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Principios Morales Fundamentales P. José Juan García Justamente, para no detenernos en el ámbito de los fenómenos sino, profundizando, llegar hasta el de los fundamentos, es necesario apelar a algunos principios que servirán de criterio ante conductas y opciones en la praxis biomédica. De un modo u otro, la ley natural está en la base de ellos. 1. Principio de Beneficencia Responde al fin primario de la ciencia y el arte médicos. Hacer todo el bien al paciente. De eso se trata en este principio. Incluye su expresión minimalista: la no maleficencia, tan evidente para los antiguos y de tanto prestigio en la historia de la medicina. Incluye esa expresión, decíamos, pero la supera, porque no comporta sólo el abstenerse de cometer cualquier daño, sino que conlleva la idea fuerte, el imperativo, de hacer positivamente el bien e incluso prevenir el mal. “El término de beneficencia resultaría más adecuado que aquél de simple benevolencia en cuanto subrayaría la exigencia de hacer efectivamente el bien y no simplemente de quererlo hacer o desear hacerlo”1. 2. Principio de Autonomía “Es el principio que regula las instancias éticas expresadas por el paciente que, en virtud de sus dignidad como sujeto, tiene el derecho de decidir autónomamente si aceptar o rechazar lo que se trata de hacer con él, tanto desde un punto de vista diagnóstico como terapéutico”2. Este principio guarda una inmediata relación con la cuestión del consentimiento informado de la persona actual o potencialmente enferma. Dicho consentimiento es requerido, sea para legitimar la experimentación terapéutica, sea para determinar la licitud de operaciones quirúrgicas o hasta de procedimientos casi rutinarios como el diagnóstico prenatal. Una intervención en el ámbito de la salud sólo podrá realizarse luego de que el paciente haya dado su libre e inequívoco consentimiento. La persona deberá recibir previamente una información adecuada acerca de la finalidad y la naturaleza de la intervención, así como acerca de los riesgos y consecuencias de la intervención. 1 E. SGRECCIA, Manuale di bioetica, Vita e Pensiero, Milano, 1998, p. 182. 2 C. VIAFORA, Principi della bioetica, en DB, p. 740. El principio de autonomía trata de evitar tanto el abuso del “paternalismo” médico como un cierto “contractualismo” terapéutico. El primero se opone a la libertad del paciente y su dignidad. El segundo se manifiesta imposible, dada la desigualdad en la que se encuentra el paciente con relación a la institución médica-sanitaria. El principio de autonomía refiere el respeto que siempre ha de guardarse por los derechos fundamentales del hombre, incluso aquél de la autodeterminación. “No hagas a los otros aquello que no te gustaría lo hagan contigo”, es una máxima que funda el mutuo respeto. 3. Principio de Justicia En el acto médico hay un tercer actor, la sociedad, en la que el médico y el paciente se insertan. En ella, todos los sujetos merecen el mismo respeto y tienen derecho a reivindicar su derecho a la vida, a la salud y a la equidad en la distribución de los recursos sanitarios. El principio de justicia refier entonces a la obligación de igualdad en los tratamientos, y en lo que respecta al Estado, en la equitativa distribución de recursos para la sanidad, los hospitales, la investigación, etc. No faltan las ocasiones en la que los dos principios enumerados han de encontrar un contrapeso en la responsabilidad social que le cabe al personal médico sanitario, como a los arquitectos de la salud pública. Los numerosos aspectos sociales y económicos que implica hoy la enfermedad y su tratamiento, y la colectivización de la asistencia médica comporta nuevos problemas. “Medicina para todos” es un slogan, que si bien se presta a manipulación y engaño, no deja de encerrar un ideal de sociedad madura y solidaria. 4. Principio de Doble Efecto De hecho hay acciones que traen consecuencias no queridas. ¿Qué hacer? Es lícita una acción buena o al menos indiferente, de la cual se siguen diversos efectos, y con tal que se busque en la intención sólo el efecto bueno y no exista una relación de causalidad del efecto malo sobre el bueno. Debe darse una proporción entre efecto bueno y el malo, tal de justificar el mal producido. Hay quienes señalan, además, otra condición: no deben existir alternativas válidas para alcanzar el efecto bueno3. 3 Cfr. M. ZALBA, Theologiae Moralis Summa, I, n 340. 5. Principio de Totalidad Las partes del organismo están al servicio de la integridad de la persona. Por tanto, las partes pueden sacrificarse al todo. No obstante la validez de lo dicho, hay que realizar una breve aclaración. No se puede aplicar de modo unívoco este principio al cuerpo humano y a la vez, al cuerpo social. Ya Pío XII tuvo que desautorizar una cierta interpretación de tal principio, según la cual los individuos como parte del todo social, podrían ser sacrificados en bien de ese todo4. No olvidemos que este tipo de razonamiento encontró amplio eco en el nazismo, que justificaba así toda clase de manipulación y aniquiliación de enfermos, ancianos, homosexuales o de otras razas. 6. Principio de defensa de la vida humana La vida humana es un valor tan fundamental, tan en la base de otros valores y derechos, que su defensa impide cualquier experimento injustificado que pudiera ponerla en riesgo. Eco o formulación magisterial de este principio es la palabra del Papa: “bastaría la sola probabilidad de encontrarse ante una persona para justificar la más rotunda prohibición de cualquier intervención destinada a eliminar un embrión humano” (EV n 60). 7. Principio de Confidencialidad Este principio se inserta hoy en el contexto de los derechos del paciente a que sea respetada su vida privada. Su violación significa una quiebra irreparable en la relación de confianza que se encuentra en la base del oficio médico. De ahí por ejemplo, la necesidad de mantener en reserva, tal como se practica hoy en la mayoría de los casos, la identidad de los enfermos de SIDA o de enfermos de cierta gravedad mental. 8. El Personalismo Ontológico Haremos unas consideraciones generales en torno a este importante tema, que sirve de base y fundamento de las consideraciones bioéticas. Está unido al tema de los principios de la teología moral que acabamos de analizar. El personalismo es una corriente filosófica que pone en el centro de su atención a la persona humana. Aunque el tema filosófico de la persona es una 4 Cfr. PIO XII, Discorsi e radiomessaggi di sua santitá Pio XII, 14, C. del Vaticano, 1954, p. 328-329. Sobre todo el discurso del 14-9-1952. constante en el pensamiento occidental, como corriente específica que se centra en ella surge en torno a los años treinta del siglo XX, es decir en el periodo de entreguerras. La ubicación cronológica de su origen es importante, pues el personalismo nace precisamente para hacer frente a la crisis de la cultura de la Modernidad, que se hace patente después de la Primera Guerra Mundial. El carácter poco técnico de esta filosofía, y su capacidad de referirse a los problemas existenciales del hombre provienen precisamente de este intentar ser una respuesta a una crisis histórica coyuntural. Paralelamente, el personalismo repropone valores perennes, que están por encima de las circunstancias del tiempo histórico. Como manifestaciones importantes de su influjo en el siglo XX cabe citar la Declaración de los derechos del hombre de las Naciones Unidas de 1948, y los textos del Concilio Vaticano II, en los cuales es fácil advertir la presencia de elementos personalistas. Después de un periodo de descrédito, en parte debido a la supremacía cultural del marxismo, en la actualidad el personalismo parece retomar vigencia e incisividad. Frente a las posiciones teóricas del positivismo, del marxismo y del nihilismo, y a los atropellos prácticos de los totalitarismos de izquierda y de derecha, el personalismo pretende reivindicar una visión del hombre en cuanto persona una, única e irrepetible. Describiremos los elementos esenciales de esta corriente. a) Elementos generales La característica más específica del personalismo es que se pone a la persona humana como el centro de la reflexión filosófica. Gracias al influjo del cristianismo, la noción de persona ha ocupado un puesto de gran importancia en muchas corrientes y sistemas. Sin embargo, ahora se trata de poner a la persona en el centro mismo de la reflexión, y esto ya comporta una novedad. Pero no todo es novedad en el personalismo. Siguiendo a Juan Manuel Burgos5, presentaremos primero los elementos personalistas tradicionales, que configuran a esta corriente como una filosofía realista, para después dedicarnos a los elementos que aportan una novedad al panorama filosófico contemporáneo. El personalismo se configura como una filosofía realista, con las siguientes características: 1) Posee una visión del mundo de tipo ontológico o metafísico. Para el personalismo el mundo es una realidad externa al hombre, con consistencia propia, en la que hay entes con diversos grados de perfección, entre los que destaca la persona; 2) El 5 J. M. BURGOS, El personalismo, Palabra, Madrid 2000, pp. 170-194. hombre tiene capacidad de conocer una verdad que, al mismo tiempo, le trasciende. El personalismo admite la posibilidad de un conocimiento objetivo de la realidad, al que se accede subjetivamente. Sin embargo, el hombre no es capaz de conocer toda la verdad, dejando una puerta abierta al misterio y a la trascendencia; 3) El hombre es libre, con capacidad de autodeterminación —el hombre es dueño de sí mismo— y con capacidad de modificar el mundo; 4) La persona es una realidad sustancial, y no un mero sucederse de vivencias sin un soporte ontológico. Algunos personalistas consideran que si bien tal es la realidad del hombre, el término “sustancia” adolece de un carácter demasiado estático, precisamente porque fue utilizado originariamente para referirse a las “cosas” y no a las “personas”; 5) Existe una naturaleza humana, que cambia accidentalmente con el devenir de la historia, pero que permanece específicamente idéntica a sí misma por debajo de esos cambios; 6) El hombre posee una dimensión ética y una dimensión religiosa, que se desprenden de su naturaleza espiritual y libre. Todos estos elementos están presentes en algunas antropologías clásicas, como la agustiniana o la tomista. Las novedades que aporta el personalismo serían las siguientes6: 1) Insalvable distinción entre cosas y personas y necesidad de tratar a estas últimas con categorías filosóficas propias; 2) Importancia radical de la afectividad, considerada como parte esencial de la persona. Los sentimientos, emociones, el “corazón”, deben ser objeto de la reflexión filosófica, como lo han sido a lo largo de la historia la inteligencia y la voluntad; 3) La persona está esencialmente ordenada a la relación interpersonal, familiar y social. La persona se realiza a sí misma en la donación, diálogo y comunión con las demás personas; 4) El personalismo sostiene la primacía absoluta de los valores morales y religiosos por encima de los meramente cognoscitivos; 5) Tematización filosófica de la corporeidad humana y de la sexualidad. La persona es un espíritu encarnado y sexuado; 6) El personalismo ha de ser comunitario, dadas las características relacionales de la persona humana. La reflexión de la filosofía política debe ayudar a superar la alternativa entre colectivismo totalitario e individualismo capitalista; 7) La filosofía no puede reducirse a un saber academicista y erudito, sino que debe interactuar con la realidad cultural y social; 8) Unión entre fe y cultura: la noción de persona alcanza su mayor explicitación en la revelación cristiana. Los personalistas distinguen entre el ámbito de lo sobrenatural y de lo natural, pero no los oponen artificialmente. Encuentran en las verdades reveladas motivos de reflexión e inspiración, pero 6 Sigo aquí las ideas elaboradas en M. FAZIO – J. J. GARCÍA, Raíces filosóficas de la cultura de la vida, Librería Córdoba, Bs As., 2005, págs. 45-46. realizan una labor estrictamente filosófica a partir de la experiencia integral de la persona, que incluye la dimensión religiosa. Cabe señalar que hay algunos personalistas no cristianos, como los judíos Martin Buber y Emmanuel Lévinas, que también utilizan la revelación vetero testamentaria como fuente de reflexión; 9) El personalismo juzga positivamente los desarrollos de la filosofía moderna que valorizan la subjetividad, y critica las tendencias modernas de subjetivismo y relativismo. No se colocan “fuera” de la Modernidad, pues se consideran a sí mismos como parte de la misma. Los principales elementos que caracterizan al personalismo no hacen de éste una escuela filosófica cerrada. Preferimos hablar de corriente, que engloba a distintos autores en los que están presentes dichos elementos, aunque en cada uno con estilo y énfasis propios. Dentro de esta corriente se enmarcan las propuestas filosóficas de Karol Wojtyla, Martin Buber, Emmanuel Lévinas, Julián Marías, Romano Guardini, E. Mounier, etc. Podemos considerar a Elio Sgreccia como padre de la bioética personalista. De hecho su célebre Manuale di Bioetica (Vita et Pensiero, Milano, 2003) es guía y referencia ineludibles en estos temas. El personalismo, que resuelve las antinomias y contradicciones de otras visiones del hombre (utilitarismo, liberalismo, sociobiologismo) no puede ser entendido si no es ontológicamente fundado, esto es, a partir del fundamento metafísico. A la metafísica le sigue la antropología, y a ésta, la ética. La persona no es un principio ético sino la fuente de los principios. La persona es el punto de partida y de conclusión de los argumentos en bioética, porque en su ser hay una dignidad intangible e indisponible que antecede a toda conceptualización. La persona es más que un paradigma o modelo de referencia, porque la persona es un fin y nunca un medio. Antes de los principios, está la persona. Antes de la valoración costo-beneficio, está la persona. Antes del mercado y las políticas sanitarias, está la persona. Sólo esta es imago Dei.