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HEPATITIS AUTOINMUNE I- Introducción: En 1950, Waldenström es el primero en describir una forma de hepatitis crónica en mujeres jóvenes. Posteriormente, se observa que este tipo de hepatitis se asocia con síndromes autoinmunes y presencia de autoanticuerpos, por lo que se la llamó “hepatitis lupoide”. En 1965, Mackay acuñó el término “hepatitis autoinmune” – HAI - en una reunión internacional, nombre que se utiliza hasta la actualidad.1 II- Definición: Es una enfermedad inflamatoria crónica del hígado – denominada previamente “hepatitis crónica activa” - de causa aún desconocida, de evolución fluctuante y progresiva, caracterizada por la pérdida de tolerancia inmunológica contra los hepatocitos que lleva a la destrucción del parénquima hepática. 1-2-4-4 III- Prevalencia: La prevalencia mundial se mantiene incierta, aunque es una entidad poco frecuente y se estima entre 50 y 200 casos cada millón de habitantes en Europa occidental y Norte de América, en la población caucásica.1 La incidencia anual en población blanca del Norte de Europa está descrita en un 1,9/100.000.2 Ha sido bien estudiada en poblaciones limitadas (caucásicos europeos, japoneses, latinoamericanos, etc…) Puede afectar a personas de cualquier edad, y actualmente se considera que predomina entre los 50-70 años, en una relación mujer: hombre de 4:1. Existe predisposición genética de tipo poligénica y se asocia con HLA A1 B8 DR3 y HLA DR4. IV- Patogénesis: El marco conceptual de la patogénesis de la HAI postula la presencia de agentes ambientales que gatillan una cascada de eventos mediados por células T y dirigidos contra antígenos hepáticos, en un huésped genéticamente predispuesto; que lleva a una enfermedad progresiva con actividad necroinflamatoria y fibrosis hepática.3 A- Desencadenantes Potenciales: Los agentes ambientales que se asumen inductores de HAI no han sido definidos aún. Incluyen: Virus: Se ha encontrado mecanismos de simulación molecular con reacción cruzada entre epitopes de virus y antígenos hepáticos. Años después de la actividad viral puede desarrollarse este fenómeno, lo que hace muy dificultoso detectar la etiología viral. Existe evidencia que implica los virus de la hepatitis A, en menor proporción C y B, Epstein-Barr, CMV y virus del sarampión, siendo la más convincente la que involucra los virus de la hepatitis. Drogas: Acetofenolisatina (catártico con propiedades similares a la fenoftaleína), metildopa, nitrofurantoína, diclofenac, interferón, minociclina, atorvastatina y remolina (psicoestimulante usado en la disfunción cerebral mínima en niños), pueden inducir injuria hepática que simule hepatitis autoinmune. Hierbas como “black cohosh” y “dai-saiko” pueden gatillar hepatitis autoinmune. No es claro si drogas e hierbas, enmascaran, inducen HAI o provocan hepatotoxicidad por droga con características similares al daño provocado por HAI. B- Susceptibilidad genética: El mayor conocimiento sobre la base genética de la HAI se basa en estudios de los genes del complejo mayor de histocompatibilidad (CMH). La región del CMH se encuentra localizada en el cromosoma 6, brazo corto, región 21.3 y puede ser dividida en 3 granes regiones polimórficas. La región I que codifica el HLA A, B y la familia Cw. La región II que codifica el HLA DR, DQ y DP. La región III que codifica múltiples proteínas de relevancia inmunológica y el TNF.1 La relación entre los HLA o el CMH en términos de susceptibilidad, es que la mayoría de las enfermedades autoinmunes son dependientes de la inmunidad mediada por células T, siendo el mediador de su respuesta el CMH. Existe fuerte evidencia de asociación de haplotipos de HLA DRB1*0301 y HLA DRB1*0401 con el desarrollo de HAI, sobretodo en población caucásica de Norte América y Europa occidental. En Argentina los haplotipos descritos son: en adultos el HLADRB1*0405 y en niños DRB1*0301, DRB1*1301 y DRB1*1302.1 Los pacientes con HLA-DR3 tienen enfermedad de presentación más temprana, formas más severas, y frecuente en niñas y mujeres jóvenes. En comparación con pacientes con HLA-DR4, que es más común en adultos y que tienen más frecuente incidencia de manifestaciones extrahepáticas, formas de enfermedad más leves y mejor respuesta a los corticoides. Esta forma es más frecuente en Japón.3 Se sabe que existen otros genes relacionados: Del CMH tipo III: Se ha planteado asociación con el polimorfismo en la posición 308 del gen del TNF-α en pacientes con HAI tipo 1 en europeos y norteamericanos, aunque puede representar desequilibrio en la unión con el HLA-DRB1*0301. No se han encontrado diferencias en la respuesta terapéutica de pacientes con o sin dicho polimorfismo y no se detectó en pacientes japoneses o brasileros. Diferentes de aquellos que codifican el CMH, que están relacionados con la regulación de la respuesta inmune. Entre estos se encuentra el antígeno 4 del linfocito T citotóxico (CTLA 4). C- Mecanismos de auto-reactividad aberrantes: Son rudimentarios los conocimientos respecto a autoantígenos responsables de iniciar la cascada de eventos en la HAI. El principal antígeno ha sido considerado por años el receptor de asialoglicoproteína, que fundamentalmente se expresa en la región periportal del hepatocito. Una proteína citosólica de 50 kDa representa un antígeno relevante en el antígeno SLA/LP en pacientes con HAI tipo 1. La epitopes del citocromo P-450 IID6 (CYPIID6), reconocidos por los anticuerpos anti LKM, presentan gran similitud con algunas regiones antigénicas del HCV. Existe evidencia de reacciones cruzadas con este virus, en los pacientes con HAI tipo 2. Por este mecanismo, existe en ocasiones excacerbación de respuesta autoinmune hepática en pacientes con HCV tratados con IFN.4 Las células T CD4+ reguladoras han sido postuladas como fundamentales en la teoría de falla o escape inmunológico, de la supresión normal a la autoreactividad y que juega un papel principal en el desarrollo de la HAI. Recientes experimentos han sugeridos disfunción y disminución de linfocitos T CD4+ CD25+ y disminución de caspofungina, producto proteico del gen FOXP3, miembro de la familia “forkhead” de los factores de la transcripción que puede ocurrir en HAI. V- Histología: No existe lesión patognomónica de HAI. La lesión característica es la hepatitis de interfase, denominada también (periportal, periseptal) con infiltrado linfoplasmocitario. Habitualmente se observan infiltrados necroinflamatorios acinares pero pueden no estar presentes. Puede existir necrosis porto-portal, en puente o centro-portal, con o sin formación de rosetas o nódulos de regeneración hepatocitaria.8 El daño ductal, como ductopenia o colangitis destructiva, no son características de la HAI. Pero alteraciones biliares moderadas pueden ser observadas en pacientes con HAI, lo cual no debe modificar el diagnóstico ni la decisión terapéutica de los mismos. La biopsia tiene un especificidad del 81% y un valor predictivo positivo del 68%. Los hallazgos histológicos más característicos constituyen un 19% del diagnóstico del Score de Hepatitis Autoinmune del Grupo Internacional para el estudio de la Hepatitis Autoinmune.5 La histología además de valor diagnóstico tiene valor decisivo en el inicio del tratamiento como así también en el pronóstico de la respuesta y recaída una vez finalizado el tratamiento. El objetivo histológico del tratamiento es la remisión de la actividad inflamatoria, por lo que en presencia de cirrosis el objetivo terapéutico sería la presencia de cirrosis inactiva. La progresión a cirrosis a pesar del tratamiento esteroideo indica agresividad de enfermedad, falta de respuesta al tratamiento y se describe asociada a recaída entre un 87%-100%. VI- Autoanticuerpos: En todo paciente que se sospeche HAI se deben solicitar los siguientes auto-anticuerpos: FAN o ANA (Anticuerpo anti núcleo), ASMA (Anticuerpo anti músculo liso – smooth muscle) y Anti LKM1 (Anticuerpo anti membrana de riñón e hígado – liver and kidney). La prevalencia de FAN en forma individual es del 13%, la de ASMA es del 33% y en su conjunto del 54%. Por lo que la prevalencia global de estos auto-anticuerpos ronda entre un 67-87% de los casos. El método para realizar la medición de FAN puede ser por IFI sobre líneas celulares HEP-2 o por ELISA. El ASMA reacciona contra antígeno muscular de actina (fundamentalmente F-actina) y otros antígenos musculares no actina. El método para realizar su medición es de IFI en células de estómago y riñón murinas. El anti LKM1, además de reaccionar in vivo contra antígenos de células de hígado y riñón murinas, in vitro reacciona contra el antígeno del complejo CYP2D6. Típicamente se encuentra en ausencia de los otros autoanticuerpos y su prevalencia es del 4% en adultos en Norte América y del 20% en niños en Europa Occidental.2 Otros auto-anticuerpos no utilizados en la práctica diaria pero que tienen relevancia en la investigación clínica son: Anti SLA/LP – Antígeno soluble hepático y pancreático. Es altamente específico de HAI y se ha detectado entre un 10-30%, siendo de utilidad en los pacientes que son seronegativos para los auto-anticuerpos clásicos. Anti ASGPR – Asialoglucoproteína. Presenta relación con la actividad histológica de la enfermedad. Anti LC1 – Citosol Hepático tipo 1. Se reporta prevalencia Del 50% en pacientes con HAI tipo 2 y de hasta un 10% en pacientes sin autoanticuerpos clásicos. ANCAp – Anti citoplasma de neutróflos. Se ha descrito una prevalencia entre el 65-95% en pacientes con HAI tipo 1. En la Tabla Nº se puede observar la relación de los auto-anticuerpos y las diferentes enfermedades hepáticas.1 VII- Clínica: La hepatitis autoinmune es una entidad que tiene forma de presentación clínica heterogénea. Se describen principalmente tres formas clínicas:6 A- Presentación aguda: a. Hepatitis aguda con o sin ictericia. Es un cuadro de aparición reciente, menos de 30 días, que se presenta con ictericia leve e intermitente o sin esta, artralgias, astenia, fatiga, náuseas o vómitos, dolor abdominal y elevación marcada de transaminasas (>5 vVN). En ocasiones de difícil diferenciación de cuadros de origen viral. Algunos datos que pueden ser útiles en el diagnóstico diferencial son el patrón de elevación de transaminasas ALT/AST, los niveles de γglobulina y el sexo. Otra clave en el diagnóstico diferencial con otras etiologías de hepatitis agudas, es en al examen físico, la presencia de estigmas de hepatopatía crónica como pueden ser: nevus arañas, esplenomegalia, ascitis, etc... b. Hepatitis fulminante B- Presentación crónica: a. Hepatitis crónica: Se presenta como cuadro de inicio insidioso, con elevación leve o moderada de transaminasas, astenia, artralgias, de meses de evolución. b. En estudio de pacientes cirrótico o tras descompensación de la cirrosis (ascitis, hemorragia digestiva variceal, etc…). C- Asintomática: Detectado por hipertransaminasemia. D- Situaciones especiales: a. Presentación colestática: Es un subtipo poco frecuente, descrito en el 10% de los casos, que se caracteriza por elevación de γGT y FAL sin lesión biliar histológica. b. Enfermedades autoinmunes asociadas: Es una característica de la HAI. Puede acompañarse de otras enfermedades autoinmunes, las que se enumeran en la Tabla Nº 3.7 VIII- Diagnóstico: El diagnóstico se lleva a cabo por la combinación de algunos criterios y la exclusión de las restantes patologías hepáticas. Los criterios diagnósticos están definidos fundamentalmente por características bioquímicas (presencia de hipertransaminasemia e hipergammaglobulinemia), características serológicas (presencia de autoanticuerpos – FAN, ASMA o Anti LKM), características histológicas (presencia de hepatitis de interfase con infiltrado linfoplasmocitario) y por último, la respuesta al tratamiento inmunosupresor. Las patologías que deben excluirse son todas aquellas que causan hepatopatías crónicas o agudas. Pero las más frecuentes entidades que deben realizarse diagnóstico diferencial por compartir características similares son: hepatitis crónica por HCV, hepatotoxicidad por drogas, y enfermedad de Wilson. 2 En la mayoría de los casos, la evaluación clínica y los criterios clínicos, bioquímicos-serológicos e histológicos definen el cuadro. En los casos donde existe duda diagnóstica y en los estudios clínicos, puede ser de utilidad, el uso del Score revisado de HAI. Tabla Nº 1.8 Según la utilización de este Score, el diagnóstico puede ser probable o definitivo y el puntaje se relaciona además con al respuesta al tratamiento. Así, aquellos pacientes con diagnóstico probable, son los que el puntaje es de 10-15 puntos sin tratamiento y 12-17 puntos con tratamiento. Diagnóstico definitivo se considera a aquellos sujetos con puntaje mayor a 15 puntos sin tratamiento y mayor a 17 puntos con tratamiento. Se debe considerar en los casos particulares, un método para reforzar el diagnóstico. Se ha descrito que tiene una sensibilidad del 97-100% y especificidad para excluir HAI en pacientes con HCV del 66-92%.2 El Score pierde sensibilidad en pacientes con patología colestática y características inmunológicas, como los síndromes de superposición, siendo la misma entre un 45-65%.2 IX- Clasificación: Los sujetos con diagnóstico de HAI, se clasifican según el tipo de autoanticuerpo presente. La utilidad clínica de dicha clasificación, no está bien definida. Esto es debido a que la evolución, respuesta a tratamiento y pronóstico entre los distintos grupos, se discute si es diferente.2 Tipo 1: Es la forma más frecuente de HAI. Se asocia con presencia de FAN o ASMA. Se asocia con haplotipos de HLA DRB1*0301 y DRB1*0401. Tipo 2: Es más frecuente en países de Europa Occidental y América del Sur. Se asocia con presencia de Anti LKM1. Se asocia con haplotipos de HLA DRB1*0701. Existe un subtipo asociado al síndrome APECED (Poliendocrinopatía autoinmune-Candidiasis-Distrofia ectodérmica) Tipo 3: Está en discusión su presencia. Sería una forma más reciente. Se asocia con presencia de Anti SLA/LP. Comportamiento indistinguible del tipo 1. X- Historia Natural: Existen escasos datos sobre la evolución natural de los pacientes con HAI, dado que los últimos trabajos publicados con grupos placebo o control vs. grupos con tratamiento inmunosupresor son de la década del 70 y que no incluyen pacientes definidos por los criterios diagnósticos actuales, no separan claramente pacientes tratados de no tratados, ni todos excluyen las serologías virales, como se relata más adelante en este texto.1 A pesar de esto, el pronóstico en pacientes no tratados se considera pobre, siendo la sobrevida a los 5 años del 50% y del 10% a los 10 años. Actualmente con tratamiento inmunosupresor se considera que la sobrevida a los 10 años se encuentre entre un 80-93%.1 La cirrosis es el estado histopatológico más avanzado de cualquier hepatopatía y define por lo tanto una disminución de la sobrevida de estos pacientes por el riesgo de complicaciones de la misma. En diversos estudios se describe que más del 30% de los pacientes tienen cirrosis al momento del diagnóstico. Este grupo de pacientes, para nada despreciable, presenta un comportamiento que se debate hoy en día, ya que se discute porcentaje de pacientes que evolucionan a cirrosis durante el tratamiento, su respuesta al tratamiento, las diferencias en el comportamiento clínico del grupo de pacientes con diagnóstico de cirrosis al inicio vs. aquellos que desarrollan cirrosis durante la evolución y la diferencia en la sobrevida de los mismos. XI- Tratamiento: El manejo de la HAI debe ser realizado por especialistas y médicos con experiencia en el manejo de dicha patología. Múltiples trabajos han establecido la eficacia de los corticoides en el tratamiento de la HAI. Los corticoides en monoterapia o en dosis menores combinados con azatioprina mejoran los síntomas, las alteraciones bioquímicas, histológicas y la sobrevida de estos pacientes. Con tratamiento, se observa remisión clínica, bioquímica e histológica en un 65% a los 18 meses y 80% a los 3 años. La sobrevida a los 20 años es del 80% sin diferencias en edad, sexo y distribución geográfica. Si no reciben tratamiento el 50% fallece a los 3 años y el 90% a los 10 años. El tratamiento no es ideal; 50-65% de los pacientes que remiten sufren recaída al suspender el tratamiento, 35% presentan efectos adversos por medicación, 9% presentan falla al tratamiento y 13% mejora pero no llega a la remisión (respuesta incompleta). Clásicamente se ha sugerido la indicación de tratamiento dependiendo de la actividad y estado clínico de la enfermedad, el cual puede clasificarse como se observa en la Tabla Nº 4.9-2 1234- I- Actividad Severa - Indicación absoluta de tratamiento: AST >10 x VN o >5 x VN + γglobulina ≥2 x VN Necrosis en puente o colapso multiacinar Cirrosis activa al momento del diagnóstico Presentación abrupta o fulminante. El tratamiento con corticoides debe ser instaurado cuanto antes, una vez de excluidas otras etiologías de hepatopatía y la presencia de cirrosis no debe afectar en la decisión del tratamiento. II- Actividad Moderada - Indicación relativa de tratamiento: 1- Paciente con aumento leve a moderado de enzimas y γglobulinas. 2- Pacientes con hepatitis de interfase. La justificación del tratamiento en estos pacientes no está bien definida, por lo que la decisión debe ser individualizada en este grupo y determinada por la severidad de los síntomas. III- Sin actividad o Tratamiento con Riesgo elevado de efectos adversos - No candidatos a tratamiento: 1- Cirrosis inactiva 2- Complicaciones de hipertensión portal sin signos de inflamación hepatocelular. 3- Intolerancia al tratamiento 4- Comórbidas que contraindiquen el tratamiento (Ej. Compresión vertebral por osteopenia, HTA o diabetes no controlada, psicosis, etc...) No existen diferencias en la decisión de tratamiento en cuanto a sexo y edad. Tampoco entre mujeres pre y post menopáusicas. En embarazadas pueden recibir tratamiento con corticoides y se aconseja anticoncepción en pacientes cirróticas. En relación a los regimenes de tratamiento, como mencionamos previamente, puede considerarse el tratamiento de meprednisona en monoterapia o combinada con azatioprina, habiendo sido demostrada similar eficacia. Tabla Nº 5. En la práctica clínica se prefiere el tratamiento combinado debido a la menor incidencia de efectos adversos secundarios a los corticoides (10% vs. 44%). Los pacientes que son candidatos a prednisona sola son: citopenia severa, deficiencia de tiopurina metiltransferasa o intolerancia conocida a azatioprina, embarazo o deseo de concebir y neoplasia activa. Los pacientes candidatos a tratamiento combinado son: mujeres postmenopáusicas, presencia de osteopenia, HTA, obesidad, diabetes o labilidad emocional. Efectos adversos: Corticoides: 80% a los 2 años tienen algún efecto cosmético o menor secundario a corticoides (acné, rubor facial, giba dorsal, obesidad troncal, etc…). Los efectos adversos mayores (osteoporosis, fractura vertebral, diabetes, cataratas, HTA, y psicosis se desarrollan con más en terapias de mas de 18 meses y a dosis mayores a 10mg/d. Azatioprina: hepatitis colestática, enfermedad venooclusiva, pancreatitis, nausea, vómitos, rash y supresión medular. Sucede en menos del 10% de los que reciben dosis de 50 mg/d. La reducción de la dosis o la suspensión de la medicación se asocian a mejoría de los efectos adversos en la mayoría de los casos. Se debe suspender azatioprina en casos de: trombocitopenia < 50000/mm3, deterioro bioquímico, hepatitis colestática. Se debería dosar los niveles de tiopurina metiltransferasa previo al tratamiento, en pacientes con citopenias. El tratamiento inmunosupresor a largo plazo ha sido sugerido como oncogénico o capaz de aumentar el riesgo de neoplasia. Este dato es controvertido y no contraindica el tratamiento. Se sugiere además tratamientos adyuvantes que previenen minimizan los efectos adversos previamente descritos. Tabla Nº 6. o El objetivo del tratamiento es lograr la remisión de la enfermedad. Pero el tratamiento puede inducir diferentes respuestas y estas son: remisión, respuesta incompleta, falla, recaída o intolerancia de medicación. La remisión se define como la ausencia de síntomas (remisión clínica), normalización de laboratorio (AST normal o <2 xVN AST) (remisión bioquímica) y de histología (remisión histológica). Esta última permite diferenciar recaída (actividad de enfermedad una vez que haya existido resolución) de falta de respuesta terapéutica (actividad de enfermedad al suspender tratamiento, sin haber llegado a la resolución histológica). La respuesta incompleta del tratamiento se considera la mejoría clínica o bioquímica insuficiente para ser considerada remisión o la incapacidad de lograr la remisión después de 3 años de tratamiento. La falla terapéutica es la peoría clínica, bioquímica (incremento en los niveles de AST en más del 67% o desarrollo de ictericia) o histológica, a pesar de buena adherencia al tratamiento, o la descompensación de la cirrosis. Esto puede suceder en cualquier momento del tratamiento pero habitualmente sucede en los primeros 2 meses. La recaída posterior a la suspensión del tratamiento es común y el riesgo de la misma puede reducirse pero no eliminarse, con la resolución histológica. La probabilidad de recaída es del 49% dentro de los 6 meses. El riesgo disminuye a 10% después del año de remisión sostenida. XII- Pronóstico: Se han intentado evaluar múltiples factores predictores del pronóstico de los pacientes con HAI. A continuación enumeraremos algunos de los que brevemente desarrollaremos conceptos generales para la práctica diaria: Factores pronósticos: 123456- Edad Sexo Forma de presentación clínica Histología - Cirrosis Bioquímicos: Transaminasas - γglobulina Respuesta al tratamiento 1- Edad: En un trabajo de Czaja y Carpenter10 detectaron que los pacientes con ≥60 años tienen peor mayor frecuencia de cirrosis pero responden mejor al tratamiento que los pacientes ≤30 años. La edad de corte donde se observa la diferencia en este comportamiento es el de ≥40 años. 2- Sexo: Al Chalabi y Henegan11, describen una tendencia de presentación de la enfermedad a menor edad en varones (edad x: 39 años) que en mujeres (edad x: 49 años) - (p = 0.0589), mayor frecuencia de recaída en el tratamiento en varones aunque no significativa (71% vs. 55%, p = 0.0591) y mejor pronóstico a largo plazo en varones, medido en muerte o transplante (Log rank test p = 0.024). 3- Formas de presentación clínica: 68 pacientes con presentación clínica diferente fueron evaluados por Kogan e Ilan12. Observaron que los pacientes con presentación asintomática tuvieron mayor demora en el diagnóstico y tratamiento, fueron tratados con menor dosis de inmunosupresores pero el pronóstico a largo plazo fue mejor que los sintomáticos. Esto se vio reflejado por tener menor desarrollo de cirrosis (26.1% vs. 40%), no observarse falla en el tratamiento y tener menor porcentaje de enfermedad hepática terminal (13% vs. 31.1%). 4- Como se conoce, la cirrosis, por ser el estado histopatológico mas avanzado de cualquier hepatopatía, debería indicar en pacientes con HAI una disminución de la sobrevida de los mismos. Sin embargo, la tasa de sobrevida en pacientes con hepatitis autoinmune y cirrosis se discute hoy en día en los diferentes estudios realizados. Tabla Nº 7. Los primeros trabajos en que se discute dicho end point – 1961 a 1968 – reportan tasas de sobrevida de los pacientes de 18% (Willcox) y 4050% (Bearn) a los 10 años. En un estudio de Page, de 1969, donde compara estos dos estudios anteriores con los resultados obtenidos por su grupo, describe una modificación de dicho pronóstico con la respuesta al tratamiento inmunosupresor. En este trabajo los 21 pacientes evaluados son menores de 18 años. Se observa una sobrevida mayor que en los anteriores trabajos a 10 años de seguimiento, siendo aproximadamente del 60%, relacionado claramente con la respuesta al tratamiento. Es uno de los primeros estudios que demuestra el cambio de sobrevida secundario a la respuesta al tratamiento. En el mismo no se observan diferencias significativas en la sobrevida de los pacientes con cirrosis al diagnóstico vs. aquellos sin cirrosis.13 Estudios de la Clínica Mayo publicados en 1984 indican una sobrevida del 80% a los 5 años y 65% a los 10 años de seguimiento de estos pacientes. En ambos casos los pacientes cirróticos tienen menor sobrevida que los pacientes no cirróticos, pero estas diferencias no son estadísticamente significativas. Cabe destacar además, que en la época en que se realizan estos estudios, no se evalúa con métodos actuales la serología para hepatitis por HCV ni se utilizan los criterios diagnósticos actuales de hepatitis autoinmune.14 Feld y Heathcote, describe un nuevo concepto sobre la sobrevida de los pacientes cirróticos. Ese grupo observa que los pacientes con cirrosis al diagnóstico presentan mayor mortalidad o requerimiento de transplante que los pacientes no cirróticos al diagnóstico, siendo la sobrevida de 61,9% a los 10 años (vs. 94% en los no cirróticos, p=0,003). 15 Una tercera opinión en el comportamiento de estos pacientes es la del grupo de Verma, quien refiere que existen diferencias entre los pacientes que presentan cirrosis al diagnóstico vs. aquellos que desarrollan cirrosis durante la evolución. En el primer grupo la mortalidad no es mayor que aquellos que no tienen ni desarrollan cirrosis en un seguimiento de 52 meses. (15% vs. 5% respectivamente; p=NS). Mientras que los que desarrollan cirrosis tienen peor pronóstico, ya que presentan mayor mortalidad y necesidad de transplante que el resto de los pacientes. En un seguimiento promedio de 52 meses (alrededor de 4 años y medio), 14% de los pacientes que desarrollaron cirrosis murieron y 28% fueron a transplante respecto a un 0% y 2% de pacientes de los otros grupos respectivamente (p=0,01, p=0,2).13 Como se puede observar, la relación entre cirrosis en HAI y pronóstico es compleja y aún no está definida. Existen al menos, 3 líneas de pensamiento claramente discordantes. Estas son, las del grupo de la Clínica Mayo, que postula que no existe diferencias en la sobrevida entre los pacientes con y sin cirrosis al diagnóstico. El grupo Canadiense que concluye lo contrario, observando que los pacientes con diagnóstico de cirrosis al inicio presentan menor sobrevida que aquellos sin cirrosis. Por último el grupo Californiano de Verma y Redeker, que demuestra un tercer grupo de pacientes; aquellos que no presentan cirrosis al diagnóstico de HAI, pero que la desarrollan durante su evolución (independientemente del tratamiento). Ese grupo de pacientes son los que, para estos autores, tienen peor pronóstico que los pacientes sin cirrosis o con cirrosis al inicio del diagnóstico de HAI. 5- Bioquímicos: Se ha publicado en trabajos que la ausencia de remisión bioquímica (esto es normalización de los niveles de transaminasas) están asociados a mayor riesgo de desarrollo de cirrosis y mayor posibilidad de recaída.Error! Bookmark not defined. En otro trabajo se publica un concepto similar: la persistencia de niveles elevados de transaminasas durante el tratamiento se asocia a progresión de la enfermedad. 16 En algunas publicaciones agregan además de los niveles de transaminasas el nivel de γglobulina como determinante de la respuesta al tratamiento y la evolución de la enfermedad. Error! Bookmark not defined.-17 También se ha publicado el descenso en los niveles de albúmina y de concentración de protrombina como factores pronóstico de desarrollo de cirrosis. 14 6- Respuesta al tratamiento: Como es de suponer, por lo descrito hasta ahora y por las publicaciones que así lo avalan, la falta de respuesta al tratamiento, la reactivación intratratamiento y la recaída postratamiento son factores de mal pronóstico Tablas y Gráficos: Tabla Nº 1: Tabla Nº 2: Tabla Nº 3: Tabla Nº 4: Tabla Nº 5: Tabla Nº 6: Tabla Nº 7: Porcentaje de pacientes fallecidos a los 10 años de seguimiento de pacientes con HAI tratados: Mortalidad a los 10 años de pacientes con HAI tratados Trabajos publicados Con cirrosis al diagnóstico Sin cirrosis al diagnóstico P Estudios iniciales (Willcox - 1961) 82% ¿Significativa? Grupos heterogéneos Estudios iniciales (Bearn -1968) 50- 60% ¿Significativa? Grupos heterogéneos Page 1969 60% ¿No significativa? Mejoría con tratamiento Roberts y Cjaza 1996 Gastroenterology 8% 11% 0,5 (No significativa) Verma y Redecker 2004 Am J Gastroenterology 15% 5% No significativa Feld y Heathcote 2005 Hepatology 38,10% 6% 0,30% Nuestros datos 2005 37,40% 9,50% 3,00% Bibliografía: Manns M. P., Vogel A.. Autoimmune Hepatitis. From mechanisms to therapy. Hepatology 2006; 43: 2: Suppl. 1. 1 Czaja A. J., Freese D. K.. AASLD Practice Guidelines. Diagnosis and treatment of Autoimmune Hepatitis. Hepatology 2002; 36: 2: 479-497. 2 3 E. L. Krawitt. Autoimmune Hepatitis. NEJM 2006; 354: 54-66. Medina J., García-Buey L., Moreno-Otero R. Review article: immunopathogenetic and therapeutic aspects of autoimmune hepatitis. Aliment Pharmacol Ther 2003; 17: 1–16. 4 Carpenter. H. A. Czaja. A. J. The role of histologic evaluation in the diagnosis and management of autoimmune hepatitis and its variants. Clin Liver Dis 2002; 6: 397– 417. 5 Ferrari R. et al. 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