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¿Filosofía del lenguaje o interpretación de la filosofía? Una mirada “convergente” sobre el giro lingüístico y la hermenéutica filosófica Bentolila, Héctor Rodolfo Instituto de Filosofía - Facultad de Humanidades - UNNE. Av. Las Heras 727 - (3500) Resistencia - Chaco - Argentina. Tel./Fax: +54 (03722) 446958 E-mail: melhec@uol.com.ar ANTECEDENTES Una de las disciplinas más importantes de la filosofía actual se llama Filosofía del Lenguaje. Junto a la filosofía de la ciencia, la antropología del conocimiento, la hermenéutica filosófica del sentido y la crítica de la ideología, la filosofía del lenguaje, puede ubicarse dentro del grupo de los saberes llamados emancipatorios que emergen a partir de la crisis de la razón moderna y del agotamiento de la filosofía de la conciencia. Su carácter emancipatorio tiene que ver con el hecho de que en la práctica, aunque no siempre de manera explícita, la filosofía del lenguaje pretende ir más allá del mero interés técnico del conocimiento en sentido positivo, o del interés práctico de la explicación de la acción ordenada a fines. Por el contrario, en cuanto análisis dilusidatorio de las proposiciones de la filosofía y de la ciencia, ella aspira a ocupar el lugar de la crítica de la razón, en tanto crítica universal de la experiencia mediada por el lenguaje y el sentido. Vista de esta manera, la constitución de la filosofía del lenguaje en crítica lingüística de la experiencia va esencialmente unida a una especial transformación de la autoimagen de la filosofía, cuyo origen principal hay que buscarlo en el giro lingüístico. Dicho giro representa precisamente el estadio final al cual llega la reflexión filosófica inaugurada por Descartes y centrada en el sujeto autoconsciente. El arribo a ese estadio acontece como un pliegue definitivo del pensar, que ejercitando la reflexión consciente hasta el final descubre en sí mismo el a priori del lenguaje: es decir, la imposibilidad de pensar o de conocer sin la intervención de los signos o símbolos lingüísticos. El descubrimiento de la conciencia lingüística se produce pues a comienzos del siglo XX como resultado del encuentro de la razón con el lenguaje, encuentro que prolonga en cierta forma el giro copernicano de Kant, hasta superarlo en una nueva concepción de la filosofía y de su tarea principal: la tarea fundamentadora de argumentar o dar razones sobre las cosas, el conocimiento o la acción de los hombres. Frente a la razón sustancial moderna entronizada por la crítica kantina y puesta como fundamento de todo orden (lógico, ontológico y moral); razón “autónoma, con fuerza y poder para desentrañar lo real”, el giro lingüístico esgrime una razón que se reconoce lenguaje, menos absoluta y, por tanto, abierta también a lo social e intersubjetivo que aportan las reglas del lenguaje o la comunicación (Nieto Blanco, C. 1997). El primer movimiento que ejecuta esta razón lingüística es su propia toma de conciencia de que los límites del pensar coinciden con los del lenguaje y de que es contradictorio pretender “saltar” por encima de estos límites hacia una intuición plena de la realidad, sin presuponer en eso mismo la estructura lógico-lingüística del mundo. El segundo movimiento es, en esta misma dirección, la sustitución de dicha estructura –formal universal- por la pluralidad de “juegos de lenguaje” en tanto “formas de vida”(Wittgenstein, Investigaciones Filosóficas, 1953). Junto con el giro lingüístico, la reflexión filosófica se ve enfrentada también con la sospecha acerca del verdadero alcance de sus propias pretensiones en cuanto prima philosophia. Tales pretensiones aparecen entonces cuestionadas como ilusiones sobre las cuales continúa afirmándose un pensar que todavía no ha descubierto su pertenencia a la historia del ser. Para Heidegger este pensar tiene que dar paso a ese otro pensar que tras las huellas del gran olvido de la historia de la metafísica, vuelve a preguntar por el sentido del ser. Con la respuesta a esta pregunta se produce un nuevo giro en la filosofía, esta vez, hacia el comprender en cuanto modo de ser del Dasein que somos en cada caso en tanto “ser-en-el-mundo”. Se trata del giro hermenéutico o de la interpretación. La interpretación constituye para el autor de Ser y Tiempo el desarrollo explicitativo del comprender existencial o entender previo; éste es anterior a todo entender teórico y su estructura tiene la forma de un círculo hermenéutico. Dentro de este círculo la comprensión de la facticidad del Dasein se articula siempre en el habla y el lenguaje comienza a aparecer así, como lo hará más tarde en el Heidegger de la vuelta, como casa del ser (Grondin, 1999). Ahora bien, giro lingüístico y giro hermenéutico se reconocen en la afirmación del a priori del lenguaje, pero se diferencian en sus respectivos modos de abordar la tematización de dicho a priori, así como en el alcance que para cada uno tiene el concepto de lenguaje. Para el giro lingüístico, la tematización del a priori de la mediación del pensar por los signos o símbolos del lenguaje conlleva siempre la adopción de un punto de vista analítico que parte del examen de la oración proposicional. Este punto de vista se reitera en las dos versiones históricas del giro lingüístico: esto es, tanto en versión lógico-analítica, orientada hacia la construcción de un lenguaje puro universal, como en la versión pragmática concentrada en el análisis de los lenguajes naturales y la descripción de los múltiples juegos lingüísticos. Para el giro hermenéutico en cambio, la tematización del lenguaje se da casi simultáneamente con la explicitación de la estructura del comprender humano que opera antes de la proposición, y que se desarrolla como interpretación de la existencia. Dentro de ésta, el lenguaje se despliega primero como habla o decir, antes que como palabra dicha u oración. Examinando los acuerdos y disidencias entre el giro lingüístico y el giro hermenéutico, cabe preguntarse si no es posible una integración convergente de ambos giros desde una reinterpretación del concepto de lenguaje y su vinculación con la experiencia. Considero que esto es posible asumiendo una perspectiva metacrítica que integre en el análisis dilucidatorio del lenguaje de la filosofía y de la ciencia, la crítica de las condiciones –histórico ideológicas- que intervienen en dicha dilucidación. Partiendo de este punto de vista se puede mostrar el verdadero alcance de la superación de la filosofía trascendental por la crítica lingüística de la experiencia. Pero, además, puede comprobarse también de que forma el camino de la razón sustancial moderna a la razón lingüística obliga a introducir la categoría nueva de razón experiencial, entendida como razón situada y determinada antropológicamente por la condición finita y temporal del sujeto hablante. La introducción de la categoría de razón experiencial dentro del giro lingüísticopragmático-hermenéutico descubre la vinculación básica de lenguaje y experiencia en tanto condiciones del pensar, al tiempo, que demanda una redefinición de la filosofía del lenguaje en términos de interpretación de la filosofía y de su tarea actual. MATERIALES Y METODOS Para llevar adelante esta propuesta he seguido primero un procedimiento comparativo, mediante el cual examino el concepto de lenguaje que subyace en las diversas tematizaciones que hacen del a priori lingüístico, tanto el giro lingüístico-pragmático, como el giro hermenéutico. En el examen de ambos giros tengo en cuenta la siguiente hipótesis: la filosofía del lenguaje entendida como crítica de la experiencia reclama una perspectiva convergente de filosofía analítica del lenguaje y hermenéutica filosófica que sea capaz de ir más allá de las limitaciones metodológicas de cada una y de las pretensiones que orientan su concepción del lenguaje y la filosofía. Una vez cumplida este paso, procedo luego a la tarea de reconstruir lo que en mi opinión sería una filosofía del lenguaje ampliada desde reflexión filosófica sobre las relaciones entre lenguaje e interpretación de la experiencia. El resultado final es una filosofía hermenéutica del lenguaje concebida como autointerpretación de la filosofía. La forma definitiva de dicha filosofía constituye el objeto del informe final de mi investigación, que anticipo en esta comunicación. Los materiales con los que cuento hasta el momento son: 1. Fuentes principales y secundarias referidas al giro lingüístico, el giro pragmático, el giro hermenéutico y la filosofía del lenguaje en general. 2. Fuentes de consulta sobre disciplinas no filosóficas vinculadas a la problemática del lenguaje: lingüística, semiótica, teoría de la comunicación, sociología, historia del pensamiento, etc. 3. Mapas conceptuales y esquemas de interpretación elaborados a partir de la lectura de las fuentes principales. 4. Bibliografía auxiliar relacionada con algunos aspectos metodológicos o procedimentales asociados al abordaje del tema tratado. DISCUSION DE RESULTADO En el siglo XX la tematización del lenguaje en la filosofía viene exigida por la crisis del paradigma de la conciencia, dominante en toda la filosofía moderna hasta principios del siglo pasado. Dicha crisis se expresa en dos direcciones opuestas que definen a su vez dos maneras de entender la filosofía y, con respecto a nuestro tema, el lenguaje. Tales direcciones están representadas respectivamente por el giro lingüístico, que tiene lugar en el interior de la teoría del conocimiento como resultado del agotamiento del modelo psicológico-trascendental de la teoría del conocimiento de raíz kantiana, y por el giro pragmático, que se da como consecuencia de una suerte de repliegue de la conciencia lingüística sobre sí que descubre su carácter comunicativo e intersubjetivo. El tema del lenguaje aparece vinculado también desde otro punto de vista con la crítica a la tradición filosófica de occidente mediante una reinterpretación de su sentido a la luz de la historia de la metafísica. Se trata del giro hermenéutico, consolidado a partir de Heidegger en la línea ontológica del pensar que asume la historia de la filosofía como historia de un error. El error que desde Parménides hasta nuestros días interpreta la filosofía partiendo del ser que se comprende por el ente entendido como fundamento. Tanto el giro lingüístico, como el giro pragmático y hermenéutico definen dos lugares de la filosofía actual dentro de los cuales el lenguaje aparece como condición y como límite del pensar. Pero mientras que en el primero, el análisis del lenguaje ocupa un lugar central, en cuanto método de aclaración o dilucidación de la filosofía, en los dos restantes, la tematización del lenguaje en cuanto a priori del conocimiento pone de manifiesto otros aspectos relevantes de la relación pensamiento-lenguaje. Ahora bien, la filosofía del lenguaje como disciplina filosófica o como saber independiente se asume sentidos distintos según nos situemos de un lado o del otro del giro lingüístico-pragmático-hermenéutico. En un caso (giro lingüístico), filosofía del lenguaje se entiende a partir de la tarea lógica de aclaración de los términos filosóficos en la medida en que éstos se corresponden con los hechos (teorías del significado). En este mismo sentido la filosofía del lenguaje abarca, además, todos aquellos problemas ligados al uso del lenguaje (giro pragmático). Pero en el caso del giro hermenéutico, la filosofía del lenguaje aparece derivada del análisis de la comprensión humana como modo de ser del Dasein, comprensión que se desarrolla siempre como interpretación. En este sentido, el análisis del lenguaje se da dentro de la explicitación de la estructura temporal de la existencia como hermenéutica de la facticidad. La filosofía del lenguaje más ortodoxa tiende a realzar la dirección analítica, semántica o pragmática del giro lingüístico, y a dejar fuera de su campo toda especulación sobre el lenguaje que se haga en la línea de la hermenenéutica o de cualquier tipo de reflexión filosófica de carácter ontológico. En esta dirección Luis Valdés Villanueva, en la presentación de la obra La búsqueda del significado, establece como criterio de demarcación de lo que debe entenderse por Filosofía del lenguaje la “competencia” discursiva de los hablantes para poder decir lo que es o no es aquello de lo cual se habla. Por esta vía, pretende delimitar lógicamente aquellos problemas filosóficos que, al presentar determinados rasgos, pertenecen a la filosofía del lenguaje y que por lo tanto pueden ser discutidos argumentativamente. Los problemas filosóficos, en general, son problemas esencialmente lingüísticos, y su solución o disolución requiere, o bien una reforma del lenguaje o una elucidación más adecuada de su funcionamiento. La filosofía queda convertida así en análisis del lenguaje. Procediendo con un método negativo Valdés Villanueva, analiza lo que no es Filosofía del Lenguaje, y traza una diferenciación entre Filosofía del lenguaje, Lingüística, Filosofía de la lingüística y Filosofía Lingüística. Esta última consiste para él en un método para tratar los problemas filosóficos, cuyas tradiciones principales –tradición positivista y filosofía del lenguaje ordinario- remiten a Frege, Russell, Wittgenstein, Carnap, Austin, etc. Por otra parte, la definición de la Filosofía del Lenguaje queda enunciada según nuestro autor al examinar la gramática del título “filosofía del lenguaje”, puesto que no debe ser interpretada como si se tratara de “Filosofía” más “lenguaje”, donde el último de los sumados ocupa el lugar central. Valdés Villanueva se pregunta pues ¿cómo podríamos aproximarnos de una manera más adecuada al tema que constituye la Filosofía del lenguaje? Nuestra disciplina, afirma, se ocupa de un conjunto de temas que, tradicionalmente, han sido objeto de estudio de las más diversas ramas de la Filosofía: Teoría del Conocimiento, Metafísica, Psicología filosófica, etc. Pero si queremos proporcionar un enfoque integrador de todas ellas una de las posibilidades que se nos ofrece consiste en considerarla como ligada a la Lógica, ya que, después de todo el nacimiento de la Filosofía del lenguaje está ligado a la Lógica Simbólica (La búsqueda del significado, Introducción, 1995). El iniciador de la Filosofía del lenguaje así entendida es Frege (Investigaciones Lógicas, 1984). Su propósito original era introducir rigor absoluto en los métodos de prueba de la Matemática, y para ello consideró necesario construir un lenguaje simbólico en el que pudieran llevarse a cabo las demostraciones con total garantía de que no se deslizacen errores debido al uso incontrolado de la intuición. De esta manera, Frege llevó a cabo una revolución en Filosofía similar a la que, dos siglos antes, había efectuado Descartes. Desde Descartes hasta finales del siglo XIX toda la Filosofía está dominada por problemas epistemológicos. Se trata de una dirección de pensamiento cuyo tema central es la oposición entre sujeto y objeto, entre la mente que conoce y el mundo exterior. Frege es el primero en darse cuenta de que este modelo es inadecuado. Así, el cómo adquirimos las ideas, o su misma naturaleza, es un asunto completamente irrelevante, ya que la pregunta acerca de si es posible que nuestra mente conozca un mundo exterior y el modo en que esto se realizaría pierde importancia frente al hecho de que ya poseemos ese conocimiento. En este sentido, el análisis de los conceptos es un análisis del funcionamiento del lenguaje, puesto que el problema no es determinar si es posible alcanzar conocimiento, sino mostrar las condiciones y procedimientos para lograrlo: cómo pasamos de la ignorancia o la duda a la creencia fundada. Para Frege, todas estas cuestiones dependían de una correcta teoría del significado, razón por la cual reconocía como la tarea principal de la Filosofía la búsqueda de dicha teoría. Desde Frege y sus seguidores actuales, la Filosofía del lenguaje es asumida siempre desde una perspectiva formal analítica que reduce su campo al examen aclaratorio de las condiciones de verdad de las proposiciones o de la validez de los usos del lenguaje natural. Pero una filosofía del lenguaje no puede quedar reducida a una perspectiva tan limitada si quiere ir más allá del mero análisis lingüístico y constituirse en reflexión sobre el a priori del lenguaje en cuanto condición de posibilidad de la experiencia. Para eso, tiene que ampliar su punto de partida haciéndolo convergente con el de una filosofía hecha desde la autoaclaración de la experiencia comprensiva e interpretadora de la facticidad, experiencia que se da antes de la abstracción objetivadora del lenguaje en la proposición. CONCLUSIONES De acuerdo con la visión reductiva que pretendemos poner en discusión, la filosofía del lenguaje tendría como objeto principal la teoría del significado. Su campo de tarea estaría formado así por el problema de la referencia, de la verdad, de la intención, y, en un sentido más amplio, el de la teoría de los actos de habla y las designaciones. Sin embargo, esta manera de caracterizar la filosofía del lenguaje, desconoce como tal a las reflexiones sobre el lenguaje que proceden de la línea del giro pragmático-hermenéutico, reforzando, a la vez, un sistema de demarcación que desde Aristóteles viene separando el estudio de las proposiciones en que se muestra la verdad, del estudio de las oraciones que expresan sentimientos o maneras de ser del hombre y que son el objeto de la retórica o la poesía. Tomando como punto de partida este criterio de demarcación y adoptando como modelo el esquema Filosofía + Lenguaje nos parece conveniente presentar el campo de la filosofía del lenguaje como un camino cuyos líneas señalizadoras a veces permiten y otras impiden el acceso del pensamiento hacia uno de los dos carriles: representados del lado de la filosofía, por una concepción reflexiva del lenguaje que busca integrar el giro lingüístico-pragmático al giro hermenéutico; del lado del lenguaje, por la línea más fuerte de la filosofía analítica desde el cual se impide el tránsito hacia el otro carril so pena de confundir el análisis del lenguaje con otras formas de pensar. El esquema mencionado quedaría dibujado del siguiente modo: FILOSOFÍA Reflexión Explicitación Fundamentación a priori lingüístico-pragmático LENGUAJE Análisis Disolución Descripción BIBLIOGRAFIA APEL, Karl-Otto. La transformación de la filosofía, Tomo I Análisis del lenguaje, semiótica y hermenéutica, trads. 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