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Positivismo La aparición del pensamiento positivista en Venezuela, como en buena parte de Latinoamérica, significó el renacimiento de las esperanzas de un futuro como el que habían soñado los iniciadores de la emancipación. El positivismo se convierte así en el pensamiento aglutinador de las élites intelectuales y políticas venezolanas y en el marco dentro del cual puede proponerse una salida de la tempestad social provocada por el rompimiento del orden colonial y sustentarse un proyecto nacional que guíe el paso de la anarquía social al orden y al progreso. Por estas particulares condiciones de aparición del positivismo, como corriente de pensamiento consistente en la Venezuela del último tercio del siglo XIX y primero del siglo XX, es necesario subrayar desde el inicio de su presentación su originalidad propia como corriente intelectual. El rótulo de positivista no significa lo mismo aplicado a obras y pensadores europeos que cuando se califica con él a esta corriente en Venezuela. Con ese título se agrupa un esfuerzo muy significativo de las élites intelectuales y políticas venezolanas por sustituir definitivamente la realidad impuesta por España, y heredada por nuestro pueblo, desde sus raíces mismas. El positivismo, como antes el liberalismo, el pensamiento de la ilustración y el enciclopedismo, es «refractado» por la realidad venezolana y por los intereses de las élites, y pasa a convertirse en el modo de lograr la completa emancipación de España. El afán de ser otros, distintos a los españoles, lleva a asumir el positivismo como el fundamento del nuevo paradigma de pensamiento y el vehículo hacia la adquisición de la fisonomía propia de las sociedades modernas en sus formas de producción y en su pensamiento y cultura. Paradigma de pensamiento quiere decir aquí las formas de plantear y resolver problemas admitidos en una sociedad determinada y en un momento histórico dado. El paradigma de pensamiento está constituido por el conjunto de presupuestos que delimitan una zona de preguntas y respuestas posibles, consideradas como pertinentes o relevantes por la sociedad en la que ese paradigma se considera vigente. La afirmación de su existencia no niega la coexistencia con otros paradigmas dentro de la misma dinámica social. El positivismo se expresará, entonces, en las más variadas áreas del quehacer humano (ciencias, arte, sociología, derecho, literatura, educación, política, historia etc.). Presentamos aquí una breve explicación de la génesis del movimiento positivista venezolano, una síntesis de las principales ideas que conforman este paradigma de pensamiento en Venezuela, y por la importancia que tiene, la interpretación que hacen los principales autores positivistas de la historia de Venezuela. Génesis del movimiento positivista venezolano: Algunos autores encuentran antecedentes de las ideas positivistas en los escritos de Simón Rodríguez, Simón Bolívar y Andrés Bello. En el primero la insistencia en la emancipación mental de América Latina y el papel transformador de la educación. La propuesta hecha por el Libertador en su Constitución para Bolivia y el modo como Bello concibe el estudio y enseñanza de la historia, son esos antecedentes. Más cercanas a la aparición del movimiento positivista son las Reflexiones sobre la Ley del 10 de abril de 1834 publicadas por Fermín Toro en 1845. El movimiento positivista en sentido estricto nace hacia 1863 cuando Adolfo Ernst asume la cátedra de Ciencias Naturales en la Universidad Central de Venezuela y se convierte en el principal difusor de las teorías darwinistas y del transformismo de Lamarck. En 1866 el larense Rafael Villavicencio enseña en la misma universidad las teorías sobre la historia de Auguste Comte, Herbert Spencer, Emile Littré y otros autores de esta corriente. El año siguiente se funda la Sociedad de Ciencias Físicas y Naturales con la directa intención de propagar la perspectiva e ideas positivistas. El movimiento va cobrando fuerza y surgen asociaciones como el Instituto Venezolano de Ciencias Sociales, fundado en 1877 y la Sociedad de Amigos del Saber en 1882. Durante el período liberal amarillo encontramos expresiones del positivismo en las ciencias naturales, la historia, la sociología, la literatura, la crítica y el arte en general, amén de las propuestas en el campo de la educación. Los principales integrantes de esta corriente son Luis López Méndez, Alejandro Urbaneja y Lisandro Alvarado. En materia política afirman la necesidad de una democracia en la que sea la población quien decida sobre el ejercicio del gobierno y no la vía del «cuchillo y el fusil». Propugnan una sociedad en la que se dé el debate de las ideas y se impongan las más ajustadas al derecho y la verdad. Durante esta etapa es cuando se dan también los mayores debates en relación con el evolucionismo, las leyes naturales, etc. El período durante el cual se impone el positivismo como paradigma de pensamiento en el país coincide con los años finales del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX y el ascenso de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez al poder. En este tiempo las ideas positivistas guían la renovación de la legislación del país e inspiran las reformas del Código Civil y del Código Penal. La educación y expresiones culturales se encaminan por la vía positivista. Y es en este tiempo cuando madura la expresión de las ideas políticas positivistas. Los trabajos de Pedro Manuel Arcaya, Laureano Vallenilla Lanz, César Zumeta y José Gil Fortoul ofrecen una perspectiva positivista para leer la historia de Venezuela y ponen las bases para la justificación del «cesarismo democrático», encarnado en Juan Vicente Gómez y su régimen, como la etapa necesaria en la evolución del pueblo venezolano, pues asegura el orden y permite adoptar las medidas económicas y sociales que asegurarán el paso hacia el progreso. Durante la etapa postgomecista de la historia venezolana desaparece el movimiento positivista, aunque no un buen cúmulo de sus ideas, juicios, interpretaciones y puntos de vista, que han pasado a formar parte del sentido común de muchos venezolanos. Principales ideas del paradigma positivista en Venezuela: Dos ejes de ideas caracterizan el pensamiento positivista que, poco a poco, se impone en Venezuela: a) El evolucionismo: Inspirados en las ideas de John Stuart Mill y Herbert Spencer, los positivistas venezolanos consideran la sociedad como un «organismo vivo», sujeto a leyes naturales fijas. Por eso son fervientes creyentes en la evolución progresiva de las sociedades hacia grados de mayor perfeccionamiento social. Sin embargo, esa evolución no es automática sino el resultado de la victoria de las fuerzas integrativas de la sociedad sobre las disgregativas. La tensión entre la disgregación e integración social será un permanente foco de atención en los estudios de los autores positivistas venezolanos. La integración social que garantiza la evolución de las sociedades humanas exige el paso por determinadas etapas de la maduración en ese complejo organismo vivo. La ciencia que permite el auténtico conocimiento del organismo social es la sociología, término acuñado por Auguste Comte para indicar el tipo de conocimiento que descubre la estructura de la sociedad y puede guiar su reforma práctica conforme a la etapa de la evolución en que se encuentra una determinada sociedad. El método de la sociología es el histórico, es decir, el que establece la adecuada relación entre el presente y el pasado, formulando aquellas leyes que permiten prever acertadamente el futuro. Desde esta perspectiva es que los positivistas venezolanos critican a quienes han intentado conducir la sociedad venezolana con criterios y leyes transplantadas de sociedades en otra etapa de su evolución. En ese sentido, los positivistas venezolanos pueden ser considerados críticos del liberalismo pero desde dentro de las propias ideas liberales. Son «liberales realistas» que parten del momento histórico que se vive y no del «deber ser» de las sociedades inspiradas en los principios de la libertad, la igualdad y la fraternidad. En este mismo enfoque evolucionista-etapista se encuentra el fundamento de las dictaduras como etapa necesaria para imponer el orden social, acabar con la anarquía disgregativa y asegurar el progreso como camino expedito hacia la verdadera libertad. El «tirano honrado», «gendarme necesario» o «César democrático» serán expresiones de esta necesidad en la evolución del organismo social venezolano desde el viejo orden colonial a la civilización. b) Inmigración y educación: el progreso social, o sea, el paso de sociedades «militares» a sociedades «industriales» es, además de un problema de inversión de capitales, construcción de caminos y vías férreas, saneamiento ambiental etc., un proceso de transformación de las gentes cuyo sustrato étnico contiene una herencia cultural y unos instintos políticos que determinan la conducta de los pueblos y hacen irrealizables los mejores proyectos sociales establecidos en las constituciones y leyes escritas. Para la transformación étnico-cultural necesaria para evolucionar como sociedades los autores positivistas proponen 2 medios muy eficaces: la inmigración de europeos, portadores de una cultura superior, y la educación dirigida a abrir las mentes a los descubrimientos de la ciencia positiva que deja atrás las explicaciones teológicas y metafísicas paralizadoras del progreso. Puestas esas condiciones el paradigma positivista resulta optimista respecto del futuro de la sociedad venezolana. Interpretación positivista de la historia de Venezuela: Los positivistas venezolanos fundan sus proposiciones y acciones políticas en una interpretación científica de la historia de Venezuela. Tratan de comprender el pasado y la evolución política y social del país mediante proposiciones respaldadas por hechos positivos y demostrados. En ese esfuerzo utilizan algunas categorías y sacan conclusiones. a) Tradición, medio geográfico y razas como categorías básicas: la tradición es la acumulación en la conciencia colectiva de móviles de acción social. Los pueblos responden con su conducta a esa tradición que se trasmite de la misma forma que los caracteres genéticos en el mundo natural. Esas tradiciones se transforman evolutivamente y no repentinamente. La tradición de cada pueblo está directamente vinculada a la influencia del medio geográfico y a las características del sustrato étnico formado por la interrelación de razas que conforman una determinada población. Raza o sustrato étnico es una categoría compleja que incluye elementos biológicos y culturales, es decir, considera factores de herencia genética junto con la transmisión de las representaciones del mundo que dan sentido a la vida de un pueblo. Por ello la importancia que le dan los autores de esta corriente de pensamiento al mestizaje como proceso de formación de la raza-cultura del pueblo venezolano; y consideran al «llanero» como tipo característico del momento de evolución de nuestra sociedad determinado por el medio geográfico y la mezcla racial. Por tanto, cualquier transformación en las formas político-sociales en dirección al progreso implica simultáneamente la transformación del medio físico para asegurar los cambios en el orden cultural. b) El proceso de formación del pueblo venezolano: la historia de Venezuela comienza con la llegada de los españoles y una etapa de «anarquía» conocida como «conquista» caracterizada por la opresión de cada conquistador sobre grupos indígenas. A esa etapa sigue la Colonia en la que se formaliza el dominio de los blancos (españoles y americanos) sobre el conjunto de las relaciones sociales y se realiza un proceso de mestizaje racial. La Guerra de Independencia no fue un incendio producido por la chispa de la Revolución Francesa y sus ideales de libertad e igualdad, sino el resultado de la lenta evolución del organismo social colonial. Fue una guerra social, más aún, una guerra de conquista en la que un pueblo nómada, los llaneros, invaden los enclaves de cultura sedentaria logrados por la civilización colonial. El estallido de la guerra produce una conmoción de los estratos más bajos del inconsciente colectivo. Las ideas republicanas representan sólo una fachada superficial del retorno a conductas políticas ancestrales que explican la larga etapa de anarquía que sigue a la independencia y al surgimiento de regímenes monocráticos como intento de controlar esas fuerzas instintivas desatadas por la ruptura del orden social colonial. El período «liberal amarillo» apunta ya la tendencia a la centralización política propia de la siguiente etapa histórica en la evolución de la sociedad venezolana. c) El caudillismo necesario: la etapa caudillista es concebida por los autores positivistas como la Edad Media Americana. Entender este período significa dejar de lado las leyes escritas o «constituciones de papel» y comprender la «constitución efectiva» que guía la conducta social. Por eso conceptos como «democracia» tienen que entenderse desde las condiciones políticas reales. Esta perspectiva adoptada para el estudio científico de la historia de Venezuela lleva a la conclusión de que sólo el caudillo puede representar la constitución efectiva de este pueblo. En la medida en que un caudillo va dominando a los demás se puede ir superando esa etapa mediante la integración social. De allí se desprende la afirmación de la necesidad histórica de Juan Vicente Gómez. Sus hechos de fuerza constituyen el costo que hay que pagar para avanzar hacia la civilización, para pasar de la «solidaridad mecánica» obtenida por la dominación caudillista a la «solidaridad orgánica» de una sociedad modernizada. d) Positivismo y postgomecismo: la justificación del régimen gomecista hecha por los autores positivistas ha sido objeto de duras críticas, pues manifiesta claramente cómo el positivismo se convirtió en la expresión de un determinado sujeto social: la élite terrateniente, europeizada, propiciadora de un progreso del cual sería la principal beneficiada. Sin embargo, las críticas y rechazo de los positivistas no ha significado en Venezuela la desaparición de sus ideas básicas. El régimen de Juan Vicente Gómez se acaba con su muerte en 1935 y con él la preponderancia ideológica directa de los autores positivistas. No se puede, en cambio, decir lo mismo de los procesos sociales y de las ideas que durante ese período se desarrollaron. Las ideas positivistas no son un capítulo cerrado en la historia del país a partir de 1936. En la «cultura sociopolítica» venezolana permanecen, por largo tiempo, elementos sustanciales del paradigma de pensamiento positivista. La doble afirmación de la «civilización» como ideal de vida humana y la «evolución» del proceso histórico nacional hacia ella, sigue siendo el fondo, explícito o no, de concepciones sociales posteriores al gomecismo y aún extendidas en la sociedad venezolana. Del mismo modo el papel asignado a la educación en la incorporación de la población al desarrollo y la afirmación de la ciencia (¿positiva?) como ideal del conocimiento humano, guardan una llamativa semejanza con el paradigma positivista. A.So.A. BIBLIOGRAFÍA: BRACHO, JORGE ÁNGEL. El positivismo en la enseñanza de la historia de Venezuela. Caracas: Fondo Editorial Tropykos, 1995; CAPPELLETTI, ÁNGEL. Positivismo y evolucionismo en Venezuela. 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