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RELACIONES INTERNACIONALES I RELIGIONES PÚBLICAS EN EL MUNDO MODERNO JOSÉ CASANOVA RIZIK, J. y UGARTE, E. Miércoles 09 de Julio de 2008 Resumen y crítica del texto, preparados para se expuestos en la cátedra de Relaciones Internacionales I del Magíster en Estudios Internacionales. INTRODUCCIÓN En una reconsideración radical de la relación entre la religión y la modernidad, José Casanova, en su texto Religiones Públicas en el Mundo Moderno, evalúa de las funciones que las religiones pueden desempeñar en la esfera pública de las sociedades modernas. Durante la década del 80’, las tradiciones religiosas de todo el mundo, desde el fundamentalismo islámico a la teología de la liberación católica, comenzaron a hacer su camino, a menudo con fuerza, fuera de la esfera privada e inserta en la vida pública, causando la "desprivatización" de la religión en la vida contemporánea. Las instituciones religiosas dejan de ser meras instituciones de administración de la atención pastoral a las almas individuales, acentuando su rol como fuerzas políticas y sociales, planteando preguntas acerca de las reivindicaciones de entidades como las naciones y los mercados a ser "valor neutro", y agotando las tradicionales conexiones de empresas privadas y públicas la moralidad. En su libro, Casanova analiza cinco casos de dos tradiciones religiosas (catolicismo y protestantismo) en cuatro países (España, Polonia, Brasil y los Estados Unidos). Estos casos analizan el papel de la modernidad y la secularización en los movimientos religiosos en todo el mundo. Así, se amplía nuestra comprensión del cada vez más importante papel que juega la religión en la construcción en curso del mundo moderno. José Casanova es Profesor de Sociología en la New School for Social Research (Nueva York) desde 1987. Ha publicado en las áreas de teoría sociológica, religión y política, migración trasnacional y globalización. Su trabajo más importante es Public Religions in the Modern World (Chicago, 1994), obra traducida a japonés, español, italiano, polaco, árabe y, próximamente, indonesio. Actualmente es Fellow en la Wissenschaftskolleg zu Berlin. RESUMEN: “RELIGIONES PÚBLICAS EN EL MUNDO MODERNO”. Capítulo 6 “El protestantismo Evangélico: De Religión Civil a secta fundamentalista y de esta a la nueva derecha cristiana”1. Los tres procesos de secularización en Estados Unidos Primero: Época de la Independencia, fines del siglo XVIII. Se erige un “muro de separación” entre el Estado y las iglesias protestantes. Se protege la libertad religiosa de manera constitucional, por lo que se expandieron las iglesias en un “mosaico enmarañado”. Hacia 1830 el protestantismo evangélico se había convertido en la religión pública en el país. La libertad religiosa consagrada en el Estatuto de Virginia y, luego, en la Primera Enmienda adquirieren enorme importancia. Además, la distribución territorial y el tamaño similar de las tres más importantes iglesias coloniales en el momento de la independencia impidieron el establecimiento de cualquier iglesia en el ámbito nacional. Se creó una realidad en la que la progresiva sacralización de la Constitución pudo contrarrestar el abismo entre el pays real y el pays constitutionel, resistir las cruzadas protestantes para incluir a dios o Cristo en la constitución, definir a EEUU como nación cristiana y proteger al cristianismo como ley común del país. En las universidades protestantes se produce una amalgama entre calvinistas, realismo lógico escocés y religión evangélica del corazón, manteniendo su hegemonía cultural hasta el último cuarto del siglo XIX. Esta hegemonía se traspasó también a la enseñanza primaria, escuelas dominicales, medios de comunicación social y movimientos sociales de reforma moral y social. Segundo: Guerra Civil. La guerra y la posguerra propiciaron las condiciones para el surgimiento de un proceso de industrialización capitalista y urbanización, que cambió la sociedad prebélica. Los colegios mayores y universidades protestantes abandonaron la educación teológica y se dedicaron a la especialización académica y científica. El protestantismo evangélico, en todo caso, no puso mucho empeño en conquistar el mundo urbano, el cual le parecía extraño y peligroso. Cesó en su esfuerzo por entrar a ese mundo y se resignó sólo a la salvación de las almas. Las masas de inmigrantes, además, no estaban en la misma línea que ellos. Los intentos de hegemonía cultural protestante en el mundo urbano, además, se vieron obstruidos por las divisiones internas. Por lo demás, la guerra anticipó esta doble división 1 Casanova, José. “RELIGIONES PÚBLICAS EN EL MUNDO MODERNO”. Madrid, España, 1994. Editorial PCP. interna en el seno del protestantismo americano. El protestantismo evangélico se convirtió en la religión civil del sur sin discusión. El protestantismo americano siempre ha tenido que convivir con la tensión originada por los varios intentos de integrar sus cuatro componentes primarios. El calvinismo puritano de Nueva Inglaterra; la tradición baptista disidente y separatista; el presbiterianismo escocés y su transformación en la teología de Princeton; y la contribución evangélica, pragmática, individualista, perfeccionista y universalista del metodismo al protestantismo americano. La guerra civil reforzó las direcciones distintas. La añeja religión del sur cada vez recelaba más de los enredos del mundo, justificando teológicamente tal posición en la tradición baptista de estricta separación entre Iglesia y Estado. El triunfante protestantismo yanqui se entregó cada vez más a la fe postmilenaria en la realización progresiva del milenio y en el destino manifiesto de la América cristiana. El fundamentalismo protestante surgió en el cambio de siglo como reacción antimodernista contra la “segunda separación”: contra la separación del evangelismo de las principales iglesias del naciente protestantismo liberal, contra la separación del protestantismo de la educación americana, y contra la separación de la ética protestante de la vida pública americana. El fundamentalismo sufrió el descrédito y la pérdida de apoyo al incidir, en los años 20 del siglo pasado, una cruzada antimodernista y antievolucionista. Junto al pentecostalismo y otras sectas evangélicas, el fundamentalismo había pasado a ser la religión de los desheredados. El evangelismo protestante había dejado de ser la religión civil pública de la sociedad americana. Según Will Herberg, a mediados de los años cincuenta, protestantes, católicos y judíos se habían convertido en las tres denominaciones de una nueva religión civil americana, que tenía como núcleo moral y doctrinal la ética protestante y la fe en el papel milenarista de América. Tercero: mediados de los años sesenta. Durante la década del 60’ había numerosas señales de que estaba en marcha una “tercera separación”, la separación del protestantismo del modo de vida americano. De ahora en adelante, el “modo de vida americano” se caracterizará por la pluralidad de modos de vida, por lo que se llamará denominacionismo moral. Aún así, los cismas periódicos y una estricta separación de los evangélicos apóstatas y del mundo se convirtieron en prósperas técnicas de mercado y en estrategias de diferenciación de sus productos. Surgieron con fuerza los telepredicadores. A mediados de los años 70’ el negocio estaba en auge, Estados Unidos volvió a tener un presidente evangélico y los empresarios de la Nueva Derecha vieron una oportunidad dorada para llevar a cabo una revolución conservadora por medio de la movilización de una derecha religiosa transdenominacional. Surgió, así, en 1979 la Mayoría Moral, dirigida por Jerry Falwell, la principal organización del movimiento social de la Nueva Derecha Cristiana. Justamente este personaje es el autor de dos obras fundamentales para comprender la tradición del fundamentalismo. The Fundamentalist Phenomenon, de 1981, y, sobre todo, Listen America!. Éste último es considerado un manifiesto del líder de Mayoría Moral, en donde el autor presenta una visión del mundo, sus quejas, motivaciones e intenciones. Intenta demostrar que ha sucedido algo radicalmente nuevo, que los acontecimientos históricos nuevos están cambiando el pecaminoso mundo exterior hasta hacerlo irreconocible. Los fundamentalistas, y la antigua mayoría silenciosa, deberían actuar conjuntamente para invertir las tendencias históricas antes de que fuera demasiado tarde. Su diagnóstico de la situación actual caracterizada por la creciente diferenciación de moralidad y legalidad, por relativismos culturales y morales, por una pluralidad de estilos de vida y por la crisis de los valores sobre los que se asienta la sociedad, es totalmente consecuente con las teorías clásicas de la modernidad cultural y con las más recientes teorías de la posmodernidad. Desde esta perspectiva, la movilización política del fundamentalismo protestante y su organización en la Nueva Derecha Americana debe verse como un típico movimiento defensivo para proteger al mundo aislado del fundamentalismo de las amenazas externas. Es una cuestión de supervivencia. Cuando se hace evidente que un mero ataque defensivo no es ya suficiente es cuando el proyecto de restauración se convierte en algo distinto, o en una contrarrevolución o en un compromiso público en la construcción de nuevas estructuras normativas comunes. El fundamentalismo, en este momento, deja de ser un enclave religioso privado y separado y vuelve a entrar en la vida pública como una religión pública con demandas sobre la esfera pública de la sociedad civil. El impacto público de la des-privatización del fundamentalismo protestante La amenaza de la restauración No cabe duda de que el proyecto político del fundamentalismo movilizado incluía algún tipo de restauración. El restablecimiento de una teocracia cristiana. La corriente principal del fundamentalismo protestante que movilizó la Mayoría Moral ha descartado cualquier intención teocrática y ha proclamado su sagrado respeto por la Constitución y por los principios de la separación Iglesia-Estado y del libre ejercicio de la religión. Carecen del poder y número, en todo caso, para atacar los principios de las cláusulas religiosas de la Primera Enmienda. El fundamentalismo protestante no desea ni podría ser una Iglesia oficial. El establecimiento del protestantismo como religión civil. Los cimientos reales de la Mayoría Moral como coalición judeocristiana transdenominacional que quiere incluir, en palabras de Falwell, a “católicos, judíos, protestantes, mormones, fundamentalistas”, parecen indicar que Falwell no creía que el restablecimiento hoy de la hegemonía protestante como en el siglo XIX fuera posible o deseable. Solo si pudiera unirse una mayoría tal de conservadores religiosos y americanos “morales”, estarían justificados los temores de quienes sienten que, sea lo que sea lo que acarree, la separación legalmente protegida de la ética protestante de la sociedad civil americana constituye una ganancia de libertades civiles. El restablecimiento de la ética protestante como el modo de vida americano. Que el restablecimiento de la moral protestante y del tradicional modo de vida americano forma el núcleo del proyecto de restauración fundamentalista se desprende de sus declaraciones y de los objetivos públicamente declarados del movimiento. La esperanza de un despertar religioso ¿Otro gran despertar? El mero hecho de que se suscite el tema de un nuevo despertar religioso indica que quizá los intelectuales americanos compartan algunos supuestos centrales y esperanzas con los revivalistas evangélicos, esperan con seguridad que otro tipo de religión civil, no el protestantismo evangélico, desempeñe este papel. No obstante, la sorprendente conclusión de que Estados Unidos necesite o vaya a experimentar un despertar y de que este despertar pueda volver a dar forma a una religión civil americana está ahí. ¿El resurgir del protestantismo evangélico? La reaparición pública del fundamentalismo protestante formó parte de un resurgir evangélico más amplio y polivalente. Se detectan tres direcciones, un tanto divergentes pero no incompatibles. La primera es la posición central de los fundamentalistas dentro del amplio abanico del protestantismo evangélico conservador; la segunda tendencia es el proceso de liberalización, secularización y acomodación a la modernidad del protestantismo evangélico, persistentemente acumulativo y, por último; una tendencia a más largo plazo detectada por algunos observadores, “una gran inversión” de una postura de separación privada e indiferencia a la postura alterna de participación pública y preocupación por el mundo. CRÍTICA En primer lugar consideramos que el texto tiene una carencia de forma, ya que el autor no hace algún tipo de definición de cada uno de los movimientos religioso que aborda, lo que permitiría una mejor comprensión, no sólo de las diferencias entre cada iglesia y el rol que cada una desempeñó en la construcción de la nación, la religiosidad publica y el desarrollo del fundamentalismo en el siglo XX. Otro elemento a considerar, son los cambios culturales experimentados por la sociedad norteamericana durante el período de guerra fría y las influencias que tuvieron estos en los cambios vividos por los fundamentalismos en esta época. Podríamos decir que el autor atribuye a causas internas las transformaciones vividas por el protestantismo, dejando de lado los procesos externos. Casanova no establece con claridad la relación que existe entre los procesos de transformación interna del fundamentalismo protestante, por un lado, y su relación con los cambios sociales experimentados por la sociedad norteamericana tras la Segunda Guerra Mundial. Uno podría deducir que la intención del autor, al explicar el fenómeno de La Mayoría Moral dentro de un determinado contexto, es desarrollar una reafirmación defensiva de la identidad cultural Norteamericana frente a la amenaza laica. Para algunos autores la identidad se presenta como un constructo referido a la sensación de un yo permanente “que perdura a través de los tiempos, a pesar de cambios accidentales, la adscripción a una categoría o al sentimiento de pertenencia a uno u otro grupo”2; es decir, independiente de si pierdo mis piernas, comienzo a militar en un partido político o pierdo la nacionalidad, mi identidad no se verá alterada. La identidad trasciende las caracterizaciones. Sin embargo, esa entidad también se concreta en lo real por medio de las acciones que lleva a cabo el individuo biológico que es el sujeto de aquella entidad. Parece contradictorio si lo unimos a lo anterior, pero es bastante lógico. Identidad proviene de la combinación en latín de idem y entitas, lo que significaría la misma entidad a través del tiempo. Pero también se le puede atribuir su origen castellano a la palabra identidem que significa una y otra vez igual. Es desde el origen de la palabra identidad que encontramos el sentido de inalterabilidad de la condición de identidad. Para Tomás Moulián el sentido de la identidad recae en la construcción que se hace a partir de la dialéctica (a partir del razonamiento de los sujetos) un proceso desde el cual los sujetos, ya sea desde un ámbito particular o colectivo, van definiendo sus metas, sus valores, sus normas, reglas, etcétera. En fin, de cómo los sujetos definen su proyecto de vida. La identidad no tiene una sola dimensión, sino que varios ejes como, por ejemplo, el género, la clase social, la historia, y la música, entre otros. "Por lo tanto, la identidad es el acto de afirmación cultural de un sujeto social o individual”3. Desde nuestra óptica, la amenaza laica que enfrentaría la sociedad Norteamericana de la posguerra estaría encasillada en el comunismo, representado por la Unión Soviética y su tradición atea impuesta por el Estado, que lo diferencia de la tradición laica de los Estados Unidos y su religiosidad civil. Ante esta amenaza la sociedad estadounidense no hace más que reforzar la identidad norteamericana, a través de la exaltación de sus valores y raíces morales, donde el protestantismo evangélico lleva la batuta. A nuestro entender, la forma tomada por las organizaciones protestantes evangélicas norteamericanas estarán en sintonía con la lógica de los movimientos sociales, tan característicos de la modernidad y de nuestro continente. Según Alain Touraine, los movimientos sociales contemporáneos no son sino un conjunto cambiante de debates, tensiones y desgarramientos internos entre la expresión de la base y los proyectos políticos de los dirigentes. De hecho, las contradicciones internas de la acción colectiva, que observaba Touraine, son el resultado de una fuerza que se desplaza al interior 2 Rosa, Alberto; Bellelli Guglielmo; Bakhurst David; “Representaciones del Pasado, cultura personal e identidad nacional”; En Rosa, Alberto y otros. Memoria Colectiva e Identidad Nacional; Madrid, España; Biblioteca Nueva, 2000. Pág. 42 3 Moulián, Tomás Chile Actual. Anatomía de un mito. LOM Ediciones. Santiago de Chile, 1997. Pág. 62. de una arena de cuatro vértices: la identificación de sus reivindicaciones, los principios de identidad, de oposición (germen inherente de conflictualidad) y de totalidad. Estos vértices se pueden definir de la siguiente forma: (a) Identificación de sus reivindicaciones: vale decir las demandas específicas de los miembros del movimiento -no hay movimiento social si no hay demandas que ese movimiento expresa (independientemente de cómo las exprese); (b) El principio de identidad: constituye la base sobre la cual se sustentan las reivindicaciones del movimiento; sin este principio es imposible que esas reivindicaciones traspasen la frontera de las aspiraciones individuales y se constituyan en la demanda colectiva del movimiento como sujeto social; (c) El principio de la oposición: constituye la base sobre la cual se define al adversario; identifica así el destinatario de la reivindación o demanda colectiva del movimiento, siendo éste el germen inherente de conflictualidad que marca el desarrollo de todo movimiento social; y (d) El principio de totalidad: constituye la referencia del movimiento al sujeto histórico (la sociedad como totalidad en acto, según se ha visto más arriba), referencia que permite perfilar la forma de solución "justa" o "humana" que constituye la "propuesta" del movimiento social; esa propuesta es siempre societal (independientemente del grado de conciencia de ello que tengan los miembros del movimiento).4 4 ATRIA, Raúl. El accionalismo de Touraine: El actor social como sujeto histórico. Apuntes de Clase curso teoría sociológica. p. 18. ANEXO COMPOSICIÓN CONFESIONAL DE LOS ESTADOS UNIDOS SEGÚN CENSO 2001