Download Sudor es la serie con la que sintetizo mi vivencia de la fiesta del teatro
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Sudor. Pasión, concentración, tensión, cansancio es lo que refleja el rostro del Conde Enrique, de Fronsine, de Cyrano, de Tirteo, de Don Juan. Bajo su piel el actor y su trabajo, los verdaderos protagonistas de esta serie. Para ello he retratado a Carmen, a José, a Marisol, a Steven, a los actores antes de las obras, relajados y sin estar poseídos por el personaje y, también, en el preciso momento en que abandonan el escenario con la fatiga en su semblante, las pieles enrojecidas, el vestuario y el maquillaje más descompuesto, sudorosos, con la mirada perdida todavía ensimismados en su papel, en esa transición al “yo”. Todo un privilegio el poder sumergirme entre bastidores y ver como se teje la obra. Observar con la licencia y la tranquilidad que otorga el estar “dentro” viniendo de “fuera” de este ambiente -aunque siempre se está en alguno- la actividad silenciosa y en penumbra tras el telón. La figura del regidor, la complicidad y el respeto que supone la contrarreloj en los cambios de atrezzo, el retoque del maquillaje, a veces a sí mismos, otras con más recursos en manos del maquillador, del peluquero y demás equipo artístico. Puede decirse que prácticamente en todas las compañías prevalece en el ambiente un gran compañerismo y la interrelación de todas las partes, también cariño. Conscientes de que cada actuación es un trabajo totalmente en equipo. La obra empieza mucho antes de que las luces se enciendan al público, incluso horas previas de juegos, de meditación, de concentración, de estiramientos, de calentamiento de la voz. Y la caracterización. Pero justo antes de salir a escena e iniciar la actuación, la compañía se funde en un gran abrazo, animándose y apoyándose entre nervios y alegría. No podía evitar en cada ocasión el evocar aquello de... ”¡Mosqueteros! todos a una!”. La actuación como fiesta, como tiempo deseado. El Teatro está vivo y da vida, y como tal hay mil maneras de entenderlo. Actitudes y aptitudes muy diferentes. Los que viven esta expresión como un crecimiento individual pero amantes de estar en su universo: la compañía. Unos con más experiencia, pericia o figura, pero sabiendo que el trabajo en equipo es lo que hace que funcione, y de paso vivirlo con más placer y alegría. O los divos, más tristes y solitarios, con esa pizca de mediocridad humana que conduce a la soledad. Otros con menos dosis de pasión y algo más de trabajo. En ocasiones, también el escepticismo por la dureza y complejidad del camino. Pero ante todo y como todo arte: vocacional. Personalmente, uno de los aspectos más enriquecedores y que te crea adicción es el lujo de poder ver las obras en dos representaciones seguidas para poder percibir sus “humanidades”. Leer esas pequeñas diferencias más o menos sutiles entre actuaciones que hacen latir el escenario. Esperando ver la alegría y la satisfacción en sus rostros y felicitarse tras una actuación más redonda que otra. Expanden felicidad. Y lo consiguen. He tenido la fortuna de que los actores han estimado desde un principio la idea del proyecto y se han prestado para ser retratados, muchos más de los que conforman la serie Sudor. Dada la cantidad de intérpretes que mueve un festival de esta envergadura ya partía con un límite de personajes y, sin duda, no están todos plasmados físicamente pero espero que mi trabajo refleje el valor, la intensidad y la esencia del colectivo Actor/Actriz. El esfuerzo que supone el Teatro ya lo conocía, pero esta iniciativa ha hecho que lo valore más y con más ternura. He aprendido mucho y he disfrutado más. Un placer vivir esta fiesta del teatro en Olite, escenario en sí mismo, con la tranquilidad que ofrece el estar en un espacio con dimensiones a la medida del hombre, tan a menudo olvidadas. Gracias Olite. © Carma Casulá 2007 LOS TERRITORIOS DEL TEATRO La obra teatral no es nunca una reproducción fiel de la realidad, se basa en un trabajo de síntesis de pequeños aspectos de la vida, el drama, el humor, la tragedia, los celos, las emociones…, la vida se condensa en un intencionado y acelerado ritmo. Es este juego de paralelismos que hemos planteado con este trabajo, la fotografía acompaña perfectamente al teatro en casa condensación, en esa necesidad de expresar la vida en un escenario, en cualquier formato. Ambos son aspectos que se atreven a condensar y acotar pequeños momentos. El teatro es seguramente el lenguaje más antiguo que retrata al ser humano en acción y nos lleva a través de los disfraces, máscaras y luces a un mundo reversible. Pero el teatro ensaya, un actor detrás de esa magnífica espontaneidad debe dominar a la perfección el juego artístico que el escenario procura. En cierto modo la fotografía, que no tiene espacio para el ensayo y la repetición, sí que sabe deslizarse por el juego. Carma Casulá lo sabe y ha querido descubrirlo. Somete a los actores a un espacio de desnudez desgarrada, a un aplauso visual de ese esfuerzo que supuso el subirse a las tablas para, valiéndose de la síntesis de la imagen fotográfica, en el primer retrato reta a un “¿a que no te atreves a hacerlo?”… y en un segundo retrato el actor desafiante se lo muestra. El trabajo de Carma planteado como un pequeño juego expresivo en el que podríamos imaginarnos, viendo las imágenes, que pasó cuando no lo vimos y en ese afán suyo de convertirse en el personaje que retrata, relata en dos secuencias el tiempo de la representación, con el poder que tiene la imagen, congela el tiempo vital de los actores. (…) © Carolina Martínez, comisaria Los territorios del Teatro 2007