omnipotencia divina, fundamental para un creyente. Ockham planteó que ciencia y fe no tienen absolutamente nada en común, y que la razón debe limitarse a su ámbito, que es la experiencia (en el nominalismo de los franciscanos comienza la ciencia moderna y el empirismo propiamente dicho), mientras que la Fe es la única que nos puede decir algo sobre Dios. Su heterodoxia filosófica, y sobre todo sus críticas al Papado y a la mezcla entre poder espiritual y temporal motivarán su expulsión de la Iglesia, y que sus opiniones siempre hayan sido marginales dentro del Cristianismo, que seguirá en su mayoría a la Escolástica tomista.