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La Conquista de México Carlos Manuel Berzunza Arcila Era aquélla una tormentosa noche de Verano mexica. Llovía a cántaros. De manera intermitente los rayos se estrellaban contra la atmósfera e iluminaban aquel dantesco cuadro. Mujeres y niños caían en la laguna y en las zanjas lanzando gritos de muerte y desesperación. Los aliados, más que nadas tlaxcaltecas, aullaban con alaridos de victoria. Era una masacre. La mortalidad de los mexica había sido terrible en aquel asalto. Los mexica ya no tenían flechas. Combatían con la macana sin fuerza, pero con brío. Las huestes de Cortés destruían todo ser vivo que se cruzara por su camino: cadáveres indígenas caían sobre los montones de restos humanos ya en putrefacción. Pero, vayamos tiempo atrás. Recordemos que en su primer intento de conquista Cortés había sido rechazado y perseguido hasta el viejo ahuhuete de Tacuba donde, según la tradición, lloró de rabia y dolor al ver pasar los restos desbaratados de su ejército. Esa fue su “Noche Triste”. Una vez repuesto, el Conquistador decide marchar hacia Tlaxcala donde es bien recibido. Entre tanto los mexica se organizan. Se celebró la restauración de la Liga de Anáhuac integrada por México - Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopan. Los tres grandes señores de Anáhuac fortalecen sus ciudades y reorganizan sus ejércitos. Después de estar veinte días en Tlaxcala Cortés procede a manejar la política con los pueblos de la región para aislar el Anáhuac. Finalmente decide marchar de nuevo hacia México. Cerca de Tlaxcala funda una villa a la cual le llama Segura de la Frontera en la que se herraría por vez primera a los indios para esclavos con una “G” que quería decir “Guerra”. Cuauhtémoc es designado nuevo emperador. Bernal Díaz del Castillo dice de él que “era bien gentil hombre a pesar de ser indio y muy esforzado. Y se hizo de temer de tal manera que los suyos temblaban de él”. Tendría veinticinco años de edad. Previamente Cortés va cerrando el círculo. El 27 de mayo de 1521 rompe el acueducto de Chapultepec cortando así el suministro de agua. Al mismo tiempo ocupa los principales puntos de acceso a la Gran Tenochtitlán. Alvarado se establece en Tlacopan con 25 000 aliados; Cristóbal de Olid en Coyoacán y Sandoval en Iztapalapa, ambos con igual fuerzas que el primero. Cortés se reserva el mando de los bergantines. Éstos habían sido construidos con el maderamen de las naves en que Pánfilo Narváez había llegado al continente. Quinientas canoas salen sobre los bergantines. Las naves de Cortés las despedazan. Muy pocos se salvan. El sitio se había iniciado. A base de sangre y fuego soldados bien armados y trece barcos, algunos de ellos con cañones, trataban de vencer a los mexica. Éstos se defendían con bizarría. El panorama era terrible. Una ciudad llena de cadáveres y cuerpos mutilados se dibujaban ante los españoles. Los mexica consideraban que era mejor morir de pie que ser esclavos. El lugar que defendían era una isla unida a tierra por calzadas. Algunas se cierran; las más inútiles y peligrosas. Sólo dejaron las que unían a Tenochtitlán con Tlacopan y la que por el Sur llegaba a Coyoacán. Ambas quedaban dentro del agua y podían ser defendidas por canoas. Como las fuerzas de Cortés permanecían en Coyoacán y Tlacopan permitían una comunicación constante por medio de caballería y, al mismo tiempo, se cortaba por completo el ingreso de víveres a la ciudad. Además, recordemos que ya habían cortado el agua de Chapultepec. El cerco se cierra al ubicarse Sandoval en Tepeyac Cortés gana terreno hacia México. Alvarado y Sandoval son rechazados. Finalmente el Conquistador toma Xochimilco. Alvarado y Sandoval contraatacan y ganan terreno. Los mexica no se daban por vencidos. Luchaban a morir. La lucha era feroz. Cuando Sandoval había atacado con cinco bergantines el noroeste de Tlatelolco, aparece un Tlatelolco, hombre hercúleo que con tres pedradas derrota a tres españoles. Los españolen emprenden la huida. Dieciocho son hechos prisioneros, y finamente, sacrificados. Pero los víveres comienzan a escasear. Los amigos de los mexica no podían surtirlos porque los bergantines los perseguían. No había agua para tomar. La que había estaba contaminada por los miles de cadáveres. El hambre y la sed los agobiaba. Llega un momento en que los mexica se sienten vencidos. El cuerpo les pesa. No pueden dar un paso más. Pero de pronto se escucha el ronco sonido del caracol. Mil instrumentos responden. Espantoso griterío. Los españoles huyen. El puente se hunde. Muchos caen al agua. Los agarran vivos. Había que sacrificarlos. Cortés es hecho prisionero al grito de ¡Malintzin! ¡Maintzin!. Lo conducían al templo para sacrificarlo. Llega un jinete, Cristóbal de Olea, quien de un tajo le cortó las manos al guerrero que lo asía. Olea y su caballo caen muertos. Cortés huye. El hambre y la sed aumentan. Cortés emprende de nuevo la destrucción con bergantines y canoas. Tenochtitlán había desaparecido. Sigue la destrucción hacia Tlacopan y Tlatelolco. Estamos de nuevo ante aquella tormentosa noche de verano. Amanece. La verdadera noche triste azteca había llegado a su fin. Entre la neblina de aquel amanecer se dibujaban imágenes de dolor y sangre. Mucha gente vivía en las acequias sobre las canoas. La lluvia nocturna había sido copiosa. Había hambre. Las enfermedades se habían convertido en peste. Cadáveres amontonados en las calles. Las personas sólo se alimentaban de sabandijas y moscas de las acequias. Bebían agua inmunda de los charcos. Sin embargo, los mexica no daban señal de rendirse. Cortés y Alvarado daban el asalto final. Los mexica no tenían fuerza para pelear. Se lanzaban para morir sobre las armas de los españoles. La matanza fue terrible. Cuauhtémoc fue hecho prisionero y conducido ante Cortés, a quien, con voz firme, exclamó: “Malintzin, pues he hecho cuanto cumplía en defensa de mi ciudad y de mi pueblo, y vengo por fuerza y preso ante tu persona y poder, toma luego este puñal y mátame con él”. Era el día 13 de agosto de 1521,