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MUSULMANES EN OCCIDENTE (Conferencia Sevilla 16 marzo 2002) Vicente Haya Segovia Bismillahi rahmani rahim Con el Nombre de Allâh, el que hace posible la vida y la acrecienta. Mi presencia hoy aquí tiene como propósito suministrar a los oyentes ciertas claves que, pese a responder a parámetros filosóficos o teológicos, son a nuestro juicio esclarecedoras de las tendencias futuras del Islam en nuestro país y desde nuestro país. Lamentable o afortunadamente, el Islam no suele presentarse a sí mismo ante el gran público. Ni siquiera existe el esfuerzo interno por decirse a sí mismo. Apenas hay proyectos a largo plazo ni objetivos estratégicos. Es una religión, en definitiva, que carece de marketing y sobrevive paradójicamente gracias a esta ausencia de marketing. Es por todo ello que tan sólo desde dentro del mismo Islam pueden adivinarse las diferentes corrientes internas que, más allá de los habituales discursos de Islam petrificado de los arabistas u orientalistas, revelan la evolución diaria de una religión que es permanente actividad, cambio, confrontación, improvisación. 1. ¿Quiénes somos y qué trabajo hacemos los pensadores musulmanes en la España de hoy? Líneas maestras del Pensamiento Islámico en España El musulmán dice primero “no” a los ídolos, a todos los ídolos, a los que se le representan como tales y a los que irá desvelando con su misma actividad iconoclasta. En esta tarea de desidolatrizar la sociedad, el musulmán se deja ayudar. Ciertamente, sólo en la medida que reconoce la ayuda... Los que hemos sido educados en Europa sabemos del esfuerzo en la Verdad del pensamiento materialista y ateo; sabemos de su valiente entrega por puro amor a la vida frente a la religión de un Dios de sacrificio y muerte que invitaba a imitar sus padecimientos. Es por eso que la tendencia más novedosa y desconcertante para algunos del pensamiento islámico de nuestros días que se hace en nuestro país sigue la consigna de descristianizar el Islam, propuesta por Abderrahmán Muhammed Maanán (Melilla), autor de un excepcional Tafsir de Corán (comentario a las suras finales del Corán) y otros libros. Asimismo, las páginas www.zawiya.org y www.musulmanesandaluces.org contienen un centenar de artículos anónimos 1 debidos a dicho autor. A su vez, dentro de esta tendencia, observamos –aparte de la corriente principal defendida por su ya mencionado principal exponente- otras dos subcorrientes internas: La que descristianiza el Islam acercándose –a juicio de algunospeligrosamente al Ateísmo, propuesta por Abderrahman Medina (Córdoba) –en realidad, maestro de Abderrahman Muhammed Maanán- y plasmada en el libro de su discípulo Ali González Islam para ateos, probablemente ya constituido en uno de los clásicos del pensamiento islámico, aparecido hoy por hoy en las páginas www.zawiya.org y www.members.es.tripod.de/cima_org/islam-para-ateos.htm En realidad, con esta subcorriente de pensamiento estamos hablando de un movimiento marginal dentro del Islam en castellano, que cuenta con un rechazo generalizado de la comunidad islámica (excepto en Andalucía) a pesar de su extraordinaria creatividad y de responder a la visionaria intención de abrir el Islam al gran público occidental que ya no cree en religiones. Mi propio Opúsculo contra el alma y “la otra vida” contribuyó en alguna medida a definir los límites de la propuesta de esta “islamización del Ateísmo”. La que descristianiza el Islam acercándose -a juicio de algunospeligrosamente al Judaísmo, propuesta por mí mismo y plasmada actualmente en la publicación Metafísica islámica para judíos y cristianos, que pese a conocer su tercera edición no ha conseguido por lo general despertar el interés de teólogos cristianos, judíos, hebraístas ni arabistas. Ciertamente es ésta una iniciativa casi por completo circunscrita a mi persona. Apartado de las comunidades islámicas por propia decisión, actualmente preparo el libro Sabiduría judía para musulmanes. Sólo muy en segundo lugar, y con una difusión elitista y poco influyente en la masa social de los conversos observamos la tendencia a europeizar el pensamiento islámico que sigue por modelos a Guénon, Schuon, Nasr, Burckhardt o Lings, y que cuenta con sus propias revistas de difusión –no siempre islámicas- como Axis Mundi, Cielo y Tierra, Letra y Espíritu y casi en exclusiva una editorial: Olañeta, con más de ciento cincuenta títulos en su haber. Es tendencia minoritaria y debido a su alto secretismo no es detectado en la sociedad civil como presencia islámica. El Islam que difunden los grupos asociados a esta tendencia es extraordinariamente rico en erudición y mística, poco latino, es cierto, pero va dejando su huella en las esferas universitarias. Con mucho, el órgano de difusión del Islam que se hace en nuestra tierra más significativo es la página www.webislam.com, que conoce un resumen en formato revista llamado Verde Islam. Webislam ha alcanzado ya la cota de dos millones y medio de visitas mensuales y se define como marco general donde es posible la 2 expresión libre de todas las manifestaciones del Islam: Islam sufi, Islam independentista andalusí, Islam sunni, Islam chía, etc... (Con la casi única exclusión del Wahabismo, que es como se sabe un sunnismo artificial y estricto profundamente odiado en la mayoría de las tierras islámicas, que se difunde desde Arabia Saudí). Así pues, actualmente la línea de expansión del Islam en castellano va siguiendo por lo general una tendencia mayoritaria a la descristianización de su teología, ya sea planteando un discurso ambiguo y polivalente para el musulmán sufi y el musulmán de la calle, como hace el maestro Abderrahmán Muhammed Maanán, ya sea por la islamización del Ateísmo a la manera de Ali González, o por mi modesto intento con nula repercusión en la vida de las comunidades de ilustrar la mística islámica con los modos de la experiencia mística de los judíos jasidim más que de los sufíes magrebíes o iraníes. Iberoamérica es la línea natural de fuga del Islam que se elabore en nuestro país. El producto final del magma formado por estas cuatro tendencias se difundirá en Iberoamérica, por virtud del habla castellana. Actualmente Iberoamérica cuenta con a) un Islam bello pero sin fuerza como es el del Sufismo turco diluido, b) un Islam tradicional pero castrante como el wahabita y c) un Islam beligerante y profundo pero que no consigue salvar el tema de las traducciones como el chiíta. El Islam producido en una España con fuerte presencia magrebí y expresado con la palabra poética del andaluz, será sin dificultad comunicada al público hispanoamericano, que actualmente es católico pero que paulatinamente se irá abriendo a una religión que no predica la más mínima resignación ante las situaciones de injusticia. El futuro Islam de Iberoamérica probablemente logrará unir -en un frente común contra el Wahabismo- al Sufismo rayano en la Nueva Era que actualmente tiene cierta raigambre en Iberoamérica y a este Islam producido en la Península mucho más telúrico y tradicional, dotado de la acidez crítica del Ateísmo respecto a los dogmas enseñados por el Cristianismo, al tiempo que retornado a sus raíces árabes, y espero que invisiblemente enriquecido con la sabia pátina de los textos judíos. Respecto al modo de entenderse el Derecho Islámico, conviene decir que la escasez de recursos de la comunidad islámica española de origen y su nula financiaciación por parte de la serie de gobiernos españoles fuertemente influidos por la Iglesia Católica ha dejado en manos de la creciente presencia magrebí la interpretación del Islam de los usos y costumbres de la vida diaria. De haberse potenciado una construcción de Derecho Islámico Andalusí, la comunidad islámica española de origen quizá habría conseguido hacerse oír por la comunidad islámica 3 proveniente de tierras tradicionalmente islámicas, evitando futuros conflictos de adaptación al modo de vida europeo. Significativo –y desgraciadamente puntualfue el esfuerzo realizado por muchos de nosotros por esclarecer la cuestión coránica del idribuhunna mal entendida hasta nuestros días por una alta proporción de musulmanes venidos de tierras islámicas y de escasa formación teológica como “golpeadlas (a vuestras esposas)”. El esfuerzo principal de los musulmanes en nuestro país se centra sobre todo en la supervivencia día a día de nuestra espiritualidad, haciéndola superar las fricciones que encontramos en la vida diaria de una sociedad que al tiempo odia y ama el Islam. En estas condiciones, en estado de lucha por la supervivencia y en gran medida de taqîa [ocultamiento], el Islam que se da en nuestras tierras está retomando el estilo y los contenidos de la sabiduría andalusí de antaño. Buena prueba de ello es el texto bastante difundido ya de Los maestros desconcertantes (compilado por Ali González), que recoge más de un centenar de anécdotas más o menos significativas del modo de ser de los musulmanes andalusíes de nuestros días con una clara perspectiva de estar haciendo Historia, constituyéndose en modelo de lo que luego vendrá. Ser musulmán en España es en realidad haber sido llamado para una especie de extraño sacrificio de uno mismo mientras –paradójicamente- se reniega con la boca y la palabra respecto a la idea de sacrificio que la mayoría de nosotros aprendió de niños con la Iglesia Católica. ¿Qué fuerza nos obliga a uncirnos voluntariamente a este pesado carro llamado “Islam” que no sabemos qué porta y del que decimos que ni siquiera lo queremos llevar a ninguna parte? Lo ignoramos. ¿Qué extrañas razones nos obligan a transformarnos por propia voluntad en algo parecido a la pobre ayudante de un lanzador de cuchillos, siempre rezando porque el próximo cuchillo no nos dé de lleno? No sabemos. ¿De qué amor inexplicable y fatal hemos sido objeto los que desde que aceptamos el Islam hemos ido perdiéndolo todo, excepto “un no sé qué” que nos permite entrar en la realidad en lugar de mirarla desde fuera? Es para nosotros un enigma. ¿Qué causa tiene ésta nuestra condena a detectar dondequiera que se presente la Mentira y a no poder nunca más usar el lenguaje de lo políticamente correcto porque, para nosotros, la sinceridad es en sí misma el Camino? No hay resolución para nuestras preguntas. En realidad, ser musulmán, es acostumbrarte a ignorar, a no-saber. Éste es uno de los motivos del fracaso de nuestra comunidad a la hora de hacerse oír por los nomusulmanes, a la hora de explicar nuestra cosmovisión: se espera de nosotros unos contenidos de sabiduría, cuando lo único que podemos aportar es ese desconcierto que no cesamos de experimentar. Discúlpenme el ejemplo fácil de mi formación jesuítica: hacerte musulmán no es cambiar una vestimenta por otra sino desnudarte de cualquier vestimenta. En este sentido, el esfuerzo islámico de derribar ídolos se presenta como un horizonte posible dentro de cualquiera de las religiones, y todo aquél que haga el esfuerzo de atender cómo se opera con los 4 mecanismos iconoclastas del Islam –siempre que no sucumba al vértigo que es situarte en el abismo de tu creencia- logrará un mayor grado de desnudez, de autenticidad en su modo de vivir la espiritualidad. 2. Intuiciones esenciales de la espiritualidad musulmana El Islam no es cuestión de pensar de un modo. El musulmán interviene para preservar lo que hay, pero sabe que lo que está cuidando contiene algo que le excede infinitamente. Para el musulmán la existencia tiene sus propias leyes de autogobierno, que atribuye a la voluntad de Allâh, y ante lo que se doblega, en señal de sumisión. El kufr es insolencia con la vida. Existe una arrogancia en la actitud del que no se somete a lo que lo sobrapasa, y es que busca el sentido con sus juicios respecto a lo real; y resulta que sólo en el sometimiento, en la asunción de la experiencia de la realidad tal como es, radica el sentido. El kufr es brutalidad insensible del yo posesivo, y el Islam es fluir con la vida. Es enervante cuando vemos a algunos musulmanes exponer el Islam como si fuera una serie de conocimientos aparte de la vida. Islam es precisamente el hecho de estar vivo. Nosotros no pensamos que Allâh pertenezca al ámbito de lo mental sino al del funcionamiento de las cosas. El Islam no es un monoteísmo, ni es un politeísmo, ni un panteísmo, ni un deísmo... Todas ellas son palabras que cuando las aceptas ya se ha perdido toda posibilidad de referirse a algo absolutamente real. El Islam es lo que hay. Y nosotros dedicamos nuestra vida entera a descubrir qué es lo que esto significa. Allâh no es un tesoro de conocimiento que se descubre cuando uno llega a la Sabiduría. El Islam no es una religión ni una filosofía; es lo que te hace instalarte de verdad en el mundo. El Islam es la integración del ser humano en la existencia como único modo de conocer a su rabb. La vida espiritual de los musulmanes no es un viaje a la cuarta dimensión sino esa fascinación permanente a la que estamos sometidos los que un día intuimos que la realidad no era plana y que uno podía internarse en ella para vivirla con más intensidad. Dice un hadiz de nuestro amado Profeta: “Este dîn es sólido y fuerte, adentraos en él con calma y suavidad”. Adentraos con delicadeza por esta senda... El Islam es la lucidez suficiente para empezar una senda. Si somos capaces de descomplicar nuestro mundo, descubrimos que estamos vivos, que existimos; y ahí comienza tu Islam. El Islam es descomplicar tu vida; no obsesionarte con las cosas. Encontrar la naturalidad en todo; ése es nuestro modo de construir jardines en la vida diaria. El Islam es amoldarse a lo que Allâh ha revelado. Todo lo que existe es Revelación de Allâh. El Islam es hacerse Revelación. El resultado del confiarse a la acción en el musulmán es que su búsqueda no es obsesiva, como sí lo sería de ir por su cuenta. Cuando nada nos preocupa, lo que hay es Allâh. Como musulmán, no tienes ni siquiera que preocuparte de estar en un alto grado ante Allâh, porque nada puede estar “ante Allâh”, sino en Allâh como en la vida. Allâh no se sobrepone a nuestra 5 experiencia del mundo, sino que –como mucho- la experiencia de Allâh es con lo que vas a juzgar la autenticidad de lo que te rodea. Descubrir la fuerza espiritual de cada una de nuestras acciones cotidianas es vivir algún aspecto de Allâh que hay que desarrollar en toda su firmeza. Sólo experimentar no es suficiente. Cada Nombre exige una forma de asentarnos en esa firmeza, tal como lo hace ese Nombre de Allâh. No basta con experimentar algo; hace falta consolidar esa experiencia. Profundizar en cada Nombre del que tenemos experiencia. A través de sus Nombres, en nuestra experiencia plena de ese Nombre cuando nos llega, desnudas a Allâh. A veces auténticos y sinceros buscadores nos preguntan sobre el Islam, pero quizá no se den cuenta de que más que encontrar las respuestas nos tenemos que plantear si las preguntas son consistentes o deben disolverse como el puro humo que son. Lo importante no es encontrar respuestas, sino abrir puertas. Oxigenar nuestro mundo. El Islam es abrirse; no morirse en torno a una idea, como les sucede a los que creen en los dogmas y las ortodoxias. Después de varias generaciones en que la mayor parte de nosotros -los musulmanes españoles- tuvimos la tentación de imitar los modos de nuestros hermanos marroquíes mientras paralelamente explicábamos nuestro Islam con una teología aún católica, hemos llegado a nuestra mayoría de edad y nos enfrentamos al Islam como lo que surge de esta tierra, lo autóctono, lo original que se abre paso, lo que se gesta por sí mismo. Y nos dejamos llevar por eso. No somos nosotros los que predicamos el Islam sino el Islam el que nos arrastra, y no sabemos adónde nos lleva... Nuestra senda es ir muriendo poco a poco a la mentira de la idolatría para llegar a no se sabe dónde. El Islam es el sabio estar de alguien consciente de que debe nadar en Allâh pero que está bien que se agarre a los troncos que precise, aunque sólo mientras los precise. Lo que buscas está siempre más adelante. Dentro de la progresión espiritual del ser humano en la cual va alcanzando cada vez mayores niveles de sutileza, no debe crear ídolos tampoco en su experiencia del malakût, debe irlos derribando de una forma continua dentro de una peregrinación que él sabe que nunca tendrá una meta. Nunca se encontrará con Allâh; se conformará con progresar en su desconcierto. El Islam opera en el ánimo del ser humano ensanchándolo indefinidamente. Lo que hace el Islam es limpiar de ídolos el interior de la mente humana, como Muhammad hizo al entrar en la Kaaba, y hacer posible el vacío que es matriz. Todo en el Islam, progresivamente, va despojando a la mente de sus referencias para sumirla en ese desconcierto que es ya topar con Allâh y ser corresponsable de la rahma. Abû Bakr dijo: “La percepción de la no-percepción es percepción” (idrâk ‘adam al-idrâk idrâk)”. 6 El musulmán ha aceptado el devenir, el cambio, lo imprevisto como su forma de vida... El hadiz dice: “El creyente es como el tallo de una planta que el viento dobla y endereza hasta que se seca”. El Islam es lo que te ayuda a que no te desequilibre el cambio de ti mismo en medio del cambio de lo que te rodea. Islam es dejar que las cosas fluyan, que Allâh fluya y vaya haciéndote. No nos queda más que fluir con Allâh. A eso lo llamamos “Islam”. Lo único que no fluye con Allâh es la falsa imaginación de lo que somos nosotros, nuestra supuesta autonomía respecto de Allâh. Y todo este proceso no tiene meta, porque Allâh no tiene meta. No hay un fondo para la existencia... Esta ausencia de meta hace del Islam una exigencia sin forma, como el desierto. El Islam comienza donde tu desierto... No tiene meta pero te involucra hasta el tuétano, y te dejas envolver en ese surgimiento de realidad que te afecta y a la que llamas “tu vida”. Simplemente, el Islam te dice que te dejes llevar. Que no enjuicies la bondad o maldad de Allâh en lo que te ocurre. Que no dejes de tener juicios respecto a lo que te sucede pero que esos mismos juicios no te impidan dejarte llevar, porque en el acto mismo de dejarse llevar empezamos a descubrir cosas fundamentales... El musulmán debe tan sólo armonizarse con la realidad. Cuando Allâh favorece a alguien, éste dice: “se me ha honrado”; cuando Allâh hace que a alguien le vaya mal, éste dice: “he sido humillado”. Desde el punto de vista del ser humano, Allâh lo humilla o lo ensalza; desde el punto de vista de Allâh, se expresa. Nadie merece ser humillado ni nadie merece ser ensalzado. La vida en su manifestación va de un lado para otro, y se prueban ambos para aprender lo que te enseñan: qué es trascenderte a ti mismo. Superar tus juicios (qué es para ti justo y qué es injusto) sin perderlos, sin dejar de actuar conforme a ellos. El Universo está ante ti para que des una serie de respuestas; tu respuesta puede ser acertada, en armonía con el mundo, o al contrario. Si al ser favorecido o al ser desfavorecido, cortas tu contacto con la vida con engreimiento o fatalismo, te sitúas al margen de Allâh. Las únicas actitudes que te conectan con la vida son el agradecimiento y el conocimiento mayor de ti mismo. Cuando uno se cree superior por estar favorecido por la vida, uno ha hecho de los signos de Allâh distintivos personales, elecciones de Allâh, igual que hacen las clases sociales que se creen superiores... Ser musulmanes nos obliga a la sumisión a lo real sabiendo que nos hemos puesto en las puertas de Allâh no buscando lo que deseamos, sino buscándole a Él, sin condicionarlo, sin interés; Allâh, sea lo que sea, Allâh, la inmensidad que se abre camino en nosotros. Si esperas que llene el hueco que le traes, no esperas que te llene Allâh... Podría hacerlo cualquier otra cosa, sólo habría que saber buscarla; pero en alguna parte existe lo que satisface nuestra imaginación de lo que necesitamos. Allâh es lo único que satisface aquello que no sabemos que necesitamos. 7 Por eso invitamos al Islam a quien haya sido engañado por las religiones. E invitamos al Islam a aquel que nunca haya creído en ellas. Y también invitamos al Islam al que le quede una gota de sangre para luchar contra la injusticia social, se diga anarquista, marxista, teólogo de la liberación o sencillamente un hombre sano. El que no acepta la mentalidad religiosa forjada en el comercio con Dios es musulmán. El que ha visto cómo las clases sacerdotales han jugado con su conciencia es musulmán. El que no soporta la tiranía y toma una postura activa contra ella es musulmán. Sí, porque al Islam viene uno a luchar. Si quieres consuelo, vete al cura. Con perdón, pero si quieres perder tu vida confesando tu culpa, el Islam no es tu sitio. Los soldados no tienen tiempo para psicoanálisis. Vas al shaij a que te diga contra qué tienes que luchar para trasformar la realidad, para construir tu mundo. Esto puede parecer bien, regular o mal. Tanto nos da a los musulmanes. El Islam hace tiempo que no pide permiso para ser. Nosotros estamos aquí. Nos ha traído lo inexplicable y estamos aquí. ¿Que hay quien aún no quiere vernos? Mejor. Más verdadero es todo, más sincero es el proceso. El Islam no es una religión; es lo que sucede cuando la realidad se va articulando, cuando la luz se va espesando. Y aquí estamos. Y aquí estaremos siempre, como Sabora y como Abdennur, la paz de Allâh sea con los que murieron en su ÿihâd. Sólo un musulmán sabe lo que significa “aquí”. Aquí: el lugar del milagro. Aquí: el lugar de la muerte. Aquí: el lugar de la resurrección. “Aquí” nos cuesta la vida a los musulmanes. Porque “aquí” significa que hemos trasformado nuestra acción en mundo, “aquí” significa que el mundo existe, y a esto es a lo que nos sometemos. El mundo existe: ¡Allâh! Cualquiera que os diga que el Islam es otra cosa –la sumisión a un Dios, la esclavitud a un Dios- aún está en la corteza. El mu’min que ha interiorizado su Islam se coloca en el centro. Y el que está en el centro no tiene nada que temer. Las cosas suceden en el exterior y él permanece en su lugar, sin inmutarse. Va llenándose de la fuerza que otorga Allâh a los que alcanzan el centro. Y desde donde se encuentra comienza a gobernar el mundo sin parpadear. Esto que decimos es un escándalo para los que odian el orden... Nosotros somos los hombres del centro, los hombres de la intimidad con el mundo, de la intimidad cada uno consigo mismo. El camino no es hacia Allâh. Allâh no es una meta. Allâh es en ti tu aspiración a darte cuenta de las cosas. Tu acción de inquietarte por Allâh se llama “Islam”. Poner a Allâh como objetivo de nuestro camino es aplazar nuestra experiencia de la realidad, en definitiva, una mentira más de los hombres de las religiones. La pregunta no es “¿Qué es Allâh?”, sino “¿Qué soy yo?”. Esto es todo lo que te atañe; cualquier otra cosa es un motivo para la pasividad, para la especulación religiosa, para la palabra que da a unos hombres poder sobre otros, sometiéndolos. El Islam propone al ser humano una motivación que, aunque es 8 imposible, siempre parece estar al alcance de la mano, con idea de que ese hombre se desembarace de la pasividad y llegue a sí mismo. Te invita hacia Allâh, pero Allâh es inalcanzable, así que a donde llegas es a tu límite. Adonde hayas llegado de Allâh eres tú mismo. A cada uno de los que nos hemos reconocido musulmanes nos ha sorprendido la Palabra como algo insólito, la Palabra que se deslizó por los labios de Muhammad y levantó a la gente en una nación. Ahora sabemos que no todas las palabras son iguales. Nosotros, los musulmanes, buscamos oír sólo las palabras que desencadenan lo que está en nuestro interior. Y cuando las oímos acudimos, a pesar de lo que digan de nosotros los que nada saben y nada han oído nunca. Estamos hechos para dejarnos arrastrar por las palabras que tienen vida dentro. Nos adiestramos en saberlas reconocer. Estamos dispuestos a hacer lo absurdo para estar con esa palabra que nos convoca en torno de sí. La “palabra convocante”, sí: la palabra que construye un grupo, una nación, un mundo. Lo que no sea palabra que enlaza a los hombres es puro engaño fabricado para que alguien tenga poder sobre alguien. La palabra que nos deja fríos –la teología de las castas sacerdotales de la religión, de la intelectualidad, de la política...- es palabra al servicio del Poder. El musulmán no acepta ninguna clase de poder porque Allâh es su libertad absoluta y todo lo que no sea sentir esa libertad de Allâh es insoportable para él. El musulmán es un hombre libre y no soporta el gesto del esclavo. “Niega lo que te limita; destruye lo que te constriñe”, es la invitación que te hace el Islam. El Islam es el esfuerzo por denunciar las mentiras que han esclavizado a los hombres, las mentiras con las que hemos urdido nuestra relación con el mundo. Se trataba de vivir, de estar despiertos, de existir, porque existir es estar dispuesto a Allâh... ¡Cuántas excusas, cuántas mentiras, cuántos velos hemos interpuesto entre nosotros y la realidad! Aceptar a Allâh es negarse a los ídolos, y los ídolos son todo aquello que nos desconecta de la realidad, todo aquello que nos impide compartirnos con el Todo. Negar a Allâh es negar que estamos aquí y negar que las cosas existen. Porque Allâh no es definido en el Islam a base de discursos teológicos abstrusos sino que se lo intuye como lo que sostiene las cosas. Las cosas están ahí; son aquello que tienen que ser. Es ésta una certeza rupturista con la idea caricaturesca de Dios. Las cosas se te muestran para que tú las comprendas tal y como son. No se trata de enjuiciarlas, ni de que no te afecten. Es bueno que te afecten y es bueno que superes el juicio que emana del placer o del dolor que te causan las cosas. A partir de este sentido de lo real puede entenderse el tacto con el que el walî se relaciona con lo que sucede. Decía al-Gazzâlî: “No es posible nada mejor que lo que hay”. Aquello con lo que te encuentres es manifestación de Allâh, y en esa medida es perfecto... ¡Tienes suficiente ignorancia 9 si abandonas lo que existe y lo cambias por lo que no existe! Eso es shirk; eso es profanar lo sagrado: ignorar lo que existe y ansiar lo que no puedes hacer posible. Hablar así no es una defensa del inmovilismo ni del fatalismo, ya que tú no abandonas (por la certeza de la perfección de lo que es) el mundo de la acción. Tu ser tal y como eres es la manifestación de Allâh en ti, y en esa medida es perfecto, pero tu deseo de cambiarte a ti mismo y de cambiar las cosas es parte de lo que existe y por tanto de la voluntad de Allâh. Decía An-nûr: “Allâh quiere de ti lo que tú eres”... ¡Que no nos vengan a los musulmanes con que somos fatalistas porque no creemos en el libre albedrío! La nuestra es la espiritualidad que es capaz de encontrarle el nervio a la realidad. Nosotros nos trasformamos en vida. Los musulmanes verificamos en nosotros mismos el proceso por el que la materia se trasforma en energía. El musulmán parte de su cuerpo –de darle sus derechos al cuerpo- y acaba haciéndose trasparencia, haciéndose luz. El musulmán se abrasa en su rabb, se consume viviendo, se trasforma en esa energía que mueve los ejes de la tierra... ...Sabemos que nuestras palabras serán difíciles para los que no hayan decidido comenzar un camino de descubrimiento de sí mismos. Para todos aquellos que piensen aún que el Islam es una religión y que Allâh es un Dios más de tantos que están al capricho del ser humano. Pero Allâh está al margen de nuestras mentiras. Allâh no es el cúmulo de nuestras imaginaciones y nuestras dilucidaciones proyectadas al Cielo y sentadas en un Trono Celestial. Allâh es aquello con lo que te das de bruces, lo que se te impone como real, lo insustituible, lo definitivo. No se presta a nuestros caprichos, a nuestros toma y daca. Eres tú el que tienes que ir hacia el centro, hacia la intimidad, hacia el no-miedo, y no Él el que tiene que amoldarse a tus teologías... (Pero hay que ser muy valiente para decidir dejar de tener miedo...) En este camino que nos llevará al no-miedo partimos de nuestra experiencia de los sentidos. Partimos de nuestro mundo, y de Allâh nada sabemos. En la medida en que logras barruntar insinuaciones de Allâh, comienzas a hacer cosas, no a hablar de Él, puesto que de Él nada sabrá nunca el musulmán; simplemente sientes extrañezas respecto al que eras, certificas tu propio cambio... Lo más difícil es aceptar que comiencen en ti las trasformaciones... Esas trasformaciones que harán de ti un musulmán, un hombre que se ha propuesto dejarse traspasar por lo que lo rodea. Y la trasformación es dolorosa, aunque este dolor vaya siempre seguido por un placer jamás imaginado. La trasformación de nosotros mismos es extraña también para los que nos rodean... El musulmán, con esa intimidad de la que hemos hablado, deshace las mentiras de los que controlan las conciencias... El musulmán es el que cambia la realidad; el que os diga lo contrario, os está mintiendo. El musulmán puede hacerlo incluso sin 10 salir de su casa, del centro del cosmos que le ha sido dado. Basta que ponga las manos en posición de du‘â’ y que desee con fuerza que las cosas sean de un modo. El musulmán se adiestra durante toda su vida en desear de verdad, sin racanería, porque su mundo depende de él. De eso se trata. De no ponernos pasivamente en manos de un Dios extraterrestre a las cosas, un Dios inventado para cubrir nuestros miedos y que nos hace cada vez más temerosos al mundo... Sólo hay que hacer dos cosas para comenzar el camino que te hará libre e ingobernable: negarnos a un Dios que esté aparte de la vida (como siempre defendió el ateo), y postrarse en suÿûd (como hace el musulmán). Ese gesto tan chocante de los musulmanes de poner la frente en el suelo hace tambalearse todos los poderes de la tierra. El musulmán no hace suÿûd porque espere nada de Allâh sino porque es doblegado por la inmensidad de lo que lo rodea como una hoja en pleno vendaval que la envuelve, la agita, juega con ella y la deja exhausta. Los musulmanes no nos inventamos un Dios para luego someternos a Él; nos exponemos a Allâh como el que se expone a la tempestad, al huracán, sin saber si sobreviviremos o no... ...Un suÿûd, a solas o en público, de corazón o por ver qué pasa, en este caso el gesto tiene una eficacia automática más allá de la intención; un suÿûd que te deja un punto de luz en la frente por el que te reconocerán los malâ’ika; un suÿûd, ésa es la llave de todas las puertas. A partir de ahí el mundo se te abre de par en par, y entras... Muchas gracias. 11