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CIUDADANIA EN EL SIGLO XXI I. ANTECEDENTES DE CIUDADANIA Las categorías de desigualdad, exclusión social, ciudadanía, democracia, participación política, etc., se inscriben en un proceso de desarrollo histórico social de las sociedades. En ese sentido, para hablar de ciudadanía, es necesario referirnos algunos antecedentes para ubicarnos en la reflexión y análisis del mismo. Recurriendo a lo que señala Martín Hopenhayn, El concepto y la practica de la ciudadanía ha ido sufriendo cambios, Así en el siglo XX, el contenido ha estado ligado a los conceptos liberal democrática, socialdemocracias y republicana. En el primer caso liberal democrática, la ciudadanía se vincula a los derechos de primera y segunda generación: Civiles primero (se refieren a las libertades propias del estado de Derecho (de opinión, expresión y asociación), y apuntan a proteger la autonomía individual frente a la coacción que pueda ejercer el Estado o alguna de sus instituciones. Los políticos aluden al derechos de todo ciudadano a emitir su voto, y a ser representado en sistema político por los poderes ejecutivo y legislativo o bien participar directamente en ese sistema. En la segunda concepción social democrática los derechos se extienden a los de tercera generación: económicos, sociales y culturales. Incluyen básicamente al trabajo, la salud, la educación, un ingreso digno, una vivienda adecuada y el respeto a la identidad cultural de los ciudadanos. La concepción republicana, finalmente, la ciudadanía se asocia a mecanismos y sentimientos de pertenencia del individuo a una comunidad o nación, y a la participación de los sujetos en la “cosa publica “y en la definición de proyectos de sociedad. II. LA CIUDADANIA Y EL CONTEXTO DE DESARROLLO SOCIAL Existen varios estudios de diferentes autores que han analizado sobre el ejercicio de la ciudadanía a lo largo de los ciclos de desarrollo social. Para fines de análisis sobre las actuales tendencias se hace referencia a las mismas a manera de contextualizar para el grupo de Ciudadanía del RELETRAN Con la implementación y consolidación progresiva de los Estados de Bienestar se adoptaron un conjunto de medidas destinadas a promover la seguridad y protección social a los ciudadanos. Según Robert Castel (2004:35), estar protegido significa básicamente “estar a salvo de los imponderables que podrían degradar el status social del individuo”. La principal estrategia del Estado protector consintió en el reconocimiento jurídico y la institucionalización de los derechos económicos y sociales, o los también se denominan derechos de bienestar: el derecho a la salud, al trabajo, a la educación y a un seguro de desempleo y jubilación, entre los más importantes. Se trataba de poner en practica estrategias institucionales cuyo propósito era el de facilitar al conjunto de la ciudadanía el acceso a determinados medios y garantías de vida que permitían disfrutar a un cierto nivel de bienestar social. Esto genero a la creación de políticas tendentes a fomentar la igualdad económica y social de los ciudadanos, combatir la exclusión social y extender el ideal de la ciudadanía a toda la sociedad. La comunidad en este marco de Estado nación, como señala la autora María del Carmen Sánchez, dos ideas son centrales en el periodo de despliegue del Estado nación: Desarrollo y nación, ambas estrechamente interrelacionadas. El desarrollo es planteado como un desafío ante las condiciones de atraso y cuyas causas se identifican en el predominio de las relaciones de producción feudal , cuya superación se encuentra en su eliminación y en el impulso hacia un desarrollo capitalista bajo las pautas de la CEPAL con el modelo de sustitución de importaciones que consideraba un imperativo la industrialización. El papel del Estado en la economía, su carácter protectivo y redistributivo se define en la relación capital –trabajo, estableciéndose de esta manera el alcance de la protección social específicamente al trabajo asalariado, correspondiente al sector formal, quedando fuera de los sistemas formales e institucionalizados la masa indígena-campesina, quienes se convierten en objeto de las políticas asistenciales con limitada cobertura. La constitución de nación apela a los criterios de una población adscrita a un Estado, a un territorio, un mercado interno, la creación de una cultura y una conciencia nacional. La cultura nacional asumió un modelo de la cultura occidental homogeneizante y negadora de la diversidad cultural. (Sánchez:2008. 118-119) A partir de las transformaciones socioeconómicas ocurridas durante la década de los años 1980 y 1990, se ponen de base para el asentamiento y desarrollo de una nueva estructura social de acumulación o régimen de acumulación caracterizado por el paso del capitalismo eminentemente nacional y regulado por los estado capitalistas neoliberal globalizado. Las principales transformaciones que caracterizan el modelo de economía neoliberal global pueden sintetizarse a partir de dos ejes fundamentales. El primero es la ruptura del pacto social entre capital y trabajo, representativo de los regimenes europeos de bienestar. Este hecho a introducido cambios radicales respecto a al ocupación y el trabajo, entre los cuales pueden destacarse los siguientes. En primer lugar, una nueva división internacional del trabajo basado en la globalización de la producción. Esta fomenta prácticas como la externalización y la especialización productiva que permiten a las grandes empresas rebajar los costes de producción mediante el alquiler de fuerza de trabajo barata y dócil a los países empobrecidos. En segundo lugar, el paso de una política laboral de pleno empleo y elevada rigidez contractual a una política de contratación flexible precaria y temporal, que expone al trabajadora a condiciones de riesgo y vulnerabilidad socia. En tercer y último lugar, como consecuencia de los cambios señalados , pueden detectarse una erosión de los derechos laborales individuales y colectivos de los trabajadores, que de cada vez tienen más dificultades para organizarse y hacer valer sus reivindicaciones ante una legislación laboral desregulada y flexible . En este contexto se vienen produciendo a escala mundial una agudización de los procesos estructurales de desigualdad y exclusión social. Cada vez más personas, con la crisis financiera en el mundo pasan del sistema de desigualdad al sistema de exclusión, de estar abajo-aunque dentro- a estar fuera de las ventajas y beneficios que ofrece el contrato social. En términos sociológicos puede afirmarse que se ha configurado y en palabras de Santos (1999b:19;2005ª: 351), un “ estatuto de “lumpen-ciudadanía” o infra ciudadanía marcado por la erosión, destitución o negación de los derechos y facultades que otorga la ciudadanía. Esta situación condena a quién la padece a una especie de estado de naturaleza hobbesiano o zona de guerra en la que la vida humana es “solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta” (Hobbes, 1999: 115) En conclusión en el contexto de la globalización neoliberal el trabajo ha dejado de ser el factor de inclusión jerarquizada y de acceso a al ciudadanía que era en el pacto socialdemócrata para convertirse en un factor más de exclusión. La ocupación escasa, inestable, de baja cualificación, mal renumerada y sin casi garantías hace que muchas personas sean desplazadas a la zona de exclusión e inseguridad social, perdiendo cualquier posibilidad de ejercer sus derechos: a la salud, a la vivienda, al trabajo y, en definitiva a una vida digna libre de violencia e injusticias. Otro aspecto a considerar es el aumento mundial de los procesos de transnacionalización de mercados y globalización de la actividad económica en lo que se refiere a la producción, distribución y consumo de productos y servicios. Esta situación, origina también la concentración de poder económico e influencia política que acaparan las empresas transnacionales, nuevas líderes absolutas de la economía global, que compiten entre ellas en el mercado. Las políticas fiscales, en este contexto, tienen como objetivo prioritario de reducir la inflación, disminuir el gasto público y vigilar la balanza de pagos, siendo estas las recomendaciones de las instituciones financieras internacionales, particularmente del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del comercio, a los a países empobrecidos para que implementen las medidas de orientación neoliberal contempladas en los programas de ajuste estructural. Siguiendo a Santos (20025ª. 2006), los cambios estructurales mencionados son el resultado de una articulación de las relaciones entre el principio regulatorio del Estado y el mercado. Este desde las ultimas décadas del siglo XX, se ha vuelto el elemento hegenómico en las sociedades capitalistas de todo el mundo, pasando a ser el principal y casi único generador de interacciones sociales y humanas. El estado, en este sentido, ha perdido capacidad efectiva para generar los cuatro grandes bienes públicos que tradicionalmente había asumido; la legitimidad de gobierno, el bienestar social y económico, la seguridad y la identidad cultural (Santos, 2005ª: 342). En este modelo se concreta en la democracia representativa liberal, concebida como un método o procedimiento formal que permite la celebración periódica de elecciones competitivas multipartidarias para escoger a un conjunto de representantes políticos que defienden unas determinado ideas. En la democracia representativa, por tanto, los ciudadanos no toman decisores políticas, sino que eligen a los decisores políticos, el voto paradójicamente, constituye un acto de participación política que implica, al mismo tiempo, la renuncia a la participación activa directa y constante. Este proceso es conocido como la despolitización de la ciudadanía, un proceso a través del cual los parámetros que defienden la vida democrática- participación activa, soberanía polar, capacidad de control gubernamental, entre otros- son neutralizados. III. NUEVAS TENDENCIAS DE CIUDADANIA En este siglo XXI, se comprueba que la ciudadanía se repiensa, reescribe y reinscribe en nuevos espacios sin renunciar a sus contendidos históricos. Pero a la vez el impacto de la posmodernidad en el campo cultural, de la globalización en el campo político y de la revolución de la información en el campo tecnológico, confluyen en un nuevo escenario de ciudadanía. El impacto de la globalización en la ciudadanía exhibe, al menos dos niveles muy disímiles. El primero es de tipo político y cultural, y se traduce en la difusión cada vez mayor, a escala planetaria, de una cierta sensibilidad proclive a los valores de la democracia y el respeto a los derechos humano, a veces asociada a lo que se ha dado en llamar lo “ políticamente correcto”. El respeto a las normas del estado de derecho y la tolerancia ante la diversidad cultural y étnica rigen este nuevo imaginario global. Sus valores se difunden entre los ciudadanos al interior de los países y se plasman también en acuerdos que suscribe el grueso de la comunidad internacional. La ciudadanía a parece protegida en sus derechos civiles, políticos y culturales no sólo por el Estado sino por suerte de” fiscalización global” que informa, denuncia y censura violación a tales derechos. En el terreno de la globalización comercial y financiera, la disolución de fronteras y la creciente vulnerabilidad de las economías nacionales a movimientos externos ponen en jaque la idea de soberanía del Estado-nación, con consecuencias adversas sobre el ejercicio de la soberanía y, muy espacialmente, sobre los derechos sociales y económicos. Para defenderse de estos efectos de la globalización los ciudadanos tendrán que asociarse globalmente con organizaciones que se movilizan, hacen noticia e impactan a la opinión pública global. En la posmodernidad, la nueva ciudadanía se define por el descentramiento y la autoafirmación diferente de sujetos, en parte como respuesta a tendencias propias de la globalización, como son el debilitamiento de los Estados nacionales y la mayor diferencia social que tiende a darse a escala planetaria con el nuevo paradigma productivo. Respecto del descentramiento, podemos decir que las prácticas ciudadanas no convergen hacia un eje de lucha focal (El Estado, el sistema político o la nación, como su expresión territorial), sino que se diseminan en una pluralidad de campo de acción, de espacios de negociación de conflictos, territorios de interlocutores. El ciudadano deja de ser un mero depositario de derechos promovidos por el Estado de derecho o el Estado social, para convertirse en un sujeto que, a partir de lo que los derechos le permiten, busca participar en ámbitos de “empoderamiento” (empowerment) que va definiendo según su capacidad de gestión y también según su evaluación instrumental de cuál es el más propicio para la demanda que quiere gestionar .Y a medida que se acrecienta el papel del consumo individual, tanto material como simbólico, en la vida de la sociedad, el sentido de pertenencia se desplaza desde el eje Estado-nación hacia una gran dispersión de campos en la producción de sentido y en la interacción de sujetos. La idea republicana de ciudadanía reaparece, pero no en el ámbito de participación política, sino en una gran variedad de prácticas de asociación o comunicación en la trama social que no necesariamente confluyen en lo político estatal. Lo segundo – la diferencia de los sujetos- implica que la ciudadanía se cruza cada vez más con el tema de la afirmación de la diferencia y la promoción de la diversidad. Con esto muchos campos de autoafirmación cultural que antes competían exclusivamente a negociaciones privadas y estaban referidas “hacia adentro” de los sujetos, hoy competen a la sociedad civil , objeto de conversación “hacia afuera” y del devenir político y el devenir público de reivindicaciones asociadas . Así , por ejemplo , practicas que son definidas por sujetos colectivos fuera de la esfera laboral y territorial , y más de la esfera subjetiva, hoy son politizadas y llevadas a la lucha por derechos y compromisos : diferencias de género, étnica, practicas sexuales , consumo de drogas, minorías de credo, culturas tribales arcaicas y posmodernas , y otras. Todas ellas trascienden su núcleo de pertenencia y se proyectan a un dialogo publico en que se espera cambiar la opinión pública, revertir los estigmas que pesan sobre algunos grupos y ampliar la tolerancia. El impacto de la revolución de la información trasforma sociedades fordistas en informáticas, sociedades de producción en sociedades del conocimiento y de la información, mundo del trabajo en mundo de la comunicación, en fin, lógicas de disciplinamiento en lógicas de redes. Todo estos se difunde asimétricamente entre de los países y dentro de ellos. El ejerció y el concepto ciudadanía la sufren los efectos de la sociedad de la información. Redes de información y practicas cotidianas. Todos los procesos recién señalados se dan con conflictos y asimetrías. La posmodernidad, la globalización y la revolución de la información no son asépticas ni ecuánimes, las promesas de interacción a distancia y de información infinita contrastan con la exclusión social, la perdida de cohesión y la desigualdad en el seno de las sociedades nacionales, fenómeno que los nuevos patrones productivos no sólo no mitigan sino que incluso amenazan con exacerbar. Los derechos económicos y sociales son mas difíciles de traducir en compromisos reales entre el estado de bienestar en Europa con costos sociales del ajuste fiscal con una crisis laboral sin precedentes (Mayor desempleo, mayores brechas salariales) Otra parte, la globalización trae consigo una mayor conciencia de las diferencias entre identidades culturales , ya sea porque ellas se difunde en los medios de comunicación , se incorporara al nuevo imaginario político difundir o por la ONG transnacionales y se intensifican las o las migratorias ; ya sea porque hay culturas que reaccionan violentamente ante la ola expansiva de la “cultura-mundo “ y generan nuevos tipos de conflictos regionales que inundan las pantallas de TV en todo el planeta. De este modo, aumenta la visibilidad política de la afirmación cultural y de los derechos de la diferencia, mientras las exigencias de ejercer derechos sociales y económicos chocan con mercados laborales restringidos, con economías más competitivas y sociedades menos solidarias. Todo lo anterior mueve a extender la reflexión sobre ciudadanía tanto a las relaciones entre cultura y política como al vínculo entre lo local y lo global. Respecto de la articulación entre lo local y lo global, hay quienes sostienen (Mato. 1999; Lins Ribeiro, 1999) que asistimos a nuevas formas de ciudadanía cultural. Con la globalización afirman, se transnacionaliza la producción de representaciones sociales, con lo cual se entrecruzan actores locales y globales, modificando expresiones culturales como “identidad” y sociedad civil sobre los cuales tradicionalmente se ha construido el orden político y la ciudadanía. Según Mato, esta reconfiguración conceptual produce a su vez una reorientación de las prácticas de algunos actores, que fortalece las posiciones de los actores globales y crea redes bilaterales con actores locales, fomentando su participación en eventos y redes de trabajo. Más concretamente la formulación de nuevas representaciones de raza, etnia, medio ambiente, desarrollo sustentable en redes globales nuevas se ha desenvuelto, según Mato, a partir de la creación de códigos y categorías lingüísticas transnacionales como biosfera , biodiversidad , sociedad civil y otras. Ellas apuntan, según el autor, a conformar un discurso y un sentido transnacional que orientan lo que hacen los actores alternativos globales y locales, y que sustentan una suerte de alianza de intereses entre éstos, que apuntan a un programa se acción transnacional alternativo para resistir los sesgos más excluyentes y depredadores de la globalización económica. Mato advierte la interesante posibilidad de producir una globalización desde “abajo” que actúe como repuesta a la globalización desde arriba liderada por los grupos transnacionales hegemónicos. Esto permitiría avanzar hacia “representaciones de peculiaridad cultural” expresadas en distintas organizaciones cívicas con sus propios proyectos. Para Lins Ribeiro, definir la relación entre identidad nacional (culturas nacionales) y practicas políticas pasa necesariamente por abordar la condición de “transnacionalidad” . Dicha transnacionalidad remite a un nuevo nivel de integración y representación de pertenencia, por tanto transforma los escenarios de acción tradicionales. El cruce cultura/ política toma cuerpo en los desafíos de transformar las condiciones de ciudadanía, y de regular y ordenar el nuevo escenario que surge de la transnacionalización. Imaginada/ virtual cuya dinámica material es un símbolo de las nuevas tecnologías de comunicación, sobre todo, Internet, y cuya principal característica estarían dadas por su “testimonio a distancia” y su “actividad político a distancia”(Lins Ribeiro, 1999,p.4) Otro autor como Alain Touraine, en su ultima obra, Un Nuevo Paradigma para Comprender el Mundo de Hoy , afirma que “ya no podemos, ya no debemos, pensar socialmente los hechos sociales”( p.105), Touraine) sugiere que todo el cuerpo interpretativo de las ciencias sociales que fundamentaba su organización y sus líneas de actuación en el campo social ya no es funcional para comprender el mundo de hoy . “este paradigma que se debilita se ha construido sobre la idea de que la sociedad no tiene otro fundamento que lo social” (P63), es decir un modelo que representa y organiza la existencia en términos económico sociales, en base a categorías como clase, trabajo, producción, capital y mercado. Según este autor ya no es posible explicar el mundo en que vivimos a partir de estas categorías. El proceso de globalización, la creencia de mecanismos institucionales de regulación social y el progresivo aislamiento y la exclusión de los individuos son factores que suelen presentarse como desencadenantes de una nueva manera de pensar la realidad actual, partir de un paradigma de carácter cultural. El autor señala que en la actualidad ya nos son los conflictos y problemas propicios de la segunda modernidad (surgida de la industrialización, la urbanización, la escolarización) lo que se presentan con mas fuerza. Al “fin de lo social”, la resocialización y crisis de todos los valores “sociales” , deben añadirse una nueva imagen: “ el incremento de las reivindicaciones culturales, tanto bajo una forma neo comunitario como de apelación a un sujeto personal y de reivindicaciones de derechos culturales. (p.27) Las afirmaciones de éste último autor requiere de mayor análisis, porque el ejercicio pleno de la ciudadanía esta relacionada a derechos sociales y culturales. BIBLIOGRAFIA - Ciudadanía Cultural. Quinta Conferencia Educación de las Personas Adultas. UNESCO. Internacional de - Hopenhayn, Martín. Viejas y Nuevas Formas de la Ciudadanía. Revista de la CEPAL Nº 73, abril 2001. - Santos, B De Sousa. Limites y posibilidades de la democracia, Politei, 1993. - Sánchez, María del Carmen. Trabajo Social: La Cuestión Social, Fuentes de Provisión de Bienestar Social y Comunidad. La Paz, 2008 - Touraine, Alain. Un Nuevo Paradigma para Comprender el mundo de Hoy. Buenos Aires, Paidós, 2006