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EL MANUSCRITO DE ANDRO
(Diario de un Extraterrestre)
Título: El manuscrito de Andro. (Diario de un extraterrestre)
Autor: © Germiniano González
I.S.B.N.: 84-8454-424-9
Depósito legal: A-254-2005
Edita: Editorial Club Universitario Telf.: 96 567 61 63
C/. Cottolengo, 25 - San Vicente (Alicante)
www.ecu.fm
Printed in Spain
Imprime: Imprenta Gamma Telf.: 965 67 19 87
C/. Cottolengo, 25 - San Vicente (Alicante)
www.gamma.fm
gamma@gamma.fm
Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro
puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico
o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier
almacenamiento de información o sistema de reproducción, sin permiso
previo y por escrito de los titulares del Copyright.
Capítulo Primero:
LA SALIDA DE CENTAURI
Un planeta habitable de Próxima Centauri
era la última conquista o descubrimiento al
que llegaron unos descendientes de aquellos
que hace dos mil millones de años alcanzaron
la vida inteligente en Epsilon Andrómeda.
Aquellos primeros seres conscientes
llegaron hasta Orión y sus descendientes
conquistaron Régulo, Altai y Cisne. Los últimos
o más cercanos a nosotros dejaron una sociedad
muy avanzada en Sirio y estaban ahora establecidos en Próxima CENTAURI desde donde se
propusieron conocer los planetas de nuestro
sol. Todas las informaciones se concentraban
en Centauri para desde aquí ir pasándolas
a los otros centros o planetas que conocían.
Con ello iban enriqueciendo la gran biblioteca
o “Manuscrito Galáctico”, como quisieron
llamarlo. La expedición que partió hacia este
sol escogió, para sus exploradores, nombres
que aludían a la primera aunque lejana civiliza3
Germiniano González
ción de Andrómeda.
Así, amigos lectores, una mañana hace 380
millones de años cierta nave aérea salida de
Próxima Centauri caía sobre Marte desviada
posiblemente por el impacto de un meteorito.
Un aviso en la pantalla advertía a Medas y a
Andro del amartizaje forzoso y descontrolado
de Epsilon, la nave nodriza que les precedía
con unas 10 horas de ventaja.
-Medas, ven, observa esto: Coordenadas de
auxilio. Hemos perdido al Equipo Epsilon. Nos
envían el último mensaje: “Vamos a bajar en la
cara norte, pero…pero…vamos a chocar”.
-¿Cómo? ¿Amartizaje forzoso?
-Forzoso, no; más bien por impacto de algo,
sospecho.
-Ya, Andro. Por cualquiera de esos tres
meteoritos sin órbita que iban camino de la
Luna o de la Tierra.
-¿Y por qué impactó con ellos? No es
posible, pues ellos y nosotros llevamos
tiempo contemplando la ruta de esos erráticos
pedruscos.
-Como no hay explicación, nos lo contarán
ellos si todavía conservan la vida.
-Tú bien sabes que nos llevaban pocas
horas y nos vamos a detener precisamente
en el norte, cerca del casquete donde dicen,
supuestamente, que cayeron.
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El manuscrito de Andro
Horas más tarde el Módulo de Medas y
Andro se posó sin sobresaltos. Después, una
vez montado el campamento, sobrevolaron
el gran casquete helado… y nada, ni la lejana
esperanza de hallarlos. Una búsqueda estéril.
-Fortaleza, Andro. La consigna siempre es:
“Mañana tendrás lo que te falta hoy”.
-De acuerdo. Pero nos podemos hacer la
pregunta: ¿Y si nos toca vivir solos?
El fantasma de la angustia sobrecogió a los
dos. ¿Cómo pudieron fallar? Años vagando por
el espacio, evitando cientos de peligros y fallan
en el momento de esta llegada. ¿Serían los
asteroides sin órbita fija la causa?
-Oye, Medas, ¿se nos habrá adelantado
alguien?
-Qué dices, Andro.
-No, no digo nada extraño. ¿Y si han venido
de otra constelación?
-Vamos, Andro. Tú sabes que de los planetas
de la nuestra somos los más avanzados y de las
otras no tenemos, por el momento, pruebas.
-¿Y…de…?
-No lo creas, Andro. Allí sólo viven los
que desterró nuestra sociedad y fueron abandonados sin medios. Sólo podrán sobrevivir
durante muchos años, antes de tecnificarse.
-No dudo de tus palabras, mas recuerda que
fueron expulsados por malhechores y golpistas,
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Germiniano González
pero algunos estaban preparados en robótica.
-Sin duda, mas sin medios por mucho
tiempo.
-Sigo no comprendiendo. El Equipo Epsilon
estaba perfeccionado al cien por cien. Ellos se
pierden y nosotros no.
-Deja aparte las dudas, amigo Andro.
-Bien, te hago la última pregunta: ¿Y si los
que fueron hacia Régulo tomaron camino hacia
este sol?
-No lo pienses más. Aquella expedición
desterrada se cree fue aniquilada por el cometa
Faustus.
-Más preguntas no te hago, pero nunca me
creí aquella información del Gran Jefe sobre
Faustus y su impacto en los desterrados.
-No te preocupes, compañero. Estamos
vivos y sólo ignoramos algo. ¿Que nos toca vivir
solos? Pues pensemos en el futuro.
-No te entiendo, Medas. Somos dos machos
y uno inútil y estéril. La clonación nos daría
una civilización sin facultad de reproducción.
La regla general del cosmos no es así. No me
gusta la idea.
-Sólo puedo aconsejarte que no te
desanimes, Andro. Primero, intentaremos
encontrarlos. De no conseguirlo, nos queda el
recurso de “Sirio”. Hallar a esas tres parejas
nos librará de un negro futuro.
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El manuscrito de Andro
-Estoy pensando qué ocurrirá si en lugar de
caer aquí se hubieran desplazado a la Tierra.
¿Qué haríamos?
-Tan sencillo como esto: O nos vamos
allí después de dejar alguna evolución donde
estamos, o les convencemos que regresen a este
lugar por un tiempo para ayudarnos.
-Nos tocará irnos pronto, Medas. La Tierra
ofrecía mejores perspectivas y tú lo sabes. Nos
convencerán y dejaremos Marte.
-Da igual, Andro. Ahora pasamos por esta
experiencia para que el mensaje que llegue un
día a la Patria Galáctica sea una más exacta
información de este pequeño cosmos explorado.
-Acepto el riesgo, si es así. ¿Cuándo nos
ayudamos de “Sirio”?
-Esperar, no podemos esperar mucho.
Mañana es el segundo día y sembraremos las
primeras semillas. Los buscaremos al tercer
día.
Sin aves ni insectos que se comieran lo
sembrado, sobre la tierra marciana cayeron
unas doscientas semillas de cereales y hortalizas. Pero no todo fue tan fácil. Abrir un canal
de casi dos kilómetros de recorrido más arriba
para desviar agua de un torrente les llevó medio
día de trabajo. Al fin una corriente vitalizadora
cubrió con suma lentitud aquel rojizo campo de
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Germiniano González
esperanza.
Cuando cerraron la entrada del canal, aquellos dos seres cambiaron de expresión:
-Medas, he tenido un sentimiento de admiración. He sentido que quiero ver nacer lo que
sembramos. No quisiera irme de aquí hasta
entonces. Y después, no sé, no me aclaro. Si la
vida surgiera fácilmente por nuestra obra, ¿por
qué no ver el final?
-Vamos, Andro. Te estás volviendo sentimental, aunque bien entendido poner vida
donde no la hay es como ser padres, es cierto.
Este mundo puede darnos sorpresas inalcanzables en otros sitios. Me vas a contagiar tu
ilusión. Pero, dejémoslo por hoy.
Y llegó el momento más esperado. ¿Usar
o emplear a “Sirio”, la piedra mágica? Siempre
sería el último recurso ante un definitivo
fracaso o al final de una inesperada misión. Si
el Equipo Epsilon estaba perdido, semiinconsciente o en un sueño temporal, pero estaba en
Marte, “Sirio” lo podía hallar. Si estaba en otro
planeta, el fracaso podría durar meses o años,
y a la piedra mágica no le quedaban más que
otras dos oportunidades con poder.
El secreto de “Sirio” era que podía detectar,
dentro de la gravedad de cualquier cuerpo
celeste, el código secreto de los objetos que
tuvieron contacto con ella. “Sirio” era una
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El manuscrito de Andro
pequeña bola de amatista que estuvo en la
órbita de la estrella Sirio durante un corto
tiempo y al ser rescatada, transmitía un código
especial de luz a todo objeto que hubiera estado
conectado después a ella. Sólo tenía un fallo.
Cuando se empleaba tres veces perdía la relación, o mejor dicho, perdía el código de luz. Por
este motivo, aquella civilización se trajo varios
“Sirios” o piedras guía. Una la tenían Medas y
Andro. Otras tres iban con el Equipo Epsilon,
desaparecido.
-¿Por qué no la ha empleado el Equipo?
¿Se habrán destruido al caer?- se preguntaba
Medas.
-Andro, hoy en el reconocimiento vamos a
ir los dos. Si hay una tragedia no quiero que me
la cuentes, sino compartirlo directamente.
Y el Módulo, propulsado por energía
nuclear para viajes cortos, salió en silencio a
recorrer la cara norte de Marte.
Después de un lento recorrido, al no hallar
huellas de sus amigos, Medas decidió hacer
saltar el “código” de Sirio. Apretó el círculo
amarillo que rodeaba la roca Sirio y el código de
luz salió en dirección opuesta al casquete norte.
-Andro, Andro- dice Medas. Sal rápido de
esta zona. Observa y sigue el rayo de luz, no
importa a dónde vaya.
Sirio indicaba el polo Sur.
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Germiniano González
-Están, están, amigo Medas. Posiblemente,
y eso espero, en la capa helada. Pero, ¿por qué
nos dieron las coordenadas del Norte?
-No lo sé, ni me importa ya, Andro. No han
salido hacia otro planeta y ello alivia nuestra
situación.
- Me pregunto si no estarán muertos.
-Imposible, el aterrizaje en la nieve es el
mejor pues su reflejo o luz dispara automáticamente los propulsores independientes de
amortiguamiento. ¡Cruza los dedos, Andro!
-Oye, amigo Medas: ¿Por qué, entonces, no
han dado señales de vida?
-No sufras más ya. El jefe de la misión tiene la
consigna de tomar, en caso de extremo peligro,
el anticongelante celular para pasar a un estado
transitorio de muerte aparente hasta que llegue
el rescate o termine el efecto. El único acierto es
encontrar o caer en una zona con nieve, hielos,
témpanos o glaciares y haberse metido a tiempo
en la cabina de hibernación o tomar antes el
anticongelante.
-Estoy impaciente por llegar. ¿Cuánto falta?
-Poco si activamos los imanes aéreos de
choque, mas no debemos hacerlo. Lo único
importante es seguir el rayo guía sin alterar la
velocidad inicial, pues el código de luz trabaja
mejor a velocidad constante. Por eso, tardaremos unas cuatro horas. Paciencia, amigo,
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El manuscrito de Andro
mucha paciencia.
-Yo iría más rápido, Medas. Ya sabemos que
están.
-No es lo mismo saber que están, que
conocer el lugar exacto de la caída. Déjame los
mandos.
-¿Y qué hago mientras?
-Escucha música de alguna estrella o, bien,
duérmete.
-No, medas, ya sé qué hacer. Empezaré un
diario sobre nuestro paso por Marte.
-¡Ajá! ¿Se ha vuelto escritor un excelente
ingeniero, químico e inventor? Faceta desconocida esa. ¿Tú, escritor?
-Claro que sí. Se me ha ocurrido la idea de
contar a futuras generaciones cómo colonizamos este planeta.
-¿Acaso quieres pasar a la eternidad?
-No me importaría, y si nos vamos otro día
a la Tierra dejaré un mensaje escrito oculto
aquí y me llevaré nuestra historia a ella.
-Aplícate, pues, a tu idea, Andro, que
alguien te lo agradecerá.
Medas dejó a su amigo perdido ante el ordenador escribiendo unas memorias. Mientras, él
seguía atento el haz luminoso de la piedra guía
o mágica sin perder, al mismo tiempo, la observación del espacio exterior. Hacía poco, el día
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Germiniano González
que se perdió el Equipo Epsilon, un meteorito
cruzó las cercanías de Marte perdiéndose, posiblemente, contra el satélite de la Tierra. Otros
dos asteroides tenían una órbita irregular que
habrían de pasar pronto cerca de ellos.
Dos horas más tarde:
-Medas, casi me felicito.
-¿Y eso?
-He terminado el primer capítulo y lo he
titulado “La salida de Centauri”.
-Bien. ¿Y puedo saber si cuentas o falseas la
realidad?
-Cuento la realidad, Medas, la realidad.
-¿La nuestra o los deseos del Gran Jefe de
dominar el cosmos?
-Hoy, he relatado nuestra realidad.
-¿Lo nuestro? Tú sabrás. Me parece poco
importante.
-No pienso así. Y además, espero que al
Gran Jefe le llegue un día lo que dos sabios
menospreciados fueron capaces de hacer.
-Me asustas, Andro, pero quizás otros sí
aprecien nuestro modo de ser. Vamos, suelta
ya qué has resumido en tu historia.
-La verdad, que nuestra sabiduría no les
bastaba y que nos enviaron lejos por ser una
pareja, en cierto sentido, comprometida. No
querían en su civilización la convivencia de
dos machos; uno, Medas, mutilado totalmente
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