Download mis memorias en espaa - Asociación de Militares Españoles
Document related concepts
no text concepts found
Transcript
MIS MEMORIAS DE ESPAÑA por Kajetan Wojciechowski Editores JAN STANISŁAW CIECHANOWSKI CRISTINA GONZÁLEZ CAIZÁN JAN KIENIEWICZ ANDRZEJ ZIÓŁKOWSKI Asesor Militar JUAN JOSÉ SAÑUDO BAYÓN Traducción de ANNA GIBERT MONTALÀ JAN STANISŁAW CIECHANOWSKI CRISTINA GONZÁLEZ CAIZÁN Madrid 2008 INDICE Don Kajetan en España ....................................................................................... El regimiento de lanceros del Vístula .................................................................. Nota editorial....................................................................................................... Mis memorias de España..................................................................................... Indice onomástico............................................................................................... Indice toponímico............................................................................................... 2 DON KAJETAN EN ESPAÑA “Como oficial del ejército francés, tomé parte en el sitio de Zaragoza. Unos días después de la toma de la ciudad, habiéndome alejado hasta un lugar un poco apartado, divisé una casita bastante bien construida, que al pronto pensé no habría sido visitada por ningún francés” 1 . Como sabemos, el oficial tan sólo encontró en la casa devastada unas libretas escritas, aunque esto no es lo más relevante. En este caso, lo interesante es que este oficial no era francés. Cabe pensar que Jan Potocki hizo protagonista de la historia al militar polaco. También podemos imaginarnos que el oficial era alguien como Kajetan Wojciechowski, el autor de las memorias que ahora presentamos al lector español. La presencia de extranjeros en el Ejército napoleónico no es ninguna sorpresa, pues es sabido que en él prestaron servicio hombres de toda Europa. Sin embargo, en el caso de Zaragoza, la presencia de polacos es emblemática. En los dos asedios a la ciudad tomaron parte varios miles de polacos de la célebre Legión del Vístula. También estuvieron presentes polacos del regimiento de lanceros del Vístula, conocidos más tarde, para lo bueno y para lo malo, como los infiernos picadores. Debemos decir de dónde y por qué llegaron a tierras españolas. Los polacos siempre han considerado su participación en esa guerra como una cuestión personal, motivada por la trágica fortuna de su Patria. Y así era en más de una ocasión. Sin embargo, la presencia de polacos en España tenía en el mejor de los casos cierto sentido político. Los destacamentos polacos en el Ejército de Napoleón no conformaban unidades independientes, sino que estaban bajo el mando francés y al sueldo de los franceses. Desde todos los puntos de vista estos soldados eran mercenarios. Salvo su visión particular. ¿O quizá sólo se lo pareció a sus descendientes? Esto debe ser narrado en un orden concreto. El lector español tiene a su disposición dos libros de historia de Polonia, con los que puede entender cómo sobrevino la participación polaca en los hechos de hace doscientos años 2 . También 1 Potocki, Jan. Manuscrito encontrado en Zaragoza, Madrid, 1989, pág. 27. Kieniewicz, Jan. Historia de Polonia, México, 2001; Łukowski, Jerzy y Zawadzki, Hubert. Historia de Polonia, Madrid, 2002. 2 3 puede valerse de una recién editada recopilación de relatos polacos de los tiempos de esa guerra 3 . Sin embargo, en el mercado español no hay ningún estudio más detallado sobre esa historia en concreto que, no obstante, tampoco es del todo conocida desde la perspectiva polaca 4 . Justo ahora empiezan a realizarse estudios para una nueva presentación, objetiva y completa, de las hazañas de los polacos en España durante la Guerra de la Independencia. Se trata de analizar dichos acontecimientos desde todos los lados del conflicto, y puede que de confrontar imágenes totalmente incongruentes. En tiempos de la Guerra de la Independencia, el Estado polaco, es decir, la Rzeczpospolita (República, del latín Respublica), ya no existía. Se la denominaba así porque su régimen era más republicano que monárquico, y también porque era un estado de la nación de los nobles. Era una cosa común de esa nación, de la cual asumía toda la responsabilidad 5 . La Respublica era en su tiempo un gran estado, aunque no disponía de una potencia militar y financiera comparable a las del Imperio de los Habsburgo, Francia o España. Sin embargo, ya desde principios del siglo XVIII, la República dependía de Rusia, que aspiraba a una total subordinación de ésta. En 1795, el último de los tres repartos de Polonia borró a este estado de la escena política europea. Tierras y población fueron repartidas entre tres potencias, que dominaban por completo el centro y el este del continente. Rusia, Prusia y Austria acordaron que Polonia nunca recuperaría el estatus de estado y que como mucho se quedaría en un concepto etnográfico. Mientras tanto, precisamente a finales del siglo XVIII, en tiempos de máxima decadencia, entre los polacos emergió el anhelo de llevar a cabo unas reformas en el país que le aseguraran la soberanía. Subyugada, Polonia empezó a vivir no sólo con el recuerdo de las guerras perdidas y de las insurrecciones en defensa de su independencia, sino también con la convicción de tener el programa para su renacimiento, recogido en la Constitución aprobada el 3 de mayo de 1791. La Constitución de mayo se adelantó en tres meses a la constitución francesa. En Polonia no estalló la revolución, pero los 3 Soldados polacos en España durante la Guerra de la Independencia Española (1808-1814), eds. Fernando Presa González; Grzegorz Bąk; Agnieszka Matyjaszczyk Grenda y Roberto Monforte Dupret, Madrid, 2004. Contiene los relatos de Andrzej Daleki (del noveno regimiento de infantería del Ducado de Varsovia), Józef Mroziński (del primer regimiento de infantería de la Legión del Vístula) y fragmentos de las memorias de Stanisław Broekere (también del noveno regimiento del Ducado). Además este libro cuenta con una amplia introducción y bibliografía. 4 Véase Fijałkowski, Wiesław Felix. La intervención de tropas polacas en los Sitios de Zaragoza, Zaragoza, 1997. 5 Kieniewicz, J. Libertad, propiedad y poder del Estado en el centro y oriente de la Europa Moderna, en Estructuras y formas del poder en la historia, Salamanca, 1991, págs. 89-103. 4 cambios preconcebidos calaron muy hondo 6 . Polonia esperaba que la resistencia opuesta entonces a los enemigos de Francia le brindarían su apoyo y comprensión. Nada más lejos de la realidad. Los revolucionarios no pensaban apoyar, ni tan siquiera verbalmente, los proyectos que no rompieran con la idea de la monarquía, con la Iglesia y el Antiguo Régimen. Polonia no era un aliado potencial, y menos aún un socio para una Francia que desde 1793 estaba en guerra con las sucesivas coaliciones monárquicas 7 . Nos podríamos preguntar por qué unos años más tarde en las tierras polacas gobernadas por austriacos, prusianos y rusos surgió un movimiento tan generalizado de cooperación con Francia. El emperador Napoleón Bonaparte no tenía la menor intención de resucitar Polonia, hacia la cual albergaba los prejuicios característicos de la Ilustración. Cuando las victorias en Jena y Auerstädt no resultaron decisivas y entró en conflicto con el zar Alejandro I, que apoyaba al rey Federico Guillermo, Napoleón utilizó la cuestión polaca como moneda de cambio. Como consecuencia del tratado de Tilsit surgió el Ducado de Varsovia. Contó con un duque sajón como gobernante, la Constitución dictada por Napoleón en Dresde y unas cargas económicas sin precedentes a favor del Ejército francés. Esta forma de estado-enano, que suponía una ínfima y medio soberana concesión, enardeció sin embargo las esperanzas de los polacos, que estaban dispuestos a pelearse donde fuera y con quien fuera para que esas esperanzas durasen y se cumpliesen. Retrocedamos diez años. En tiempos de las guerras con Austria, en Italia el general Bonaparte mostró su predisposición a apoyar la idea de las legiones polacas, en las cuales debían rendir servicio emigrantes y numerosos prisioneros de guerra polacos del Ejército austriaco. Estas legiones cantaban “marcha, marcha Dąbrowski, de la tierra italiana a Polonia”, y el ejemplo de cómo debían obtener la victoria se lo daba Bonaparte. No es nada común que un comandante y soberano ajeno encuentre lugar en el himno nacional de otro país. Así es en Polonia. La canción de las legiones polacas que se ensangrentaron en innumerables batallas en Italia, a orillas del Rin o incluso en Santo Domingo se convirtió en la consigna de los patriotas y sigue siendo el himno nacional. 6 Véase ídem, La burguesía polaca a finales del Antiguo Régimen, en La Burguesía Española en la Edad Moderna, v. III, Valladolid, 1996, págs. 1.169-1.176. 7 Véase ídem, Del levantamiento popular a la insurrección nacional. Experiencia polaca a finales del Antiguo Régimen, en El Dos de Mayo y sus Precedentes, ed. Luis Miguel Enciso, Madrid, 1992, págs. 171-178. 5 En estos tiempos en que los polacos lucharon bajo los estandartes de las repúblicas de Lombardía, Cisalpina, Romana, Bátava, de la Francia del consulado y del imperio nació el regimiento de caballería en cuya suerte se centra el presente relato. Eran lanceros (ulanos), una formación de caballería típica polaca. Los lanceros, es decir, soldados de la caballería ligera que usaban lanzas y sables, provienen de una larga tradición oriental, más concretamente de la tártara. En la época napoleónica, esta forma de lucha de la caballería causó furor, pero parece que no había lanceros que tuvieran parangón con el modelo polaco. Los lanceros eran ejemplo de las virtudes caballerescas y las actitudes patrióticas, una encarnación del imaginario polaco. El autor de las presentes memorias era precisamente uno de estos lanceros, soldado del regimiento de lanceros de la Legión del Vístula. Este regimiento se formó en Italia en 1799. Su cuerpo y sus oficiales procedían de esos tiempos. Un decreto de Napoleón del 5 de abril de 1807 instituyó las nuevas normas del regimiento de ulanos, llamados lanceros debido a sus lanzas, desconocidas en el Ejército francés. Eran soldados excelentemente entrenados en su arte, realmente letales, que en España se ganaron el apodo de “infiernos”. También ellos, claro está que en cierto grado, compartían la convicción de que este servicio militar, donde fuera que tuviese lugar, les serviría en última instancia para volver a la Patria. A una Patria algo mejor de la que habían dejado años atrás, donde muchos asuntos esperaban una solución. La caballería era una formación militar de clase alta. En la antigua Polonia la gente de procedencia noble constituía un gran porcentaje de la población, de manera ligeramente parecida a los reinos españoles del norte. La nobleza generalmente servía a caballo. A las filas de ulanos iban a parar burgueses y campesinos pero, como escribe Kajetan Wojciechowski, éste era un regimiento de nobleza pequeña y pobre. Estaban en dura competencia con el primer regimiento de chevau-légers (jinetes de la caballería ligera) de la Guardia Imperial, en la que servían la aristocracia y los acaudalados hijos de los terratenientes. La fama que reportó a los chevau-légers la carga contra la artillería española en los desfiladeros de Somosierra ensombreció los logros militares de los lanceros. Fueron sin embargo estos quienes, en las sucesivas campañas españolas, obtuvieron victorias muy significativas en batallas como las de Tudela, Ocaña, Talavera de la Reina y La Albuera. En esta terrible guerra se hicieron memorables por su ferocidad, pero también tenían en su seno un buen número de hombres inteligentes, preparados para reflexionar sobre su destino y sobre el sentido de lo que hacían en tierras ajenas. Wojciechowski es un buen ejemplo de ello. 6 Los polacos que luchaban en España tuvieron distintas experiencias e interpretaron su destino de diferente modo. Merece la pena advertir al lector de que sus relatos no sólo reflejan la concentración en cuanto a la causa de la propia nación, y tampoco son sólo pruebas que sirven para justificar su participación en una guerra que iba a quitar la libertad a otros. La importancia de estos textos no se limita, al fin y al cabo, a su papel en los procesos de creación de mitos y a la importancia del testimonio sobre acontecimientos tan destacados. Primero debemos fijarnos en que los polacos, siguiendo el ejemplo de los que tomaban parte en esa guerra, vivieron intensamente esta participación y sus consecuencias, y volverían a esa cuestión durante unos 150 años. Sin embargo pasan bastante desapercibidos para los españoles, y pocas veces se les distingue del resto de extranjeros que prestaron servicio a Napoleón. A los españoles les da igual la nacionalidad de los invasores, y aún más sus vacilaciones espirituales. Esta asimetría seguramente debería incitarnos a la reflexión. Sin embargo, lo más importante es percibir en estos testimonios de soldados la posibilidad de tender una mirada más amplia a la Guerra de la Independencia española. Los relatos ajenos, de naturaleza parcial y superficial, tienen la virtud de posibilitar una salida más allá del propio estereotipo nacional o patriótico. Los polacos, celosos de sus logros militares, se empeñaron en corregir las tergiversaciones presentes en la historiografía oficial francesa. No sólo perdió Bonaparte en España, sino también Francia. Siendo esto así, quién iba a dictar al mundo su versión de la historia española, ¿los franceses o los ingleses? Los polacos deseaban ser tenidos en cuenta, puesto que en el siglo XIX casi no tenían en su haber batallas ganadas ni otros logros militares. Destacaron en los campos de batalla de España. En algunas ocasiones fueron decisivos para la victoria o salvaron al Ejército de Napoleón de una derrota que parecía inevitable. Reivindicaban para si un lugar en la memoria, naturalmente en vano. Sin embargo, forjaron un gran mito que jugó un papel fundamental en los eternos debates de los polacos sobre su destino 8 . Quizás fueran un poco ridículos en la reivindicación del reconocimiento de su participación en la agresión, y ¿puede que a causa de esto fuesen aún más trágicos? Sin la participación de los polacos en esta guerra seguramente no existiría una obra tan significativa como Paralelo histórico entre España y Polonia en los siglos XVI, XVII y XVIII, escrita por Joachim Lelewel, el más eminente de los historiadores polacos 8 Kieniewicz, J. España en la mitología nacional polaca, en Estudios Hispánicos, Cracovia, 1988 (1), págs. 37-48. 7 de la primera mitad del siglo XIX. Esta obra asombra e incluso irrita a los españoles, pero abre en Polonia un gran capítulo de reflexión sobre España; una reflexión ideológica, política y social 9 . Una reflexión aún viva durante la Guerra Civil y la transición españolas. Se trata de un hecho bastante significativo para Polonia. Pero tiene importancia también en una mirada a la historia de Europa como un todo, y no sólo como una suma de destinos nacionales. Kajetan Wojciechowski (1786-1848) provenía de una familia medianamente acaudalada de propietarios rurales con una hacienda en la región de Santa Cruz. Tras el tercer reparto, esta zona de Polonia fue concedida a Austria, y por eso el autor escribe sobre el movimiento entre la juventud en Galitzia 10 . Tras las guerras napoleónicas, cuando regresó del cautiverio austriaco, sus propiedades quedaron en la parte de Polonia anexionada por los rusos. Wojciechowski no hizo carrera en el ejército, y en su vida tampoco llevó a cabo nada demasiado destacable. Como cuentan sus memorias, era un buen compañero, un soldado formal, pero también un hombre algo imprudente. En ningún caso se le puede subestimar. La cruz de la Legión de Honor por la batalla en La Albuera le pertenecía en justicia, y el grado de teniente seguro que respondía a sus capacidades. Es digno de mención que él o los jóvenes como él fecundaron el imaginario de los escritores que trataron en Polonia la problemática napoleónica. La figura clave para la trama “española” de la novela Cenizas de Stefan Żeromski, es decir, Krzysztof Cedro, se parece mucho a Kajetan Wojciechowski. El escritor, construyendo el panorama de las vicisitudes polacas, situó precisamente en el regimiento de lanceros del Vístula a su protagonista, un mozuelo de maneras de salón. Esto le permitió elaborar el contraste entre el chico y el hombre en que se convierte, y también chocar de frente con las realidades de la guerra. Fueron precisamente estos jóvenes de la nobleza medianamente acaudalada, pero fuertemente amarrados al honor, quienes se convirtieron en héroes del imaginario polaco. Obviamente Wojciechowski no experimenta en Zaragoza la aventura romántica, ni encuentra allí ocasión para reflexionar sobre el sentido o el sinsentido de 9 La obra de Joachim Lelewel, “Paralelo histórico entre España y Polonia en los siglos XVI, XVII y XVIII” (1831), ed. J. Kieniewicz, en Hispania. Revista Española de Historia, Madrid, 1991 (51), págs. 695-734. 10 Galitzia o Galicia (en alemán Galizien; en polaco Galicja), región de Europa centro-oriental, situada en la vertiente septentrional de la cordillera de los Cárpatos. El nombre de Galitzia lo introdujeron las autoridades austriacas para borrar el histórico nombre polaco de Pequeña Polonia y proviene del medieval ducado de Halicz, que en el idioma ruteno se pronuncia casi como Galicz. En 1772, como resultado de la primera partición de Polonia, pasó a formar parte del Imperio de los Habsburgo austriacos. En la actualidad Galitzia es parte del sureste de Polonia y del oeste de Ucrania. 8 la guerra, sino que llega a estas conclusiones mucho más tarde. Durante el asedio desempeñó un servicio de patrulla fatigosa para conseguir alimentos y forraje, y tan sólo una vez participó activamente en las luchas en la ciudad. El protagonista de Żeromski, en cambio, es colocado entre los lanceros destinados a ayudar en las tareas de asedio, lo que da pie a un significativo desarrollo del episodio llamado, no sin razón “ciudad heroica”. Los asedios de Zaragoza, en los que los regimientos polacos de infantería jugaron un papel fundamental, influyeron significativamente en la formación de la opinión polaca sobre la guerra que se estaba librando y sobre España misma 11 . Wojciechowski la muestra con gran sencillez. Sus confidencias sobre la guerra y los españoles son aún más interesantes por el hecho de tener un carácter poco refinado. El autor no se guía por ninguna filosofía ni erudición clásica. No recuerda Sagunto ni Numancia, o en todo caso no nos las menciona. No descartamos que en la escuela no atendiera demasiado a los autores latinos. Esto es muy importante, puesto que Don Kajetan hace sus declaraciones sobre la guerra española de manera totalmente espontánea, de corazón. Es un soldado y no piensa en su hogar, aunque cree en la fuerza protectora de la bendición materna. También se muestra francamente disgustado con la conducta de la soldadesca, a quien atribuye una parte significativa de responsabilidad del fracaso de esa guerra. Es curioso que, al contrario que otros narradores polacos posteriores, Wojciechowski no hace ninguna reflexión sobre las lecciones que la resistencia española podría dar a las aspiraciones de liberación polacas 12 . Es un pequeño elemento de la maquinaria de guerra que debe hacer realidad el proyecto político del emperador de los franceses. Durante largo tiempo cuenta con el hecho de que pronto acabará la campaña. Al final empieza a percibir que la guerra y sus reglas tan sólo forman el margen de la realidad. Verdaderamente se trataba de la ocupación de un país en el cual, si no todos sus habitantes se lanzaron a la lucha, sí que podemos afirmar que casi nadie favoreció a los ocupantes. Así es incluso cuando en algunos casos particulares se establecieron vínculos con los lugareños. Wojciechowski describe uno de esos casos precisamente en Zaragoza, donde, de vuelta a su país, se encontró al teniente Sulikowski, que se había casado con una española. En su casa, a los reproches de servir a la causa ajena contra 11 Extensos ejemplos de los relatos polacos los ofrece Fijałkowski en su obra (Fijałkowski, W.F. La intervención). Véase también el citado relato de Józef Mroziński El asedio y la defensa de Zaragoza en los años 1808-1809, en Soldados polacos, págs. 141-251. 12 De las cuales habla ampliamente Pruszyński, Ksawery. En España roja, Barcelona, 2007, págs. 306310. 9 los defensores de la propia tierra, Don Kajetan sólo suspiró profundamente. No podía responder de otra manera. Hay muchos motivos para editar este relato. Independientemente de sus valores informativos, o incluso artísticos, Mis memorias de España forman parte de importantes testimonios del pasado. Los hechos acontecidos durante esa guerra no sólo decidieron sobre el destino de millones de personas en toda Europa sino que también influyeron en los destinos de las naciones. Cosa que, sin duda alguna, podemos hacer extensible a los polacos. En las batallas en la península en realidad tomaron parte sólo unos 20.000 hombres que, por otro lado, representó un gran esfuerzo para el Ducado que justo comenzaba a formarse. La importancia de estos acontecimientos en la historia de Polonia no se limita, no obstante, a una leyenda o a la mitología nacional. En realidad España decidió la ruina de la concepción napoleónica de Europa, a la cuál Polonia había ligado sus esperanzas. Los polacos actuaron de tal manera porque nadie más tenía ninguna proposición para ellos, ni siquiera les daban esperanzas. El orden napoleónico les pareció una oportunidad para tal reconstrucción de la escena política europea que rompería la alianza de las potencias repartidoras. En el siglo XIX, la derrota de Napoleón llevó a la cuarta partición de Polonia en el Congreso de Viena. En una nueva Europa en la cual Polonia ya no era necesaria. Merece la pena fijarse en que sobre esta guerra, tan decisiva en la historia de España, no sólo existen testimonios provenientes de los que actuaron en primer plano. Los documentos y la literatura sobre la Guerra de la Independencia fueron escritos en gran parte en francés e inglés. Se trata de testimonios subjetivos. En cambio, los testigos secundarios, desvinculados de los intereses de las potencias, muestran una capacidad de observación en extremo perspicaz, aunque quizá no del todo imparcial. Así son también las memorias de Don Kajetan. Jan Kieniewicz 10 EL REGIMIENTO DE LANCEROS DEL VÍSTULA Historia El regimiento de lanceros del Vístula fue la unidad más antigua de la caballería polaca durante la época napoleónica. El primer destacamento del regimiento (dos escuadrones) se formó en enero de 1799 dentro de la Legión Polaca en Italia, que luchaba por los intereses de Francia para recuperar la independencia de Polonia, con el nombre de regimiento de caballería de la Legión (al servicio de la República Cisalpina). Después fue mandado a luchar contra los insurrectos napolitanos. En la primavera del mismo año se le trasladó al frente del norte, donde desde mayo combatió a los ejércitos de la II coalición antifrancesa, entre otros en las batallas de Trebbia, Bosco y dos veces en Novi. A finales de 1799 y principios de 1800, por dificultades relacionadas con el mantenimiento de la caballería en la Legión, el general Jan Henryk Dąbrowski, creador de las Legiones Polacas, la pasó a la Legión del Danubio (al servicio de Francia), comandada por el general Karol Otton Kniaziewicz. El regimiento fue ampliado a cuatro escuadrones y llamado regimiento de caballería del Danubio, combatiendo, entre otros, en la batalla de Hohenlinden en Austria. En abril de 1801 el regimiento fue enviado a Toscana, donde ejercía de unidad de intervención y prevención, vigilando a los lugareños de la zona y combatiendo a la guerrilla antifrancesa y a los bandoleros. A finales de 1801, tras revelarse todas las cláusulas del tratado de Lunéville (concordado el 9 de febrero de 1801), los polacos que siempre pensaban en lo mismo, combatir dondequiera para acercar el día de la recuperación de la independencia de su patria- rechazaron la propuesta de pasar al servicio de Toscana. Existió el peligro de disolución del regimiento, pero al final fue forzado a aceptar entrar al servicio de la República de Italia. Desde abril de 1802 actuaba oficialmente bajo el nombre de I Regimento de Cacciatori a Cavallo Polacchi. En los años 1803-1805 luchó en Calabria, especializándose en combatir a los guerrilleros, una experiencia que luego le resultó muy útil en España. Protegió también las costas de la península Apenina ante el desembarco inglés. En noviembre de 1805, por poco tiempo fue retirado al sur y combatió a los austriacos en Castelfranco. En 11 enero de 1806, regresó a Calabria, actuando también en Apulia y Abruzos. En agosto de 1806 fue formalmente trasladado al servicio napolitano del rey José Bonaparte. Con el decreto del 5 de abril de 1807 el regimiento fue incluido a la nueva Legión Polaca al servicio de Francia (y no del Ducado de Varsovia como querían tanto oficiales como lanceros) y fue llamado a Polonia. La unidad, completada por reclutas y voluntarios de hasta 1.200 lanceros de línea, se organizaba y entrenaba en Silesia. El 11 de noviembre de 1807, con toda la Legión, llamada desde julio de 1807 Legión PolacoItaliana, el regimiento fue asignado al servicio de Westfalia bajo el reinado de Jerónimo Bonaparte. El 20 de marzo de 1808 la Legión pasó de nuevo al servicio de Francia, cambiando el nombre al de Legión del Vístula. El regimiento se convirtió entonces en el regimiento de lanceros de la Legión del Vístula. El 24 de junio de 1808, tras excluirlo de la Legión, se le llamó regimiento de lanceros del Vístula. El 7 de febrero de 1811 obtuvo el número uno, tras crearse el segundo regimiento de lanceros del Vístula, pero ya el 18 de junio de 1811 el nombre fue cambiado al séptimo regimiento de chevaulégers-lanceros de línea (7e régiment de chevau-légers lanciers de ligne). Desde el 1 de junio de 1808 hasta el 7 de enero de 1813 el regimiento operó en España, luchando como unidad para tareas especiales. Actuó en muchas partes del territorio español, sobre todo con los escuadrones delegados a varios cuerpos franceses en la península. Se encontraba en lucha continua contra la guerrilla, el ejército español y el cuerpo expedicionario inglés. Se distinguió por una furia especial en las cargas, pasando a ser llamados por los españoles como “los infiernos picadores”. A pesar de las cuatro órdenes emitidas por el emperador Napoleón, el regimiento no participó en la campaña contra Rusia de 1812, a excepción de un pelotón de lanceros de 60 caballos cogido desde el depósito del regimiento en Sedan, añadido al primer regimiento de chevau-légers de la Guardia Imperial. Este destacamento luchó, entre otros, en Bereziná durante la retirada. Una compañía de este escuadrón, retirada a Francia ya en junio de 1812, reforzada y ascendida a calidad de escuadrón, estuvo en Polonia. A la noticia de la derrota del ejército imperial en Rusia partió de enfrente de los restos de la Grande Armée y el 5 de diciembre de 1812 se encontró en Smorgonie con el regimiento de chevau-légers, que iba acompañado del mencionado pelotón. Los destacamentos unidos de lanceros, en alternancia con los chevau-légers, escoltaron a Napoleón que abandonaba al ejército imperial en el camino entre Oszmiana y Vilnius. Como resultado de las pérdidas por el frío, el escuadrón fue reducido a pelotón, luchó en la primera fase de la campaña sajona y después se reintegró al regimiento en Francia. 12 El regimiento de lanceros participó en la campaña sajona de 1813 y francesa de 1814 y fue disuelto ya en el Kutno polaco en diciembre de 1815. Durante los Cien Días de Napoleón se intentó formar al regimiento de nuevo en Soissons en la región de Picardía, compuesto por los lanceros, otros soldados que se quedaron en Francia y los esperados prisioneros de guerra polacos de los ejércitos aliados. Al regimiento no le dio tiempo de participar en la batalla de Waterloo. Después de la derrota, los destacamentos se retiraron hacia París. El 29 de junio de 1815, el regimiento fue la última unidad en formación del ejército que hacía el saludo militar cerca de Rambouillet (próximo a la capital) al emperador y la última unidad que luchó tras la segunda abdicación de Napoleón (en Sèvres en los alrededores de París el 2 de julio de 1815). La mayoría de los oficiales y de los soldados del regimiento no reconocieron la autoridad del zar ruso Alejandro I, por lo que no podían regresar a Polonia, eligiendo el exilio político. El regimiento fue disuelto por segunda vez el 27 de diciembre de 1815. Comandantes del regimiento El coronel Jan Konopka tomó posesión de la comandancia del regimiento en julio de 1807 y la desempeñó hasta mayo de 1809, cuando fue suspendido en sus funciones por la pérdida de los estandartes en la batalla de Yébenes. Durante su ausencia mandaron como suplentes los jefes de escuadrones siguientes: el jefe de escuadrón Andrzej Ruttié, en mayo y junio de 1809; el jefe de escuadrón Telesfor Kostanecki, en julio de 1809; el capitán/jefe de escuadrón Adam Hupet, en agosto de 1809 y otra vez Kostanecki (con pausas) desde septiembre de 1809 hasta agosto de 1810, cuando Konopka regresó. El coronel comandaba el regimiento hasta agosto de 1811, cuando pasó a la Guardia Imperial. El segundo comandante formal fue el coronel Ignacy Stokowski, que obtuvo la nominación el 13 de octubre de 1811, pero no llegó a España. Entre septiembre de 1811 y febrero de 1812 comandaba interinamente en el regimiento el comandante Ruttié y desde febrero de 1812 hasta enero de 1813 el coronel Feliks Dembiński. A finales de enero mandaba el regimiento el jefe de escuadrón Piotr Lenkiewicz, que lo llevó de Bayona a Sedan después del regreso de la unidad de España. En marzo o abril de 1813 Stokowski se puso al mando, pero cayó prisionero en junio cerca de Dresde. El tercer comandante nominal del regimiento fue el coronel Kazimierz Tański, que se puso al mando en julio de 1813 y en noviembre del mismo año marchó con el destacamento principal al cautiverio tras la capitulación de Dresde. Las compañías restantes las mandaba el comandante Hupet desde diciembre de 1813 13 hasta el final, en junio de 1814. Entre agosto y diciembre de 1814 Tański comandaba a los destacamentos del regimiento que se encontraban en Kutno en Polonia. En diciembre, el mes de la disolución final de la unidad en Kutno, las funciones de comandante las desempeñaba el capitán Maksymilian Niezabitowski, mientras que el regimiento creado de nuevo durante los Cien Días de Napoleón lo encabezaba el coronel Hupet que desempeñaba esta función entre abril y diciembre de 1815. 14 NOTA EDITORIAL Por falta de acceso al manuscrito original, publicamos Mis memorias de España basándonos en su primera edición del año 1845 13 . Esta obra apareció editada por la Redacción de la “Biblioteka Warszawska. Pismo poświęcone naukom, sztukom i przemysłowi” [Biblioteca Varsoviana. Revista dedicada a las ciencias, las artes y la industria] que con una periodicidad mensual, trataba temas de ciencia y literatura entre los años 1841 y 1914, siendo prácticamente hasta 1876 el único periódico científico en la antigua capital del Reino de Polonia independiente, en esos momentos bajo ocupación rusa. El editor de estas memorias fue el memorialista y escritor Leon Potocki “Bonawentura z Kochanowa” (1799-1864), hijo del general Stanisław Potocki. Ambos, padre e hijo, participaron en el levantamiento de noviembre de 1830. El general, que había servido como oficial en el Ejército del Ducado de Varsovia y ahora lo hacía en el llamado Reino de Polonia, se negó a encabezar los ejércitos de la insurrección y fue asesinado por los cadetes cuando pronunciaba un discurso contra el levantamiento. Por contra, Leon Potocki fue uno de los miembros de las autoridades insurreccionales y uno de los comandantes militares en Lituania y durante la defensa de Varsovia en 1831. Tras el fracaso del levantamiento, la autoridad rusa siguió ejerciendo su control sobre esta parte del antiguo territorio polaco. Leon Potocki desempeñó algunos puestos de responsabilidad dentro de este gobierno. Entre los años 1840 y 1848 fue jefe de la sección gubernamental de educación de la región de Varsovia y en 1841 cofundó la “Biblioteca Varsoviana”. Además, desde 1846 fue miembro del Departamento de Asuntos del Reino de Polonia en el Consejo de Estado ruso y desde 1857 gran maestro de la corte del zar. Potocki probablemente se limitó en la redacción de las memorias a poner unas cuantas notas a pie de página (omitidas en esta edición), aunque no podemos descartar su ingerencia en el texto. Potocki escribía: “Teniendo confiadas las memorias de España de Kajetan Wojciechowski, consideré mi deber editarlas a la luz pública. Los hechos descritos en ellas tienen ese valor especial que llevan consigo el sello de la verdad y más 13 Pamiętniki moje w Hiszpanii przez Kajetana Wojciechowskiego [Mis memorias de España por Kajetan Wojciechowski], ed. Leon Potocki, Varsovia, 1845. La edición posterior es Wojciechowski, K. Pamiętniki moje w Hiszpanii [Mis memorias en España], ed. Waldemar Łysiak, Varsovia, 1978. 15 de uno de mis lectores, encontrando en ellas el recuerdo sobre él mismo, va a recordar: y yo estuve allí” (pág. 1). No sabemos tampoco si la censura zarista intervino de alguna manera cuando dio su permiso para editar estas memorias. Este es un tema bastante importante, porque las autoridades zaristas tenían mucho interés en crear repugnancia entre los polacos a los tiempos de Napoleón y al esfuerzo militar polaco infructuoso. No cabe duda de que todas las memorias polacas aparecidas entre los años 30 y 40 del siglo XIX, con ese sentimiento de culpabilidad por haber participado en las aventuras napoleónicas, sobre todo en Santo Domingo y en España, debieron agradar a las autoridades rusas. Prácticamente no aparecían textos que abiertamente defendían las razones de haber participado en el esfuerzo militar al lado de Napoleón. Parece que esto no era sólo fruto de la época romántica polaca con sus corrientes e ideas políticas, sino también con una especie de intentos de manipular la realidad. Las memorias de Wojciechowski aparecieron en 1845. Cinco años después la misma “Biblioteca Varsoviana” publicó una obra anónima titulada Zaragoza en el año 1809 14 , un relato bastante brutal sobre las hazañas de los polacos en España (por ejemplo los polacos aparecen intentando violar monjas en Zaragoza, hecho no confirmado en ninguna otra fuente, pero que pasó hasta el arte cinematográfico, véanse “Popioły” (Cenizas) del director de cine, premio Oscar, Andrzej Wajda, una pelicula basada en la famosa novela de Stefan Żeromski). Este relato también ha sido aprovechado en reiteradas ocasiones por los historiadores polacos. Sin embargo, gracias a las últimas investigaciones parece simplemente un apócrifo, un relato inventado 15 . Además, seis años después, en 1856 apareció en “El calendario cracoviano” una novela, según la cual los chevau-légers polacos de la Guardia Imperial de Napoleón I, entre ellos un oficial, saquearon una iglesia católica en Lerma. La novela mencionaba los apellidos de aquellos impíos que resultaron ser ni más ni menos los caídos en la famosa carga de Somosierra (30 de noviembre de 1808). Esta novela produjo mucha indignación entre los polacos. El origen de la misma se reveló por las voces de mando, utilizadas en la obra, pero nunca en los ejércitos napoleónicos. Todo resultó ser una simple traducción del ruso lo que da constancia del 14 Saragossa w roku 1809. Wyjątek z niedrukowanych dotąd pamiętników [Zaragoza en el año 1809. Fragmento de las memorias todavía no publicadas], en Biblioteka Warszawska, t. IV, 1850). 15 Wojcieszak, Bogumił. Między chwałą a hańbą. Wokół postrzegania udziału Polaków w wojnie hiszpańskiej 1808-1812 [Entre la gloria y la infamia. Sobre la percepción de la participación de los polacos en la guerra española 1808-1812], en Wyższa Szkoła Zarządzania i Bankowości. Forum Naukowe. Instytut Historii Politycznej. Prace historyczno-politologiczne, 5 (21), Poznań, 2006, págs. 28-31. 16 origen del escrito y su carácter propagandístico 16 . Parece que todo fue fruto de una campaña difamatoria coordinada por las autoridades rusas. Desconocemos también si la censura influía en otras obras publicadas entonces en Polonia, entre ellas las memorias de Wojciechowski (cuyo original desapareció), y si la persona de Leon Potocki pudo desempeñar aquí algún papel. Este tema todavía necesita de un análisis científico. Sin embargo, si la influencia rusa ejerció alguna importancia en la edición de la obra del lancero polaco, ésta podría ser más en el terreno de las opiniones generales sobre la invasión y menos en los detalles teniendo también en cuenta que Wojciechowski no participó en la campaña rusa. Parece que el autor, a pesar de escribir las memorias después de muchos años, presentó la historia del regimiento de una manera sólida, aunque en muchos casos se equivocaba en las fechas y los hechos, por no hablar de la geografía española. Además, se nota que copió bastante del libro del húsar francés Albert-Jean-Michel de Rocca 17 , no evitando por eso muchos errores relacionados por ejemplo con las estadísticas o lugares en España. Sin embargo, lectores e historiadores han venido apreciando el relato de Wojciechowski y para muchos, entre ellos Żeromski y Wajda, se convirtió en fuente de inspiración artística. No hemos resuelto el debate entorno de si Mis memorias de España son la versión ampliada de otro relato intitulado Memorias de un lancero del primer regimiento de la Legión del Vístula sobre las campañas de los años 1807-1814, publicado por Aleksander Kraushar en 1908 18 . Según el historiador polaco Stanisław Kirkor, Wojciechowski fue el autor de los dos textos. Su opinión la basa en la identidad de las mismas anécdotas y algunos detalles particulares entre ambos relatos. Por consiguiente, otorga poca fiabilidad a Mis memorias por ser sólo la confirmación de algunos hechos de Memorias de un lancero. Nosotros no compartimos esa opinión. La coincidencia de algunos fragmentos anecdóticos es sin duda extraña, pero en conjunto ambos relatos son diferentes en su forma. Mis memorias fueron redactadas a finales de la vida de su autor, para sus niños y no para ser destinadas al gran público. Además, la construcción de la narración es diferente que en Memorias de un lancero. Este último texto fue escrito sin duda entre 1820 y 1825 y destinado o bien a la publicación o bien a la lectura en las 16 Véase Załuski. Józef. Wspomnienia [Memorias], ed. Anna Palarczykowa, Cracovia, 1976, págs. 82-85. Vease la pág. [56]. 18 Wspomnienia ułana pułku pierwszego legii nadwiślańskiej o kampaniach lat 1807-1814 (Z rękopisu) [Memorias del lancero del primer regimiento de la Legión del Vístula sobre las campañas de los años 1807-1814 (Del manuscrito)], ed. Alexander Kraushar, Varsovia, 1908. 17 17 reuniones de la Sociedad Científica de Varsovia. El manuscrito se depositó en la colección de esta bien conocida entidad pública polaca según palabras de su editor. Algo más que nos afirma en nuestra convicción es que en Memorias de un lancero se menciona en varias ocasiones al propio Wojciechowski. Lo que es de cierta relevancia para los investigadores del tema de la formación de la visión polaca de la presencia en la Guerra de la Independencia española debe ser resuelto en investigaciones posteriores. No tiene importancia para nuestra edición. A los editores nos gustaría dejar constancia de nuestra gratitud al Excmo. Sr. D. Leopoldo Stampa Piñeiro, Embajador de España, quien desde su cargo como Director General de Relaciones Institucionales del Ministerio de Defensa inició los primeros pasos para la realización de este proyecto. También, al Foro para el Estudio de la Historia Militar de España, con su Presidente Sr. D. José María Espinosa de los Monteros Jaraquemada a la cabeza, por su perseverancia e interés en ver publicadas estas memorias. El trabajo que hemos realizado sería imposible sin venir contando desde hace años con una buena base para nuestras actividades científicas polacoespañolas en el Instituto de Estudios Interdisciplinarios (antes: Centro de Estudios sobre la Tradición Antigua en Polonia y Europa Centro-Oriental) de la Universidad de Varsovia, lo que agradecemos a su Director, Prof. Jerzy Axer. Han sido varias las personas que nos han ayudado en la resolución de dudas y problemas, por supuesto los errores son solo nuestros. Así querríamos agradecer a nuestros amigos: Profesores D. José Luis Gómez Urdáñez, D. Jean-Marc Lafon, D. Imre Molnár, D. Andrzej Nieuważny y D. António Ventura, también a los Señores D. Francisco Luis Díaz Torrejón, D. Jesús Maroto de las Heras, D. Luis Sorando Muzás, y a la Sra. Dña. Manoli Ibernón Perea, su desinteresada colaboración en esta edición. A todos ellos muchas gracias. Como planeamos editar otras fuentes polacas de la Guerra de la Independencia española (Guerra Peninsular), los editores agradeceríamos todo tipo de sugerencias y correcciones. La dirección a la que cgcaizan@obta.edu.uw.pl 18 pueden dirigirse es la siguiente: MIS MEMORIAS DE ESPAÑA por Kajetan Wojciechowski Pasé mi juventud en el ejército. Fui testigo de muchas cosas, experimenté mucho y me siento con la obligación de describir todo aquello que sea capaz de recordar. Sirviendo siempre en el primer regimiento de ulanos de la Legión del Vístula, apodado luego séptimo regimiento de chevau-légers franceses 19 , participé con él en la campaña española del año 1808 al 1812. Si tomo la pluma en mi mano, no lo hago movido por mi amor propio, sino con el afán de homenajear debidamente la memoria de mis jefes y compañeros que cayeron en los campos de batalla, o murieron hace mucho, o pasan el resto de sus días en el retiro. Ya más de una sabia pluma ha escrito la historia de las guerras peninsulares a principios del siglo XIX, tanto desde el punto de vista de los hechos, como también de la estrategia. A lo largo de esa larga campaña estando siempre en un regimiento, lo vi todo exclusivamente desde un punto y anhelo describir sólo aquello de lo que fui testigo. Cuando los escritores franceses narran las gestas del gran ejército francés, pocas veces nos mencionan, así que me creo libre de recordar lo que había sido olvidado. El regimiento en el que prestaba mis servicios era nombrado por los españoles Los Infiernos 20 y con razón alabado en las órdenes del día inglesas. Por la batalla de La Albuera iba a pasar a formar parte de la guardia de Napoleón 21 . Tal era la gran fama que se había ganado en España. 19 También llamados lanceros. Los lanceros eran una rareza en el ejército imperial. En España sólo combatieron el regimiento de lanceros del Vístula y los regimientos de Berg. Desde el 7 de febrero de 1811 este primero fue denominado primer regimiento de lanceros del Vístula (por motivo de la creación del segundo) y desde el 18 de junio del mismo año, después de la batalla de La Albuera, séptimo de lanceros de línea (oficialmente también de chevau-légers o chevau-légers-lanceros, pero en adelante les vamos a llamar con la última denominación para no confundir a este regimiento creado en verano de 1811 con los chevau-légers de la Guardia Imperial). Oficialmente en Polonia se distingue entre los lanceros del Vístula y los ulanos (en francés: uhlans) del Ducado de Varsovia. Sin embargo, en el lenguaje común a menudo se llamaba a los lanceros ulanos, lo que produce bastante confusión. 20 En el original: Los Infernos. 21 Napoleón I Bonaparte (1769-1821). Emperador de Francia (1804-1814 y 1815). Aquí Wojciechowski exagera. Nunca existieron planes de incluir el regimiento en la Guardia Imperial. Éste era una típica unidad de línea destinada a cumplir labores arduas. Solamente una vez, entre abril y julio de 1812, los regimientos de infantería de la Legión del Vístula fueron incorporados a la Guardia con el fin de 19 Si cada oficial o aun cada soldado de este regimiento contara sus peripecias, éstas serían siempre admirables y tan diversas, que se podría dudar de la autenticidad de los acontecimientos. El cuerpo de oficiales de dicho regimiento, tras volver de Italia en el año 1807, nos encontramos bajo el mando verdaderamente caballeresco del coronel Konopka 22 . Entre ellos se encontraba el teniente coronel Klicki 23 , un oficial ilustrado, apreciado y querido por todos; los jefes de los escuadrones Kostanecki 24 y Ruttié 25 ; los capitanes Linkiewicz 26 , Stokowski 27 , Kazimierz Tański 28 , Rybałtowski 29 , Hupet 30 , completar el número de oficiales y soldados en la formación (en los documentos se hablaba de los tres regimientos de la Légion de la Vistule como la Division à la suite de la Garde, entonces se trataba únicamente de una división que acompañaba a la Guardia). En la segunda mitad del siglo XIX en Polonia, el hecho de haber “acompañado” a la Guardia fue transformado en la leyenda de “formar parte” de la Guardia, lo que produjo cierto desconcierto también entre los historiadores. 22 Jan Konopka (1775-1814). Comandante del regimiento de lanceros polacos (1807-1812), aunque no ejercía esta función entre mayo de 1809 y agosto 1810 cuando estuvo en Francia con motivo de la batalla de Yébenes. Coronel (1807) y general de brigada (1811). Caballero (1807), oficial (mayo de 1808) y comendador de la Legión de Honor (diciembre de 1808). Caballero de la Orden Virtuti Militari. Los datos sobre los oficiales polacos se basan sobre todo en los diccionarios elaborados por el historiador polaco Stanisław Kirkor (el diccionario de los oficiales de la Legión del Vístula y de los regimientos de lanceros del Vístula, en Kirkor, Stanisław. Legia Nadwiślańska 1808-1814 [La Legión del Vístula 1808-1814], Londres, 1981, págs. 387-500; el diccionario de los oficiales de los regimientos cuarto, séptimo y noveno del Ducado de Varsovia que componían la división polaca en España, en ídem, Pod sztandarami Napoleona [Bajo los estandartes de Napoleón], Londres, 1982, págs. 97-119). 23 Stanisław Klicki (1775-1847). Comandante en el regimiento de lanceros polacos (1807), coronel à la suite (1809) y general de brigada (1813). Caballero y oficial de la Legión de Honor (mayo y diciembre de 1808). Caballero de la Orden Virtuti Militari (1810). Barón del Imperio (1811). Durante el periodo 18151830, en el llamado Reino de Polonia sirvió de general de división y desempeñó importantes funciones en la época de la insurrección de Noviembre (1830-1831). 24 Telesfor Kostanecki (1772-1813). Comandante interino del regimiento de lanceros polacos (1809-1810 con pausas). Jefe de escuadrón (1807) y coronel (1813). Caballero (1808) y oficial de la Legión de Honor (1811). Uno do los más destacados comandantes de la caballería polaca. 25 Andrzej Ruttié (también Rutié o Routier, 1777-1853). Jefe de escuadrón del regimiento de lanceros polacos (1807), comandante (1811) y comandante interino del regimiento de lanceros después de su reorganización en el séptimo regimiento de chevau-légers-lanceros (1811-1812). Destacó en la batalla de La Albuera. Caballero (1808) y oficial de la Legión de Honor (1813). Ruttié gozó de una muy alta reputación entre los soldados. General de brigada en el levantamiento de Noviembre (1830-1831). 26 Piotr Paweł Lenkiewicz (también Linkiewicz, 1777-1819). Capitán en el regimiento de lanceros polacos (1800), jefe de escuadrón (1809), comandante del depósito en Sedán, interinamente comandante del séptimo regimiento de chevau-légers-lanceros (1813). Caballero de la Legión de Honor (1808). 27 Kajetan Stokowski (c.1778-1840). Capitán del regimiento de lanceros polacos (1807). Combatió en la batalla de Yébenes donde fue herido y hecho prisionero. Permaneció cautivo en la isla de Cabrera y después en Inglaterra (1810-1814). Se reincorporó al regimiento en Soissons, jefe de escuadrón (1815). Caballero de la Legión de Honor (1808). 28 Kazimierz Aleksander Tański (1770-1853). Capitán del regimiento de lanceros polacos (1804), comandante (1809), comandante del cuarto regimiento de infantería de la Legión del Vístula (1809). Retirado de España en 1810, fue nombrado coronel y comandante del regimiento de lanceros en la campaña del año 1813. Al año siguiente comandaba a los destacamentos del regimiento que se encontraban en Kutno. Caballero de la Legión de Honor (1808). 29 Maciej Rybałtowski (1773-1822). Teniente del regimiento de lanceros polacos (1804), capitán à la suite (1810). Caballero de la Legión de Honor (1808). 30 Adam Huppé (también Hupet, 1777-1832). De origen francés, pero nacido en Varsovia. En el ejército polaco desde 1792. Capitán (1806), jefe de escuadrón (1809, con plenos derechos 1811) y comandante (1812) del regimiento de lanceros polacos. Resultó gravemente herido en la batalla de La Albuera. En 20 Skarżyński 31 , Szulc 32 , Porycki 33 , Fiałkowski 34 y Ojrzanowski 35 . Sin embargo, ante todo debemos decir que ese regimiento, aunque penetró al completo en España 36 , tras la segunda batalla de Tudela en el año 1808 37 fue dividido y conducido en parte por el teniente coronel Klicki por segunda vez a los alrededores de Zaragoza, por el coronel Konopka al ejército del sur, la mayor parte del tiempo perteneciendo al IV Cuerpo de Ejército, en el que mandaba el general Sébastiani 38 . Arrebatado por el general Lasalle 39 , [después] por el general Merlin 40 , pasó de nuevo al mariscal Soult 41 . Enviado después 1814 y 1815 comandante del séptimo regimiento de chevau-légers-lanceros. Caballero (mayo de 1808) y oficial de la Legión de Honor (agosto de 1808). 31 Fortunat Skarżyński (1778-1841). Capitán del regimiento de lanceros polacos (1806). En 1810 pasó al dieciseisavo regimiento de ulanos del Ducado de Varsovia con el rango de jefe de escuadrón y en 1813 al noveno regimiento de ulanos como comandante (en el sentido de grado) y al catorceavo regimiento de coraceros. Caballero de la Legión de Honor (1808). 32 Jan Schultz (también Szulc, 1768-después de 1821). Capitán del regimiento de lanceros polacos (1806). Gravemente herido y hecho prisionero en la batalla de Yébenes. Cautivo en Cabrera y después en Inglaterra (1810-1813). En 1813 se reintegró al regimiento. Fue elegido al “escuadrón del Elba” (1814) y nombrado capitán en el primer regimiento de chevau-légers de la Guardia Imperial (1815). Detenido por los ingleses en Malta (1815-1816). En 1817 expulsado de Polonia, permaneció en la emigración en Europa y América. Caballero de la Legión de Honor (1808). 33 Donat Porzycki (también Porycki o Porzecki). Teniente (1807) y capitán del regimiento de lanceros polacos. Caballero de la Orden Virtuti Militari (1811). 34 Józef Fiałkowski (1777-1846). Capitán del regimiento de lanceros polacos (1807). Destacó por sus acciones contra los guerrilleros en Navarra entre diciembre de 1809 y febrero de 1810. Considerado como un brillante comandante fue retenido en España por los franceses hasta 1813. A continuación se le nombró jefe de escuadrón del octavo regimiento de chevau-légers-lanceros (antiguo segundo regimiento de lanceros). Caballero de la Legión de Honor (1808). 35 Michał Oyrzanowski (también Ojrzanowski, 1781-1823). Sirvió en Santo Domingo. Teniente (1807) y capitán del regimiento de lanceros polacos. Caballero de la Legión de Honor (1808). Cruz de Oro de la Orden Virtuti Militari (1810). 36 El 1 de junio de 1808 el regimiento pasó la frontera con 940 caballos (debía contar con 1.043). Durante el primer sitio de Zaragoza el regimiento todavía estaba al completo, aunque ya en Tudela fueron separados de él los primeros pequeños destacamentos móviles. 37 El primer combate de Tudela tuvo lugar el 8 de junio de 1808 y el segundo el 23 de noviembre del mismo año. 38 Horace-François Bastien Sébastiani de la Porta (1772-1851). General de brigada (1803) y de división (1805). Desde 1808 en España, comandante de la I división del IV Cuerpo de Ejército, desde febrero de 1809 comandante de este cuerpo tras sustituir al mariscal François-Joseph Lefebvre. Partió de España en mayo de 1811. Participó en la campaña rusa. 39 Antoine Charles Louis Lasalle (1775-1809). General de división (1806). Desde 1808 en España, comandante de una división de caballería ligera hasta abril de 1809. Partió de la península Ibérica y murió en la batalla de Wagram el 6 de julio de ese año. 40 Error del autor. No se trata del general de división Pierre-Hugues-Victoire barón de Merle (1766-1830) quien también participó en la campaña peninsular entre 1808 y 1811 (tanto en España como en Portugal), sino de Christophe-Antoine Merlin (1771-1839), conde de Merlin (1810), general de brigada (1805). Desde 1807 ayudante de campo de José Bonaparte, rey de Nápoles, se vino con él a España. General de división del ejército de José I (agosto de 1808). Participó en la batallas de Talavera de la Reina, mandando una división de caballería ligera, y de Almonacid. En agosto de 1809 el rey le nombró capitán general de la Guardia Real. General de división del ejército francés (1814). Existe mucha confusión con el apellido Merlin, porque Christophe-Antoine tenía tres hermanos, entre ellos Jean-Baptiste-Gabriel (1768-1842), barón del Imperio y general de brigada (1809). Y luego también estaban el general AntoineFrançois-Eugène conde de Merlin (1778-1854) que luchó en España y el general Philippe-AugusteEugène Merlin de Douai (1754-1838). Ambos sin parentesco con Christophe-Antoine. 21 al mariscal Mortier 42 , finalmente anexionado al ejército principal 43 que se encontraba bajo el mando del monarca de España José Bonaparte 44 , fue trasladado a la orilla derecha del Tajo a través de la ciudad de Toledo. En la batalla de Almonacid se cubrió de gloria 45 , y así, pasando de mano en mano, dejó de parecer el regimiento de un ejército regular para convertirse en algo parecido a una columna partisana. Los destacamentos de este regimiento que llegaban desde Francia eran codiciosamente agarrados por los generales franceses a los numerosos cuerpos; con el coronel Kazimierz Tański cerca de Vizcaya; con Stokowski cerca de Segovia; con Fiałkowski en Aragón; con Trzebuchowski 46 en Hamburgo; con Rybałtowski en la campaña rusa en el año 1812; con Górecki 47 en Magdeburgo; con Rogoyski 48 en Francia; con Kostanecki junto al virrey italiano 49 , con quien también se encontraba en la retirada de Moscú el coronel Klicki. Y así, mientras unos luchaban en España, los otros se cubrían de gloria en los alrededores de Mozhaisk, Kaluga, en el paso cerca de 41 Jean-de-Dieu Soult (1769-1851), duque de Dalmacia (1808). General de división (1799), mariscal de Francia (1804). Desde 1807 al mando del II Cuerpo de Ejército del II “Ejército de España”. Comandando tres cuerpos de ejército atacó la retaguardia de los aliados durante la campaña de Talavera de la Reina y les obligó a retirarse al sur del río Tajo. Por poco tiempo jefe del estado mayor del rey José I. Fue gobernador de Andalucía entre 1810 y 1812, tuvo que retirarse tras la caída de Badajoz y la batalla de Arapiles. A principios de 1813 salió de España. Participó en la campaña sajona. Tras la derrota de Vitoria, se le nombró comandante de las fuerzas francesas del frente occidental. En 1815 jefe del estado mayor de Napoleón. 42 Adolphe Edouard Casimir Joseph Mortier (1768-1835), duque de Treviso (1808). General de división (1799) y mariscal de Francia (1804). Luchó en España durante el periodo 1808-1812 y luego participó en las campañas rusa, sajona y francesa. 43 Se trata de tres Cuerpos de Ejército: I de Victor, IV de Sébastiani y V de Mortier, que a principios de enero de 1810 fueron concentrados con el fin de atacar y conquistar Andalucía. 44 José I Bonaparte (1768-1844). Rey de Nápoles (1806-1808), rey de España (1808-1813). El mayor de los hermanos de Napoleón. 45 El autor no respeta aquí la cronología. La frase sobre Toledo y Almonacid debería haber precedido a la frase anterior sobre el ejército principal, porque la batalla de Almonacid tuvo lugar el 11 de agosto de 1809. 46 Jan Wincenty Trzebuchowski (también Trebuchowski, 1786-1831). Subteniente del regimiento de lanceros polacos (1807), ascendió a teniente tras ser herido en las batallas de Ciudad Real y Talavera de la Reina y a teniente ayudante mayor tras la de La Albuera. En 1813 como capitán ayudante mayor y comandante de un destacamento del ya séptimo regimiento de chevau-légers-lanceros pasó con él de España a Hanóver y Hamburgo. Fue teniente coronel en el cuarto regimiento de ulanos durante la época del llamado Reino de Polonia (1815-1830) y murió víctima de las heridas recibidas en la batalla de Grochów durante el levantamiento de Noviembre. 47 Górecki. Subteniente del séptimo regimiento de chevau-légers-lanceros. En enero de 1813 partió con un destacamento del regimiento de Madrid a Magdeburgo. 48 Piotr Rogoyski (también Rogójski, ¿?-1856). Sargento primero y subteniente del regimiento de lanceros polacos. Herido en las batallas de Baza (1810), La Albuera (1811) y Berlanga (1812). Por sus heridas en esta última fue retirado a Francia (1813). Caballero de la Legión de Honor (1811). 49 Eugène Rose de Beauharnais (1781-1824). Hijo de Alexandre de Beauharnais y de Josefina. Príncipe de Francia y virrey de Italia (1805). Adoptado por Napoleón en 1806. En 1812 comandaba un cuerpo italiano incorporado a la Grande Armée como el IV Cuerpo de Ejército. 22 Bereziná y en Alemania. En pocas palabras, ¡ese regimiento podía tenerse por un caballero andante! 50 No obstante, el regimiento principal existía donde estaban los estandartes. Éstos fueron cogidos por los enemigos del furgón del coronel Konopka, donde estaban guardados. Y perdiéndolos, a la vez perdimos el nombre de primer regimiento de ulanos 51 . De este modo, por el error de uno, fuimos castigados todos, perdiendo inmediatamente la recompensa por nuestros méritos y servicios. Los estandartes son distintivos militares que se convierten en trofeos de la victoria cuando son conquistados, arma en mano, de sus valerosos defensores. Y cuando son tomados, los perdedores quedan cubiertos de ignominia y la gloria pasa a los triunfadores. Las posiciones en la marcha tras la batalla del puente de Almaraz52 y tras regresar de las fronteras portuguesas fueron designadas en el pueblo de Orias 53 . El coronel 50 Después de la retirada de las fuerzas francesas de Zaragoza al norte, el regimiento empezó a formar parte del III Cuerpo de Ejército (hasta el 1 de diciembre de 1808). En enero de 1809, tras una corta estancia en el VI Cuerpo de Ejército, el regimiento fue asignado permanentemente al IV Cuerpo de Ejército (primero al del mariscal Lefebvre y después al del mariscal Jean-Baptiste Jourdan y a continuación al del general Sébastiani) como la caballería de la III división de infantería del general Valence (compuesta por el cuarto, el séptimo y el noveno regimiento de infantería del Ducado de Varsovia), pero estaba sujeto a las órdenes del comandante de caballería del cuerpo, el general Lasalle. Desde entonces los altos mandos empezaron a separar del regimiento unos destacamentos cada vez más grandes. El más numeroso, bajo el mando del comandante Klicki regresó al III Cuerpo de Ejército que más tarde por segunda vez sitiaba a Zaragoza (el mismo Klicki estuvo entonces allí por segunda vez; el destacamento quedó independiente (si bien estaba incluido en el grupo de operación de Klicki) hasta la toma de Valencia en 1812, después fue enviado a Francia). En la primavera de 1809, siguiendo dentro del IV Cuerpo de Ejército, el regimiento pasó a la división de caballería del general Edouard Jean-Baptiste Milhaud (a la II brigada del general Alexandre Elisabeth Michel Digeon); en julio de 1809, a la II brigada de la división de caballería del general Merlin quien en septiembre fue substituido por el general Antoine Marie Paris d’Illins; después de Almonacid, a la primera brigada del general Jean Baptiste Alexandre Strolz; en octubre de 1809, pasó con toda la división al I Cuerpo de Ejército del mariscal Victor y en 1810 regresó al IV Cuerpo de Ejército de Sébastiani, sirviendo en la brigada de caballería ligera del general André Thomas Perreimond, a disposición del general François Jean Werlé. El regimiento constantemente separaba de su personal algunos destacamentos, entre otros los de Louis Henry Loison, Jean-LouisEbénézer Reynier, Soult y el del mariscal Louis-Gabriel Suchet. En la primavera de 1811 el regimiento fue calificado a la llamada reserva central de las fuerzas para tareas especiales, a la división de caballería de reserva del general Latour-Maubourg, a la I brigada del general André Briche, dentro de la cual actuaba también en 1812. En febrero de ese año la división cambió el nombre (II división de caballería del Ejército del Sur); en abril, el regimiento pasó a la III división de caballería del Ejército del Sur, a la I brigada del general Louis Joseph Amour de Bouillé du Chariol; en julio, fue asignado a la I división de caballería del Ejército del Sur del general Pierre Soult (hermano del mariscal), a la III brigada del general Louis Ernest Joseph Sparre y en octubre pertenecía a la II brigada del general Charles Lallemand. Justo después el regimiento pasó al Ejército del Centro a la brigada de caballería del general Antoine Sylvain Avy, dentro de la cual luchó hasta sus últimos días en España (enero de 1813). Obtuvo la orden final (ya la cuarta) de marchar a Francia y el 7 de enero de 1813 abandonó la península Ibérica. 51 Véanse las págs. [62-68]. 52 La batalla del puente de Almaraz tuvo lugar el 25 de diciembre de 1808. 23 Konopka, sin atender las órdenes, cruzó la montaña hasta Yébenes, dónde, durante la noche 54 , el regimiento fue cercado por una fuerza superior, compuesta por siete regimientos de caballería con dos baterías de artillería ligera. El regimiento se abrió paso a través de un camino esculpido en la peña, tan estrecho que apenas pudieron luchar cuatro roty 55 con dos regimientos de carabineros, todos amontonados, que luego tuvieron que abrirse camino entre los cadáveres. Nuestra retirada la cubría el capitán Stokowski que, con la quinta compañía de nuestro regimiento, dominó la insistencia 56 de cinco regimientos de caballería con la artillería que iban tras nosotros. Este paso se hubiese podido considerar con toda seguridad una victoria si no fuese por una pérdida irreparable que nos partió el corazón con un terrible dolor. El furgón del coronel ya había cruzado la montaña. Como no llevaba ningún distintivo del regimiento y lo tomaron por un carro más, no llamó la atención. Más tarde fue abandonado en el camino y cayó en manos del enemigo. Sin embargo, en el furgón se encontraban esos estandartes misteriosos, cosa que ninguno de nosotros sabía. Porque, según todas las órdenes superiores, desde los tiempos en que la guerra española se convirtió en una guerra de guerrillas, es decir, partisana, los estandartes de los regimientos debían permanecer en el depósito cerca de Madrid. Y, efectivamente, allí quedaron las astas 57 en sus estuches. Pero los estandartes 58 , en secreto desatados, desconozco el porqué, fueron llevados con nosotros en el furgón del coronel. Cosa que, vuelvo a repetirlo, ninguno de nosotros sabía. De este modo perdimos sin quererlo los distintivos de nuestro regimiento, perdimos nuestro nombre, y a pesar de nuestras quejas, que debieron llegar hasta el mismo emperador, no fuimos recompensados. Tenemos que apelar al juicio de la posteridad, porque quien no tiene culpa no teme un juicio injusto. 53 Se trata de Orgaz, cerca de Mora (en la provincia de Toledo). El nombre “Orias” se parece más a “Olías [del Rey]”, también en esa provincia, pero este último no puede ser por la distancia. 54 La noche del 23 al 24 de marzo de 1809. 55 Plural de rota, un término solamente usado en la terminología militar polaca que significa dos soldados colocados en dos filas: un soldado por delante en la primera fila y un soldado por detrás en la segunda. El término más parecido en la terminología militar española es “escuadra”, unidad menor, aproximadamente de cinco hombres. 56 Quiere decir que mantenía al enemigo a una cierta distancia, puede ser que con los disparos o con las lanzas. Los lanceros polacos eran muy conocidos porque era muy difícil acercarse a ellos en este tipo de acciones de combate cuando usaban esta arma. 57 En polaco se habla de proporce, en singular: proporzec (en francés: flamme) que literalmente significa “banderola”. Sin embargo, se entiende del contexto que aquí el autor tiene en mente los elementos de metal de la lanza con el águila u otro remate, por ejemplo una punta. 58 El autor probablemente se refiere a los lienzos de los estandartes que para los polacos eran menos importantes que las astas de metal con el águila. 24 Quizá más de uno se pregunte ¿por qué hasta ahora ninguna pluma ha descrito con detalle la historia del ejército polaco en Italia y en España; por qué ningún laúd ha cantado sobre el Tajo en la tumba de mis compañeros caídos? ¿Cómo se explica que la conquista de los desfiladeros de Sierra Morena por los que íbamos a la batalla llevando los caballos de las riendas y que fueron montados y tomados [los desfiladeros] 59 bajo el fuego de la metralla 60 , no iguala a la gloria de los conquistadores de Somosierra? Seguramente todo esto ha caído en el olvido porque de las legiones 61 y de España sólo volvieron a casa la pequeña nobleza y los campesinos. Y aunque llevaran a sus chozas la gloria de los hechos de armas, con ello no proporcionaron pan a sus familias. Sólo les pusieron a disposición sus manos para cultivar la tierra patria. Sin duda, las pruebas de las obras caballerescas del regimiento, en el que tuve el honor de servir, se pudren en los archivos del ministerio de guerra en París 62 . ¿Saldrán ellas a la luz pública alguna vez? [Deseo a] los veteranos que ya están próximos a sus tumbas, que las vanidades de este mundo se queden [en el momento de su muerte] en este lado del sepulcro y que al otro lado les acompañe una conciencia tranquila y la certeza de que para un soldado viejo el premio más grato -tras unos trabajos penosos e 59 Wojciechowski alude aquí a la carga por parte de los lanceros del escuadrón de Kostanecki en el desfiladero de Santisteban (cerca del pueblo Santisteban del Puerto) en la provincia de Jaén en las montañas de Sierra Morena el 20 de enero de 1810. Fue una acción extremadamente difícil. Los lanceros tuvieron allí su propia Somosierra, su carga contra cañones, con el desarrollo igual más dramático que durante la famosa y legendaria carga de los chevau-légers de la Guardia Imperial de Napoleón el 30 de noviembre de 1808. Los del Vístula participaban en aquel momento en la marcha de los cuerpos franceses hacia Andalucía y tuvieron que atacar una batería de cañones colocada en un bastión montañoso natural en el mismo pico de un desfiladero estrecho, en un terreno inaccesible para la caballería. Por la muy larga, escarpada y pedregosa subida, una parte del camino debieron realizarlo a pie, llevando las riendas de los caballos en la mano. De esa manera, distrajeron la atención de los defensores de las maniobras de la infantería polaca que a escondidas trepaba a las colinas de alrededor con el fin de flanquear la batería. Cuando los artilleros españoles fueron tiroteados por los infantes polacos de los dos flancos, no cambiaron, sorprendidos, sus objetivos y abrieron fuego delante de la caballería. La columna de lanceros bien vista desde arriba se encontró bajo fuego directo de los cañones, pero por suerte para ella, a la altura de la aldea llamada por los imperiales Balerina, las condiciones del terreno posibilitaron montar caballos y empezar la carga con su tradicional furia. La batería colocada en el pico de Santisteban fue tomada. La idea forjada por generaciones de polacos sobre Somosierra (un ataque en un desfiladero estrecho y rocoso) en realidad ocurrió en Santisteban. Sin embargo, esta carga no pasó a la historia porque los hombres de Kozietulski realizaron su ataque en Somosierra ante los ojos del mismo emperador y de su estado mayor. Además pareció que en Sierra Morena no se produjo ningún combate pues las pérdidas de los lanceros comparando con las de los chevau-légers de Somosierra resultaron muy inferiores. El regimiento oficialmente no dio parte de las bajas, pero de los documentos se desprende que por lo menos dos oficiales fueron heridos y que en el desfiladero cayeron 32 caballos, entre ellos 6 alcanzados por las balas. Los polacos tomaron nueve cañones españoles. Wojciechowski no fue testigo directo de aquella carga (véase la pág. [91]). 60 La metralla consistía en bolas de acero, del tamaño de un huevo de gallina, disparadas en número de ocho o diez en cada disparo de un cañón, cuando el objetivo estaba a menos de 400 ó 500 metros. 61 El autor se refiera a las Legiones Polacas en Italia creadas en 1797. 62 La abundante documentación sobre las hazañas del regimiento de lanceros polacos se encuentra en el Service historique de la Défense en Château de Vincennes, cerca de París. 25 infructuosos- es un tiempo de paz al lado de la esposa y rodeado de niños, y la asistencia prestada por el gobierno. Si alguna familia va a querer saber algo de su hijo, encontrará más de una mención en estas memorias, aunque deberá disculparme si, basándome solamente en mis recuerdos después de tantos años, muchas cosas tuve que omitir u olvidar. Escribía para mis propios hijos, sin mirar al futuro y sin esperar que mis memorias algún día fueran publicadas. Y aunque hubiese de ser de otro modo, incluso así habré logrado un deseado fin. Lo repito: escribía para mis hijos y, no obstante, todos somos hijos de una misma familia. Hacia finales del año 1806 la juventud de Galitzia, tras el manifiesto del general Dąbrowski 63 , abandonaba sus familias con diversos pretextos y corría hacia Varsovia 64 . Pensando hacer lo mismo, Wincenty 65 , mi hermano mayor, dijo en casa que se iría durante largo tiempo a una cacería celebrada normalmente cada año en la frontera con Hungría, en los Cárpatos, haciendo compañía a su amigo Czosnowski 66 y otros jóvenes. Durante su ausencia, yo debía permanecer en casa y gobernar toda la finca. Sin embargo, adivinando el propósito de su expedición, les confesé mis deseos de ir con ellos. Cuando fui admitido a la conspiración, decidimos emprender el viaje juntos. Yo adopté el papel de sirviente de dos señores que se iban a la cacería, en la que debían acompañarnos galgos y caballos de tiro. Llegó el día de partir. Me lancé a los pies de mi 63 Jan Henryk Dąbrowski (1755-1818). General (1794). Famoso militar polaco inmortalizado en la Mazurka de Dąbrowski, himno nacional de Polonia. En los años 1770-1792 sirvió en el ejército de Sajonia. En 1792 regresó a Polonia para reformar la caballería del ejército polaco. Participó en la insurrección de Kościuszko, en donde fue ascendido a general y hecho prisionero, se marchó al exilio. Fundador de las Legiones Polacas en Italia en cooperación con el Directorio y el general Bonaparte (1797). Organizador del ejército polaco (1806). Participó en la guerra contra Austria (1809) y en las campañas rusa y sajona. Tras la batalla de Leipzig comandante en jefe del ejército polaco. General de caballería en el llamado Reino de Polonia. Comendador de la Orden Virtuti Militari. En Polonia es considerado un héroe nacional. 64 Durante aquel tiempo el ejército napoleónico entraba en Polonia. Con la esperanza de liberar el país, miles de jóvenes se alistaban al ejército polaco que se formaba para apoyar a los franceses. En enero de 1807 había unos 30 mil polacos que participaron con este ejército en la campaña de 1806/1807 contra Rusia y Prusia. Tras la paz de Tilsit de julio de 1807, en una parte del territorio polaco liberado, Napoleón creó un nuevo estado independiente, aliado de Francia, con el nombre de Ducado de Varsovia. 65 Del hermano de Kajetan Wojciechowski tan solo sabemos que fue médico. 66 Jakub Czosnowski (1785-¿?). Subteniente del primer regimiento de chevau-légers de la Guardia Imperial (1807-1808). Presentó su dimisión antes de la partida de su regimiento a Francia. Después participó en las campañas austriaca de 1809 y rusa de 1812. Comandante (1813). 26 madre y le pedí su bendición y éstas fueron las palabras que me dijo sollozando: “Hijo mío, después de esta cacería, no volveré a verte nunca más”. Ésta fue de veras la última bendición de mi madre que, junto con la que me brindó mi padre tiempo ha en la vigilia de su muerte, fue mi única herencia. Estoy convencido de que atrajeron la protección del cielo, que a partir de ese momento siempre me acompañaba, me alejaba de los peligros y permitió que disfrutara de una vejez tranquila en el seno de la familia. Señor, alabado sea tu nombre. ¡Que en paz descansen quienes me dieron la vida! Y vosotros, hijos, aprended que la bendición de los padres nos asegura la gracia del cielo. Nos dirigimos entonces hacia Varsovia. Acompañados de pueblo en pueblo 67 , ya volviendo desde Żelechów, donde no habíamos podido encontrar a otro guía, nos sorprendió en el bosque un campesino que iba a la iglesia. Nos paró y dijo: “Señoritos, este no es su camino, den la vuelta, yo les guiaré”. Confiamos ciegamente en él y volvimos a Żelechów. Allí, puesto que era domingo, tuvimos que ocultarnos en una taberna durante el oficio. Luego nos condujeron a una mansión en cuyo granero fuimos encerrados. Al llegar la noche, fuimos colocados en un trineo que nos llevó por entre las patrullas de húsares austriacos, y así atravesamos la frontera. Al llegar a una taberna ya en el lado polaco 68 , nuestro bondadoso guía dijo despidiéndose de nosotros “Marchad, en nombre de Dios. Varsovia hallaréis sin mi ayuda”. A la mañana siguiente, tras llegar a Varsovia, me sentí realmente aturdido. El ruido, el estruendo de los tambores, el retumbar de la música, los constantes pasos de las tropas francesas, el extraño aspecto de los soldados con los bicornios, con los abrigos cada uno de un color, con la pipa de yeso en la boca, la extraordinaria circulación de la gente que iba a pie, a caballo o en carro, el relinchar de los caballos y el rumor de los animales. Todo esto para mí, un aldeano llegado desde un lugar apartado, era espantoso e inconcebible. Parado en la plaza de Krakowskie Przedmieście, vi por primera vez a la infantería polaca ya formada. No me gustaron aquellas largas bayonetas en los fusiles 69 , ni las bolsas de lona que llevaba al principio de su formación 67 Se trata del acompañamiento por parte de los guías cogidos de varias aldeas. Żelechów está a unos 80 kilómetros de Varsovia, pero en los años 1795-1809 se encontraba en el reparto austriaco. 69 Siguiendo el Diccionario general militar de voces antiguas y modernas por D. Deogracias Hevia (Madrid, 1857), distinguimos entre “fusil” (arma de fuego portátil, usada por las tropas de infantería) y la “carabina” (arma de fuego, de que usa la caballería y algunos otros institutos, y que es semejante al fusil, con la diferencia de ser más corta, de carecer de bayoneta, de estar asegurada la baqueta en su parte superior al cañón, por medio de una cureñita de hierro, que se dobla y desdoble para el más fácil manejo de aquella, y de no tener más que una abrazadera, a la que en la caballería va unida una barreta con dos anillas para llevarla colgada del gancho de la bandolera, en el caso de tener que usar de ella a caballo; en 68 27 la infantería del Ducado de Varsovia 70 . Fue entonces cuando decidí que me alistaría en la caballería, pero como la caballería todavía no se había formado, tuve que esperar. Czosnowski, mi compañero de viaje, se alistó en la guardia de honor, yo en cambio me negué a inscribirme en la infantería pese a los continuos intentos de persuadirme. Seguía esperando a la caballería. Finalmente, vi a un ulano con uniforme verdiclaro y punzó 71 , me lancé casi a abrazarle y, una vez enterado de dónde se formaba su regimiento, me dirigí al cuartel bajo las fuentes. Allí, dejado al cuidado del teniente coronel 72 Gromczewski, quedé inscrito como cadete a los ulanos llamados de Krasiński 73 . El conde Wincenty Krasiński había empezado a formar este regimiento, pero cuando fue nombrado coronel de chevau-légers al lado del emperador Napoleón, el regimiento que estaba inicialmente formado por él, quedó entonces dividido entre la guardia y el primer regimiento de ulanos de Kwaśniewski 74 . Cogiendo con nosotros a unos cuantos cadetes, nos dirigimos al príncipe Józef Poniatowski 75 , pidiéndole un permiso para entrar en el ejército francés. Cuando nos fue concedido el permiso y una vez rechazado el rango de oficial que me ofrecía Gromczewski en el regimiento de lo demás la carabina consta de las mismas partes y piezas que el fusil); págs. 269 y 124-125 respectivamente. 70 A fines de 1806 y principios de 1807 la infantería del Ducado de Varsovia obtuvo estas bolsas de lona por falta de fondos para pagar las cartucheras de cuero. 71 Color rojo muy vivo. 72 En el original: gromażor, del francés: gros-major. Se trata del comandante (en el sentido de graduación, del francés: major) del regimiento, suplente de su coronel. 73 No confundir con el primer regimiento de chevau-légers de la Guardia Imperial que también fue formado por Krasiński. Wincenty Krasiński (1782-1858). Conde del Imperio (1811). Comandante del primer regimiento de chevau-légers de la Guardia Imperial con el rango de coronel (1807), general de brigada (1811) y de división (1813). Comandante del ejército polaco retornado de Francia en 1814. Uno de los militares favoritos de Napoleón. Oficial de grandes ambiciones. Desempeñó altos cargos militares en el llamado Reino de Polonia. Comendador de la Legión de Honor (1811). 74 Walenty Kwaśniewski (1750-1813). Coronel durante la insurrección de Tadeusz Kościuszko (1794). Organizador del regimiento de caballería en la región de Płock (1807). Comandante del cuarto regimiento de cazadores a caballo, fue nombrado general de brigada en 1810. En la campaña de 1813 destacó en el frente de la brigada de caballería número 176. Caballero de la Legión de Honor (1813). Cruz de la Orden Virtuti Militari. Reconocido como gran soldado. 75 Józef Antoni Poniatowski (1763-1813). Príncipe, sobrino del último rey de Polonia Estanislao Augusto Poniatowski. Sirvió en el ejército austriaco. En 1789 pasó al ejército polaco con el rango de general mayor. Apoyó la Constitución del 3 de Mayo de 1791. En 1792 luchó en la perdida guerra contra Rusia, ganando la batalla de Zieleńce. Se marchó al exilio. En 1794 participó en la insurrección de Kościuszko. Comandante del nuevo ejército polaco (1806) y ministro de Guerra (1807) en el Ducado de Varsovia. Se distinguió en la guerra contra Austria de 1809, gracias a la cual el territorio del Ducado fue ampliado. Comandante del V Cuerpo de Ejército de la Grande Armée (compuesto de casi 100 mil polacos) en la guerra contra Rusia de 1812. El emperador desestimó sus sugerencias sobre la necesidad de elegir otro camino en esta campaña. Fiel a Napoleón, luchó en la batalla de Lützen y en el campo de batalla de Leipzig fue nombrado mariscal de Francia, el único no francés (16 de octubre de 1813). Herido en esta batalla, fue tiroteado erróneamente por los franceses durante el paso por el río Elstera y murió ahogado (19 de octubre). Héroe nacional y símbolo de los valores militares para generaciones de polacos. Destacada figura de la mitología nacional. 28 ulanos, me enrolé en el regimiento de húsares que estaba formando Michał Pruszak 76 y, después de él, Kalinowski 77 . Indudablemente, como no quería ser oficial de ulanos hasta no haber aprendido el servicio, en los húsares me hicieron brigadier, es decir, cabo 78 . Me uniformé por cuenta propia, fui el que realizó más servicios ya que hacía todos los recados y era presentado como ejemplo a seguir. En la primera compañía de elite 79 , como cabo en el flanco derecho, hice el servicio con entereza, escuchaba y respetaba a mis superiores, vivía modestamente, sin pensar en lo que sucedería más adelante. Cuando llegó mi hermano Wincenty con dinero de nuestra madre y sugirió si no sería mejor volver a casa, yo le contesté que no volvería a casa a no ser que estuviera cubierto de heridas. Ya que consideraba el servicio militar como la escuela de la experiencia; el mundo una biblioteca; la gente con quien iba a convivir, los libros con los que iba a poder aprender a ser una persona. En la compañía servía al lado del capitán Czapliński 80 , un hombre muy digno, que conocía bien el servicio y era antiguo legionario 81 ; también del teniente Antoni Libiszowski 82 y de los subtenientes 76 Antoni Pruszak (1784-¿?). Capitán ayudante mayor del regimiento de lanceros polacos (1807). En España combatió como jefe de escuadrón hasta finales de 1812. Herido en la batalla de Dresde y hecho prisionero en Hungría (1813). Después regresó a Polonia. Caballero de la Legión de Honor (1809). 77 El autor se alistó al primer regimiento de húsares. El regimiento de húsares polacos al servicio de Francia procedía de un destacamento de caballería que fue formado después de la entrada de los franceses a Wielkopolska (Gran Polonia) por el príncipe Jan Sułkowski, participando en las luchas en Silesia. A este destacamento se alistaron muchos voluntarios de Galitzia. Napoleón, por el decreto del 12 de marzo de 1807, emitido en Osterode (Ostróda), incorporó este destacamento al ejército francés y ordenó que fuera organizado en Varsovia como un regimiento de húsares con 1.043 hombres. La unidad obtuvo el nombre de primer regimiento de húsares polacos. Lo organizaba con dificultades el coronel Pruszak del antiguo ejército polaco. En junio del mismo año el coronel Józef Kalinowski, hasta ese momento jefe de escuadrón en el estado mayor del mariscal Murat, fue nombrado comandante del regimiento, tomando la posición en octubre. El regimiento llegó al número de 529 hombres, oficiales incluidos. Como faltaban equipos y caballos, Napoleón ordenó disolver el regimiento e incluirlo en el regimiento de lanceros. El regimiento de húsares fue mandado tras la Legión Polaco-Italiana a Westfalia y allí se enteró de su destino. 78 El equivalente de un cabo en la infantería, era en la caballería polaca -según los reglamentos- un brigadier, aunque comúnmente se le llamaba también cabo. 79 En cada regimiento de caballería de línea había ocho compañías, entre ellas una de elite y otra de flanqueadores. En la de elite (llamada a veces ordinariamente también de granaderos) se intentaba concentrar a la elite del regimiento, a los soldados con mayor grado, experiencia y valor en el combate. 80 Ludwik Czapliński (c.1773-¿?). Teniente del regimiento de caballería polaca de las Legiones (1802). Capitán del primer regimiento de húsares del príncipe Sułkowski, después pasó a la Guardia del Reino de Westfalia y al regimiento de lanceros como jefe de escuadrón à la suite. Pidió la dimisión que le fue concedida a finales de mayo de 1808, antes de la campaña española. 81 De las Legiones Polacas en Italia. 82 Antoni Libiszowski (1786-¿?). Capitán del treceavo regimiento de húsares del Ducado de Varsovia (1809), con el cual participó en la campaña rusa de 1812. Sirvió en el ejército del llamado Reino de Polonia y participó en el Levantamiento de Noviembre antiruso (1830-1831). Caballero de la Legión de Honor (1812). 29 Moszyński 83 y Karol Libiczowski, así como del sargento primero 84 Topolczani 85 , que más tarde, durante la primera batalla en España, cerca de Mallén 86 , moriría ahogado al cruzar el río Ebro. También estaba Stanisław Osiński 87 , con el que siempre mantuve una estrecha amistad. Al poco tiempo, mi capitán Czapliński, tras conocer mi aplicación en el servicio y mi juicio, me ascendió a sargento y algo más tarde a sargento primero en el lugar de Topolczani. Cuando cerca de Młociny 88 el general Rożniecki 89 pasó revista al regimiento, yo, con mucho acierto, presenté a cada soldado y a cada caballo con su equipo. En las maniobras, cuando el general envió a los oficiales fuera del frente por su incompetencia en el servicio, conmigo pudo realizar todos los movimientos militares, por lo que recibí elogios. Precisamente entonces, el coronel Kalinowski secuestró a la hija de Prot Potocki 90 y se casó con ella. Yo, junto con mis compañeros, fui usado en este secuestro. Una vez pasada la revista, seguramente por los pecados cometidos por nuestro coronel, el regimiento fue enviado a Konin, desde donde pronto marchamos camino a Berlín, Potsdam hasta la ciudad de Minden, en Westfalia, cerca de Kassel 91 . Allí, tras numerosas revistas, cien hombres de nuestro regimiento fueron elegidos para la guardia 83 Stanisław Moszyński (también Molzinski, ¿?-1809). Entró al regimiento de húsares del príncipe Sułkowski, pasó como sargento a la Guardia del Reino de Westfalia. Subteniente del regimiento de lanceros polacos (1808). Caballero de la Legión de Honor (1808). Véase la pág. [71]. 84 Quiere decir brigada. La traducción exacta del polaco es sargento en jefe, en la mayoría de los casos jefe de una compañía, es decir, un suboficial de mayor graduación para asuntos administrativos y económicos. 85 Antoni Topolczani (¿?-1808). Entró al regimiento de húsares del príncipe Sułkowski, donde sirvió como sargento primero y subteniente. En Westfalia pasó al regimiento de lanceros como subteniente à la suite (confirmado en 1808). 86 El combate de Mallén tuvo lugar el 13 de junio de 1808. 87 Se trata de Ignacy Osiński (¿?-1813). Sargento primero y después subteniente en el séptimo regimiento de chevau-légers-lanceros. Murió durante la campaña sajona en la batalla de Naumburg (19 de septiembre de 1813). 88 En los alrededores de Varsovia, actualmente dentro de la ciudad. 89 Aleksander Rożniecki (1771 ó 1774-1849). En el ejército desde 1788, participó en la insurrección de Kościuszko (1794). Desde 1798 oficial de las Legiones Polacas en Italia y desde 1800 de la Legión del Danubio, destacado organizador de la caballería y su comandante (1801). Inspector de la caballería del Ducado de Varsovia, general de brigada (1807) y de división (1810). Participó en las campañas rusa de 1812 y sajona de 1813. Durante la época del llamado Reino de Polonia fue comandante de la caballería y organizador de la policía secreta del príncipe Constantino. Se le consideró un renegado. Después del inicio de la insurrección de 1830 huyó de Varsovia y pasó al servicio de Rusia. Caballero de la Orden Virtuti Militari. 90 Prot Antoni Potocki (1761-1801). Empresario y banquero. Organizador de la navegación polaca en el Mar Negro. El secuestro de su hija por el coronel Kalinowski fue famoso por aquel entonces, es decir en 1807. 91 En realidad la ciudad de Minden (actualmente en Renania Septentrional-Westfalia) está situada a unos 120 kilómetros de Kassel, en el estado de Hesse. 30 de Jerónimo Bonaparte 92 , rey de Westfalia. Los oficiales que pasaron a esta unidad fueron nombrados con un grado menos y los suboficiales descendidos a soldados. Czapliński, como jefe de esta guardia, se mantuvo en su rango de comandante, Dąbrowski 93 pasó de comandante a capitán, Maksymilian Niezabitowski 94 de capitán a teniente, Moszyński y yo tuvimos libertad para elegir entre pasar como oficiales al regimiento de ulanos de la Legión o quedarnos en la guardia con el antiguo rango. Sin duda habría elegido el primero de los destinos, pero instigado por Czapliński, y para mi desgracia, me quedé en la guardia. Trescientas personas de nuestro regimiento fueron elegidas para el regimiento de ulanos de la Legión del Vístula. El resto fue incorporado a la infantería de esa Legión, donde fueron destinados algunos oficiales con sus rangos apropiados. El coronel Kalinowski obtuvo el rango de ayudante general y volvió a Polonia con muchos oficiales. Así fue como en seguida dejó de existir nuestro regimiento de húsares. Dąbrowski, mi nuevo capitán, un antiguo oficial 95 , conocía el servicio de campaña, pero en la guarnición no sabía mantener la disciplina de los soldados. Así, las continuas quejas llegaban hasta el mismo rey. Como por esta razón los alemanes querían deshacerse de nosotros, todo nuestro escuadrón fue enviado a Osnabrück, al regimiento de ulanos de la Legión del Vístula, que estaba bajo el mando del coronel Konopka. Aquí nos dimos cuenta de lo que habíamos perdido al pasar a la guardia de Westfalia. Sobre todo yo y los suboficiales, porque fuimos a parar a los ulanos como simples soldados rasos. El coronel Konopka, aunque era cortesano, se dio cuenta de la injusticia que se había cometido en contra nuestra. Convidó a los oficiales y a nosotros nos concedió el honor de custodiar los estandartes. 92 Jerónimo Bonaparte (1784-1860). Rey de Westfalia (1807-1813). El menor de los hermanos de Napoleón. 93 Klemens Dąbrowski (c.1770-¿?). Comandante de caballería en el ejército polaco antes del tercer reparto. Entró al regimiento de húsares del príncipe Sułkowski (1807) como capitán. Tras la disolución del regimiento pasó a la Guardia del Reino de Westfalia. Capitán del regimiento de lanceros polacos. Pidió la dimisión que le fue concedida a finales de mayo de 1808, antes de la campaña española. 94 Maksymilian Niezabitowski (1771-¿?). Oficial de artillería en el ejército polaco antes del tercer reparto. Entró al regimiento de húsares del príncipe Sułkowski (1807) como subteniente y ascendió a capitán. En Kassel pasó a la Guardia del Reino de Westfalia. Capitán à la suite del regimiento de lanceros polacos (confirmado 1808). En España estuvo hasta 1812. Con el rango de jefe de escuadrón fue el último comandante del séptimo regimiento de chevau-légers-lanceros. Caballero de la Legión de Honor (1811). 95 Se trata de un oficial que servía todavía en el “antiguo” ejército de la I República de Polonia. 31 En Osnabrück, los cornetas franceses de nuestro escuadrón se dirigieron al suboficial ayudante 96 August, también francés, con la queja de que sus acuartelamientos estaban en malas condiciones. Éste me hizo llamar, y éstos -sin decirme nada- dieron parte de lo que yo supuestamente iba a responder: “tan lejos está él de mí, como yo de él”. El francés se sintió tan ofendido que me mandó al cuerpo de guardia 97 e informó al coronel. Como respuesta a esta injusticia de la que había sido víctima, mis compañeros acudieron en tropel y podrían haber hecho pedazos al francés de no haber sido porque yo les paré a fuerza de mis súplicas. Finalmente ahogamos nuestra indignación y pena en vino. Allí mismo, delante de una botella, conocí a Piotr Rogoyski, por aquél entonces sargento de la guardia98 . En aquel instante comenzó nuestra amistad, una amistad que ni la buena ni la mala suerte han podido destruir y que durará hasta el momento de nuestra muerte. Al día siguiente a mediodía, durante el cambio de guardia, llegó el coronel Konopka al cuerpo de guardia. Tras preguntar por todo lo que había pasado, sin dar a conocer demasiado hasta que punto compartía la injusticia contra mí, me libró del arresto. Tras salir de allí, caí gravemente enfermo. Una vez recuperado, cuando vine con el informe al capitán Dąbrowski, me encontré en su sede con muchos oficiales de nuestro regimiento. Éstos, con su bondad fraternal y especialmente el teniente coronel 99 Klicki, con un largo y, por así llamarlo, paternal discurso, consiguió tranquilizar mi resentido corazón. A finales del año 1807, marchamos hacia el Rin. En Erfurt 100 , mi escuadrón fue vestido con los uniformes de los ulanos y dividido entre ocho compañías de nuestro regimiento. Mi mala suerte quiso que cada compañía tuviera un sargento primero, salvo la octava, en la cual fui colocado como sargento de caballería y jefe de la compañía, y a la que como castigo eran enviados los soldados de todo el regimiento. También se nos eligió al oportuno capitán Szulc, que en el servicio en la guarnición se distinguía por su aplicación, era cruel en el mantenimiento del rigor para los suboficiales, un maligno gruñón para los oficiales y un regañón insoportable para los soldados. 96 Un suboficial de alto rango, normalmente sargento primero, que desempeñaba la función de ayudante. En el original: odwach, del alemán: Hauptwache, en francés: corps de garde o grand garde. En la antigua terminología militar también un sitio para los soldados que servían de guardias en el cuartel o una prisión en el cuerpo de guardia. Además puede tratarse de los soldados que sirven de guardias. 98 Se trata de un sargento que en aquel preciso momento realizaba su servicio mandando la guardia. Estos suboficiales de alto rango se cambiaban en el mismo sistema que los demás guardias. 99 En el original: gromażor, del francés: gros-major. Véase la nota 72. 100 No puede tratarse de Erfurt en Turingia en la Alemania oriental porque está en otra dirección. Por la documentación del regimiento parece que el autor se está refiriendo probablemente a Hanau. 97 32 Nuestro regimiento permaneció poco tiempo en Erfurt 101 y por Maguncia, atravesando casi toda Francia, llegó a Bayona 102 . La caballería, en medio de la lucha, está expuesta a un peligro mayor que la infantería. Aun estando protegiendo a los cañones 103 , muere más de una vez sin haber entrado en acción. Por otra parte, cuando la infantería, bayoneta en mano, inclina hacia la victoria el fiel de la balanza, es el paso de la caballería por el campo de batalla lo que la decide. Pero no hay nada más insoportable, sobre todo para los oficiales de rango inferior y para los suboficiales, que una larga marcha de la caballería. Y así fue nuestro paso por Francia. En cuanto caía el sol, se tocaba a caballo. El regimiento se reunía, marchaba toda la noche, y a las 8 o a las 9 de la mañana, paraba en los cuarteles. Los mandos superiores, como puede entenderse, tras comer un poco, descansaban, cuando nuestra obligación era alojar a las compañías, preparar los partes de varios tipos 104 , escribir la situación 105 , recoger y distribuir los víveres y el forraje, y también vigilar para que no se defraudara nada. Después se preparaba a los caballos, se revisaba que ninguno tuviese úlceras de asiento 106 , que no hubieran perdido la herradura y que los equipos y las armas estuvieran completos. Con todo esto revisado y la soldada pagada, había que facilitar la correspondencia y copiar debidamente los cambios en el control de hombres y caballos 107 . En pocas palabras, acabado esto, apenas quedaba una hora para dormir hasta que tocaban diana, llamando a caballo. 101 Véase la nota 100. El día 27 de mayo de 1808. 103 Se trata de la protección brindada por parte de la caballería a la artillería ante el ataque del enemigo para interceptar a esta última. Los jinetes prácticamente no podían moverse bajo el fuego enemigo. En la época esto producía en la caballería muchas bajas. 104 Se refiere a varios tipos de informes presentados a los mandos superiores una vez al día en varios formularios, por ejemplo, sobre el estado de los soldados y los caballos, de la munición, de las raciones alimenticias y del heno, etc. También existían otros partes internos, entre ellos de la compañía, del escuadrón o del regimiento. 105 Se trata de un informe principal presentado cada veinticuatro horas sobre el estado actual del personal en el regimiento, los soldados mandados a otros destacamentos, los convalecientes en los hospitales y sobre el estado de los caballos. El formulario del informe tenía su título en francés Situations. Se debía contar exactamente a los soldados y a los caballos, después rellenar en la “situación” las columnas apropiadas del formulario. Los polacos lo llamaban “escribir la situación”. 106 Deterioración de la piel y del tejido subcutáneo del lomo del caballo, normalmente de la parte trasera de la cruz (elevación del lomo detrás del pescuezo), causado por la presión de los arreos. 107 “Cambios de control” es el nombre de diversos informes internos escritos por jefes de compañías o escuadrones para el comandante del regimiento sobre el estado de la tropa, caballos y equipos. Aquí el autor dice “copiar” porque en el caso de ausencia o pocos cambios, la mayor parte del informe se copiaba simplemente del anterior. 102 33 Nuestro cansancio llegaba hasta tal punto que los soldados se dormían más de una vez en los caballos durante la marcha. Y aquí me viene a la memoria un enfrentamiento encarnizado acontecido en nuestro regimiento en España. El teniente Stadnicki 108 , un mozo corpulento e intrépido, se dio cuenta de que el teniente Linkiewicz 109 , un lituano 110 bondadoso de edad algo avanzada que montaba un caballo también viejo, siempre marchaba por donde debía, pero normalmente se permitía echar una cabezadita. En un momento en el que el regimiento estaba ya, por así llamarlo, agotado por el sueño 111 , y todos marchaban en el más profundo de los silencios, Stadnicki, cogiendo el caballo de Linkiewicz por las riendas, lo condujo hacia un lado y le puso en dirección contraria. Evidentemente, tanto Linkiewicz como su caballo debían estar dormidos cuando Stadnicki se alejó, porque mientras el regimiento y la retaguardia pasaron, él [Linkiewicz] se quedó en el lugar. Semejante broma podía aun poner en gran peligro a Linkiewicz ya que en España los guerrilleros acostumbraban a actuar muy pegados detrás de la retaguardia, limpiando los caminos de merodeadores. Linkiewicz se despertó y cuando tomó conciencia de su situación, en breve volvió a unirse al regimiento. Y cuando se enteró de quién era el autor de la broma, lo llamó a un lado y empezó con él una severa pelea en medio de la noche. Los oficiales se lanzaron hacia allí al oír el ruido de los sables al chocar. Pero ya era demasiado tarde, Linkiewicz había sido horriblemente herido. Pero aún más triste, e incluso de gran repercusión, fue otro incidente ocurrido en España por motivos similares. Por encima del río Guadiana, con siete regimientos de caballería, componíamos una división bajo el mando del general Merlin112 . Una vez cruzado ese río, avanzamos 108 Józef Stadnicki (1786-¿?). Sirvió en el regimiento de ulanos austriacos. En 1807 se incorporó al primer regimiento de chevau-légers de la Guardia Imperial y en el otoño de 1808 pasó al de lanceros con el grado de subteniente. En España permaneció hasta finales de 1812. Ascendido a teniente, participó en la campaña sajona. Caballero de la Legión de Honor (1808). 109 Michał Szymon Lenkiewicz (también Linkiewicz). Brigadier del primer regimiento de chevau-légers de la Guardia Imperial, después subteniente del regimiento de lanceros (1811) y a continuación del séptimo regimiento de chevau-légers-lanceros. Regresó a Francia en junio de 1812. Participó en las campañas rusa y sajona. Hasta 1828 capitán en el segundo regimiento de ulanos en el llamado Reino de Polonia. 110 En el sentido de un polaco de Lituania. El movimiento nacional lituano empezó a principios del XIX y se desarrolló a lo largo de ese siglo. 111 En el sentido de dormir, un fenómeno normal durante una larga marcha de caballería, además durante la noche. 112 El general Merlin fue sustituido por el general Paris d’Illins en septiembre de 1809. El accidente que Wojciechowski cuenta a continuación ocurrió en octubre. 34 hasta que, justo antes del amanecer, llegamos ahí donde estaba la caballería española 113 . Pasamos el día entero entre pequeñas escaramuzas y maniobras para reconocer la fuerza del enemigo y su posición militar. Al atardecer retrocedimos y, en cuanto hubimos montado el campamento para alimentarnos y descansar, llegó el IV Cuerpo de Ejército del general Sébastiani en el que se encontraban los regimientos del Ducado de Varsovia al mando del coronel príncipe Sułkowski 114 , la división alemana, el regimiento de húsares holandeses y los regimientos franceses. Así, como decía, en cuanto nos acomodamos, se nos dio la orden a caballo y otra vez nos marchamos al mismo lugar del que acabábamos de llegar. Nuestro regimiento junto con el de los holandeses componía una brigada bajo el mando del general Perreimond 115 , oficial ya de una cierta edad y experimentado. La fatiga y la falta de descanso eran ya extraordinarias, pero nos cambiábamos con otros regimientos en la vanguardia. El turno cayó en los holandeses. Iban uniformados de azul, y conservaron en todo momento tanto sus órdenes 116 como su lengua nacional 117 . A nosotros nos dirigía entonces el intrépido capitán Hupet, ya que por aquél entonces era tal la pobreza de los oficiales superiores 118 , que los subalternos debían reemplazar en el servicio y en la batalla a los superiores y los suboficiales, a los de grados inferiores de oficiales. El regimiento de húsares holandeses, repito, iba en la vanguardia. Detrás suyo iban los regimientos de la caballería francesa, después nuestro regimiento de ulanos, 113 Los lanceros polacos partieron de Consuegra, donde estacionaban. El mariscal Victor mandó a la división del general París d’Illins hacia otro lado del río Guadiana. 114 Antoni Paweł Sułkowski (1785-1836). Príncipe, coronel del primer (después noveno) regimiento de infantería polaca organizado por él mismo desde finales de 1806. Participó en la campaña de 1806-1807, distinguiéndose en la toma de Gdańsk (Dantzig). Desde 1808 combatió en España al mando del noveno regimiento de infantería de la III división del Ducado de Varsovia del general Valence que formaba parte del IV Cuerpo de Ejército. Sin embargo, desde la batalla de Almonacid, donde se distinguió, Sułkowski fue considerado comandante informal polaco de toda la división, puesto que no había en los tres regimientos de infantería del Ducado ningún oficial con más rango que él (tras la dimisión de Feliks Potocki, comandante del cuarto regimiento de infantería, y la muerte en la batalla de Almonacid de Maciej Sobolewski, comandante del séptimo regimiento). No obstante, esto ocurrió más tarde de lo que cuenta Wojciechowski. En 1810 Sułkowski fue nombrado comandante de Málaga y a continuación ascendió a general de brigada. Ese mismo año partió de España a Polonia. Participó en las campañas rusa y sajona. Después de la muerte del príncipe Poniatowski fue nombrado para poco tiempo comandante en jefe del ejército polaco (1813). Dimitió y volvió a Polonia. Participó en la vida política del llamado Reino de Polonia. Caballero (1807) y oficial de la Legión de Honor (1812). Caballero de la Orden Virtuti Militari. 115 André Thomas Perreimond (también Pereymont, 1766-1844). General de brigada (1794). Barón del Imperio (1808). En España luchó desde 1809 hasta 1813. Entre otros, comandó la I brigada de dragones de la división de Latour-Maubourg. 116 Se trata de la lengua holandesa usada a la hora de dar órdenes en el regimiento. 117 Se refiere a la lengua holandesa usada en la comunicación interna del regimiento, también por escrito. 118 Se trata del coronel, comandante y jefe de escuadrón. Todos pertenecientes a la plana mayor de su regimiento. 35 seguido por la división de infantería polaca, la infantería francesa, la artillería y los equipajes. Por detrás avanzaba el cuerpo del mariscal Victor 119 , que mandaba toda la expedición. La noche era oscura y nos recomendaron silencio absoluto, ya que nuestra intención era atacar por sorpresa justo al amanecer al cuerpo español colocado en el pueblo de Manzanares. Cada soldado en España estaba entrenado para marchar despacio y en silencio. Sin embargo, aquí, durante la noche, cuando nuestra caballería llevaba ya sin dormir dos noches seguidas, y haciendo maniobras un día entero y realizando escaramuzas con el enemigo que la superaba en fuerza, estaba muy cansada. Desde el general hasta el último soldado, todos dormían en los caballos. Pero lo peor era que la vanguardia alemana y su punta 120 también sucumbían al cansancio. Cuando el mariscal, que marchaba al frente de la infantería, divisó que la caballería continuaba la marcha en lugar de pararse ante los olivares y esperar hasta que el cuerpo estuviera formado y a que amaneciera, se enfadó y mandó a su edecán con la orden de detener las columnas. Éste, no pudiendo llegar al frente de la columna porque todos dormían y nadie le cedía paso, lanzó un estridente grito: ¡halt! 121 Al oír esta señal, la punta de vanguardia disparó y la vanguardia, que tenía las armas preparadas, hizo lo mismo. Los húsares se abalanzaron sobre los regimientos franceses, pensando que era la caballería española. Los franceses, tras coger las armas, se lanzaron contra los holandeses tomándolos por el regimiento de los suizos, que estaba al servicio español 122 . Por suerte para nosotros, Hupet gritó: “¡Los polacos a la derecha!” y por eso muy pocos de los nuestros se metieron en esa batalla. Así, una enorme y confundida multitud de la caballería retrocedía corriendo y se lanzaba contra nuestra infantería polaca que, ya formada en columnas, le dio la bienvenida con un sinfín de disparos. La caballería, pensando que se trataba de la infantería española, repitió el ataque y fue de nuevo rechazada con unas grandes pérdidas. 119 Claude Victor-Perrin, apodado Victor (1764-1841), duque de Belluno (1808). General de división (1797), mariscal de Francia (1807). A finales de 1808 entró a España al mando del I Cuerpo de Ejército. Participó en las campañas rusa y sajona. 120 Punta son los primeros dos-tres soldados patrulleros que hacían un reconocimiento en el terreno, averiguando si el camino estaba “limpio”. Por detrás de ellos marchaba un pequeño destacamento de protección (la vanguardia) y después a cierta distancia toda la columna del ejército. 121 Palabra alemana que significa: parar, stop. 122 Otra fuente polaca habla de que fueron los lanceros polacos los que se lanzaron contra los holandeses (Wspomnienia ułana, pág. 14). 36 Las otras divisiones ya se habían formado para la lucha, para recibir el ataque enemigo, pero la artillería, pensando que todo estaba perdido, comenzó a clavar los cañones, a cortar las correas de los caballos 123 y a huir hacia atrás. Y mezclándose con los equipajes, las carretas de las cantineras, los mulos y los burros, causó un desorden y una confusión difíciles de describir. Éstos se mostraron ante nuestros ojos gracias al alba, lo que llenó de dolor los corazones de todos nosotros 124 . En Manzanares, el cuerpo español, acampando después de una escaramuza tras la cual nos retiramos y celebrándolo como si de una victoria se tratara, no esperaba un asalto proyectado, cuyos resultados traerían sin duda un gran provecho para nosotros. Nuestros tristes acontecimientos nocturnos, causados por la indolencia del general que mandaba la vanguardia y por esta misma, fueron atribuidos, sin embargo, a los polacos. Puede que en parte sí que fuera culpable la infantería polaca por disparar contra la caballería. Ya formada en columnas y con la bayoneta en la mano, la infantería podía o bien esperar al supuesto enemigo o bien preguntar quiénes eran los que se acercaban, especialmente teniendo en cuenta que estaba mucho menos cansada que la caballería. Podía haberse dado cuenta del error con mayor facilidad que nosotros, tanto más que había que pensar que el ejército español no se hubiera atrevido a atacar tan intrépidamente a nuestras columnas en mitad de la noche. Repito, la impetuosidad de la infantería podía ser criticada, pero ¿tenía nuestro regimiento la culpa de algo? Igual del hecho de que se apartara a un lado y no participara en esa infeliz batalla. No obstante, el mariscal mandó transmitirnos su descontento y de nuevo se encontró una razón para frenar los ascensos y los premios merecidos desde hacía mucho tiempo. El cuerpo español, despertado por el profuso fuego de armas de mano al lado mismo del campamento, en una confusión poco menor que la nuestra, se retiró a unas posiciones seguras. Los puestos olvidados, es decir abandonados por la huida, cayeron 123 Aquí se trata de cortar las correas que ataban a los caballos con los carruajes, cañones, etc., en una situación de peligro repentino, donde no había más remedio que dejar el equipo y huir. Los soldados cortan las correas para aprovecharse de los caballos en su fuga y también para salvar los caballos mismos. 124 Este hecho tuvo lugar en octubre de 1809 durante una operación del ejército imperial contra los grupos guerrilleros que actuaban en La Mancha. Como resultado de una orden mal entendida, la punta de la columna del ejército francés abrió fuego a un enemigo imaginado. Por eso el regimiento de húsares holandeses que iba justo tras ella realizó una maniobra violenta para atrás. Los disparos en la oscuridad de la noche y el ruido de la caballería que se acercaba fueron entendidos por los lanceros polacos como un ataque sorprendente de la caballería del enemigo. Como los polacos recibieron a los holandeses con las lanzas, se produjo una enorme confusión entre los destacamentos en marcha, aumentada por la infantería que disparó a los jinetes de ambos regimientos con salvas de fusiles. Kirkor comenta, que por la falta de noticia sobre este incidente en la documentación francesa, aquellos hechos no pudieron tener tanta dimensión (Kirkor, S. Legia, pág. 258). 37 en nuestro poder como una conquista y recompensa por las pérdidas difíciles de recuperar, ya que el número de muertos y heridos ascendía hasta mil. En el transcurso de nuestra agotadora marcha por Francia, fuimos siempre muy bien recibidos por sus habitantes. En todos los cuarteles se nos daba de comer y de beber abundantemente. En París, nuestro regimiento fue instalado a orillas del Sena, en la parte antigua de la ciudad. A mi compañía le tocó dejar los caballos al pie de un muro. Allí, los soldados limpiando los caballos y nosotros vigilando, vimos a un desconocido que pasaba y nos examinaba cuidadosamente. Entonces, los viejos legionarios reconocieron en él a Kościuszko 125 . Cuando quisimos saludarle, se lanzó por una callejuela lateral y desapareció de nuestra vista. A comienzos del mes de mayo del año 1808, nos detuvimos en Bayona 126 , donde encontramos ya al emperador Napoleón con la emperatriz Josefina 127 . Allí, por primera vez, montamos un campamento con tiendas. Transcurridos algunos días desde nuestra llegada, nuestro regimiento, que contaba con 1.200 hombres 128 , salió a la revista. Formaron las compañías en una fila, todos de pie al lado de sus caballos. Llegó el emperador y examinó a cada uno, desde los oficiales hasta el último soldado. Cuando ya había llegado al centro de la quinta 125 Tadeusz Kościuszko (1746-1817). Coronel en el ejército de Estados Unidos (1775). Héroe de la Guerra de la Independencia americana (batalla de Saratoga 1777) tras la cual fue nombrado general de brigada. Regresó a Polonia en 1784. Nombrado general destacó en la guerra contra Rusia (1792). Ciudadano honorífico de la República Francesa. Comandante supremo de la insurrección polaca (1794). Después de la derrota sufrió prisión en San Petersburgo. Liberado en 1796, emigró primero a América y más tarde a Francia, donde permaneció en oposición a Napoleón. Se retiró de la actividad pública y murió en Suiza. Ya durante su vida fue reconocido como símbolo del patriotismo y compromiso republicano. Objeto de culto nacional. 126 En realidad, el 27 de mayo. 127 Josefina de Beauharnais. Su verdadero nombre era Marie Josèphe Rose Tascher de la Pagerie (17631814). Emperatriz francesa (1804-1810), primera esposa de Napoleón I. 128 Es un error del autor. El regimiento contaba con 1.200 hombres en cuatro escuadrones y en la plana mayor según el primer estado de personal fijado el 5 de abril de 1807. Pero un año después, el mismo emperador redujo el número de lanceros en los escuadrones a 256 en cada uno y así debía haber en el regimiento 1.043 oficiales, suboficiales y lanceros (plana mayor incluida). Mientras, por varias razones a Bayona, antes de entrar a España, llegaron solamente 940 lanceros, el resto se quedó en el depósito del regimiento en Sedan. En junio de 1808 partieron al frente español sólo dos destacamentos apretados, en conjunto 790 hombres (75% del estado del personal oficial). En general, en España el estado de personal del regimiento no sobrepasaba los 500 lanceros, porque -como hemos visto- desde el principio de las operaciones militares muchos de ellos fueron asignados a varios cuerpos franceses. Por ejemplo, en la primera mitad del año 1809, el destacamento principal contaba con 519 lanceros, entre ellos 28 oficiales. El primer escuadrón, 130 lanceros; el segundo, 130; el tercero, 132 y el cuarto, 127. Las intervenciones del coronel para que sus lanceros regresasen a sus filas, aumentando de esa manera la fuerza del regimiento, en general no produjeron buen resultado. También los refuerzos enviados al regimiento eran detenidos a veces de una manera arbitraria en el norte de España para la disposición de varios comandantes de provincias militares. 38 compañía que, junto con la primera, formaba el primer escuadrón 129 , un soldado con cuatro galones 130 , casi del todo borracho, exclamó con su pobre francés levantando una pierna: “¡Mira, emperador, qué botas tengo, que no tienen ni suela! He servido durante 25 años y ni sé de cuanta masa 131 dispongo, pues no tengo cartilla, y el coronel con el intendente 132 se comen todos los fondos”. El emperador se giró rápidamente y llamó al coronel. Éste se disculpó por la falta de cartillas alegando que no sabíamos escribir en francés. El emperador ya no examinaba más. Ordenó montar a los caballos y empezar las maniobras. Al principio, el coronel y los oficiales, que estaban confundidos tras la inesperada queja del soldado, perdieron tanto la cabeza que las evoluciones iban sólo Dios sabe de qué manera. El emperador, al ver la torpeza en los movimientos, causada por las columnas demasiado grandes, mandó entonces formar pelotones de doce roty 133 cada uno y a los que sobraban les ordenó mandar a la retaguardia. Los señores oficiales también volvieron en sí y los cuatro escuadrones de cuatro pelotones cada uno y con el quinto escuadrón de flanqueadores 134 , realizando con destreza las maniobras militares, 129 Entre 1808 y 1811 la organización del ejército era la siguiente: el primer escuadrón lo componían la primera y la quinta compañías; el segundo, la segunda y la sexta; el tercero, la tercera y la séptima y el cuarto la cuarta y la octava compañías. El jefe de escuadrón llevaba dos pistolas, el resto sólo una lanza y pistola. 130 En el original: szewrony (en singular: szewron). Los galones rojos en la manga izquierda del uniforme en forma de la letra “V” significaban las siguientes etapas del servicio medidas en años (un galón, 5-7 años de servicio; dos galones, de 10 a 14 años; tres, de 15 a 21 y cuatro por lo menos 22). Aquí se trata de un veterano que había servido en el ejército de la I República de Polonia, como muchos otros en el regimiento. Wojciechowski menciona este incidente subrayando la experiencia del soldado que a pesar de su estado se atrevió a dirigirse al emperador. Ningún soldado joven lo hubiera hecho, aun sin beber nada, porque inmediatamente le hubiera caído un severo castigo disciplinario. 131 Del francés: masse. Una especie de prestaciones que se debían a un soldado del regimiento (por ejemplo, la masa de vestimenta son los gastos para su uniforme) y que debían apuntarse en la libreta militar (livret) del soldado. 132 Se trata del coronel Konopka y de Jean-Baptiste Louis Belleville (c.1774-¿?). Desde 1792 en el ejército francés. Capitán intendente del regimiento de caballería de la Legión del Danubio (1802), después en Italia y en Silesia en el regimiento de lanceros. Capitán intendente y miembro del Consejo Administrativo en el depósito del regimiento de lanceros del Vístula en Sedan, después del séptimo regimiento de chevau-légers-lanceros (hasta el final de la guerra en 1814). Durante los Cien Días de Napoleón (1815), jefe de escuadrón en el séptimo regimiento de lanceros. Caballero de la Legión de Honor (1808). 133 En singular rota. Véase la nota 55. Aquí significa que se mandó formar pelotones compuestos de 24 soldados cada uno. 134 Se trata de una compañía y no de un escuadrón de flanqueadores. Formaba parte de cada regimiento de caballería, con el último número (ocho) con el fin de proteger a su destacamento (se podría decir, un destacamento ligero). De manera no oficial, una compañía de flanqueadores estaba compuesta sobre todo por los soldados del regimiento que tenían problemas disciplinarios y que tuvieron que expiar sus culpas en servicios difíciles y de alto riesgo. Durante una guerra las compañías de flanqueadores de los regimientos de caballería eran las primeras que empezaban cada batalla y normalmente se marchaban las últimas del campo de batalla. Cuando el regimiento permanecía en sus posiciones, los flanqueadores penetraban las líneas delante de las líneas principales o provocaban al enemigo con el fuego, todo el 39 tanto con la agilidad de los caballos, como con el acierto y la habilidad en cada evolución, consiguieron ganarse el contento especial del emperador. Tras las maniobras, el regimiento fue convidado a un banquete, ofrecido para nosotros por los chevau-légers de Krasiński, durante el cual se presentó ante nosotros el emperador Napoleón, que fue recibido con gritos de júbilo. Aunque el banquete duró toda la noche y por eso en el campamento apenas se había podido reunir un puñado de soldados para dar a los caballos forraje y abrevarlos, entre todos no fuimos capaces de acabarnos ni la mitad del vino que nos habían preparado. Al día siguiente, el emperador regaló a nuestro regimiento cuarenta cruces de la Legión de Honor 135 por la batalla de Schweidnitz que había tenido lugar en Alemania en 1806 136 . Fueron las primeras tiempo “flanqueando”, es decir actuando en orden disperso ante las líneas de los ejércitos enemigos. Atacaban los flancos del enemigo, protegían el frente, las alas y la retaguardia de sus propios escuadrones. No paraban de vigilar si su propio regimiento no había sido rodeado o sorprendido con un ataque inesperado. Del campo de batalla se retiraban paso a paso, por detrás del regimiento, y además tenían que estar muy atentos a cada movimiento por parte del enemigo. Además también protegían las expediciones para conseguir el forraje para otros escuadrones. En general, realizaban las tareas más ingratas y agotadoras, tanto durante la guerra como durante la paz. 135 Napoleón las concedió con decretos del 29 de mayo de 1808 en Bayona. 136 Primera batalla del regimiento en tierras polacas, justo tras su regreso de Italia, contra la caballería prusiana. Wojciechowski, que pasó al regimiento en enero de 1808, escribe erróneamente -basándose probablemente sólo en su memoria- sobre 1806 y Alemania. De la primera fecha se pudo equivocar porque la esperanza de los lanceros de regresar a Polonia aumentó en Italia ya en 1806, cuando las tropas francesas entraron a Polonia. En referencia al lugar exacto de la batalla, el lancero sin duda lo desconocía, puesto que resulta un poco sorprendente llamar “alemana” a una localidad silesiana perteneciente al Reino de Polonia, de una manera más o menos directa, hasta el siglo XIV. Este corto combate tuvo lugar el 15 de mayo de 1807 en los alrededores de la aldea de Struga (entonces Adelsbach) en la Silesia Baja. Ocurrió tras la derrota de un pequeño destacamento del general Charles Lefebvre-Desnouettes con unos de los destacamentos prusianos, después de la cual el francés encontró por accidente a los lanceros polacos, y tras reunir también en Schweidnitz un escuadrón de dragones, de chevau-légers y dos batallones del décimo regimiento de infantería bávara, atacó a los prusianos entre Struga y Szczawienko. El ataque con las terribles lanzas fue por parte de los soldados polacos rápido y victorioso. La literatura ofrece varias localidades para nombrar el lugar de la batalla. En realidad, ésta se libró cerca de la aldea de Struga, en la Montaña Roja (Czerwone Wzgórze, de 465 metros de altura sobre nivel del mar), a unos 1,5 kilómetros al sur de la aldea, donde en el lugar de la batalla se encuentra un monumento dedicado a los lanceros polacos. Otros lugares mencionados cuando se habla de la batalla son: Szczawienko, que actualmente está en la parte norteña de la ciudad de Wałbrzych, a unos 6 kilómetros de Struga, y Szczawno (entonces Salzbrun, actualmente Szczawno-Zdrój), a unos 4 kilómetros de Struga. Wojciechowski menciona “Szwajnic”, del alemán Schweidnitz, conocida por sus fortificaciones de la época, actualmente Świdnica, a unos 19 kilómetros de Struga. Wojciechowski tuvo parcialmente razón al afirmar que se trataba de la batalla de Schweidnitz, porque en la lengua polaca en vez de decir que la batalla se libró en Schweidnitz (“la batalla de Schweidnitz”), se dice literalmente “la batalla cerca de Schweidnitz”, a no ser que el combate se libre en la misma localidad. Las condecoraciones fueron concedidas a los lanceros no solamente por aquella batalla, sino también por otros méritos durante años de servicio fuera de la patria. Los lanceros obtuvieron, además, las primeras concesiones de la Legión de Honor para la Legión del Vístula. El coronel Konopka fue oficial de la Legión y 23 oficiales y lanceros, caballeros de la Orden. Según Kirkor (Kirkor, S. Legia, pág. 505), aunque muchos autores aceptaron que fueron otorgadas por la batalla de Struga (según Kirkor, Szczawno), en la escala de las operaciones de guerra de entonces fue una pequeña escaramuza, con la importancia muy limitada, no pudiéndose argumentar con esto la concesión de hasta 24 cruces de la Legión (además, el coronel Konopka no 40 condecoraciones militares que recibía este regimiento formado en Italia por el coronel Aleksander Rożniecki bajo el mando del general Kniaziewicz 137 , y que disponía de los estandartes concedidos ya en los tiempos del consulado de Napoleón 138 . Ese mismo día se repartieron carabinas y balas de guerra entre los soldados e incluso oficiales; después se tocó marchar, y a pie, cada uno con las riendas de su caballo en la mano, fuimos conducidos hacia los Pirineos 139 . Al segundo día de marcha ya vimos entre las rocas a los montañeses españoles, que, gritando algo en una lengua ajena, nos disparaban. Entre la nieve y el frío, subimos a duras penas por unas malas y estrechas sendas hasta Pamplona 140 , una ciudad fuertemente fortificada que se hallaba ya en manos de los franceses. El general Bonet la había conquistado por una estratagema sin disparar un solo tiro 141 . Es sabido que el emperador Napoleón quería no tanto conquistar para su gobierno sino persuadir a la península, es decir, España y Portugal, para que estableciera estrechas relaciones vecinas, por la instauración de una forma de gobierno y de una constitución similares a los existentes en Francia. Y por todo ello quería arrancar a estos participó en aquella batalla). Kirkor afirma que el motivo tuvo que ser por el conjunto de los méritos del regimiento tanto en Silesia, como antes en Italia. El historiador polaco añadía que sin duda fue también la expresión de satisfacción del emperador por la imagen del regimiento presentada en la revista en Bayona e igual también un anticipo para el futuro por el papel que iba a jugar el regimiento en la expedición a Aragón del general Lefebvre-Desnouettes. El alto oficial francés conocía ya -como hemos visto- el regimiento y probablemente expresó su mejor opinión sobre esta unidad. 137 Karol Otton Kniaziewicz (1762-1842). Luchó en la guerra polaco-rusa de 1792. Participó en la insurrección de Kościuszko (1794), nombrado general mayor, fue herido y hecho prisionero por los rusos. Liberado por el zar Pablo I, se exilió en Italia. Comandante de la primera Legión Polaca en Italia (17971799), general de división y comandante de la Legión del Danubio (1799). En 1801 dimitió como protesta por las condiciones de la paz de Lunéville firmada con los austriacos. Volvió a Polonia, pero no tomó parte en las actividades durante la época del Ducado de Varsovia. Nombrado comandante de la XVIII división de infantería en el V Cuerpo de Ejército en la campaña rusa de 1812, dimitió al año siguiente. Desde 1817 vivió en la emigración primero en Dresde y luego en París. Comendador de la Orden Virtuti Militari (1792). 138 Véase la nota 262. 139 El regimiento partió de Bayona el 31 de mayo de 1808. 140 Los lanceros pasaron la frontera el día 1 de junio y el 3 llegaron a Pamplona. 141 El día 16 de febrero de 1808 el ejército francés, que anteriormente estacionaba en la ciudad de Pamplona, capturó por sorpresa la fortaleza de esa localidad, que guardaba la entrada norteña al valle del Ebro. Similares estratagemas fueron empleadas en otras tomas de ciudadelas y castillos realizadas con posterioridad (ciudadela de Barcelona, castillo de Montjuïc, Figueras, el castillo de la Mota de San Sebastián). En realidad, a las tropas francesas las mandaba el general Jean-Barthélémy-Claude-Toussaint Darmagnac (1766-1855). General de brigada (1801) y de división (1808). Luchó en España entre 1808 y 1813, gravemente herido en la batalla de Medina de Rioseco, gobernador de Galicia y luego de Castilla La Vieja. No se trataba entonces de Jean-Pierre François Bonet (1768-1857), conde del Imperio (1811). General de brigada (1794) y de división (1803). Luchó en España entre 1808 y 1813, gobernador de Santander, comandante de la II división del II Cuerpo de Ejército. En 1813 partió a la campaña de Alemania. 41 dos reinos de la influencia inglesa 142 . Tanto más, Carlos IV 143 , rey de España, no se opuso a estos planes ya que era Godoy 144 , príncipe de la Paz y favorito de la reina 145 , el que dirigía esta intriga 146 . El reducido ejército español fue enviado fuera del país y reemplazado por el ejército francés 147 . Por esa razón, el general de división Bonet 148 instaló el campamento cerca de Pamplona. Cada día iban destacamentos del ejército francés a por víveres a la ciudad. Volviendo de allí, los soldados franceses, alegres, saltando ágilmente por la nieve, celebraban carreras de caballos. Cuando llegó el momento de ocupar la fortaleza, el general, tras mandar a los soldados hacer carreras ordinarias, los fue acercando cada vez más a las trincheras y a la puerta. Cuando atravesaron esta última, unos se lanzaron a coger las armas de la guardia que observaba el espectáculo y los otros se apoderaron del arsenal. Cuando llegaron en su ayuda los destacamentos armados, sin disparar, se hicieron con la fortaleza, que como era fronteriza les abría una entrada a la provincia de Navarra. Y nosotros precisamente fuimos enviados con el general de brigada Lefebvre-Desnouettes 149 para la ocupación de esta provincia. Los franceses colocaron su ejército en los puntos más importantes de España y Portugal, por lo que el pueblo, indignado con el rey, le exigía que abdicara en su hijo Fernando VII 150 . Y cuando esto ocurrió, este último entró en Madrid. Napoleón se presentó en Bayona con el objetivo de reconciliar al hijo con el padre, consiguiendo 142 La España de Carlos IV no estaba sometida a influencia política inglesa alguna; más bien estaba inclinada al lado francés. De ahí la firma el 27 de octubre de 1807 en Fontainebleau de un tratado entre Francia y España por medio del cual quedaba aprobado el paso del Ejército Imperial por territorio español destinado a la conquista del reino luso. 143 Carlos IV (1748-1819). Rey de España (1788-1808). 144 Manuel de Godoy Álvarez de Faria (1767-1851), príncipe de la Paz (1795). Desde su nombramiento como primer ministro en noviembre de 1792 dirigió los hilos de la vida política española hasta su caída en marzo de 1808. 145 María Luisa de Parma (1751-1819). Reina de España (1788-1808), esposa de Carlos IV e hija del duque de Parma, Felipe de Borbón y Farnesio. 146 Se nota una simplificación de este momento de la historia de España, basada en las populares tesis propagandísticas de la época. 147 Se está aludiendo a la División del Norte que al mando del general marqués de La Romana partió el 22 de abril de 1807 de España a Alemania y Dinamarca en apoyo de las tropas francesas. El ejército francés no vino a reemplazar al español. En realidad, lo que se estaba produciendo era la invasión encubierta de la península Ibérica al completo. 148 General de brigada Darmagnac. 149 Charles Lefebvre-Desnouettes (1773-1822), conde (1808). General de brigada (1806) y de división (1807). Combatió en España en 1808, entre otros en Zaragoza y Tudela, y en diciembre, tras resultar herido por un golpe de pistola, fue hecho prisionero por los ingleses y llevado a Inglaterra. En 1812 consiguió fugarse y pasó a luchar en la campaña rusa. 150 Véase la nota 146. Fernando VII de Borbón (1784-1833). Rey de España (1808-1833). 42 persuadir a ambos para que fueran allí. Sin embargo, durante las negociaciones, Fernando intentó huir a España, pero la gendarmería francesa le cogió y se lo llevó al interior de Francia. Mientras, al rey Carlos, a su esposa y a su favorito se les envió a Versalles 151 . Era necesario entonces mandar a España cuanto antes el mayor número de soldados posible para ayudar a los cuerpos franceses que ya se encontraban allí. No obstante, a pesar de las marchas forzadas a las cuales fuimos obligados por esta razón, llegamos a España demasiado tarde. La revolución española, apoyada por los ingleses e instigada por los sacerdotes, crecía a pasos agigantados. El cuerpo del general Junot 152 fue obligado a capitular en Portugal, y diecisiete mil soldados bajo el mando del general Dupont 153 rindieron las armas tras la infeliz batalla de Bailén 154 . De este cuerpo, sólo un regimiento de coraceros consiguió, como si de un milagro se tratara, abrirse paso 155 hasta el gran duque de Berg 156 . Murat había sido retirado a Francia 157 y el propio José Bonaparte, 151 Los acontecimientos reales difieren bastante de lo expuesto por el lancero polaco y son ya bastante conocidos. Groso modo podemos decir que la entrada de las tropas francesas es apoyada por el pueblo. Se piensa que vienen en ayuda del príncipe de Asturias. Carlos IV se vio forzado a abdicar el 19 de marzo de 1808 tras el motín de Aranjuez del 17. Fernando VII entró en Madrid el 24 de marzo. Napoleón, tras estos acontecimientos, se reafirmó en una idea que ya venía amasando desde hacía tiempo: cambiar la dinastía en España. Llamó a Bayona a la Familia real española con el objetivo de desposeerles de la Corona. Fernando VII buscaba el reconocimiento de su ascensión dinástica, Carlos IV, la reina y Godoy también acuden pero por otros motivos. En los diez primeros días de mayo sucedieron las abdicaciones de Bayona donde la Corona pasó por varias manos hasta recaer en el hermano mayor de Napoleón, José. Fernando VII no intentó huir, esa fue una noticia difundida en la época. Permaneció recluido en Château de Valençay, en el interior de Francia, hasta 1814. Carlos IV, la reina y Godoy fueron primero enviados a Compiègne, después a Aix-en-Provence, Marsella y en 1812 pasaron a residir en Roma. 152 Jean-Andoche Junot (1771-1813), duque de Abrantes. General de división (1801). Se le confió la primera invasión de Portugal. Derrotado en Vimeiro (21 de agosto de 1808), firmó el convenio de Sintra (30 de agosto) y marchó a Francia. Destinado nuevamente a la península Ibérica como comandante en jefe del VII Cuerpo de Ejército y, más tarde, del III, luchó en Zaragoza. Mandó el VIII Cuerpo de Ejército en la invasión de Portugal por el mariscal Jean-André Masséna, pero partió otra vez a Francia después de la batalla de Fuentes de Oñoro (1811). Después prestó servicio en Rusia (1812) y de nuevo en España fue nombrado gobernador de la península Ibérica. Tras la retirada de los franceses de suelo hispano, regresó a Francia donde se suicidó. 153 Pierre-Antoine Dupont de l’Etang (1765-1840), conde del Imperio (1808). General de división (1797). En 1808 pasó a luchar en la guerra peninsular. Sus tropas fueron derrotadas en la batalla de Bailén donde se vio obligado a capitular. Tras esta derrota cayó en desgracia y a su llegada a Francia fue juzgado y encarcelado. 154 La batalla y la capitulación francesa en Bailén tuvieron lugar los días 19 y 22 de julio de 1808. Unos 17.600 soldados imperiales fueron hechos prisioneros, unos 2.200 cayeron muertos y unos 400 fueron heridos. Entre los 33 mil regulares y milicianos españoles hubo unos 240 muertos y 730 heridos. 155 Ninguna unidad presente del Cuerpo de Ejército de Dupont escapó a la rendición de Bailén, pero el mito se repite en varias narraciones francesas. 156 Joachim-Napoleon Murat (1767-1815). Rey de Nápoles (1808-1815), mariscal de Francia y príncipe del Imperio (1804). Gran duque de Berg y de Clèves (1806). En 1808, Napoleón -su cuñado- le nombró comandante en jefe del “Ejército de España”. Reprimió el levantamiento madrileño del 2 de Mayo. Murió fusilado. 43 que había sido elegido rey de España el 6 de junio de 1808, tuvo que abandonar la capital con el ejército a los seis días de su llegada a Madrid 158 . En Pamplona se nos permitió descansar unos cuantos días. Mirando a los lugareños, sus caras morenas, aquellas gabardinas circulares 159 de paño negro o bernardo 160 , las chinelas de lona, el bonete en la cabeza y el cigarro en la boca, tuvimos la sensación de que nos sería tan fácil aplacarles como lo había sido con los de Westfalia. Pues allí habíamos conseguido someter con facilidad a la obediencia a la autoridad, dando sablazos de plano, a todos aquellos campesinos reunidos en las tabernas y armados con horquillas. Cuando dejamos por fin Pamplona, al tercer día de marcha, divisamos por encima de la orilla del río Ebro un campamento enemigo, o mejor dicho, una multitud de campesinos que, al ver que nos acercábamos, se dispersaron. Una vez atravesado el río Ebro, ocupamos un pueblo que había sido abandonado 161 . Ya instalados los puestos y los piquetes 162 , el regimiento se alojó como buenamente pudo. Como no habíamos traído con nosotros los víveres, cada uno tuvo que buscarse la comida propia y la del caballo. Los soldados se dispersaron por el pueblo. Unos encontraron trigo en la iglesia, detrás del altar, y se lo echaron a los caballos en los pesebres. Otros consiguieron vino, pollo y carne de cerdo. De esta manera, en nuestra primera noche bélica ni nosotros ni nuestros caballos llegamos a pasar hambre. El día 7 de junio, poco antes del amanecer, los piquetes abrieron fuego y 157 Murat abandonó Madrid el 17 de junio de 1808. La noticia de su partida no se hizo pública hasta la llegada a la Corte de José I. 158 José Bonaparte fue nombrado por el decreto de Napoleón. El 7 de julio de 1808 fue consagrado rey de España por el obispo de Burgos, Manuel Cid Monroy. El día 9 partió de Bayona con su séquito fuertemente escoltado por dos mil quinientos hombres procedentes de los regimientos primero de lanceros de Berg y chevau-légers polacos de la Guardia Imperial, el noveno escuadrón de marcha y los regimientos números dos y doce de infantería ligera. El día 20 accedió a Madrid por la puerta de Alcalá. El 25 se produjo su anodina proclamación y el 31 salió de Madrid. En total, 11 días permaneció el rey en la capital de su nuevo reino. 159 Es un gabán llamado de “tres cuartos” (trois quart). Se trata de una capa sin mangas con el cuello que pende por la espalda. Esta capa extendida en el suelo equivale a tres cuartos de un círculo. Estas capas también las vestían al principio los chevau-légers. 160 Color marrón parecido al utilizado por los monjes bernardos en sus hábitos (también podía ser gris o pardo). Parece que también aquí se está haciendo referencia a la gordura del paño, característica de estos hábitos. El término “paño bernardo” se formó probablemente en la Legión del Vístula. Ante la imposibilidad de coser en condiciones de guerra los uniformes con los colores apropiados (granate y amarillo), los soldados de la Legión usaban el paño destinado a los hábitos de los monjes, que se encontraba a mano en cada ciudad y en grandes cantidades. No disponemos de material iconográfico de estos uniformes no reglamentarios, usados a menudo en España. 161 Se trata del pueblo de Valtierra en Navarra. 162 Piquete: puesto de centinela (por la noche: “puesto de escucha”); puede estar compuesto por un soldado o un destacamento pequeño. 44 se tocó generala. Pero no había manera de mover a los caballos que habían enfermado de infosura 163 a causa del trigo. En breve se hizo evidente que los piquetes estaban disparando al ganado que se lanzó a nuestros banderines 164 . Tranquilizados ya con esto último, tuvimos que pensar qué hacer con nuestros caballos. Unos empezaron a sangrarlos, otros a cortarles un poco las orejas y unos terceros a agujerearles el lomo. Todos nuestros esfuerzos no sirvieron de mucho, ya que en breve cerca de doscientos caballos murieron allí mismo. El resto, llevado a mano, apenas podía dar un paso tras otro 165 . No muy lejos del pueblo, se pudo escuchar un cañonazo fuerte y nosotros estábamos desesperados de que la batalla, y quizá también la campaña, se hubiesen podido terminar sin nosotros. Al poco tiempo cesaron los disparos y nosotros nos arrastramos hasta lo que había sido el campo de batalla 166 . En los alrededores de la ciudad de Tudela, los gritos y lamentos de las mujeres y los niños nos advertían de que la ciudad había sido expuesta al saqueo. Anteriormente los españoles la habían abandonado en medio del caos más absoluto, habiéndose dejado algunos cañones y todos sus equipajes. ¡Si no hubiera tenido lugar este infeliz incidente de nuestro regimiento, para la reorganización del cual el cuerpo tuvo que pasar algunos días en Tudela, puede que -tras espantar a los insurrectos- hubiéramos conseguido ocupar la ciudad de Zaragoza, cuya toma, algo más tarde, tanta sangre nos costaría! Cuando hubimos enviado a Pamplona a nuestros heridos y merodeadores, recuperamos fuerzas en la medida de lo posible y seguimos adelante. Al día siguiente, es decir, el 13 de junio, cerca del pueblo de Mallén, por encima de la orilla del Huecha, nos encontramos con el general Palafox que tenía al frente nueve mil guerrilleros y doscientos hombres de la caballería regular y quería cortarnos el camino 167 . Tanto 163 Enfermedad de las caballerías. Una inflamación de las partes blandas de los cascos (normalmente delanteros), que se presenta con dolores en dos o en los cuatro remos, y se descubre por el miedo con que pisan. La enfermedad está causada por el enfriamiento repentino del animal cuando está sudado (también por beber cuando el animal se encuentra en este estado), por intoxicación alimenticia (por ejemplo, con el grano fresco), complicaciones en algunas enfermedades contagiosas, etc. 164 Las lanzas llevaban unos banderines en su extremo. 165 Los memorialistas polacos {Wojciechowski, Wojciech Dobiecki (Dobiecki, Wojciech. Wspomnienia wojskowe z Hiszpanii (1797-1813) [Memorias militares de España (1797-1813)], en Czas. Dodatek miesięczny, tomo XV, Cracovia, 1859, pág. 239) y el lancero anónimo (Wspomnienia ułana, pág. 6)} escribían de los errores de los lanceros en el trato a caballos. Mientras que los franceses sospechaban más el envenenamiento (Grasset, Alphonse-Louis. La guerre d’Espagne (1807-1813), vol. 2, París, 1925, pág. 332). 166 El primer combate de Tudela tuvo lugar el 8 de junio de 1808. 167 Los franceses consideraban “guerrillero” al combatiente no uniformado. Muchos soldados españoles carecían de uniforme. A los imperiales comandaba el general Charles Lefebvre-Desnouettes que partió de Pamplona el día 5 de junio de 1808 con un destacamento de 3 mil infantes, mil jinetes y 6 cañones. A los españoles, nada más que un destacamento de unos cuantos cientos de soldados, los comandaba el 45 algunas hábiles maniobras y una atrevida incursión de nuestro escuadrón, todo dirigido por el capitán Skarżyński, como los rápidos disparos de la artillería de nuestros ulanos formada de prisa por el capitán Hupet, dispersaron al enemigo a quien nuestro escuadrón, tras atravesar el riachuelo, consiguió cortar el paso por detrás. Entonces los españoles empezaron a huir al otro lado del Ebro y nosotros les seguimos hasta no poder más. Allí la matanza fue terrible. Como no entendíamos ni una sola palabra de lo que nos decían, ya podían ir pidiendo que les salváramos la vida o despreciando nuestro perdón, mientras los enfurecidos ulanos, sin consideración alguna, ahogaban o picaban a todos sin piedad 168 . Se tocó retirada y cuando llegamos al río Ebro, que había sufrido una enorme crecida, lo encontramos ya casi intransitable. Allí, nuestro oficial Topolczani se ahogó y el agua bajaba con tanta fuerza que un tirador 169 , arrancado del caballo por el ímpetu del agua, se quedó entre dos postes que habían clavado para sujetar las redes de pesca. Todos queríamos salvar a este infeliz. Atamos las sogas de forraje 170 , le agarramos bien a ellas y le arrastramos fuertemente bajo el agua hasta que lo sacamos de entre los postes. En ese momento, las sogas se rompieron y en un abrir y cerrar de ojos la infeliz víctima fue engullida por el río 171 . La cantinera de nuestro regimiento se lanzó al agua a nado en un mulo detrás de nosotros. El agua, con su tremenda fuerza, enseguida se llevó al mulo y le arrastraba rápidamente con su ímpetu. Por suerte, la cantinera tenía [atadas] a dos lados unas cantimploras 172 cargadas de vino, que mantuvieron en equilibrio al mulo en el agua y no dejaron que ésta se ahogara. La infeliz, con los brazos levantados, en vano clamaba al cielo socorro. Desde la orilla todos veíamos el peligro en el que se hallaba, aunque ninguno podía hacer nada. Sin embargo, el mulo, llevado por el instinto, nadando hermano mayor del futuro héroe de Zaragoza, Luis Rebolledo de Palafox y Melci, marqués de Lazán. Wojciechowski confunde las fuerzas españolas con las que comandaba el mismo Palafox en Alagón (6-8 mil hombres, entre ellos 500 del ejército regular y 100 jinetes). José Rebolledo de Palafox y Melci (17761847), duque de Zaragoza (1814). Nombrado capitán general de Aragón en 1808, se levantó contra las tropas francesas con el apoyo del pueblo de Zaragoza. Desde su cargo organizó la defensa de Aragón. Tras la capitulación de Zaragoza el 21 de febrero de 1809, fue hecho prisionero y enviado a Francia. No regresó a España hasta 1814. 168 Unos historiadores franceses consideraban las lanzas polacas como el único medio eficiente contra los guerrilleros (Histoire du Consulat et de l’Empire par A.[dolphe] Thiers, ancien Président du Conseil des Ministres, membre de la Chambre des Députés et de l’Académie Française, t. 9, Leipzig, 1850, págs. 44), otros aseguraban que las horribles lanzas polacas causaban un pánico difícil de describir (Grasset, A.L., La guerre, t. 2, pág. 335). 169 En el original: szaser, del francés: chasseur. 170 Cuerdas para atar los sacos con heno a la silla de montar. 171 Topolczani y un número de lanceros que desconocemos fueron las primeras víctimas del regimiento en España. 172 Aquí se trata de cantimploras de piel de cabra. 46 lentamente hacia la orilla, al final llegó allí felizmente con la cantinera y las cantimploras. El enemigo derrotado y perseguido por todos lados perdió algunos cañones 173 y nosotros, muy animados por este motivo, pensamos que la campaña había terminado. Al día siguiente nos encontramos de nuevo a los españoles formados en columnas en los alrededores de Alagón, a orillas del río Jalón y, venciéndoles de nuevo 174 , hicimos entrar a los supervivientes de nuestros enemigos hasta la ciudad de Zaragoza. A media milla 175 de la ciudad, en Molviedro, ocupamos un enorme monasterio 176 . En todos los alrededores encontramos bonitas casas rodeadas de agua, conducida artificialmente por acequias, lo que demostraba la riqueza y el buen gusto de sus habitantes. Y los suntuosos huertos compuestos de olivares, naranjos y limoneros, rodeados de fértiles viñedos, mostraban un panorama maravilloso. En medio de la avenida había un ancho camino con diversos árboles plantados densamente a ambos lados que conducía a las puertas de Zaragoza. Estaba a veces cortado, aquí por un brazo del río Ebro, allí por el navegable canal de Aragón, y más allá por fosos con esclusas atravesados por unos puentes de piedra tallada. La ciudad misma está situada en la orilla del río Ebro y rodeada por una muralla de diez pies177 de alto y tres de ancho. Al lado se eleva una gran montaña, que domina toda la zona, llamada Monte Torrero. Ese mismo día en el que tanto nos acercamos a las murallas de Zaragoza, es decir, el 16 de junio178 , las puertas rotas estaban abiertas y aun un destacamento de flanqueadores con el oficial 173 Cinco, aparte de los carros con munición. Con los cuatro cañones españoles de Tudela, el capitán Hupet formó un destacamento de artillería montada. 174 La batalla de Alagón tuvo lugar el 14 de junio de 1808. Los españoles -bajo el mando de Palafoxdefendían el puente en el camino a Zaragoza. 175 Se trata de la milla polaca que entonces equivalía a 7.146 metros. 176 La localidad de Molviedro no existe. Wojciechowski la puede confundir con Murviedro, pueblo inmediato a Sagunto, próximo a su vez a la ciudad de Valencia. En cualquier caso, un punto muy alejado por lo que sin duda se trata de un error. Con las pistas que nos aporta el lancero, se puede deducir que se trata del monasterio de San Lamberto, hoy inexistente y ya en el territorio actual de Zaragoza. Este monasterio fue la primera base de los lanceros del Vístula. Agradecemos esta información y otras referidas al asedio de Zaragoza al Sr. D. Luis Sorando Muzás. Józef Mroziński confirma en su obra la existencia de un monasterio de San Lamberto, a media milla de Zaragoza, camino a Alagón (Mroziński, J. Oblężenie i obrona Saragossy w latach 1808 i 1809, ze względem szczególniejszym na czynności korpusu polskiego [El asedio y la defensa de Zaragoza en los años 1808 y 1809, con una consideración más especial a las actividades del cuerpo de ejército polaco], ed. Kazimierz Józef Turowski, Cracovia, 1858, pág. 44; desgraciadamente en la traducción española este fragmento de la frase está cortado, véase Mroziński, J. El asedio, pág. 195). 177 Se trata del pie polaco antiguo que equivalía a 0,29777 metros. Las murallas que rodeaban Zaragoza eran de ladrillo y de unos 3 metros de altura (tal y como el lancero polaco comenta). De anchura también venían a tener 3 metros pero no eran macizas, sino que por dentro tenían arcadas y los 3 metros serían incluyendo su paso de ronda superior. Actualmente sólo quedan en pie trozos muy pequeños. 178 Wojciechowski se equivoca. El primer ataque contra Zaragoza tuvo lugar un día antes, el 15 de junio de 1808. Sobre el papel de los polacos véase más en Mroziński, J. El asedio, págs. 141-251. 47 Snarski 179 y con Piotr Rogoyski recorrió algunas de sus calles. Toda la población estaba escondida como debajo de la tierra. Pensamos que esperaba el momento de plegarse ante nosotros, para obtener el perdón de los triunfadores. Hacia la tarde, nuestro regimiento se dirigió al trote en pelotones hacia la ciudad pero se paró, no se por qué, ante la misma puerta. Parecía como si aguardara a una esperada capitulación de los habitantes o a unas nuevas órdenes. La infantería enemiga, cansada, estaba colocada tras los muros, teniendo a su lado los cañones dirigidos hacia los nuestros [cañones]. En medio del silencio, las dos partes se observaban entre si. Reinaba un silencio sordo. Cada uno como si esperara a que tocaran la hora en cuya sentencia divina se decidiría la suerte de innumerables familias y tal vez de dos grandes naciones 180 . De repente se oyó un murmullo tras las murallas y las puertas fueron cerradas con un enorme estruendo. Fue una señal acordada, porque en ese mismo momento comenzó a caer sobre nosotros una lluvia de proyectiles. La caballería, que estaba situada justo debajo de las aspilleras, a distancia de un disparo de pistola, tras el primer fuego ya había sufrido cantidad de daños. Los gritos de los heridos, las espantosas voces de los españoles, llenaban el aire. No había espacio para desplegar la columna apretada por los pelotones 181 . Y tanto el fuego mortífero abierto de nuevo, como los proyectiles desde las torres y las ventanas, nos forzaron a meternos en un huerto cercano del que cada uno salía con vida como buenamente podía. Así, Rogoyski trajo al campamento sobre sus hombros a Snarski, que estaba herido de muerte. Siguiendo nuestro ejemplo, la artillería y la infantería tuvieron que salvarse, pero esta vez, la suerte, que hasta ahora nos había acompañado, se alejó completamente de nosotros. La infantería y la artillería se establecieron en unos huertos cerca de la ciudad. Mientras que nosotros, como la única caballería de nuestro destacamento en esta expedición, ocupamos una posición militar cerca del monasterio de Molviedro 182 . Allí teníamos que vigilar y pensar en nuestra economía, ya que no teníamos almacenes 183 o provisiones de víveres ni de forraje. Al principio, como encontramos en los alrededores rebaños de ovejas, cereales y vino, había para comer y beber y la persona que no tiene 179 Mikołąj Snarski (¿?-1808). Subteniente del regimiento de lanceros polacos (1806). Caído durante el primer sitio de Zaragoza (15 de junio de 1808). 180 El autor se refiere a franceses y españoles. 181 Quiere decir que la columna del regimiento estaba en un camino estrecho formada en pelotones, uno por detrás del otro y cada pelotón en dos filas. 182 Véase la nota 176. 183 Se trata de los carros con víveres y otros equipajes. 48 hambre hoy, no piensa en el mañana. Sin embargo, a poco el servicio se nos hacía cada vez más penoso. Tuvimos que abastecer a todo el cuerpo con unos víveres que cada vez eran más difíciles de conseguir. El soldado que volvía de patrullar, o bien de una agotadora expedición para buscar víveres, se iba a hacer guardia y de la guardia marchaba otra vez a expediciones parecidas en las que por casi cada saco de paja había que pelearse con los insurrectos, ya que todos los habitantes, clérigos y laicos, nobles y campesinos, viejos y jóvenes, habiendo llevado a inaccesibles montañas a las mujeres y los niños, cogieron sus bienes, los víveres y los enseres más preciados, se alzaron en armas y nos declararon una lucha mortal. La guerra española, incitada por Inglaterra, que en todas partes quería crear enemigos a Napoleón, y exacerbada por los curas, no podía ser más que una cadena de crueldades y asesinatos que la naturaleza se estremece describir con detalles. No existen ensañamientos ni torturas que los españoles no hayan perpetrado a los prisioneros de guerra franceses, así como no hay indisciplina y desenfreno a los que no llegara un soldado francés en España. Las fuerzas de nuestro regimiento estaban cada vez más debilitadas por el hambre, las dificultades, la falta de descanso, el frío de la noche y durante el día ese insufrible calor que agrietaba la piel de los caballos. Nuestro campamento fue colocado entonces en un lugar supuestamente más oportuno y se nos ordenó llevar los caballos a las barracas, ya que no soportarían el calor durante más tiempo. Esto, no obstante, no nos protegió de las miles de bombas que lanzaban, día y noche, contra nosotros. Semanas más tarde, llegaron los refuerzos de Pamplona, y con ellos, una artillería de plaza 184 consistente en cuarenta y seis cañones de gran calibre de los cuales cuatro eran morteros, y doce, cañones cortos. Verdier 185 , el general de división, tras traer a Zaragoza dos mil hombres, como era el de mayor rango, pasó a estar a nuestro mando. Sin embargo, el acceso a la ciudad ya no era tan sencillo como el día de nuestra llegada. La infantería tuvo que zapar los aproches 186 y, tras acercarse a las puertas de la ciudad, 184 Error del autor. Una artillería de plaza son los tubos de cañones colocados en las cureñas sin ruedas. Aquí se trata de la artillería móvil usada para hacer asedios. 185 Jean-Antoine Verdier (1767-1839). General de brigada (1796) y de división (1800). En marzo de 1808 tomó el mando de la II división del II Cuerpo de Ejército del mariscal Jean-Baptiste Bessières que operaba en España. En junio del mismo año sustituyó al general Anne Jean Marie René Savary como comandante de Aragón y de Navarra. Resultó herido en el asedio de Zaragoza. En 1809 sitió Gerona y al año siguiente regresó a Francia. Participó en la campaña rusa. Barón del Imperio (1808). 186 Resultado de trabajos hechos por un ejército sitiador de alguna ciudad o castillo a fin de irse acercando para combatir con menos riesgo la plaza al abrigo de estas fortificaciones. Es nombre genérico de trincheras, minas, baterías, paralelas, etc. 49 levantaba con gran dificultad las baterías para la artillería. Los nuestros, rechazados de estas baterías algunas veces en salidas temerarias, tuvieron que luchar bayoneta en mano por cada palmo de tierra, salpicada con su propia sangre. Tras una larga preparación, se decidió dar el asalto general, para lo que fue tendido un puente por el río Ebro. Nuestro regimiento recibió la orden de cortar durante ese tiempo todas las comunicaciones a los asediados en diferentes puntos conocidos, moviéndonos constantemente de uno al otro lado del río. Debíamos también frenar la llegada de refuerzos que venían al socorro de Zaragoza desde Cataluña y Valencia. De repente, el día 4 de agosto por la mañana, a la hora acordada, comenzaron a rugir los cañones. Las dobles murallas de la ciudad fueron rotas. Tras ellas, al lado de las aspilleras, los heroicos habitantes de Zaragoza protegían con su propio cuerpo a sus mujeres, sus hijos y todas sus pertenencias. Las puertas, que ya estaban rotas, quedaron abiertas. Ahora, la victoria dependía ya solamente de las bayonetas. Los penetrantes gritos de los que iban al asalto, los gemidos de los heridos, el ruido, el estruendo de las armas y los disparos, los lloros y la desesperación de mujeres y niños se extendieron por todas partes. Cuando se puso el sol los tiros todavía no habían cesado y nuestro regimiento, una vez atravesado el puente del Ebro, ocupó su antigua posición al lado del monasterio de Molviedro187 . La oscuridad interrumpió la encarnizada batalla, solamente los cañones disparaban cada vez menos, rompiendo de vez en cuando el silencio que reinaba en medio de la noche. El tiempo era apacible. Nos bajamos de los caballos y, antes de que nuestros párpados fueran vencidos por el sueño, estuvimos conversando entre nosotros sobre el destino de la guerra, sobre la capitulación de la ciudad que aguardábamos en cada momento, y sobre las esperanzas de que el fin de la campaña llegara pronto. Justo al alba, con otro asalto acompañado de nuevo alboroto, nos persuadimos de que todavía correrían ríos de sangre. Pasaron varios días entre batallas encarnizadas y mortíferas que duraban todo el día. Aunque nuestro regimiento estaba en continuo movimiento, algunos de nosotros entre los que me encontraba yo, interesados por lo que estaba pasando en la ciudad, dejamos los caballos con el regimiento, nos reunimos con carabinas en la mano y, sin avisar a nuestros superiores, nos escabullimos del campamento y fuimos a ciegas a la ciudad. 187 Véase la nota 176. 50 Llegamos corriendo 188 a las brechas que habían quedado abiertas en las puertas y en los muros que servían como fortaleza a los habitantes de la ciudad. Dentro de las brechas encontramos abandonados los cañones de su lado y del nuestro. Las casas y las calles estaban desiertas. Esto nos convencía de que Zaragoza ya estaba ocupada, sin embargo, los densos disparos no cesaban. Nos acercamos a un edificio enorme, un convento abierto de par en par. Cuando entramos nos chocó una extraña escena. Los enseres y objetos sagrados tirados; aquí oscuridad, allí fuego, aquí el vacío, ahí unos seres corriendo como si de fantasmas se tratara. Unos vestidos con casullas, otros desnudos. Unos cantando, otros gritando. Unos deshaciéndose en lágrimas, otros saltando. Todos ellos eran mujeres y, en su gran mayoría, jóvenes y bellas. Nos miramos entre si, extrañados aun más por el hecho de que en total había cientos de estos seres infelices. De repente, llegó corriendo un francés y nos explicó que se trataba de unas víctimas enajenadas, que durante el asedio de la ciudad habían enloquecido de miedo y habían sido encerradas en este convento 189 . Tras el primer asalto se convirtieron en nuestro botín. También nos dijo que muchos conventos como aquél ya estaban ocupados, pero que todavía quedaban muchos más. Que por todas las calles había barricadas y sacos de lana y arena, preparados en todas partes para poner en un abrir y cerrar de ojos las baterías para la artillería 190 , que las aspilleras para los asediados ya estaban dispuestas en ventanas, tejados, muros y torres y que desde ellas les lanzaban a los atacantes incluso piedras. Decía también que nuestra infantería había conseguido llegar varias veces a la plaza del mercado de la ciudad, pero que siempre era rechazada y se veía obligada a retirarse, que si los nuestros conquistaban una casa por la derecha, los españoles la recuperaban por el otro lado. En una palabra, afirmaba que no parecía que la ciudad pudiera ser conquistada ni quemada, que esos varios días de asalto habían agotado nuestras fuerzas y acabado con las municiones, que el esfuerzo estaba siendo insoportable y nuestras pérdidas, tanto en muertos como en heridos, eran numerosas y constantes, mientras que en el bando español eran prácticamente nulas. Cuando salimos de aquel edificio entramos en el interior de la ciudad y, recorriendo sus calles, nos percatamos de que lo que había dicho aquel francés era cierto. No se sabía de dónde, pero caían balas y piedras sobre nosotros, nos 188 En el sentido de cabalgar. En el polaco antiguo en vez de usar la palabra “cabalgar” se decía “correr”. En la mayoría de los casos, cuando Wojciechowski dice “ir corriendo”, debemos entender “ir cabalgando”. 189 Las locas y los locos estaban en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia pero al ser destruido, los franceses los llevaron al Convento de Santa Engracia. Allí murieron el 14 de agosto. 190 Se trata de sacos con lana y arena preparados para montar las posiciones de artillería para los cañones. 51 escabullimos más adelante como pudimos y nos encontramos con nuestra infantería polaca de la Legión del Vístula y, después de saludarnos mutuamente, luchamos hasta el final del día hombro con hombro. Había un gran convento. En él, los nuestros cocinaban, asaban, algunos comían y bebían, mientras que otros desde la casa vecina asaltaban un convento fortificado que estaba al otro lado de la calle, rodeado por un alto muro que llevaba a una calle transversal, en la que había el frente de una iglesia que daba a una pequeña plaza. En cuanto vi de dónde venían los disparos contra nosotros, imperceptiblemente elegí para mí una ventanita y, después de esconder a más de diez soldados tras una pared, di orden de que cargaran las armas y me las pasaran. Y yo mismo saqué sólo la punta del cañón de la carabina y me puse a disparar a los españoles sin piedad. Tras algún tiempo, cuando el fuego enemigo comenzaba a remitir, bajamos corriendo y de allí salimos a la calle con el objetivo de conquistar el convento. Nos recibieron con una lluvia de balas y piedras y apenas tuvimos tiempo de refugiarnos detrás de nuestro muro. Volviendo a mi ventanita, comencé a disparar de nuevo a un grupo de españoles que estaban delante del convento. Cuando mis disparos, hábilmente calculados, habían provocado confusión, decidí hacer una nueva salida, durante la cual, tras ser arrojado con una ráfaga de balas, perdí en el campo de combate una tercera parte de mi gorro y recibí una contusión 191 en la cara, por lo que me vi obligado a retirarme otra vez. Cuando el sol ya se estaba poniendo, empezó a dolerme la cara. Además, me acordé de que desde esa mañana no estaba en lugar apropiado y una falta como aquella traía consigo un severo castigo. Con mi fervor aplacado y ante todo no viendo ya a ninguno de los compañeros de mi expedición, me dirigí de nuevo a nuestro campamento. Cuando cruzaba corriendo el puente, me sorprendió el capitán de nuestro regimiento Maksymilian Niezabitowski que, al verme con la cara hinchada, tiznado de pólvora y con el gorro hecho trizas en la cabeza, me exclamó: “Pero muchacho, ¿de dónde vienes? ¿del infierno?”. Asimismo, me enteré por él de que mi escuadrón se había marchado ya al otro lado del Ebro, que había cruzado el río a nado y que el capitán Szulc, al dar parte de mi ausencia al coronel, le había informado que yo había abandonado las filas con la esperanza de poder realizar un saqueo. El capitán aún quería 191 Se refiere a un golpe fuerte en la cara por ejemplo con un trozo de ladrillo, piedra, etc. En francés contusion al principio significaba los resultados de cualquier tipo de accidente sufrido por un jinete sin padecer una herida evidente. Después (1807/1808) la administración de guerra introdujo las estadísticas de los heridos y este término se juntó con el tipo de lesión, por ejemplo contusion par boulet. Generalmente significaba una lesión fuerte. 52 llevarse mi caballo, pero finalmente lo dejó solamente gracias a las súplicas de los oficiales. Atormentado en lo más vivo por la situación, corrí hacia el caballo con la intención de partir inmediatamente tras mi destacamento, pero fui llamado por el coronel. Mi relato calmó la curiosidad de los oficiales. Mi espantosa imagen, con el gorro destrozado, produjo en todos ellos risa y fui absuelto de mi castigo. Salí rápidamente en busca de mi compañía, pero no la alcancé hasta el día siguiente. Justo al alba, asaltamos un convoy de municiones, víveres y dinero que había sido enviado de Cataluña a Zaragoza 192 . Nos lo llevamos felizmente y volvimos al campamento. Mientras tanto, el asalto de Zaragoza todavía duraba. Hasta que a los pocos días, después de la puesta del sol, se llamó a caballo. En cuanto el regimiento se formó, levantó los puestos y se preparaba para marchar, pudimos oír unas cuantas explosiones en Zaragoza. Al poco tiempo nos enteramos de que las minas habían hecho saltar por los aires los principales conventos, incluso aquel con las infelices mujeres locas 193 . El 15 de agosto, tras hundir los cañones pesados y los morteros y prender fuego a los campamentos, abandonamos con esa iluminación esta heroica ciudad con innumerables pérdidas por nuestra parte tanto de hombres como de caballos y equipos. La noticia de que el ejército español, al mando de Don Felipe de Saint-March 194 , se estaba acercando a Zaragoza en su socorro y al mismo tiempo que el rey José había abandonado Madrid, fueron seguramente las causas de nuestra retirada del asalto195 y de que nos viéramos obligados a ceder aquella victoria tan caramente pagada con sangre al general Palafox ¡ese inmortal defensor de Zaragoza! Este general, herido en el primer día de nuestro ataque, mandó que le llevaran hasta aquella puerta 196 abierta, que fue 192 Se trata de parte del convoy con el equipo del segundo batallón ligero de voluntarios de Aragón apresado en Villamayor. 193 De nuevo se refiere al convento de Santa Engracia del que hoy sólo subsiste su iglesia y la cripta. Los conventos fueron destruidos por los imperiales la noche del 14 al 15 de agosto. 194 Felipe Augusto de Saint-March (también Saint-Marcq, 1762-1830). Nacido en Bélgica, a los 14 años ingresó en el regimiento de Guardias Valonas, del que era capitán de compañía cuando estalló la Guerra de la Independencia. Cuando los franceses ocuparon Madrid, consiguió huir. Ascendió a mariscal de campo por haber obligado al mariscal Bon Adrien Jannot de Moncey a levantar el asedio a la ciudad de Valencia. Participó activamente en los dos sitios a Zaragoza siendo premiado en enero de 1809 con los galones de teniente general por sus méritos en defensa de la capital del Ebro. Cuando la plaza capituló, fue hecho prisionero y conducido a Nancy, en donde permaneció hasta 1814. 195 Una gran importancia tuvo, sin embargo, la batalla y la capitulación francesa en Bailén (19 y 22 de julio de 1808). Los polacos perdieron en el primer sitio de Zaragoza por lo menos 56 oficiales entre heridos y muertos, también unos 400 soldados muertos (de infantería y de caballería) y 1.600 heridos (Kirkor, S. Legia, págs. 53-54). 196 Puede tratarse de la Puerta del Carmen. 53 cerrada por orden suya 197 , convirtiéndose [la puerta] en símbolo de aquella lucha mortífera y al mismo tiempo de la salvación de la ciudad. Zaragoza, de nuevo sitiada por el mariscal Moncey 198 , soportó un asedio que duraría todo un año y quedó convertida en ruinas 199 . Tres años más tarde, herido y de camino a Francia con Rogoyski, volví a pasar por allí. Los palacios, las iglesias y los conventos estaban en ruinas. Intenté en vano buscar aquellos huertos, casas, paseos, canales y puentes de cuyo esplendor me asombraba antes. ¡De la antigua grandeza no quedaba nada excepto un odio sin límite hacia los franceses, que los españoles agonizando dejaban a sus hijos en lugar de una bendición! El 15 de agosto llegamos a Alagón, el 16 a Mallén y el 17 a Tudela. El campamento de nuestro regimiento fue instalado en la orilla del Ebro. A las continuas lluvias que caían en España normalmente durante esta época del otoño, se sumó un molesto frío. Los caballos, estando todo el tiempo en lo mojado y en el barro, cogieron arestín 200 . Mientras, nosotros nos instalamos en unas barracas, que más que barracas parecían chozas 201 . Allí sufrimos mucho por los insectos y sobre todo por las ratas que no nos dejaban descansar ni un momento. Aquí, para nuestra desgracia, llegaron del regimiento de Krasiński los seis personajes siguientes para ocupar plazas de oficiales: Stadnicki, Ranowski 202 , Sawicki 203 , Radłowski 204 , Kadłubicki 205 y Mikołajewski 206 . Era el destino de nuestro 197 En realidad, Palafox salió de Zaragoza con su destacamento el día 15 de junio de 1808, antes del ataque de los imperiales, para regresar el día 1 de julio. 198 Bon Adrien Jannot de Moncey (1754-1842), duque de Conegliano (1808). General de brigada y división (1794), mariscal de Francia (1804). Enviado a España en 1808, mandó el III Cuerpo de Ejército participando en el segundo sitio de Zaragoza. 199 El segundo asedio de Zaragoza duró dos meses y medio, desde primeros de diciembre de 1808 hasta el 19 de febrero de 1809. 200 En polaco: gruda. Se trata de una enfermedad de los caballos, una infección de la piel con hongos en las cuartillas que está causada por la excesiva humedad y el material fecal o arenoso alojado en la misma. A nivel de cascos esta enfermedad en español se llama “hormiguillo”. Cada caballo tiene a nivel de cuartilla unos pelos que le protegen de la humedad (las cernejas). 201 Como los soldados no disponían de tiendas, estacionaban en barracas, chozas o cabañas construidas provisionalmente, de prisa y toscamente, por ellos mismos de cualquier material existente a su alcance. 202 Dominik Runowski (también Ranowski). Desde 1807 en el primer regimiento de chevau-légers de la Guardia Imperial. En el otoño de 1808 pasó al de lanceros polacos como subteniente. Ascendido a teniente. Combatió en La Albuera donde fue herido. En 1812 fue enviado al depósito en Sedan. 203 Jan Nepomucen Sawicki (1792-¿?). Desde 1807 en el primer regimiento de chevau-légers de la Guardia Imperial. En el otoño de 1808 pasó al de lanceros polacos con el rango de subteniente. Herido en la batalla de Yébenes. Luchó en el norte de España con un destacamento del séptimo regimiento de chevau-légers-lanceros. En 1812 fue retirado a Francia. Participó en la campaña rusa con el escuadrón del coronel Ignacy Stokowski. 54 regimiento que constantemente se nos enviara desde fuera unos oficiales que, delante de nuestras narices, se quedaban con aquellos grados que nosotros habíamos merecido más de una vez pagando con nuestra propia sangre. Así, después del coronel Konopka, nos enviaron al mando a Dembiński 207 , más tarde a Stokowski 208 de la guardia de Krasiński, y por último a Kazimierz Tański, que en 1808 había dejado nuestro regimiento con el rango de capitán y en 1813 volvía como coronel. Con los rangos inferiores pasaba algo parecido. Para nosotros no había promoción de ningún tipo, ya que nadie nos hacía justicia salvo aquellos españoles que en más de una ocasión se habían topado con el filo de nuestras lanzas. Los generales Saint-March, Llamas 209 , Warsage 210 y Palafox se unieron tras nuestra retirada del sitio de Zaragoza, salieron contra nosotros y ocuparon posiciones cerca de Tudela. Sin embargo, no es el objeto de estas memorias describir la situación y 204 Adam Radłowski (1787-¿?). Desde 1807 en el primer regimiento de chevau-légers de la Guardia Imperial. En el otoño de 1808 pasó al de lanceros polacos como subteniente. Fue herido y hecho prisionero en la batalla de La Albuera. Permaneció en Inglaterra hasta 1814. 205 Józefat Kadłubiński (también Kadłubicki o Kadłubski, 1783-¿?). Desde 1806 sargento primero en el regimiento de caballería polaca. Desde 1807 en el primer regimiento de chevau-légers de la Guardia Imperial. En el otoño de 1808 pasó al de lanceros polacos como subteniente. Fue herido en la batalla de La Albuera. Partió de España y continuó el servicio en el séptimo regimiento de chevau-légers-lanceros en la campaña sajona. 206 Teofil Mikułowski (también Mikołajewski o Michałowski, 1786-1811). Desde 1807 en el primer regimiento de chevau-légers de la Guardia Imperial. En el otoño de 1808 pasó al de lanceros polacos como subteniente. Murió de las heridas recibidas en la batalla de La Albuera. 207 Feliks Antoni Jakub Dembiński (1771-1848). Soldado y oficial de caballería en los ejércitos austriaco, polaco y francés. Desde 1806 comandante en el cuarto regimiento de cazadores a caballo polacos, dimitió como coronel en 1809. Desde 1810 en el ejército francés como jefe de escuadrón, destinado al estado mayor del mariscal Soult. Desde febrero de 1812 hasta enero de 1813 comandante en funciones del séptimo regimiento de chevau-légers-lanceros. Se mantuvo en el servicio francés hasta 1814. Permaneció en Francia hasta el fin de su vida. Caballero de la Orden Virtuti Militari. 208 Ignacy Ferdynand Stokowski (1776-¿?). Subteniente en el ejército polaco (1794). Desde 1797 en las Legiones Polacas. Detenido por los rusos en la campaña de 1807. Liberado después del tratado de Tilsit, ingresó en el primer regimiento de chevau-légers de la Guardia Imperial como jefe de escuadrón en 1808. Destacado comandante de caballería, fue ascendido a coronel y a comandante del séptimo regimiento de chevau-légers-lanceros (1811). En 1812 salió de España para tomar parte en la campaña rusa. En 1813 reorganizó los restos de su regimiento retirado de España. Ascendió a general de brigada (1813). Caballero (abril de 1809) y oficial de la Legión de Honor (diciembre de 1809). Barón del Imperio (1810). 209 Pedro González Llamas. Era un mariscal de campo, antiguo coronel de milicias, que mandaba una de las divisiones de infantería del ejército de Valencia y Murcia desde el inicio de la Guerra de la Independencia. Se encontraba como casi todo el ejército citado en Aragón unido al Ejército de Aragón a partir del fin de agosto de 1808. 210 José de l’Hotellerie de Falloise y Fernández de Heredia, barón de Warsage (1755-1809). Militar español de origen belga. Ingresó muy joven en las Reales Guardias Valonas. En 1808 Palafox le ordenó reclutar y organizar una columna contra los franceses. Tras la batalla de Tudela fue ascendido a comandante de la Guardia Valona y nombrado jefe del estado mayor del Ejército de Aragón. Permaneció en Zaragoza durante los sitios, ciudad en la que murió por una bala de cañón al intentar cruzar el puente de piedra el 18 de febrero de 1809. 55 los movimientos de ambas fuerzas. De eso ya se ocuparon el general Foy 211 y el señor Rocca 212 , oficial de los húsares. A este último no debían de gustarle nuestros ulanos o los tenía como raspa en ojo, porque alababa las acciones de su regimiento con el que habíamos formado una brigada y a nosotros no nos hacía justicia. Los primeros días de noviembre de 1808, el emperador Napoleón llegó a España 213 y se puso al mando de todo el ejército. El 23 de ese mismo mes tuvo lugar cerca de Tudela una batalla decisiva, cuyo resultado fue la derrota del ejército español. Se le cogieron treinta cañones, además de que hubo [entre el enemigo] un gran número de muertos, heridos y prisioneros 214 . Tras la batalla, el general Palafox volvió a Zaragoza con lo que había quedado de su ejército y con los insurrectos. Allí fue asediado por segunda vez, aguantando el sitio durante un año entero. Los cuerpos, bajo el mando del mariscal Lannes 215 y la caballería del general Lefebvre-Desnouettes, recibieron la orden de perseguir al general Castaños216 , que se estaba fugando por Guadalajara hacia Madrid. 211 Maximilien Sébastien Foy (1775-1825). General de brigada (1808) y de división (1810). Participó en la invasión de Portugal de Junot, herido en las batallas de Vimeiro (21 de agosto de 1808) y de Buçaco (27 de septiembre de 1810). Desde abril de 1811 comandante de la I división del VI Cuerpo de Ejército. En julio de 1812 luchó en la batalla de Arapiles. Se marchó de España en 1814. Luchó en Waterloo. Barón (1810) y conde del Imperio (1815). Escribió una importante obra titulada Histoire de la Guerre de la Péninsule sous Napoléon, précédée d’un tableau politique et militaire des puissances belligérantes par le Général Foy, publiés par Mme la Comtesse Foy, 4 vols., París, 1827 (el mismo año se editó en París la traducción española de esta obra). 212 Albert-Jean-Michel de Rocca (1788-1818). Nació en Suiza. Oficial del segundo regimiento de húsares. En mayo de 1810, gravemente herido en una emboscada en los alrededores de Ronda, volvió a su país natal. En 1808 llegó a España con la Grande Armée. Escribió unas interesantes memorias: Rocca, M[onsieur] de. Mémoires sur la guerre des Français en Espagne par M. de Rocca, officier de hussards et chevalier de l’ordre de la Legión d’Honneur, II ed. Paris, 1814. Existe también una versión española La Guerra de la Independencia contada por un oficial francés. Memorias de M. de Rocca (el segundo marido de Mme. de Staël). Nuevamente traducidas al castellano. Arregladas y anotadas por don Ángel Salcedo Ruiz. Auditor de Brigada del Cuerpo Jurídico Militar, Madrid, 1908. 213 Exactamente el 4 de noviembre de 1808. 214 En la batalla se distinguieron el segundo regimiento de infantería de la Legión del Vístula y los lanceros. El coronel Konopka obtuvo después de la batalla de Tudela la cruz de comendador de la Legión de Honor (11 de diciembre de 1808), algo que constituía para un coronel una condecoración muy excepcional. Sin duda, lo agradecía a la solicitud del mariscal Lannes. 215 Jean Lannes (1769-1809), duque de Montebello (1808). General de división (1799), mariscal de Francia (1804). En 1800 Napoleón le nombró comandante de un ala separada del ejército y lo mandó a España. Venció al general Castaños en la batalla de Tudela. Participó también en el segundo sitio de Zaragoza logrando la capitulación de la ciudad. Después marchó a la campaña austriaca. Murió en Viena por las graves heridas (sus piernas le fueron amputadas) causadas en la batalla de Aspern-Essling. 216 Francisco Javier Castaños Aragorri (1758-1852), duque de Bailén (1833). Teniente general (1802). En 1808 nombrado por la Junta Suprema de Sevilla capitán general de Andalucía, consiguió una resonante victoria sobre el general Dupont en la batalla de Bailén. Designado para el mando del Ejército del Centro. En noviembre de 1808 participó en la batalla de Tudela que perdió. Presidió el Consejo de Regencia desde enero de 1810 hasta la apertura en septiembre de las Cortes de Cádiz. En 1814 Fernando VII le nombró capitán general de Cataluña. 56 Tras la batalla de Tudela, el mariscal Lannes reclutó a Klicki, nuestro teniente coronel 217 , quien se llevó consigo a los tenientes Ojrzanowski y Bogusławski 218 y formó un escuadrón con el que se separó pronto de nuestro regimiento 219 . Desde ese momento este escuadrón, bajo el mando de su valiente comandante, quien enseguida se convirtió en coronel 220 , realizó toda la campaña española separadamente de nosotros y más de una vez logró cubrirse de gloria. Persiguiendo a Castaños a marchas forzadas, atacamos en más de una ocasión los campamentos de españoles que, apenas salvando su propia vida, se dejaban a veces calderas con comida en el fuego. El 28 de noviembre destruimos cerca de Burviedro221 la retaguardia del ejército enemigo. Desde allí marchamos hasta Calatayud. En la ciudad nos quedamos de cualquier manera ya que la gente se había marchado tras su ejército, dejando gran parte de sus pertenencias en las casas. Se establecieron las guardias y se vigilaba para que no se diesen abusos. Sin embargo, con la llegada de la infantería francesa desapareció todo el orden. Las casas privadas y los templos del Señor, quedando abiertos, fueron objeto de un saqueo por parte de la soldadesca desenfrenada. Los soldados, aturdidos por la bebida y habillados con vestimentas eclesiásticas, se mofaban de los ritos de su propia fe. Con las teas y faroles se paseaban por las calles con los santos cálices llenos de vino y, dando vueltas por todo el campamento, cantaban canciones soeces. Cuando me acuerdo de aquellas perversidades, expolios y violencias, en las que no participé pero de las que fui testigo, me estremezco y mi corazón se inunda de pena. 217 En el original: gromażor, del francés: gros-major. Véase la nota 72. A este escuadrón pasaron después: el capitán Maciej Rybałtowski y el subteniente Lusignan de Cerzé. Józef Fortunat Bogusławski (1789-1813). Entró al regimiento de húsares del príncipe Sułkowski (1807), ascendido a subteniente. Pasó al regimiento de lanceros polacos (1808). Sirvió con Klicki en Aragón y fue promovido a teniente. En la campaña rusa de 1812 acompañó con su destacamento al primer regimiento de chevau-légers de la Guardia Imperial como compañía à la suite. Fue muerto en junio de 1813 cerca de Dresde. Caballero de la Legión de Honor (1809). Cruz de Oro de la Orden Virtuti Militari (1810). 219 La segunda batalla de Tudela tuvo lugar el 23 de noviembre de 1808. Tras ella, se separó del regimiento un destacamento de 150 caballos bajo el mando del comandante/coronel Klicki, que primero componía la guardia personal del mariscal Lannes y después luchaba dentro del III Cuerpo de Ejército. En febrero de 1812 el destacamento volvió por la orden del mariscal Suchet a Francia después de la caída de Valencia, escoltando los veintidós estandartes del enemigo y las llaves simbólicas de la ciudad. En agosto de 1812 muchos de sus lanceros fueron mandados al frente oriental en Rusia, componiendo un pelotón independiente en las filas del primer regimiento de chevau-légers de la Guardia Imperial. Durante la retirada de la Grande Armée de Moscú, el 5 de diciembre de 1812 el pelotón escoltaba a Napoleón en el camino entre Smorgonie y Vilnius. A mediados de 1813 se reunió con el regimiento en la campaña sajona. 220 Klicki fue nombrado coronel à la suite de su regimiento el 14 de agosto de 1809. 221 En realidad se trata de la localidad de Bubierca. 218 57 ¿Cómo no iba a tener motivo la nación española para aquella venganza implacable que juró a los franceses? No siempre contando con bastantes fuerzas para luchar en campo abierto, asesinaba en lugares apartados y clandestinamente a víctimas culpables e inocentes, ensañándose despiadadamente con los indefensos. Cortaban las orejas, narices, sacaban los ojos y las tripas, arrancaban las venas. Pero a pesar de estas crueldades, que nadie puede alabar, hay que confesar que por la impiedad de los franceses, su lujuria y libertinaje, todo se lo tenían merecido entonces. De Calatayud partimos hacia Madrid y durante la marcha nuestro regimiento iba a la vanguardia de todo el ejército. En los alrededores de Guadalajara, cerca de Alcalá y a tres millas 222 de Madrid, tras alojar en un pueblo a nuestra división de caballería ligera, se nos avisó de que allí íbamos a pasar un día, durante el cual fuimos instruidos para limpiar nuestras armas y el equipo entero. Cuando de repente se tocó a caballo, la división se reunió y, al ver que faltaban dos soldados de mi compañía, el capitán Szulc, furioso, me mandó a buscarlos. Recorrido en vano todo el pueblo, fui a parar al otro lado, de donde se bifurcaban cuatro caminos y en cada uno de ellos se notaba que había pasado la caballería. Me aventuré por un camino que al atardecer me llevó hasta un puesto de los húsares franceses. El oficial me aseguró que al día siguiente nos reuniríamos con el regimiento cerca de Madrid, donde Napoleón iba a pasar revista a nuestra caballería. Así, al día siguiente, de todos lados se dirigía el ejército hacia Madrid, en el cual también marchaba yo. Cerca de Madrid me encontré con el regimiento de Krasiński. Como topé con mis conocidos, el tiempo transcurrió muy rápido. Mientras tanto, mi regimiento había pasado por Madrid después de la revista. Sin embargo, a mí se me informó de que se había ido desde Madrid hasta Aranjuez, a siete millas 223 de distancia. Al día siguiente me puse en camino y al atardecer me encontré de nuevo con unos destacamentos del regimiento de Krasiński. Éstos me aseguraron que mi regimiento no estaba en aquella zona. Me informaron también de que había en su cuartel algunos soldados de mi regimiento y equipajes de sus oficiales que se habían extraviado como yo. Me acompañaron al cuartel en el que pasaría la noche, donde me encontré con la hospitalidad de la antigua Polonia 224 . Al día siguiente me hizo llamar el mariscal Bessières 225 , que ordenó que me 222 Unos 21 kilómetros. Véase la nota 175. Unos 50 kilómetros. Véase la nota 175. 224 Quiere decir, la proverbial hospitalidad tradicional polaca. 225 Jean-Baptiste Bessières (1768-1813), duque de Istria (1809). General de división (1802), mariscal de Francia (1804). Enviado a España durante la Guerra de la Independencia, facilitó la entrada de José I en 223 58 quedara todo el día. Cuando lo cumplí, me mandó en una expedición al mariscal Victor. Cogí a los soldados de mi regimiento y nos fuimos a Toledo, desde donde fui de nuevo enviado a la ciudad de Talavera, donde, con toda seguridad, iba a encontrar a mi regimiento. Durante los tres días de marcha por la región en la cual todavía no habíamos molestado a sus habitantes, fuimos siempre recibidos amablemente y abastecidos de víveres y forraje para los caballos. En Talavera encontré al general Milhaud 226 con una división de dragones que salió corriendo al ver los banderines polacos y se repartió entre ella mi destacamento 227 . Sólo me dejaron tiempo para que le entregase al general unos despachos muy ansiados, puesto que contenían patentes para condecoraciones y ascensos militares. Recibido y convidado con la mayor amabilidad, me quedé allí unos cuantos días hasta que decidí partir para continuar la búsqueda de mi regimiento. Antes de salir, pedí al general Milhaud que me diera la orden donde tenía que buscar a mi regimiento y que atestiguara por escrito que había sido usado para distribuir las expediciones 228 . Cuando lo obtuve, pude de nuevo lanzarme al camino. Yendo hacia Madrid, vi por fin nuestros banderines. Sufrí entonces una sacudida provocada por una mezcla de alegría y temor, ya que no sabía cómo iba a ser considerada mi ausencia. En cuanto me uní a mi compañía, entramos juntos a la ciudad. Nos instalaron en un monasterio en el que no había monjes y dejamos a los caballos bajo los pórticos. Allí, por mis compañeros, me enteré de que el capitán Szulc había dado parte al coronel de que yo había desertado. A esto añadieron que Szulc estaba muy apenado ya que yo era su mano derecha y que tras mi marcha sintió que había perdido mucho. Llovía violentamente. Me metí en un cuchitril oscuro, me eché en el suelo y me quedé dormido como un lirón. Me desperté de madrugada y vi un montón de ataúdes esparcidos a mi alrededor con los cuerpos de las monjas sacados fuera que me sirvieron de cama. Fui a presentarme al capitán y en lugar del horrible rapapolvo que yo me esperaba, el anciano 229 me recibió con lágrimas en los ojos. Me hizo mil preguntas y me llevó al coronel ante quien me disculparon. Toda la culpa se la echaron a los mariscales que me Madrid al derrotar al general Gregorio García de la Cuesta en la batalla de Medina de Rioseco. Comandante del II Cuerpo de Ejército del II “Ejército de España”, fue trasladado al arma de caballería y sustituido por Soult. Participó también en la campaña rusa. En 1813 recibió todo el mando de la caballería francesa. Murió de las heridas recibidas la víspera de la batalla de Lützen. 226 Edouard Jean-Baptiste Milhaud (1766-1833). General de división (1806). En 1808 eviado a España, su cuerpo fue unido al IV Cuerpo de Ejército del mariscal Soult y combatió contra uno de los máximos dirigentes de la guerra de guerrillas, Juan Martín Díez, El Empecinado. En 1811 abandonó España. 227 Quiere decir que los mandos reforzaron varios destacamentos de la división de dragones con varios polacos procedentes del destacamento de Wojciechowski. 228 Quiere decir que suministraba la correspondencia de guerra a varias unidades o destacamentos. 229 Szulc tenía entonces unos 40 años, Wojciechowski unos 22. 59 habían utilizado como mensajero. De allí me dirigí al ayudante Moszyński que me abrazó cordialmente y declaró que apenas había conseguido convencer a fuerza de súplicas al coronel para que no me declararan hasta entonces desertor, lo que hubiera terminado por llevarme ante un tribunal militar. Desde ese tiempo, el capitán Szulc se convirtió en un verdadero padre para mí. No disimulaba su cariño hacia mi persona y allá donde iba, me alababa y continuamente intentaba persuadir al coronel de que me propusiera para un ascenso. Al poco tiempo nuestra división, entonces al mando del general Lassale, marchó a los alrededores del puente de Almaraz, en dirección hacia la frontera con Portugal. Durante nuestro paso, los lugareños, como siempre, huían y nosotros ocupábamos las calles con los regimientos y las casas, con las compañías. Las casas estaban cerradas, entonces había que romper las puertas, y si en ellas no encontrábamos a menudo víveres, teníamos que ir a buscarlos a otra parte. Rogoyski entró corriendo a un pueblo ocupado. Miró las casas y corrió a por la compañía. Yo, llegando por el otro lado, escribí el número de nuestra compañía en esas mismas casas. Cuando al cabo de un rato llegué con mi gente ante una de las casas, estalló entre nosotros una fuerte discusión. A mi me defendían los números escritos, pero a Rogoyski le defendía la verdad que él había estado allí antes y había elegido esas casas, aunque yo no lo sabía. Entre una palabra y otra resultó que mi capitán, enfurecido, sacó el sable y se lanzó contra Rogoyski, a quién sin duda alguna hubiese cortado en pedazos 230 , de no ser porque éste huyó. Aprovechando la situación, ocupé los alojamientos. Tras unas cuantas marchas 231 , llegamos a un pueblo deshabitado en el que encontramos una piara de cerdos muy bien alimentados con bellotas en los bosques de encinas próximos. Tenían tanta grasa que cuando los soldados, ante la falta de pan, sal y vino, se comieron su carne hasta hartarse, la diarrea comenzó a extenderse por nuestro campamento. Pero al poco tiempo nuestro valeroso jefe, Lassale, condujo hasta los alrededores del puente de Almaraz, donde nos unimos por primera vez a los regimientos cuarto, séptimo y noveno de la infantería del Ducado de Varsovia 232 . El mariscal 230 En el sentido de herir seriamente. Una marcha significaba normalmente andar o cabalgar unos 25 kilómetros al día (la infantería) y unos 30-40 kilómetros (la caballería). En este caso la rapidez era mayor y se iba a marchas forzadas. 232 El regimiento de lanceros con los que más a menudo cooperaba era con la infantería del Ducado. 231 60 Lefebvre 233 , bajo cuyas órdenes estábamos, aprovechando la sólida posición que ocupábamos en las riberas altas del Tajo, al otro lado del cual, en un valle, se encontraba el ejército español, mandó al general Sébastiani con una división a que cruzara el río unas cuantas millas 234 más abajo y alcanzara a una hora pactada la retaguardia del enemigo 235 . Mientras, cuando el cuarto regimiento de la infantería polaca recibió la orden de atravesar el puente de piedra, cortado en dos lugares por los españoles, Franciszek Młokosiewicz 236 , al frente de la primera compañía de los granaderos de ese mismo regimiento, atravesó dicho puente bajo el fuego de la metralla. Tras él pasó el resto de la infantería que, después de formar la línea de combate, se lanzó hacia los cañones enemigos. Durante ese tiempo, nuestro regimiento, tras cruzar el río a nado y atacar por un lateral a los españoles, decidió la victoria. Si el general Sébastiani no se hubiera retrasado veinticuatro horas parado en las montañas por una difícil travesía, no habría salido del campo de batalla ni una sola pierna del enemigo. Nos cayeron como trofeo más de veinte cañones, tres mil prisioneros y todo el campamento enemigo. Al cuarto día después de la batalla del puente de Almaraz, persiguiendo al enemigo, llegamos corriendo hasta la ciudad de Trujillo, en Portugal 237 . Cortados por los ingleses, durante algunas semanas no teníamos ninguna comunicación con el ejército 238 . Obligados a abrirse paso por los montes de León 239 , donde tuvimos que abrir un nuevo camino para nuestra artillería, finalmente llegamos a Ávila. Allí nos 233 François-Joseph Lefebvre (1755-1820), duque de Dantzig (1808). General de brigada (1793) y de división (1794), mariscal de Francia (1804). En 1807 tomó la ciudad de Dantzig tras un difícil sitio. Desde septiembre de 1808 hasta de enero de 1809 dirigió el IV Cuerpo de Ejército en España. Después partió a la campaña austriaca. Comandó la Vieja Guardia entre 1812 y 1814. 234 Véase la nota 175. 235 La batalla del puente de Almaraz tuvo lugar el 25 de diciembre de 1808. 236 Franciszek Młokosiewicz (1769-1845). En su larga carrera como militar pasó de soldado raso (1789) a general de brigada (1831), siendo el único oficial polaco de la primera mitad del siglo XIX en conseguirlo. Capitán del cuarto regimiento de infantería del Ducado de Varsovia (1807). En España sirvió desde 1808 hasta 1812. Se hizo famoso por la defensa de la fortaleza de Fuengirola cerca de Málaga contra los ingleses (octubre de 1810) por la cual fue nombrado caballero de la Legión de Honor. Participó en las campañas rusa y sajona de Napoleón y en 1830-1831 en el levantamiento antiruso de Noviembre. En 1842 el zar Nicolás I le hizo noble del llamado Reino de Polonia con el escudo Fuengirola. Caballero de la Orden Virtuti Militari. Es autor de dos interesantes relatos de sus hazañas españolas: Wspomnienie z wojny hiszpańskiej r. 1810 [Un recuerdo de la guerra española en el año 1810], en Biblioteka Warszawska, 1842, tomo IV, págs. 515-547 y Mes souvenirs d’Espagne, en réponse aux écrits relatifs a l’attaque du fort de Fuengirola, par François Młokosiewicz, alors capitaine au 4me Régiment du Grand Duché de Varsovie, Varsovia, 1843. 237 Trujillo se encuentra en España, en la provincia de Cáceres (Extremadura). La referencia a esta localidad y no a otra la confirman las fuentes. 238 Kirkor asegura que eso no era posible (Kirkor, S. Legia, pág. 256). 239 En realidad se trata de la Sierra de Gredos, el conjunto montañoso más elevado del Sistema Central español. Los montes de León están en el límite galaico-leonés, en el noroeste de la península Ibérica. 61 enteramos de que el emperador Napoleón, habiendo declarado la guerra a Austria 240 , ya había abandonado España. Desde Ávila nos dirigimos a Toledo por Madrid y El Escorial 241 . Durante esta marcha, el mariscal Lefebvre fue retirado a Francia y el general Sébastiani tomó el mando del IV Cuerpo de Ejército 242 . El 20 de marzo de 1809, nuestro cuerpo partió de Toledo hacia Sierra Morena. La infantería y la batería de artillería se quedaron a pasar la noche en el pueblo de Mora. Nuestro puesto estaba a una milla 243 de allí en el pueblo de Orias 244 , bajo una alta montaña que atravesábamos a menudo para llegar al pueblo de Yébenes, donde al final, un día 245 , nos quedamos para pasar la noche 246 . Se trataba de una posición peligrosa para la caballería en todos los aspectos, puesto que el único camino cruzaba la montaña zigzagueando y en él no podía darse un paso al lado ni a la derecha, pues había unas enormes peñas sobre nuestras cabezas, ni a la izquierda, ya que había un despeñadero a nuestros pies. Sin embargo, era el único camino que nos quedaba para la retirada en caso de que nos atacase el enemigo. Al atardecer el regimiento fue alojado por compañías en distintas posadas. A la quinta compañía se la colocó bajo la muralla de una iglesia. En cada uno de los caminos que salían del pueblo fueron acantonados los piquetes, las carretas de las cantineras, los equipajes y el furgón del coronel, como si nada se oyese sobre el enemigo. A su vez, el servicio le tocó a mi capitán Szulc, que en esta materia se distinguía por su celo. La noche era silenciosa. Los puestos durante las rondas de inspección 247 informaban de que los perros no paraban de ladrar en los cortijos contiguos, o sea, haciendas, de que se oía movimiento y como un trote de caballos. Dieron parte de todo esto al coronel, pero éste no hizo ni caso, pues sostenía que el enemigo se encontraba todavía a algunos días de marcha a orillas del río Guadiana. Pasada la media noche, la niebla cubrió los valles y cuando ya estaba amaneciendo, tras 240 El 10 de abril de 1809. Primero por El Escorial y luego por Madrid. 242 El mandó lo tomó el mariscal Jourdan y en breve, el general Sébastiani. Véase la nota 50. 243 Unos 7 kilómetros. Véase la nota 175. 244 Se trata de Orgaz, véase la nota 53. 245 El 23 de marzo de 1809. 246 No cabe duda que Konopka eligió Yébenes por darse allí mejores condiciones de alojamiento para los lanceros. 247 En polaco: ront, del francés: ronde, es una patrulla militar de dos-tres soldados con un oficial o suboficial quienes controlan la vigilancia de los puestos de guardias. 241 62 el toque de diana, se ordenó desensillar y preparar a los caballos. Mientras los soldados se ocupaban de esto y los oficiales descansaban cómodamente en sus acuartelamientos, los piquetes hicieron fuego, los puestos fueron agrupados y la quinta compañía salió a toda prisa del pueblo. Esta última ya estaba luchando acompañada de una espesa lluvia de disparos, cuando nosotros llegamos a la plaza en la entrada del pueblo. A los equipajes se les colocó formados tras el frente y se les mandó por el camino arriba hacia Orias 248 . De repente aparecieron ante el regimiento el coronel Konopka, el jefe Ruttié y Kostanecki. La niebla despejó y divisamos la numerosa caballería enemiga, formada de frente 249 , con dos baterías de artillería ligera. Los mandos resolvieron que debíamos retirarnos. Nos ordenaron: ¡a las armas, por la izquierda de a tres, adelante! 250 Así que la octava compañía, en la que yo era todavía sargento primero, marchaba al frente de la columna, delante de la cual iban el coronel y el jefe Ruttié. El enemigo, tras nosotros, nos acometía con fuerza. Nos cortaron en pedazos 251 a sablazos a un oficial de la guardia llamado Stawiarski 252 . Habían caído ya muchos soldados, pero nuestra retaguardia seguía ofreciendo una fuerte resistencia. Apenas habíamos subido un staj 253 , cuando divisamos cómo se nos escabullían nuestros equipajes a galope de vuelta hacia nosotros, y tras ellos, con los sables desenvainados, el famoso regimiento de carabineros españoles llamados Reales 254 , que nos cortó el camino a lo ancho. Como ya he dicho antes, no podíamos dar ni un paso al lado. Estábamos rodeados por todas partes, porque teníamos a dos regimientos de caballería delante nuestro, y cinco por detrás. A los españoles les parecía que no se iba a 248 Se trata de Orgaz, véase la nota 53. A la caballería española la comandaba José Miguel de la Cueva y de la Cerda, duque de Alburquerque. 249 El enemigo formó un frente de batalla con escuadrones desplegados que estaban rodeando al pueblo para cercar a los polacos; según la táctica, la artillería montada se encontraba en el centro. 250 Wojciechowski, tras estas dos órdenes, escribe también la tercera, que en polaco se expresa (a diferencia de las órdenes españolas) y es la siguiente: “marcha al paso”. Las órdenes “por la izquierda de a tres” significan que la caballería polaca está formada en dos filas. Tras esta orden los tres lanceros de la primera fila situados en el extremo izquierdo giran a la izquierda. Les siguen girando a la izquierda los que están en la segunda fila tras ellos y a éstos, en consecuencia, les siguen el cuarto, quinto y sexto lancero de la primera línea. Tras ellos el cuarto, quinto y sexto lancero de la segunda fila y así sucesivamente. La caballería ejecutaba esa maniobra en unos segundos. La caballería francesa lo hacía de a cuatro y por eso se podía distinguir fácilmente las dos caballerías. La infantería polaca, por su parte, realizaba esa maniobra de a seis. 251 En el sentido de herir seriamente. 252 Józef Stawiarski (c.1782-¿?). Subteniente del regimiento de lanceros polacos (1807). Herido y hecho prisionero en la batalla de Yébenes, estuvo primero en Cabrera y después en Inglaterra (1810-1813). Regresó al depósito del regimiento en Sedan. 253 Staj, staje. Antigua medida longitudinal polaca. En el siglo XIX equivalía a 1.067 metros; puede ser también staj, staje milowe. 254 El regimiento de Carabineros Reales pertenecía a la Guardia Real integrada por nobles. 63 salvar ni uno de nosotros de esa aventura y que el regimiento tendría que rendirse sin pegar ni un tiro. Pero no se lo pusimos tan fácil. El regimiento se detuvo un momento, el coronel desenvainó el sable y exclamó: “¡adelante, hijos!”. Empuñando entonces las lanzas para el ataque, gritamos ¡hurra!, y embestimos a las columnas españolas. En ese momento partíamos con ventaja, puesto que por muy largo que fuese un sable, en frente de una lanza, no era más que un arma débil. Cayeron los oficiales españoles que estaban al frente de la columna. Picábamos y asestábamos sablazos a los que los seguían, y el regimiento que avanzaba tras nosotros nos empujaba hacia delante. Todos gritaban, pero nadie podía ayudar al otro. Así que la lucha continuó casi en el mismo sitio dónde estábamos. Cadáveres y heridos cubrían el camino. El enemigo, de tan apretado como estaba, no podía dar vuelta atrás. De este modo, durante cierto tiempo, ni ellos podían huir, ni nosotros seguir adelante. Así pues, la lucha transcurrió entre los frentes de las dos columnas. Los españoles, al darse cuenta de que el combate no iba a detenerse, entendiendo que nuestras fuerzas eran mucho más superiores de lo que eran en realidad, empezaron a vacilar 255 . La retaguardia, presa del espanto, empezó a girar los caballos y a huir. La vanguardia nos ofrecía ya muy poca resistencia y, bajando de los caballos, o bien trepaba por las montañas, o se arrojaba al abismo. Por segunda vez gritamos ¡hurra! y haciendo un último esfuerzo embestimos con furia al enemigo. El camino también se había quedado más despejado. Al principio avanzábamos al trote y luego ya al galope. Poco después, el coronel Konopka, el jefe Ruttié, y más de diez ulanos, entre los cuales estaba yo, fuimos a galope tan lejos que en breve perdimos de vista a nuestro regimiento. Mientras descendía de una fastidiosa montaña, al coronel se le cayó la gorra. Como yo iba primero detrás de él, y a pesar de que de la montaña caía una espesa lluvia de proyectiles, bajé del caballo, agarré la gorra, pero al volver a montar, se me giró la silla del revés. El peligró avivó mi destreza. Salté sobre mi corcel y alcancé al coronel ya abajo. Al entregarle la gorra, advertí como se le saltaban las lágrimas de los ojos y cuando le dije que el peligro había pasado y que el regimiento tenía la retirada abierta, respondió enternecido: “Lo he perdido todo”. 255 Parece que los españoles planearon mal el ataque contra los lanceros. Se lanzaron con todas sus fuerzas casi al mismo tiempo con el resultado que en cierto momento ellos mismos se bloquearon en la garganta estrecha del camino. Las dos partes podían luchar solamente con los frentes de sus columnas, es decir “empujarse” mutuamente hacia arriba o hacia abajo. Cuando se hizo evidente que los polacos primero se mantenían firmes en sus posiciones y luego que empujaban hacia arriba a los españoles, el entusiasmo de estos últimos se apagó. Empezaron a retroceder, a saltar de los caballos y a disparar a los lanceros desde la ladera del monte. 64 De repente vi cómo ante nosotros un carabinero español le sujetaba el caballo a otro, mientras éste aseguraba la silla de montar. Me lancé hacia él, convencido de que le iba a coger prisionero, pero se subió al caballo y le gritó a su compañero “Adiós camarada” y salió cabalgando veloz como el viento hacia el pueblo de Orias 256 . Estaba ya detrás suyo gritándole que se entregase, cuando divisé desde un montículo, muy cerca del pueblo, una numerosísima caballería enemiga. Me detuve un momento, bajé del caballo, coloqué bien la silla de montar y vi cómo un destacamento nuestro formado por más de diez caballos se dirigía con gran ímpetu cruzando los campos hacia Mora. Giré a la derecha y les atravesé corriendo el camino. Cabalgando por los campos me resultó muy fácil ver, a lo lejos, cómo formaba nuestro regimiento y cómo el enemigo bajaba de las montañas corriendo tras él, también formando el frente de batalla 257 . Por eso no comprendí por qué el destacamento al que me acababa de unir y en el que estaban el coronel Konopka, el jefe Ruttié con los edecanes, suboficiales Krobicki 258 y Kazaban y más de diez soldados, se alejaba tan rápidamente del campo de batalla. Así pues, me acerqué al coronel y le dije que el regimiento se había salvado, puesto que formado en las llanuras no iba a dejar hacerse ningún daño. Konopka me miró gravemente y, sin soltar palabra, siguió galopando. Cuando ya nos aproximábamos a Mora, volví a acercarme al coronel y, señalando las columnas que se estaban preparando para la batalla a las afueras del pueblo, le pregunté si efectivamente eran de los nuestros. A mi pregunta, se detuvo un momento y me ordenó que cogiera a dos hombres para reconocer el terreno. Me marché pues sin decir palabra. Al volver la cabeza tras un rato observé que el coronel y su destacamento no venían tras de mí, sino en dirección a Toledo. De repente, pillé a un campesino que para protegerse de nosotros se echó al suelo. Informado por éste de que los nuestros estaban en Mora, a voz en grito avisé al coronel. Cuando éste se hubo unido a nosotros, caímos sobre el pueblo de Mora, tras el cual, en unas colinas, estaba ya nuestro ejército formado en orden de batalla. Era la división del general Valence, bajo cuyas órdenes estábamos entonces. El coronel y el jefe se bajaron del caballo justo pasado el pueblo y estuvieron mirando durante un buen rato por el catalejo para ver si veían volver al regimiento. Más tarde me llamaron y el coronel preguntó de forma amenazante: “¿dónde has visto el 256 Se trata de Orgaz, véase la nota 53. Con los escuadrones desplegados, en dos filas. 258 Piotr Krobicki. Sirvió en el regimiento de lanceros polacos como soldado y a continuación como furriel. Fue herido en la batalla de La Albuera y después nombrado subteniente del séptimo regimiento de chevau-légers-lanceros. Permaneció en España hasta finales de 1812. Participó en la campaña sajona en 1813. Caballero de la Legión de Honor (1810). 257 65 regimiento?”. Yo contesté que cabalgando desde el pueblo de Orias 259 , había visto claramente cómo el regimiento se retiraba en buen orden por las llanuras, aunque el enemigo estaba atacando y que podía responder con mi cabeza que el regimiento ya estaba salvado. El coronel y el jefe estuvieron hablando en voz baja todavía un buen rato. Después, nos volvimos a montar en los caballos y nos topamos con el general Valence 260 que corriendo hacia nosotros gritó: “¿dónde está el regimiento?”, a lo que el coronel respondió con voz sorda y señalándonos: “Esto es lo único que se ha salvado de nuestro regimiento”. El viejo 261 general Valence, bajo cuyo mando estábamos, que nos quería como un padre quiere a sus hijos, conmovido con tan enorme pérdida, comenzó a retorcerse las manos de desesperación. Más tarde, cuando iba solo por los campos con el coronel, podía observarse desde lejos cómo le dirigía amargos reproches. En cuanto nos hubimos bajado de los caballos, cogí a Kazaban a un lado y le pedí que me explicara abiertamente por qué nuestro coronel, siempre tan bravo y lúcido ante el peligro, hoy había perdido totalmente la cabeza, especialmente si el regimiento, y eso lo podía jurar yo, estaba salvado. Kazaban, tras un profundo suspiro, me estrechó la mano y dijo: “aunque sea verdad que el regimiento está a salvo, nuestra pérdida es irreparable, puesto que hemos perdido el distintivo de nuestro regimiento que se nos había entregado todavía durante la revolución francesa en Italia 262 , el distintivo que Napoleón quiso cambiar al proclamarse emperador, algo que no estaba dispuesto a aceptar el regimiento, por lo que además Napoleón se ofendió mucho 263 . Y ese distintivo lo constituían nuestros cuatro estandartes”. “¡Qué dices!”, grité, “¡igual estaban en el infierno cuando los dejamos en el depósito cerca de Madrid!”. “Sí” contestó, “allí se quedaron las astas 264 con sus estuches, pero los estandartes 265 los empaqueté yo con mis propias manos en la maleta que con el mayor secreto fue 259 Se trata de Orgaz, véase la nota 53. Jean-Baptiste Cyrus-Marie-Adélaïde de Timbrune de Thiembronne (1757-1822), conde de Valence (Valencia, 1808). Teniente general (equivalente al grado de general de división, 1792). Desde septiembre de 1808 comandante de la división del Ducado de Varsovia en el IV Cuerpo de Ejército en España. A mediados de julio de 1809, antes de la batalla de Talavera de la Reina, pasó al estado mayor del IV Cuerpo de Ejército. Antes del fin de 1811 se marchó de España al “Ejército de Alemania”. Conde del Imperio (1808). Participó en las campañas rusa, sajona y francesa. 261 Valence contaba con unos 52 años. 262 Los estandartes habían realizado con los lanceros un largo camino. Al regimiento estos distintivos le fueron otorgados el 2 de febrero de 1802 en Parma. Napoleón era entonces primer cónsul y comandante del ejército. 263 Los estandartes provenían de la época republicana, lo que contrastaba con la ideología del imperio napoleónico. 264 Véase la nota 57. 265 Véase la nota 58. 260 66 escondida en el furgón del coronel”. “Este furgón”, añadió, “se quedó al otro lado de la montaña y seguramente cayó en manos de los enemigos”. La historia me dejó boquiabierto y sabía cuál iban a ser las consecuencias de aquel incidente, puesto que en ese preciso caso el regimiento dejaba de existir y todos los que quedábamos con vida perdíamos el derecho a cualquier premio que nos teníamos más que merecido. Analizando esta triste situación, vimos que el general no paraba de retorcerse las manos y el coronel, con cara humilde, se explicaba ante él. Así pasaron cuatro horas. De repente notamos cómo se acercaba un remolino de polvo. Al cabo de muy poco llegó hasta nosotros nuestro oficial Stadnicki con la información de que el regimiento estaba marchando y preguntando dónde tenían que pararse. La alegría del viejo general se parecía a la locura, porque cuando divisó a lo lejos nuestros banderines se echó a llorar como un niño. De la alegría, nosotros también sollozamos con él. De pronto, apareció nuestro regimiento conducido por el valiente Kostanecki, que se paró en la posición indicada al lado de la iglesia 266 . En cuanto la división del general Valence, que había abandonado la posición de combate, se puso a continuar la marcha, vimos por detrás a una caballería que iba desde la ciudad de Toledo. Al principio fue tomada por enemiga, pero enseguida se hizo evidente que era un destacamento formado por soldados dispersos de nuestro regimiento. El coronel, tras convocar al cuerpo de oficiales, nos ordenó formar para hacer una inspección de todas las compañías y un recuento de las pérdidas. Las compañías quinta y octava, de las cuales la primera iba en la retaguardia y la segunda en la vanguardia, eran las que más gente habían perdido. Perdimos a los capitanes Stokowski y Szulc, que habían sido hechos prisioneros; al subteniente Stawiarski y al médico de la plana mayor Grill 267 , ambos caídos en el campo de batalla 268 , y hasta doscientos hombres entre muertos, heridos y prisioneros 269 . Todos los oficiales habían 266 Kostanecki se abrió pasó por las líneas españolas y probablemente llegó hasta Consuegra y, después de unas cuantas horas, a Mora. 267 Se trata del médico del regimiento, Franciszek Jan Grill (c.1770-¿?). Piamontés. Médico (cirujano mayor) al servicio de las Legiones Polacas en Italia (1799). A España vino con el regimiento de lanceros polacos. Hecho prisionero en la batalla de Yébenes, fue detenido primero en Cabrera y después en Inglaterra. Una vez liberado, se volvió a unir a su regimiento y sirvió en España durante el periodo 18111812. A continuación, con el séptimo regimiento de chevau-légers-lanceros cayó de nuevo prisionero en la campaña sajona (1813). Caballero de la Legión de Honor (1808). 268 En realidad, Józef Stawiarski fue herido y hecho prisionero. El médico Grill también fue hecho prisionero. Los dos fueron liberados en 1813 y 1811 respectivamente. 269 Por las condiciones de la retirada, el regimiento no pudo llevarse a sus heridos consigo, cayendo ellos en manos del enemigo. Sin duda, muchos de ellos perdieron la vida. Entre el 8 de marzo y el 15 de abril el número de lanceros en el regimiento disminuyó en 89 hombres. Teniendo en cuenta que 47 cayeron prisioneros (en su mayoría mandados a Inglaterra), y que había 42 muertos, la mayoría en Yébenes. 67 perdido sus equipajes y el infeliz furgón del coronel había caído en manos enemigas. Al principio el furgón había escapado del peligro, aunque derribado y tratado con indiferencia por los que pasaron a su lado, fue dejado voluntariamente al enemigo, porque nadie se imaginaba lo que había dentro. Así pues, debemos sin duda la salvación de nuestro regimiento en la batalla de Yébenes únicamente al valiente Kostanecki que, cercado por siete regimientos de caballería, con una lanza en la mano se abrió paso entre las filas enemigas y salvó el honor de nuestro regimiento. Y si habíamos perdido nuestros estandartes no había sido culpa nuestra sino de aquellos que nos los habían ocultado 270 . Entonces, por esta razón, nuestro regimiento perdió como castigo el nombre de primer regimiento de ulanos 271 , pero no fue disuelto, porque más tarde se le designó el número siete de los chevau-légers franceses. El coronel Konopka se explicaba enternecido ante los oficiales reunidos cómo encabezando el ataque y llevado por la velocidad del caballo se había apartado sin querer del regimiento. Elogió la valentía de cada uno por separado y, cuando me llegó el turno, el coronel me declaró que conmigo estaba especial y personalmente en deuda y 270 El autor describió con bastantes detalles los hechos de la noche del 23 al 24 de marzo de 1809. Efectivamente, parece que el lugar de pernoctar en Yébenes fue elegido por el coronel Konopka de una manera infeliz y como resultado, el regimiento polaco fue sorprendido en sus acuartelamientos por siete regimientos de caballería española. Iba a ser aniquilado, pero gracias a la determinación, experiencia de los oficiales y habilidad de combate de los soldados salió airoso del rodeo. La pesadilla de la pérdida de los estandartes persiguió a Wojciechowski durante años, igual que a muchos de los oficiales y soldados del regimiento. Después de Yébenes (actualmente Los Yébenes), los estandartes terminaron como trofeos de guerra en la catedral de Sevilla. El del segundo escuadrón se quedó en la catedral donde se le puede ver al lado de uno de los altares. En 1898, el estandarte del primer escuadrón lo compró un coleccionista francés y en 1919 lo donó al Museo del Ejército en París. Hasta hoy en día no está claro si eran dos o cuatro los estandartes del regimiento, aunque lo más probable es que fueran cuatro. En Yébenes el regimiento perdió los estandartes que le acompañaban, mientras que según la orden de Napoleón las unidades que luchaban en la península Ibérica no debían coger estandartes para las acciones de combate y dejarlos en sus guarniciones. No obstante, el regimiento no disponía de una guarnición y además algunas ciudades y pueblos eran recuperadas de las manos francesas y los trofeos, entre ellos los estandartes, caían en manos españolas. Precisamente, el temor a perder los estandartes motivó que el coronel mandase colocarlos en el furgón de la cancillería y llevarlos consigo, algo que sabía sólo él y el suboficial de administración. El resto de lanceros no era consciente de lo que se encontraba en el furgón derribado y durante la lucha no le prestaba atención alguna. 271 Es un error del autor. La pérdida de los estandartes por el regimiento de lanceros del Vístula en marzo de 1809 no tuvo ninguna influencia en el cambio del nombre y número de la unidad. Hasta el 7 de febrero de 1811 llevaba invariablemente el nombre oficial de regimiento de lanceros del Vístula. Cuando se formó en Francia el siguiente regimiento de lanceros del Vístula con el número dos, el viejo regimiento automáticamente obtuvo el número uno. En breve, el 18 de junio de 1811, ambos regimientos fueron incorporados a la recién creada por el emperador formación de chevau-légers-lanceros de línea, compuesta por nueve regimientos, obteniendo en ella los poco merecidos números siete y ocho, algo de lo que los polacos se quejaban. Véase también la pág. [12]. 68 que intentaría conseguirme un ascenso a oficial. Al día siguiente, la división del general Valence salió tras el cuerpo del general Sébastiani que se dirigía al río Guadiana. El día 27 de marzo de 1809, cerca de Ciudad Real, el enemigo, formado en una montaña en una posición muy fuerte, lanzó dos columnas de infantería para defender el puente sobre el río Guadiana. Las baterías de nuestra artillería montada rechazaron a estas dos columnas del puente, que cruzamos al trote, y detrás nuestro pasó el regimiento de húsares holandeses. En cuanto llegamos a la otra orilla del río, el mismo general Sébastiani, tras llegar al frente de nuestro regimiento, nos ordenó 272 “formar por escuadrones” y a continuación “desplegar la columna” 273 . Cuando lo hubimos hecho, desenvainó su sable y nos condujo al galope contra la infantería enemiga. Ésta abrió fuego y fue arrollada. Y nosotros, tras atravesar Ciudad Real, sorprendimos al enemigo por detrás. Los españoles, temerosos, defendieron débilmente sus posiciones y ante el ataque general se vieron obligados a retirarse. Aprovechándonos del pánico, pisándoles los talones a los españoles, en breve probamos que nuestro regimiento llamado Los Infiernos 274 existía, a pesar de que habían sido informados por las órdenes del día que había dejado de existir. Y si había perdido los estandartes, conservaba todavía sus lanzas. La infantería enemiga, derrotada, perdió su artillería, su tren 275 y sus equipajes. Por otra parte, la caballería, en lugar de cubrir la retirada de su propio ejército, huyó del campo de batalla y sólo se nos enfrentó en Santa Cruz, a una milla 276 del pueblo de Alvizelio 277 , donde comienzan los desfiladeros de Sierra Morena 278 . 272 Resulta bastante sorprendente que todo un mando de Cuerpo de Ejército como Sébastiani descienda a darle órdenes directamente a uno de sus regimientos. Sin embargo, el mismo Napoleón lo hacía a veces y sus mariscales y generales también seguían su ejemplo. 273 Debe ser “desplegar la línea”. El sentido de ambas órdenes es el siguiente: formar por escuadrones y después desplegar la línea de dos filas para prepararse al ataque. En ese caso Wojciechowski usó un término corriente entre los soldados. 274 En el original: Los Infernos. 275 Trenes son las unidades compuestas por los medios de transporte, por ejemplo el tren de municionamiento, el tren de víveres y bagaje o equipaje. Normalmente van en columnas de carros o acémilas. 276 Unos 7 kilómetros. Véase la nota 175. 277 Se trata de Santa Cruz de Mudela y de El Visillo (para franceses y polacos: Vesillo o Vessillo). Ambas localidades se encuentran a una distancia de unos 17 kilómetros. 278 Los franceses se presentaron frente a Ciudad Real el 26 de marzo de 1809 y después de haberse arrollado las grandes guardias españoles y pasado el río Guadiana, tuvieron que repasarlo por la presión de la caballería española. Las tropas quedaron a la vista unas de otras, durando el fuego de cañón y de las guerrillas todo el día. La lucha continuó al día siguiente. Entonces es probablemente cuando aparecen los polacos. Los imperiales, ya con tropas superiores, consiguieron pasar el río y arrollar, como el día anterior, las grandes guardias de infantería y caballería española que cubrían los puentes. El general José Urbina, conde de Cartaojal, comandante de las fuerzas españolas de La Mancha, conoció que le era imposible sostenerse en la posición en que se hallaba y dispuso una retirada a los puntos de Sierra Morena. Pero ésta se ejecutó con una gran precipitación y un desorden tal, que “más de 3.500 caballos 69 En unos llanos, tras el pueblo de Santa Cruz, la caballería española nos esperaba ya formada de frente 279 . Por el camino se escapaban furgones, carros, la infantería, la artillería, la caja 280 y los equipajes. Por ambas partes la muchedumbre, a pie o en mulos, mujeres y niños, ponía a salvo sus vidas huyendo a unas montañas altísimas, cuyas cimas se perdían en las nubes y parecían anunciar que era imposible atravesarlas. Formados en línea de combate, sin esperar al cuerpo 281 que marchaba por detrás bastante lejos, atacamos al enemigo. La orden de batalla de la caballería fue rota. Perseguida a la desbandada hasta los mismos desfiladeros por detrás del pueblo de Alvizelio, perdió todo aquello que no pudo ser salvado a las montañas. La caja militar cayó en nuestras manos y, aunque ninguno de nosotros tenía ni un céntimo, la entregamos en su totalidad al general del cuerpo. En el pueblo de Alvizilio [sic], donde nos quedamos unos cuantos días, los que se habían destacado en la última batalla fueron presentados a condecoraciones militares. Entre éstos estábamos Rogoyski y yo, pero al final no recibimos nada. Tan sólo el coronel de los holandeses, Vinot 282 , herido de bala en un ataque a la infantería, fue ascendido a general. huían a todo escape a la vista de un pequeño destacamento de polacos, que los persiguió hasta El Viso” (según José Muñoz Maldonado, conde de Fabraquer, Historia política y militar de la Guerra de la Independencia de España contra Napoleón Bonaparte desde 1808 á 1814, 3 vols., Madrid, 1833; la última localidad es actualmente Viso del Marqués). Efecto de la desmoralización que supuso la derrota de Ciudad Real fue el gran número de desertores que se produjo. El paso del general Sébastiani por Ciudad Real fue fugaz. Dejó una pequeña fuerza de ocupación y se marchó ese mismo día a pernoctar en Almagro, para continuar a la jornada siguiente hacia Santa Cruz de Mudela, donde desbarató las tropas de reserva del general Manuel Lapeña (La Peña). Con lo que allí prácticamente feneció el “Ejército de La Mancha”. En una marcha forzosa el general francés llevó a su cuerpo de ejército desde Toledo a Sierra Morena en sólo seis días y combatiendo. 279 En el sentido de preparada para el combate. La batalla tuvo lugar el día 28 de marzo de 1809. 280 Se trata de la caja con el dinero del regimiento. 281 Se refiere al cuerpo francés. 282 En realidad el coronel holandés era Anton Mathieu Jacob Josephus, barón de Roest van Alkemade (en francés: Antoine Roest d’Alkemade) (1783-1811). Coronel (1809). Participó en la campaña española como comandante del tercer regimiento de húsares del Reino de Holanda. El día 27 de marzo fue herido en la batalla de Ciudad Real (uno de los oficiales polacos, el teniente Wincenty Hołownia del cuarto regimiento de infantería del Ducado de Varsovia atestiguaba que el holandés fue el único oficial herido en esta batalla, y que “por el amor especial que existía entre su regimiento y nuestros ulanos, se fue a galope demasiado lejos y batiendo a las columnas de la infantería española fue herido en el abdomen, sin embargo gracias al doctor de nuestro regimiento Grygowicz, siempre pendiente de la batalla, inmediatamente fue salvado del peligro”; véase Hołownia, Wincenty. Opisanie niektórych szczegółów od wyjścia z Warszawy, wedle jednych zdań do Niemiec, albo przez Niemcy do Hiszpanii, jak utrzymywali drudzy 1808 r. [Descripción de algunos detalles desde la salida de Varsovia, según unas opiniones a Alemania, o por Alemania a España, como mantenían otros, en el año 1808], en Wójcicki, Kazimierz Władysław. Cmentarz Powązkowski pod Warszawą [El cemeterio de Powązki cerca de Varsovia], t. 2, Varsovia, 1856, pág. 45). General de brigada (1810). En los años 1810-1811 sirvió en el “Ejército de Italia”. Wojciechowski confunde a Roest van Alkemade con Gilbert Julien Vinot (1772-1838). Oficial de caballería francés. Coronel (1808), general de brigada (1813). Barón del Imperio (1810). 70 Después de esta expedición, nuestro cuerpo volvió a sus posiciones en la ciudad de Toledo. Y aunque al mismo tiempo el cuerpo del mariscal Victor consiguió una victoria significativa cerca de Mérida 283 que pudo habernos facilitado la ocupación de toda Andalucía, como las expediciones de los mariscales Ney 284 y Soult no tuvieron éxito, tampoco nuestros cuerpos pudieron aprovecharse de las victorias obtenidas. Nuestro regimiento fue situado en la ciudad de Toledo junto a una división de infantería polaca con el fin de reorganizarse tras las pérdidas que habíamos sufrido en las batallas de Yébenes y Ciudad Real. Allí, Zawadzki 285 mató en duelo a Moszyński 286 , un oficial de grandes expectativas que fue universalmente llorado. Después de un descanso de cierto tiempo, durante el cual tuvimos la oportunidad de entablar relaciones amistosas con los regimientos de la caballería francesa, con quienes organizábamos mutuamente festines y banquetes, la infantería polaca ocupó el pueblo de Manzanares y nuestra brigada, es decir, el regimiento de húsares holandeses con nuestro regimiento, fue colocada en el pueblo de Valdepeñas 287 , en el camino hacia Sierra Morena. El pueblo de Valdepeñas está ubicado en la provincia de La Mancha, aquella patria de Don Quijote, situada en una extensa llanura, rodeada por interminables viñedos, rica en trigo y cebada, vasta y ordenadamente edificada. Tenía unas reservas de comida y vino tan enormes que, aunque nuestros regimientos estuvieron estacionados allí durante varios meses y cada soldado era libre de coger lo que le gustara ya que no había ningún habitante en el pueblo, disponían constantemente de todo en abundancia. 283 En realidad, se trata de la batalla de Medellín en la provincia de Badajoz que tuvo lugar el 28 de marzo de 1809. Mérida dista de Medellín unos 35 kilómetros. 284 Michel Ney (1769-1815), duque de Elchingen (1808), príncipe de Moscú (1813). General de división (1799), mariscal de Francia (1804). En 1808 entró a España mandando el VI Cuerpo de Ejército, participó en el avance de las tropas francesas sobre Madrid y conquistó Galicia y Asturias. En 1810 se reunió con el mariscal Masséna en la invasión de Portugal, por quien fue destituido por insubordinación durante la retirada. Participó en las campañas rusa, sajona y francesa. Después de la derrota de Napoleón de 1815, fue juzgado y ejecutado. 285 Jan Michał Zawadzki (1785-1823). Subteniente del ejército prusiano y en el regimiento de lanceros polacos (1807), ascendió a teniente. Herido en la batalla de La Albuera. Combatió en España hasta finales de 1812. Sirvió como capitán en el tercer regimiento de ulanos del llamado Reino de Polonia. Caballero de la Legión de Honor (1810). 286 Oficialmente se declaró que Moszyński fue muerto en la batalla de Yébenes. La causa del duelo fue “una peninsular orgullosa de una belleza maravillosa” de Toledo (Wspomnienia ułana, pág. 9). 287 Esta localidad manchega fue desde abril hasta junio de 1809 base de expediciones para los lanceros. 71 Como ya he dicho, los depósitos de vino, es decir, las reservas de vino en cada casa eran tan enormes que, como aseguró Majewski 288 , el suboficial ayudante 289 que había sido nombrado comandante de la plaza durante nuestra estancia allí, hizo entrega al ejército de hasta once millones de botellas de vino 290 . De tal manera que no sólo no se escatimaba, sino que se llegó a un despilfarro tal que incluso se lavaba a los caballos con vino. Hasta el mismo final de nuestra estancia en Valdepeñas no nos faltó esa excelente bebida que no emborrachaba al soldado, sino que le daba fuerzas tras el cansancio por el incesante trabajo. A pesar de la vigilancia necesaria por todos los lados y de las patrullas constantes, casi cada noche teníamos que formar con las armas. Más de una vez forzados a abandonar nuestras posiciones, las conquistábamos de nuevo 291 como si de nuestro hogar patrio se tratase. Porque condenados a una guerra interminable, el paraíso era para nosotros un sitio en el que por lo menos tuviéramos algo para comer y beber. Toda mi compañía se alojaba en una amplia casa en el pueblo. Allí, cocineros escogidos entre los soldados que no estaban en el frente, preparaban comida sin pausa. Las mesas estaban siempre puestas, los surcos llenos de cebada y las tinajas llenas de vino; el herrero esperaba con una herradura a punto, el guarnicionero con cordel y lesna. Los soldados que volvían de la guardia, de la patrulla o de una expedición, en seguida podían servirse el alimento. Pues, a menudo, la pausa para descansar era corta y apenas se habían bajado del caballo, de pronto tenían que volver a montar en él. Sin prever el fin de nuestra campaña, los cerdos eran alimentados para hacer jamones y salchichas. El hacendoso Majewski nos montó una destilería donde destilábamos vodka 288 Jan Marcin Majewski (1775-¿?). Sargento primero del regimiento de lanceros polacos. Promovido a subteniente en el séptimo regimiento de chevau-légers-lanceros. Combatió en España hasta finales de 1812. Participó en la campaña sajona de 1813. Caballero de la Legión de Honor (1808). 289 Véase la nota 96. 290 Evidentemente es una exageración del protagonista o del editor, si no una errata. Valdepeñas producía, según el Catastro del Marqués de la Ensenada, unos tres millones de litros de vino al año. Fue con la llegada del ferrocarril, a finales del siglo XIX, cuando la producción se incrementó. Hoy, la denominación de origen Valdepeñas, que es una parte pequeña de La Mancha, produce unos 50 millones de litros. Lo que sí es un error es hablar de tantas botellas de vino en este momento. El vino se guardaba sobre todo en grandes cántaros y en pellejos. El vino embotellado es más una práctica de mediados del XIX y sólo para la corte y casas distinguidas. Agradecemos esta información al Sr. D. José Luis Gómez Urdáñez. En cualquier caso, Wojciechowski probablemente se refiere a miles de botellas, o mejor dicho, jarrillos o jarras de barro, con las cuales se repartía el vino de los cántaros a la tropa. Sin embargo, hay fuentes que confirman que los imperiales usaban también botellas de vino en España. 291 Por motivo de la necesidad constante de emprender a veces muy largas persecuciones a los destacamentos de guerrilleros españoles. Normalmente las posiciones abandonadas por el ejército invasor fueron tomadas muy rápidamente por los destacamentos españoles. Así, los lanceros que regresaban de acciones de combate en terrenos alejados de un lugar concreto tuvieron que expulsar a los guerrilleros de nuevo. 72 a partir de vino, y el colega Skarżyński preparaba unos quesos de cerdo y unas salchichas estupendas 292 . Comíamos en vajilla de plata, que nos sobraba. En pocas palabras, nos habituamos a este tipo de vida en el que no teníamos ni un día libre de lucha o servicio y si se daba un día de estos, nos parecía aburrido. ¡Tras cada escaramuza tenían lugar alegres banquetes, bromas y nos reíamos de las desventuras de las que afortunado era aquél que había salido con vida! En Valdepeñas el coronel Konopka partió a Francia para algún tiempo 293 . El teniente coronel Ruttié, por su parte, tras escuchar uno por uno nuestros partes con los cambios en las compañías 294 y sobre la paga recaudada para ellas 295 , igual que si se tratara de una confesión durante la fiesta 296 , partió poco después para coger el mando del regimiento francés de cazadores a caballo 297 . El jefe Kostanecki estaba enfermo cerca de Madrid, postrado en la cama. Oficiales y suboficiales fueron enviados a Francia a formar destacamentos, así pues, al no haber ningún oficial, fui yo, en solitario, el encargado de administrar y mandar mi compañía durante largo tiempo. Desde abril hasta julio llevamos a cabo una -por así llamarlo- deliciosa campaña en Valdepeñas. Los soldados, de naturaleza valientes, menospreciaban el peligro y las dificultades, no pensaban en los premios, porque nadie los obtenía, no se quebraban la cabeza con lo que iba a pasar mañana, no se preguntaban por las razones de la guerra en la que luchaban ni sobre el motivo de aquellos sacrificios y pérdidas. Y si alguna vez suspiraban echando de menos la casa familiar, ahogaban sus tristes recuerdos en vino español. A principios del mes de julio abandonamos nuestras posiciones en Valdepeñas al ser relevados por regimientos franceses. En los nuevos puestos, expuestos a incesantes escaramuzas, estábamos rodeados por el enemigo. Cuando cubríamos el frente a menudo éramos atacados por la retaguardia, así muchas veces no sabíamos de 292 Se puede tratar tanto del capitán Kazimierz Fortunat Skarżyński como del sargento primero Szymon Skarżyński. Por una parte parece que las salchichas las podía preparar más un sargento primero que un capitán, por otra, Wojciechowski se refiere a Skarżyński como “colega”, lo que unido a su futuro duelo con Szymon (véase la pág. [97]) puede indicar a Kazimierz Fortunat que a pesar de su rango podía tener un talento especial en el arte culinario. Sin embargo, lo más verosímil es que se trate de Szymon, entonces con Wojciechowski en buenas relaciones, lo que luego cambió. 293 Véase la nota 22. 294 Se trata de diversos informes internos escritos por jefes de compañías para el comandante del regimiento. 295 Se refiere al informe sobre la soldada pagada a los lanceros. 296 Quiere decir que se confesaban ante su superior como si de la confesión durante la Semana Santa se tratara. 297 En realidad, Ruttié se ausentó del regimiento entre el verano de 1809 y mediados de 1810. En septiembre de 1811 pasó como comandante (en el sentido de graduación) al vigésimo sexto regimiento de cazadores a caballo. 73 qué lado nos esperaba la desgracia. En ese mismo tiempo el regimiento de dragones franceses padeció un triste accidente. Justo antes del amanecer, formando en un lugar elegido para preparar los caballos, cuando apenas los habían desensillado, fueron atacados desde todos los lados por los españoles y aniquilados hasta el último. Una suerte parecida le esperó a un destacamento de la infantería polaca formado por veintitantos heridos y enfermos que habían salido del lazareto de Toledo y se dirigían al regimiento. Ya fuese porque se habían extraviado o porque estuviesen buscando mejores acuartelamientos, se desviaron del camino principal 298 y se detuvieron a pasar la noche en el pueblo de Villa Ferdinando 299 , en las mismas montañas. Alojados allí, durante la noche fueron desarmados por los lugareños y llevados a la plaza, donde los envolvieron en estopa y paja, empapadas en aceite, y los quemaron vivos. Nosotros todavía llegamos a ver los miembros de esas víctimas infelices extinguiéndose, cuando avisados por un soldado fugitivo acudimos en su socorro. ¡Por desgracia ya era demasiado tarde! El pueblo sitiado quedó totalmente quemado y sus habitantes, sin distinción de sexo o edad, asesinados. El 20 de julio de 1809, el general inglés Arthur Wellesley (Wellington) 300 con 5.000 ingleses, tras unirse con el ejército español que entonces estaba formado por 20.000 soldados y se encontraba bajo el mando del general Cuesta 301 , y con el portugués, que contaba con 38.000 hombres 302 , avanzó hacia la ciudad de Talavera. 298 En polaco: trakt, del latín: tractus. Se trata de un camino carretero, en la época una vía de comunicación apisonada. Sin embargo, los caminos no solían estar apisonados por la mano del hombre sino por las propias caballerías y el paso de personas y carruajes. Camino carretero se llamaba por su anchura, tal que dejaba pasar a un carro. 299 No hemos podido ubicar este pueblo. Igual se trata de una localidad en los montes de Toledo hoy desaparecida. 300 Arthur Colley Wellesley (hasta 1798 Wesley, 1769-1852), duque de Wellington (1814). General mayor (1802), teniente general (1807) y mariscal de campo (1813). En 1808 recibió el mando de las tropas británicas enviadas a Portugal y derrotó a los franceses en Roliça y Vimeiro. Tras la muerte del general John Moore en la batalla de Elviña (La Coruña, enero de 1809), fue elegido comandante en jefe de todas las fuerzas británicas en Portugal (1809). Paró a los franceses en las Líneas de Torres Vedras. Tras la victoriosa batalla de Arapiles (julio de 1812), llegó a Madrid y tomó el mando de todas las fuerzas aliadas en España. El triunfo en la batalla de Vitoria de junio de 1813 supuso el punto final de la invasión de España, expulsando a los imperiales de vuelta a Francia. En 1815 ganó la batalla de Waterloo. Wellington está considerado como uno de los militares y políticos más distinguidos de su país. 301 Gregorio García de la Cuesta y Fernández de Celis (1741-1811). Capitán general de Castilla la Vieja y de León (1808), comandante del Ejército de Castilla. En 1809 promocionado a comandante en jefe del Ejército de Extremadura. Perdió las batallas de Medina de Rioseco (julio de 1808) y de Medellín (marzo de 1809). Participó en la batalla de Talavera de la Reina. Dimitió en diciembre de 1810. 302 En realidad, el ejército imperial tenía 46.000 hombres, el británico 20.000 y el español 30-35.000. No había portugueses, aunque así lo afirman dos soldados polacos: Wojciechowski y Wojciech Józef Dobiecki, teniente de lanceros que sin embargo no participó en la batalla, porque ya servía en el ejército del Ducado de Varsovia (Dobiecki, W. Wspomnienia, pág. 259). Lo más probable que Dobiecki copiase a Wojciechowski. 74 El día 26 de ese mes, cuando el mariscal Victor se hubo unido al cuerpo del general Sébastiani, bajo el mando del mismo José Bonaparte, rey de España, con 47.000 hombres también partimos hacia Talavera. En los desfiladeros de Alcabón 303 , cerca de Torrijos, el décimo regimiento de húsares, que se encontraba en la vanguardia, derrotó al regimiento de dragones españoles Villaviciosa 304 . Después de esta acción, el general Cuesta dio marcha atrás a través del riachuelo llamado Alberche, tras el cual colocó en un encinar a unos fusileros irlandeses. Nuestro ejército se acercó, los tiradores 305 fueron enviados al bosque, donde empezó un fuego profuso 306 . Nuestra caballería ligera y, aparte, los dragones con la artillería montada cruzaron dicho riachuelo cerca de las cinco de la tarde y seguimos adelante, mientras que la infantería tomó unos olivares por el camino hacia la ciudad. Avanzando por la llanura, entre un bosque a mano derecha y huertos a la izquierda contiguos al río Tajo, a la orilla del cual se encuentra la ciudad de Talavera, no nos topamos con ningún obstáculo. Tan sólo cuando, poco antes del anochecer, nos aproximamos al flanco derecho del enemigo, la infantería española, acompañada de una numerosa artillería, dejando que nos acercáramos a tiro de fusil, nos recibió con un fuego profuso que causó no poca confusión entre nuestras masas. Pero en breve todos acudieron en profundo silencio y en orden a ocupar los puestos que se les habían designado 307 . Por nuestro flanco izquierdo el fuego iba remitiendo cada vez más, mientras que en el derecho, en el bosque, después de haber expulsado con bayonetas a los fusileros irlandeses, se mantuvo un combate encarnizado hasta bien entrada la noche. La infantería enemiga se encontraba en unas colinas enfrente de una montaña puntiaguda, 303 En Alcabón el terreno es tan liso como la palma de una mano. Lo único que había en ese camino y que podía dar la misma sensación de estrechamiento o angostura de una desfiladero, eran unas plantas muy altas (podían ser incluso mayores a las de una persona) con espinas que servían para delimitar las fincas. 304 En el original: Villa-Viciosa. 305 En el original: woltyżerowie, del francés: voltigeurs. El voltigeur es normalmente un infante de baja estatura, veterano, selecto, buen tirador que siempre combate a pie, aunque en casos excepcionales puede montar a la grupa de un caballo. 306 Se está refiriendo al combate de Casa Salinas del 27 de julio de 1809. En realidad, los sucesos fueron distintos a como los narra Wojciechowski. Guarnecido el río Alberche por el ejército británico fue sorprendido por el cruce de dicho río por el I Cuerpo de Ejército del mariscal Victor. Los ingleses se vieron obligados a retirarse hasta el cerro de Medellín. El general Cuesta no participó en este combate. 307 La historiografía británica afirma que los españoles, asustados, abrieron fuego contra los franceses cuando éstos se encontraban ya muy lejos, a una distancia enorme. Wojciechowski narra justamente lo contrario. La versión del lancero polaco viene a contradecir las opiniones inglesas y además coincide con lo que realmente aconteció. 75 un montículo parecido a una cresta. Su flanco derecho estaba pegado a la ciudad de Talavera y el izquierdo colindaba con el antiguo y completamente seco cauce del río, tras el cual sobresalía una cadena de montañas rocosas. La conquista de esa posición suponía ganar la batalla 308 . Cayó la noche. Todos permanecíamos alerta, pues estábamos a la vista del enemigo. También sentíamos fuertemente la escasez de víveres y forraje. No teníamos nada de pan y por una botella de vino de Valdepeñas teníamos que pagar -y como un gran favor- un luis 309 . El único forraje para nuestros caballos eran los residuos de las cañas de la mies, que quedaban en el rastrojo después de segar los cereales. Tras una noche de frío, insomnio y con los estómagos vacíos, los primeros rayos de sol nos anunciaron un buen día. La caballería se marchó a través de la llanura a nuestro flanco derecho. Fueron puestos dos regimientos de cazadores a caballo en el cauce del río que se apoyaba en unas montañas rocosas y, junto a ellos, varias decenas de cañones apuntados enfrente de aquel montículo, que constituía la clave de la posición del enemigo. Más lejos estaba nuestro regimiento que tenía en su flanco izquierdo la artillería montada, formada por cincuenta cañones, y por detrás la caballería ligera y la pesada. La infantería del IV Cuerpo de Ejército estaba situada a mano izquierda, en los huertos que había al lado de la ciudad. El centro lo ocupaba el I Cuerpo de Ejército del mariscal Victor, mientras que el cuerpo del mariscal Jourdan 310 , es decir la guarnición de Madrid, aguardaba como reserva. Una división de infantería se lanzó con las bayonetas a la conquista de aquel montículo, pero fue derrotada con un fuego profuso y con las bolas de metralla por la infantería inglesa, que estaba escondida en tierra. Esta división perdió al general 311 y a un gran número de hombres, entre muertos y heridos, y tuvo que retirarse. De este modo, el flanco derecho del IV Cuerpo de Ejército quedó al descubierto y sufrió mucho a causa de los disparos de la artillería inglesa. El flanco izquierdo, que se acercó a los muros de la ciudad de Talavera, tras aguantar una contienda mortal, tuvo que retroceder. 308 La batalla de Talavera de la Reina tuvo lugar los días 27-28 de julio de 1809. En francés: louis d’or. Moneda de oro francesa acuñada desde 1690 hasta 1794 según modelo del doblón español. Los luises emitidos a finales del siglo XVIII contenían unos 7,6 gramos de oro. 310 Jean-Baptiste Jourdan (1762-1833). General de división (1793), mariscal de Francia (1804). Asesor militar del rey José en Nápoles desde 1806, le siguió hasta España en 1808. Después de la derrota de Vitoria dejó de tener ningún mando de importancia hasta la caída del Imperio. 311 En este instante de la batalla no perdió la vida ningún general. Sin embargo, poco después, entre las tres y las cuatro de la tarde de ese mismo día, murió el general Pierre Lapisse. Wojciechowski, que como él mismo dice más adelante no fue testigo visual de estos acontecimientos, confunde la muerte que tendrá lugar con la de este momento. 309 76 Cuando un calor insoportable empezó a atormentarnos y los dos bandos habíamos sufrido ya pérdidas considerables entre muertos y heridos, poco a poco los disparos de las armas de mano y de cañón comenzaron a remitir. Empezó un alto al fuego, se hizo el silencio y, como si lo hubiésemos pactado, se abrió una suspensión de las hostilidades. La infantería armó pabellones, la caballería desmontó de sus caballos y los heridos fueron retirados del campo de batalla. El rey José, cuando vio en persona la posición del enemigo, decidió desistir del ataque al punto principal, es decir, al montículo. Según cuenta el señor de Rocca en su obra, durante la noche y por la mañana, dicho montículo fue atacado varias veces por unas fuerzas inadecuadas 312 , desde un batallón hasta llegar gradualmente a una división 313 . Pero como yo no lo vi con mis propios ojos, puesto que me encontraba en otro lado, no puedo asegurar que así fuera. Durante esta pausa en la batalla, o descanso, la caballería inglesa y la portuguesa asaltaron inesperadamente al regimiento vigésimo octavo de la infantería francesa, que fue aniquilado casi por completo. El zapador de ese regimiento, llevando en la mano la moharra del estandarte 314 , perseguido por dos húsares portugueses, defendiéndose con un hacha, fue herido más de diez veces. Al final fue a parar a las filas del cuarto regimiento de la infantería polaca, al frente del cual se dio muerte a los dos furiosos húsares. Como no se podía conquistar tan fuerte posición enemiga sin sufrir graves pérdidas, se decidió envolverla, es decir rodearla, con dos divisiones de infantería. El ejército formó y de nuevo empezó un fuego mortífero en toda la línea. Los ingleses, previniendo el resultado de la maniobra de dos de nuestras divisiones de infantería, mandaron a su caballería al ataque, de la cual el regimiento vigésimo tercero de dragones ingleses atacó a los regimientos décimo y vigésimo sexto de cazadores a caballo franceses, que se encontraban en el cauce seco del río. A pesar de que nuestra infantería no ahorró fuego de las armas de mano, ambos regimientos fueron derrotados por el regimiento inglés, que luego se alzó o por el fervor o por sus caballos boquiduros 315 y cayó por este cauce hasta la parte trasera de nuestra reserva, donde causó un gran barullo en los equipajes, carros, carretas de las cantineras y caballos de tiro. En cuanto el comandante en jefe inglés316 lo avistó, movió a la masa de toda la 312 En el sentido de insuficientes. Rocca, M. de. Mémoires, págs. 126-127. 314 Se trata del águila que adornaba el estandarte. 315 En el sentido de caballos difíciles de conducir, tercos y resistentes. 316 Es decir, Wellesley. 313 77 caballería que se encontraba frente a la nuestra. El mariscal Victor se acercó al frente de nuestro regimiento y exclamó: “¡Polacos!, adelante” 317 . Y el capitán Hupet 318 , jefe del regimiento, ordenó: “¡por la derecha de a tres, adelante, marcha, marcha!”. En un abrir y cerrar de ojos, la caballería inglesa perdió la orden de batalla y fue derrotada. En unos minutos quedó en parte aniquilada, en parte desarmada y se podría decir con toda seguridad que dejó de existir 319 . En su obra, el señor de Rocca no se dignó ni a mencionar este acontecimiento. Sin embargo, si no habíamos decidido el destino de la batalla ese día con la frustración del ataque del enemigo y la retención de las operaciones de la inmensa masa de la caballería, realizada en toda la línea de combate, podría decirse con toda seguridad que habíamos arrebatado la victoria a los ingleses. El día se acercaba a su fin, así que se renunció a nuevas maniobras en toda la línea 320 . Y cuando nuestra artillería montada obligó con un fuego profuso a dar marcha atrás a los ingleses, la batalla acabó de modo que ni una ni otra parte podía reclamar la victoria para sí. Durante la noche, continuamente con el arma en la mano, oímos que nuestra artillería abandonaba sus posiciones. Y tan pronto como empezó a amanecer, salió tras ella la caballería pesada y nosotros al final. En nuestra retirada, pasamos por aquel encinar donde había un montón de cadáveres y fusileros irlandeses heridos. ¡Estos últimos, mostrándonos sus escapularios para indicar que eran católicos, nos pedían socorro! El señor de Rocca asegura que en Talavera perdimos, es decir, abandonamos, veinte cañones 321 . Y yo pregunto ¿dónde y por qué? Cuando, como él mismo explica, el enemigo no salió de sus posiciones tras nosotros, porque esperaba que el destino de la batalla no se decidiría hasta el día siguiente. Y ese día, al ver que nosotros nos retiramos 317 Kirkor lo considera inverosímil (Kirkor, S. Legia, pág. 13; empero véase la nota 272). Según el estado del servicio del jefe de escuadrón Kostanecki, fue él quien comandó la carga. 319 En realidad, en la carga participaron también los chevau-légers de Westfalia. El vigésimo tercero regimiento de dragones ligeros británicos contaba al principio del ataque con 450 jinetes, de los cuales 207 fueron muertos, heridos y perdidos, mientras que 105 cayeron prisioneros, entre ellos tres oficiales (Oman, Charles William Chadwick. A History of the Peninsular War, vol. 2, Oxford, 1903, pág. 545549). 320 Se trata de maniobras con las columnas del ejército. 321 Rocca, M. de. Mémoires, pág. 134. Los cañones los perdieron en el ataque del Pajar de Vergara por la división del general Jean-François Leval mandada por el IV Cuerpo de Ejército de Sébastiani. En sus escritos Wellington habló de diecisiete o veinte cañones perdidos por los imperiales. 318 78 y al enterarse que se acercaban los cuerpos de los mariscales Ney y Mortier, provenientes de Plasencia, abandonó su posición y dio marcha atrás 322 . En nuestro bando perdimos hasta diez mil hombres, mientras que según los partes ingleses el enemigo perdió a 6.616 hombres 323 . El cuerpo del mariscal Victor se quedó a la orilla del río Alberche. El rey José partió a defender su capital, donde los habitantes ya habían dejado entrar al general Wilson 324 . El IV Cuerpo de Ejército se dirigía a marchas forzadas hacia la ciudad de Toledo, donde 1.500 soldados de la infantería polaca 325 opusieron una brava resistencia al general español Venegas 326 . Con el acercamiento de nuestro cuerpo, los españoles se retiraron de la ciudad de Toledo y el 11 de agosto libramos una batalla cerca de Almonacid. El pueblo de Almonacid está situado en una vertiente de una cadena de montañas no demasiado altas, que los españoles ocuparon con la infantería, del mismo modo que también ocuparon una montaña rocosa y puntiaguda que se encontraba en su flanco izquierdo. La caballería se quedó en las llanuras bajo las montañas, la artillería eligió una posición dominante. Nuestro cuerpo se desplegó por los campos cubiertos de trigo maduro. Cuando nuestro regimiento, que formaba la vanguardia del cuerpo, forzó a retirarse a los flanqueadores enemigos, la división de la infantería polaca del Ducado de Varsovia fue mandada a conquistar la montaña puntiaguda 327 , que resultó más difícil aún que la toma del montículo que sobresalía cerca de Talavera. Porque aquí toda esta montaña estaba plagada de piedras tras las cuales se escondían los españoles, que disparaban a los nuestros severamente. Mientras cruzaba por una ancha llanura, la infantería polaca fue atacada por la caballería española. Esta última sufrió grandes 322 En realidad, la retirada del inglés fue causada por la noticia que desde Plasencia se acercaban los Cuerpos de Ejército: el V del mariscal Mortier y el II del mariscal Soult. 323 Wojciechowski copió esta información de Rocca quien asegura que los franceses perdieron a 10 mil soldados y los ingleses junto a los españoles, a 6.616 (Rocca, M. de. Mémoires, págs. 134). En realidad, los imperiales sufrieron unos 1.500 muertos; los británicos 1.000 muertos y 2.000 heridos; los españoles 2.000 bajas sin concretar muertos o heridos. 324 Robert Thomas Wilson (1777-1849). Teniente coronel (1802), brigadier general (1808) y general mayor británico (1813). Entre 1808 y 1809 comandó la Legión Lusitana en Portugal y España. Wilson sólo llegó hasta Navalcarnero y no entró en Madrid. 325 Fueron dos regimientos de infantería polaca de la división de Valence que durante varios días defendieron a cañonazos el paso del Tajo desde el Alcázar del ataque de la división del mariscal de campo Tomás Zerain del Ejército de Andalucía, dirigido por el general Venegas. Los españoles sólo pretendían llamar la atención de las tropas imperiales en lo que podríamos denominar “diversión estratégica”, porque el grueso de su ejército estaba en Aranjuez y quería pasar hacia Madrid. 326 Francisco Javier Venegas de Saavedra (1760-1838), marqués de la Reunión y de Nueva España (1816). Teniente general. Gobernador de Cádiz (1810) y virrey de Nueva España (1810-1813). En 1818 fue nombrado capitán general de Galicia. 327 Se trata de Los Cerrojones. 79 pérdidas y fue forzada a dar marcha atrás. Al llegar a los pies de la puntiaguda montaña, la infantería empezó a trepar hacia ella. Al principio ni tan siquiera se oían disparos, ni se divisaba al enemigo; incluso se llegó a pensar que esa posición no estaba ocupada, hasta que una lluvia de proyectiles cayó desde todas partes sobre los nuestros. Aquí pereció el valeroso coronel Sobolewski, que iba a la cabeza de su regimiento 328 . Con él cayeron gran parte de los oficiales y unos cientos de soldados de su regimiento. El general Sébastiani, que esperaba en la línea de combate esa toma de posición tan importante, al darse cuenta de lo caro que les iba a salir, mandó a tres edecanes con la orden de que la división diese marcha atrás. Dos de los tres murieron y el tercero, al perder el caballo, corrió montaña arriba a pie ya cuando los polacos, tras conquistar la posición bayoneta en mano, se estaban vengando de las pérdidas sufridas. El general Sébastiani conocía la importancia que tenía esa montaña, puesto que era la clave de toda la posición. Entre ésta y el montículo encrestado de Talavera sólo había una diferencia: que este último se encontraba en el flanco izquierdo del enemigo y la montaña cerca de Almonacid en el derecho. Y que gracias a la vertiente del montículo podían hacerse rodar los cañones hasta él, y en cambio la montaña escarpada, repleta de peñascos, sólo podía ser ocupada por los fusileros. Tan pronto como había sido conquistado este punto tan importante con una valentía sin par, nos dieron la orden de lanzarnos a la derecha sobre la caballería enemiga, mientras que el resto del cuerpo se encaminó hacia el pueblo de Almonacid. La división polaca, aunque había sufrido mucho, bajó de la posición que había tomado y se echó a perseguir a la infantería española que se daba a la fuga. Nuestro regimiento acometió a la caballería, la separó de la infantería y la obligó a huir. Acto seguido, tras dar la vuelta, nuestro regimiento ocupó la retaguardia del enemigo, las columnas del cual, al no poder llevar el paso, se dispersaron. El temor y el caos se apoderaron de todo y el ejército español, al perder los cañones y sus equipajes, quedó totalmente derrotado. El 8 de agosto, la vanguardia del mariscal Mortier derribó el destacamento que estaba bajo el mando del general Cuesta 329 . 328 Maciej Sobolewski (1781-1809). Coronel (1807). Desde 1808 comandante del séptimo regimiento de infantería del Ducado de Varsovia. Murió efectivamente el 11 de agosto de 1809 en la batalla de Almonacid. Según los relatos de los memorialistas, Sobolewski cayó muerto de un balazo cuando conducía el ataque frontal contra las posiciones principales españolas en la montaña (es decir, Los Cerrojotes) del castillo de esa localidad. En Almonacid los españoles sumaron más de 3.000 bajas, entre muertos y heridos, además de 2.000 prisioneros. 329 Se está refiriendo a la acción del Puente del Arzobispo. La fuerza española estaba al mando del duque de Alburquerque. 80 El 12 de agosto, el mariscal Ney venció al general Wilson en las montañas de Baños, tras lo cual el general Arthur Wellesley se retiró a Portugal. Madrid fue liberado, y nosotros, tras tantas victorias, teníamos motivos para augurar un final cercano de la campaña o, por lo menos, un largo descanso tras las fatigas. Así, nuestro regimiento fue instalado en unos acuartelamientos tranquilos y cómodos, de los cuales no salimos para volver a formar en la línea de combate hasta octubre, cuando aparecieron nuevas fuerzas enemigas y tras pasar nosotros por la ciudad de Toledo. El 17 de noviembre, la división polaca del Ducado de Varsovia, que estaba bajo el mando del coronel príncipe Sułkowski 330 , ocupaba Aranjuez 331 . No lejos de Toledo, nuestro regimiento observaba con patrullas los movimientos del ejército enemigo, compuesto por cincuenta y cinco mil soldados. La noche del 17 al 18, en una brigada con el décimo regimiento de cazadores a caballo franceses bajo el mando del general Paris 332 , nos dirigimos hacia los alrededores de Toledo. Y así, marchando día y noche, alrededor de las 2 del mediodía nos detuvimos en las avenidas que conducían a Aranjuez, donde la víspera de nuestra llegada la infantería polaca había sido un tanto maltrecha por la caballería española. Después de haber descansado un poco, con la presencia del mariscal Mortier y del general Sébastiani, cruzamos el río Tajo a nado. A continuación partimos por un caminito por el lado izquierdo del camino principal 333 que llevaba a la ciudad de Ocaña, que estaba a dos millas 334 de allí. El edecán del mariscal acudió corriendo hasta donde estábamos con la orden de que hoy el enemigo no tenía perdón. Con esta consigna, cada uno de nosotros se retorció el mostacho y caló más su gorro hasta la oreja 335 . Conducidos por unos senderos y malos caminos, no sabíamos qué pasaba a nuestro alrededor. Al final, cuando llegamos arriba, oímos la orden “formar pelotones” y a continuación “formar el frente con pelotones” 336 . Yo guié un pelotón en lugar de un oficial, puesto que casi todos los 330 Véase la nota 114. El 14 de noviembre Sułkowski entró a Aranjuez, donde ya había estado. 332 Antoine Marie Paris d’Illins (1746-1809). Entre 1761 y 1789 sirvió en el real ejército francés. Coronel del sexto regimiento de húsares (1792). General de brigada (1807). En 1808 inspector de organización de la caballería de la Legión Portuguesa. Entre 1808 y 1809 comandante de la caballería del IV Cuerpo de Ejército. 333 Véase la nota 298. 334 Unos 14 kilómetros. Véase la nota 175. 335 Se trata de la manera típica para los ulanos polacos (lanceros o chevau-légers) de ponerse el gorro (unos 1,1 kilogramos de peso) lo más de lado posible. Fue una especie de moda de los jinetes polacos de llevar el gorro de una manera torcida, sin necesidad de atarse con cordones, aprovechando solamente el equilibrio del penacho. Los lanceros polacos aseguraban que los franceses no eran capaces de ponerse las gorras de esa manera, algo difícil de averiguar hoy en día. 336 Quiere decir que primero debían formar pelotones y después formar la línea de combate. 331 81 pelotones eran dirigidos por suboficiales, mientras que el regimiento lo llevaba el capitán Hupet. Formando un frente, divisamos una extensa llanura, tras la cual, no lejos de allí, se encontraba la ciudad de Ocaña. Una numerosa caballería española 337 se encontraba formada en las planicies en distintas direcciones 338 . Por el camino principal que llevaba de Aranjuez a Ocaña avanzaba la brigada de dragones franceses, al frente de la cual iba el mismo mariscal Mortier con el general Sébastiani con el objetivo de reconocer las posiciones. Cuando formamos la línea de combate, el precavido capitán Hupet mandó a los jefes de los pelotones que se colocasen en fila en el flanco derecho de su pelotón 339 . Atravesaba el frente recomendando el orden y el cumplimiento riguroso de los mandatos. Así, al poco tiempo, el flanco derecho de la caballería enemiga, compuesto por aquellos Carabineros 340 Reales, a quienes conocíamos bien de la batalla de Yébenes, nos acometió guiado por un valiente jefe montado en un caballo blanco que se adelantó a todos y salió al ataque el primero. Hupet gritó: “¡A las armas!” y cuando el frente de la caballería enemiga se acercó: “¡Arma al ataque!”341 . Ya sea por una súbita bajada de las lanzas para el ataque que espantó a los españoles, que venían al galope, o por la oscilación de los banderines que descorazonó a sus caballos, el frente enemigo se quedó estupefacto delante nuestro, o como parado frente al abismo. Hupet, aprovechándose de la situación, contorneó nuestra línea y recomendó otra vez el orden y el mantenimiento de la sangre fría. Durante ese tiempo, el jefe español gritó a los suyos con voz estridente: “¡adelante hijos!” 342 , pero como esto no dio resultado, ordenó: “¡fuego!”. Nos recibieron con un fuego espeso, que resistimos con tranquilidad, a lo que el jefe español volvió a gritar en vano a los suyos: “adelante hijos” 343 y, desesperado, lanzó el sable al suelo y fue el primero en largarse del campo de batalla. El regimiento entero huyó a la desbandada tras su jefe, hecho que nosotros aprovechamos para perseguir a aquellos gloriosos carabineros hasta los alrededores de la misma ciudad de Ocaña. 337 De unos 4 mil jinetes. Se trata de la batalla de caballería librada cerca de Ontígola, en el camino de Aranjuez a unos 10 kilómetros de Ocaña, el día 18 de noviembre de 1809 (un día antes de la batalla de Ocaña). 339 Por razones de seguridad, el jefe de escuadrón mandó a cada jefe de pelotón abandonar su debido puesto al frente de su destacamento, ordenándoles ponerse en el flanco derecho de la primera fila de este pelotón. 340 En el original: Carabinieros. 341 La orden “¡A las armas!” significaba que los lanceros agarraban sus lanzas, esperando la orden siguiente que en ese caso fue “¡Arma al ataque!”. Tras esta segunda orden los lanceros cogían sus lanzas bajo sus brazos en posición vertical. 342 En el original: “¡alante Ijos!”. 343 Véase la nota 342. 338 82 Por suerte para nosotros, el comandante del décimo regimiento de cazadores a caballo, que formaban con nosotros una brigada, consiguió mantener, no sin dificultades, a su destacamento en su lugar. Porque si ésta única reserva nuestra hubiese actuado también de un modo parecido a nosotros, los españoles, que contaban con tres mil hombres de caballería 344 , nos hubiesen rodeado y aniquilado por completo. Nuestros cazadores a caballo, vuelvo a repetirlo, se quedaron en su sitio. Y Janiszewski 345 , un oficial de nuestro regimiento, que estaba al lado del general Sébastiani, fue mandado por este último a pasarnos la orden de que diéramos la vuelta. Cuando dio parte de que nuestro regimiento había roto el flanco derecho de la caballería española y que estaba luchando cerca de la ciudad de Ocaña, el mariscal Mortier dio la vuelta a la brigada de dragones, que regresaba de reconocer el terreno y, encabezándola él mismo, se lanzó a la carga. Viéndolo, eso mismo hizo por su parte el décimo regimiento de cazadores a caballo. Aprovechando esa maniobra, Hupet nos sacó del apuro, hizo formar a toda prisa y comenzó de nuevo con el ataque. De este modo, pues, el enemigo fue atacado desde tres bandos. Y aunque tenía el triple de fuerza, al no aguantar la insistencia de nuestra caballería, huyó completamente a la desbandada 346 . 344 Se trata de la división de caballería mandada por Juan Bernuy. Józef Kajetan Janiszewski. Subteniente del regimiento de lanceros polacos (1807), teniente (1818). Caballero de la Legión de Honor (1810). 346 Después del eficaz ataque contra el regimiento de Carabineros Reales, el regimiento de lanceros emprendió a la vista del ejército francés una persecución de los españoles muy espectacular, pero muy arriesgada. De esta manera se dispersó totalmente y ante las fuerzas del enemigo en formación apretada, exponiéndose a un gran peligro (“apuro”, como escribe el autor). Los cazadores a caballos del décimo regimiento (que formaban entonces con los polacos la brigada de caballería ligera) rabiaban por unirse a esta persecución, pero por suerte el comandante francés retuvo a sus soldados en sus posiciones (“no sin dificultades”). Wojciechowski subraya con razón que si los cazadores a caballo se hubieran unido a la persecución de una manera espontánea, también hubieran dispersado sus filas. Mientras tanto, los españoles disponían todavía, entre otros, de una concentración de caballería con unos cuantos miles de soldados y podían en cada momento no solo atacar con la masa a los lanceros y a los cazadores a caballo, sino también embestir a la infantería polaca privada de protección y que estaba en el flanco izquierdo del ejército francés. La situación sería muy peligrosa. Por eso, el general Sébastiani mandó primero a su edecán (Janiszewski) a los lanceros con la orden de regresar inmediatamente a las posiciones iniciales. Sin embargo, obtuvo del polaco parte de que los españoles no iniciaban ningún contraataque y que ante la falta del movimiento por parte del enemigo, los lanceros que cabalgaban a todo correr empezaron a llegar a las fronteras de la ciudad de Ocaña. Así, también ante el hecho que la brigada de dragones atacó la caballería española en el flanco derecho francés, el general ordenó al décimo regimiento de cazadores a caballo atacar frontalmente. De esta manera, la caballería española, embestida por tres partes, empezó a huir y padecer grandes pérdidas. La batalla de Ontígola terminó con una victoria francesa también gracias, entre otros, a las muy arriesgadas cargas de los lanceros en el flanco izquierdo de las fuerzas imperiales. No fue por primera ni última vez. El regimiento de lanceros luchaba así, muchas veces de una manera alocada. 345 83 De los tres mil hombres de la caballería española, pocos se escaparon del campo de batalla y pocos quedaron como prisioneros. Y es que los soldados enfurecidos, haciendo uso del lema “sin perdón”, dejaron a muy pocos con vida. Nos quedaron como botín de guerra una gran cantidad de caballos. La oscuridad de la noche detuvo la batalla, cuyo destino quedó pospuesto hasta el día siguiente. Nuestro regimiento se retiró del campo de batalla por unos malos caminos y se paró cerca de un pueblo, donde pasaba la noche nuestra infantería polaca. Compartimos con nuestros compatriotas la alegría de la victoria conseguida. Alrededor del fuego, cada uno contó sus hazañas. ¡Fueron como las mil y una noches, pero verdaderas, puesto que cada uno contó lo que había hecho y lo que había visto! Al día siguiente por la mañana, cuando el regimiento formó, nos enteramos de que habíamos perdido a nuestro general de brigada Paris, un viejecito 347 bonachón que era muy querido por todos. Durante mucho tiempo no supimos si había muerto, o si había sido tomado como prisionero. Al final nos llegó la noticia de que tras la carga de Ocaña había sido capturado por los ulanos españoles, a quienes había tomado por nuestro regimiento. Luego lo presentaron ante el general español, que por su lema de no dar perdón a los españoles, ordenó asesinarle cruelmente 348 . El día 19 de noviembre nos dirigimos por el camino principal 349 de Aranjuez hacia Ocaña para ocupar la posición del día anterior. Tras colocarse en el flanco derecho de la caballería ligera, cuando todo el ejército ya había formado, al son de las trompetas y la música, el mariscal Mortier se acercó al frente de nuestro regimiento y, quitándose el sombrero, nos expresó su máxima satisfacción por la carga del día anterior 350 . Acto seguido, en nombre de Napoleón, ascendió al capitán Hupet a jefe de escuadrón y ordenó que se le diera un listado con aquellos que más habían destacado: a esto, el jefe respondió que todos éramos valerosos y, como era habitual, no nos dieron nada a nadie. Alrededor de las 8 o las 9 de la mañana, una división polaca embistió el flanco derecho enemigo, apoyado en los desfiladeros que conducían del río Tajo hasta la ciudad de Ocaña. La brigada alemana, 347 Paris tenía 63 años. Es una leyenda. El general Paris fue muerto en el combate de Ontígola por el cabo primero Vicente Manzano del regimiento de dragones de Pavía que le atravesó de parte a parte con su lanza y le despojó del uniforme y papeles que llevaba. Dicho cabo fue recompensado con dos escudos, uno de distinción y otro de premio. 349 Véase la nota 298. 350 Kirkor lo considera inverosímil (Kirkor, S. Legia, pág. 13). Sin embargo, conociendo la especial estima de varios altos mandos franceses hacia los lanceros polacos, no lo podemos descartar. 348 84 con la protección de la división polaca, marchó tras ella 351 . El resto del ejército, que se quedó en el lugar, iba a ser testigo de los acontecimientos que iban a ocurrir. Cuando la división polaca se acercó a los barrancos, fue recibida con una lluvia de proyectiles tanto de cañón como de armas de mano individuales 352 . Los polacos sufrieron un gran daño entre muertos y heridos, y ya se estaban retirando de manera caótica cuando el príncipe Sułkowski agarró el estandarte del segundo batallón del cuarto regimiento de infantería, detuvo a los fugitivos y, lanzándose contra el enemigo, conquistó filas 353 , barrancos y cañones españoles 354 . Tras este acontecimiento decisivo, la batalla duró poco. Nuestra infantería ocupó la ciudad de Ocaña y como trofeo de nuestra victoria nos quedaron decenas de cañones y más de diez mil prisioneros 355 . En su obra, el señor de Rocca asegura que la victoria de Ocaña la consiguió en exclusiva el cuerpo del mariscal Mortier 356 . Con certeza tal afirmación es debida a la ignorancia, puesto que el autor, tal y como él mismo reconoce, por aquel entonces había sido enviado a Francia. Así pues, sin ser testigo directo de esa batalla, ¡describió lo que erróneamente había escuchado! Tras la batalla de Ocaña, en nuestro regimiento se ordenó a todos los sargentos primeros y furrieles 357 que se personaran en el depósito cerca de Madrid, para el ordenamiento de los cambios de control 358 . Allí me encontré con Kostanecki, que seguía enfermo 359 . Justo después de llegar, a mí también me empezó a doler insoportablemente la pierna. Los médicos españoles en vano trataban de curarme y mi 351 Es una situación atípica. Normalmente, una unidad menor protege a la mayor. La batalla de Ocaña tuvo lugar el 19 de noviembre de 1809. 353 En el sentido de coger prisioneros. 354 El príncipe Sułkowski, coronel del noveno regimiento de infantería del Ducado de Varsovia, se distinguió en un momento en el cual la moral de sus soldados había sido minada tras el fuego mortífero del enemigo. Según él mismo cuenta, viendo “que el honor de mi nación estaba en este momento en peligro, agarré el estandarte, salí adelante y exclamé que la gloria de nuestra patria requiere más bien perecer que retroceder. Y consideraré indigno de ser nombrado polaco a cada soldado que abandone su águila” (Sułkowski, Antoni Paweł. Listy do żony z wojen napoleońskich [Cartas a su mujer de las guerras napoleónicas], ed. Robert Bielecki, Varsovia, 1987, pág. 213). Expresión que es prueba no sólo de la valentía personal de Sułkowski, sino también de la ventaja de los lanceros experimentados comparando con sus compatriotas de la infantería del Ducado, en su mayoría reclutas nuevos. 355 En realidad, casi 20 mil. 356 Rocca, M. de. Mémoires, pág. 157. 357 Del francés: fourrier, un suboficial económico que tiene a su cargo la distribución de suministros de determinadas unidades, así como el nombramiento del personal destinado al servicio de la tropa correspondiente. 358 Véase la nota 107. 359 El jefe de escuadrón Kostanecki comandó interinamente el regimiento de lanceros entre septiembre de 1809 y mediados de agosto de 1810, aunque con pausas causadas por enfermedades. 352 85 estado de salud cada vez empeoraba más. Hasta que llegó Rörich 360 , el médico de nuestro regimiento, y se dio cuenta que mi dolor venía de una caída que había padecido junto con mi caballo tras la batalla de Ocaña. Como resultado de ésta, se me había quebrado un hueso de la pierna. El doctor me dio los remedios necesarios, que fueron efectivos, y me curó en breve. El señor de Rocca piensa, con razón, que tras la victoriosa batalla de Ocaña, el ejército francés debería haberse lanzado a ocupar Portugal y forzar a los ingleses a abandonar la península 361 . De este modo, una vez liberados los españoles y portugueses de la instigación y las intrigas inglesas, hubiera podido ser más fácil calmar los ánimos. Pero al contrario, los cuerpos actuaron en solitario, sin comunicación entre ellos, ocupando las provincias al otro lado de las montañas de Sierra Morena como Sevilla, Granada, Extremadura o Murcia. De este modo, los ingleses ganaron tiempo para fortalecer Portugal y para organizar fuerzas propias y aliadas. El motivo por el cuál se justificaba la toma de las provincias mencionadas anteriormente era que parecía que allí yacía el foco de la revolución, porque allí se encontraba el gobierno nacional, que mantenía la comunicación con todo el país. Y así era en realidad, y si nos hubiésemos lanzado a Portugal, nos hubiese esperado sin duda el mismo destino que al cuerpo de Junot. Según mi opinión, lo que había que hacer era o bien actuar en grandes masas sin separar las fuerzas propias y resolverlo de una vez, ¡o bien ahorrando la sangre humana tan miserablemente derramada, ceder a los españoles esa tierra que tan valiente y tan heroicamente sabían defender! Tras la batalla de Ocaña, el gobierno nacional español, al convencerse que en campo abierto los españoles no podían competir con nosotros, cambió en todo el país la guerra regular por una guerra partisana, es decir, de guerrilleros. Desde esa época, montones de soldados, unidos a los habitantes de las llanuras y los montes, con curas al frente, formaban peligrosas bandas en medio de nuestros ejércitos. En más de una ocasión, algún monje encapuchado comandaba un destacamento y el menor provecho adquirido pasaba de boca en boca y creciendo por el camino transformaba el entusiasmo de los españoles en locura. Todo testigo juicioso de lo que sucedía día a día podía 360 Ernest Wilhelm Roerich (también Rorich, Rörich, Koerich, 1769-¿?). Nacido en Silesia. Sirvió como médico ayudante en el ejército revolucionario francés y en la Legión del Danubio (1799). Continuó en el servicio en el regimiento de lanceros (como médico desde 1805) hasta 1813 cuando pasó al ejército francés. Después de las guerras napoleónicas regresó a Polonia. 361 Rocca, M. de. Mémoires, págs. 157-158. Napoleón lo iba a hacer, pero cedió ante la presión de su hermano, José I, que le persuadió para mandar los cuerpos franceses a Andalucía. 86 prever fácilmente que si bien se podía conquistar a la nación española, no había manera de dominarla. Cuando el ejército francés abandonaba alguna provincia, inmediatamente se instalaba allí el poder en nombre de Fernando VII y se castigaba a los españoles que nos habían mostrado la más mínima benevolencia. En Málaga y otras ciudades vimos a mujeres de destacadas familias puestas en la picota por el hecho de haber bailado con nosotros en los saraos. Desde aquél entonces, a la hora de invitar a alguien a una velada o baile, tomábamos siempre la precaución de mandar a un oficial y varios soldados armados, que yendo de casa en casa fingían obligar a los invitados a participar en las fiestas. En pocas palabras, el ejército español estaba vencido y disperso por todo el país, sin embargo nos tenía en asedio constante. Y realmente en España cada uno de nosotros era dueño sólo del trozo de tierra que ocupaba en ese momento. Las guarniciones que se había dejado con el fin de mantener bajo obediencia a los habitantes llevaron a cabo una guerra constante. Tuvieron que construir fortificaciones para su propia defensa, o bien arreglar antiguos castillos levantados con ese propósito por los romanos o los moros en las montañas. En las llanuras se fortificaron casas para mantener el correo escrito. En el siguiente año de la guerra española, como estaba gravemente herido 362 , me mandaron al pueblo de Mairena 363 , entre Sevilla y Córdoba, con una destinación parecida. A mi mando me añadieron un hospital entero para caballos de nuestro regimiento enfermos de úlceras de asiento y heridos 364 . Reemplacé en este puesto al oficial Leduchowski 365 y a primera vista percibí que los dos extremos de la calle del pueblo estaban tapiados, provistos de aspilleras, y que sólo había dos portillos tras la empalizada por los que entrar. Tras éstas, la guardia vigilaba día y noche. Y aunque mi predecesor había confiado esta vigilancia a la guardia del lugar, a la cual proveyó de armas y munición, yo no me acababa de fiar de ellos, así que ordené que depositasen las armas donde estaba yo y pasé la vigilancia del pueblo a mis ulanos. Esta precaución la juzgué 362 Se trata de una herida sufrida por el memorialista tras la batalla de Ocaña. La localidad de Mairena del Alcor se encuentra a unos 25 kilómetros al este de la ciudad de Sevilla. 364 El hospital, un depósito veterinario del regimiento en el cual se encontraban caballos enfermos sin gran valor, pero a los cuales se les estaba curando, se encontraba en Mairena. En una localidad tan pequeña normalmente no se organizaban hospitales para soldados por razones de seguridad, principalmente para que los heridos no fueran asesinados por los guerrilleros. A los soldados heridos se les colocaba normalmente en ciudades más grandes. 365 Ludwik Leduchowski. En el ejército polaco desde 1793. Fue nombrado subteniente del regimiento de lanceros polacos (1807) y después teniente (1812). En agosto de 1808 resultó herido en el primer sitio de Zaragoza. Combatió en España hasta finales de 1812 y después en las campañas sajona y francesa. 363 87 indispensable, por la convicción que aquella guardia nacional de infantería y caballería, formada en toda España para servir al rey José, estaba más dispuesta a favor de la nación, que del nuevo gobierno. Y en ella, en lugar de ayuda, teníamos tan sólo espías internos y enemigos encubiertos. Al día siguiente de mi, por así llamarlo, gobierno, justo antes del anochecer, el guardia 366 gritó: “¿Quién anda allí?” y tras la respuesta, añadió: “cabo, asegúrate”. Los centinelas se lanzaron en armas y yo también salí por la puerta. Allí me encontré a cinco españoles, uno de los cuales, que parecía el de mayor rango de todos, se acercó a mí montado en un bravo caballo y me pidió permiso para pasar la noche en el pueblo con su destacamento. Tras preguntar por el permiso de marcha, mandé llamar a nuestro comisario de guerra, un español que nos era bastante favorable, para que ojeara los papeles. Agarrando yo mismo una carabina del tipo llamado trabuco que colgaba de la silla de montar del desconocido, elogié en voz alta que era un buen arma para disparar de cerca. En un abrir y cerrar de ojos, mi español agarró la carabina que colgaba del otro lado de la silla de montar y, apuntando hacia mí, exclamó “y además una buena pieza”. Todo esto me hizo sospechar. Entonces el comisario preguntó al desconocido: “¿Hacia dónde va el señor?” – “Hacia Alcalá 367 ” – “¿Y cuántos hombres hay en su destacamento? – “Pero si está escrito en el itinerario que somos doscientos”, contestó, “y si ustedes no se lo creen, síganme”. Me entró curiosidad por ver a esa banda y ya había andado unos pasos cuando me dio una corazonada. Grité “toquen llamada” y le pedí disculpas al español por no poder seguir con él, puesto que el servicio me llamaba. Éste se detuvo, giró el caballo hacia mí y exclamó: “Caballo, reverencia”368 . El precioso corcel andaluz reaccionó al oír estas palabras y se arrodilló. Esperó así hasta que me hube despedido de su señor y luego se lo llevó con el ímpetu del viento en dirección opuesta. Fue entonces cuando el comisario recuperó la conciencia y confesó que le parecía que este desconocido no era otro que el famoso partisano Zaldívar 369 . Y se disculpó por no habérmelo podido advertir antes. 366 En el original: szyldwach, del alemán: Schildwache, soldado que está de guardia o la guardia en general. 367 Se trata de Alcalá de Guadaira. 368 En el original: “Cavallo reverencia”. 369 Pedro Zaldívar, apodado El Cabrero en honor al oficio que profesaba. Lideraba una partida llamada con el topónimo de “Palmetín”, lugar de la jurisdicción de Jerez de la Frontera, que comenzó a formarse durante los primeros meses de 1810 (con doce hombres) y que montaba sus correrías desde Gibraltar hasta Cádiz. Llegó a tener 310 hombres a finalizar el año. En Montellano atacó a 300 imperiales y en Ubrique a un regimiento completo. El dinamismo fue la principal cualidad que definió a esta guerrilla y conforme a ello, prolongó sus movimientos desde las sierras gaditanas a la serranía de Ronda y a la 88 Al día siguiente me dirigí con unos cuantos ulanos hacia otro pueblo que estaba bajo mi gobierno, y allí, después de interrogar al alcalde, es decir, al jefe del municipio, me convencí de que nuestro comisario tenía razón. Incluso fui advertido que Zaldívar y su destacamento se encontraban a unos cuantos staje 370 formando una emboscada cerca del molino y que esperaban a un convoy que iba a pasar por ahí. A partir de ese momento tuve que tomar la máxima precaución, que era lo único que nos protegía de continuas emboscadas y trampas. Donde no había caballería, se colocaba en la torre a unos guardias 371 para que tratasen de descubrir los destacamentos montados de guerrilleros. Por la noche nos encerrábamos en una casa fortificada y los soldados descansaban con un arma en la mano. ¡Y a pesar de eso, en España se asesinaron muchos destacamentos aislados! A orillas del río Guadiana 372 , en un puesto parecido al que ocupaba yo, mataron salvajemente a un oficial y veinte soldados. Cuando acudimos en su ayuda aún encontramos cuerpos que se convulsionaban. El ejército francés, con la mayor dificultad, conseguía munición y otros transportes militares. Éstos, pasando por toda España, siempre requerían una fuerte escolta. Por las llanuras podían pasar de manera segura, pero en las montañas, atacados más de una vez por una fuerza superior, a menudo se convertían en botín de los intrépidos guerrilleros. El forraje y los víveres había que conquistarlos arma en mano. Tanto, que podría decirse sin duda que los franceses perdieron más hombres en España en estas expediciones particulares que en los combates a campo abierto. Desde el principio hasta el final de esa infeliz guerra, el pueblo español mantuvo una perseverancia constante, así como el ánimo de venganza y el odio hacia los franceses. Más de una vez los campesinos araban con una mano y en la otra empuñaban un arma cargada, no para defensa propia, sino buscando con la mirada a una víctima. En muchos lugares se intentaba emborrachar a los destacamentos con fuertes bebidas alcohólicas y luego, por la noche, mientras dormían, eran cruelmente asesinados. En cambio, si nosotros queríamos castigar a los habitantes del lugar por semejantes asesinatos, se escapaban a las montañas y nos dejaban las casas vacías. campiña de Sevilla. En 1812 la partida desapareció al ser absorbida por las distintas unidades del IV Ejército Regular Español. Zaldívar pasó al regimiento de húsares de Castilla con el rango de subteniente, grado que ya disfrutaba desde 1810 por un decreto de la Regencia de Cádiz. 370 Véase la nota 253. 371 Véase la nota 366. 372 En realidad se está haciendo referencia al río Guadaira, afluente del Guadalquivir. 89 Cinco años duró esta guerra sangrienta. Ganamos diez grandes batallas, sin contar otras incesantes escaramuzas de menor importancia, casi todas las fortalezas españolas estuvieron en nuestras manos pero, sin embargo, no poseíamos con tranquilidad ni un solo puñado de tierra. Los españoles vencidos, pero no conquistados, ofrecían si no resistencia, por lo menos continuos obstáculos, si no en campo abierto, en constantes emboscadas o como consecuencia de la cruel e imperdonable venganza. Resultaban más fuertes que nosotros porque eran fuertes por una causa justa. A mediados del mes de diciembre de 1809, cuando desde Francia llegaron destacamentos a casi todos los regimientos que había en España, con lo cual nuestro ejército fue fortalecido considerablemente, se aprobó una expedición a Aragón 373 con el objetivo de aniquilar las numerosas bandas de guerrilleros y, en especial, al partisano Porlier 374 , apodado Marquesito, sobrino del general La Romana375 , que en las montañas pirenaicas nos cortaba cualquier clase de comunicación con Francia. Un destacamento de nuestro regimiento, bajo el mando del capitán Fiałkowski, partió a esta expedición, en la cuál yo también participé. Tras varias marchas, el plan fue ejecutado con tanta habilidad que, después de atravesar las montañas aragonesas por unos senderos casi inaccesibles, finalmente llegamos a un pueblo que se encontraba en la llanura y en el cual se celebraba una junta provincial, es decir, una reunión del gobierno de toda la zona, al cual se adherían todas las autoridades locales. Sin embargo, antes de que bajáramos corriendo de las montañas, les dio tiempo a todos de huir de nosotros, dejándonos un enorme acopio de equipos, armas, munición, pieles, lienzos, paños y uniformes suministrados por Inglaterra. Tras esta expedición tan infructuosa, solamente cuando acabábamos de dejar las montañas aragonesas, la junta 373 No puede ser Aragón. Lo más probable es que se trate de Navarra. Juan Jesús Díaz Porlier (1788-1815). En 1808 era ya teniente coronel de granaderos. Participó en Madrid en los sucesos del 2 de Mayo. Organizó un destacamento guerrillero con el que se distinguió en el transcurso de la Guerra de la Independencia. Su partida operaba por Galicia, León, Asturias y Castilla La Vieja. En esta etapa de guerrillero, recibió el apodo de El Marquesito o El Marquesillo debido a que, con el fin de reunir voluntarios, se hacía pasar por sobrino del marqués de La Romana. Wojciechowski debe referirse a Francisco Espoz y Mina que actuaba en Navarra. Francisco Espoz y Mina (1781-1836). Célebre guerrillero. Al principio participó en el ejército napoleónico y en 1809 se pasó al español. En 1810 se hizo jefe de la partida de guerrilleros que hasta el mes de marzo de dicho año mandaba su sobrino Francisco Xavier Mina. Fue entonces cuando adoptó el segundo apellido de su padre, con la intención de favorecerse del prestigio que Francisco Xavier había cosechado. Mandó el Cuerpo de Ejército de Navarra. En 1812 ascendió a mariscal de campo. No aceptó la disolución de la guerrilla e intentó un golpe militar. Al fracasar, se refugió en Francia. 375 Pedro Caro y Sureda, III marqués de la Romana (1761-1811). General de gran prestigio. Comandó la expedición al Báltico (1807-1808). En octubre de 1808 regresó a España, comandante en jefe del Ejército de la Izquierda, operó entre otros en Asturias, Extremadura y Andalucía. 374 90 local volvió de nuevo, los ingleses les volvieron a suministrar pertrechos militares y el marqués de Porlier, al frente de su banda, empezó a inquietarnos de nuevo. A principios de enero de 1810, nuestros destacamentos finalmente partieron cada uno a su regimiento. Nuestro destacamento de ulanos, tras pasar por Aranjuez, Ocaña, Valdepeñas y Santa Cruz, entró en los desfiladeros de las montañas de Sierra Morena 376 . Había un sendero abierto en la roca por la mano de la naturaleza, entre dos paredes cuyas cimas alcanzaban las nubes, que llevaba de la provincia de La Mancha hasta Andalucía, llamada con razón el paraíso terrenal. Este camino en algunos lugares estaba fortificado 377 y tenía un puente levadizo, así que era infranqueable. Los franceses, cuando se dieron cuenta de esto, eligieron para cruzar estas montañas otro lugar menos difícil, aunque también fortificado y defendido por varias decenas de miles de personas 378 . Como yo no estuve en esa expedición, no puedo describirla, pero mis compañeros me aseguraron que llevando a los caballos de la mano, los montaron bajo el fuego de la metralla y, formando para la lucha, conquistaron las gigantescas rocas 379 . La historia no ha dicho nada sobre esta hazaña de nuestro regimiento. ¿Por qué cuando los periódicos y las revistas de por aquel entonces cantaron la heroica conquista de Somosierra no dedicaron ni una simple mención al paso de las montañas de Sierra Morena? ¡Pues, el regimiento de línea de ulanos podía igualar en valentía a los miembros de la guardia y la pequeña nobleza a los señoritos! 380 Una vez pasados con nuestro destacamento los desfiladeros de Sierra Morena, entramos en la provincia más bella de toda España. Aunque estábamos a comienzos de enero, nos encontramos con los árboles en flor y los campos cubiertos de verde. En las vastas llanuras se veían ciudades, pueblos densamente poblados, granjas, campos de cultivo y extensos pastos repletos de ganado. El pueblo vestido a la alemana en lugar de 376 Se está refiriendo al desfiladero de Despeñaperros (1.300 metros de altitud), pasillo natural entre la Meseta Central y Andalucía. El paso por este desfiladero fue abierto en 1780. 377 En el sentido de parapetado con unos puestos defensivos. 378 Se trata del desfiladero de Santisteban con una batería de artillería en la cumbre que fue atacado y conquistado por los lanceros polacos. 379 Véase la nota 59. 380 Aquí el autor se refiere a que entre los oficiales de los lanceros prevalecían los nobles de menor rango y entre los chevau-legérs, los hijos de familias nobiliarias más ricas. Debemos mencionar el significado diferente del término nobleza en aquella época en Polonia en comparación con la mayoría de los países de Europa occidental. La nobleza polaca constituía un grupo del 12-15% de la sociedad. En la República de las Dos Naciones (Polonia y Lituania) gobernaba eligiendo democráticamente al rey. La aristocracia fue algo informal, una pequeña parte de la nobleza, con raíces en los ducados rutenos medievales o en las nominaciones extranjeras, porque en Polonia prácticamente no se concedía los títulos aristocráticos. Con la debilitación del Estado, la mayoría de los títulos fueron otorgados por los países responsables de los repartos. 91 rehuirnos se nos acercaba corriendo y nos daba la bienvenida con amabilidad saludándonos en alemán. Al quedarnos en un pueblo bien edificado, o mejor dicho, en una villa llamada La Carolina, por sus habitantes nos enteramos de que en el año 1781 el conde de Olivares 381 , tras la devastación de este valle provocada por la fiebre amarilla, trajo a familias alemanas y con ellas repobló la zona entera. Éstas hasta el momento habían conservado su propia lengua, vestimentas y costumbres. Seguimos avanzando hasta los alrededores de Andújar, cruzamos el río Guadalquivir y en la ciudad de Santa Fe nos unimos a nuestro regimiento, que había sido enviado hacia nosotros desde Málaga. Pasando por Granada fuimos a la ciudad de Baza, donde con el quinto regimiento de los dragones, el trigésimo segundo de la infantería de línea francesa y una batería de artillería, formamos un destacamento bajo el mando del general Perreimond. El IV Cuerpo de Ejército del general Sébastiani, queriendo mantener en sumisión los territorios recién ocupados, fue forzado a dividirse aun en pequeños destacamentos. Sin embargo éramos demasiado pocos y aunque los lugareños, dedicados al comercio ultramarino y a la agricultura, eran bastante benignos, suspiraban por Fernando VII y no querían ni oír hablar de José Bonaparte. Por otro lado, el gobierno nacional que se encontraba en la cercana isla de Ceuta 382 había recomendado al pueblo, incitado por los ingleses con continuas proclamaciones, que no dejara las armas ni se uniera a nosotros. Nuestro reducido cuerpo, al mando del general Perreimond, estacionó durante más de un año en la ciudad de Baza. A pesar de eso, las incesantes expediciones de persecución de los partisanos, para abastecernos de víveres y recoger el dinero de las contribuciones y similares necesidades para el ejército, no nos dejaban descansar tranquilamente tras tantas dificultades sufridas durante la guerra. En más de una ocasión los españoles nos quitaban las provisiones preparadas para nosotros y más de una vez les pagábamos con la misma moneda. En pocas palabras, la ciudad de Baza era nuestra guarnición continua y justo fuera de la ciudad estaba la línea de combate. Baza no era una ciudad de primera fila. No la habitaban grandes familias españolas, había sido abandonada por los sacerdotes y la juventud, ya sólo quedaban 381 En realidad se trata del intendente general de Andalucía Pablo de Olavide (1725-1802), quien, en 1767 (y no en 1781) repobló Sierra Morena con colonias de alemanes por orden de Carlos III. El lancero polaco confunde a Olavide con Gaspar de Guzmán y Pimentel, conde-duque de Olivares (1587-1645), valido de Felipe IV desde 1623 hasta 1643. Es evidente que Wojciechowski copió mal a Rocca que habla del “conde d’Olavides”, del año 1781 y de los colonos alemanes (Rocca, M. de. Mémoires, págs. 158). 382 Se trata de la isla de León en Cádiz (actualmente San Fernando). 92 ancianos y niños. A los viejos los entreteníamos con la charla, a las mujeres como se podía y a los niños les enseñábamos a hablar polaco. Durante nuestra estancia en Baza, el pueblo de Orgas 383 , a una milla 384 de distancia, se sublevó con el párroco del lugar al frente. No nos costó mucho ahogar la rebelión, aunque tomar el pueblo requería de un de esfuerzo tenaz 385 . Sin embargo, a partir de ese momento nuestro servicio cada vez se convertía en más penoso. Las continuas alarmas y la precaución constante no nos dejaban ni un momento de paz. Tras reprimir el pueblo de Orgas, cuando se multiplicaban las bandas de guerrilleros cada vez más, emprendimos una expedición dirigida personalmente por el general Sébastiani contra la ciudad de Cartagena, en Murcia. Un buen resultado coronó nuestras intenciones. Con tan sólo unas pequeñas pérdidas tomamos Cartagena, una ciudad donde unas riquezas incalculables y una gran cantidad de cañones y munición se convirtieron en nuestro botín. En cuanto hubimos derribado las fortificaciones de la ciudad 386 , volvimos felizmente a Baza. Durante la ausencia del general Sébastiani en Granada, donde en la guarnición había quedado solamente un puñado de nuestro ejército, un canónigo de Calatrava se dirigió al pueblo durante la misa de vísperas 387 para que se sublevase, aprovechando la ausencia de los franceses, y exterminase hasta el último a los pocos que quedaban en la guarnición. Suerte que un juicioso habitante de la ciudad, sabiendo la responsabilidad a la que expondría esto a la ciudad, lo denunció al comandante de la plaza. Éste, llevándose con él al canónigo, condujo a su destacamento a la Alhambra y allí se encerró 388 . A la vuelta del general Sébastiani, un tribunal militar de guerra condenó al 383 Se trata del pueblo de Oria. Unos 7 kilómetros (véase la nota 175), aunque en realidad Oria dista unos 43 kilómetros de Baza. 385 Los hechos que relata Wojciechowski son verídicos. Está perfectamente documentado que el vecindario de Oria se sublevó contra los franceses y que el instigador de la sublevación era un eclesiástico. Este personaje era un fraile exclaustrado que ejercía las funciones de teniente cura o cura ecónomo en aquella parroquia. La rebelión estalló a mediados del mes de junio de 1810 y las tropas destinadas a reprimirla provenían, efectivamente, de Baza. La columna estaba compuesta por seiscientos jinetes del regimiento de lanceros del Vístula y del quinto regimiento de dragones, mandados por Perreimond. A mediodía del 19 de junio de 1810, estas fuerzas ahogaron el levantamiento de Oria con numerosas muertes e incendio incluido. Agradecemos esta información al Sr. D. Francisco Luis Díaz Torrejón. 386 El autor se refiere a Murcia. En esta expedición el general Sébastiani ni conquistó Cartagena ni destruyó sus fortificaciones. Entró en Murcia el día 23 de abril de 1810. Sus destacamentos sólo se aproximaron a las puertas de Cartagena. Wojciechowski no guardó aquí cronología, al asegurar que esta expedición se realizó tras la rebelión de Oria. 387 En original: nieszpór, vísperas. En la religión católica romana una misa que tiene lugar a la puesta del sol, por lo común antes de cenar, celebrada normalmente los domingos y días festivos. 388 En realidad se trataba del joven fraile trinitario Pedro Antonio de Loarte, que fue detenido por esparcir noticias subversivas con el propósito de levantar al vecindario de Granada, aprovechando, efectivamente, 384 93 canónigo a ser asfixiado en la horca 389 . La nobleza española solía ser castigada de esta manera: sobre el cadalso se encuentra un poste y debajo de él, una silla. El delincuente se sienta. El verdugo le coloca en el cuello un halstuch 390 de hierro y se pone detrás del poste a través del cual pasa un tornillo. Cuando se le da la señal apropiada, aprieta el tornillo y todo está acabado. Pero la ejecución de dicho canónigo se llevó a cabo con una gran ceremonia pública que tuvo lugar en la plaza, delante de toda la gente. Sacado de la cárcel, completamente tranquilo, iba incluso con cierto grado de orgullo y como si fuese un triunfador. Una vez hubo subido al cadalso y en cuanto se hubo leído la sentencia, exclamó en voz resonante: “¡Es una lástima que no tenga ni más de una vida ni treinta, porque entonces las sacrificaría todas por la religión, por Fernando VII y por España!” Se sentó, el tornillo chirrió, la gente conmovida cayó de rodillas al suelo y el ejército, tras desfilar, volvió tranquilamente a sus acuartelamientos 391 . En nuestra guarnición de Baza éramos continuamente perturbados por diferentes partisanos, especialmente por aquel Zaldívar. Mi relación con él se remontaba al tiempo de mi gobierno en Mairena, aunque nunca llegaba al combate decisivo. Finalmente, el 4 de noviembre de 1810, el general Blake 392 , tras organizar un nuevo ejército con fuerzas superiores, tomó una posición fuerte cerca del río la debilidad de la guarnición por hallarse mucha de su tropa con el general Sébastiani en el norte de la provincia granadina. El fraile fue detenido por una delación, a la que se refiere el lancero polaco. Loarte fue encerrado en la Real Fortaleza de la Alhambra, entonces habilitada como prisión militar. 389 El general Sébastiani regresó a Granada el 5 de septiembre y al día siguiente Loarte compareció ante una comisión militar presidida por Rollet, jefe de escuadrón del doceavo regimiento de dragones. Como jueces actuaron los capitanes franceses del quincuagésimo octavo regimiento de línea Plantié y Clermont; del séptimo regimiento de infantería del Ducado de Varsovia los capitanes Antoni Kamiński, Antoni Oranowski y el subteniente Kazimierz Lemański; y del noveno regimiento del Ducado de Varsovia el capitán Józef Zboiński. Esta comisión condenó al fraile a morir ahorcado. El 7 de septiembre se consumó la sentencia y Loarte fue ajusticiado en la Plaza del Triunfo en Granada. Su partida de defunción, registrada en la Iglesia de San Ildefonso, confirma que murió en la horca, tal y como refiere Wojciechowski. El proceso de fray Pedro Antonio de Loarte fue muy sonado en la capital granadina e incluso su ejecución apareció en la prensa local (la Gaceta de Granada) del 11 de septiembre. Agradecemos todas estas informaciones referidas a este suceso al Sr. D. Francisco Luis Díaz Torrejón. 390 Halstuch (en polaco: halsztuk). Palabra alemana. Se trata de un pañuelo ancho que los verdugos ataban muy altamente bajo la barba del reo. Posteriormente pasó a conocerse como “la corbata”. Aquí Wojciechowski utiliza este vocablo para nombrar un elemento del garrote. 391 La descripción de la ejecución que aparece en el texto de estas memorias no corresponde con el de un ahorcamiento, sino con una ejecución a garrote vil. 392 Joaquín Blake y Joyes (1759-1827). De origen irlandés. Al estallar la Guerra de la Independencia mandó como brigadier el Ejército de Galicia. Después de la batalla de Espinosa de los Monteros fue reemplazado por el marqués de La Romana y tomó el mando de las fuerzas de la antigua Corona de Aragón. En 1811, participó al lado del general Castaños en la batalla de La Albuera. Tras ella ascendido a capitán general. Derrotado por fuerzas muy superiores en la defensa de Sagunto, se refugió en Valencia donde capituló a principios de 1812. Hecho prisionero por los franceses, estuvo encerrado en Vincennes hasta la caída de Napoleón. 94 Almanzora 393 . Cuando arremetimos contra él nos convencimos de que no tenía pensado atacarnos, aunque estaba preparado para recibir la batalla. De repente, a las dos de la tarde llegó Milhaud, el general de división, y reunió el consejo de guerra, en el cual casi todos coincidían en que la posición del enemigo era de difícil conquista y más aún con unas fuerzas inapropiadas 394 . Además, se advertía que en caso de que fuera necesario retirarse, sería peligroso hacerlo atravesando la ciudad, cuyos habitantes podían tomando las armas- causarnos una enorme derrota. El coronel Konopka, que había vuelto de Francia hacía poco 395 , levantándose del sitio exclamó: “Permitidme que ataque yo al mismo centro del enemigo y dentro de una hora habrá acabado la batalla”. El general Milhaud aceptó la propuesta de Konopka, que marchó al frente del regimiento y ordenó: “¡Flanqueadores adelante, el regimiento al ataque por escuadrones por la derecha, marcha, marcha!” 396 . El primer pelotón de flanqueadores granaderos era el mío, así que salté con él adelante. Al caer en la batería de artillería fuimos recibidos por el fuego de la metralla. Aunque me habían matado el caballo, cruzamos el río y nos lanzamos intrépidamente al ataque. Tronaron nuestros cañones, sonaron las cornetas y los tambores y en poco tiempo la línea de combate enemiga fue rota en su mismo centro. Los dragones, la artillería y la infantería nos siguieron al galope. Los españoles, en orden confundida, apenas opusieron resistencia y enseguida, tras abandonar los cañones y las municiones y tirando las armas por el camino, se dieron a la fuga del campo de batalla. La noche no nos permitió acosar demasiado tiempo al enemigo. Nos quedamos a una milla 397 , en Cúllar, pero los españoles, recuperados en unos días, al facilitarles los ingleses cañones, armas y municiones, pronto volvieron a la línea de combate y la victoria que nosotros habíamos conseguido, como era habitual, no nos trajo ningún beneficio. 393 Se trata de la batalla del río Almanzora. En el sentido de insuficientes. 395 En agosto de 1810 a Baza. 396 La orden “¡el regimiento al ataque por escuadrones por la derecha, marcha, marcha!” significa que la caballería polaca está formada en dos filas, estando un escuadrón al lado del otro. Tras esta orden los escuadrones (cada uno con sus dos filas) se mueven de la manera siguiente: el primero por la derecha se adelanta; tras él se coloca el segundo y así sucesivamente. Al atacar así sólo la primera fila del primer escuadrón embestía con las lanzas en posición horizontal, las demás filas llevaban las lanzas en vertical hasta que les tocaba su turno enfrente del enemigo. Muchas veces los lanceros de las filas siguientes tuvieron que usar sus sables en vez de lanzas (también pistolas (una o dos) o -como fue el caso de las compañías de flanqueadores y de granaderos- carabinas). Una carga de los lanceros se componía de los ataques y saltos para atrás o a los lados, y de nuevo, ataques y saltos. 397 Unos 7 kilómetros (véase la nota 175), aunque en realidad la distancia era mayor. 394 95 Al poco tiempo de esta batalla, se decidió emprender una expedición a Murcia, es decir a Cartagena, que fue confiada al mando del general Milhaud398 . A dos millas 399 de la ciudad de Lorca sorprendimos a la caballería española 400 , que al principio empezó a defenderse con insolencia. Pero una lanza en la mano de un ulano es un arma más terrible que la clava de Hércules. Los escuadrones españoles no nos llevaron el paso en el campo de batalla y perseguimos como locos a los que huían en desbandada. Así pues, sin que nada nos frenara, atravesamos la ciudad de Lorca y luego unos olivares. Pasados éstos había un ancho barranco, tras el que nos esperaba la caballería española con hasta tres mil hombres en orden de batalla. Nuestro comandante, el capitán Leszczyński 401 , corría el primero. Mi sitio estaba a su lado, pero no todos podían seguir nuestro paso. Cuando me di la vuelta, exclamé: “Pare, capitán”, pero no me escuchó y los dos entramos corriendo al puente. Una lluvia de proyectiles se nos vino encima, salimos disparados del fuego hacia atrás como escaldados, pero el enemigo no dio un paso tras nosotros. Enseguida llegaron los nuestros y detrás de ellos los dragones. Comenzó el fuego de los flanqueadores 402 , que duró hasta la noche. Solamente entonces llegaron nuestras columnas y los superiores nos calentaron las orejas convenientemente por nuestra locura. Llegamos hasta la misma ciudad de Cartagena y como encontramos los puentes derribados, los canales hasta arriba de agua, en pocas palabras, una posición inaccesible con la infantería instalada allí, volvimos sin nada. El enemigo nos siguió con cautela y empezó a atacarnos de nuevo cerca de la ciudad de Baza. Entonces fui testigo de un desagradable altercado que nos desavino con el cuerpo de oficiales del regimiento francés que estaba con nosotros. Volviendo de la expedición, cuando ya nos habíamos encontrado en los acuartelamientos con la infantería francesa, Runowski, un oficial bastante fanfarrón de nuestro regimiento que se hacía el señorito, como no tenía dónde guardar a sus caballos, ordenó sacar de las caballerizas al caballo de un oficial de la infantería francesa. Cuando el francés se ofendió por este abuso y Runowski le contestó descortésmente, el francés desenvainó la espada y le retó a un duelo. Pero nuestro gallardo se negó a batirse en duelo y recibió 398 Wojciechowski, hablando de Cartagena, nuevamente se equivoca. Esta expedición se realizó en agosto de 1810 y otra vez la encabezaba el general Sébastiani. 399 Unos 14 kilómetros. Véase la nota 175. 400 El combate de Lorca tuvo lugar el 30 de agosto de 1810. 401 Jan Leszczyński (¿?-1811). Ayudante de campo del general Valence (1809), fue nombrado capitán del regimiento de lanceros polacos. Murió por las heridas recibidas en la batalla de La Albuera. 402 Fuego aislado, no de descarga, realizado por parte de los flanqueadores de la caballería de sus armas de fuego, por ejemplo de la línea o de los flancos, sin orden expresa. 96 unos sablazos de plano en la espalda. En cuanto nos enteramos de esto en el regimiento obligamos a Runowski a que se batiera en duelo. Se batieron a pistola al día siguiente y el pobre francés cayó muerto. Al poco tiempo el señorito fue despedido del regimiento y ya no sé qué fue de él después 403 . Por aquél entonces yo también tuve un duelo con Skarżyński 404 , un oficial de nuestro regimiento, a quien indudablemente habría cortado en pedazos 405 si Rogoyski, el padrino de duelo de los dos, no hubiera parado mis golpes. En Baza cada vez faltaban más víveres y los guerrilleros nos estaban acosando despiadadamente por todos lados 406 . Así que se decidió hacer una nueva expedición a Murcia. Al tercer día de nuestra marcha, como no se había destinado a los flanqueadores a la vanguardia, entonces enviaron un pelotón de la compañía de granaderos con el suboficial Hupko y un corneta. Tras ellos iba un escuadrón de protección y a continuación, al frente del regimiento, iba Konopka. En aquellas extensas llanuras sorprendimos a una patrulla de la caballería española que se nos enfrentó con insolencia. Hupko, por su parte, empezó a vacilar 407 , cruzando con ellos el fuego de las carabinas. En cuanto Konopka lo vio, llegó de un salto y exclamó: “El que está al mando aquí, no merece ni el pan que come”. Adiviné lo que pensaba el coronel y, desenvainando el sable, grité al corneta que tocara al ataque. Los ulanos partieron detrás de mí a todo correr y los españoles huían delante nuestro, confundidos como si fueran ovejas. Al instante más de una decena de ellos se cayó del caballo. Al resto les perseguimos más de una milla 408 . De esa manera, haciendo correr a los que huían, caímos en una emboscada cerca de unos huertos. Yo también frené a mis gallardos y, como éramos sólo unos cuantos, esperamos en balde durante una hora a nuestras columnas, dando vueltas ante el enemigo como los hacen las lochas. Entonces llegaron corriendo 403 Véase la nota 202. Szymon Skarżyński (1773-¿?). En el ejército polaco desde 1787, en la caballería de las Legiones Polacas en Italia desde 1800. Sargento primero del regimiento de lanceros polacos (1806). En enero de 1810 fue herido en la entrada de Sierra Morena y después ascendió a subteniente. En 1811 fue nuevamente herido y cogido prisionero por los ingleses en Elvas en Portugal. Trasladado a Inglaterra, fue liberado a finales de 1812. Regresó al regimiento en Francia. Participó en la campaña sajona como subteniente en el séptimo regimiento de chevau-légers-lanceros, ascendido a teniente. Hasta 1822, durante el llamado Reino de Polonia, fue capitán del primer regimiento de ulanos. Caballero de la Legión de Honor (1808). 405 En el sentido de herir seriamente. 406 En Baza en la provincia de Granada el regimiento estacionó unos doce meses, desde abril de 1810 hasta abril del año siguiente. Era una base de expediciones para los lanceros. 407 En polaco literalmente “politiquear”, lo que en la jerga de los lanceros significaba “hacer fuego contra el enemigo”, algo que en su opinión fue una pérdida innecesaria del tiempo. Por parte de Hupko, fue una muestra de precaución. 408 Unos 7 kilómetros. Véase la nota 175. 404 97 Wincenty Walewski 409 y el teniente Pietro 410 , que habían sido enviados en nuestra ayuda con un pelotón. Los españoles, viendo que éramos tan pocos, se lanzaron al ataque, abriendo antes fuego contra nosotros. Habían matado a mi caballo y nuestros granaderos ya comenzaban a mirar atrás cuando fueron retenidos por Feldysz, un viejo cabo 411 húngaro. Volvieron corriendo al frente y mantuvieron el ataque, mientras yo cogí a Walewski por un estribo y, ya salvo, alcancé a un caballo ocasional 412 , el regimiento también llegó y los españoles se fugaron del campo de batalla. Esta vez no llegamos más lejos que a la ciudad de Lorca. Allí, un francés irrumpió en una casa española e hizo daño 413 a la hija del dueño. El padre con su hija se fueron con la queja al general Sébastiani, alegando que el soldado llevaba un cuello amarillo. El general hizo llamar al coronel Konopka y le reprendió duramente pensando que había sido uno de nuestros ulanos con cuello amarillo. Al mismo tiempo, reprochó al coronel que los polacos eran unos saqueadores y violadores y que con ese comportamiento forzaban a los habitantes al levantamiento. Konopka, tocado en lo más vivo, ordenó al regimiento que se presentase. El general con la doncella y el padre de ésta vinieron con el fin de reconocer al culpable. Pero en cuanto la señorita vio a los polacos, declaró que el que la había hecho daño era un francés y no un polaco. Contrariado, el general Sébastiani ordenó que se presentase la infantería francesa. El culpable fue reconocido enseguida y resultó ser un tirador 414 . Inmediatamente salieron seis granaderos y, a pesar de las súplicas del español y de su hija, el tirador fue fusilado sin juicio. El coronel Konopka, muy enfadado con todo este acontecimiento, consiguió que se nos reclutara en el cuerpo del mariscal Soult 415 . Esa fue la razón por la que nos marchamos hacia Sevilla. Y reconozco que nos despedimos con tristeza de los habitantes de la ciudad de Baza. 409 Wincenty Ignacy Walewski (1781-¿?). Entró al regimiento de húsares del príncipe Sułkowski (1806), ascendido a capitán. En Kassel pasó a la infantería de la Legión Polaco-Italiana. Desde 1810 capitán à la suite del regimiento de lanceros polacos. Combatió en España hasta finales de 1812. Participó en la campaña sajona. Caballero de la Legión de Honor (1811). 410 Jan Pitro (también Pietro o Pióro, ¿?-1811). Entró al regimiento de húsares del príncipe Sułkowski. En Westfalia pasó al regimiento de lanceros polacos como teniente à la suite. Caído en Extremadura. 411 Debe ser: brigadier. 412 En el sentido de un caballo suelto capturado en el campo de batalla. 413 En el sentido de violar. 414 En el original: woltyżer, del francés: voltigeur. Véase la nota 305. 415 Según Kirkor (Kirkor, S. Legia, pág. 298), tolerar semejante iniciativa de un coronel en el ejército imperial resulta muy inverosímil. Sin embargo, no lo podemos descartar. 98 Hicimos 60 millas 416 del camino a marchas forzadas, apresurados continuamente por las órdenes del mariscal. En una de las paradas, llegó corriendo un edecán francés con una nueva orden de acelerar la marcha. Le retuvieron a comer y fue muy avergonzado delante de casi todo el cuerpo de oficiales. Pues, en aquel lugar, el coronel Konopka y su mujer 417 habían parado en casa de un magnate para que les diera alojamiento y ambos quedaron muy sorprendidos que los anfitriones no les presentaran a la familia. La mujer del coronel, una italiana muy bonita, preguntó a la dueña de la casa el porqué de ese comportamiento. A ésta, después de una larga vacilación, se le escapó que tenían niños, pero que estaban escondidos porque los franceses habían soltado que los polacos eran unos saqueadores, que lo destruían todo y que, siendo un pueblo asiático, se comían a los niños. La mujer del coronel, tras echarse a reír por esos cuentos, consiguió a fuerza de súplicas a la anfitriona de la casa que bajara a los niños del desván y les invitó a comer junto a sus padres tanto para convencer a los españoles de cuáles eran nuestros hábitos, como también a causa del edecán que había llegado. Se nos aparecieron dos señoritas preciosas y unos niños pequeños que eran tan guapos como unos angelitos. Durante la comida, los chicos correteaban alrededor de la mesa. Uno de ellos cogió al coronel por el cuello y le abrazaba cariñosamente. Konopka levantó al niño y dijo: “¡Los franceses mantienen que somos saqueadores y destructores de esta tierra y que comemos niños! Si así fuera, entonces ¿se me apretaría este niño de semejante manera por puro instinto?”. Al francés se le encendió la sangre y casi perdió la consciencia. Mientras nosotros, frunciendo el ceño, le miramos severamente. La mujer del coronel, una italiana muy chistosa, comenzó a hablar de otra cosa, entonces se nos sirvieron otras copas y la alegría sustituyó al desabor y a las pullas ásperas. Después de la comida, el edecán se marchó y nosotros partimos para seguir nuestro camino durante toda la noche. Finalmente el domingo por la mañana divisamos Sevilla, la capital de la reina Isabel 418 , ¡una ciudad con torres puntiagudas e incontables iglesias! Antes del mediodía, 416 Unos 429 kilómetros (véase la nota 175). Entre Baza y Sevilla, pasando por Granada, Loja y Écija existen unos 310 kilómetros. Sin embargo, desconocemos el camino exacto del regimiento. 417 La esposa del coronel Konopka era una italiana llamada Dominica Florinda Pierdiluca. El coronel contrajo matrimonio con ella en 1804. Para la italiana eran sus terceras nupcias. Con anterioridad había estado casada primero con un tal Luciani y luego con Hupet, el capitán del regimiento de lanceros que aparece en estas memorias. Los matrimonios polacos-italianos no fueron raros, como después tampoco lo serán los polaco-españoles. 418 Parece que Wojciechowski, al referirse a Isabel la Católica, confunde Sevilla con Granada. 99 en las avenidas a orillas del río Guadalquivir, el mariscal Soult con su numeroso estado mayor pasó revista al regimiento que estaba allí formado. Después, fuimos conducidos por el puente y cómodamente instalados en el arrabal llamado Triana 419 , a lo largo de tres calles bien edificadas. No podíamos entender, sin embargo, por qué los lugareños se escondían de tal manera que era imposible ver a nadie por las calles. Este miedo de los sevillanos provenía de cuentos parecidos a los que nos habían contado por el camino. Estaban tan asustados que, antes de nuestra llegada, una diputación de la ciudad había pedido al mariscal que a nuestro regimiento no le dieran cuartel en la misma ciudad. Por esa razón nos quedamos en el arrabal de Triana. Sin embargo, al poco tiempo se acostumbraron a nosotros y, cuando se persuadieron de que no íbamos a cometer ningún abuso y de que nos comportábamos con mansedad, dejaron de tenernos miedo y vivieron con nosotros en armonía. Mandaron incluso una segunda diputación al mariscal con la petición de que nos trasladaran a la ciudad, algo a lo que el coronel Konopka se opuso. El día de nuestra llegada a Sevilla, el mariscal Soult invitó a pasar la tarde en su sede al cuerpo de oficiales de nuestro regimiento. Al día siguiente devolvimos a caballo las visitas a los generales superiores 420 . Nuestras vestimentas eran bonitas, los caballos bravos, los oficiales jóvenes, guapos y célebres por más de una victoria. Las españolas también nos miraban y al vernos, a más de una se le alegró el ojito y a más de una el corazoncito le palpitó. Cuando el regimiento, que contaba con más de setecientos caballos 421 , hubo descansado unos cuantos días, celebró las maniobras a las afueras de la ciudad. La velocidad de las evoluciones, la habilidad de los caballos y el manejo de las lanzas fascinaron a todos los espectadores. Saciados con comida y bebida, pagados regularmente, alojados en cuarteles cómodos y olvidadas ya todas las penas, éramos felices y, sin saber lo que pasaba a nuestro alrededor, juzgamos que sería siempre así. Habían pasado ya unos diez días 419 En el original: Trajana. El autor se refiere a los generales de división y no a los numerosos generales de brigada. 421 El autor recordó bien una situación muy rara, cuando el regimiento contaba con más de quinientos hombres. Evidentemente, en agosto de 1810 se componía de 638 lanceros, al haberse conseguido recuperar unos cuantos destacamentos que en zonas alejadas servían dentro de distintos cuerpos. Un mes después, llegaron al regimiento otros reemplazos y entonces contaba con 34 oficiales y 639 soldados, siendo todavía 279 lanceros delegados y 32 en los hospitales. En conjunto, la unidad se componía entonces oficialmente de 40 oficiales, 950 soldados y 1.007 caballos. Fue el estado de personal del regimiento más alto durante su estancia en España, pero sin embargo con el paso de los meses disminuyó otra vez a 500-600 hombres. Además, en abril de 1811 unos 100 lanceros fueron mandados al depósito de Sedan con el fin de reforzar al segundo regimiento de lanceros del Vístula que se estaba formando. 420 100 desde que comenzó nuestra agradable vida en Sevilla cuando una tarde, durante una cena acompañada de un rico Jerez, el corneta tocó llamada a los sargentos de servicio 422 . En esas, se le cae a Jagielski la cuchara de la mano y, palideciendo como si estuviera muerto, dice: “Moriré en esta expedición”. Fuimos hacia las botellas y hacia los caballos. Yo cogí dos botellas de Jerez, me las metí en el bolsillo de los pantalones de montar y fui hacia Jagielski. Era un suboficial de los flanqueadores y como era buen chico y un soldado fuerte todos le queríamos. Me lo encontré tendido en la cama, desesperado. Cuando le pregunté por la causa contestó que presentía su muerte cercana. El regimiento ya había formado cuando Jagielski se me acercó en su caballo y me pidió si podía dejar a los flanqueadores y volver a la compañía. En cuanto el capitán Leszczyński fue informado sobre esto, dio su consentimiento y nos pusimos en marcha. Marchamos durante toda la noche, sin saber hacia dónde ni el porqué 423 . A la mañana siguiente nos dimos cuenta de que todo el ejército se había adelantado. Sólo nosotros y el décimo regimiento de húsares franceses formábamos la retaguardia. Comenzamos a quejarnos de eso entre dientes, preguntándonos si nuestro destino sería simplemente recoger las herraduras del camino. Lentamente el vino se acabó y la carne se estropeó, las duras galletas no sabían bien, el forraje pesaba a los caballos y cuando pasábamos por los pueblos y las ciudades no encontrábamos a sus habitantes. El cuarto y el quinto día de nuestra marcha, el hambre y la sed comenzaron ya a importunarnos, pero seguíamos todavía sin divisar al enemigo. El 15 de mayo de 1811 por la tarde llegamos a los alrededores de un bosque extenso y espeso en el que los dragones se dispersaron mientras que nosotros seguimos por el camino del medio. Detrás del bosque vimos el pueblo de La Albuera, situado a la derecha de un río que llevaba el mismo nombre y que estaba atravesado por un puente. Al otro lado del río había unas colinas que se extendían hasta una enorme cadena de montañas rocosas y allí, en esa posición, había unas enormes columnas de infantería y unas multitudes negras que eran la caballería y la artillería. Delante de estas últimas había una cadena de puestos y de guardias 424 . De repente, el sol comenzó a caer y nosotros desplegamos el campamento y encendimos unas hogueras. 422 Se trata de los suboficiales superiores que ese día asumían el servicio. El 10 de marzo Soult había tomado Badajoz. El mariscal Beresford empezó el asedio de la ciudad el 22 de abril. Soult reunió entonces el ejército para venir en su socorro. El ejército, compuesto por el V Cuerpo de Ejército, apoyado por destacamentos de la llamada reserva central y del I Cuerpo, entre ellos dos compañías del cuarto regimiento de infantería del Ducado de Varsovia y el regimiento de lanceros, salió de Sevilla la noche del 9 a 10 de mayo. 424 Véase la nota 366. 423 101 De todo lo malo, lo peor para un soldado de caballería es cuando el caballo está cansado por el hambre y de andar. Precisamente en eso pensaba delante de la hoguera cuando dieron orden de que en cuanto amaneciera saliéramos de gala. Con los compañeros me comí un trozo de lomo de cerdo pasado, me bebí un vasito de arac 425 y me dormí tranquilamente. De repente, el día 16 de mayo, poco antes del amanecer, tocaron diana. Me levanté rápidamente y cuando ya estaba al frente de mis mozos ordenaron: “¡por la derecha por pelotones, marcha!”426 . Mientras desfilábamos ante el mariscal 427 , el sol comenzó a salir. El coronel gritó: “¡Adelante los flanqueadores!”. Pasando corriendo por delante de él, escuché la siguiente orden: “¡El arma a la correa, rápido hacia la izquierda cerca del puente, cruzar el río a nado y atacar al enemigo!”. Los pelotones iban pasando al galope y yo, deteniéndome aún un momento, escuché más órdenes. Entonces el coronel me gritó en francés: “¿Estás sordo?”. En un abrir y cerrar de ojos me di la vuelta con mi ardiente alazán y fui el primero en lanzarme al río. Cerca del puente vimos a unos minadores que estaban sentados. Cuando hube cruzado formé el pelotón, cosa que Rogoyski hizo después de mí. Posteriormente atacamos al escuadrón de dragones londinenses y les hicimos trizas. Saltaron contra nosotros otros dos escuadrones. Entonces, nosotros, replegándonos en orden, vimos que detrás nuestro estaba de protección Leszczyński, al mando de dos segundos pelotones 428 de flanqueadores, mientras que el regimiento estaba formando al otro lado del río. Nos dimos la vuelta, atacamos de nuevo a los ingleses y derrotamos a los dos escuadrones que avanzaban detrás nuestro. En cuanto tuvimos ya enfrente nuestro una fuerza demasiado superior, empezó en la dispersión una escaramuza. Cada uno de nosotros luchaba contra varios de los otros. Esta lucha desigual ya llevaba un rato cuando nuestra artillería, poniéndose en posición, comenzó a disparar contra los ingleses, que nos cedieron el campo de batalla cubierto de cadáveres. Abandonados en una posición perdida 429 , mezclados con un enemigo 425 Bebida alcohólica fuerte de unos 60 grados, en el sur de Asia hecha de arroz o del zumo de palmera y en Europa de esencias sintéticas y del espíritu (en el sentido de vapor sutilísimo que exhalan el vino y los licores). 426 En polaco literalmente: “¡Por pelotones, empezando por el [pelotón] derecho, romper!”. Es la misma situación que en la nota 250 pero esta vez realizada no por tres lanceros sino por pelotones (doce lanceros a la vez). 427 En polaco no está claro, si el mariscal Soult estaba de pie o a caballo durante el desfile. La más probable es la segunda posibilidad. 428 Se trata de los pelotones de la misma compañía, pero situados en la segunda línea. 429 En español sería una “diversión estratégica”. Es el ataque aparente de algún punto, con objeto de que el contrario reúna allí alguna gente, cuando debe necesitarla en otra parte. Cuando el enemigo manda sus 102 predominante, corriendo coincidimos yo y Rogoyski. Le grité: “Piotr, por favor, ¿tienes algo de beber?”. Éste arrebató una botella y, tras beber un poco, me la dio. En ese momento, cuando estaba recuperando las fuerzas, pasó volando entre nosotros una bala de cañón, torpemente disparada por nuestro cañonero y que por un pelo no nos mató a los dos. Viendo los ingleses que nadie acudía en nuestra ayuda, nos atacaron por tercera vez. Cuando divisamos que nuestro destacamento de protección se había retirado y nos percatamos de que no se veía al regimiento al otro lado del río, llamé a Rogoyski para que cruzara el río a nado lo más rápido posible y abriera fuego desde la otra orilla. Para mi desgracia, en la cenagosa orilla del río, el caballo se cayó debajo de un cabo del pelotón de Rogoyski, lo que frenó durante un momento el paso de este destacamento por el río. Mientras tanto, cubierto por una multitud de ingleses y habiendo perdido catorce hombres de mi pelotón, me abría paso con el sable en la mano y, tras tirarme al río, llegué felizmente hasta la otra orilla. A ese lado llegó corriendo Piotr Skrobicki 430 , un ayudante del regimiento, advirtiendo de que por tercera vez traía la orden de retirada, pero que nosotros no le obedecíamos. Poco después de él llegó el jefe Kostanecki refunfuñando: “Aquí tenemos a la nobleza polaca, blandiendo el sablecito, pereciendo, pero todo sin escuchar las órdenes”. Le expliqué al jefe que no nos había llegado ninguna orden 431 . Partimos tras él, hasta que veo que mi alazán arrastraba una pata. Esta criatura bondadosa, aunque estaba herida, me salvó sin embargo la vida. Pasando por encima del río por los lugares donde estaba formado nuestro regimiento al principio de la batalla, vimos un cuerpo desnudo. Era nuestro pobre Jagielski. Había sido alcanzado por la primera bala, encontrando la muerte que antes había presagiado. fuerzas para defender este lugar, se ataca en un lugar distinto, sorprendiendo al adversario por el cambio de la dirección del ataque. La posición atacada hasta entonces se queda “perdida”. 430 Piotr Skrobicki (también Rodbicki, ¿?-1811). Subteniente del regimiento de lanceros polacos. Murió en la batalla de La Albuera. 431 El autor recuerda aquí un hecho menudo, pero glorioso para el regimiento. En los principios de la batalla se mandó a la llamada posición perdida (véase la nota 429) a una parte de la octava compañía de flanqueadores del capitán Jan Leszczyński, es decir, el pelotón de Wojciechowski y el del subteniente Piotr Rogoyski, en conjunto 50 lanceros. Los dos obtuvieron la orden de disimular el ataque de las fuerzas principales francesas y lo ejecutaron de una manera espectacular. Muy lejos de sus líneas de combate, por detrás del río, tropezaron con la caballería inglesa de más de tres mil soldados que estaba llegando como en olas, y la arrastraron al combate. Los lanceros sin vacilar ejecutaron un contraataque y derrotaron al escuadrón de 120 caballos, metiéndole en sus propias filas para arriba. Justo después rechazaron un ataque de dos escuadrones. La orden de retirarse no les llegó, empezaron a retroceder por la presión de las masas dominantes de la caballería enemiga. El autor con modestia no mencionó que este ataque disimulado durante mucho tiempo servía para distraer la atención de los comandantes de los enemigos de la verdadera dirección del ataque francés. 103 En esa triste expedición perdimos al capitán Leszczyński, que fue atravesado de parte a parte por una bala y murió unos días más tarde. Lo enterraron en la ciudad de Llerena. Al reunirnos con el regimiento, nos encontramos a los españoles, portugueses e ingleses al mando del mariscal Beresford 432 ya en orden de batalla. El ejército enemigo apoyaba su ala izquierda en el pueblo de La Albuera, llevando su línea por encima de unas colinas bastante escarpadas del lado de Santa Marta y que perdían cada vez más altura desde el lado de Olivenza y Badajoz. Al pie de esta posición transcurría el pequeño río Albuera. El ala derecha la ocuparon los ingleses. Los portugueses y los españoles se posicionaron en el centro y en la parte izquierda 433 . El mariscal Soult, tras reconocer las posiciones del ejército enemigo, se persuadió de que con sus escasas fuerzas le sería imposible atacar todos los puntos a la vez. Decidió entonces que habría que actuar con masas, sin dividir las fuerzas. El general Godinot 434 recibió la orden de tomar el pueblo de La Albuera, fuertemente ocupado por los españoles. El V Cuerpo de Ejército, que tenía al frente al general Girard 435 , debía atacar a los ingleses, es decir, el ala derecha del ejército enemigo. El general Latour-Maubourg 436 tenía que prestarle ayuda con tres mil y unos cuantos cientos de soldados de caballería y, cuando la posición enemiga estuviera dominada, perseguir a los ingleses en su retirada. Toda esta maniobra tenía que llevarse a cabo bajo la protección de la artillería francesa, al mando 432 William Carr Beresford (1768-1856), vizconde de Beresford (1823), marqués de Campo Maior (1812). Brigadier general (1804), general mayor (1808), teniente general (1809) y general (1825). Debido a la invasión de Portugal por el ejército de Junot, en nombre del rey de Portugal ocupó Madeira, donde permaneció seis meses (1807-1808) como gobernador y comandante en jefe. En agosto de 1808 se incorporó al ejército de Wellesley. En enero de 1809 combatió bajo las órdenes del general Moore. Dos meses después, fue nombrado mariscal y comandante en jefe del ejército portugués. En mayo de 1811, con la ayuda de las tropas del general Castaños, luchó contra el ejército francés del mariscal Soult en la batalla de La Albuera. Fue destituido de su cargo por el golpe de Estado liberal de 1820. 433 En general Wojciechowski se está refiriendo a su posición personal en la batalla. En realidad, desde el punto de vista aliado, los portugueses estaban en el ala izquierda, los españoles en la derecha y los ingleses en el centro. Al ser atacados, los portugueses se quedaron en su posición inicial, los españoles pasaron al centro y los británicos a su derecha. 434 Deo-Gratias Nicolas Godinot (1765-1811). General de brigada (1805) y de división (1811). Luchó en España y Portugal entre 1808 y 1811. Se suicidó en Sevilla tras las críticas recibidas del mariscal Soult. Barón del Imperio (1808). 435 Jean-Baptiste Girard (1775-1815), duque de Ligny (1815). General de brigada (1806) y de división (1809). Luchó en la batalla de La Albuera. En 1812 en la campaña rusa mandaba la división del Ducado de Varsovia, recién retirada de España, en el IX Cuerpo de Ejército del mariscal Victor. Barón del Imperio (1811). Murió por las heridas recibidas en la batalla de Ligny (16 de junio de 1815). 436 Marie Victor Nicolas de Fay, marqués de Latour-Maubourg (también La Tour Maubourg, 1768-1850). Provenía de la nobleza, entre 1782 y 1789 sirvió en el ejército real francés. General de brigada (1805) y de división (1807). En España combatió en caballería entre 1808 y 1812. Participó en las campañas rusa y sajona. Pasó al lado de los Borbones y se mantuvo fiel a ellos durante los Cien Días de Napoleón. Barón del Imperio (1808). 104 del general Ruty 437 . Una batería de artillería ligera quedó a la disposición del general Godinot. Así, el 16 de mayo por la mañana, esta batería fue la que comenzó la batalla. Godinot había cruzado el río y comenzó en el pueblo de La Albuera un fuego mortífero. Girard, atacando con insistencia el lado derecho del ejército enemigo, había obligado a los ingleses a una retirada lenta y ordenada, que arrastrándose hacia el centro no pretendían retirarse, sino fortalecerse. Al ver esta maniobra, el mariscal Soult ordenó a nuestro regimiento que les atacara desde un lateral. Nos lanzamos al ataque. Debíamos cruzar un ancho barranco, lo pasamos. Formando ante los ojos de la línea enemiga, caímos sobre ella en escuadrones. Derrotados tres regimientos de la infantería inglesa, nos hicimos con mil prisioneros y seis cañones, rechazamos el ataque del regimiento londinense de dragones que nos quería flanquear y volvimos ordenadamente a los puestos iniciales. Durante este tiempo, el general Godinot había estado constantemente luchando en La Albuera, pero sin embargo todavía no había conseguido expulsar a los españoles del pueblo, mientras que el general Girard, bayoneta en mano, había tomado con sus masas la posición ocupada por los ingleses. Este primer éxito nos costó muy caro. Nos mataron a dos generales 438 , tres resultaron heridos y hubo batallones en los que no quedó ningún oficial. Tras este primer ataque, el V Cuerpo de Ejército tenía que lanzarse contra la segunda y la tercera líneas enemigas. La orden del mariscal había sido esa, pero ya no quedaba nadie que la ejecutara. Nuestra infantería abandonó entonces la posición que había ocupado, comenzó su retirada y los ingleses empezaron a seguirla. La batalla ya tenía que estar perdida para nosotros cuando el general Ruty, tras reunir a toda la artillería, abrió un fuego mortífero que duraría todavía unas horas y que supuso grandes pérdidas para las filas enemigas. El general Godinot ya se había retirado de las cercanías de La Albuera cuando el mariscal Beresford, al ver el estancamiento de nuestros movimientos, quiso lanzar contra nosotros a toda su infantería para que se decidiera el destino de la batalla. Al ver esto, el mariscal Soult llegó corriendo ante el frente de nuestro regimiento y exclamó: “¡Coronel! ¡Salve el honor de Francia!” 439 . Cuando Konopka ordenó el ataque, caímos sobre el enemigo, a quien paramos por un momento en la marcha, dando así tiempo al general Latour-Maubourg para que 437 Charles-Etienne-François Ruty (1774-1828). General de brigada (1807) y de división (1813). Comandante de la artillería francesa del VII Cuerpo de Ejército en España, en 1810 participó en el sitio de Ciudad Rodrigo. Comandante de la artillería de la Grande Armée desde noviembre de 1813. Barón (1808) y conde del Imperio (1813). 438 En la batalla de La Albuera fueron muertos los generales Werlé y Joseph Pepin. 439 Kirkor lo considera inverosímil (Kirkor, S. Legia, pág. 13; empero véase la nota 272). 105 avanzara y frustrara las intenciones del enemigo, tan perjudiciales para nosotros440 . En sus informes sobre la batalla de La Albuera, los ingleses opinaron de nuestro regimiento que “Los polacos comenzaron esta batalla, la mantuvieron y con la mayor de las glorias la terminaron” 441 . Aquí se terminó también toda nuestra larga penitencia por los estandartes perdidos en Yébenes. El coronel fue propuesto para el ascenso a general y en nuestro regimiento recibimos once cruces de la Legión de Honor 442 , de las cuales yo, finalmente, recibí una por la pérdida de tres caballos que fueron matados debajo de mí y por haber sido herido de un sablazo y de bala. En La Albuera perdimos en el regimiento a cinco oficiales que 440 Se trata de la famosa carga de los lanceros polacos contra la infantería inglesa y la Real Legión Alemana (King’s German Legion), y el rechazo del contraataque de los dragones. Como resultado un batallón del tercer regimiento de infantería de East Kent (East Kent Regiment of Foot) llamado The Buffs (pieles de búfalos) fue aniquilado con las lanzas, dos más estuvieron a punto de correr la misma suerte. Los lanceros cogieron entonces cinco estandartes, cinco cañones y tomaron unos 800 prisioneros. Independientemente de esto, mucha confusión crearon otros lanceros que por dos o tres ejecutaron incursiones en la profundidad de las filas enemigas. Algunos consiguieron llegar hasta el puesto del estado mayor español y herir al comandante en jefe (Blake o Castaños). Otro encontró al estado mayor de los ejércitos aliados y sin hesitación atacó al comandante en jefe, el mariscal Beresford. Derribado del caballo en el combate, se mantenía firme a pie hasta que cayó atravesado por las balas. Aun otro sorprendió al estado mayor portugués. Con los golpes de su lanza derribó a unos oficiales y pereció rodeado por una multitud de ordenanzas. Las atrevidas incursiones de los jinetes que cabalgaban a toda prisa en todas las direcciones causaron que algunos destacamentos anglo-españoles de primera línea atacados sucumbieran al pánico y mezclados con los atacantes huyeran directamente a las líneas del segundo escalón. Estas últimas, temerosas de la cohesión de sus propias filas, abrían fuego a los lanceros, pero al mismo tiempo dejaban muertos sobre todo a los suyos. Y más adelante, al fuego profuso español contra los objetivos polacos móviles, dirigido para atrás a las espaldas de los lanceros que estaban galopando, respondían las acertadas salvas de los batallones ingleses situados en líneas siguientes, que no tenían ni idea de lo que realmente pasaba y que tomaban entre la confusión y la nerviosidad, entre el humo y en la lluvia, a los españoles que huían por franceses como si éstos atacaran. Los relatos polacos de la batalla de La Albuera no son muy conocidos, puesto que su mayoría nunca se han traducido a otras lenguas que el polaco. 441 En la batalla de La Albuera el regimiento salió a la carga por lo menos tres veces. Por última vez atacó a una columna apretada de la infantería portuguesa, cuatro veces más numerosa. Esta última le recibió con una salva de dos mil fusiles de muy poca distancia. Probablemente fue entonces cuando los polacos sufrieron más pérdidas en la batalla. Tan grandes, que los lanceros que estaban galopando fueron frenados por un terraplén de sus propios soldados y caballos derribados, no pudiendo romper la columna del enemigo. A pesar de eso, entre los lanceros y los portugueses se libró un combate de más de diez minutos, cuerpo a cuerpo. Para la caballería lo más difícil posible, es decir, una lucha entre la caballería parada con la infantería apretada. El ataque consiguió, sin embargo, su fin, porque la columna de la infantería enemiga fue bloqueada. 442 Fue el regimiento imperial que más cruces de la Legión de Honor obtuvo por esta batalla (decreto del 6 de agosto de 1811). Los agraciados con la Legión fueron: el jefe de escuadrón Kostanecki (en calidad de oficial), los capitanes Wincenty Konopka, Niezabitowski, Walewski, Aleksander Konopka, los subtenientes Rogoyski, Wojciechowski, el sargento primero Leon Mozdrzyński, el sargento Jerzy Greczyn y el brigadier Andrzej Knol (en calidad de comendadores). El coronel Konopka recibió su ascenso a general de brigada el 6 de agosto de 1811, lo más probable por su actuación en la batalla de La Albuera. 106 murieron 443 , once que resultaron heridos 444 y alrededor de doscientos soldados entre muertos y heridos 445 . Tras la batalla de La Albuera, del 17 al 18 de mayo, el ejército francés llegó a Solana, el 20 a Fuente del Maestre, el 22 a Ribera y el 4 a Llerena. Los ingleses se retiraron del asedio de la ciudad de Badajoz y Lord Wellesley se puso al mando de todo el ejército enemigo. Tras haber enterrado a los muertos y recogido a los heridos, ya al tercer día después del combate, ambos ejércitos abandonaron el campo de batalla. Los nuestros se llevaron a los heridos a un bosque cercano, donde les dejaron sin curas, víveres ni socorro. Cada uno debía salvarse como pudiera. Yo mismo, herido en dos ocasiones, con el caballo que andaba a tres patas y habiendo perdido todo lo que tenía, conseguí, con la ayuda de un dragón francés a quien habían cortado la mano derecha en el campo de batalla, llegar al final a un paso 446 en el río Guadalquivir tras nueve días marchando por un país que se había convertido en un desierto. Allí alcancé con gran dificultad la otra orilla del río, que estaba como sitiada por heridos de diversos grados [militares] y por merodeadores. Desde allí, nuestra marcha ya no fue tan penosa y fatigosa porque, acogidos siempre en acuartelamientos, llegamos finalmente a Sevilla, donde nos alojaron en un lazareto fundado por la reina Isabel fuera de la ciudad. Pese a que el edificio fascinaba por su grandeza, no nos pudieron hacer sitio, especialmente después de la batalla de La Albuera, pues hasta los pasillos estaban asestados de heridos. En Sevilla me encontré con muchos paisanos, sobre todo del séptimo regimiento de infantería del Ducado de Varsovia. Allí me uní a Hupet, nuestro intrépido jefe de escuadrón, que en cuanto se enteró de mi llegada ordenó que me llevaran inmediatamente al lazareto. Al recibir noticia de los médicos, que estaban por cortarme mi mano derecha pero les frenaba sólo mi extraordinario estado de debilitamiento, me alojó en su propia y separada habitación del lazareto, donde me animaba con su buen 443 Según los datos aportados por Kirkor fueron seis los oficiales fallecidos durante la batalla o como resultado de ella: el capitán Leszczyński; los tenientes Sabo y Franciszek Sarnowski y los subtenientes Mikułowski, Kulowski y Skrobicki (Kirkor, S. Legia, passim). 444 Según los datos aportados por Kirkor fueron doce, aparte de Wojciechowski, los oficiales heridos: los capitanes Hupet y Wincenty Konopka; los tenientes Trzebuchowski y Kazimierz Dziurkiewicz; los subtenientes Rogoyski, Runowski, Radłowski, Kadłubicki, Zawadzki, Łempicki y Jakub Faron y el furriel Krobicki (Kirkor, S. Legia, passim). 445 El regimiento de lanceros perdió en la batalla de La Albuera unos 130 hombres entre heridos, muertos y hechos prisioneros (ibídem, pág. 275). 446 En el sentido de transporte. 107 humor y me estimulaba con una perseverancia excepcional para ser paciente en el sufrimiento. Estábamos encerrados en el hospital junto a la ciudad rodeada por un muro y con las puertas fuertemente vigiladas. Sin embargo, ni tan siquiera allí los heridos estaban seguros. Una apacible noche, una partida de guerrilleros pasó cerca del lazareto y atacó a la guardia de la puerta, agarró al oficial con toda su guardia y cuando los conducía por delante de nuestras ventanas vimos como eran zarandeadas y empujadas estas infelices víctimas. Esta imagen horrorizó a todos y desde entonces el temor de que nos pudieran matar en cualquier momento no nos dejaba en paz. Apoderados por esta idea, unos preparaban las armas para defenderse mientras que los otros se burlaban de los que tenían miedo. Hasta que una noche, un soldado francés herido leve se fijó en que su vecino gravemente herido tenía un valioso reloj. En cuanto la sala se quedó en silencio, le cogió el reloj de debajo de la almohada. El propietario del reloj se despertó de golpe y gritó con voz aguda: “¡Al ladrón!”. Despertados de nuestro sueño, a todos nos pareció que llamaban a las armas. Había entonces que huir de allí. Tanto el golpeteo de los que andaban por los pasillos con muletas, como los alaridos y gemidos de los que fueron volcados por las escaleras, lo ensordecían todo. No podíamos oír si la guardia disparaba, ni ver qué pasaba fuera del lazareto. Mientras tanto, golpeaban con insistencia a todas las puertas. Hupet y yo bloqueamos nuestra puerta y preparamos los sables con la cruda idea de defendernos hasta el final. Pero cuando comenzó a amanecer se descubrió todo. Esta triste equivocación nos costó cara. Se encontraron muertos por los pasillos, por las escaleras, por las cloacas, en el desván e incluso en el tejado. A los vivos fue difícil llevarlos de nuevo a su sitio y devolverles la salud. Muchos, aprovechándose de la situación, comenzaron a fugarse del lazareto. Yo fui uno de ellos e, inducido por Trzebuchowski, huí al regimiento, donde Rörich, nuestro médico de la plana mayor 447 , me sacó del peligro, aunque no me curó. Tras la batalla de La Albuera, nuestro cuerpo se retiró a la ciudad de Llerena, donde descansan los restos mortales del capitán Leszczyński, de Sabo 448 y de Mikołajewski. Poco después de nuestra llegada vino el cuerpo del mariscal Marmont 449 , 447 Se trata del médico del regimiento. Sabo (¿?-1811). Teniente del regimiento de lanceros polacos. Murió por las heridas recibidas en la batalla de La Albuera. 449 Auguste Frédéric Louis Viesse de Marmont (1774-1852), duque de Ragusa (1808). General de división (1800), mariscal de Francia (1809). Enviado a la península Ibérica, reemplazó al mariscal Masséna como comandante del “Ejército de Portugal” en mayo de 1811. Después participó en las campañas sajona y francesa. 448 108 enviado supuestamente en nuestra ayuda. Después, siguiendo a los ingleses, llegamos hasta la fortaleza de Olivenza, situada en los alrededores de Badajoz, en la frontera con Portugal. Allí nuestro regimiento perdió al oficial Skarżyński al ser tomado prisionero 450 , y volvió a Sevilla. Desde allí, avanzando día y noche, el coronel Konopka condujo a los restos de este regimiento, formado apenas por doscientos hombres 451 , por Granada hasta Baza, donde obtuvo una nueva victoria. Luego volvió a Sevilla. Llegó también la nominación a general para el coronel Konopka. El jefe Hupet volvió a Francia con muletas y el jefe Kostanecki, por la debilidad de su salud, abandonó España. Nos enviaron entonces al comandante Dembiński para quedarse al mando de nuestro regimiento 452 . Los heridos que ya estaban curados volvieron al servicio y el regimiento, que contaba con cuatrocientos caballos, marchó hacia Badajoz. Me resulta difícil recordar el nombre de aquella posición que tomamos por encima de un río y desde la que podíamos mirarnos cara a cara con los ingleses. En todo caso, fue después de la cosecha, en el año 1811. En toda aquella región había una gran escasez de todo, y el forraje había que ir a buscarlo lejos. Cada noche teníamos que formar con las armas y, tras colocar los puestos y enviar las patrullas, los caballos eran instalados en el pueblo. Cada uno se alimentaba como podía. Un día, la caballería inglesa le arreó a uno de nuestros puestos, el regimiento formó al combate y, aunque las fuerzas del enemigo eran superiores, ayudados por el fuego de los cañones, se le resistió durante un largo tiempo. Al final nos dimos cuenta de que el ejército enemigo avanzaba hacia nosotros. Atemorizados por la posibilidad del flanqueo, nos replegamos en el mayor orden a lo largo de todo el día. Cuando nos unimos a la infantería se repartieron víveres al ejército, pero en tan poca cantidad que tocábamos a un panecillo para cada cuatro oficiales. Nos lo comimos con ajo, bebiendo agua, y durante toda la noche seguimos retirándonos. Poco antes del amanecer paramos en Berlanga, donde nuestra infantería y caballería tomaron una 450 El subteniente Szymon Skarżyński fue herido y tomado prisionero por los ingleses en el combate de Elvas en Portugal el 22 de junio de 1811. 451 Es un error del autor. En realidad, todos los escuadrones del regimiento contaban entonces con 26 oficiales y 645 lanceros. 452 El 6 de agosto de 1811 el coronel Konopka obtuvo la nominación a general de brigada y comandante del tercer regimiento de chevau-légers de la Guardia Imperial. Los jefes de escuadrones se fueron a Francia el 13 de febrero de 1812: Kostanecki por su salud arruinada y Hupet por sus heridas graves todavía sin curar. La propuesta del mariscal Soult para que el mando del regimiento lo cogiese el igualmente experimentado comandante Ruttié, no obtuvo la aprobación de los oficiales-funcionarios del Ministerio de Guerra en París. Por eso Soult otorgó el mando del regimiento a un oficial de su estado mayor, el coronel Dembiński. 109 posición fuerte. Desde allí, antes de que comenzara la batalla 453 , se mandó a los heridos y a los enfermos a Córdoba, donde yo también fui enviado por estar gravemente enfermo. Cuando los doctores me dijeron que necesitaba una larga curación antes de poder volver a servir en el frente, conseguí un permiso para abandonar España e ir a Francia, a la ciudad de Sedan, donde se encontraba el depósito de nuestro regimiento. Pero había que esperar el momento oportuno, es decir, a que llegaran los escoltas para transportar los furgones, los prisioneros y el botín, y como esto no ocurría muy a menudo, mi espera tuvo que ser larga. Justo después de la batalla de Berlanga, de la que no habíamos sacado ningún provecho, Piotr Rogoyski fue trasladado al lazareto de Córdoba tras recibir -actuando como flanqueador- un balazo que le atravesó de parte a parte muy cerca del corazón. Los médicos, al ver su herida, dijeron que era mortal y sin embargo, a pesar de su opinión, Rogoyski salió adelante y todavía vive, sano y robusto. Cuando recuperé un poco la salud fui enviado a Jaén con el objetivo de recoger para el regimiento unos caballos que habían sido requisados. Llegó entonces una orden con el aviso de que el regimiento estaría al mando del coronel Stokowski (de la guardia de Krasiński) y que éste, con dos escuadrones, nos esperaba en la ciudad de Vitoria, desde donde, unidos con toda la Legión del Vístula, teníamos que ir hasta Polonia pasando por Francia 454 . Cada uno de nosotros por poco no enloquece de alegría al recibir esta noticia. Partimos hacia Córdoba y cuando acabábamos de unirnos al regimiento recibimos la contraorden de ir al socorro a toda prisa, día y noche, de la fortaleza de Badajoz, que había sido asediada por los ingleses. También nos enteramos de que lord Wellesley había obtenido una importante victoria sobre el mariscal Marmont 455 y que los ingleses estaban tratando de quitarnos a cualquier precio la fortaleza de Badajoz, apenas conquistada por el mariscal Mortier tras todo un año de asedio 456 . Suspiramos entonces profundamente y marchamos hacia Badajoz. Llegamos a los alrededores de La Albuera y nos encontramos al enemigo desplegado en las mismas posiciones que había ocupado durante la batalla que había tenido lugar en ese 453 La batalla de Berlanga en la provincia de Badajoz (Extremadura) tuvo lugar el 10 de julio de 1812. Para participar en la guerra contra Rusia. 455 Se trata de la batalla de Arapiles (provincia de Salamanca), llamada erróneamente a veces de Salamanca, combate decisivo para el resultado final de la Guerra de la Independencia española, que tuvo lugar el 22 de julio de 1812, después y no antes de la toma de Badajoz. 456 Badajoz sufrió dos asedios. El primero en abril/mayo de 1811 y el segundo en marzo/abril de 1812. De uno a otro transcurren casi doce meses, de ahí quizá la confusión de Wojciechowski en considerar a Badajoz en un asedio continuo. 454 110 mismo sitio. Justo al amanecer ya nos estábamos preparando para la batalla, pero ya no había ningún inglés y tuvimos que seguir persiguiéndoles. Cuando llegamos a las proximidades de Badajoz, tampoco encontramos ya a ningún inglés, puesto que la vigilia de nuestra llegada habían renunciado al asedio. A la vuelta nos repartimos con las guarniciones en Sevilla, Jaén, Baza, Granada, Málaga y Córdoba. Pero cuando habíamos descansado sólo unos días sin movernos, nos llegó de nuevo la orden de que partiéramos a toda prisa, durante día y noche, hasta Badajoz, donde nos volvimos a encontrar con que no había ningún inglés. Era evidente que el enemigo quería agotarnos con tanta marcha y contramarcha. Más tarde recibimos una tercera orden de marcharnos rápidamente hacia Badajoz, pero antes de que llegáramos al socorro de la fortaleza, ésta ya había sido tomada por asalto 457 . La toma de esa fortaleza por parte de los ingleses supuso una gran derrota para nosotros, porque además de los enormes almacenes de víveres y pertrechos militares, perdimos cañones de gran calibre que habían sido fundidos allí a propósito para utilizarlos en el bombardeo de Cádiz. Desde el campamento cerca de La Gineta 458 enviaron un convoy hacia Francia al que fui unido, dejando el regimiento el 6 de octubre de 1812. Me entristeció mucho despedirme de los compañeros por primera vez, y en ese momento tan sólo me consolaba la idea de volver a la patria. En el cuartel general era tal la multitud que quería salir de España que se ordenó a los médicos que registrasen y describiesen el estado de debilitamiento de cada uno y que sólo los no aptos para el servicio y los tullidos recibieran el permiso con el itinerario de la marcha. Una vez lo hube recibido, partí hacia las montañas que rodean la provincia de Valencia en compañía de un capitán de los cazadores a caballo, proveniente de una rica familia que residía en París. Atravesadas estas montañas nos encontramos con un país que sin miedo se podría denominar el paraíso terrenal. Una tierra bella, fértil, en la que por todas partes había gente pulcramente vestida, robusta y alegre que cultivaba la tierra entre los árboles frutales. En todas partes había casas de buena calidad en las que encontrábamos un agradable alojamiento y en las que éramos cordialmente recibidos, con una gran hospitalidad y alimentados hasta la saciedad. Por ningún lado encontramos ni mención sobre los partisanos, el pillaje en los caminos ni el peligro en los viajes. En todas partes se notaba la protección del gobierno y la justicia, y el nombre del mariscal 457 El día 6 de abril de 1812. Tras la toma ocurrió el famoso saqueo. La Gineta es un pueblo de la provincia de Albacete, 18 kilómetros al noroeste de la capital de provincia. 458 111 Soult 459 era recordado con homenaje y respeto. El clima era templado, al norte estaba protegido por las montañas y al sur, bañado por el mar Mediterráneo. Entre árboles repletos de frutas maravillosas, los valencianos plantaban arroz, maíz y otros cereales. No habían recogido uno que ya estaban plantando otro. Para regar los campos o los huertos tenían agua en las acequias que, con la ayuda de unas esclusas, retenían o dejaban pasar, dependiendo de la necesidad. La ciudad capitalina de Valencia la encontramos limpia, sus casas sólidas y confortables, calles anchas, iglesias y edificios públicos espléndidos, plazas amplias, numerosas tiendas colmadas de excelentes artículos y un enorme tráfico de habitantes. Era domingo, el duque de Dalmacia 460 , rodeado por un numeroso plantel, y su esposa 461 , en compañía de unas bellas mujeres, se dirigían al templo del Señor a celebrar el oficio. El clero, las autoridades municipales y el pueblo reunido saludaban al mariscal con alegría. Después del oficio, el ejército de la guarnición del lugar desfiló ante él en el mercado al son de la música. En Valencia me uní a Piotr Rogoyski y, en cuanto obtuvimos para él el permiso con el itinerario de la marcha, nos pusimos juntos en camino. Una vez pasado Aragón, llegamos a Zaragoza o, más bien, a las ruinas de esta heroica ciudad. En toda la ciudad no había ni una sola casa que no estuviera marcada por las huellas de la guerra. Alrededor de la ciudad, los huertos estaban arrancados o quemados, las tierras baldías y, en medio de todo aquello, Zaragoza, como un monumento en mitad de un cementerio en el que hubiesen escrito “¡Perseverancia y valor!”. En Zaragoza nos encontramos con nuestro compatriota Sulikowski 462 , un oficial de la infantería que tras casarse con una española había obtenido la dimisión y se había quedado allí. Nos presentó a la familia de su mujer y en casa de ésta, a la que íbamos a menudo durante nuestra estancia en Zaragoza, escuché las alabanzas que los lugareños hacían del talento militar del mariscal Moncey, la adoración con que recordaban a Suchet 463 y cómo el general Chłopicki 464 y el coronel Klicki eran considerados unos 459 Aquí en realidad se está refiriendo al mariscal Suchet. El mariscal Soult. 461 La esposa de Soult no viajó a España, seguramente se está haciendo referencia a su amante María de la Paz Bailén y González. 462 Tadeusz (¿o Teodor?) Sulikowski. Subteniente del séptimo regimiento de infantería del Ducado de Varsovia, ascendido a teniente (mayo de 1808), obtuvo la dimisión en julio de 1809. 463 Louis-Gabriel Suchet (1770-1826), duque de la Albufera (1812). General de división (1799), mariscal de Francia (1810). En 1808 fue trasladado a España al frente del V Cuerpo de Ejército. Intervino en el sitio de Zaragoza. Fue nombrado comandante del “Ejército de Aragón”. Derrotó a los españoles en Barcelona, conquistó Lérida, Tortosa y Tarragona. Entró en Valencia en 1812. Ante la derrota inminente 460 112 héroes. Un viejo canónigo, tío paterno de la mujer de Sulikowski nos preguntó una vez: “¿Por qué los polacos, de la misma religión que los españoles, son sin embargo sus enemigos? ¿Acaso hemos invadido alguna vez vuestro país, cogido vuestras propiedades y acabado con vuestra importancia? Decidlo claramente, ¿por qué os sacrificáis por una causa ajena de una manera tan ciega? ¿No podéis caber cómodamente en vuestra tierra, [que] buscáis el pan donde los franceses? Entonces venid donde nosotros, que os daremos pan y seréis nuestros hermanos”. Dar una respuesta a esas verdades que había dicho el anciano era difícil. Suspiré profundamente ¡y puede que él entendiera mi suspiro! En Zaragoza esperamos a que se reuniera todo el convoy para ser enviado hacia Francia. En cuanto estuvo formado, nos pusimos en camino. Los generales heridos mandaban los pelotones y los oficiales se quedaron en las filas. Algunos de estos últimos estaban tan débiles que tuvieron que ordenar que les atasen a las sillas de montar de los caballos. Además, cada uno como pudo, se preparaba para este peligroso paso por las montañas de Perpiñán. Como escolta llevábamos un destacamento del ejército. En estas montañas reinaba -por así llamarlo- el célebre partisano Mina 465 , al que se le pagaba por salvoconductos 466 y, según le pareciera o no, dejaba pasar al convoy o lo hacía prisionero. Por eso estábamos muy temerosos de encontrarnos con los partisanos porque, aunque marchábamos en orden, en caso de ataque apenas seríamos capaces de ofrecer una débil defensa. Después de tres días de marcha a través de las montañas, durante los que acampamos a cielo raso, el cuarto día llegamos felizmente a la tierra francesa. Allí se acabó para mí la campaña española y, aunque mi regimiento se quedó todavía en España, no debo ni puedo describir las hazañas de las que no fui testigo 467 . del ejército napoleónico en la península, Suchet se retiró hacia el norte uniéndose al ejército de Soult, con el que tomó parte en la batalla de Toulouse. 464 Józef Grzegorz Chłopicki (1771-1854). Uno de los más conocidos oficiales polacos de la primera mitad del siglo XIX. Sirvió en el ejército polaco y ruso, participó en la insurrección de Kościuszko. Desde 1797 hasta 1806 luchó en las Legiones Polacas en Italia. Desde 1806 coronel y comandante del primer regimiento de infantería de la Legión del Vístula. En 1808 marchó a España, donde se distinguió en los sitios de Zaragoza. Ganó la batalla de Epila contra un enemigo muchó más numeroso. General de brigada (1809), reconocido como uno de los mejores oficiales del “Ejército de Aragón”. En 1812 retiró de España los regimientos de la Legión del Vístula y participó en la campaña rusa. Al año siguiente dimitió. Destacado jefe militar en la época del llamado Reino de Polonia y dictador en la insurrección de Noviembre (1830-1831). Caballero y oficial de la Legión de Honor (1808). Barón del Imperio (1810) y Comendador de la Orden Virtuti Militari (1810). 465 Francisco Espoz y Mina. 466 Es una metáfora. Simplemente se pagaba por la seguridad en efectivo al guerrillero Mina, quien -según la suma del tributo- atacaba a los convoyes o no. 467 El regimiento se quedó en España hasta el 1 de febrero de 1813, aunque ya el 7 de enero del año anterior le habían llegado órdenes que hablaban de retirarlo a Francia. La unidad iba a formar parte de la 113 Por esta misma razón no debo decir nada sobre muchos oficiales de nuestro regimiento que desperdigados por diferentes lugares de la península podrían ser merecedores de gloriosas menciones en la historia militar. Entre éstos, los primeros puestos los ocupan: Kazimierz Tański, que en la fase final de la campaña española mandaba el recién formado cuarto regimiento de infantería de la Legión del Vístula 468 y Wojciech Dobiecki 469 , que en el primer asalto de Zaragoza fue teniente en nuestro regimiento. En la ciudad francesa de Pau, Rogoyski y yo conseguimos un nuevo permiso con el itinerario de la marcha, así como la dirección de nuestro compañero de viaje, el capitán francés. Desde allí partimos rumbo a París pasando por Burdeos. En otoño de 1812, durante nuestro viaje a caballo por Francia, sufrimos mucho a causa de las continuas lluvias. Así pues, vendimos nuestros caballos por casi nada, tomamos una diligencia y llegamos felizmente a París. Primero, me dirigí con la dirección en la mano a casa de nuestro conocido capitán, que nos recibió cortésmente y nos llevó por toda la ciudad. Con él visitamos los palacios imperiales, todos los teatros, el jardín botánico, las casas de fieras, los museos y gabinetes, las plazas, los jardines, los puentes sobre el Sena. Cuando lo hubimos visto todo, nos dirigimos al general intendente para arreglar nuestros papeles y la soldada atrasada. El general intendente, un viejecito, que ya se había enterado de que llevábamos bastante tiempo en París, nos reprendió por haber perdido tanto tiempo sin permiso en la capital y nos ordenó que nos marcháramos inmediatamente al depósito en Sedan. Añadió que si no cumplíamos al instante sus órdenes mandaría que nos transportasen los gendarmes. Así que ese mismo día reservamos plaza en una diligencia y nos dirigimos a Sedan, donde debían pagarnos nuestra soldada atrasada. En Sedan, donde estacionaban los depósitos de toda la Legión del Vístula, nos encontramos a Hupet, que nombrado comandante 470 mandaba en el depósito de nuestro regimiento. El del octavo regimiento de ulanos lo dirigía el coronel conde Tomasz Łubieński 471 . Pozarzecki era el capitán encargado del vestuario 472 de Grande Armée que se iba hacia el este, a Rusia. Contraviniendo las órdenes del 4 de mayo, del 5 de julio y del 2 de septiembre de 1812, el regimiento fue retenido por el mariscal Soult. 468 El cuarto regimiento de infantería de la Legión del Vístula fue formado en julio de 1809 en Austria y en marzo de 1810 reforzó las filas de la Legión en España. En junio de 1812 fue retirado a Francia. 469 Wojciech Józef Dobiecki (1780-1862). Subteniente en la Legión del Danubio (1800). Desde 1801 en el regimiento de caballería polaca de las Legiones. Teniente (1807), entre los años 1808 y 1809 pasó al ejército del Ducado de Varsovia donde sirvió hasta 1813. Caballero de la Legión de Honor (1808) por su valentía en el primer sitio de Zaragoza. 470 En el sentido de graduación. 471 Tomasz Łubieński (1784-1870). Conde, jefe de escuadrón del primer regimiento de chevau-légers de la Guardia Imperial (1807). Fue jefe de escolta de Murat en su entrada a Madrid el 4 de marzo de 1808. Su escuadrón destacó en la famosa carga en Somosierra. En febrero de 1811 fue nombrado coronel del 114 toda la infantería y el capitán Belleville era nuestro intendente. Éste tenía dos hijas. Nuestro Hupet se casó con Estella, la mayor de ellas, que era bastante guapa. Pero como no era feliz con su vida conyugal, pronto tuvo que divorciarse de ella. Los atrasos de nuestra soldada los recogió el comisionado 473 Pizulaga, pero no nos los pagó y, aunque más tarde el gobierno del Reino de Polonia 474 estuvo reclamando lo debido, lo que sagradamente se nos debía se había perdido. Hacia finales de enero de 1813 475 , cuando llegó la orden del ministro de guerra de que nos presentáramos cuanto antes en Poznań para recoger a los reclutas que habían sido asignados a nuestro regimiento, inmediatamente partí hacia allí. En Leipzig me encontré con el cuartel general del virrey de Italia 476 . Al conseguir la orden de marcharme a un destacamento de nuestro regimiento, que estaba bajo el mando del coronel Stokowski en el cuerpo de caballería del general Latour-Maubourg, me dirigí a Dessau. Al llegar allí me presenté ante el general, que se acordó de mí y me cogió como edecán. En Dessau también compré una hermosa yegua de Mecklemburgo. Estando en continuo movimiento y llevando por distintas zonas de Alemania las órdenes de mi general, al final hallé el destacamento de nuestro regimiento, que se encontraba bajo las órdenes del capitán Rybałtowski. Allí me encontré con el teniente Józef Bogusławski y con Lusignan 477 , antiguos compañeros míos. Tuve una gran alegría, y cuando volví a ver al general Latour-Maubourg le pedí que dejase que me sumara al destacamento de nuestro regimiento. El general frunció las cejas, pero entonces le dije que nunca aprendería a servir en el estado mayor porque estaba acostumbrado a prestar mis servicios en el campo y que teniendo un solo caballo nunca me iba a bastar para los incesantes recados. Cuando al final le dije que tenía la salud arruinada por culpa de las segundo regimiento de lanceros del Vístula. Participó en las campañas rusa y sajona. General de brigada (1814). Ocupó destacados puestos en el ejército polaco en el llamado Reino de Polonia y en la insurrección de Noviembre (1830-1831). Autor de textos referentes a las batallas de los polacos en España, específicamente de la carga en Somosierra. Caballero (1807) y oficial de la Legión de Honor (1809). Barón del Imperio (1810). 472 Se trata de un oficial de intendencia responsable de los uniformes y del equipo de los soldados. 473 Se trata de un oficial pagador. 474 Estado creado en el Congreso de Viena en 1815 y que sobrevivió hasta los años 1831-1832. El zar era al mismo tiempo rey de Polonia (según una unión personal). En este lugar podemos apreciar la intervención de la censura rusa, o de una autocensura por parte del autor, al referirse al “Reino de Polonia” como si de una Polonia independiente se tratara. 475 Es característico que Wojciechowski no mencione la campaña rusa de 1812, tan desastrosa para los planes polacos en sus deseos por recuperar la independencia. 476 Eugène de Beauharnais. Comandaba en Poznań a los restos de la Grande Armée tras la derrota en Rusia. 477 Lusignan de Cerzé. Subteniente del regimiento de lanceros del Vístula. En 1808 estuvo en España. No sabemos cuando pasó al depósito del regimiento en Sedan. Participó en las campañas rusa y sajona, en abril de 1813 fue herido en la batalla de Magdeburgo. 115 heridas que había recibido en España, me dejó marchar. Con este paso precipitado, perdí mi parte en los premios que había enviado el emperador para el estado mayor de mi general. Cuando llegué al destacamento me di cuenta de que estaba formado por tan sólo sesenta hombres 478 y que había sido incorporado a un regimiento compuesto por los restos de toda la caballería ligera francesa, o sea, por una gentuza sin ninguna disciplina ni orden, que estaba bajo las órdenes del coronel du Cotlosquet. El segundo día después mi llegada nos acaeció una escaramuza bastante briosa. Nuestra caballería ligera, dos batallones de la infantería italiana y cuatro cañones se situaron a mano izquierda en el lugar donde el camino de Magdeburgo se divide. La infantería, formando con la artillería en cuadros, tomó posición en los campos embarrados, surcados por unos fosos en distintas direcciones. La caballería, tras apostar fuertes piquetes con un oficial de los húsares, se instaló en un pueblecillo para descansar. En el camino a mano derecha, a una distancia de casi un cuarto de milla 479 , se colocó la caballería junto con una batería de artillería y la infantería. Por la mañana, sobre las diez, se oyeron unos cañones en nuestro flanco derecho. Formamos inmediatamente y divisamos cómo nuestros puestos huían y se mezclaban con los húsares prusianos, que vestían de negro. Nos retiramos tras el pueblo y formamos en fila tras un foso, pero los húsares prusianos recorrieron por fuera el pueblo, tomaron unas colinas cercanas con la artillería montada y empezaron a flanquearnos. Colocaron a Bogusławski con un pelotón en un lugar y a mí en otro. El foso era ancho y profundo. Cuando los húsares se disponían al ataque tras la llegada de más fuerzas de la caballería y de la artillería, nuestro coronel ordenó al primer escuadrón: “¡formar una columna compacta!” y al retirarse dejó nuestros cañones y la infantería al descubierto. Pero esa maniobra desgraciada realizada a la vista del enemigo causó un gran alboroto y desorden en nuestras formaciones. La artillería prusiana se aprovechó de esta situación y abrió fuego y la caballería se lanzó a un puentecillo que estaba defendiendo yo. Aunque mis ulanos recibieron a esta última con un fuego profuso, al no poder oponerse a la fuerza dominante, ahuecaron el ala del campo de batalla. Corriendo a toda velocidad por los campos, perseguido por los húsares, me dirigía a un lado desde dónde podía oírse el estruendo de los cañones y en seguida subí a un montículo, donde me encontré al virrey italiano con todo su estado mayor. Mientras, los dos batallones de infantería italiana, de quienes he hablado antes, se encontraban rodeados por un 478 479 En este caso aquel destacamento era una compañía. Unos 1,8 kilómetros. Véase la nota 175. 116 enjambre de la caballería prusiana. Y aunque se les insistió en que dejasen las armas, formaron en cuadro y aguantaron su posición hasta entrada la noche. Fue entonces cuando, con el general al frente suyo, volvieron poco a poco al campamento. No habían perdido ni a un solo soldado e incluso habían salvado a más de uno de caballería, entre los que se encontraba nuestro Rybałtowski. Por lo que concierne a nuestro regimiento, cuando los húsares cargaron contra mí en el puentecillo, huyó del campo. Y como no sabía hacia dónde, chocó con un regimiento de la caballería enemiga. Ésta pensó que se trataba de una carga enérgica y huyó de los que huían. Al verlo, también la infantería y la artillería prusianas emprendieron la retirada, aunque cuando en su marcha atrás saludaron a nuestro regimiento con un fuego profuso, entonces nuestros mozos, ocasionalmente valientes, empezaron a huir cada uno por su lado. El coronel logró salir de todo este pánico e informó al virrey italiano de que los culpables de ese desgraciado acontecimiento eran los ulanos polacos que no habían sabido cubrir su columna. A nosotros no nos dijeron nada del asunto, puesto que cada uno sabía perfectamente cómo había ido todo. Tras esta escaramuza nuestro cuerpo entero emprendió la marcha hacia Magdeburgo. Los últimos días de abril de 1813, nuestros regimientos fueron reforzados. Acto seguido, empezamos nuestras operaciones militares desde el río Saale y la ciudad de Merseburg siguiendo al enemigo. Un día, unos espesos disparos de cañón nos anunciaron que había llegado Napoleón con los refuerzos. En el ejército se produjo una gran alegría y todos nosotros, olvidando cuánto habíamos sufrido, estábamos seguros de la victoria y de que tras ella vendría la tan deseada paz. Ese mismo día por la noche, el general Jacquinot 480 , que mandaba nuestra brigada, me envió con cien caballos de la caballería a establecer comunicación con el ejército principal y a recoger de manos del mismo emperador las órdenes para nuestro cuerpo. Así que partí por la noche y, sin otro guía que el lejano resplandor de las hogueras en los campamentos, avanzando en silencio por un pequeño sendero, llegué a un arroyo que desembocaba en el río Saale. Al enterarme de que dicho pueblo estaba ocupado por cosacos 481 , y como no sabía con qué fuerza contaban, no quise exponer mi destacamento a un destino incierto, pues el general me había ordenado que no interviniera en ninguna escaramuza, mandé a mi 480 Charles-Claude Jacquinot (1772-1848). General de brigada (1809) y de división (1813). Participó en importantes batallas, entre otras, las de Austerlitz, Jena, Wagram, Waterloo y también en la campaña rusa. Barón del Imperio (1808). 481 Se refiere a la caballería ligera del ejército ruso compuesta por hombres de etnia cosaca. También hubo unidades de cosacos en el ejército turco y entre los siglos XVI y XVII en el polaco. 117 destacamento de regreso al campamento y seguí adelante con dos franceses. Tras aproximarme a otro pueblo, también ocupado por cosacos, pasamos cerca de ellos respondiendo a la pregunta: ¿quién vive? 482 Uno de los nuestros. Pero en el camino había un destacamento fuerte que abrió fuego y se lanzó contra nosotros. Hicimos girar los caballos y, defendiéndonos como podíamos con los sables de los que nos acometían, al final llegamos a la otra vera del río. De repente oímos un fuerte trote de caballos y, antes de que pudiésemos ver quien se acercaba a nosotros, ya estaban enfrente nuestro y vimos que eran franceses. Era un destacamento de coraceros franceses con un oficial enviado hacia nosotros con una orden parecida a la que a mí me habían dado. Nos unimos a los coraceros y volvimos al pueblo. El puesto hizo fuego. El oficial y yo nos pusimos de acuerdo y decidimos atravesar al otro lado el pueblo. Se ordenó “¡marcha, marcha!” y partimos hacia el pueblo. De pronto, al atravesarlo ya no veíamos a ninguno de nuestros coraceros tras nosotros, excepto a un tagarote que se había caído con el caballo a un foso. Le pudimos sacar de allí con una gran dificultad. Como no quería errar más por campamentos enemigos, volví a mi regimiento, cosa que también hizo por su parte el oficial de los coraceros. Aunque no había cumplido las órdenes que se me habían dado, fui recibido afablemente por mi general, que al enterarse de que el destacamento había vuelto sin mí me había dado por perdido. El día 2 de mayo de 1813, en el campo de batalla de Lützen, pereció el mariscal Bessières 483 , jefe de la vieja guardia de Napoleón. Alrededor del mediodía el emperador llegó ante nuestro cuerpo. Tras bajar del caballo, estuvo mirando largo rato hacia el lugar donde el fuego de los cañones persistía sin tregua. Los ojos de todos nosotros se dirigían al mismo sitio. Nos parecía que el estruendo de los cañones se estaba acercando a nosotros. En ese mismo momento, Napoleón, mandando a los edecanes en distintas direcciones, montó en su caballo y se lanzó al fragor del combate más grande, tras él salió la guardia y tras ésta marchó nuestro cuerpo. La batalla duró hasta bien entrada la noche. El campo de batalla quedó de nuestro lado, pero tal victoria nos parecía extraña, pues no vimos ni estandartes tomados ni prisioneros, sólo cadáveres por todas partes: ¡En España esto no era así! Al día siguiente se le ordenó a nuestro cuerpo que siguiera al enemigo que se retiraba. Marchando en la vanguardia, conseguí agarrar a un oficial 482 En polaco literalmente: “¿quién viene?”. En realidad, el mariscal fue mortalmente herido el día 1 de mayo, la víspera de la batalla de Lützen contra los prusianos, mientras pasaba con un pequeño destacamento por el desfiladero de Rippach, entre Lützen y Weissenfels. Para evitar una disminución en la moral de los soldados, la noticia de su muerte se mantuvo en secreto hasta el fin de la batalla. 483 118 prusiano, que presenté ante el general. Éste, tras una corta conversación con el cautivo, me ordenó que lo presentara ante el mismo emperador. Así que, con el oficial que yo había hecho prisionero, me encaminé hacia el cuartel general del emperador. Bajé del caballo y me dirigí audazmente hacia el emperador, que estaba de pie a orillas del río Elba conversando con el virrey italiano. Mirándome, el emperador dijo: “¿Tu regimiento vuelve de España?”. A esas palabras suyas, toqué con mi mano derecha la gorra y él me preguntó: “¿qué me dirás? “Sire”, respondí, “por orden del general Jacquinot he traído a su majestad imperial un prisionero que trae interesantes noticias del campamento enemigo”. Entonces mi cautivo empezó a relatar lo que sabía o no sabía y yo traducía sus palabras con un pobre francés. El mariscal del palacio llamó a un edecán para que viniese a ayudarme, pero el emperador hizo un gesto con la mano como diciendo que no hacía falta, siguió escuchando mi traducción e iba preguntando: “¿y qué más?”. De vez en cuando tomaba rapé y me miraba a través de un catalejo, como si reclamase que le pidiese algo. Mientras, unos soldados enemigos que estaban en orden abierto 484 , ubicados al otro lado del río, empezaron a dispararnos. Napoleón se dio la vuelta y exclamó: “artillería de la guardia” y casi en un abrir y cerrar de ojos empezó a temblar la tierra por el estruendo de los cañones. También el mariscal Duroc 485 se acercó a mí y me dijo en voz baja que ya podía irme. Aprovechándolo, finalmente monté a caballo y volví a mi campamento. Cuando presenté el parte de la misión a mi general, me preguntó con alegría: “¿Y qué te ha dado el emperador?”. “Nada”. “¿Cómo? ¿Acaso no le has pedido nada?”. “No, nada”, respondí. “¡Serás borrico!”, gritó encolerizado el general. Pero cuando le conté cómo había ido todo, me estrechó la mano y declaró que había hecho bien de no pedirle nada al emperador. Llegando en marcha a Dresde, tuvimos que arreglar con madera una arcada rota de un puente de piedra y más abajo de la ciudad levantar un puente de barcas. Avanzando en la vanguardia, en cuanto nuestro regimiento empezaba a cruzar el puente de barcas, éste se hundía tanto que llevando nosotros a los caballos de la mano, el agua nos llegaba hasta las rodillas. Se nos ordenó que retrocediéramos y cuando ya estábamos en la orilla, el río de aguas crecidas en unos minutos rompió el puente. Teníamos que volver 484 Del francés: tirailleurs. Eran soldados que luchaban en una línea desplegada. Por ejemplo, en el caso de los lanceros significaba que uno del otro se encontraba normalmente a unos cuantos metros. 485 Géraud Christophe Michel Duroc (también Du Roc, 1772-1813), duque de Friuli (1808). Desde 1796 ayuda de campo de Napoleón; su hombre de gran confianza. Primer ayuda de campo de Bonaparte (1798), general de brigada (1801) y de división (1803). Gran mariscal del palacio de las Tullerías (1805), responsable también de la seguridad personal del emperador tanto en Francia como en sus campañas. Fue herido en la batalla de Bautzen (20-21 de mayo de 1813) y murió el día 23. 119 atrás y cruzar por el puente de piedra. Mientras el ejército cruzaba, Napoleón estaba de pie en la arcada rota del puente, entrando en los más mínimos detalles. Ordenó tirar al agua los equipajes de los regimientos y los alimentos que transportaban, los carros los hizo devolver a las casas, ordenó soltar las carretas de las cantineras, los carruajes, a las mujeres y a los caballos de tiro de los oficiales llevados por cualquier soldado de los que no iban al frente, e hizo entrar a los soldados al frente. En pocas palabras, estuvo amonestando a casi todos y liberó al ejército de los equipajes, de las cargas y de los bultos. Yo, llevando al caballo de la mano al frente de mis ulanos, llegué cuando el emperador, al ver que un soldado de la infantería llevaba un caballo de tiro en la mano junto con un arma, exclamó: “Suelta este caballo y vete corriendo a la compañía”. El recluta, que era nuevo, preguntó: “Pero emperador, ¿cómo voy a soltar el caballo de mi capitán?”. “Que lo sueltes”, dijo el emperador. “¿Y quién nos mandará si el capitán, cubierto de heridas, se queda en la retaguardia?”, siguió preguntando el soldado. Napoleón hizo un gesto con la mano y le dejó pasar con el caballo. Atravesado el puente me paré a un lado porque quería observar al ejército que cruzaba. Tras la caballería ligera iba una batería de la artillería montada italiana, encabezada por un capitán conocido por su bravura, pero que era tan negro, picado de viruelas y barbudo que parecía un demonio. Éste se paró ante el emperador mientras su batería marchaba: “Sire” exclamó, “déme una cruz, que me la merezco”. “¿Pero cuál?”, preguntó el emperador. “La de la corona italiana”, contestó. “Berthier” 486 , dijo Napoleón, “apúntalo para la cruz”. Entretanto, después de la artillería pasó la infantería y el negro capitán seguía junto al emperador y le miraba. “¿Qué más quieres?”, le preguntó el emperador. “Quiero contemplarte”, contestó, “porque te quiero mucho”. Napoleón le dio unas palmaditas en el hombro y el regocijado capitán marchó tras su destacamento. De Dresde partimos hacia Bautzen, donde se libró aquella batalla célebre en la historia militar. En la vigilia de la batalla de Bautzen 487 , nuestro cuerpo levantó un campamento cerca de la ciudad. Estando yo en un puesto en el camino que pasaba muy al alcance de la vista del enemigo, poco antes de ponerse el sol se acercó corriendo un edecán del emperador y dio la orden de que guardásemos el mayor de los silencios. 486 Louis Alexandre Berthier (1753-1815), príncipe de Neuchâtel (1806) y de Wagram (1809). General de división (1795), mariscal de Francia (1804). Sirvió al servicio de Napoleón en España entre 1808 y 1809. Participó en las campañas rusa y sajona, jefe del estado mayor del emperador. Se suicidó en junio de 1815. 487 La batalla de Bautzen tuvo lugar los días 20-21 de mayo de 1813. 120 Pronto llegaron el mismo emperador con el virrey italiano. Cuando Napoleón me preguntó: “¿Qué se ve aquí?”, yo señalé hacia las posiciones enemigas y las trincheras cubiertas fuertemente de cañones. El emperador bajó del caballo, apoyó el catalejo en mi hombro y estuvo un largo rato observando la posición enemiga. Después montó en el caballo y me ordenó que yo fuese delante suyo. Recorrió la cadena de guardias 488 colocados en los puestos perdidos 489 y volvió a mi posición. Desde allí marchó al cuartel general con el virrey italiano, que le estaba esperando. Al día siguiente un fuerte cañoneo anunció el comienzo de la batalla, que duró tres jornadas. No es mi intención describirla, mis fuerzas son demasiado débiles para presentar tan gran materia. Estando en las filas de mi regimiento, sólo sé lo que vi con mis propios ojos desde el punto en el que me encontraba. Y lo que oí ya se ha convertido en propiedad de la historia. Unos días después de la batalla de Bautzen, estando en la vanguardia cerca de un bosque, teníamos un pueblecillo a mano derecha. Como toda la línea de flanqueadores avanzó, una multitud de cosacos partió del pueblo hacia mí. Mi destacamento, compuesto en exclusiva por soldados ocasionales, se dio a la fuga inmediatamente y sólo me quedaron poco más de diez ulanos con quienes fui rodeado. Tras una escaramuza bastante larga, atravesado por una pica bajo la mano derecha en el pecho, me caí del caballo y seguramente habría muerto de no ser porque un cabo de los húsares de Merseburg acudió en mi ayuda. Con mis ulanos, ahuyentó a los cosacos, me acercó a mi yegua de Mecklemburgo, me monté en ella y logré escapar del peligro. Mi herida no era nada grave, puesto que el galón de plata de la cartuchera había parado el filo de la pica. Tras la batalla de Bautzen, todo nuestro ejército se dirigía hacia Wrocław. El cuerpo del virrey italiano guardaba nuestro flanco derecho. Estábamos ya a un solo día de marcha de la capital de Silesia, cuando el enemigo hizo de repente un cambio de frente por la izquierda y desapareció por completo de nuestra vista. Entonces, en nuestro flanco derecho se nos aparecieron unas grandes masas de tropas, cosa que nos convenció de que estábamos rodeados. Cuando el general Latour-Maubourg divisó esa maniobra, dejando tras él un significativo destacamento de caballería y colocando a la infantería y a la artillería en el pueblo que se encontraba en nuestro flanco derecho, siguió su camino con el resto del cuerpo. Al día siguiente, después de dos bravos ataques, salimos tras el cuerpo. Marchando en la retaguardia, divisé varios militares que 488 489 Véase la nota 366. Véase la nota 429. 121 venían hacia mí con un corneta desde la dirección de nuestro cuartel general. Cuando vi que se agitaba un pañuelo blanco, cogí a mi corneta y algunos de mis ulanos y avancé hacia ellos. Pronto reconocí a los generales ruso y prusiano, a quienes el oficial de la infantería francesa del cuartel general de Napoleón acompañaba hasta su campamento. Al día siguiente se hizo saber al ejército que se había concertado un armisticio 490 . Poco más tarde llegó la orden de que me encaminara con un destacamento de ulanos hacia la ciudad de Freiberg, pasando por Dresde, a nuestro regimiento, recién llegado de España. Tras unirme con el regimiento, presenté al coronel Tański todo mi destacamento. El coronel, regocijado, preguntó por qué no me ascendían y añadió que los oficiales superiores le habían contado muchas cosas buenas de mí. Al día siguiente me ordenó que fuese con Rybałtowski a comer donde él y después de la comida nos llevó a ver al general Jacquinot, con quién nos presentamos ante el general Pajol 491 , que era el que mandaba en el cuerpo de la caballería. [Estando entre los oficiales] presentados o no por mis jefes al general del cuerpo, éste me preguntó: “¿Cuánto hace que eres oficial?”. “Cuatro años”, contesté. “¿En qué campañas has estado?”. “En la prusiana, la española y la actual”. “¿Por qué motivo se te concedió la cruz?”. “Por la batalla de La Albuera”. “¿Te hirieron muchas veces?”. “Cuatro”. El general se encogió de hombros y exclamó: “¡es algo muy peculiar que vuestro regimiento, cubierto de gloria tras tantas excelentes victorias, haya sufrido tantas injusticias!”. El coronel Tański aún conversó largamente con el general, contándole todo lo que había padecido el regimiento, cuántas recompensas se le habían omitido y cuántos méritos se le habían olvidado. “Veremos qué es lo que se puede hacer”, cortó el general al coronel, “y mientras tanto ruego que se haga saber en la orden del día que este señor”, señalándome a mí, “asciende a teniente”. Y así pues, el 19 de junio de 1813 me convertí en teniente. Durante la tregua, el príncipe Józef Poniatowski condujo desde Cracovia al ejército principal el cuerpo del Ducado de Varsovia. Al no acaecer la tan largamente esperada y demandada paz, de nuevo empezaron las actividades del enemigo. Nuestra primera escaramuza tuvo lugar cerca del pueblo de Marienberg con los austriacos en la frontera checa 492 . Después, 490 Que duró del 4 de junio hasta el 10 de agosto de 1813. Claude-Pierre Pajol (1772-1844), barón (1808) y conde del Imperio (1813). General de brigada (1807) y de división (1812). Sirvió en la caballería, distinguiéndose en la batalla de Austerlitz (1805). Luchó en las campañas de Italia, Alemania, Rusia y Sajonia. 492 Marienberg se encuentra en Sajonia, cerca de la frontera con Bohemia. 491 122 nuestro regimiento fue asignado a la división del general Gérard 493 en el XIV Cuerpo de Ejército, que estaba bajo el mando del mariscal Saint-Cyr 494 . El emperador Napoleón concentraba todas sus fuerzas en los alrededores de Dresde buscando, según parece, una posibilidad de librar un combate decisivo. Cuando el cuerpo del mariscal Saint-Cyr llegó a esta ciudad, a nuestro regimiento lo colocaron a orillas del Elba, bajo murallas, para proteger el puente. Mientras tanto, asaltado por fuerzas superiores durante varios días y a pesar de la brava resistencia, no sé si Dresde hubiese podido aguantar más de no ser porque el mismo emperador con unas guardias se apresuró y el día 26 de agosto libró un combate decisivo 495 . Unos cuantos días antes de la batalla, alrededor del mediodía, por el flanco izquierdo llegó al frente de nuestro regimiento el rey napolitano Murat con un solo edecán. Vestido como un caballero en la Edad Media, joven, gallardo, guapo, con largos cabellos que le caían en círculos sobre los anchos hombros, con un gabán corto de color azul bordado en oro, una espada recta colgando de una cinta y un sombrero cubierto de plumas de distintos colores, preguntó: “¿Es éste el regimiento de ulanos polacos?”. Luego, rodeado por los oficiales, saludó a cada uno amablemente y estuvo hablando con el coronel Tański bastante tiempo. En nuestro regimiento, estaba como ayudante mayor 496 el capitán Piotr Doliński 497 , a quien el coronel asignó como jefe de la tercera compañía, en la cual me encontraba yo. Cuando después de la partida del rey Murat se nos ordenó bajar de los caballos y todos volvimos al campamento, yo estaba convidando a mi nuevo capitán con lo que se podía. De repente, de bajo tierra apareció ante nosotros un ratón. Cuando lo vio, Doliński palideció y exclamó: “¿Ves ese ratón? Presagia mi muerte”. Al oírlo, asusté al ratón y tapé con el pie el agujero por donde había salido. Pero Doliński seguía mirando todo el tiempo hacia el mismo lugar y vio como volvía a salir el ratón e iba 493 François-Joseph Gérard (1772-1832). Coronel de húsares (1806), general de brigada (1809) y de división (1813). Participó en la Guerra de la Independencia española desde 1808 a 1811. Participó en las campañas rusa y sajona. Barón del Imperio (1808). 494 Laurent Gouvion-Saint-Cyr (1764-1830). General de brigada y de división (1794), mariscal de Francia (1812). Desde 1808 participó en la Guerra de la Independencia española al mando del ejército francés en Cataluña. Participó en la campaña rusa. Conde del Imperio (1808). 495 La batalla de Dresde tuvo lugar los días 26-27 de agosto de 1813. 496 En polaco: major (del francés) que significaba “comandante” (graduación más alta que capitán), o – como en este caso- “mayor” (en el sentido de rango más elevado). El capitán Doliński ejercía el cargo de ayudante superior (“primero”). 497 Piotr Doliński (c.1782-1813). Entró al regimiento de húsares del príncipe Sułkowski (1806), ascendido a subteniente. Pasó al regimiento de lanceros polacos (1808), teniente ayudante mayor (1812) y después capitán ayudante mayor. Murió en la batalla de Dresde. 123 hacia él. Saltó de donde estaba y gritó: “¿Qué, aún no te crees que voy a morir hoy?”. Tapé por segunda vez el agujero con el pie y le llené al capitán una copa de vino. Cuando se la estaba bebiendo, el ratón salió del agujero por tercera vez. En ese mismo instante recibimos la orden de formar y cuando el regimiento lo hubo hecho partimos hacia el flanco izquierdo de nuestro ejército. Allí hallamos al rey Murat, que ordenó al regimiento ponerse en la línea y mandar flanqueadores. El teniente Zawadzki saltó con un pelotón y el fuego empezó en toda la línea. En esto vino corriendo hacia mí Doliński y me preguntó si no tenía arac. Cuando le dije que no tenía, pero que al cabo de poco la cantinera traería del campamento, se marchó. Transcurrido un tiempo, volvió corriendo. Le di una botella con arac y se bebió la mitad, cosa que me extrañó, puesto que sabía que si tomaba bebidas alcohólicas lo hacía con gran mesura. Luego hizo girar el caballo y, marchándose, exclamó: “¡salud!” 498 . Esas fueron sus últimas palabras. La artillería enemiga empezó a actuar y nuestro regimiento, con el rey Murat al frente, tiró a la izquierda. Atravesando unos campos, divisamos el cuerpo yacente de Piotr Doliński, ya sin ropa. Lo había matado una bala de cañón y aún tenía el sable en la mano. El rey napolitano, pasando cerca del palacio de verano del rey sajón 499 , mandó dejar un escuadrón con protección de la infantería, a la cual habían encargado defender el palacio. Se quedó entonces mi escuadrón, que estaba bajo las órdenes del príncipe Woroniecki 500 , que acababa de llegar al regimiento proveniente de la guardia. Formamos el frente al lado de un bosquecillo llamado Gross Garten 501 . La infantería francesa ya había sido fuertemente atacada y había tenido que abandonar dicho puesto, cuando yo, al frente de mi pelotón, salí a la carga. Salté una ancha zanja y me cayó encima una lluvia de proyectiles. Pero con esta diversión repentina 502 paré por un momento el ataque enemigo. De repente, una batería de artillería que había sido conducida hasta allí empezó a destrozar los muros. Estando en medio del peor fuego recibí un balazo de fusil en el estómago, pero por suerte la bala golpeó en el reloj de 498 En polaco: “bywaj zdrów”, que literalmente significa: “que tengas salud”. Lo más seguro es que se trate del palacio barroco ubicado en Gross Garten, construido entre 1678 y 1683, y no de la residencia de verano de los reyes de Sajonia, castillo-palacio de Pillnitz del siglo XVIII, ubicado a orillas de Elba en los alrededores de Dresde (actualmente en sus fronteras, en la parte oriental de la ciudad), conocida por la declaración de Pillnitz de agosto de 1791 cuando los monarcas de Austria y Prusia llamaron a los demás gobernantes europeos a ayudar a Luis XVI de Francia. 500 Wincenty Woroniecki. Príncipe, desde 1809 jefe de escuadrón del onceavo regimiento de ulanos del Ducado de Varsovia. Desde 1812 con el mismo rango en el tercer y desde 1813 en el primer regimiento de chevau-légers de la Guardia Imperial. En el mismo año fue mandado al séptimo regimiento de chevaulégers-lanceros. Caballero de la Cruz de Oro de la Orden Virtuti Militari. 501 En alemán, significa Gran Jardín. 502 En el sentido de diversión estratégica. Véase la nota 429. 499 124 oro, lo hizo añicos y a mi sólo me causó una leve herida. Aún así, tras caerme del caballo, me desmayé. Nos mandaron también la orden de abandonar esa posición, que era imposible de mantener. Guardé este reloj que me había salvado la vida. Aún hoy lo tengo y lo guardo como recuerdo para mis hijos. Al día siguiente de la batalla de Dresde, mientras nuestro cuerpo marchaba, vimos en la más alta de las colinas a Napoleón sentado en el linde, escribiendo sobre sus rodillas. Justo después divisamos al cuerpo del general Vandamme 503 , que avanzaba a paso rápido. Llevaba un retraso de veinticuatro horas y, apresurándose, al cabo de unos días llegó a unas montañas checas cerca de Kulm. Allí, tras caer en una emboscada, fue derribado 504 . Vandamme había perdido los cañones, los equipajes, la munición, y él mismo había sido tomado prisionero. Tras la batalla de Dresde, el emperador Napoleón se apresuró al otro lado del Elba para ayudar al mariscal Macdonald 505 quien, apretado por tres cuerpos enemigos, se encontraba en una situación muy crítica. Nuestro cuerpo se quedó en los alrededores de Dresde y teniendo a la ciudad como apoyo, éramos a los que les iba mejor de todo el ejército. Mientras los otros sufrían a causa de las incesantes lluvias y del hambre de tal modo que más de una vez la carne de los caballos muertos les parecía un manjar, nosotros, tras luchar todo el día, por la noche volvíamos a la ciudad, donde nos esperaba la cena y una buena botella de vino. En una operación militar nos ordenaron empujar al enemigo por todos los puntos para forzarle a recibir la batalla. Pero éste, retrocediendo continuamente, mantuvo la cautela de camuflar sus fuerzas principales. Un pequeño río cubierto de matas dividía ambas partes. La vanguardia la conducía el capitán Jagniński 506 , con su compañía y la compañía de cazadores a caballo italianos, que estaba bajo su mando. Cuando el rey napolitano mandó fortalecer el destacamento con flanqueadores, el coronel Tański me ordenó que partiese tras ellos con mi compañía. Saliendo corriendo a una colina, divisé 503 Dominique-Joseph René Vandamme (1770-1830), conde de Unebourg. General de brigada (1793) y de división (1799). Se distinguió en la batalla de Austerlitz (diciembre de 1805). Participó en la campaña sajona. Fue hecho prisionero en la batalla de Kulm. Conde del Imperio (1808). 504 El 29 de agosto de 1813 por los rusos. 505 Etienne Jacques Joseph Alexandre Macdonald (1765-1840), duque de Tarento (1809). General de división (1794), mariscal de Francia (1809). En 1809 se distinguió en la batalla de Wagram. En 1810 mandó el VII Cuerpo de Ejército de Cataluña. En 1812 participó en la campaña rusa, mandando el X Cuerpo de Ejército. En la campaña sajona comandó al XI Cuerpo de Ejército. Participó también en la campaña francesa. En 1814 negoció la abdicación de Napoleón I. 506 Ksawery Jagniński (1786-1816). Brigadier del primer regimiento de chevau-légers de la Guardia Imperial (1807), sargento primero (1808). En 1809 pasó al segundo regimiento de infantería de la Legión del Vístula como teniente. Desde 1810 capitán en el cuarto regimiento de la Legión y desde 1811 en el séptimo regimiento de chevau-légers-lanceros. Participó en la campaña sajona. Estuvo considerado como uno de los mejores oficiales del regimiento. Caballero de la Legión de Honor (1808). 125 a unos cosacos más allá del pueblo, pero a parte de estos, no se veía nada más. Sin embargo, cuando nos acercamos al riachuelo, unos tiradores de infantería que estaban escondidos empezaron a disparar contra nosotros. En esto, el teniente Jan Stadnicki 507 agarró a la compañía de italianos y salió al galope por el pueblo. Yo también pensaba hacer lo mismo y ya estaba a punto de salir tras él, cuando el capitán Jagniński, enfadado con Stadnicki porque se le había llevado a la compañía de italianos sin su conocimiento, me gritó: “Ordeno no moverse”. Yo contesté que no estaba bajo sus órdenes y marché adelante. Tras el pueblo vi como Stadnicki formaba la compañía y se marchaba por la montaña. Cuando yo lo hice desde el otro lado del pueblo, al cabo de un rato se acercó corriendo hacia mí Stadnicki con unos oficiales y me comunicó que había sido atacado y rodeado por una fuerza superior y que toda su compañía había sido tomada prisionera. Él y los oficiales a duras penas habían podido abrirse paso. En eso, al recibir la orden de retirarnos, el capitán Jagniński nos arrestó a mí y a Stadnicki, e informó al coronel. Stadnicki no hizo demasiado caso, reunió a todos sus compañeros y nos ofreció un generoso banquete durante el cual contó lo que había pasado. El coronel recibió la orden de enviar a un oficial de confianza para llevar unos despachos 508 a las guarniciones de Königstein y Pirna. Le mencionaron que si el encargo que se le hacía iba bien le ascenderían un grado. Y me eligió a mí para la misión. Pero como Jagniński declaró que yo era un desobediente con los superiores y que a pesar de que me habían arrestado había ido al banquete de Stadnicki, en mi lugar mandaron a Skarżyński. Éste llegó a la fortaleza sin ningún problema y al volver le nombraron capitán 509 . Skarżyński encontró en Königstein a Józef Bogusławski, que por aquellos entonces era ya capitán del octavo regimiento de chevau-légers y que, gravemente herido, corría el peligro de perder la mano derecha. El XIV Cuerpo de Ejército del mariscal Saint-Cyr fue ahuyentado por última vez a Dresde y desde el mes de octubre de 1813 retenido en el asedio. Al principio, frecuentes salidas abastecían de alimentos a la guarnición, pero tras la batalla de Leipzig 510 y 507 Se trata de Józef Stadnicki. Es decir, cartas con órdenes o instrucciones. 509 Según Kirkor, Szymon Skarżyński sirvió en la campaña sajona como subteniente en el séptimo regimiento de chevau-légers-lanceros y fue nombrado teniente. El autor asegura que Skarżyński era capitán en el primer regimiento de ulanos en el llamado Reino de Polonia bajo dominio ruso entre los años 1815 y 1822 (Kirkor, S. Legia, pág. 473). 510 La batalla de las Naciones tuvo lugar los días 16-19 de octubre de 1813. El día 19 murió en combate el príncipe Poniatowski. 508 126 Hanau 511 , estando más apretados, empezamos a acusar más la falta de todo. En una de las salidas, cuando marchábamos hacia Pirna con un fuerte destacamento, yo con mi compañía conseguí capturar a un batallón de cazadores 512 enemigos. Justo cuando había ejecutado una provechosa carga con mi compañía llegó el general Jacquinot. Contento con este acontecimiento, le habló de mí al mariscal con las mayores alabanzas. Éste me nombró capitán y me prometió que le propondría al emperador que me concediese la cruz de oro. El mariscal Saint-Cyr mandó hacer una revisión de los alimentos y, al ver que nuestras provisiones eran extremadamente escasas y considerando que un asedio prolongado podía exponer la capital del rey sajón al exterminio, resolvió partir de la ciudad con la guarnición y, marchando hacia el gran ejército, unirse por el camino con las guarniciones que estaban en Torgau, Magdeburgo y Hamburgo. Así que iniciamos la marcha. Pero nuestra expedición no duró mucho, puesto que unas fuerzas superiores nos obligaron a retroceder. Volvimos a Dresde y cuando ya no podíamos resistir más en esa ciudad hubo una capitulación 513 por la cual fuimos enviados a Hungría como prisioneros de guerra. Nuestro cautiverio en Hungría, que duró medio año, fue para nosotros un verdadero descanso tras las fatigas. Nos pagaban regularmente, éramos libres por completo, respetados y apreciados por las autoridades civiles y militares. En el pueblo de Moór 514 , la rica familia de los Luzsénszky 515 nos consideraba como emparentados, 511 La batalla de Hanau tuvo lugar el 30 de octubre de 1813. En el original: jegrzy, en singular jegier; del alemán: Jäger, cazador o tirador. Históricamente soldado de la infantería ligera alemana durante la Guerra de los Treinta Años (1618-1648); en los siglos XVIIIXIX soldado de una formación especial de tiradores de elite (de primera) en el ejército austriaco, y más tarde también en los ejércitos prusiano y ruso. 513 Dresde capituló el día 11 de noviembre de 1813. Wojciechowski no menciona que los polacos se oponían a la capitulación. Un teniente de caballería de la Legión Portuguesa que luchó dentro de la Grande Armée, Teotónio Banha, recordaba: “Os polacos, na força de quatro mil homens, que faziam parte da guarnição, apenas sabedores da capitulação, dirigiram-se ao quartel do marechal dizendo em altas vozes que não estavam dispostos a capitular, e que iam armar-se e rompendo as linhas inimigas seguiriam para França sem a desonra de não continuarem a guerra, ou ficariam todos sobre o campo da batalha! O marechal e todos os mais generais lutaram por mais de duas horas, até que conseguiram pacificar tão bravos militares, que na minha muito humilde opinião pertencem à nação mais guerreira e valente da Europa” (Banha, Teotónio. A Legião Portuguesa ao serviço de Napoleão, introducción de A. Ventura, Lisboa, 2007, pág. 138). En realidad, se rindieron 443 lanceros polacos, entre ellos 31 convalecientes que estaban en el hospital. Todos los prisioneros de guerra polacos de la capitulación de Dresde, Wojciechowski incluido, fueron conducidos a Hungría. 514 Moór es el nombre de la localidad según las reglas ortográficas del siglo XIX (hoy en día: Mór). Actualmente en la Hungría central en el condado de Fejér, al oeste de Budapest, a unos 27 kilómetros al noroeste de Székesfehérvár, capital del condado. 515 En el original aparece el apellido polonizado Luzeński, aunque la forma original de esta familia es Łużeński. La familia nobiliaria húngara Luzsénszky de Luzna procede de Polonia (los Łużeński, antes: 512 127 nos invitaban a comer, a veladas y fiestas, nos entregábamos a la caza, a los paseos 516 y a todo tipo de juegos. Era como si estuviéramos en el paraíso. Solamente un terremoto nos dejó mal sabor. Y debo reconocer que prefiero atacar a los cañones que estar sentado en una habitación mientras todo se menea bajo los pies. Volviendo a la patria, en Pressburgo 517 , presentamos nuestro agradecimiento al palatino por la hospitalidad de que habíamos disfrutado en Hungría. Nos recibió amablemente y nos preguntó si no teníamos algunos ruegos personales. Nos despidió cortésmente y nos mandó hasta nuestra misma casa en unas cómodas carretas. Gładysz). El nombre proviene de la localidad Łużna cerca de Gorlice en el sur de Polonia. La familia llegó a Hungría en tiempos de los Habsburgo, que reinaban allí desde 1526. En 1727 obtuvo el título de barón del rey Carlos III (emperador Carlos VI). El capitán Frigyes Luzsénszky y el coronel Alois Luzsénszky lucharon en el ejército austriaco contra Napoleón. El palacio de la familia, llamado Láncos (“encadenado”; por la valla encadenada enfrente del edificio) o Luzsénszky család (“familia de los Luzsénszky”), fue construido en Moór en la última década del siglo XVIII. 516 Estos paseos podían ser a caballo o en los carruajes. 517 Actualmente Pressburgo es Bratislava, la capital de Eslovaquia, pero desde el siglo X hasta 1918 perteneció a Hungría (entonces se la conocía como Pozsóny). Pressburgo es el nombre alemán de la localidad relacionado con el asentamiento de los colonos alemanes a partir de 1241. 128 Indice onomástico Este índice recoge por orden alfabético español los nombres de las personas mencionadas en las memorias pero no los que se encuentran en las notas y en los estudios preliminares. En los casos que hemos considerado necesarios, hemos puesto entre corchetes los nombres tal y como se publicaron en la edición de 1845, y entre paréntesis el resto de acepciones que ese nombre también posee. Las cifras en negrilla corresponden a las páginas en las que en nota se encuentran indicaciones biográficas. A August, suboficial: B Bailén y González, María de la Paz: Beauharnais, Eugène Rose de: Belleville, Estella: Belleville, Jean-Baptiste Louis: Beresford, William Carr: Berthier [Bertier], Louis Alexandre: Bessières, Jean-Baptiste: Blake [Blacke] y Joyes, Joaquín: Bogusławski, Józef Fortunat: Bonet, Jean-Pierre François: C Carlos IV, rey de España: Castaños [Castanios], Francisco Javier: Chłopicki, Józef Grzegorz: Cotlosquet, du, coronel: Czapliński, Ludwik: Czosnowski, Jakub: 129 D Darmagnac, Jean-Barthélémy-Claude-Toussaint: Dąbrowski, Jan Henryk: Dąbrowski, Klemens: Dembiński [Dębiński], Feliks Antoni Jakub: Díaz Porlier [Porlier], Juan Jesús «el Marquesito»: Dobiecki, Wojciech Józef: Doliński, Piotr: Dupont de l’Etang, Pierre: Duroc (Du Roc), Géraud Christophe Michel: E Espoz y Mina, Francisco: F Feldysz, cabo: Fernando VII, rey de España: Fiałkowski [Fijałkowski], Józef: Foy, Maximilien Sébastien: G García de la Cuesta [Cuesto], Gregorio: Gérard, François-Joseph: Girard, Jean-Baptiste: Godinot, Deo-Gratias Nicolas: Godoy Álvarez de Faria [Godoi], Manuel de: Gouvion-Saint-Cyr [St. Cyr], Laurent: Górecki, subteniente: Gromczewski, teniente coronel: González Llamas [Lamas], Pedro: Grill [Gryl], Franciszek Jan: 130 H Hupko: Huppé [Huppet] (Hupet), Adam: I Isabel I, reina de Castilla, esposa de Fernando II, rey de Aragón: J Jagielski, suboficial: Jagniński, Ksawery: Janiszewski, Józef Kajetan: Jacquinot [Jaquinot], Charles-Claude: Jerónimo Bonaparte, rey de Westfalia: José I Bonaparte, rey de España: Jourdan, Jean-Baptiste: Josefina (de Beauharnais), emperatriz de Francia, esposa de Napoleón I: Junot, Jean-Andoche: K Kadłubiński (Kadłubicki, Kadłubski), Józefat: Kalinowski, Józef: Kalinowska, esposa de Józef Kalinowski: Kazaban, suboficial: Klicki, Stanisław: Kniaziewicz, Karol Otton: Konopka, Jan: Kostanecki, Telesfor: Kościuszko, Tadeusz: Krasiński, Wincenty: Krobicki, Piotr: Kwaśniewski, Walenty: L 131 Lannes, Jean: Lapisse, Pierre : Lasalle [Lessale, Lassale], Antoine Charles Louis: Latour-Maubourg, Marie Victor Nicolas Fay, marqués de: Leduchowski, Ludwik: Lefebvre [Lefèvre], François-Joseph: Lefebvre-Desnouettes [Lefèvre Desnouettes], Charles: Lenkiewicz (Linkiewicz), Piotr Paweł: Lenkiewicz (Linkiewicz), Michał Szymon: Leszczyński, Jan: Libiczowski, Karol: Libiszowski, Antoni: Loarte, Pedro Antonio de [Calatrava]: Luzsénszky [Luzeński]: Lusignan de Cerzé [Luzinian]: Ł Łubieński, Tomasz: M Macdonald, Etienne Jacques Joseph Alexandre: Majewski, Jan Marcin: María Luisa de Parma, reina de España, esposa de Carlos IV: Marmont, Auguste Frédéric Louis Viesse de: Merlin [Merle] Christophe-Antoine: Mikułowski [Mikołowski] (Mikołajewski, Michałowski), Teofil: Milhaud [Milhaut], Edouard Jean-Baptiste: Młokosiewicz, Franciszek: Moncey, Bon Adrien Jannot de: Mortier [Mortie], Adolphe Edouard Casimir Joseph: Moszyński (Molzinski), Stanisław: Murat, Joachim-Napoleon: N 132 Napoleón I, emperador de Francia: Ney, Michel: Niezabitowski, Maksymilian [Maxymilian]: O Olavide [Olivares], Pablo de: Osiński, Ignacy (Stanisław): Oyrzanowski (Ojrzanowski), Michał: P Pajol [Pojolle], Claude-Pierre: Palafox y Melci, José Rebolledo de: Paris d’Illins, Antoine Marie: Perreimond [Perimont] (Pereymont), André Thomas: Pierdiluca, Dominica Florinda: Pietro, Jan: Pizulaga, comisionado: Poniatowski, Józef, Príncipe: Porlier, véase Juan Jesús Díaz Porlier. Porzycki (Porycki, Porzecki), Donat: Potocki, Prot Antoni: Pozarzecki, Dominik: Pruszak, Antoni: R Radłowski, Adam: Rocca, Albert-Jean-Michel de: Roerich (Rorich, Rörich, Koerich), Ernest: Roest van Alkemade, Anton Mathieu Jacob Josephus, barón de: Rogoyski [Rogojski] (Rogójski), Piotr: Romana, Pedro Caro y Sureda [Romana], marqués de La: Rożniecki, Aleksander [Alexander]: Ruty, Charles-Etienne-François: Runowski (Ranowski), Dominik: 133 Ruttié (Rutié, Routier) [Buttie], Andrzej: Rybałtowski, Mateusz: S Sabo, teniente: Saint-March (Saint-Marcq) [de San Marco, St. Marco], Felipe [Felix] Augusto de: Sawicki, Jan Nepomucen: Schultz (Szulc), Jan: Sébastiani de la Porta [Sebastyani, Sebastiani], Horace-François Bastien: Skarzyński, Fortunat: Skarzyński, Szymon: Skrobicki, Piotr: Snarski, Mikołaj: Sobolewski, Maciej: Soult [Sult], Jean-de-Dieu: Stadnicki, Józef [Jan]: Stawiarski, Józef: Stokowski, Ignacy Ferdynand: Stokowski, Kajetan: Suchet, Louis-Gabriel: Sulikowski [Suligowski], Tadeusz: Sulikowska, esposa de Tadusz Sulikowski: Sułkowski, Antoni Paweł: T Tański, Kazimierz [Kazimiérz] Aleksander: Topolczani, Antoni: Trzebuchowski, Jan Wincenty: V Valence, Jean-Baptiste Cyrus-Marie-Adélaïde Timbrune de Thiembronne, conde de: 134 Vandamme, Dominique-Joseph René: Venegas de Saavedra, Francisco Javier: Verdier, Jean-Antoine: Victor [Wiktor, Viktor], Claude Victor-Perrin: Vinot, Gilbert Julien W Walewski, Wincenty Ignacy: Warsage [Versaye], José de L’Hotellerie de Falloise y Fernández de Heredia, barón de: Wellington, Arthur Colley Wellesley [Welleslej], duque de: Wilson, Robert Thomas: Wojciechowska, madre de Kajetan Wojciechowski: Wojciechowski, padre de Kajetan Wojciechowski: Wojciechowski, Wincenty: Woroniecki, Wincenty: Z Zaldívar [Saldibias], Pedro «el Cabrero»: Zawadzki, Jan Michał: 135 Indice toponímico Este índice recoge por orden alfabético español los nombres de los lugares mencionados en el texto de las memorias, no los de las notas ni estudios preliminares. En primer lugar ofrecemos el topónimo españolizado y entre corchetes tal y como se publicó en las memorias en su edición de 1845 y en sus varias versiones. En los casos en que han sido necesarios, se ha señalado también entre paréntesis el nombre de la localidad con su denominación al completo y no en su forma abreviada. Baños [Banos]: Bautzen: A Alagón [Alagon]: Bayona: Alberche [l’Arbecha], río: Baza: Albuera [Albuhera], río: Berlanga: Alcabón [d’Alcabon], barrancos de: Bereziná: Alcalá [Alcala] (Alcalá de Guadaira): Berlín: Alcalá [Alcala] (Alcalá de Henares): Bubierca [Burviedro]: Alemania: Burdeos: Almaraz, puente de [Ponté-Almaras, Ponte-Almaras]: C Almanzora [Rio-Almanzor], río: Cádiz: Almonacid (Almonacid de Toledo): Cataluña: Andalucía: Calatayud [Calataiut] Andújar [Andujar]: Cárpatos: Aragón: Cartagena [Kartagiena]: Aranjuez: Ceuta, véase Isla de León. Austria: Ciudad Real [Ciudad-Real]: Ávila [Avilla]: Córdoba [Korduba]: Cracovia: Cúllar [Kullar]: B Badajoz: Bailén [Baylen]: 136 Hungría: D Dalmacia: Dessau: I Dresde: Inglaterra: Isla de León: Italia: E Ebro, río: Elba, río: J El Escorial [Escurial]: Jaén [Jaën]: El Visillo [Alvizelio, Alvizilio]: Jalón, río [Xalon]: Erfurt: España: K Extremadura [Estremadura]: Kaluga: Kassel: F Konin: Freiberg [Frejburg]: Königstein: Fuente del Maestre [Fuente-del- Kulm: Maestro]: Francia: L La Albuera [Albuhera]: G La Carolina [Karolina]: Galitzia: La Gineta [Ginneta]: Granada: La Mancha [Mancya]: Gredos, sierra de: Leipzig: Guadaira [Gvadiana], río: León [Leon], montes de, véase Guadalajara [Gwadalaxara]: sierra de Gredos. Guadalquivir [Gvadalquivir], río: Lorca [Lorka]: Guadiana [Gvadiana], río: Lützen: H Ll Hamburgo: Llerena: Hanau: Holanda: M Huecha, río: Madrid: 137 Magdeburgo: Pau: Maguncia: Perpiñán: Málaga: Pirineos, montes: Mallén [Malań, Mallan]: Pirna: Manzanares [Moncenares, Plasencia [Placencya]: Mancenares]: Polonia: Marienberg: Portugal: Mairena [Mariena, Maryenas] (Mairena Potsdam: del Alcor): Poznań: Mecklemburgo: Pressburgo Medellín: [Prezburg] (Bratislava): Mediterráneo, mar: Merseburg [Mertzburg]: R Minden: Ribera Młociny: [Ribeira] (Ribera del Fresno): Molviedro: Rin, río: Moór [Mooz] (Mór) Rusia: Mora [Morra] (Mora de Toledo): Moscú: S Mozhaisk: Saale [Saala], río: Murcia: Santa Cruz [Santa-Cruz] (Santa Cruz de Mudela): N Santa Fe [Santa-Fé]: Navarra: Santa Marta [Santa-Martha] (Santa Marta de los Barros): O Sedan: Ocaña [Ocańa]: Segovia: Olivenza [Olinvenca]: Sena, río: Orgaz [Orias]: Sevilla: Osnabrück: Sierra Morena [Siera-Morena, Sierra-Morena]: P Silesia: Pamplona: Solana [Solano] (Solana de los París: Barros): 138 Somosierra [Samosiera]: Schweidnitz [Szwajnic]: T Tajo, río: Talavera (Talavera de la Reina): Toledo: Torgau: Torrero, Monte: Torrijos [Torrijios]: Trujillo [Trahillo]: Tudela [Tudello]: V Valencia: Valdepeñas [Valdepenias]: Varsovia: Versalles: Villa Ferdinando [Villa-Ferdinando] Vitoria [Vittoria]: Vizcaya: W Wrocław: Westfalia: Y Yébenes [Jovenes] (Los Yébenes): Z Zaragoza: Ż Żelechów: 139