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UNED SENIOR XÀTIVA MODULO DE HISTORIA - LAS CRUZADAS TEMA 7: LOS ACONTECIMIENTOS DE 1149 A 1175. REACCIÓN POLÍTICA EN EL ISLAM Y DIVISIÓN ENTRE LOS CRUZADOS OCCIDENTALES. En 1149 el atabeg Nur al Din, sucesor e hijo menor de Zangi, como máximo representante en el área occidental del califato de Bagdad, atacó la ciudad de Antioquía, que fue capturada, venciendo en batalla en campo abierto a Raimundo de Poitiers, quien, en la más pura tradición oriental, perdió la cabeza para su envío a Bagdad. Raimundo de Poitiers, ciertamente, contaba con efectivos escasos y el desenlace no fue inesperado ni imposible, pero en ésta ocasión, los musulmanes del califato bagdadí utilizaron un arma que se ha mostrado decisiva en cualquier guerra: la propaganda. Al ser la primera ocasión en la que claramente, se vencía a los occidentales en una batalla campal, se utilizó este éxito como elemento cohesionador de las voluntades de los divididos gobernantes islámicos de la zona a pesar de la rápida reacción del imperio Bizantino, que retomó para sí Antioquía muy pronto tras la victoria de Nur al Din. La realidad era muy tozuda, como siempre suele ser, y la presencia de los cruzados era todo un trauma para la tradición cultural y política de la zona, un trauma en todo el significado de la palabra puesto que de forma traumática se habían conquistado territorios por parte de los feudales europeos. Hay que tener presente para comprender la reacción musulmana cual era la relación entre las potencias islámicas de la zona. Al norte y noreste, los turcos selyúcidas eran un conjunto de tribus recientemente islamizadas, provenían de Asia Central y habían sido literalmente, empujados hacia occidente por los desplazamientos de otras tribus. Estos movimientos eran rápidos debido a la base económica de estas tribus: la ganadería. Los turcos, al contacto con el imperio Bizantino habían experimentado un proceso de transformación social y económica, pasando de nómadas en un territorio sin casi ciudades a agricultores y ganaderos sedentarios en una zona muy romanizada desde antiguo como era la península de Anatolia también llamada Asia Menor. Sus relaciones con el resto de poderes islámicos, mucho más antiguos que ellos en la zona no fueron especialmente buenas, los sultanes Rum deseaban mantener sus propias señas de identidad cultural fuera de la influencia de Bagdad y de El Cairo, por lo que, salvo apoyos puntuales y alguna colaboración esporádica, no tuvieron un contacto profundo con el resto de estados musulmanes hasta la primera mitad del s. XII. Otro factor que condujo a esta situación de relativo aislamiento fue su versión del Islam, rigorista y alejada de la de egipcios y bagdadíes (o abasíes). Por otra parte, el califato de Bagdad se había erigido en cabeza de los sunníes ya desde tiempo atrás, lo que identificaba al califa de Bagdad como uno de los sucesores de Mahoma y por tanto, una autoridad religiosa que siempre se encargó de intentar extender a otros ámbitos como la influencia política. La jefatura nominal del califa sobre la dinastía fatimí, que gobernaba Egipto fue una fuente de constantes roces y conflictos que afectaron al desenvolvimiento de la primera y segunda cruzadas y que facilitó la penetración de los expedicionarios europeos. Junto a estas fuerzas, una serie de pequeños gobernantes, ligados a uno de los tres estados islámicos en Oriente Próximo, gobernaba sobre territorios de reducido tamaño. Ciudades, comarcas y algunos castillos quedaron bajo el control de emires, gobernadores y delegados de los tres poderes principales. Estos pequeños gobernantes tenían una autonomía muy amplia para tomar decisiones, pero una fuerza militar muy reducida para llevarlas a cabo. Ésta fue una de las causas de la facilidad con se controló la costa oriental del Mediterráneo por los cruzados. Ninguno de los tres poderes islámicos, ni el califa de Bagdad, que controlaba Siria, ni el sultán fatimí, que controlaba parte del Sinaí y Egipto y que era el titular nominal de gran parte de los territorios conquistados por los cruzados, ni el sultán Rum, pensaron en ningún momento en que necesitarían aunar fuerzas y llegar a un consenso para poder enfrentar la amenaza europea, más bien tuvieron una visión de la política muy oriental, alojada en su sentido autocrático del gobierno que los distanciaba del concepto de pacto. Cuando Nur al Din tomó Antioquía y su comarca y llegó hasta el Mediterráneo, donde se bañó en un acto simbólico de reconquista de territorios y derechos perdidos, se evidenció que era posible vencer a los cruzados, el problema fue que para llegar a esa victoria, era necesaria la cooperación de todas las fuerzas islámicas, dada la capacidad militar de los occidentales. En este contexto, hemos de fijarnos en un kurdo, de familia de militares y políticos fieles a los Zengi: Saladino. La dinastía fatimí en Egipto estaba en plena guerra civil entre diversos visires desde mediados del s. XII, el reino de Jerusalén aprovechó la inestabilidad política para dar un golpe de efecto y atacó El Cairo, tomándolo en 1160. Los sirios, dependientes de los abasíes de Bagdad pero casi independientes, decidieron en la persona de Nur al Din, intentar resolver la situación y expulsar a los cruzados de El Cairo. En 1167 la presión de Nur al Din por el norte de Jerusalén obligó a una retirada de los cruzados cuyo rey para esas fechas era Amalric I. En 1168 Amalric I volvió sobre El Cairo, de donde nuevamente hubo de retirarse -no sin cobrar los impuestos que se acostumbraban para obtener la paz- al volver a activarse Nur al Din y los sirios en el área norte. Las operaciones en Egipto por parte de los efectivos que los sirios de Nur al Din llevaron a cabo en esta época fueron dirigidas por un general llamado Sirhkuh, éste era tío de Saladino y fue la clave para conseguir que se delegara el poder en su persona. Saladino fue nombrado sultán de Egipto por el califa fatimí, es decir, un gobernante de esa dinastía (que controlaba gran parte del Maghreb) aceptó a un kurdo de cultura siria como su representante en Egipto. Para acabar de definir la situación, los fatimíes eran chiíes y los sirios, sunníes. Pero además, Saladino fue aceptado también como representante y jefe de las tropas sirias de Nur al Din en el sur. Se estaba produciendo el proceso de concentración política necesario como paso previo a la unificación de las fuerzas ante los cruzados. En 1170 comenzó a hostigar a los feudales de Jerusalén con algunas victorias ingeniosas (como la toma de Gaza mediante una maniobra de distracción o la de Eliat). En 1171 muere el última califa fatimí, y Saladino reintegra al culto sunní todo el territorio fatimí, otro paso más hacia la unificación de fuerzas islámicas bajo el mando nominal del califa de Bagdad, el gran beneficiado de las políticas de Saladino. La desconfianza profunda entre Saladino y Nur al Din -debemos recordar que eran los dos cabezas visibles de las únicas fuerzas operativas islámicas en torno a Jerusalén- acabó en 1174 al fallecer Nur al Din en el verano de ese año. En noviembre Saladino, reconocido por los gobernadores de Siria, entraba en Damasco. En 1175 venció en la batalla del río Orontes a una coalición árabe que se le enfrentó para evitar su control sobre el norte de Siria (Alepo y Mosul), tras esta victoria, su figura política, debidamente difundida por la propaganda, fue reconocida en todas las áreas islámicas de la zona salvo en el sultanato Rum, que quedaba fuera del teatro de operaciones por el momento. En todo este proceso de toma del poder en Siria, Saladino fue acosado con frecuencia por los hashashin. Los hashashin fueron una secta chií fundada hacia el s. X por Hasan bin Sabbah, aunque probabemente existieran con anterioridad. Su existencia tiene poco que ver con los cruzados y mucho que ver con las divisiones árabes entre chiíes y sunníes. Se trató de una organización extendida por Egipto y Siria que tuvo un papel destacado en la defensa del credo chií, dentro de cuyas filas militaron en la versión más radical, el ismaelismo. La importancia de sus acciones fue relativa, no fueron muy numerosos y su actividad se redujo a los asesinatos selectivos de aquellas personalidades políticas o militares que pudieran ser una amenaza para sus intereses. Saladino fue uno de sus objetivos, intentaron atentar contra él en diversas ocasiones y en una de ellas, casi consiguieron matarlo aunque, finalmente, Saladino salió ileso y con el aura de elegido por el destino (baraka), una cuestión muy a tener en cuenta en la cultura islámica de la época. En 1175 intentó el asalto a varias fortalezas de la secta, sin éxito. En uno de estos sitios, el de la fortaleza de Masyaf, Saladino fue advertido en su propia tienda mientras dormía por uno de los hashashin, la evidencia de la imposibilidad de derrotarlos le llevó a un pacto con el jefe de los hashashin, Sinan, mediante el que acordaron no agredirse mutuamente en lo sucesivo. A finales de 1175, Saladino retornó a El Cairo, desde comenzó la proyección práctica de su política, fundando la dinastía ayubí. Había conseguido unificar bajo su mando Siria y Egipto, pacificar las revueltas internas en ambos territorios y estaba, desde ese momento, en condiciones de erigirse en el adalid del Islam atacando a los cruzados del reino de Jerusalén, ésta fue la base para el gran giro de los acontecimientos que se vislumbraba desde ese año. En el bando cruzado, los sucesos del fallido sitio de Damasco y Ascalón por parte de la segunda cruzada evidenciaron un problema sistémico. La política feudal impedía -en Oriente Próximo y en cualquier sitio- una acción conjunta prolongada en el tiempo. Los intereses feudales eran básicamente, intereses personales, privados y no existía un mando unificado que guiara la política de los principados en Palestina, ni el papa de Roma, con su preeminencia religiosa, pudo reorientar a aquellos que solo buscaron en el fondo, cumplir su sueño dinástico privado y no el interés común como europeos. Por todo ello, la presencia estable de occidentales en esa zona solo se conseguirá tras la formación de naciones e imperios que controlarán la política a nivel planetario, en este caso, en los años iniciales del s. XX y tras el desalojo del imperio Turco de la zona.