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F. Abbona; G. Brenci; A. Clausse; G. Coyne; M. Dankert ; R. Ferro; F. García Bazán; F. Gratton; G. Prosperi; H. Puyau; L.B. Archideo EPISTEMOLOGÍA DE LAS CIENCIAS El Mal y las Ciencias Lila Blanca Archideo (Coordinadora) CIAFIC ediciones Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural de la Asociación Argentina de Cultura Epistemología de las ciencias : el mal y las ciencias / Lila Blanca Archideo ... [et.al.] ; compilado por Lila Blanca Archideo ; con prólogo de Lila Blanca Archideo. - 1a ed. - Buenos Aires : CIAFIC Ediciones, 2009. 300 p. ; 23x15 cm. ISBN 978-950-9010-50-5 1. Filosofía. 2. Epistemología. I. Archideo, Lila Blanca II. Archideo, Lila Blanca, comp. III. Archideo, Lila Blanca, prolog. CDD 121 © 2009 CIAFIC Ediciones Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural Federico Lacroze 2100 - (1426) Buenos Aires e-mail: ciafic@fibertel.com.ar Dirección: Lila Blanca Archideo Hecho el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina Printed in Argentina La realización de este simposio fue subsidiada en parte por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas Técnicas (2005) LA PRUEBA ONTOLÓGICA EN EL RACIONALISMO Hermes Puyau* En el tema del mal y las ciencias, voy a hacer una referencia a la prueba ontológica. Esta prueba tiene un lugar muy importante y llama la atención que surge por quien fue llamado padre de la Escolástica, es decir, por San Anselmo. Sin embargo la Escolástica fue perdiendo cada vez más su interés en la prueba de Anselmo. Encontramos eso por ejemplo en las Disputaciones Metafísicas de Suárez donde se le da una importancia muy relativa. En cambio, con Descartes vuelve a cobrar importancia y con todos los racionalistas: Leibnitz, Wolff, Malebranche, etc. En la época de Santo Tomás la pregunta era “an Deus sit”, existencia se utiliza aplicada a Dios después de Descartes, antes el término es “si Dios es”. Ese intento de Santo Tomás fue considerado como definitivo, la existencia de Dios dicha en lenguaje postcartesiano es una proposición “per se nota”, digamos en el lenguaje escolástico, y por lo tanto no puede ser probada. La prueba se basa exclusivamente en la esencia de Dios a la cual le corresponde por necesidad la existencia. Y Santo Tomás dice que ésta es una proposición por sí evidente y que por lo tanto la prueba no corresponde. Correspondería si nosotros conociésemos la esencia de Dios, pero la esencia de Dios no nos es accesible directamente. Las cinco vías serían formas de probar que Dios existe, pero una vía que los escolásticos llamaron “quia”, a diferencia de la prueba ontológica, en lenguaje siempre kantiano, que es una prueba “propter quid”, la esencia de Dios es idéntica con su ser, si nos atuviésemos al lenguaje tomista, el “esse” de Dios es igual al “essentia Dei”, se identifican totalmente. * Doctor en Filosofía. Profesor Titular de la Universidad Argentina John F. Kennedy. Profesor Emérito. 85 Que esa prueba haya sido resucitada por Descartes, después de todo el período escolástico donde fue perdiendo vigencia, llama la atención y nos indica un distinto enfoque del pensamiento filosófico. Y ese enfoque del pensamiento filosófico lo orienta a la primacía de la razón, pero notemos, de la razón desvalorizando la experiencia de alguna manera, los sentidos nos engañan muchas veces y solamente la razón puede rectificar ese error de los sentidos. Hay ejemplos que son clásicos: el remo que parece quebrarse en el agua es una apariencia, porque el sentido del tacto me dice que ese remo no ha sido quebrado y aparece quebrado para mi vista. Ese conflicto de los datos de dos sentidos propios, la vista y el tacto, tiene que resolverlo la razón. Y ésa es la función que cumple la razón en esto. Entonces, en una posición así, el método por excelencia sería el método axiomático. Eso se lleva a cabo en parte con Leibnitz, pero sobre todo con Spinoza. Notemos: en dos concepciones metafísicas distintas, pero metodológicamente la obra por excelencia de tipo axiomático en filosofía es la Ética de Spinoza: hay definiciones, proposiciones y teoremas. Es decir, como señalaba Leibnitz, los geómetras han sido maestros en el arte de demostrar y una demostración es al “mos geometricum”, como decía Spinoza con respecto a la exposición que hace de su filosofía. Hay un espíritu que, en metafísicas tan distintas en un aspecto como pueden ser la de Leibnitz y la de Spinoza, sin embargo convergen en la valoración que se tiene de la razón. Leibnitz enfrenta, desde el punto de vista racional, uno de los problemas fundamentales de la filosofía, y es el mal. Es bastante conocida la posición de Leibnitz en ese sentido. No coincide con la tradición en que el mal no tiene una realidad en sí, sino que es simplemente privación, pero agrega algo más a la concepción metafísica sobre el mal y es la noción del mal metafísico que ha dado origen hasta a un escrito de Borges El mal metafísico. ¿Qué es ese mal metafísico? El mal metafísico es la limitación que tiene toda creatura. Dios no podría superar ese mal metafísico. Dios puede hacer todo lo que no sea contradictorio, por lo tanto no puede hacer otro dios, la contradicción es como un límite al poder de Dios. 86 Esa situación de la razón explica, entonces, qué vía va a seguir él para explicar el problema del mal desde una perspectiva metafísica, recordando bien que la perspectiva metafísica supone el punto de vista del ser en cuanto tal. El ser en cuanto tal es el objeto tradicional de la metafísica, podríamos decir el ente en cuanto ente, el ser como ser, dependería de las corrientes filosóficas tradicionales que distinguen el ente del ser, y las que no lo distinguen. Por ejemplo, Santo Tomás habla de “ente et essentia”, pero habla del “esse”, ya que el “esse subsistens” es Dios, todos los demás son “ens ab alio”, entes por Dios. ¿Qué elementos intervienen en esta concepción? La tesis Leibnitziana, que no sólo es otro enfoque de la prueba llamada después ontológica, sino también otro enfoque de la noción de perfección. Algún filósofo contemporáneo, Vuillemen, por ejemplo, ha visto en esta afirmación una contradicción y es la siguiente. Para Spinoza la perfección es una cualidad que admite un último grado ¿Por qué hay un problema allí? Hay un problema porque si nosotros los grados los numeráramos no encontraríamos nunca un número infinito para simbolizarlos. Cuando se origina la teoría de conjuntos, Cantor, para simbolizar los dos infinitos de la cardinalidad y de la ordinalidad, utiliza las dos primeras letras del alephato y del alfabeto. El concepto del límite, tal como lo desenvuelve Cauchy, sobre todo a principios del siglo XIX, si bien es un concepto fundamental en Matemática, pero es un concepto que los analistas del siglo XVII no habían esclarecido suficientemente. Sabido es que se habla de tres crisis de la matemática: la crisis de la aparición de la matemática; la crisis de la aparición de los irracionales en la matemática griega; la crisis de los fundamentos de la matemática a principios del siglo XIX. Es decir, la noción de rigor matemático aparece netamente desligada, primero por Cauchy y luego por Weierstrass ya en la segunda mitad del siglo XIX, y la tercera crisis es la contemporánea con la teoría de conjuntos, con todas las paradojas que aparecen, que desde Cantor a Russell -y otros más- se les ocurren contra el infinito en la matemática que al mismo tiempo se introduce. Esa posición de Leibnitz, de considerar que es perfección lo que admite en último grado, lo lleva indudablemente a enfrentar otras 87 posiciones que no son compatibles con eso: si hay grados, hablar de un último grado en un orden real parecería inconcebible, ese grado es un límite que no podría ser alcanzado, de ahí la dificultad de aceptar una definición como la que dio Leibnitz de perfección. La prueba es desconocida, pero de alguna manera hay novedad en lo que dice Leibnitz. Epimeleia publicó una serie de trabajos sobre el tema de la prueba llamada ontológica, desde San Anselmo hasta la reformulación que hace Gödel de la prueba ontológica. Y en esa renovación de los puntos de vista podría usarse, para admitir clases que no son conjuntos, la distinción que hacen, después de Cantor, los matemáticos en la primera mitad del siglo XX sobre clases y conjuntos, admitiendo que la clase de todas las clases, la clase de todos los números, por ejemplo, no es conjunto, entonces no estaría afectada por las contradicciones de la teoría de conjuntos, es decir, las contradicciones clásicas. Leibnitz considera que la prueba se basa en que la dificultad que deben superar es: un ser que posee todas las perfecciones existe necesariamente. Es obvio que ahí existencia está considerada como una perfección, por lo tanto, un ser que tenga todas las perfecciones y se aleja de la existencia sería una afirmación contradictoria. Indudablemente la vía del absurdo, cuando se habla de infinito así, debe usarse necesariamente y ésa es la vía que utilizó Leibnitz precisamente para probar que Dios existe necesariamente. Es decir, es de la única manera que puede existir Dios: en virtud de su propia esencia es, en los demás entes eso no ocurre. Eso, el racionalismo de San Anselmo lo considera como un bien propio. Yo creo que es la realización más completa del racionalismo, es decir, que del concepto pasemos a una realidad, ningún otro concepto postula necesariamente su realidad, mientras que el concepto de Dios es el único concepto que goza de esto. Con respecto al tema del mal, del cual dijimos algo, es el tema de la existencia de un mal metafísico que decimos es un mal insuperable puesto que todo lo que es creatura es limitado. Como decíamos, Dios no puede hacer otro dios como Él porque sería contradictorio y por lo tanto toda creatura tiene su limitación. Esa limitación representa su mal metafísico. Pero ¿qué consecuencia tiene esto en el orden moral? Leibnitz dice esto, Dios crea un mundo que se 88 le asemeje a Él, de alguna manera. Cuando hace al hombre dice “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. Quiere decir que un mundo donde no estuviera esa prerrogativa especial del hombre que es la libertad no sería una imagen analógicamente adecuada de Dios, es más perfecta una imagen de Dios que incluya la libertad a una imagen de Dios que no la incluya. Esa libertad es también un riesgo, indudablemente, ese riesgo que representa la libertad es que puede optar por una cosa u otra, es decir que tiene lo que se llamó tradicionalmente “libre arbitrio”. Libre arbitrio es la libertad de juzgar. Eso que aparece en Santo Tomás, reaparece en todos los filósofos racionalistas, Descartes, especialmente, y aún en el mismo Kant, pese a que Kant hace una crítica acérrima al racionalismo; su crítica a la metafísica es una crítica a la metafísica racionalista. Cuando se habla de proceder de forma que la máxima de tu voluntad pueda servir de norma universal, ahí la máxima está refiriéndose a la máxima que funda el juicio práctico, lo que llamarían los escolásticos el juicio práctico-práctico que nos lleva ya a actuar, y en esa libertad de juzgar es donde somos precisamente libres. Libre arbitrio nos estaría indicando esto. Ahora, en la creación, por lo tanto, la libertad que interesa es infalible. Su voluntad puede caer en algo que llamaríamos teológicamente pecado y moralmente en falta... Ése es el riesgo de la libertad que se paga de alguna manera con la mayor dignidad de lo que hago, es decir, es una perfección... admitir una libertad absoluta como la de Dios, es decir, que libertad es un acto libre, una perfección en el sentido que Leibnitz le dio a la palabra. Ahí entonces, surge la posibilidad del mal moral y el problema de decir cómo Dios permitió ese mal. Si hubiera hecho impecable al hombre esa limitación se habría suprimido, pero en el plan divino el hombre no fue creado como un ser sin errores y eso es la tolerancia de Dios con respecto a lo que no es bueno. Decimos a veces en la liturgia que la caída de Adán se puede llamar “Felix culpa”, una culpa que nos mereció un Redentor. En función de ello, aunque no lo diga expresamente Leibnitz, podría concebirse como “para un bien mayor el Dios permitió que Adán 89 prevaricase”, puede no satisfacer mucho la explicación, pero me parece racional al menos. En el siglo XVII vivieron Descartes y Leibnitz -muere en 1716, pero es el siglo de oro del racionalismo. Un racionalismo que, a diferencia del iluminismo del siglo siguiente, no reniega de la fe. Las discusiones de los filósofos son discusiones que admiten, pongamos como ejemplo, la Providencia. Hay una metáfora que los filósofos del siglo XVII adoptaron casi todos, asemejaron a Dios con un “Buen relojero”, porque el reloj era el aparato que seguía funcionando, si le daban cuerda, indefinidamente. De esa discusión ha quedado un resto histórico en las llamadas leyes de conservación. Las leyes de conservación en la física movieron a la disputa de los cartesianos y de los leibnitzianos. Lo que para los cartesianos se conservaba era la cantidad de movimiento y lo que para los leibnitzianos se conservaba era la fuerza viva -así era la terminología de Leibnitz en ese momento, es la masa por la velocidad al cuadrado-. La disputa excedió los límites de lo razonable, hasta Kant le dedica algo al trabajo en el siglo siguiente, siglo XVIII, en uno de sus trabajos pre-críticos, ahí, la querella de las fuerzas vivas fue un tema importante hasta d’Alembert al menos y después mostraron que la verdad la podían tener los dos en ese caso. Lo que me interesa señalar, y con motivo de esto esa posición sobre el tema del mal, es la solución racionalista que cumple con las exigencias de la razón, no reniega de la metafísica, como hizo el racionalismo iluminista y posterior; después se renegó de la razón misma también, pero el positivismo ya es un atenerse a los hechos y hace a toda ciencia muy inmediata, digamos así. Eso es lo que quería decir. Lo dejo a la consideración de ustedes y después lo podemos discutir. DIÁLOGO - Dr. García Bazán: Son preguntas para ver si podemos precisar algunos aspectos más en Leibniz. En el fondo el concepto de privación de bien para Leibniz -mal como privación de bien-, tiene que ver solamente con el hecho de que los entes, 90 los bienes provenientes de alguna forma del bien perfecto, tengan de por sí imperfección comparativamente, o hay algo más en ese ente que precisamente por ese carácter de estar privado, él se auto-priva, como dice San Agustín, ese es un tema. Y el otro tema, el problema ahí profundo, candente, que es el origen del mal, ¿lo plantea meramente por la diferencia o va más a fondo Leibniz? - Dr. Puyau: Parecería, por lo que sabemos, que es el hombre. Por ejemplo, la caída del demonio no tuvo otras consecuencias que para cada demonio, tradicionalmente se lo considera una especie sin descendencia, así que nadie sufría las consecuencias de Luzbel y sus compinches y por lo tanto quedó con ellos. En el caso del hombre el mal se transmitió, parecería cierto privilegio del hombre que, porque pecó Adán, no porque pecó Eva, esa culpa se transmitió. Pecado original es un término no bíblico posterior, y un Padre de la Iglesia lo usa por primera vez, el término pecado original no aparece en la Biblia. Hay una referencia de San Pablo al pecado de Adán, pero el término “original” no aparece en San Pablo y en el Antiguo Testamento la caída original no parece gravar tanto la historia del hombre, porque veo que en el Antiguo Testamento hay la versión elohímica, llamémosla así, y la versión yahvética. En la versión elohímica no se habla de la caída del hombre y se habla simplemente y nada menos que de la función del hombre de señorear y de todos los animales del mundo de establecer su señorío sobre todo ello y esa es la función del hombre. La versión yahvética es la más dramática donde aparece la limitación de la vida del hombre, “morirás”. Hoy discutimos ese tema, si la vida lleva consigo la muerte o la vida que le dio a Adán significaba que su alma no se apartaría nunca de su cuerpo, a mí me quedan dudas con respecto a eso, pero “morirás” o “no morirás”, eso aparece y es como una advertencia que Yahvé le hace a Adán. De manera que ahí el castigo parecería ligado a la finitud de la vida, por lo tanto es como un mal, no es como en los otros seres que no tienen noción de eternidad ni de vida futura y terminan su vida terrestre antes o después, pero sin que eso aparezca como un castigo a su situación natural. Adán tendría, como llaman los teólogos, dones preternaturales, que no le impidieron pecar, pero en realidad parecería ser un dominio sobre sí mismo que el hombre perdió después de la caída. Y en cuanto a Leibnitz mismo, pienso que él pensó el problema del mal como un problema que, en ese momento, las discusiones de los filósofos tenían por meta. Recuerdo una introducción a la filosofía de un francés, autor relativamente desconocido, que menciona esta expresión “Si Deus est, unde malum, Deus non est, unde bonum”, con el cual el problema de la Providencia se nos está planteando, “si no pudo evitar el mal ¿dónde está su poder? y si 91 no quiso evitar el mal ¿dónde está su bondad?”. Ésa es la objeción en la que cayeron los que niegan la Providencia. Notemos que el tema de la Providencia -se los recordaba con motivo de los invariantes de la física clásica, me refiero a la física newtoniana- se mantuvo como de origen teológico, es decir, los filósofos racionalistas pensaron en la Providencia, Dios asiste al mundo. El mismo Newton considera que la estabilidad del Sistema Solar se debe a una intervención divina, a pesar de que Newton no parece atenerse mucho a las causas que no sean las observables, pero indudablemente no había en Newton una preocupación metafísica evidente, pero el espacio absoluto es una tesis metafísica y el tiempo absoluto de alguna manera también. Esa preocupación por el tema de la Providencia indica la actitud de los filósofos de esa década, de esa centuria que va del 1600 al 1700. - Dr. Gratton: Me gustaría que nos aclarara esto último, Prof. Puyau. Se suele criticar la afirmación de Leibnitz de que estamos en el mejor de los mundos posibles -incluso satirizada por Voltaire-. ¿Cómo se compatibiliza el problema del mal, que es tan evidente, que todos observamos, con esta tesis? - Dr. Puyau: Con la mayor cantidad de bien y la menor cantidad de mal. El mal sería inevitable por la limitación de la creatura. Yo lo pienso de esa manera. Dios, en el pensamiento leibnitziano, elige entre todas las posibilidades, todas las posibilidades están en Él y esa combinación de posibilidades, los com-posibles -la expresión de Leibnitz-,permite ver como tal posibilidad es compatible con otra u otras, hace una combinación “Dios calcula y crea el mundo”. Es un poco el espíritu de Leibnitz con respecto a eso, entonces el mundo que tenga mayor bien y menor mal. - Lic. Roldán: me permito también aprovechar sus explicaciones. Una pregunta sobre el tema de esta reunión de ciencias en relación con la filosofía. En general, y eso es sobre lo que le quería preguntar su parecer, se considera a Leibnitz, creo, uno de los grandes autores en la historia del pensamiento, porque supo explicar esa relación entre filosofía y ciencias sin negar ni reducir todo el conocimiento humano a ciencias, o todo el conocimiento humano a filosofía, sino que, precisamente, vio el peligro de una reducción en cualquiera de los sentidos. - Dr. Puyau: Sí, es decir, la actitud positivista es de fines del siglo XIX, hacemos remontar el positivismo a Comte, pero Comte no tomó un aspecto tan agresivo, después el positivismo en Alemania tomó un aspecto más agresivo. Y en el siglo XX, el Círculo de Viena, las proposiciones -dice Carnap- de la metafísica son proposiciones sin sentido. Si uno se atiene un poco a lo que dice Carnap no es tan deleznable la metafísica, sino, 92 simplemente, está mal construida. Dice: La función de lo que queda de la filosofía es analizar el lenguaje de las ciencias. Y el lenguaje admite dos niveles, un nivel lenguaje-objeto y el metalenguaje, entonces la investigación sobre las ciencias es sobre el lenguaje de las ciencias. Pero notemos que en esa explicación sobre el lenguaje de las ciencias se plantearon problemas que después los mismos autores dijeron que habían perdido vigencia. Por ejemplo, la célebre polémica entre términos observacionales y términos teóricos. El mismo Hempel, que es uno de los autores más conocido de este grupo, reconoció que el problema se había agotado, no había habido más interés. No es una objeción fundamental contra una disputa que el interés de los filósofos se agote en ese sentido, que no tenga más importancia para ellos, pero así ocurrió, y en la época del racionalismo el desarrollo de las ciencias particulares, y desde Kant en que la metafísica no realizó ningún progreso, ese tema -que fue objeto de un certamen, digamos así, en el que escribió Kant- muestra cómo, si bien Kant no era un positivista en sentido estricto, lo que hacía era negar la metafísica, sin lugar a dudas. Los tres temas que Kant reconoce que son los propios de la metafísica en sentido final son: la existencia de Dios, la inmortalidad del alma y el libre arbitrio, tres problemas clásicos que él considera como problemas que son insolubles para la razón pura. Entonces, si la razón no puede discutir esos temas o es frustrante la actividad racional en ese aspecto, entonces ¿para qué?. - Dra. Archideo: Tal vez convenga insistir sobre la influencia de Kant en toda la filosofía posterior y no sólo en la filosofía sino en las ciencias. Por eso en palabras simples vemos que se van “vaciando” los conceptos, porque solo cabe relacionar sin importar qué se relaciona. El ser no se niega pero se deja de lado como el referente de toda racionalidad cuyo interés solo se refiere a no entrar en contradicción. Le agradecemos al Dr. Puyau su claridad. 93 ÍNDICE Presentación El mal. Aproximación filosófica Lila B. Archideo Il Problema del Male Fisico George V. Coyne, S.J. ¿El Mal en la Física o el Mal empleo de la Física? Fausto Gratton La prueba ontológica en el racionalismo Hermes Puyau Il problema del male e le scienze della natura Giovanni Prosperi Suggerimenti dalla Matematica su come affrontare la nozione di male Ruggero Ferro El mal y los males: Antigüedad y orígenes cristianos Francisco García Bazán La ciencia, los científicos y el mal Marcelo Dankert Ecos del sofisma del accidente en la ciencia y la tecnología Alejandro Clausse La Biologia e il male Gianni Brenci Su catastrofi e rischi Francesco Abbona 3 5 27 55 85 95 119 161 197 229 261 279