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El Racionalismo: la filosofía de Descartes TEMA 7 EL RACIONALISMO: LA FILOSOFÍA DE DESCARTES 1 2 INTRODUCCIÓN. CONTEXTO HISTÓRICO. 2.1. Contexto económico-social. 2.2. Contexto político. 2.3. Contexto cultural y filosófico. 3 EL RACIONALISMO MODERNO. 4 EL RACIONALISMO DE DESCARTES 4.1. Descartes: una vida moderna. 4.2. Coordenadas del pensamiento cartesiano. 4.2.1. 4.2.2. 4.2.3. 4.2.4. Crítica cartesiana a la escolástica. Superación del escepticismo radical. Actitud frente a la nueva ciencia. Conclusiones. 4.3. Objetivo de la filosofía de Descartes: un método y una filosofía para el conocimiento. 4.4. El método cartesiano. 4.5. La apliacación del método a la filosofía. 4.5.1. 4.5.2. 4.5.3. 4.5.4. La duda metódica. La recuperación de lo otros ámbitos de la realidad: tercera regla (síntesis). La tercera realidad: la existencia del mundo Consecuencias de la filosofía cartesiana en la teoría del conocimiento: el mundo como representación 4.6. La metafísica cartesiana: estructura de la realidad y concepción de la sustancia. 4.7. Interpretaciones de la filosofía cartesiana. 5 VOCABULARIO BÁSICO DE DESCARTES. IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 1 El Racionalismo: la filosofía de Descartes 1 INTRODUCCIÓN. Nos ocupamos en este tema de una de las dos corrientes de pensamiento que se desarrollan en Europa en el siglo XVII y principios del XVIII: el racionalismo moderno. En el siguiente tema abordaremos la otra corriente, el empirismo moderno, que no es sino la respuesta histórica a los problemas que plantea por primera vez el racionalismo en el contexto de una nueva manera de entender el papel de la filosofía. Los rasgos que tienen en común y que definen este período son: 1. Autonomía absoluta de la filosofía y de la razón, que ahora actúan con total independencia de cualquier instancia exterior y ajena a ellas mismas, sea la tradición, la autoridad o la fe religiosa. Esto supone que la razón humana es el único “tribunal” válido para juzgar y distinguir la verdad del error, de forma que aquellas verdades que pretendan fundarse en instancias no racionales no tienen valor alguno desde el punto de vista filosófico. 2. Se busca una fundamentación distinta (estrictamente racional, no trascendente o religiosa) que sirva de base a la nueva concepción del mundo que se venía gestando desde el Renacimiento. Se hace por ello preciso un estudio del conocimiento humano. 3. El problema del conocimiento (cuál es la vía o el método que nos permite obtener conocimientos ciertos y seguros, cuál es su naturaleza y alcance según se desprende del análisis de nuestras facultades cognoscitivas) se convierte en la preocupación central de la filosofía, en un asunto previo a cualquier posterior intento de análisis e interpretación de la realidad. La diferencia entre ambas corrientes residirá en cómo enfocan e intentan resolver tal fundamentación del problema del conocimiento humano. 4. Toman como modelo de conocimiento el de la ciencia moderna, que se caracteriza por su método matemático y experimental. Para el racionalismo, será el método matemático el que se tome como referencia, y, en el caso del empirismo, se tendrá más en cuenta la vertiente experimental de la ciencia moderna y sus posibles extrapolaciones al campo de la filosofía. 5. Adoptan una postura crítica frente al pensamiento escolástico, que aún era el modelo oficial o dominante en las escuelas y universidades europeas. No en vano estos nuevos filósofos no se libraron de la censura de sus obras o incluso de la persecución, tanto de sus ideas como de sus propias personas. IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 2 El Racionalismo: la filosofía de Descartes 2. CONTEXTO HISTÓRICO. Hacia la mitad del siglo XVI comienzan en Europa una serie de crisis que se van a extender a todo el siglo XVII. En el plano social se corresponden con el desarrollo de la burguesía y en el plano ideológico con la necesidad que se experimenta de una nueva concepción del mundo basada en el concepto de Razón. 2.1. CONTEXTO ECONÓMICO-SOCIAL. Por un lado, el desarrollo del capitalismo se verá favorecido especialmente por la expansión del comercio marítimo y colonial y la afluencia de metales preciosos de las minas europeas y americanas. Se trata de un capitalismo de tipo comercial. Los hombres de negocios son, a la vez, banqueros y fundadores de nuevas industrias. Aparecen las bolsas y las grandes compañías comerciales en forma de sociedades por acciones. El siglo XVII es el momento canónico del mercantilismo, expresión teórica del pacto entre la ascendente burguesía y la monarquía absoluta. Esta doctrina reclama una política de autoridad y seguridad. Armadores y negociantes tienen intereses comunes con el Estado lo que los mantiene unidos. El capitalismo industrial surge en Inglaterra en la primera mitad del siglo XVII como consecuencia de la primera revolución en la industria, precursora de la gran revolución industrial del siglo XVIII. Los inventos en las técnicas marítima, industrial y agrícola son numerosos. Se perfila el tipo de capitalista emprendedor, enérgico, inteligente y práctico, con pocos escrúpulos, que reclama la libertad individual frente a municipios y señoríos e incluso frente a las concepciones morales y religiosas. Se exalta el valor de la razón frente a la autoridad de los libros o maestros y se fomenta así el desarrollo científico. Esta burguesía capitalista va aumentando en número e importancia y llega a ser un serio adversario de la nobleza. Por otro lado, es un período de profunda depresión económica y creciente endeudamiento de las monarquías que, para pagar a los funcionarios y sufragar las guerras, ceden a los comerciantes la explotación de los bienes del Estado como minas, salinas, etc. El sistema productivo, todavía esencialmente agrícola, es incapaz en muchos casos de cubrir las necesidades de la población. En Francia, por ejemplo, se suceden seis hambrunas entre 1629 y 1710. 2.2. CONTEXTO POLÍTICO. 2.2.1. El absolutismo. En el plano político es el absolutismo la ideología del poder, como nueva concepción del Estado frente a la idea renacentista, pero diferenciándose claramente dos fases: 1. Primer momento, en que el absolutismo aparece como el coronamiento normal del mercantilismo en función de su confluencia de intereses. 2. Segundo momento, en el que la burguesía se hace más poderosa con el desarrollo del capitalismo comercial y reclama un puesto en el poder minando el absolutismo. IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 3 El Racionalismo: la filosofía de Descartes 2.2.2. Crisis, guerras de religión y revoluciones. Es un período de gran inestabilidad y de crisis que se manifiesta en una serie de guerras y revoluciones. Es la época del expansionismo colonial que lleva a los estados europeos a luchar entre sí en todos los mares. En el continente europeo se desarrolla la Guerra de los Treinta Años (16181648) por razones políticas y religiosas. Enfrenta a los defensores del orden tradicional y los ideales de la Contrarreforma, representados por las dos ramas de la casa de los Austrias (la alemana y la española), y a los partidarios del nuevo orden, los países protestantes del norte apoyados por Francia. Se van formando los "Estados modernos", independientes y soberanos, que se enfrentan en sus afanes de imperialismo. La mayor tentativa la protagonizan los Habsburgo de España y Austria, que origina la guerra entre los Estados Católicos y Protestantes del Imperio Alemán. España interviene por intereses en los Países Bajos. Las guerras de religión se dan también en Francia entre católicos y protestantes en la llamada “guerra de los Hugonotes”. En Inglaterra los Estuardo intentan mantener una monarquía absoluta reservándose el poder legislativo y el derecho a la percepción de impuestos sin el consentimiento de los súbditos. Se enfrentan a los comerciantes puritanos y a parte de la nobleza que comparte los mismos intereses. El Parlamento entra en conflicto con el Rey para conseguir una forma de Estado que defienda los intereses de esta burguesía. Hay dos revoluciones y una guerra civil que acaba con la decapitación de Carlos I, surgiendo de estas crisis el primer sistema parlamentario y constitucional europeo, en un clima de libertades políticas y de tolerancia religiosa, importado de Holanda, que se afianzará a partir de 1688, año de la denominada "Revolución Gloriosa". 2.3. CONTEXTO CULTURAL Y FILOSÓFICO. Podemos identificar esta época como la cultura del Barroco, un tiempo de crisis en el que se han perdido las comunes referencias tradicionales en todos los ámbitos de la existencia humana. En lo religioso (ámbito predominante durante toda la Edad Media e incluso el Renacimiento), la Reforma protestante rompe la unidad de la fe y la alianza entre los poderes temporales y espirituales. La conciencia queda relegada así al reducto de la subjetividad individual, desde la que ha de enfrentar el “libre examen” de las verdades religiosas. A ello hay que sumar el conflicto entre la nueva ciencia y la jerarquía eclesiástica, como se había puesto de manifiesto en el caso de Galileo. En lo social asistimos al derrumbe definitivo de la sociedad estamental de la Edad Media, propia, a su vez, de una rudimentaria economía agraria, y el surgimiento de nuevas clases socio-económicas: la burguesía financiera, la artesanal, la comercial, los nuevos “parias” o desclasados (abocados a la picaresca para lograr su supervivencia), los aventureros (que empezaron por ensanchar los límites del mundo conocido con los nuevos descubrimientos geográficos) y los burócratas. En lo moral, numerosos y nuevos modelos morales se ofrecen al mismo tiempo como alternativas de vida a las ya conocidas: el cortesano, el caballero, el astuto, el humanista, el científico, el pícaro, el discreto, etc. En lo científico, la imagen medieval (aristotélico-ptolemaica) del mundo se viene abajo con la extensión imparable de la revolución científica, al tiempo que se IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 4 El Racionalismo: la filosofía de Descartes desencadena un debate en torno a los mejores métodos para conseguir un progreso en el saber, tales como el aristotélico, el hermético, el empirista de Bacon y el experimental de Galileo. En lo filosófico conviven filosofías antiguas y nuevas: aristotelismo, platonismo, estoicismo, epicureísmo, atomismo y, cómo no, escepticismo. Ante tal abundancia de corrientes de pensamiento se genera un clima de confusión, que se manifiesta claramente en el tono vital y la mentalidad de la época. Así, el estado dominante es el de la desorientación, el pesimismo y la desconfianza, teñidos por el intimismo individualista y melancólico ante la inestabilidad y fugacidad de la vida. Este hecho se expresa de modo ejemplar el típico retorcimiento del arte barroco, cuya literatura se pregunta, perpleja e insegura, si no será toda la vida un sueño y el mundo un gran teatro (como llegan a afirmar Shakespeare y Calderón). 3 EL RACIONALISMO MODERNO. Existen tres tipos de racionalismo que se han mezclado y admitido juntos por algunos filósofos, lo que no quiere decir que no puedan ser admitidos individualmente sin adoptar los restantes. Éstos son: 1. Racionalismo psicológico. La razón equiparada al pensar es superior a la emoción y a la voluntad. 2. Racionalismo metafísico. La realidad es, en último término, de carácter racional. 3. Racionalismo gnoseológico. La razón es el único órgano adecuado y completo como medio de conocimiento. Esta idea se concreta a partir de dos supuestos fundamentales: a. Nuestro conocimiento puede ser construido deductivamente a partir de ciertas ideas y principios evidentes. b. Estas ideas y principios son innatos al entendimiento, éste los posee en sí mismo al margen de toda experiencia sensible. El racionalismo, como corriente de pensamiento concreta que se desarrolla en Europa continental durante los siglos XVI y XVIII, supone la puesta en práctica de los dos últimos tipos que acabamos de diferenciar. Así, esta corriente se caracteriza tanto por su doctrina metafísica como por su análisis del conocimiento humano. Además de por los anteriores rasgos, también se caracteriza el racionalismo filosófico por estas otras características: - exceso de confianza en el poder de la razón: tal y comentábamos antes, el poder de la razón, para los racionalistas, es tal que la razón tiene capacidad para producir desde sí misma y por sí misma las ideas o conceptos fundamentales con los que trabaja. Es lo que se ha llamado el “innatismo racionalista”, postura opuesta a la del empirismo, que considerará que la razón no produce por sí misma ideas, sino que las extrae de fuera, de la experiencia. Como se ha llegado a afirmar, los racionalistas consideran que la razón es como una especie de “araña” que extrae de sí misma sus producciones (como el mencionado animal produce su tela a partir de los hilos interiores que posee). Por el contrario, la concepción de la razón de los empiristas puede compararse con el trabajo IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 5 El Racionalismo: la filosofía de Descartes de una “hormiga”, que construye su casa con los materiales que encuentra en el exterior. - consideración del método matemático como modelo de saber o conocimiento: los racionalistas consideraban que el modelo matemático era extensible a todos los saberes y podía ser usado en cualquier contexto de investigación. Les asombraba de este método la evidencia de sus principios y la necesidad de sus demostraciones. Así pues, creyeron que todo el saber podría construirse de forma similar a la geometría de Euclides, es decir, a partir de unas definiciones elaboradas racionalmente de las que se derivarían posteriormente todas las demás conclusiones. - subjetividad en el análisis del conocimiento: a diferencia del pensamiento antiguo y medieval, que partió en su reflexión de la evidencia primera del mundo, que trataría luego de explicar; los racionalistas parten de la evidencia primera de la existencia del pensamiento o del sujeto pensante. Así, antes de estar seguro de la existencia del mundo, intuyo la evidencia de mi yo que piensa, y este yo sólo conoce directamente sus propios contenidos mentales o ideas. A partir de ellos, tendrá que intentar llegar a demostrar la existencia de un mundo o una realidad exterior. - visión mecanicista de la realidad: la realidad física es entendida, sobre todo en Descartes, de forma similar a una máquina, que carece de cualidades ocultas o fines desconocidos. La “máquina del mundo” se explica a partir de partículas de materia extensa y movimientos que dan lugar, a su vez, a otros movimientos. En definitiva, siguiendo el modelo de conocimiento cierto de las matemáticas, el racionalismo construirá nuevos sistemas filosóficos que acabarán sustituyendo a los de la metafísica escolástica, constituyéndose, a su vez, en la metafísica moderna. Para ello se basará en un supuesto tanto metafísico como religioso, según el cual Dios es la suprema garantía de la existencia de las verdades racionales y el apoyo último de un mundo que puede ser conocido por la razón humana. 4 EL RACIONALISMO DE DESCARTES. 4.1. DESCARTES: UNA VIDA MODERNA. René Descartes nació el 31 de marzo de 1596 en la Turena (Francia). Su familia, pertenecía a la baja nobleza, siendo su padre y su hermano mayor magistrados del Tribunal superior de Bretaña en Rennes. Su madre murió al año de nacer Descartes. En 1604 y hasta 1614 estudió en el colegio de la Flèche en Anjou, escuela regida por los jesuitas y de una apertura intelectual poco usual para la época. En 1616 se graduó en derecho por la universidad de Poitiers. Sin embargo, no se encontraba realmente satisfecho de la enseñanza que había recibido. Descartes se interesó pronto por las matemáticas, única disciplina que puede considerarse un "auténtico saber" porque es la única que nos aporta "certeza", es decir, es la única de la que no podemos dudar, la única que estamos seguros que no nos engaña. Este motivo impulsa a Descartes a abandonar sus estudios y dedicarse al esparcimiento y a viajar; piensa que lo que no ha encontrado en los libros y en las explicaciones de sus maestros podrá hallarlo en el “gran libro del mundo”, experimentarlo por su propia cuenta. IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 6 El Racionalismo: la filosofía de Descartes En 1618 se alista en el ejército del príncipe Mauricio de Nassau, hijo de Guillermo el mudo, en Holanda. Por aquella época conoció al que despertaría en él la inquietud por las cuestiones científicas: el médico Isaac Beeckman. En 1619 se traslada a Alemania, donde se incorpora al ejército del duque de Baviera. Ese mismo año, el 10 de noviembre, descubre su verdadera vocación: la filosofía. Pero ésta surge como filosofía del conocimiento o gnoseología y solo derivadamente se desenvuelve como una ontología o una filosofía del ser. Es por este motivo por lo que Descartes se apasiona por la cuestión del método, único camino que permitirá recomponer y unificar no sólo la pluralidad de ciencias sino la propia sabiduría humana. Va a vivir a París y finalmente se retira a Holanda, lugar que se convirtió en el refugio de numerosos filósofos y científicos debido a su tolerancia y donde Descartes vivió con algunas interrupciones hasta 1649. Allí, escribiendo con serenidad termina, en 1628, su obra fundamental "Regulae ad directionem ingenii" (Reglas para la dirección del espíritu) que, escritas en latín, se publicarán después de su muerte. Esta obra plasma su intención de crear una ciencia universal de carácter matemático. Pero también se subrayan los aspectos metodológicos de su pensamiento. En los años 1633-1634 escribe Descartes su "Tratado del Mundo" obra que no se atrevió publicar cuando recibió la noticia de la condena que sufrió Galileo en Roma. Su tratado contenía también tesis heliocentristas, así como afirmaciones sobre el movimiento de la tierra. Parte de esta obra será incorporada más tarde en trabajos posteriores. Descartes mantuvo siempre una postura conciliadora y precavida que evitó el enfrentamiento con la Iglesia. Quizás también porque pretendía no quedar fuera de los círculos "oficiales". En 1637 publicó el "Discurso del método" acompañada de tres pequeños tratados: "Dióptrica", "Meteoros" y "Geometría", escritos en francés, lo cual suponía una novedad y un intento de que su obra se extendiera entre los círculos menos dogmáticos y academicistas. En 1641 se publican en París sus "Meditationes de prima philosophia", considerada, junto con las Regulae, la obra fundamental de Descartes, también escrita en latín. Esta obra se denomina comúnmente “Meditaciones metafísicas”. Las Meditaciones se publicaron pronto al francés junto con un grupo de Objeciones de varios autores y Respuestas del propio Descartes. Descartes no se librará de los ataques eclesiásticos. En 1644 publica su obra “Principia philosophiae” (Principios de la filosofía), que dedica a la princesa Isabel de Bohemia y que se presenta en forma de libro de texto. Pretendía que esta obra pudiera ser utilizada en la enseñanza "oficial" aunque se apartara de muchos de los preceptos aristotélicos aceptados. En 1649 es invitado por la reina de Suecia a Estocolmo con el fin de instruirla en su filosofía. Al partir deja su obra "Las pasiones del alma" en la imprenta. En este escrito desarrolla uno de los temas que más interesaban a la princesa Isabel: el tema de las pasiones y la relación entre el alma y el cuerpo. En Suecia Descartes se encontraba solo y atareado en algunas cuestiones enojosas, como la elaboración de unos poemas para un ballet conmemorativo de la Paz de Westfalia. Y mientras permanecía en Suecia, el 11 de febrero de 1650, muere de una neumonía. El duro invierno sueco así como el hábito de la reina de reunirse con él en la biblioteca a las cinco de la mañana, mellaron la salud de nuestro filósofo, que estaba acostumbrado a una vida más reposada: Descartes pasaba muchas horas reflexionando y escribiendo en la cama hasta las once IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 7 El Racionalismo: la filosofía de Descartes de la mañana. Fue enterrado en Estocolmo pero más tarde su cuerpo fue trasladado a París (1666). 4.2. COORDENADAS DEL PENSAMIENTO DE DESCARTES. En el año 1.637 se publica el Discurso del Método, esta es la fecha que se considera simbólicamente como la que marca el inicio de la filosofía moderna. Las ideas y creencias que cristalizan en Descartes se venían fraguando a lo largo de los dos siglos anteriores, en los que se había desarrollando una actitud crítica frente al modo de hacer filosofía pero no se era capaz aún de ofrecer una alternativa definida, sino simplemente esbozos. Estas ideas no suponen simplemente una nueva doctrina filosófica sino que inauguran una nueva actitud filosófica. El pensamiento cartesiano gira en torno a tres coordenadas esenciales: a) El pensamiento de la Escolástica. Para Descartes era un tipo de pensamiento poco fundamentado, ya que el criterio de verdad y el método sobre los que se sustentaba eran caducos, carecían de rigor y validez. Se ha de cambiar el modo de hacer filosofía para poder desarrollar un tipo de pensamiento riguroso y firme. Para ello, habrá de establecer un nuevo criterio de verdad y un nuevo método. b) El impacto de la recuperación del pensamiento escéptico en el Renacimiento. Este hecho inspiró su “duda metódica”, siendo ésta, a su vez, una manera de superarlo -aunque hay opiniones diversas sobre este último aspecto-. c) El desarrollo de la nueva ciencia, que le servirá como modelo de pensamiento riguroso. 4.2.1. Crítica cartesiana a la escolástica. Constituía la enseñanza universitaria oficial de la época. La Escolástica es el primer elemento que configura el horizonte donde se mueve la filosofía cartesiana. Los cursos de filosofía que se impartían en las Universidades en el siglo XVII tenían como base teórica la síntesis aristotélico-tomista parcialmente renovada por los escolásticos renacentistas, que intentaban adaptarla a los nuevos tiempos. Pese a su puesta al día, Descartes la consideró, como muchos otros autores de su tiempo, como un pseudo-saber basado en un método verbalista, estéril e ineficaz. Era incapaz de explicar la nueva sociedad e impotente ante los hallazgos de la nueva ciencia. Ante el derrumbe de la cosmovisión medieval, la Escolástica es incapaz de ofrecer nuevas ideas o creencias e intenta mantener las antiguas sólo a base de autoridad. De igual modo, no sabe resolver ciertos fenómenos naturales que la nueva ciencia sí que es capaz de explicar. Lo que ocurre es que esta nueva ciencia va haciendo avances parciales, pero es incapaz de desarrollar de forma sistemática un nuevo modo de hacer filosofía. Así nos encontramos un vacío por el derrumbe del sistema anterior (la Escolástica) y la necesidad de establecer unos nuevos fundamentos sobre los que asentar firmemente la filosofía: un nuevo criterio de verdad y un nuevo método. 4.2.2. Superación del escepticismo radical. El escepticismo es una corriente filosófica del mundo antiguo recuperada por el humanismo renacentista, pero no es una doctrina con una propuesta sistemática como la Escolástica ni tampoco posee un método para la adquisición de la verdad. Es una actitud IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 8 El Racionalismo: la filosofía de Descartes mental que se limita a la práctica de la duda universal, del rechazo de toda verdad universal y necesaria, de la consideración que la mente no puede conocer la verdad ni hablar, es decir, afirmar o negar nada de una proposición. Para el escéptico, no hay certezas, evidencias o afirmaciones, sino todo lo contrario, suposiciones, dudas, incertezas y, en definitiva, apariencias. Son representantes de este escepticismo Michel de Montaigne, autor de los famosos Ensayos, y Pierre Charron, autor de una obra llamada Sobre la prudencia.. Descartes se mostrará comprensivo y, a la vez, crítico con esta actitud: a) Comprensivo: toma la duda universal como punto de partida para extirpar de su filosofía todos los prejuicios o errores causados por nuestras inclinaciones naturales o la educación acrítica de la época. b) Crítico: la duda, para Descartes, no es un objetivo a alcanzar sino un obstáculo a superar, obstáculo que la razón necesita como medio para eliminar de la filosofía toda verdad o certeza que no se encuentre fundada en la misma razón. Utiliza el escepticismo para eliminar los errores, pero no con la idea de afirmar la incapacidad humana para alcanzar certezas, sino para demostrar que es posible, aun siendo en un primer momento un escéptico radical, alcanzar un tipo de verdades evidentes y absolutamente indudables. 4.2.3. Actitud frente a la nueva ciencia. Gracias a los intentos de matematizar la naturaleza mediante el tratamiento numérico de los postulados y las leyes físicas llevado a cabo, sobre todo por Copérnico y Galileo, los cuales prepararon el camino a Newton, la Física inicia un proceso de independización de la filosofía. Se trata de una Física matemática basada en la observación y la experiencia. Fue también Francis Bacon quien había iniciado esta ruta del pensamiento al basar la investigación científica en la experiencia y, a partir de ella, obtener las leyes universales mediante la inducción. Pero la experiencia no es la única característica de la nueva ciencia, ya que es necesario, además, partir de hipótesis o conjeturas, que son un producto de la razón del científico que han de ser contrastadas con la realidad. Este es el gran avance que descuida Bacon -no Galileo-. La ciencia del Renacimiento no sólo elabora hipótesis y las contrasta con la experiencia, está además convencida de que la naturaleza es un gran libro escrito en lenguaje matemático –recordar a Galileo-. Las demostraciones matemáticas y las argumentaciones lógico-deductivas constituyeron el método idóneo para la ciencia renacentista. Descartes comparte esa veneración por las matemáticas, aunque la consideración de su superioridad frente al método empírico lo enfrenta y distancia de los científicos renacentistas. De todas formas, pese a las diferencias, es admirador de los progresos de la nueva ciencia e incorpora a su filosofía algunos de sus conceptos e ideas. 4.2.4. Conclusiones. En primer lugar, la filosofía cartesiana hace un uso constante de los conceptos y los términos de la Escolástica cuando quiere explicitar o hacer comprensible su pensamiento. Y este hecho viene a significar, entre otras cosas, que Descartes no rompió IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 9 El Racionalismo: la filosofía de Descartes del todo con la tradición filosófica anterior, pues su metafísica es deudora de esa misma tradición, como se comprueba en su concepción de la sustancia. En segundo lugar, hace uso del escepticismo como recurso metodológico cuando pretende rechazar como falsas todas aquellas doctrinas opuestas a la razón y la verdad. Por ello, el objetivo último de Descartes no es otro que rechazar la validez de la propia postura escéptica. En último lugar, utiliza las matemáticas cuando quiera dotar a la ciencia moderna de un método firme y seguro. De este modo, también se deja influenciar por el espíritu innovador de la nueva ciencia cuando nos habla del carácter práctico y progresista de la tarea del científico. Así, Descartes construyó un sistema filosófico cuyas bases fundamentales giran en torno a dos conceptos básicos: la razón y el método matemático. Para él, la razón y un buen método son los dos únicos medios de los que el ser humano dispone para alcanzar la verdad. Usar la razón y “usarla metódicamente” son las dos claves de la filosofía cartesiana. El problema es que, para construir tal sistema, Descartes absorbe o asimila una serie de influencias dispares, que pueden llegar a ser incompatibles entre sí (como sucede con los conceptos escolásticos y las aportaciones de la nueva ciencia), lo que dotará a su sistema filosófico de un carácter híbrido o ambiguo que será atacado por autores posteriores A partir de ahora nos centramos en ver cómo Descartes intenta solucionar los problemas abiertos por la Escolástica, y lo haremos por este orden: a) La búsqueda de un nuevo método. b) La búsqueda de un nuevo criterio de verdad. 4.3. OBJETIVO DESCARTES: PARA UN NUEVO CONOCIMIENTO. DE LA FILOSOFÍA DE UN MÉTODO Y UNA FILOSOFÍA Las matemáticas y la nueva manera de operar de la ciencia moderna van a ser lo que esté en la base del pensamiento de Descartes y de su método para conducirse en el conocimiento. Descartes va a vivir muy de cerca la revolución científica y se lamentará del enorme abismo trazado entre este nuevo tipo de saber y la filosofía aristotélica. Por esta razón, escribirá en el “Discurso del método” que, al término de su formación intelectual, se sintió desilusionado por no encontrar en la filosofía ningún conocimiento del que pudiera fiarse. Sin embargo en el estado que veía que se encontraba el conocimiento veía una isla: la geometría y la matemática. Así Descartes, en este mismo texto, alaba el amor por la geometría, que desde niño le inculcaron en su colegio de la Fleche, pues ve en éstas un conocimiento verdadero y firme. Esta confianza en las matemáticas y la geometría va a darle a Descartes la idea de utilizar un método que haga de la filosofía un conocimiento tan fiable como pudieran serlo las matemáticas o la geometría. Este método lo tomará del trabajo de matemáticos y geómetras que ya se enfrentan a la investigación desde el nuevo paradigma. El método geométrico ha demostrado su solvencia desde hace siglos y Descartes estima que será fructífero aplicado a cualquier otra disciplina. Al fin y al cabo, la razón es una, el método uno y la ciencia una. En este aspecto Descartes rompe con la escolástica y la filosofía aristotélica. Aristóteles afirmaba, por ejemplo, que la geometría y la aritmética eran ciencias distintas y que, por lo tanto, los métodos de la geometría no IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 10 El Racionalismo: la filosofía de Descartes podían valer en aritmética. Descartes se encargará de hacer ver lo contrario con el descubrimiento de la geometría analítica. Según los escolásticos el método de la ciencia natural y de la metafísica era el silogismo aristotélico. Como ya comentábamos en el tema anterior, este método era insuficiente pues sólo parecía servir para ordenar lo ya sabido, pero no permite avanzar en el descubrimiento de nuevas verdades. De hecho, la prueba más evidente de lo inadecuada de la lógica aristotélica es el fracaso de la propia escolástica. Por el contrario, el método de la geometría parte de unas proposiciones simples y evidentes, los axiomas, y avanza hacia el descubrimiento de teoremas cada vez más complejos cuya verdad descansa en la verdad de los axiomas. El método geométrico ha alcanzado el éxito porque reproduce la estructura de la razón humana. Cabe preguntarse por qué a Descartes le interesa sobremanera encontrar un método que pudiera aplicar a la ciencia natural y a la filosofía. Habiendo constatado que la matemática es una ciencia de la cual se puede estar completamente seguro, bien podía haberse dedicado al desarrollo de esta disciplina y haber dado de lado a la filosofía. Descartes, ante todo, es un filósofo, y sabe que de nada sirve la matemática y la nueva ciencia si está desprovista de un fundamento metafísico, si no tenemos una teoría de la realidad que nos valga para comprenderla. Descartes pretende suministrar un fundamento a la nueva ciencia así como a las matemáticas, un modelo de la realidad sobre la que apoyar los nuevos conocimientos científicos y matemáticos, ya que el modelo de Aristóteles se había quedado completamente desfasado. Podemos resumir las pretensiones cartesianas en dos ideas: a) proveer a la nueva ciencia, como ha señalado García Morente, de una base metafísica, un fundamento ontológico, un modelo metafísico de realidad, ya que el que estaba operativo, la metafísica aristotélica, no funcionaba para la ciencia moderna (esto ya lo hemos expuesto más arriba: la metafísica aristotélica es fundamentalmente cualitativa). b) proporcionar un método a la filosofía que acabe con las disputas absurdas y eternas de los escolásticos medievales. Según nos dice Descartes en la primera meditación, no tener un método con el que orientarse en el ámbito del conocimiento es como vagabundear por el mundo buscando un tesoro y pensar que por puro azar vamos a encontrarlo. Un método es necesario para todo el que pretenda alcanzar la verdad. 4.4. EL MÉTODO CARTESIANO. Como ya hemos adelantado antes, todos los racionalistas, y desde luego Descartes, consideraron que la forma que tienen las matemáticas de razonar es la más perfecta. Ya desde su juventud le sorprende a Descartes que sea la matemática la única ciencia que parece asentarse sobre cimientos sólidos, siendo capaz de proporcionar verdades no meramente probables, sino absolutamente ciertas, que provocan una adhesión inquebrantable de la mente. Aristóteles creía que los diferentes objetos de las ciencias exigen métodos diferentes, de manera que no podemos aplicar, por ejemplo, a la ética el método que usamos en física o en matemáticas. Descartes, por el contrario, reemplaza esta concepción por el ideal de una ciencia universal que siga también un método único o universal, válido tanto en el amito teórico como en el práctico. Descartes piensa que, si la razón es única, se aplique al campo de conocimiento que se aplique, ¿por qué no ha de ser también único el método de conocimiento que se emplee? IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 11 El Racionalismo: la filosofía de Descartes Descartes tiene, pues, una concepción unitaria de la ciencia que expresó metafóricamente con la imagen del “árbol de la ciencia”. Así, en dicho árbol, las raíces se corresponderían con la metafísica o saber de las verdades más generales (es decir, las relativas a Dios, el mundo y el yo o alma); el tronco se correspondería con la física y las ramas serían cada una de las ciencias prácticas, que sólo serán verdaderamente ciencias cuando se hay puesto en claro su dependencia orgánica respecto a la física. Dentro de estas ciencias prácticas, incluía Descartes a la ética, el derecho y a la medicina, entre otras. Para Descartes tendría que existir, pues, un único saber en el que se integrarían la ciencia y la filosofía, y este único saber se ha de llevar a cabo siguiendo un método también universal, el método matemático. Pero no se trata de “importar” el método matemático a otros campos del conocimiento, sino de descubrir y analizar sus fundamentos, pues, de todas las posibles aplicaciones de la razón, ha sido la que mejores frutos ha dado. Así, si aplicamos esos mismos fundamentos a otros saberes, podremos asegurarnos que estamos usando la razón del mejor modo posible. Desde esta perspectiva, la necesidad de un método viene exigida por dos razones fundamentales: a) "No basta con tener un buen entendimiento: lo principal es aplicarlo bien". Todos poseemos la facultad racional, lo que nos distingue a unos de otros es el uso que hacemos de ella. Hasta ese momento, piensa Descartes, muy pocos hacen un buen uso. b) asegura el buen uso de la razón y garantiza el avanzar en el conocimiento con seguridad. "Lo que entiendo ahora por método son reglas ciertas y fáciles, por cuya observación exacta se estará seguro de no tomar un error por una verdad, sin gastar inútilmente las fuerzas del espíritu, sino acrecentando su saber mediante un progreso continuo, de llegar al conocimiento verdadero de todo cuanto sea capaz" Descartes: Reglas para la dirección del espíritu Una vez establecida la necesidad de tal método, pasa Descartes a analizar los principios en los que se basa su modelo metodológico: el método matemático. En primer lugar, hay que partir de un hecho: el saber matemático es un saber construido y elaborado por la sola razón, sin apoyo en datos sensibles o propios de la experiencia. Así, cuando el matemático habla, por ejemplo, del concepto “triángulo”, aunque pueda ayudarse de la figura empírica de un triángulo (dibujándola, por ejemplo, en una pizarra), se refiere siempre al concepto que ha elaborado la razón misma acerca de esta figura geométrica. ¿Y cómo construye el matemático este saber puramente racional? En primer lugar, el matemático suele establecer los primeros principios indudables sobre los que se asientan sus reflexiones. Estos principios son llamados axiomas, y han de ser elaborados por intuición racional. A partir de estas primeras verdades, se derivarán racionalmente otras verdades, a las que se suele llamar teoremas. Y, en esta derivación, la razón se vale de la deducción. Así, intuición y deducción son las dos operaciones racionales que lleva a cabo el matemático para construir rigurosamente su saber, y han de ser también las operaciones fundamentales en la construcción de cualquier saber, incluido el filosófico, pues no podemos olvidar que la razón, para Descartes, es única y ha de proceder en todas sus tareas de la misma manera, lo mismo cuando piensa en entes matemáticos que cuando reflexiona sobre los objetos reales o sobre la propia divinidad. IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 12 El Racionalismo: la filosofía de Descartes Ahora bien, ¿en qué consisten la intuición y la deducción?, o lo que es lo mismo, ¿cuándo y cómo usamos rectamente la razón? En primer lugar, la intuición es una actividad puramente intelectual, ajena a lo sensible, que consiste en una especie de visión, con los “ojos de la inteligencia” y no de los sentidos, de los contenidos mentales o ideas que aparecen ante la mente con claridad y distinción. En la intuición esa captación clara se realiza de forma inmediata y directa, quiere esto decir que no se necesitan instrumentos mediadores entre la razón y lo conocido (la idea), sino que la mente capta directamente el contenido sin más. Tal captación supone que no hay posibilidad de duda o error. La intuición no puede confundirse con la percepción sensible, el juicio o la deducción. Es una captación simple e inmediata del espíritu, tan fácil que no deja dudas, nos da certeza absoluta. Por el contrario, en la deducción, la razón va derivando un contenido mental de otro, de forma escalonada y sucesiva, basándose en las relaciones lógicas que la razón encuentra entre ellos. Por ello, la deducción no es otra cosa que una intuición sucesiva y compleja de conceptos simples y de las conexiones entre ellos. Ejemplo de deducción: a) idea de un ser sumamente perfecto: Dios (intuición) / existir es una perfección (intuición). b) el ser sumamente perfecto existe (deducción: resultado de conectar entre sí ambas intuiciones). Así, la deducción implica una sucesión de intuiciones que va de evidencia en evidencia, captadas anteriormente por intuición. La deducción no necesita, como la intuición, de la evidencia presente, sino que se la pide prestada a la memoria. No es tan segura como aquélla pero lo es siempre que parta de principios ciertos. Este doble dinamismo de la razón quedará expresado en las reglas II y III del método articulado a través de los conceptos de análisis y síntesis. Ahora bien, Descartes opinaba que, aunque la razón tiene capacidad suficiente para realizar adecuadamente la intuición y la deducción, es conveniente ayudarla precisamente a través de las reglas del método, que no son nada más que un conjunto de reglas ciertas y fáciles, destinadas a que se usen correctamente las capacidades naturales de la intuición y deducción. Así, en la parte II de El discurso del Método, Descartes reduce a cuatro tales reglas: REGLAS DEL MÉTODO Los cuatro preceptos fundamentales que configuran el nuevo método. Y como la multitud de leyes sirve a menudo de disculpa a los vicios, siendo un Estado mucho mejor regido cuando hay pocas pero muy estrictamente observadas, así también, en lugar del gran número de preceptos que encierra la lógica, creí que me bastarían los cuatro siguientes, siempre que tomara la firme y constante resolución de no dejar de observarlos ni una sola vez. IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 13 El Racionalismo: la filosofía de Descartes Consistía el primero en no admitir jamás como verdadera cosa alguna sin conocer con evidencia que lo era; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención y no comprender, en mis juicios, nada más que lo que se presentase a mi espíritu tan clara y distintamente que no tuviese motivo alguno para ponerlo en duda. El segundo, en dividir cada una de las dificultades que examinare en tantas partes como fuese posible y en cuantas requiriese su mejor solución. El tercero, es conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más compuestos; y suponiendo un orden aun entre aquellos que no se preceden naturalmente unos a otros. Y el último, en hacer en todo enumeraciones tan completas y revisiones tan generales que estuviera seguro de no omitir nada. Esas largas cadenas de trabadas razones muy simples y fáciles, que los geómetras acostumbran a emplear para llegar a sus más difíciles demostraciones, me habían dado ocasión para imaginar que todas las cosas que entran en la esfera del conocimiento humano se encadenan de la misma manera; de suerte que, con sólo abstenerse de admitir como verdadera ninguna que no lo fuera y de guardar siempre el orden necesario para deducir las unas de las otras, no puede haber ninguna, por lejos que se halle situada o por oculta que esté, que no se llegue a alcanzar y descubrir. Descartes: Discurso del Método, Segunda Parte 1) Regla I: Criterio de evidencia. Es una regla introductoria en la que se afirma: a. La evidencia como criterio de verdad. Es decir, no aceptar nada que no sea claro y distinto. b. La precaución para evitar caer en el error, es decir, evitar: - la precipitación: juzgar antes que el juicio se nos aparezca como evidente o ir más allá de lo que nos aparece como claro y distinto. Es decir, tomar por verdad algo que no podemos saber con evidencia si lo es. - la prevención: no aceptar como verdad aquello que nos aparece como evidente. Mediante esta regla, Descartes nos previene contra los prejuicios o idas previas no suficientemente sopesadas, y contra las pasiones, al advertirnos que sólo se ha de tener como verdadero lo evidente, o lo que es lo mismo, aquello que no puede ponerse en duda por su carácter indudable. Mediante esta regla, que identifica verdad con evidencia, Descartes está cambiando el concepto clásico de verdad, que entendía ésta como “la adecuación o correspondencia entre el pensamiento y la realidad”. Para Descartes, la verdad es una propiedad propia de la razón, consistente en la claridad y distinción con que la misma razón capta y percibe sus propios contenidos, sus propias ideas. Por “clara”, a diferencia de “oscura”, entiende Descartes toda idea que se presenta de forma manifiesta y nítida a la razón. Por “distinta”, a diferencia de “confusa”, entiende Descartes toda idea que es diferenciada de otras, lo cual supone una mayor claridad y exactitud en el conocimiento de tal idea. De modo que toda idea distinta es clara, pero no necesariamente al contrario, pues la distinción supone la precisión o conocimiento exacto de la definición de cada idea. IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 14 El Racionalismo: la filosofía de Descartes 2) Regla II: Análisis. Es el momento del análisis: reducción por grados de las proposiciones complejas y confusas a las proposiciones más simples. La división tiene un límite: las naturalezas simples, que son los elementos indivisibles del conocimiento, y que constituyen el último término más allá del cual no podemos ir. Estas naturalezas simples son captadas por intuición. Esta regla supone, pues, el inicio de un proceso de análisis con el objeto de encontrar los elementos más simples de que se compone cada idea. Así, por ejemplo, la “idea de cuerpo” se compone de las siguientes naturalezas simples: corporeidad, extensión y figura. 3) Regla III: Síntesis. Es el momento de la síntesis: divididas las dificultades y alcanzadas las naturalezas simples, llevamos a cabo un ascenso deductivo. Este ascenso permitirá llevar la seguridad de las naturalezas simples a las cuestiones complejas. En realidad, esta regla supone un proceso ordenado de deducción, que nos lleva a encadenar unas con otras las ideas que antes habíamos desarticulado. Así, mientras el análisis es el método del descubrimiento, la síntesis es el paso adecuado para demostrar lo ya conocido. Regla IV: Enumeración. Consiste en examinar con todo cuidado la cadena deductiva para estar seguro de que: 1. No se ha omitido nada. 2. Ni se ha cometido ningún error. Se comprueba la corrección en la unión de cada eslabón en un "movimiento continuo y no interrumpido del pensamiento" para poder evitar que la debilidad de la memoria nos haga pasar desapercibido algún error. En definitiva, estas reglas han de poder ser usadas en la investigación científica y en la propia filosofía, pues, como comentábamos anteriormente, no hay en Descartes una separación tajante entre ambos saberes, y, además, las reglas del método valen para cualquier trabajo que emprenda la razón. Precisamente, el propio Descartes se sirvió de tales reglas para construir su sistema filosófico, su visión del mundo. 4.5. LA APLICACIÓN DEL MÉTODO A LA FILOSOFÍA. 4.5.1. La duda metódica. Como ya hemos señalado Descartes no se queda únicamente en la formulación de un método para conducirse en el orden del conocimiento. Pretende, mediante la aplicación del método construir una nueva ontología (teoría de la realidad) ya que la ontología IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 15 El Racionalismo: la filosofía de Descartes aristotélica no respondía a la visión de la realidad planteada por la Nueva Ciencia: la ciencia galileana carecía por completo de una metafísica sobre la que desarrollarse; la ontología operante en este momento era la aristotélica que, aunque se guiaba bien en cuestiones teológicas, era incapaz de proporcionar un fundamento válido para la resolución de numerosos problemas. Por esta razón Descartes se propone encontrar una “verdad” sobre la que levantar el nuevo edificio metafísico. A partir de esta verdad, edificar sobre ella todos nuestros demás conocimientos sobre el mundo y, en especial, los conocimientos científicos. Descartes pensaba que, al igual que hace el matemático, el filósofo ha de tratar de establecer su saber sobre unos cimientos absolutamente sólidos e indudables. Para ello, lo mismo que el matemático, ha de encontrar una verdad primera establecida por intuición intelectual, que sea similar a los axiomas del modelo matemático, en cuanto que de ella puedan derivarse o deducirse también otras verdades. La búsqueda de tal verdad primera ha de hacerse de acuerdo con las reglas del método. Se trata, pues, de encontrar una verdad racional e indudable por ser evidente, tal y como exige la primera regla del método, sin precipitarnos ni dejarnos llevar por prejuicios o ideas previas de ningún tipo. Así pues, el objetivo de Descartes es la búsqueda de unos primeros principios evidentes e indudables sobre los que construir el edificio de la filosofía y de la ciencia. Precisamente, para estar seguro de no precipitarnos, hemos de someter a examen todo lo que hasta ahora hemos considerado verdadero, hemos de empezar dudando de todos nuestros saberes para asegurarnos completamente de su verdad. Descartes comienza, pues, dudando absolutamente de todos los conocimientos (duda radical), para ver si hay alguno del que no se pueda dudar. Descartes duda de todo para poder llegar a la verdad, precisamente para poder dejar de dudar. Esta es la razón por la que se ha considerado que Descartes se sirve de la duda como método para llegar a la verdad; la duda es, pues, metódica y no escéptica. En realidad, lo que Descartes buscaba era una verdad absoluta, indudable, sobre la cual cimentar todas las demás verdades. Por ello, antes de pasar a desarrollar este proceso de duda y sus consecuencias, vamos a concretar los rasgos específicos de la duda en Descartes: a) la duda practicada por Descartes es universal en tanto que se aplica universalmente a toda proposición acerca de cuya verdad sea posible dudar. b) es una duda metódica en el sentido de que no es practicada por amor a la duda misma, sino como una etapa preliminar en la búsqueda de la certeza. c) es una duda radical o hiperbólica en tanto lleva el proceso de duda hasta sus últimos extremos, llegando a dudar de los fundamentos de cualquier verdad. d) es una duda sólo teorética porque no debe extenderse al campo de la conducta moral, ya que, aún cuando no hayamos establecido la verdadera ciencia moral, debemos comportarnos de acuerdo con algunos principios morales, por muy dudosos que nos puedan parecer. A. Punto de partida: la búsqueda de una evidencia (1ª regla). La pretensión de Descartes es la de encontrar alguna realidad de la cual se esté absolutamente seguro de su existencia; de la cual no se tenga ningún género de dudas. La pretensión es la de operar disolviendo la realidad compleja hasta alcanzar lo más simple y evidente al conocimiento, aquella realidad de la cual podamos estar IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 16 El Racionalismo: la filosofía de Descartes absolutamente seguros de su verdad. Luego, a partir de aquí, mediante síntesis, volver a reconstruir el mundo. Por tanto, el punto de partida será la aplicación de la primera regla del método: no aceptar nada de lo que no se esté absolutamente seguro de su existencia. ¿Cómo reconocer lo evidente? A través de sus señas distintivas: la claridad y la distinción. Descartes no quiere dar nada por supuesto, quiere partir de cero, y, con la sola ayuda de la razón, formular una ontología donde la verdad de cualquier proposición sea, o bien evidente, o bien pueda ser demostrada. B. La duda metódica (2ª regla). Puesto que queremos encontrar algo claro y distinto, algo de lo que estemos completamente seguros, ¿cómo habremos de operar para encontrar esto? La respuesta está en la segunda regla del método, el análisis: dividir el problema en sus elementos simples y analizarlos por separado; por tanto, Descartes, va analizando por separado los distintos conocimientos que tenemos para asegurarnos de que podemos estar seguros de ellos o debemos rechazarlos. Obviamente no podemos someter analizar y someter a duda todos y cada uno de los conocimientos e ideas que tenemos, así que resuelve agrupar los saberes atendiendo a la fuente de conocimiento de la que deriven. B.1. El conocimiento sensible. Primero, duda del conocimiento que nos proporcionan los sentidos. ¿Realmente podemos fiarnos de lo que vemos, oímos, tocamos? o ¿hay motivos para dudar de la verdad de este conocimiento? La respuesta de Descartes es tajante: los sentidos es un conocimiento muy poco fiable, luego debemos rechazarlo. La duda la hace sobre dos argumentaciones distintas: a) En primer lugar: sé que los sentidos me engañan en alguna ocasión como, por ejemplo, cuando percibo pequeños objetos inmensos que están muy lejanos, como el Sol o las estrellas, o como por causa de la refracción de la luz percibo que un bastón que está parcialmente sumergido en el agua parece estar quebrado; luego... ¿cómo puedo estar seguro de que no me engañan siempre? De lo que me ha engañado una vez no me fiaré, concluye Descartes. b) En segundo lugar: el argumento anterior me previene que no debo tomar por verdadero todo conocimiento que venga de los sentidos, pero la experiencia es algo más que un conjunto de datos que llegan a mí a través de los sentidos. Por ejemplo, soy consciente de tener un determinado cuerpo, de estar rodeado de otros seres humanos, de tener una profesión, de vivir en una ciudad, etc. ¿No es esto algo necesariamente verdadero? ¿Existe alguna razón o argumento bajo el cual yo puedo poner en duda toda la experiencia? Descartes encuentra un argumento en la conocida como “hipótesis del sueño”: si somos en ocasiones incapaces de distinguir entre el sueño y la vigilia, ¿cómo estar seguro de que las representaciones que tengo del mundo no son también un sueño? ¿No es acaso cierto que alguna vez he permanecido en un estado de duermevela donde no estoy seguro de estar despierto o soñando? ¿No podría ser toda la vida que yo considero real un sueño como había afirmado Calderón de la Barca? Nótese que Descartes no necesita demostrar que el mundo de la vigilia no es real, le basta con señalar que no disponemos de criterios claros que nos permitan distinguir sin duda alguna la diferencia entre el sueño y la vigilia. La más mínima duda es suficiente para descartar la pretendida verdad que se está analizando, en este caso, la existencia del propio cuerpo y de un mundo exterior a la conciencia. IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 17 El Racionalismo: la filosofía de Descartes B.2. El conocimiento matemático. Ya hemos visto que Descartes rechaza la validez del conocimiento que proviene de los sentidos. Pero hay un conocimiento que no procede de la experiencia, pues lo tenemos sin necesidad de acudir a nuestros sentidos; y éste, nos dice Descartes, es el más claro y evidente que tenemos. Tal es, por ejemplo, el conocimiento de las matemáticas. No tenemos el conocimiento de los números, o las figuras geométricas mediante los sentidos, luego aquí la hipótesis de que los sentidos nos engañasen respecto de nuestro conocimiento, es, del todo inoperante. El conocimiento matemático resiste las dos dudas a las que sometía Descartes al conocimiento sensible: - por un lado, el conocimiento de las matemáticas nunca nos engaña, luego no hay motivos para dudar de él. - en segundo lugar, también resiste la prueba del sueño ya que un polígono regular, o un cuadrado, o, el ejemplo que pone Descartes, 3+2=5, es siempre verdad aún cuando estamos soñando. Podemos fiarnos de las matemáticas incluso cuando estamos dormidos. Cabría pensar que Descartes, en este punto de su argumentación, ha encontrado ese conocimiento verdadero del cual no podemos dudar, al que pretendía llegar. Si fuera así, la filosofía de Descartes no sería diferente a la filosofía de los pitagóricos (que defendían que la realidad se explicaba a través de los números). Sin embargo, esto no es así, también podemos dudar de la veracidad de las matemáticas. En el “Discurso del método”, Descartes se limita a decir que, como algunas veces nos equivocamos con los razonamientos matemáticos, esto sería suficiente para dudar de toda la matemática. Es evidente que el argumento no es demasiado convincente pues en ese caso el error es producto de la precipitación al no haber respetado alguna regla o precepto, pero, si nos tomáramos tiempo y nos asegurásemos de que todos los pasos son correctos, la conclusión sería necesariamente verdadera. Por ejemplo: cuando realizo una operación aritmética me puedo equivocar, pero ello no descalifica a la aritmética en su conjunto, si repito la operación cuidadosamente el resultado será necesariamente el correcto. Si Descartes quiere que dudemos de la veracidad de las matemáticas deberá presentar un argumento más contundente y esto es lo que hará en las “Meditaciones Metafísicas” (1641) al presentar la hipótesis del “Dios engañador” (Deus deceptor) o “genio maligno”. Según Descartes, no podemos estar seguros de que tales ideas no sean producto de un “genio maligno” que las ha puesto en nuestro entendimiento para confundirnos. En un principio, en las “Meditaciones Metafísicas”, Descartes no habla de genio maligno, sino de “Dios engañador”, una especie de dios que estaría por encima de la lógica y que, por lo tanto, podría, por obra de su omnipotencia divina, hacernos creer en unas verdades que ante nuestros ojos parecen absolutamente evidente, pero que no tendrían por qué serlo. Sin embargo, el propio Descartes se da cuenta de que hablar de un “dios engañador” puede resultar muy conflictivo e irreverente, por lo que opta por la idea de un “genio maligno”. Por otro lado, el genio maligno no es más que un recurso retórico que en ningún momento Descartes se toma demasiado en serio, el objetivo sería crear un clima de tensión para que el cogito apareciera en el momento más insospechado, cuando parece que ya no puede haber nada cierto. En cualquier caso, lo importante es destacar que Descartes no cree realmente que existan “diosecillos” o “genios” que gasten su tiempo en engañar a los humanos… IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 18 El Racionalismo: la filosofía de Descartes C. El descubrimiento por “intuición” de la primera realidad: el “cogito” o sujeto pensante. Llegados a este punto, nos encontramos que no parece existir ese mundo que los sentidos nos ofrecen, nuestro propio cuerpo puede ser una ilusión soñada y no hay conocimiento cierto ni tan siquiera de las pretendidas verdades más simples de la matemática. Sin embargo, topamos con la primera y radical certeza. Así lo expone Descartes en El Discurso del Método: “Inmediatamente después caí en cuenta de que, mientras de esta manera intentaba pensar que todo era falso, era absolutamente necesario que yo que lo pensaba fuese algo; y advirtiendo que esta verdad, “pienso, luego existo”, era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos eran incapaces de hacerla tambalear, pensé que podía aceptarla sin escrúpulo alguno como “el primer principio de la filosofía que andaba buscando”. Descartes, R.; Discurso del Método, IV Parte. Veamos lo que nos quiere decir Descartes a través de un ejemplo. Supongamos, efectivamente, que yo estoy ahora pensando en los objetos que están alrededor de mí: veo mis manos sobre la mesa en que estudio, pero el “genio maligno”, malvado y poderoso como es, puede estar poniendo en mí esa suerte de representaciones que experimento, sin que haya nada fuera de mi pensamiento; o puede que yo tenga unas representaciones que no se corresponden con nada real, y que ni tenga yo realmente un cuerpo… Pero de lo que estoy absolutamente seguro es que pienso todas esas cosas. Cuando la mente ha prescindido de todo lo prescindible, entonces por “intuición” reconoce algo claro y distinto, algo evidente a lo que no puedo poner ninguna pega: podremos no estar seguros de que aquello de que pensamos sea cierto, pero de lo que no podemos dudar es de la realidad de nuestro pensamiento, de aquí Descartes formula su famoso “cogito ergo sum”, o lo que es lo mismo, “pienso luego existo”. Puedo dudar de esto o de aquello, pero, cuando dudo, no puedo dudar que en ese preciso momento estoy dudando. Entonces de algo debo estar seguro: YO EXISTO COMO SER QUE PIENSA, esto es evidente es decir, claro y distinto. Descartes descubre la primera verdad, pero también la primera realidad, el YO. ¿Cómo llegamos a conocer esta verdad? Conocemos esta verdad porque se presenta ante nuestro entendimiento de manera absolutamente clara y distinta, de manera absolutamente simple, y en virtud de su simplicidad y evidencia, la conocemos por pura intuición. A este respecto no debemos dejarnos engañar por la palabra “luego” que a menudo se utiliza en las argumentaciones para separar las premisas de la conclusión, aquí no hay premisas ni conclusión, la equivalencia entre el pensar y el ser se intuye “de una sola vez” como si fuera un “fogonazo” de luz ante el cual la razón no puede sino asentir. Además, el “cogito ergo sum” proporciona a Descartes un modelo de verdad; la señal de la verdad es la evidencia, la claridad y distinción. El resto de verdades han de llevar la “marca” de la evidencia. Pero el problema de la justificación del criterio de verdad aún no está resuelto. ¿Quién me garantiza que lo yo considero claro y distinto efectivamente se corresponde con una verdad objetiva? La hipótesis del genio maligno aún no ha sido desechada. Quizás todas mis ideas, incluso las claras y distintas, sean erróneas. De todas formas, el cogito es un pilar firme, una verdad clara y distinta, el punto de apoyo que pedía para reconstruir racionalmente el mundo. A partir de aquí, ya IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 19 El Racionalismo: la filosofía de Descartes no será análisis, sino síntesis: reconstrucción de las realidades más complejas a partir de lo más simple y evidente, a saber, el pensamiento. Sobre el pensamiento y, gracias al método, va a construir todo lo que ha rechazado hasta ahora. En resumen, el esquema de los pasos de la duda metódica es el siguiente: Se duda de (Criterio) Nos permite dudar de... Pero no de... Los sentidos nos engañan Las cosas sean tal y como las percibimos Las cosas existen Dificultad para distinguir - Las cosas sean la causa de nuestras Las verdades matemáticas entre la vigilia y el sueño ideas, es decir, que existan. Por lo tanto: - Que exista en mundo material o nuestro propio cuerpo. Hipótesis Maligno del Genio - Existencia de Dios y de su veracidad. “Pienso luego existo” - Verdades matemáticas. 4.5.2. La recuperación de los otros ámbitos de la realidad: tercera regla (síntesis). Recordemos de qué habíamos dudado. 1. De que las cosas sean como las percibimos por los sentidos -semejantes a las cosas-. 2. De la existencia del mundo material -también de nuestro cuerpo- y de que éste sea causa de nuestras ideas. 3. De las verdades matemáticas, que, de no ser por la hipótesis del genio maligno, se podrían aceptar como verdaderas ya que tendrían el mismo grado de certeza que el cogito. 4. De la existencia de Dios y de la veracidad divina. ¿Qué camino hemos de recorrer para intentar restablecer estas verdades? Se tata ahora de probar qué verdades son ciertas y cuáles no. Si seguimos el orden, lo primero que habremos de superar es la hipótesis del genio maligno, pero, para ello, primero hemos de demostrar: 1º: que Dios existe. 2º: que Dios es bueno y veraz. Recordemos que hasta este momento Descartes sólo cuenta con dos verdades evidentes: la existencia del “cogito” y que es una cosa que piensa. Si no se pudieran hallar más verdades, nos encontraríamos con la paradójica situación de un sujeto que sólo sabe que piensa, pero nada más. A esta situación límite se la conoce en Historia de la Filosofía con el nombre de solipsismo. Por ello, Dios va a jugar un papel fundamental en la filosofía cartesiana, al convertirse en la garantía de la existencia de otras verdades exteriores que ese sujeto puede conocer con igual certeza que la de su propia existencia Sin embargo Descartes no se queda aquí, se propone descubrir que, además de nosotros, existe un mundo aparte. Después de haber aplicado el análisis al problema y encontrar lo más simple y básico de la realidad y el conocimiento (el yo), se trata ahora de aplicar la síntesis y, partiendo de estos elementos simples que hemos descubierto (el YO), volver a reconstruir lo que antes ha rechazado: el mundo. Entramos en el momento DEDUCTIVO de la filosofía cartesiana: si mediante la intuición se llega IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 20 El Racionalismo: la filosofía de Descartes al conocimiento del Yo, a partir de esta verdad, Descartes DEDUCE todo lo relativo al mundo y a Dios. Ahora bien ¿cómo demostrar la existencia del mundo que previamente habíamos rechazado? La única herramienta que tiene Descartes para demostrar la existencia del mundo es la propia conciencia, el YO, que es lo único que sabemos que existe con total seguridad; si lográsemos encontrar algo en la conciencia que justificase la existencia de algo fuera de la conciencia, entonces podríamos afirmar la existencia de algo aparte de nosotros. Por eso lo que va a hacer Descartes es EXAMINAR LAS DISTINTAS IDEAS QUE HAY DENTRO DE LA MENTE Y COMPROBAR SI ALGUNA DE ELLAS PUEDE JUSTIFICAR POR SÍ SOLA LA EXISTENCIA DE UN MUNDO EXTRAMENTAL. ¿Cómo podría hacer esto? La mayoría de las ideas que hay en mi cabeza son creadas por mi propia mente y éstas no me sirven para justificar la realidad, pero si encontrase alguna idea que mi mente no hubiera podido crear entonces tendría que aceptar que está allí por otra causa, una causa aparte de mí, y esto nos llevaría a aceptar la existencia de algo fuera de mi mente. ¿De qué tipo de idea estamos hablando? ¿Cómo encontrar una idea que encierre dentro de sí la garantía de su verdad? Partimos de una evidencia: pensamos ideas, pero ¿todas las ideas tipo y poseen la misma realidad y veracidad? Observamos las ideas que pensamiento para ver su origen y su fiabilidad. Pero no todas las ideas establece la siguiente distinción, aunque es hipotética hasta que no se existencia del mundo extramental: son del mismo hay en nuestro son iguales, se reestablezca la - Ideas adventicias: son aquéllas que parecen provenir de nuestra experiencia externa. Por ejemplo: árbol, hombre, caballo, etc. - Ideas facticias: son aquéllas que construye la mente a partir de otras ideas. Por ejemplo: sirena, pegaso, etc. Tanto unas como otras son de origen problemático pues el mundo extramental está puesto en duda y tampoco son fiables para poder realizar demostraciones (al menos de momento). Pero hay otro tipo de ideas: - Ideas innatas: no son adventicias ni facticias, las posee en sí mismo el pensamiento o la razón. Por ejemplo: existencia, pensamiento, etc. Ni son construidas por mí ni proceden de experiencia externa alguna (se derivan del cogito). Las conocemos de manera inmediata y evidente como el cogito Hay una idea que está en mi mente y que es diferente a todas las demás, la idea de un ser perfecto e infinito, es decir, la idea de Dios. Partiendo de este hecho, Descartes demuestra la existencia exterior de esta idea (no sólo su existencia como idea). Y lo va a hacer siguiendo tres argumentos: a. Argumento de la infinitud. Entre las ideas que tenemos en la mente está la idea de infinito; ¿puede ser el yo causa de lo infinito? Nuestro yo, nuestra mente, es una realidad finita y no puede ocurrir que una realidad finita sea la causa de un efecto infinito; por tanto, debe haber una realidad infinita que sea la causa de nuestra idea de infinito; esta causa debe ser necesariamente Dios, que se define precisamente por ser un ser infinito. Esta demostración podemos encontrarla en las “Meditaciones”, en el “Discurso” tenemos una variante de la misma que toma como punto de partida la idea de perfección (en lugar de la de infinito) y, por lo demás se desarrolla de igual manera: la idea de perfección que hay en mí, sólo puede haberla producido un Ser Perfecto. IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 21 El Racionalismo: la filosofía de Descartes b. Argumento de Dios como causa de mi ser. Este argumento aparece en el “Discurso” y es como sigue: si yo hubiera producido todas las perfecciones que poseo, también me habría dado las que no poseo y cuyas ideas están en mí (hubiera querido ser omnisciente o todopoderoso). De ahí que estas ideas de perfecciones están puestas en mi mente por una realidad infinita y perfecta, Dios. De la misma manera, puedo conocer algunas de las propiedades de Dios: si encuentro alguna perfección en mí, la elevo al grado máximo y se la atribuyo a Dios; en cambio, si encuentro algún defecto en mí, (“la duda, la inconstancia la tristeza y cosas parecidas”) esto es por mi naturaleza limitada y mortal, por tanto, lo niego de Dios. Así, Descartes concluye que Dios es inmaterial, porque todo lo material es un compuesto, todo compuesto refleja dependencia y la dependencia es un defecto. Dios no puede tener defecto alguno, así pues Dios es inmaterial. c. Argumento ontológico. Este argumento, que ya había sido formulado por Anselmo de Canterbury en el siglo XI, se basa en las propiedades necesarias que tiene que tener una idea para ser dicha idea. Por ejemplo: cuando concebimos la idea de triángulo tenemos necesariamente que concebirla con tres lados ya que, si lo pensamos con cuatro lados, no sería un triángulo sino un cuadrado. Por tanto, la proposición “un triángulo tiene tres lados” es una proposición necesariamente verdadera. De la misma forma la proposición “Dios existe” es necesariamente verdadera, pues Dios es una idea que representa a un ser infinitamente perfecto y cuando pensamos al ser perfecto, éste debe tener todas las perfecciones y, puesto que lo que existe es más perfecto que lo que no existe, Dios debe existir realmente (no solamente como una idea). Si no existiese, entonces no sería Dios pues siempre podríamos imaginar a un ser más perfecto, a saber, aquel que tuviera las perfecciones del anterior más la existencia. Por tanto, debemos aceptar como verdadera la proposición “Dios existe” puesto que, si sostuviéramos lo contrario (“Dios no existe”) estaríamos contradiciéndonos pues estaríamos afirmando que el ser perfecto no existe, lo cual es imposible. Con esto Descartes ya ha demostrado y fundamentado sólidamente dos realidades fundamentales: Dios y nosotros mismos o, si se quiere, Dios y el pensamiento. Y lo ha hecho por la aplicación de su método. Pero tenemos la tentación de pensar que la revolución teórica que Descartes prometía se queda en nada: otra vez, como en la Escolástica, todo gira en torno a Dios. Para valorar la filosofía cartesiana en su justa dimensión debemos tener en cuenta al respecto que: a) Dios no es una realidad que se supone dada de antemano, el pilar o punto de partida de la reflexión filosófica como ocurre en la filosofía cristiana, sino que, por el contrario, en Descartes el punto de partida es el YO, la propia conciencia individual y la existencia de Dios debe demostrarse a partir de otra realidad más evidente, el cogito. b) Un mismo término, “Dios”, puede designar realidades muy diferentes en boca de uno u otro filósofo. El Dios cartesiano no es un Dios personal, una divinidad a la que adorar para que intervenga en nuestro favor. No, el Dios cartesiano es pura razón, es la razón humana elevada al infinito. Se trata de un Dios filosófico, que inspirará la filosofía de otros autores racionalistas como Spinoza y acabará desembocando en el panteísmo y, finalmente, en el ateísmo. Finalmente, le queda por demostrar a Descartes la existencia de un mundo; si se quedara en este punto sólo existirían dos cosas, Dios y nosotros mismos. IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 22 El Racionalismo: la filosofía de Descartes 4.5.3. La tercera realidad: la existencia del mundo. La demostración de la tercera de las realidades existentes, (el mundo físico) la va a realizar Descartes a partir de la idea de Dios: Dios es un ser perfecto y, en virtud de su perfección, no puede haber puesto en nuestra mente ideas que son puras ficciones, pues si hubiera hecho esto no sería perfecto, habrá tratado de engañarnos, lo que le convertiría en un ser maligno y por tanto, no sería Dios. En virtud de su perfección y su absoluta bondad, Dios no puede permitir que nos engañemos. Por tanto, debo confiar en que mis representaciones del mundo no son puras ilusiones sino representaciones verdaderas del mundo puesto que existe un mundo fuera de nuestra mente. Así queda descartada definitivamente la hipótesis de un dios engañador, de un genio maligno. Tal ser no puede existir porque la perfección de Dios conlleva su veracidad. Por lo tanto, si estoy firmemente convencido de la existencia de un Mundo exterior a mi mente, tal mundo efectivamente existe y así Descartes logra demostrar la existencia de una nueva realidad, una nueva substancia: el Mundo. Descartes, con este argumento, no pretende justificar la existencia extramental de todas nuestras ideas; si esto fuera así, por el mero hecho de la bondad infinita de Dios, tendrían que existir en la realidad cosas tales como “unicornios”, “dragones”, “gnomos”, etc., puesto que tenemos ideas de estas cosas. En realidad el argumento que propone Descartes sólo se refiere a algunas de las ideas que tenemos en nuestra mente, a saber, las ideas claras y distintas, aquellas que resultan evidentes (y los unicornios o los dragones de colores no son ideas claras y distintas). La existencia de un Dios perfecto, no engañador, es la garantía de que las ideas claras y distintas son verdaderas, dicho de otro modo, Dios es el fundamento último del criterio de verdad cartesiano. ¿Cómo conozco las ideas claras y distintas? Mediante la razón, pues tales ideas son ideas innatas puestas en mí directamente por Dios, un Ser perfecto no engañador que me garantiza la verdad de las mismas. Entonces... ¿Cómo se explica la existencia del error? Si nuestra razón está hecha a imagen y semejanza de la de Dios... ¿Por qué me equivoco? El error es producto de la voluntad, no de la razón: a menudo caigo en la precipitación (tomo por verdadero lo que no es evidente) y la prevención (me resisto y finalmente niego la verdad de una idea evidente); además no siempre me guío por la razón. La sensibilidad y la imaginación suministran multitud de ideas a mi espíritu (adventicias y facticias), estas no son ideas claras y causan constantes errores y equivocaciones. Por ejemplo, no existen las quimeras (ideas facticias producto de la imaginación) y tampoco existe, en sí mismo, de manera objetiva, el arco iris (idea adventicia producto de la sensibilidad). Si queremos alcanzar la verdad debemos apartarnos de estas fuentes de conocimiento, la sensibilidad y la imaginación, pues son poco fiables y guiarnos por la sola fuerza de la razón IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 23 El Racionalismo: la filosofía de Descartes 4.5.4. Consecuencias de la filosofía cartesiana en la teoría del conocimiento: El mundo como representación. En la filosofía anterior el pensamiento recae directamente sobre las cosas, no sobre las ideas. Las ideas son una especie de lente transparente a través de la cual se ven las cosas sin que ellas mismas sean percibidas. Desde esta perspectiva, el mundo o la realidad garantizaban la verdad de las ideas. Se entendía que había dos polos de conocimiento: el sujeto y el objeto, siendo la verdad la “adecuación o correspondencia del pensamiento con la realidad”, algo que aparece muy arraigado en el sentido común. Por ello, podemos considerar esta consideración del conocimiento y de la verdad como “realista”. En Descartes esto cambia radicalmente. La certeza no está en función de una representación que surge del mundo exterior, sino en la claridad y distinción con las que una idea se presenta a mi mente. Esto es así porque, previamente, Descartes ha roto el hilo directo entre sujeto de conocimiento y realidad conocida, situando entre ellos un intermediario: las ideas. Dicho de otro modo, no hay conocimiento directo de la realidad porque entre ella y el sujeto (el yo pensante) están las ideas (objetos de conocimiento). Así, mi conocimiento inmediato no es del mundo, sino de ideas. IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 24 El Racionalismo: la filosofía de Descartes El pensamiento no recae directamente sobre las cosas, cuya existencia no nos consta en principio, sino sobre las ideas. Las ideas no son una lente transparente, son una representación que contemplamos. Se adquiere conciencia del sujeto y de su labor de mediación en el conocimiento. Por ello, podemos calificar la filosofía de Descartes como “idealista”. Descartes sitúa en primer plano del conocimiento la conciencia, el sujeto, rompiéndose así para siempre la concepción ingenua del conocimiento. Aunque sólo fuera por ello, Descartes bien puede ser considerado el iniciador de la filosofía moderna, que es casi toda ella una filosofía de la subjetividad, construida desde la óptica del sujeto y no del objeto de conocimiento. Desde esta nueva perspectiva, se abren toda una serie de interrogantes que el mismo Descartes planteaba ya en su duda metódica: ¿en qué medida la representación se corresponde con la realidad?, ¿está causada por una realidad extramental? La filosofía moderna girará, pues, en torno a estos problemas epistemológicos, aportando diferentes soluciones, como harán el empirismo y Kant. 4.6. LA METAFÍSICA CARTESIANA: ESTRUCTURA DE LA REALIDAD Y CONCEPCIÓN DE LA SUSTANCIA. El concepto aristotélico de sustancia como “aquello a lo que corresponde ser en sí y no en otro” determinó la concepción metafísica y ontológica de la Edad Media. La filosofía escolástica había distinguido dos ámbitos en la realidad, Dios (realidad infinita) y las criaturas (realidad finita en la que, a su vez, distinguía el cosmos, como totalidad de los seres creados, y el hombre, intermediario entre Dios y el cosmos, y compuesto de materia y espíritu o alma). Esto equivalía a admitir la existencia de tres tipos de realidades: - el mundo (cosmos), totalidad de la realidad material, de cuyo estudio se ocupaba la cosmología. - El ser humano, compuesto de cuerpo y alma, del que se ocupaba la psicología racional. - Dios, ser supremo, objeto de estudio de la teología racional. Los filósofos del siglo XVII, formados en la tradición de pensamiento escolástica, tienen como trasfondo esta manera de entender la realidad al tratar el tema de la sustancia. Esto significa que los racionalistas mantienen una cierta continuidad con el pensamiento anterior y, por ello, conservan el concepto de sustancia como una pieza fundamental de su teoría metafísica, aunque modifiquen el contenido de este concepto e, incluso, su definición. La metafísica cartesiana no rompe del todo con el pasado, como hemos visto que hacía en su teoría del conocimiento, sino que, al contrario y tal y como hemos comentado antes a propósito del pensamiento racionalista, acude a él al definir la realidad en términos de sustancia. Para Descartes, sustancia es “una cosa que existe de tal manera que no necesita de ninguna otra cosa para existir”, o dicho de otro modo, la sustancia es lo que tiene existencia concreta y existencia independiente. Esta definición constituye el punto de partida de las diversas concepciones sobre la sustancia que formularán los filósofos racionalistas. Así, la sustancia es entendida como aquello que existe por sí, como el elemento estable y permanente de la realidad, que es soporte de los accidentes y subyace a todos los cambios. Además, para Descartes, la IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 25 El Racionalismo: la filosofía de Descartes sustancia es una de las ideas innatas, ya que captamos su existencia por la propia razón a través de la intuición intelectual. En sentido estricto, sólo Dios no necesita de nadie para existir, es decir, sólo él cumple íntegramente con la definición de sustancia. Sin embargo, Descartes afirmó que el concepto de sustancia se predica o afirma de dos maneras diferentes cuando se refiere a Dios que cuando lo usamos para hablar de las otras dos sustancias admitidas por él: la sustancia pensante (res cogitans) y la sustancia material (res extensa). Y es que a Dios o a la sustancia infinita (res infinita) le conviene en términos absolutos la definición de sustancia, pero, por analogía o relativamente, también se puede emplear el concepto de sustancia para referirnos al yo y al mundo, que no necesitan el uno del otro para existir y, en ese sentido, son independientes, aunque ambos necesiten, para existir, a Dios. Descartes, siguiendo en parte la tradición escolástica antes mencionada, distinguió tres tipos de realidades o sustancias: - res cogitans (cosa pensante: sujeto que piensa). - res extensa (cosa extensa: mundo material). - res infinita (cosa infinita: Dios). Esta separación tajante entre las tres dimensiones de la realidad fue la causa de que Descartes tuviera después ciertos problemas para explicar, por ejemplo, las profundas interacciones que observamos entre lo físico y lo mental, entre el cuerpo y el alma. Es lo que se ha llamado el problema cartesiano de la “incomunicación de las sustancias”, siendo objeto de debate y causa de las diferencias que hay entre los diversos autores racionalistas. En cualquier caso, afirma Descartes, a la sustancia como tal no la conocemos directamente, sino que nuestro conocimiento se refiere siempre a los atributos, que son las cualidades y propiedades fundamentales de la sustancia. Pero no todos lo atributos tienen el mismo rango, ya que hay siempre una propiedad principal de la sustancia que constituye la naturaleza o esencia de ésta y de la que dependen las demás. Es el caso de la infinitud para Dios, del pensamiento para el espíritu o sujeto y de la extensión para el mundo. Además, las diversas manifestaciones o formas en que está dispuesta la sustancia extensa y la pensante, aunque no la sustancia divina, se denominan modos. Éstos son las propiedades no esenciales de la sustancia, a la que singularizan y completan. Así, por ejemplo, en el caso de la sustancia pensante, el pensamiento es el atributo de la misma y son modos del pensamiento la variada multiplicidad de operaciones mentales conscientes capaz de realizar dicha sustancia: sentir, dudar, querer, etc. Como consecuencia de la separación entre las tres sustancias, Descartes se ve obligado a explicar al ser humano acudiendo (como ya hiciera Platón) a un planteamiento dualista. Así, considera que el ser humano forma parte, en cuanto que tiene cuerpo, del ámbito de la sustancia extensa, y, en cuanto que tiene mente o razón, del ámbito de la sustancia pensante. La relación existente entre la mente y el cuerpo, según Descartes, es similar a la que existe entre el piloto y su nave. Nos encontramos, pues, con un planteamiento bien diferente al de Aristóteles, que había descrito al ser humano como una unidad, de manera que el alma no se vinculaba sólo a la actividad pensante o racional, sino al principio de la vida biológica. La posición de Descartes es bien diferente, pues, para él, el yo es una sustancia cuya naturaleza se expresa en el pensar, de forma que el cuerpo, en cuanto sustancia distinta, no piensa, y ni siquiera puede decirse que podamos incluir al cuerpo en la esencia humana. IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 26 El Racionalismo: la filosofía de Descartes Tal vez, uno de los objetivos de Descartes, al considerar sustancias al yo pensante y al mundo material, es subrayar la independencia del cuerpo y el alma. Es decir, el dualismo cartesiano buscaba garantizar la existencia de la libertad en el alma del ser humano y su independencia respecto al cuerpo que, por ser material, se encuentra sometido a las leyes deterministas del mundo físico, en el que no cabe libertad alguna. Pera esta separación tajante entre cuerpo y alma originará el problema de explicar cómo se relacionan entre sí, pues Descartes, al mismo tiempo, era consciente de la interacción que la experiencia ordinaria nos muestra entre el cuerpo y la mente. Por ello, intentó explicarla desde su teoría, buscando el punto de conexión entre las dos sustancias que conviven en el ser humano y, por tanto, donde se conectan las actividades de ambas. Este punto de conexión cree encontrarlo en la glándula pineal. Su doctrina de la sustancia le sirvió también a Descartes para justificar su modelo del mundo: el modelo mecanicista, que era el que se iba imponiendo en la ciencia de su época. Este modelo, aplicable a lo que él llama “res extensa”, se configura en torno a las siguientes afirmaciones: - la física cartesiana sólo tiene en cuenta la materia y el movimiento, que pueden explicarse y expresarse matemáticamente. - la materia se define, básicamente, por la extensión (por ocupar un lugar en el espacio), que supone que todo cuerpo físico tiene una longitud, una anchura y una profundidad, es decir, propiedades puramente cuantificables o medibles. - no existen los átomos de materia, concebidos como partículas indivisibles, pues lo material se reduce a extensión, y todo lo extenso puede ser dividido de forma indefinida. La física queda así geometrizada, pues el conocimiento de las partes de un fenómeno es suficiente para explicarlo como totalidad. - no existe el vacío, pues todo está lleno de materia, de manera que la idea de un vacío-extenso es contradictoria. - principio de conservación de la materia: los cuerpos permanecen en reposo o movimiento si no hay una causa que modifique esta situación (es lo que hoy conocemos como principio de inercia). - quedan excluidas de este modelo las acciones a distancia y la existencia de “fuerzas ocultas”, considerando como tales los fenómenos gravitatorios, el magnetismo, la electricidad, etc., a la hora de explicar los fenómenos físicos. - las únicas cualidades reales y objetivas de las cuerpos son las cualidades primarias (masa, peso, tamaño, etc.), negándose la objetividad de las cualidades secundarias (olores, sabores, etc.), que dependen de la manera subjetiva de percibir esos cuerpos y no son reductibles a un tratamiento matemático. - Dios es el creador de la máquina del universo y, por tanto, la causa última de la existencia de la materia y del movimiento. - los diferentes seres vivos son también concebidos como “máquinas complejas”, y están sujetos también a las mismas leyes que rigen el comportamiento de la materia. IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 27 El Racionalismo: la filosofía de Descartes MAPA CONCEPTUAL DE LA CONCEPCIÓN CARTESIANA DE LA SUSTANCIA OBJETO METAFÍSICO DIOS ALMA MUNDO Sustancia Sustancia infinita Res Cogitans Res Extensa "Una realidad que existe de tal manera que no precisa de ninguna otra realidad para existir" Hablando propiamente es la única sustancia. Sólo es analogía. por Sólo es sustancia por analogía. No es creada, es independiente y sumamente perfecta. Es creada, dependiente de Dios e independiente de la res extensa. Es finita e imperfecta. Pensamiento Es creada, dependiente de Dios e independiente de la res cogitans. Es finita e imperfecta. Extensión Infinitud, eternidad, inmutabilidad, independencia absoluta, omniscencia y omnipotencia. "Es una cosa que piensa" "Es una cosa extensa" (en longitud, anchura y profundidad) Libertad El Entendimiento Necesidad: mecanicismo Atributos Rasgos esenciales Modos No tiene sustancia Rasgos no esenciales Sólo se dan en las sustancias finitas. Cualidades primarias (Magnitud, figura, situación, movimiento, duración y número) Cualidades secundarias (Colores, olores, …) Dios no garantiza que pertenezcan realmente a las cosas, son subjetivas) La voluntad 4.7. INTERPRETACIONES DE LA FILOSOFÍA CARTESIANA. El sistema cartesiano constituyó la primera gran filosofía de la Edad Moderna, que, junto con el empirismo, dominó en su época. El cartesianismo en un sistema filosófico total que, a partir de una confianza absoluta en el poder de la razón, creyó posible elaborar de forma deductiva una imagen global de la realidad, caracterizada por la separación de lo real en tres ámbitos diferentes. El modelo aristotélico de un cosmos jerárquico y vertical, caracterizado por la comunidad de formas, se vio sustituido por un Universo sin límites, dividido horizontalmente en dos mundos paralelos difícilmente interrelacionados: el mundo de lo mental y el mundo de lo material. En medio de ellos queda el ser humano, desplazado y sin encontrar un lugar propio; similar a un anfibio, cuya naturaleza está dispuesta a vivir, no sólo como otras criaturas en diversos elementos, sino en mundos divididos y radicalmente distintos. En Descartes, el pensamiento, buscando la seguridad de la certeza matemática, se ve obligado al ensimismamiento respecto a todo el mundo exterior. Se abre así la puerta al idealismo filosófico: el pensamiento piensa ideas, y la realidad exterior al pensamiento no deja de ser una incógnita. Por ello, se ha afirmado que Descartes representa un momento histórico comparable a la toma de conciencia que hace un adolescente respecto de sí IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 28 El Racionalismo: la filosofía de Descartes mismo, de su propio yo, rechazando lo aprendido y reconstruyendo el mundo desde la potencia de su recién conquistada subjetividad. Pero el sistema cartesiano se construyó con elementos bien diferentes y, por ello, no deja de presentar una cierta ambigüedad, hecho que motivará las distintas valoraciones que de él ya se hicieron en su época. En efecto, un sistema que mezcla un talante científico y metafísico en difícil armonía se prestaba a varias interpretaciones. Así, los autores más tradicionales o conservadores, defensores de la metafísica escolástica, ven en Descartes a un escéptico que ha abocado al conocimiento a un callejón sin salida a través de su duda metódica. La misma iglesia católica vio una seria amenaza en el sistema cartesiano, pues, en él, Dios no dejaba de ser un recurso al que acudía Descartes para salir del callejón sin salida de la duda. Por otro lado, los autores más cercanos a la nueva ciencia y al método experimental, entre ellos algunos de los empiristas, le acusan de todo lo contrario, de intentar rehabilitar un edificio, el de la metafísica, que estaba en ruinas. Para ellos, el sistema cartesiano no sería otra cosa que el intento de actualizar la vieja metafísica escolástica, sin renunciar a todos los elementos de esta última. La verdad es que propone una nueva metafísica, la metafísica racionalista, pero las dudas planteadas en su duda metódica son ya insalvables e inevitables, constituyéndose en preguntas abiertas que pugnarán por encontrar solución. 5. VOCABULARIO BÁSICO DE LA FILOSOFÍA DE DESCARTES: 4.1. Árbol del conocimiento: METÁFORA UTILIZADA POR DESCARTES PARA MOSTRAR LA UNIDAD DEL SABER HUMANO Y LA DEPENDENCIA DE TODOS LOS CONOCIMIENTOS RESPECTO DE LA METAFÍSICA. La sabiduría humana es el conjunto de todas las ciencias, conjunto que Descartes concibe como un sistema orgánico: es como un árbol cuyas raíces son la metafísica, el tronco la física o filosofía natural, y las ramas las otras ciencias, principalmente la medicina, la mecánica y la moral. Todas las ciencias son consecuencia del uso de la razón, que es una y la misma con independencia del campo al que se aplique. El conocimiento es siempre y en todo momento conocimiento cierto y evidente, en caso contrario no es conocimiento. Esta evidencia se obtiene mediante las dos “acciones” del entendimiento legítimas: la intuición y la deducción. La intuición para el descubrimiento de las primeras verdades, que serán precisamente las raíces del árbol del conocimiento; la deducción para la fundamentación del resto de verdades. Con la metáfora del árbol del conocimiento Descartes quiere señalar también la primacía de la filosofía respecto de las otras ciencias pues sin ella los conocimientos no adquieren una fundamentación última. Esta primacía le lleva a considerar que hasta la propia física extrae sus principios básicos de la metafísica. 4.2. Argumento ontológico: PRUEBA PARA DEMOSTRAR LA EXISTENCIA DE DIOS QUE PARTE DE LA IDEA DE DIOS COMO LA DE UN SER ABSOLUTAMENTE PERFECTO. En lo esencial, este argumento mantiene que concebir a Dios es casi la misma cosa que concebir que existe. Los pasos básicos de esta prueba, tal y como la encontramos en las “Meditaciones Metafísicas”, son los siguientes: IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 29 El Racionalismo: la filosofía de Descartes • todo lo que conozco clara y distintamente como perteneciente a ese objeto, le pertenece realmente; sé, por ejemplo, que todas las propiedades que percibo clara y distintamente que pertenecen a un triángulo, le pertenecen realmente; • en la idea de Dios está comprendido el ser absolutamente perfecto; si revisamos la idea o noción que tenemos del Creador encontramos que lo concebimos como un ser omnisciente, omnipotente y extremadamente perfecto (o dicho en otros términos: si investigamos con exactitud su naturaleza, encontramos que a ésta le pertenece la infinitud); • Descartes considera la existencia como una propiedad puesto que puede ser atribuida a una cosa (tesis con la que no estará de acuerdo Kant); así, la existencia posible es una perfección en la idea de un triángulo porque la hace más perfecta que las ideas de todas las quimeras que no pueden ser producidas. Pero la existencia necesaria es una perfección aún mayor. El existir realmente hace de algo más perfecto que el existir meramente en el pensamiento o que la mera posibilidad de existir; • la existencia necesaria y eterna está comprendida en la idea de un ser absolutamente perfecto; • luego Dios existe. En la idea de Dios está comprendida su existencia del mismo modo que en la idea del triángulo está el que la suma de los tres ángulos internos sea igual a dos rectos. Señala también que esto no ocurre con ninguna entidad distinta a Dios: en las ideas de las otras entidades encontramos contenida sólo la posibilidad de existencia, no su realidad. En Dios –y sólo en Él – se encuentra en su naturaleza o esencia la existencia necesaria. Descartes considera que la evidencia de esta prueba es la misma que la que tenemos de que dos es un número par, tres es un número impar y cosas semejantes. Considera, sin embargo, que los prejuicios nos impiden reconocer la verdad de este argumento: en todos los seres distintos a Dios distinguimos la esencia de su existencia, y si no elevamos nuestro espíritu de las cosas finitas y sensibles a la contemplación de Dios, entonces podremos dudar si la idea que tenemos de Él no es como la que tenemos de las cosas finitas. Si atendemos sólo a las cosas sensibles nos acostumbramos a pensar en las cosas únicamente imaginándolas, por lo que acabamos considerando que si algo no es imaginable no es inteligible ni real, pero Dios y alma no se ofrecen a los sentidos ni de ellos cabe, propiamente, imaginación, aunque sí pensamiento. 4.3 Atributo: PROPIEDAD PRINCIPAL DE LA SUBSTANCIA. CONSTITUYE SU NATURALEZA O ESENCIA Y DE ÉL DEPENDEN TODAS LAS DEMÁS PROPIEDADES. Las substancias no se conocen inmediatamente sino a través de sus atributos. El pensamiento es el atributo de las substancias pensantes o mentes y la extensión en longitud, latitud y profundidad es el atributo de las substancias extensas o cuerpos. El resto de propiedades (figura, cantidad y movimiento, en el caso de los cuerpos, imaginación, sentimiento, deseos,..., en el de las mentes) presuponen los atributos y son sus modificaciones o variaciones. En el caso de Dios todas sus características son esenciales y por lo tanto atributos. 4.4. Claridad: IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 30 El Racionalismo: la filosofía de Descartes JUNTO CON LA DISTINCIÓN, UNO DE LOS RASGOS PRINCIPALES DE LA EVIDENCIA. EL CONOCIMIENTO QUE TENEMOS DE LAS COSAS CUANDO ESTÁN PRESENTES, EN PERSONA, ANTE NUESTRA MENTE. Como ejemplo de claridad y distinción, y de sus opuestos, oscuridad y confusión, cabe poner ejemplos tomados de la percepción. Cuando decimos “el gato está encima de la cama” mi conocimiento es “claro” si estoy viendo al gato encima de la cama; es “oscuro” si hago dicho juicio sin tener delante de mí a dicho gato. Si miro por la ventana al último árbol del jardín, las ramas que tiene se me presentan de forma “confusa”, ya que no soy capaz de ver con precisión cada una de ellas, las percibo mezcladas unas con otras, no veo con distinción los límites de cada una de ellas. Si bajo a la calle, me acerco al árbol y veo cada rama con cuidado, distinguiendo sus partes, los límites y distancias que les separan del resto, entonces tengo un conocimiento “distinto”. El ejemplo anterior describe la claridad y la distinción en el caso de la percepción, pero lo peculiar del punto de vista cartesiano es que también cabe claridad y distinción respecto de conocimientos no perceptuales, de conocimientos intelectuales. Fijémonos en las siguientes posibilidades en relación al conocimiento “pienso, luego existo”: 1. Le contamos al taxista que nos lleva a una charla sobre Descartes que toda la filosofía del autor se concentra en dicha frase; el taxista nos puede decir que es verdad, que esa frase, como todo el mundo sabe, es cierta. 2. Durante la charla, el conferenciante nos presenta paso a paso la duda metódica, y dispone nuestra mente de tal modo que nos obliga a dirigir la atención sobre nosotros mismos y nos enseña a vernos como sujetos que piensan. 3. A continuación pregunta a dos oyentes qué piensan; uno de ellos dice a) “pienso en que estoy nervioso, por lo que prefiero que conteste otro”; b) el segundo oyente dice “pienso que Descartes tiene razón puesto que para pensar es necesario existir”. Respecto de la proposición “pienso, luego existo”, el taxista tiene un conocimiento “oscuro”, pues, simplemente, se limita a repetir sin evidencia alguna el tópico de la frase cartesiana; nosotros, que hemos reproducido en nuestra mente cada uno de los pasos de la duda metódica y que hemos conseguido que nuestra mente se perciba a sí misma en el propio ejercicio de la duda, tenemos un conocimiento “claro”; el primer oyente que responde a la pregunta “¿en qué piensa?” indicando que piensa que está nervioso confunde un acto de pensamiento con un acto emocional como es el estar nervioso, por lo que tiene un conocimiento confuso de sus propias vivencias; el segundo, que describe su vivencia con un concepto adecuado a lo que realmente vive (un pensamiento), tiene un conocimiento “distinto” de sus vivencias. Descartes llama intuición a todo acto mental que capta una realidad con claridad y distinción. El error aparece cuando nuestra voluntad nos lleva a asentir a proposiciones que no se muestran con claridad ante nuestra mente. Si sólo aceptásemos como verdadero aquello que se presenta con claridad, nunca nos equivocaríamos. Las demostraciones geométricas tienen precisamente certidumbre porque se fundan sólo en la evidencia, en la claridad. Tenemos evidencia plena de las nociones comunes (verdades eternas que descansan en nuestra propia razón) y IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 31 El Racionalismo: la filosofía de Descartes de las naturalezas simples: “de la nada no puede hacerse algo”, “una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo”, “el que piensa no puede dejar de ser o de existir mientras piensa”. 4.5. Cogito: BÁSICAMENTE SIGNIFICA DOS COSAS: LA MENTE PROPIA EN EL ACTO MISMO DE PENSAR Y LA PRIMERA VERDAD: “PIENSO, LUEGO EXISTO” (“COGITO, ERGO SUM”). El cogito es la primera verdad en el orden del conocimiento; y ello en dos sentidos: por una parte porque es la primera verdad a la que llegamos cuando hacemos uso de la duda metódica, y en segundo lugar porque a partir de ella podemos fundamentar todas las demás. Viene a ser el axioma básico a partir del cual desarrollar toda la filosofía como un sistema de conocimiento absolutamente fundamentado. En relación con la famosa frase “pienso, luego existo” es necesario hacer las siguientes precisiones: 1. Aunque Descartes presenta este conocimiento en forma inferencial (“luego...”) no hay que creer que llega a esta verdad a partir de una argumentación o demostración. No llega de esta manera porque la duda metódica (particularmente la hipótesis del genio maligno) pone en cuestión precisamente el valor de la razón deductiva. Además, como nos dice el propio Descartes en su “Respuesta a las Segundas Objeciones” si esta proposición fuese la conclusión de algún silogismo, habríamos necesitado conocer previamente la mayor “todo lo que piensa es o existe” la cual se fundamenta precisamente en la observación de que uno mismo no puede pensar si no existe, puesto que las proposiciones generales las obtenemos del conocimiento de las particulares. El “cogito, ergo sum” es una intuición. El conjunto de reflexiones que propone Descartes antes de llegar al cogito sirven para preparar a nuestra mente y disponerla de tal modo que pueda percibir de forma inmediata y evidente dicha verdad. Podemos conseguir que alguien acepte la existencia o propiedades de un objeto físico sin demostrárselas, basta que le ayudemos a dirigir su mirada hacia dicho objeto (que le enseñemos a mirar); pues bien, lo mismo hace Descartes, nos enseña a mirar en una determinada dirección, dispone nuestro espíritu para que éste capte con evidencia dicha verdad. 2. Es preciso tener cuidado con la palabra “pienso” (y con la proposición “pienso, luego existo”) pues con ella nosotros ahora nos referimos a la vivencia gracias a la cual tenemos un conocimiento conceptual e intelectual de la realidad. Sin embargo, en Descartes tiene un significado más genérico y viene a ser sinónima de acto mental, o vivencia o estado mental o contenido psíquico. El propio Descartes nos dice que con la palabra “pensar” entiende “todo lo que se produce en nosotros de tal suerte que lo percibimos inmediatamente por nosotros mismos; por esto, no sólo entender, querer, imaginar sino también sentir es la misma cosa aquí que pensar”. El rasgo común a entender, querer, pensar, sentir, (y pensar en sentido estricto, pensar como razonar o conceptualizar) es el que de ellos cabe una percepción inmediata, o en nuestro lenguaje, que todas estas vivencias tienen el atributo de la consciencia, el ser consciente o poder serlo. Todo acto mental presenta la característica de ser indudable, ninguno de ellos puede ser falso, por lo que valdría tanto decir “recuerdo, luego existo”, “imagino, luego existo”, “deseo, luego existo”, “sufro, luego existo”, que “pienso luego existo”; 3. El descubrimiento cartesiano, el cogito, señala, simplemente, que la mente es un ámbito privilegiado para la verdad, pues de los estados mentales propios no IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 32 El Racionalismo: la filosofía de Descartes cabe duda alguna cuando dirigimos nuestra mirada hacia ellos y los describimos únicamente en la medida en que se muestran a dicha mirada reflexiva. En términos actuales diríamos que las proposiciones que describen la propia vida psíquica son incorregibles, mientras que los que se refieren a la realidad exterior a la propia mente (incluidos los que se refieren a las mentes ajenas) son falibles o dudables: cuando vamos al dentista y le decimos que nos duele una muela el médico nos puede decir que es imposible puesto que no tenemos tal muela, y no nos llamaría la atención su corrección, pero parece absurdo que si simplemente le indicamos que sentimos dolor intente corregir nuestra descripción indicando que es imposible, que realmente no lo sentimos. 4. Como nota histórica se puede indicar que San Agustín: en “De libero arbitrio”, 2, 3, 7 ya anticipó esta primera verdad con su “si fallor, sum”, si me equivoco, existo; aunque en San Agustín este descubrimiento no tiene la importancia que tiene en la filosofía cartesiana. El cogito se va a convertir en criterio de verdad: en la proposición “pienso, luego existo” no hay nada que asegure su verdad excepto que se ve con claridad que para pensar es necesario existir. Por eso podemos tomar como regla general que “las cosas que concebimos más claras y más distintamente son todas verdaderas”. 4.6. Criterio de verdad (o de evidencia): CRITERIO QUE NOS PERMITE DECIDIR LA VERDAD DE NUESTRAS CREENCIAS: SON VERDADERAS AQUELLAS PROPOSICIONES EVIDENTES, ES DECIR, LAS PROPOSICIONES “CLARAS Y DISTINTAS”. Llamamos criterio al requisito o requisitos que podemos utilizar para la valoración de algo; por ejemplo, podemos utilizar como criterio para la corrección de un examen que todos aquellos alumnos que lleguen al cuatro aprueban, y el resto suspenden. Cuando utilizamos un criterio las cosas que valoramos con él quedan divididas al menos en dos grupos: las que lo cumplen y las que no lo cumplen. Cabría pensar que también es posible utilizar un criterio para valorar la perfección de nuestros conocimientos en relación a su pretensión de verdad, en relación a la verdad que de ellos podemos esperar. Esto es precisamente lo que ocurre con la regla de evidencia. El cumplimiento de la regla de evidencia permite asegurar la certeza. Descartes obtiene el criterio de verdad a partir de la primera verdad descubierta con el ejercicio de la duda metódica. Lo que garantiza la verdad de la proposición “pienso, luego existo” es su claridad y distinción, por lo que podemos aceptar como “una regla general que todas las cosas que percibo muy clara y distintamente son verdaderas” (“Tercera Meditación”). De todos modos este “criterio de verdad” no tiene total garantía hasta que no se demuestra la existencia de Dios y su bondad, y ello, básicamente, por la radicalidad de la duda metódica: la hipótesis del genio maligno pone en cuestión incluso la veracidad de aquello que parece mostrarse como más evidente (con claridad y distinción), por ejemplo que dos más tres sean realmente cinco, y llega a cuestionar la propia matemática, tanto las proposiciones matemáticas a las que se llega por deducción, como las verdades más simples a las que parece llegarse por intuición. Muchos lectores de las “Meditaciones metafísicas” han señalado que en este punto Descartes parece caer en un círculo vicioso: podemos llegar a la demostración de la existencia de Dios si vemos con “claridad y distinción” que cada uno de los pasos que seguimos en la argumentación es verdadero. Pero, a su vez, la claridad y IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 33 El Racionalismo: la filosofía de Descartes distinción como criterio de verdad para conocimientos que no son los del cogito, sólo queda suficientemente justificada si Dios existe. El mismo Descartes intenta dar una respuesta a esta cuestión, pero no lo hace de un modo totalmente satisfactorio. En su respuesta indica que Dios se utiliza como garantía solamente de aquellas ciencias que aprehenden conclusiones y necesitan de la memoria. La veracidad divina garantiza que no me engaño al pensar que son verdaderas aquellas proposiciones que recuerdo haber percibido clara y distintamente. 4.7. Deducción: TODA INFERENCIA NECESARIA A PARTIR DE OTROS HECHOS QUE SON CONOCIDOS CON CERTEZA. Las características de la deducción son las siguientes: • es un cierto movimiento o sucesión de la mente (más exactamente de la razón); • depende de la memoria: la deducción no necesita como la intuición de una evidencia presente, sino que toma, en cierto modo, toda su certidumbre de la memoria; • supone la intuición. Postulamos su existencia porque hay muchas cosas que podemos conocer con certeza pero de las cuales no tenemos una evidencia inmediata (una intuición). Podemos alcanzar su verdad porque las deducimos de principios demostrados, y lo hacemos mediante un movimiento continuo y no interrumpido del pensamiento, con una intuición clara de cada cosa. Los primeros principios se dan a la intuición; las proposiciones que se deducen inmediatamente de los primeros principios podemos decir que son conocidas, ora por deducción, ora por intuición; las conclusiones remotas son suministradas únicamente por deducción. En estos casos la certeza depende en algún grado de la memoria, pues depende del recuerdo de haber tenido evidencia de las proposiciones que se utilizan en la deducción. 4.8. Demostración de la existencia de Dios basada en la imperfección y dependencia de mi ser: ESTA PRUEBA PARTE DE LA CONTINGENCIA DE MÍ MISMO COMO SER FINITO. DIOS SERÁ EN ESTA PRUEBA CAUSA DE MÍ (NO YA DE LA IDEA DE ÉL QUE EN MÍ HAY). LA PRUEBA ES DE CORTE TOMISTA Y RECUERDA LA TERCERA VÍA. La versión cartesiana se caracteriza por las siguientes variantes: 1. Soy consciente de mi imperfección, y (como corresponde al lugar en el que se sitúa esta prueba, la duda metódica), me doy cuenta de mi limitación precisamente por mi ignorancia, por el hecho de que dudo: si fuese absolutamente perfecto y la causa de mi propio ser, me habría creado como sabio, no como ignorante. 2. La contingencia de mi ser no se refiere sólo al hecho de que haya necesitado de otro ser para existir o empezar a ser, sino también a mi incapacidad para mantenerme en el ser, a mi incapacidad para continuar viviendo sólo a partir de IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 34 El Racionalismo: la filosofía de Descartes mi mismo. En este punto, la argumentación cartesiana se separa de la tomista: Santo Tomás subrayaba la contingencia de todos los seres en la medida en que éstos no son causa de sí mismos; Descartes habla de la contingencia de su ser (ya que no sabe aún si existen otros seres) porque no se ha creado a sí mismo, pero más aún porque no cree que él mismo sea la causa de su mantenerse en el ser, de su seguir existiendo. La fragilidad de mi existencia es tal que en cualquier momento podría no existir: los distintos momentos de la temporalidad de mi vida como ser pensante son independientes: unos (los posteriores) no pueden explicarse absolutamente a partir de otros (los anteriores); y si ello es así debo suponer que existe un ser distinto a mí mismo que sea la causa de que yo perdure, de mi vida como una totalidad que se da en el tiempo, de mi vivir. En conclusión, Descartes llegará a Dios más que como consecuencia de que Él sea necesario para explicar nuestra creación, porque es necesario para explicar la conservación de nuestro ser. 3. A continuación plantea la hipótesis de que tal vez yo no dependo de Dios sino de algo menos perfecto que Dios, y la rechazará mediante la referencia a dos principios: uno que ya aparecía en la primera demostración de la existencia de Dios (la de la idea de Dios como ser infinitamente perfecto) y otro la imposibilidad de la serie infinita para dar cuenta de la existencia presente: a) en la causa debe haber tanta realidad como en el efecto; si yo soy un ser pensante sólo un ser pensante puede haberme creado; b) si ese ser pensante no es la causa de sí mismo, entonces otro debe haberlo creado, y lo mismo con este segundo y con un tercero... pero la serie no puede ser infinita, porque en tal caso no cabría dar cuenta de mi existencia actual y menos aún de la conservación de mi ser, luego Dios existe. El ser del que dependo tiene que tomar su origen y existencia de sí mismo. 4. La conclusión no es sólo que Dios existe sino que la idea de Dios es innata y como el sello o huella que Dios deja en nosotros por habernos creado. 4.9. Distinción: JUNTO CON LA CLARIDAD, UNA DE LAS NOTAS DE LA EVIDENCIA. Descartes llama características: “distinto” a todo conocimiento que reúne estas dos • es claro, es decir se refiere a una cosa presente ante el propio sujeto; • describe la cosa percibida con precisión, sin añadirle rasgos que le son ajenos. 4.10. Duda metódica: MÉTODO SEGUIDO POR DESCARTES PARA LA COMPROBACIÓN DE LA VERDAD DE SUS CREENCIAS Y EL DESCUBRIMIENTO DE UNA VERDAD ABSOLUTAMENTE INDUDABLE. Los rasgos básicos de la duda metódica propuesta por Descartes son los IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 35 El Racionalismo: la filosofía de Descartes siguientes: 1. Es metódica: con ello se quiere decir que no hay que confundirla con las dudas del escepticismo como movimiento filosófico. En su época había en Francia escépticos que creían imposible el conocimiento; sin embargo Descartes emplea la duda precisamente para superar este escepticismo y tiene como objetivo encontrar una proposición que resista absolutamente cualquier duda imaginable. 2. Es universal: pone en cuestión absolutamente todos los conocimientos, tanto los de sentido común y los basados en la percepción como los que tienen su origen en la investigación científica, incluida la propia matemática. El único tipo de creencias que no cuestiona expresamente es el relativo a las verdades religiosas: cuestiona la legitimidad de los sentidos y de la razón pero no trata explícitamente de la legitimidad de la fe y la revelación. 3. Es hiperbólica o exagerada: con ello se quiere decir que es radical. Descartes no nos dice sólo que tenemos que dudar de aquello que, tras un examen o comprobación, veamos que es falso; esta es una recomendación de sentido común y un requisito mínimo del ejercicio de la razón. Su propuesta es mucho más radical: tenemos que dudar de aquello que vemos que es falso, pero también –y esto es lo esencial– de aquello que podamos plantear alguna duda, incluso en el caso de que no podamos mostrar que es falso; si nos cabe alguna duda, nos dice Descartes, podemos considerarlo como si realmente fuese falso. 4. Es una consecuencia de la primera regla del método: debo admitir como verdadero sólo aquello que se presente ante mi mente con absoluta claridad y distinción y por lo tanto con evidencia. En este sentido, es una de las máximas expresiones de racionalismo: sólo podemos admitir como ciertas aquellas creencias que han sido revisadas y evaluadas por nuestra propia razón, y no por instancias ajenas a ella (la tradición, la autoridad, el prejuicio, etc.). 5. Tiene una vigencia en el tiempo: Descartes la utiliza como un recurso para llegar a proposiciones evidentes, a conocimiento verdadero. En cierto modo lo que hace Descartes se parece a una historia: tiene un comienzo, una serie de fases o etapas y un final, y lo que vale al principio no vale en el medio ni al final: en un momento de la duda Descartes considera que tal vez estemos dormidos cuando sin embargo nos parece estar despiertos, y en otro duda incluso de la matemática; si no somos cuidadosos podríamos decir que, según Descartes, es imposible separar la vigilia del sueño o que nunca podremos estar absolutamente seguros de la matemática, cuando esto no es así. Duda de la vigilia y de las matemáticas sólo en los momentos precisos del ejercicio de la duda metódica en donde los cuestiona, pero tras el descubrimiento de un primer principio (el cogito) y la demostración de la existencia de Dios y de su bondad, podrá revisar sus afirmaciones anteriores y superar la duda. Por ello, si nos preguntan sobre las creencias de Descartes relativas a esta cuestión deberíamos decir más bien que, por ejemplo, dudó de la matemática en un momento determinado pero que al final consideró que es uno de los saberes más excelentes que nos cabe obtener. 6. La duda propiamente no descubre verdades nuevas, verdades en las que no creyese al principio, antes de usar la duda metódica; antes de la duda creía en la veracidad de la matemática, de los sentidos, creía en la existencia de Dios, en la existencia del alma y de su inmortalidad; después de la duda cree también en estas proposiciones. ¿Qué ha ganado? Ha ganado evidencia. Antes creía en esos temas sin tener propiamente conocimiento: en algunos casos por mera inclinación natural –los sentidos–, en otros por la tradición –las verdades religiosas–, en otros porque se lo mostraba su razón, aunque no radicalmente – como en matemáticas–. Ahora cree en lo mismo pero con conocimiento absolutamente fundado, con conocimiento consecuencia del ejercicio pleno de su razón. De todas formas, es preciso recordar también que sí hay algunas IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 36 El Racionalismo: la filosofía de Descartes creencias que quedan modificadas: la no distinción clara entre alma y cuerpo, y las creencias relativas a ciertas cualidades sensibles: antes del ejercicio de la duda creía que las cosas tenían color, sabor, tamaño, movimiento. Ahora cree que alguna de estas propiedades existe realmente en los cuerpos –las llamadas cualidades primarias– mientras que otras no, pues son en cierto modo subjetivas –las llamadas cualidades secundarias–. 7. Es teorética, no práctica: pone en cuestión los conocimientos y tiene como objetivo encontrar un conocimiento firme, pero no debe extenderse a la vida práctica, a la conducta. En la vida práctica es inevitable seguir opiniones que son solamente probables. 8. No se aplica a todas las creencias tomadas de una en una: dado que en nuestra mente tenemos miles (o millones) de creencias y que nunca podríamos terminar de revisar todas, la duda se debe aplicar a los fundamentos de las creencias más que a las creencias mismas. Como encuentra que todo lo que conocemos lo conocemos por los sentidos o por la razón, considera necesario examinar la legitimidad de ambos métodos de conocimiento. Si encontrásemos dudas razonables en cuanto a su legitimidad, todas las creencias fundamentadas en ellos quedarían en cuestión. Pasos fundamentales de la duda metódica tal y como aparece en las “Meditaciones Metafísicas”: 1. Primer momento (la duda propiamente dicha): “pérdida del mundo” a) duda de los sentidos: • los sentidos nos han engañado en muchas ocasiones: pone en cuestión sólo actos concretos de percepción, aquellos que no se dan en condiciones favorables; • el sueño es indistinguible de la vigilia: pone en cuestión la totalidad de actos de percepción; b) duda de la razón: • a veces nos equivocamos al razonar: pone en cuestión sólo actos concretos de razonamiento, aquellos que se hacen con precipitación y descansan en la deducción; • Dios nos ha podido hacer de tal modo que nos engañemos siempre (hipótesis del genio maligno): pone en cuestión la totalidad del ejercicio de la razón, incluida la intuición de las verdades matemáticas; c) conclusión de la duda: podemos dudar de los sentidos y de la razón, podemos dudar de la existencia de los cuerpos –incluido el propio–, de las otras personas y sus mentes, de las verdades de la experiencia ordinaria y del sentido común, podemos dudar de las ciencias –incluida las matemáticas– . 2. Segundo momento: descubrimiento del cogito a) la proposición “pienso, luego existo” no puede dudarse en absoluto; b) podemos aceptar que existimos, y que existimos como seres o cosas pensantes. 3. Tercer momento: “recuperación del mundo” a) primera parte: demostración de la existencia de Dios IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 37 El Racionalismo: la filosofía de Descartes • tampoco son dudables nuestras ideas; • observación y clasificación de los tipos de ideas; • demostración de la existencia de Dios mediante dos pruebas: o la idea de un ser perfecto; o la imperfección y dependencia de mi ser; b) segunda parte: demostración de la legitimidad y objetividad de nuestras facultades cognoscitivas: • afirmación de la bondad de Dios; • dado que Dios existe, nos ha creado y es bueno, podemos confiar en nuestros sentidos y nuestra razón, particularmente en todo aquello que se presente con claridad y distinción a nuestra mente; • rechazo de los anteriores motivos de duda, en particular de la hipótesis del genio maligno y de la indistinción entre sueño y vigilia. 4. Conclusión general: existe mi cuerpo, mi alma –y ambos como cosas distintas–, los cuerpos físicos (animales, vegetales,...), existen las otras personas, existe Dios. Descubrimiento de una verdad absolutamente incuestionable, “pienso, luego existo”, y de un criterio de verdad objetivo, la claridad y la distinción 4.11. Idea: CON ESTA PALABRA DESIGNA DESCARTES TODO CONTENIDO DE LA MENTE CAPAZ DE REPRESENTAR ALGO. Descartes no explica con precisión esta noción. Parece referirse con ella, y de un modo genérico, a todo lo que hay en la mente, tanto las sensaciones como los objetos de la memoria, de la imaginación, los del pensamiento e incluso las emociones. De todos modos en los textos identifica más las ideas con los contenidos mentales que tienen la capacidad de representar cosas (las sensaciones, las imágenes de la fantasía, los conceptos del pensamiento) que con otros contenidos mentales como los actos de voluntad o las pasiones. Divide las ideas en ideas adventicias, facticias e innatas. Hay que recordar que este uso de la palabra “idea” ya no tiene nada que ver con el platónico, y será el aceptado posteriormente por los empiristas, trasladándose finalmente hasta el lenguaje corriente. 1. Ideas innatas Son las ideas que se encuentran en nuestra mente antes de cualquier experiencia o percepción del mundo. La más importante es la idea de Infinito o Dios. Han sido implantadas en nuestra mente por Dios. Descartes no limitó lo innato a los conceptos (como los de Dios, substancia o los conceptos matemáticos), también consideró que hay principios innatos o verdades eternas, por ejemplo en lógica y en física. Las proposiciones “cosas que son iguales a una misma cosa, son iguales entre sí”, o “de la nada nada sale” son principios de este tipo. La experiencia perceptual no permite nunca establecer nada con absoluta universalidad, y sin embargo tenemos verdades que se presentan como universales, luego estas no pueden descansar en la experiencia sino en la IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 38 El Racionalismo: la filosofía de Descartes naturaleza de la propia razón. Descartes no consideró que las ideas innatas están en nuestra mente de forma actual o como un saber siempre a nuestra disposición. El niño no tiene el concepto de Dios de esta manera. Cuando Descartes se refiere a lo innato en nuestra mente quiere indicar que la experiencia empírica o percepción no puede justificar ciertos contenidos mentales, y que si los tenemos es porque descansan en la propia naturaleza de nuestra mente. Hay en nosotros una potencialidad innata por la cual conocemos a Dios; la idea de Dios es innata en el sentido de que es producida por una capacidad natural de la mente, es innata de una manera potencial, no actual. En el breve escrito “Observaciones sobre la explicación de la mente humana” explica cómo debemos entender lo innato: “uso este término en el mismo sentido que cuando afirmamos que la generosidad es innata en algunas familias y que en otras lo son algunas enfermedades como la gota o el cálculo, pero no en el sentido de que los hijos de esas familias padezcan estas enfermedades desde el vientre de sus madres, sino en el sentido de que nacen con cierta disposición o facultad para adquirirlas”. Nuestras ideas claras y distintas de las naturalezas simples son innatas, y también lo es nuestro conocimiento de los principios universales y ciertos, y las leyes de la física. Esto fomenta la idea del carácter deductivo de las ciencias y un cierto olvido del experimento. La física depende de la metafísica: podemos llegar por el análisis a naturalezas simples como la extensión y el movimiento, y a partir de éstas podemos deducir las leyes generales que gobiernan cualquier mundo material. Aunque el propio Descartes hizo realmente trabajos experimentales en física y anatomía, sin embargo llegó a escribir en 1638 en carta a Mersenne “mi física no es otra cosa que geometría” (por lo tanto, conocimiento puramente deductivo construido a partir de verdades primeras o naturalezas simples de carácter innato). 2. Ideas facticias Aquellas ideas consecuencia del poder de nuestra imaginación. Las construye la mente a partir de otras ideas. Si me imagino un ser formado por el cuerpo de un perro y la cabeza de un dragón, el pensamiento o idea de esta entidad fantástica pertenecería a este grupo. 3. Ideas adventicias Las ideas consecuencia del influjo del mundo exterior sobre nuestros sentidos. Son las ideas (las sensaciones, imágenes y conceptos), que pueden explicarse a partir de la experiencia perceptual que tenemos del mundo. Son, por lo tanto, las ideas que dan lugar al conocimiento empírico. 4.12. Intuición: ACTO DE LA MENTE POR EL CUAL VEMOS DE FORMA INMEDIATA, CON CLARIDAD Y DISTINCIÓN, LA VERDAD DE UNA PROPOSICIÓN. Descartes nos dice que los dos actos de nuestra inteligencia o razón gracias a los cuales podemos llegar al conocimiento cierto son dos, la intuición y la deducción. Explica que la intuición no es el testimonio de los sentidos ni el juicio engañoso de la imaginación sino la concepción que nace o tiene su origen en las “solas luces de la razón”. Es más segura que la deducción y no deja lugar a dudas IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 39 El Racionalismo: la filosofía de Descartes de aquello que comprendemos. Identifica la intuición con la luz natural. Podemos entender la diferencia establecida por Descartes entre la intuición y la deducción si nos fijamos en la diferencia entre mostrar y demostrar. Demostramos algo cuando damos razones que justifican nuestra opinión, cuando relacionamos una proposición con otra hasta llegar, a modo de conclusión, a lo que queríamos demostrar. La demostración es un proceso discursivo de nuestra razón. Sin embargo mostramos algo cuando, simplemente, ponemos ante un sujeto aquello que queremos mostrar, cuando hacemos que el sujeto al que queremos convencer tenga presente, delante de él, la realidad u objeto en la que queremos que crea. Es fácil poner ejemplos de esta diferencia fijándonos en los objetos físicos. Podemos intentar convencer a alguien de que en su casa hay un ladrón argumentando que le han forzado la ventana, que hay luz, que se oyen ruidos extraños, es decir dándole razones concluyentes. Pero también lo podríamos hacer –aunque con grave riesgo para nosotros– llevando a nuestro amigo al interior de la casa y mostrándole la presencia del ladrón. No es necesario demostrar todo, puesto que hay cosas que no se pueden demostrar pero que nuestra mente puede ver inmediatamente que son ciertas. Estas cosas son precisamente los fundamentos o bases de toda demostración. Descartes tomó del proceder matemático, particularmente de la geometría, la distinción entre intuición y deducción. La geometría euclidiana parte de unos primeros principios indemostrables o axiomas y mediante cadenas argumentativas concluye en proposiciones cada vez más complejas o teoremas. A diferencia de algunas consideraciones contemporáneas que defienden la idea de que dichos principios se aceptan por convención o por su poder para generar muchas proposiciones consistentes, Descartes consideró que se aceptan porque la mente ve inmediatamente su verdad (por intuición); sin embargo llegamos a la verdad de los teoremas por deducción. Lo peculiar del enfoque racionalista consiste en considerar que, junto con lo que podríamos llamar intuición sensible o percepción, existe una intuición más perfecta, la intuición de la mente o intuición intelectual. Este punto de vista supone dos cosas: • que la mente puede ver de una manera propia, que no sólo ven los ojos físicos; • que hay ciertos objetos que se pueden mostrar, que pueden estar presentes, en persona, ante ella. Descartes pone como ejemplos de este tipo de conocimiento la intuición de la propia existencia, el acto de conocimiento que la mente tiene de sus propias vivencias, pero también el conocimiento de verdades universales respecto de objetividades o realidades distintas a la de la propia mente (“que el triángulo está definido sólo por tres líneas”, “que la esfera por una superficie”, ... ) Finalmente, señala las diferencias entre la intuición y la deducción: • la intuición es un acto simple, la deducción es un cierto movimiento o sucesión de la mente; IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 40 El Racionalismo: la filosofía de Descartes • la intuición ofrece evidencia presente, mientras que la deducción parece exigir la presencia de la memoria, el recuerdo de haber vivido ciertas evidencias, pero no exige la evidencia actual; • la intuición es más básica o fundamental que la deducción, pues incluso podemos decir que la deducción no es otra cosa que intuiciones sucesivas. 4.13. Mecanicismo: DOCTRINA FILOSÓFICA PARA LA CUAL LA REALIDAD PUEDE EXPLICARSE A PARTIR DE LA CAUSALIDAD EFICIENTE, ES DECIR, SIN REFERENCIA A NINGÚN FIN O PROPÓSITO. Generalmente el mecanicismo intenta explicar la realidad en términos de materia en movimiento, aunque también podemos encontrar teorías filosóficas que sin considerar a la mente en términos materialistas dan de ésta explicaciones mecanicistas, como ocurre en gran medida con las leyes de la asociación de Hume. Aunque encontramos tesis mecanicistas en la antigüedad –por ejemplo, en la filosofía atomista–, es a partir del Renacimiento cuando esta teoría tiene mayor importancia y profundidad. La ciencia moderna es mecanicista, y ya Galileo introduce las ideas básicas de este punto de vista. Los dos elementos característicos del mecanicismo moderno son los siguientes • distinción entre cualidades primarias y cualidades secundarias: las cualidades secundarias son los colores, sonidos y sabores, y son subjetivos; no son rasgos de las cosas sino meros efectos de ciertas combinaciones de materia sobre nuestras mentes. Las cualidades primarias son las cualidades objetivas, las cualidades que realmente poseen las cosas (figura, número, tamaño y movimiento). Esta clasificación la introduce Galileo y será aceptada por Locke y Descartes; • rechazo de la causalidad final: las explicaciones aristotélicas del mundo natural consideraban imprescindible la referencia a la causalidad eficiente para la explicación del mundo natural, pero también a la causalidad final y a la causa formal. Las explicaciones mecanicistas rechazan la causa final, y, de la causa formal, sólo aceptan las formas matemáticas, bien geométricas como la figura, bien otras puramente cuantitativas, como el tamaño la cantidad y el movimiento. Descartes aceptó el mecanicismo respecto del mundo físico o res extensa, precisamente en estos dos sentidos: • consideró que hay propiedades que atribuimos a las cosas pero que en realidad son una mera consecuencia de la constitución física de nuestros sentidos (las cualidades secundarias) y hay otras propiedades que realmente se encuentran en las cosas, propiedades describibles matemáticamente y de las que cabe, por lo tanto, claridad y distinción. Recordamos que para Descartes la característica básica de las cosas materiales es la extensión (longitud, anchura y profundidad), que es un rasgo puramente geométrico y cuantitativo; • en el mundo físico todo es consecuencia de los cambios dados con anterioridad (causalidad eficiente) y no de una supuesta causalidad final inscrita en las cosas. La totalidad del mundo material puede tratarse como un sistema mecánico, y no hay necesidad alguna de introducir o considerar otra clase de causas que las eficientes. La causalidad final es una concepción IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 41 El Racionalismo: la filosofía de Descartes teleológica y no es adecuada para la física. Ello lleva a rechazar la existencia de almas o principios vitales ocultos en los seres vivos, y de formas substanciales en los seres inertes. Los principios puramente cuantitativos, materiales y mecánicos que utilizamos para explicar los seres no vivos nos sirven también para explicar los seres vivos. Con sus tesis mecanicistas Descartes intenta fundamentar la física moderna, física que, a diferencia de la aristotélica, es esencialmente matemática. Otro elemento importante del mecanicismo cartesiano se refiere a su concepción de los animales y las plantas como máquinas. Los animales no tienen mente y pueden ser explicados en términos de materia en movimiento (mecánicamente). Sin embargo su conducta parece que descansa en estados mentales (ingenuamente, nos parece que el perro se escapa porque tiene miedo, o que sigue a su amo porque le quiere, que sabe encontrar el alimento que ayer escondió porque tiene memoria e inteligencia). Descartes consideró que las atribuciones de estados mentales que hacemos en estos casos es injustificada puesto que podemos explicar esta conducta que aparentemente depende de una mente sin referirnos a la mente. Y concluyó de este modo tras observar que los ingenieros de su época habían construido artefactos (máquinas) en las que las parte físicas estaban dispuestas de tal forma que parecían darles conducta final. Pero en estos casos está claro que dicha conducta no descansa en una mente sino que es responsabilidad de sus componentes físicos. Los animales no tienen mente, aunque parezcan tenerla, como los autómatas no tienen mente aunque parezcan tenerla. En el caso de los autómatas el responsable de su conducta aparentemente mentalista y final es el hombre, que los ha fabricado; en el caso de los animales, el responsable es la propia naturaleza y en último término Dios, que es la causa última del mundo. En el hombre hay que distinguir aquella conducta que depende exclusivamente del cuerpo (procesos físicos como la respiración, la digestión, la circulación de la sangre) y que puede explicarse mecánicamente, de aquella conducta que depende de nuestra mente (como el lenguaje y la ciencia) y que nunca podrá explicarse en términos de materia en movimiento (es decir, mecánicamente). 4.14. Modos: MODIFICACIONES VARIABLES DE LOS ATRIBUTOS. La mente tiene como rasgo básico el pensamiento, el ser consciente; el cuerpo tiene el rasgo básico de la extensión, el extenderse en el espacio. Pero en nuestra mente se suceden distintas géneros de vivencias (recordar, pensar, imaginar, querer, sentir, amar); del mismo modo, los cuerpos pueden tener distintas formas geométricas, tamaños, velocidades en sus movimientos, cantidades... Descartes llama precisamente modos a estas modificaciones no esenciales de las mentes y de los cuerpos. 4.15. Pensamiento: DESCARTES LLAMA PENSAMIENTO A TODO LO QUE SE DA EN LA MENTE Y DE LO QUE CABE SER CONSCIENTE. Descartes entiende esta palabra de un modo más genérico que nosotros: nosotros llamamos “pensamiento” a un acto mental de tipo cognoscitivo, y más exactamente intelectual. Sin embargo, Descartes se refiere con esta palabra a todo contenido mental, a todo lo que se encuentra en la mente. En las “Meditaciones IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 42 El Racionalismo: la filosofía de Descartes Metafísicas” nos dice que por “pensar” entiende “todo lo que se produce en nosotros de tal suerte que lo percibimos inmediatamente por nosotros mismos; por esto, no sólo entender, querer, imaginar sino también sentir es la misma cosa aquí que pensar”. De todas estas vivencias cabe tener una percepción inmediata, por lo que tienen en común, utilizando nuestro lenguaje, la consciencia, el ser consciente o poder serlo. Todos los “pensamientos” –vivencias diríamos nosotros– tienen la peculiaridad de resistir los embates de la duda. 4.16. Reglas del método: CONJUNTO DE REGLAS PROPUESTAS POR DESCARTES CUYO CUMPLIMIENTO GARANTIZA LA ADQUISICIÓN DE CONOCIMIENTO EVIDENTE. Algunos intérpretes consideran que Descartes tomó su método de las matemáticas, puesto que esta ciencia parece cumplir fielmente dichas reglas. Pero, dado el carácter unitario del saber que defiende Descartes, deben emplearse en cualquier tipo de investigación, no sólo la matemática; precisamente parece que la aplicó en primer lugar a la propia filosofía. Como indican los títulos de algunas de sus más importantes obras (“Discurso del método”, “Reglas para la dirección del espíritu”), Descartes consideró de suma importancia el descubrimiento de las reglas o método adecuado para la investigación científica. También es preciso observar que no se trata de técnicas que puedan ser aplicadas mecánicamente para el descubrimiento de verdades, son más bien recomendaciones generales destinadas a emplear adecuadamente las capacidades naturales de la mente. El método permite evitar la influencia del prejuicio, la educación, la impaciencia, y las pasiones que pueden cegar la mente. No hay que confundir la intuición y la deducción (que son los dos “caminos más seguros hacia el conocimiento”) con el método y sus reglas. Las reglas fundamentales son: 1. la regla de la evidencia; 2. la regla del análisis; 3. la regla de la síntesis; 4. la regla de la enumeración. 1. Regla de la evidencia Es la primera y más importante de las reglas del método. Consiste en aceptar como verdadero sólo aquello que se presente con “claridad y distinción”, es decir, con evidencia. Es el ejercicio de la intuición. Esta regla da lugar a la duda metódica y, tras su superación, al conocimiento como ciencia o saber estricto. En los “Principios de filosofía”, Descartes nos dice que nunca nos engañaremos si nos limitamos a describir en nuestros juicios sólo aquello que conocemos clara y distintamente. El error tiene su origen en que juzgamos antes de tener un conocimiento exacto de lo juzgado. La voluntad, que es imprescindible para que demos nuestro asentimiento a un juicio, pude ir más allá de lo que se ofrece con claridad y distinción, y por lo tanto llevarnos al error. IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 43 El Racionalismo: la filosofía de Descartes Descartes consideró que siempre que nos equivocamos es por mal uso de nuestra voluntad. 2. Regla del análisis El análisis (“resolución”) es el método de investigación consistente en dividir cada una de las dificultades que encontramos en tantas partes como se pueda hasta llegar a los elementos más simples, elementos cuya verdad es posible establecer mediante un acto de intuición. En el “Discurso del método” nos la presenta como la segunda regla. Consiste en descomponer las aserciones complejas hasta llegar a los últimos elementos que las constituyen. Permite llegar a las “naturalezas simples”. Con este método conseguimos que las proposiciones más oscuras se puedan comprender al observar cómo dependen de otras más simples. Dice Descartes en las “Meditaciones” que es también un buen método de enseñanza pues muestra el camino por el que una cosa fue metódicamente descubierta, y es el que sigue en esa obra para mostrar la verdad de proposiciones complejas (por ejemplo “la mente es distinta del cuerpo”, “la mente puede existir sin el cuerpo”, “Dios existe”). En esta obra la proposición elemental a la que llega el análisis, y a partir de la cual posteriormente y mediante un proceso de síntesis se podrá demostrar la verdad de las proposiciones complejas citadas, es el cogito, cuya verdad se muestra mediante intuición. 3. Regla de la síntesis O método de la composición. Consiste en proceder con orden en nuestros pensamientos, pasando desde los objetos más simples y fáciles de conocer hasta el conocimiento de los más complejos y oscuros. En el “Discurso del método” nos la presenta como la tercera regla del método. Recomienda comenzar por los primeros principios o proposiciones más simples percibidas intuitivamente (a las que se llega mediante el análisis) y proceder a deducir de una manera ordenada otras proposiciones, asegurándonos de no omitir ningún paso y de que cada nueva proposición se siga realmente de la precedente. Es el método empleado por la geometría euclidiana. Según Descartes, mientras que el análisis es el método del descubrimiento, y es el que utiliza en las “Meditaciones Metafísicas” y el “Discurso del método”, la síntesis es el método más apropiado para demostrar lo ya conocido, y es el empleado en los “Principios de Filosofía”. 4. Regla de la enumeración Descartes la cita en el “Discurso del método” como la cuarta regla. Consiste en revisar cuidadosamente cada uno de los pasos de los que consta nuestra investigación hasta estar seguros de no omitir nada y de no haber cometido ningún error en la deducción. 4.17. Res cogitans: DEL LATÍN “RES”, COSA, Y “COGITO”, PENSAR. LA MENTE O SUBSTANCIA PENSANTE. IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 44 El Racionalismo: la filosofía de Descartes El atributo por el que conocemos esta substancia, el que constituye su esencia y del que dependen todas las demás es el pensamiento. Todas las propiedades que encontramos en la “res cogitans” no son sino diferentes modos de pensar: la imaginación, el sentimiento y la voluntad, dependen de tal modo de una cosa que piensa, que no podemos concebirlos sin ella. Recordamos que, en realidad, con “pensar” no se refiere aquí Descartes al pensamiento en sentido estricto sino propiamente al “ser consciente de”, a todo aquello que puede estar acompañado de consciencia. Por esto, como nos dice en las “Meditaciones Metafísicas”, “una cosa que piensa es una cosa que duda, que entiende, que concibe, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina también y que siente”. 4.18. Res extensa: DEL LATÍN “RES”, COSA. LAS SUBSTANCIAS CORPÓREAS O MATERIALES. El atributo por el que conocemos esta substancia, el que constituye su naturaleza y esencia, y del que dependen todas las demás, es la extensión en longitud, anchura y profundidad. El resto de características que podamos atribuir a los cuerpos (como la figura y el movimiento) presuponen la extensión. Descartes presenta con estas ideas una concepción geométrica o matematizante de la realidad física, puesto que considerará como reales sólo aquellas propiedades físicas que se pueden describir matemáticamente. Los animales son pura extensión, no poseen mente alguna. 4.19. Solipsismo: TESIS FILOSÓFICA SEGÚN LA CUAL SÓLO SE PUEDE GARANTIZAR LA EXISTENCIA DE UNO MISMO PUESTO QUE LA EXISTENCIA DE CUALQUIER OTRO SER ES DUDABLE O INFUNDADA. Ningún filósofo se atrevió a defender este punto de vista tan radical, ni, por supuesto, Descartes. Hay que tener cuidado con este cuestión ya que en el ejercicio de la duda metódica hay un momento en el que Descartes parece abrazar este punto de vista: tras dudar de la existencia de los cuerpos y de las mentes Descartes descubre que existe él mismo como ser pensante, pero no sabe aún si existe alguien más –cae por lo tanto en el solipsismo–, pero inmediatamente intenta mostrarse a sí mismo que no está solo, y lo hace precisamente demostrando que, además, existe Dios. Finalmente cree estar convencido también de que la bondad de Dios garantiza la creencia en la existencia de las cosas físicas y de las otras mentes, superando de este modo la duda metódica y eliminando definitivamente la “soledad radical” a la que le había conducido dicha duda. 4.20. Substancia: AQUELLO QUE NO NECESITA DE OTRA COSA PARA EXISTIR. Si la definición anterior se la interpreta literalmente sólo Dios sería una substancia, puesto que el resto de los seres necesitan de Dios para existir. Pero en un sentido derivado podemos utilizar dicho término para designar o referirnos a las naturalezas que sólo necesitan del concurso divino para existir, y de ese modo diferenciarlas de aquellas que no pueden existir más que descansando en otra naturaleza, como las cualidades o atributos de las substancias. IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 45 El Racionalismo: la filosofía de Descartes La substancia no se puede conocer directamente sino a través del rasgo fundamental o esencial que le conviene: en el caso de la substancia corpórea la extensión en longitud y profundidad y en el caso de la substancia pensante el pensamiento. Todas las demás propiedades son modificaciones de este rasgo fundamental (la figura y el movimiento, de los cuerpos; los diferentes modos de pensar como la imaginación, el sentimiento y la voluntad, de las mentes). (ver cuadro en la página siguiente) ESTRUCTURA DE LA REALIDAD FINITA nivel de la substancia res cogitans (mentes) res extensa (cuerpos) nivel de los atributos el pensamiento o ser consciente de la extensión (profundidad, anchura y longitud) nivel de los modos la imaginación, la memoria, la voluntad, el pensamiento en sentido estricto, ... el movimiento, la figura, el tamaño (propiedades describibles matemáticamente) tipo de explicación válida mentalistas: explicaciones que supongan la referencia a estados mentales y a la conducta final o motivada y libre mecanicistas: explicaciones matematizantes basadas en la referencia a la materia en movimiento y en procesos mecánicos basados únicamente en la causalidad eficiente ejemplos de substancias las mentes humanas los animales, las plantas y el resto de seres creados 4.21. Substancia infinita (o Dios): IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 46 El Racionalismo: la filosofía de Descartes Es la entidad a la que le conviene propiamente ser substancia, pues es la única que de modo absoluto no necesita de otra cosa para existir. Todas sus propiedades son esenciales en él, luego son atributos, no modos. Sus atributos fundamentales son los de pensamiento, independencia, infinitud y bondad. Todos ellos son importantes de un modo u otro en la filosofía cartesiana: • la independencia: puesto que Dios es propiamente la substancia, es el concepto límite en el grado de la substancia; • el pensamiento: porque también a nosotros nos corresponde como “res cogitans”, lo que muestra el parentesco que guardamos con Dios; • el de ser necesario: porque lo utilizará en la prueba para la demostración de la existencia de Dios basada en la observación de la imperfección y dependencia de mi ser; • la infinitud: porque la utiliza en el argumento ontológico; • la bondad: pues le servirá como garantía del conocimiento humano y para la superación de la duda metódica. IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 47