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Este artículo es una publicación de la Corporación Viva la Ciudadanía Opiniones sobre este artículo escribanos a: semanariovirtual@viva.org.co www.viva.org.co El “centro” ya no es lo que era: La patronal alemana y el efecto-resaca de los éxitos electorales de La Izquierda Tom Strohschneider Analista político alemán y escritor del semanario de Izquierda Freitag. Traducción para www.sinpermiso.info: Amaranta Süss Puede que sea casualidad, pero de todos modos hay que contar la historia. El lunes de esta pasada semana podía leerse en un semanario hamburgués en qué pensaban diplomáticos occidentales cuando, en 1976, parecía posible un triunfo electoral de los comunistas italianos. Hubo entonces planes de apoyo a un golpe de Estado por parte de la derecha militar. El PCI, sin embargo, siguió en la oposición, y el “golpe quirúrgico limpio” no tuvo lugar. Las investigaciones en que se apoya el artículo del semanario Spiegel aparecieron a mediados de enero en el diario italiano La República. A los lectores alemanes se les contaba esta historia precisamente el día después de las elecciones de Hamburgo, que habían sido calificadas en campaña electoral con la terrorífica etiqueta de posible escalada “comunista“ hacia el poder. Los triunfos electorales del partido de La Izquierda ni tienen que ver con el comunismo, ni lo promueven. Y por eso las reacciones de quienes podrían temerlos son más contenidas que las que en su día se dieron en Italia. Organizaciones patronales y directivos de empresas, es verdad, se han lamentado elocuentemente del “fantasma amedrentante” de un bloque de centro-izquierda (así el portavoz de los industriales alemanes, Werner Schnannauf), pronosticando, en caso de una participación en el gobierno del partido de Oskar Lafontaine, el ”empeoramiento del clima inversor” (así el jefe de la organización de empresarios exportadores, Antón Börner), o incluso la degradación de Alemania como plaza económica competitiva. Pero el jefe de los industriales metalúrgicos, Martín Kannegiesser, cuya organización se ha preocupado mucho por la “nueva economía social de mercado” discrepa: aquí, en Alemania, no hay que contar con una “insurrección callejera y autos ardiendo”, como en Francia e Italia. Los éxitos de La Izquierda “no nos deben arrastrar a malas interpretaciones“. Lo que las organizaciones económicas y otras instituciones aledañas “ven con la mayor de las preocupaciones” –declara el presidente de los industriales, Jürgen Thumann— es otra cosa: la Unión [democristiana] misma, a la que, en otoño de 2005, los electores le estropearon su maridaje con el partido liberal, se está corriendo en su opinión hacia la izquierda. Patrick Adenauer, jefe de la asociación de empresas familiares, piensa que la CDU [Unión Democristiana] y la CSU [Unión Socialcristiana, de Baviera] no deberían seguir dejándose dictar la agenda política por Oskar Lafontaine”. Y el presidente de la federación de industriales alemanes, Thumann, ha exigido que la política “deje ya de hablar exclusivamente de justicia y redistribución” –como si en la República Federal Alemana, se anunciaran a diario acciones benefactoras a favor de los pobres—. “La política”: eso, para los empresarios, quiere decir sobre todo el partido de la señora Merkel, en cuyo éxito en las elecciones de otoño de 2005 depositaron tantas esperanzas... y tantos dineros. Ese año, los donativos a la CDU ya la CSU procedentes de personas jurídicas –es decir, de sociedades anónimas de acciones y de sociedades limitadas— se habían casi doblado en relación con el anterior. Poco a poco, la decepción con la mujer que venía del este fue propagándose: Merkel entró, desde luego, con “planes valientes“, dice la cúpula de la corporación Allianz. “Pero, entretanto, parece haber perdido de vista el objetivo esencial de lograr un crecimiento y una ocupación duraderos”, opina el jefe de la Bayer, Werner Wenning. Y en eso tiene parte La Izquierda. Su auge ha puesto bajo presión al partido socialdemócrata, y la reacción de éste repercute a su vez en la democracia cristiana, su compañera de coalición gubernamental. Todo el trabajo del gobierno, se queja Wenning, se ve crecientemente subordinado a los cálculos electorales. La gerente del instituto demoscópico Allensbach, Renate Köcher, caracterizaba recientemente así la reacción de la CDU al “efecto-resaca de La Izquierda”: “Ante la ampliación de las opciones en la parte izquierda del espectro político, [la CDU] se abroquela en su llamado a tender a la mayoría mediante la moderación y el centrismo, con la pretensión de encarnar el centro”. El “nuevo centro” del año 2008 ya no tiene mucho que ver con aquella consigna de la era Schröder, con la imagen novosocialdemócrata de una nueva base de “empleados y trabajadores autónomos con calificación educativa situados en los ámbitos centrales de la nueva economía”, así como en “posiciones de plena responsabilidad”. En el “centro” de hoy, el papel de atributos como la potencia económica, la responsabilidad personal y la concurrencia es menor que ... sí, dígase así: es menor que el de los valores de izquierda. Los investigadores demoscópicos de Allensbach han realizado un sondeo sobre las expectativas de los individuos respecto de un partido de centro como el que aspira a ser la CDU. Una mayoría menciona “sobre todo, el compromiso con la igualdad de oportunidades educativas, la limitación de las desigualdades sociales y la representación de los intereses de la gran mayoría de la población”, según Köcher”. “En gran medida”, se asocian también al concepto de centro “un robustecimiento de la asistencia y las garantías sociales y una defensa del Estado social”. Así pues, el “centro” no se entiende ahora ya tanto como freno o limitación de los contenidos de izquierda, “sino, al menos parcialmente, como integración de esas posiciones”. De esa situación no quieren salir trasquilados los directivos de empresas y las organizaciones de la patronal. El día después de las elecciones en los estados de Hessen y de Baja Sajonia, por ejemplo, se reunió en Berlín un ilustre grupo de pretendidos orientadores de la política económica, que resolvieron lanzar una campaña. Antes de que el gobierno de la señora Merkel llegue a fijar ulteriores niveles de salario mínimo, habría que reconquistar la soberanía aérea sobre las tertulias y las conversaciones de despachos y pasillos. La Gran Coalición, dice el presidente de los empresarios alemanes Dieter Hundt, no debería ir aquí a la zaga de los “aldabonazos retóricos de la izquierda”. No es fácil, a la vista de los recientes casos de evasión fiscal, de la “justicia de dos clases” en los procesos instruidos a propósito de los viajes de placer en Volkswagen y de las revelaciones sobre los ingresos de sus directivos. No es fácil, sobre todo, para políticos obligados a preocuparse por los resultados electorales. El profesor berlinés de economía Joachim Schwalbach llamaba hace ya un tiempo la atención sobre la posibilidad de que, con sus “agresivas intervenciones”, los políticos pudieran socavar los cimientos de la economía social de mercado. Apuntaba entonces a representantes de la CDU y la CSU, que no desaprovechaban ocasión de hacerlo en campaña electoral. El mensaje ha llegado a la Unión [democristiana]. El “salvaje sometimiento” a ejecutivos y empresas recuerda a los “llamamientos a la lucha de clases”, opinaba recientemente el político democristiano Josef Schlarmann. Que alguien, por ejemplo, La Izquierda, responda a esos llamamientos, no es cosa que deban temer por ahora ni la economía ni la Unión.