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SAN FRANCISCO DE ASÍS ESTABA TOTALMENTE DEDICADO A LA CONVERSIÓN DE LAS ALMAS El Papa Francisco nos dice que eligió éste para ser su nuevo nombre, debido al deseo que sentía en emular tres virtudes de San Francisco de Asís: el amor de la pobreza, el amor de la paz, y el amor de las creaturas de Dios. Esta elección de nuestro Santo Padre en usar el nombre de San Francisco generó un nuevo y instantáneo interés en la figura de este gran Santo y reformador del Siglo XIII. Pero, aunque tan bien conocido que sea San Francisco, hay también, generalizados, muchos conceptos incorrectos sobre el modo cómo su simplicidad y amor por la paz encontraron expresión en su Fe. San Francisco es un modelo de caridad y de paz, pero él no tenía la menor tolerancia por aquello que comprometiese su testimonio a favor de la única y verdadera Fe. El artículo que se sigue dará a Usted una visión importante sobre quien fue, en realidad, San Francisco. por John Vennari San Francisco de Asís era firmemente dedicado a la verdad de que “fuera de la Iglesia católica no hay salvación”. No era un proponente del diálogo modernista; era, sí, un apóstol de Cristo que predicó el Evangelio. 1. por la salvación de aquellas almas que ya eran católicas, pero que habían caído, distanciándose del ideal del Evangelio, y 2. por la salvación de los infieles y no-creyentes, que él sabía que vendría a perderse, si no abrazasen a Cristo y a Su única y verdadera Iglesia católica. Caballero de la Iglesia Militante El Padre Cuthbert, OSFC, su biógrafo, escribió que San Francisco era “inclinado a ser impaciente con los importunos y los herejes hasta las últimas consecuencias”. 1 En efecto, San Francisco usaba palabras fuertes para con aquellos que no aceptaron la Verdad católica. Él no hablaba en términos vagos sobre las “semillas de verdad que se encuentran en todas las religiones”. Ni anunció su famoso viaje para predicar a los musulmanes y al Sultán como “una invitación al diálogo entre las grandes religiones monoteístas al servicio de la familia humana”. ¡No! Él predicó la necesidad de conversión de los no católicos a la única y verdadera Iglesia de Cristo para lograr la salvación. Nada menos que esto sería suficiente. En una de las más antiguas Admonitiones (“Exhortaciones”) de San Francisco a los Hermanos de su Orden, decía él lo siguiente sobre aquellos que no aceptan la verdad católica: http://www.fatima.org/span/crusader/cr105/cr105pg30.pdf 1 “Todos aquellos que vieron a Jesús en Su carne pero no Lo vieron según el Espíritu y en Su Divinidad, y que no creyeron que Él era realmente el Hijo de Dios, son condenados. También son condenados aquellos que ven el Santísimo Sacramento del Cuerpo de Cristo, que es consagrado sobre el altar con las propias palabras del Señor y por las manos del sacerdote bajo las especies del pan y de vino, pero no ven en ellos el Espíritu y la Divinidad, ni creen que es, en realidad, el Santísimo Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo”.2 Por lo tanto, aquellos que intentan retratar San Francisco de Asís como un apóstol del nuevo tipo de diálogo y del ecumenismo del Concilio Vaticano II, no están diciendo la verdad. Aquellos que practican el ecumenismo post-conciliar y afirman imitar San Francisco, o son ignorantes cuanto a la vida de San Francisco o, simplemente, no están siendo honestos. Esto es especialmente verdad atendiendo a que el ecumenismo de hoy no busca la conversión de los no católicos a la única y verdadera religión, antes sólo busca trabajar unido con todas las religiones, en una “diversidad reconciliada” para “la mejoría de la familia humana”.3 No hay contraste más flagrante a este nuevo ecumenismo afeminado de que el encuentro de San Francisco con el Sultán, y el celo misionario de sus Frades en el medio de los musulmanes. San Francisco contra el Islam Alrededor de 1219, después de un Capítulo General de la Orden, San Francisco decidió enviar una misión a los mahometanos del Egipto, donde también se estaba a combatir una Cruzada. Durante ese tiempo, Francisco quedó con el ejército cristiano, habiendo atravesado después a las líneas musulmanas. Una vez fuera de las líneas cristianas, los soldados musulmanes se apoderaron de él. San Francisco dijo a los soldados que él sólo quería predicar la Ley de Cristo al Sultán, que le permitiese la entrada en el acampamiento. Cuando fue llevado al Sultán, San Francisco le dijo: “Soy un enviado del Dios Altísimo, para mostrarte a ti y a tu pueblo, el camino de la salvación, por medio del anuncio de las Verdades del Evangelio”.4 Mientras San Francisco predicaba, el Sultán sintió mucha simpatía para con él y para con el poder de sus palabras. Tanto fue así que invitó San Francisco a quedar con él. “De la mejor voluntad”, – respondió San Francisco – “si tú y tu pueblo se conviertan a Cristo”.5 San Francisco le propuso entonces su famoso desafío. Y le dijo: “Si tú aún vacilas entre Cristo y Mahoma, mande encender un fuego, que yo iré allá por dentro con tus sacerdotes, para que tú puedas ver cuál es la verdadera Fe”. 6 http://www.fatima.org/span/crusader/cr105/cr105pg30.pdf 2 El Sultán no quería autorizar este juicio por el fuego y, así, San Francisco pidió autorización para irse. Entonces, el Sultán dio órdenes para que San Francisco fuese llevado de vuelta a su acampamiento con toda la cortesía. ¡Fíjense en este punto importante: cuando los musulmanes rechazaron convertirse, San Francisco terminó el diálogo! No había nada más a discutir. Y, mientras esto sucedía en el Egipto, había cinco Frailes Franciscanos exaltados y tanto clamor levantaron en el Marruecos mahometano, que todos los cinco recibieron la muerte. Eran los Hermanos Berardo, Otón, Pedro, Acursio y Aduto. Ellos habían ido primero a Sevilla mahometana, en España. Por haber intentado predicar allí el Evangelio, fueron azotados, encarcelados y, por fin, expulsados de aquel Reino. Fueron, entonces, a Marruecos mahometano, en una tentativa de convertir los infieles. Cuando llegaron, estos Frailes hicieron más que sólo predicar en las calles. Se dirigieron a una mezquita y, de dentro de la mezquita, denunciaron Mahoma.7 Los Frailes fueron capturados, encarcelados y azotados, pero eso no les hizo disminuir su celo misionario. Mientras estaban en la prisión, intentaron repetidas veces convertir los guardas. Los gobernadores de Marruecos, por su parte, intentaron encontrar una salida diplomática para este caso; así, consiguieron que estos impetuosos Frailes fuesen mandados fuera del país. Testigos fieles ¿Cómo respondieron los cinco Frailes? Cuenta el Padre Cuthbert. “Pero los cinco Frailes no sabían nada de diplomacia y no tenían temperamento para vivir y dejar vivir. Mahoma era, en sus ojos, el enemigo de Cristo, y las almas de este pueblo eran despojos legítimos para su Divino Redentor. Renunciar a su misión sería un desvío de traición de la dedicación que habían dado a su Salvador”.8 La primera oportunidad que tuvieron, los Franciscanos escaparon a los guardias. Volvieron inmediatamente a la ciudad, y se pusieron de nuevo ante de la mezquita, suplicando a los infieles para renunciar a Mahoma y aceptar a Cristo. Y fueron capturados, llevados a la prisión y torturados. Mientras estaban en gran sufrimiento, los guardias prometieron a los Frailes que la vida les sería salvada y aún les serían dados regalos, si negasen a Cristo y aceptasen Mahoma. Los Frailes respondieron recitando alabanzas a Nuestro Señor, incitando quien los torturaba a que renunciasen a Mahoma y aceptasen a Jesucristo. La respuesta de los mahometanos fue decapitar cada uno de los Frailes, lanzando sus cuerpos fuera de los muros de la ciudad, dándolos así a los perros para comer. Sucedió que un alto dignitario portugués organizó una operación secreta para recuperarles los cuerpos. Fueron llevados a Portugal y, con gran reverencia, fueron sepultados en Coimbra, en la Iglesia de Santa Cruz, que era de los Canónigos Regulares (Agustinos). http://www.fatima.org/span/crusader/cr105/cr105pg30.pdf 3 De entre todas las personas que allí fueron para dar honor y pedir la intercesión de los Franciscanos martirizados – que fueron conocidos hasta hoy como “los Santos Mártires de Marruecos” – estaba un joven Canónigo Agustino que se sentía tomado por el celo y el Amor de Cristo que ardía en el corazón de los ‘Santos Mártires’. Procuró los Franciscanos locales y les suplicó que lo admitiesen en la Orden. Este joven Agustino que se tornó Franciscano es ahora conocido como San Antonio de Lisboa o San Antonio de Padua, obrero de milagros, a quien los católicos honran con el título de “Azote de los Herejes”. En cuanto a San Francisco: ¿Qué pensaba él de estos cinco Frailes que fueron directamente a una mezquita y denunciaron Mahoma aun dentro de un lugar santo para los musulmanes? ¿Y que incitaban los musulmanes a que, para su propia salvación, no siguiesen el falso profeta Mahoma? ¿Acaso San Francisco organizó una gran disculpa, a propósito de la insensibilidad de sus Frailes, por no comprender que “tanto nosotros como los musulmanes adoramos el mismo Dios”? ¡No! San Francisco exclamó al Cielo, en un transporte de gratitud: ¡“Ahora puedo decir con verdad que tengo cinco hermanos”!9 Es esto el verdadero espíritu de San Francisco de Asís. NOTAS: (1) Cuthbert, Life of St. Francis of Assisi (Nueva York: Longmans, Green and Co., 1916), pág. 12. (2) Admonitio prima de Corpore Cristi (edición Quaracchi, pág. 4), citado en Johannes Jorgensen, St. Francis of Assisi (Nueva York: Longmans, Green and Co., 1912), pág. 55. (3) La nueva posición es claramente explicada por el Cardenal Walter Kasper, uno de los ecumenistas más radicales de hoy. En 2001, Kasper dijo: “…en los días de hoy, ya no comprendemos el ecumenismo en el sentido de un regreso, por el cual los otros ‘serían convertidos’ y volverían a ser ‘católicos’. Esto fue expresamente abandonado en el Concilio Vaticano II”. En 2003, el Cardenal Kasper continuaba, proclamando: “Varios aspectos del ser Iglesia están más bien realizados en otras Iglesias. Por consecuencia, el ecumenismo no es un camino de sentido único, pero sí un proceso recíproco de aprendizaje o, como está estatuido en Ut Unum Sint, un intercambio de dones. El camino a la unidad no es, por lo tanto, el regreso de los otros al seno de la Iglesia católica”. Ahora, esto contraria abiertamente la Doctrina católica, infaliblemente definida por tres veces, según la cual fuera de la Iglesia católica no hay salvación. (4) Lives of Saints, “St. Francis of Assisi” (John J. Crawley & Co., 1954). (5) Cuthbert, Life, pág. 280. (6) Lives of Saints, John J. Crawley & Co. (7) Cuthbert, Life, pág. 283. (8) Ibid., pág. 284. (9) Ibid. pág. 285. http://www.fatima.org/span/crusader/cr105/cr105pg30.pdf 4