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6 HERALDODOMINGO 19 de septiembre de 2010 Historia La vida en Caesar Augusta DOMUS, DULCIS DOMUS El ‘hogar, dulce hogar’ de la Zaragoza romana era un espacio de reunión y placer. La ciudad contaba con bloques de viviendas y mansiones ajardinadas y los ciudadanos disponían de agua corriente y comodidades. El Museo Provincial de Zaragoza invita a los visitantes a conocer cómo vivían aquellos aragoneses Texto DAVID NAVARRO Fotos MUSEO PROVINCIAL DE ZARAGOZA S i pudiéramos viajar atrás en el tiempo y visitar las casas romanas de Caesar Augusta nos quedaríamos sorprendidos por su austeridad. No había tantos lujos ni bacanales como las películas nos han hecho creer”. Miguel Beltrán, director del Museo Provincial de Zaragoza, está acostumbrado a dar saltos en el tiempo. Al menos, con su imaginación. Y describe entusiasmado la vida cotidiana de los aragoneses romanos, cuyo espíritu impregna las salas del museo zaragozano. Según Beltrán, algunos aspectos El lujo de tener un mosaico Entre las calles de La Zuda y la plaza de San Antón de Zaragoza se encontró en 1944 este hermoso mosaico que hace casi dos mil años adornaba el salón de una vivienda. Representa a Orfeo, y los animales y plantas servían a los habitantes para crear una estancia idílica. “Solo los más acaudalados podían permitirse adornar sus hogares con mosaicos –aclara el director del Museo Provincial, Miguel Beltrán–. Los menos afortunados tenían que conformarse con las paredes desnudas y los suelos de grava”. Los temas de los mosaicos y pinturas murales estaban relacionados con la estancia que adornaban, con Baco y sus fiestas en el salón e imágenes eróticas y sensuales en el dormitorio. Los famosos banquetes “La comida en Caesar Agusta era muy variada, se consumía aceite, legumbres, hortalizas y carne de cerdo de la región, vino de la Tarraconense y gran cantidad de salazones de la Bética –enumera el historiador Miguel Beltrán–. Conservar los alimentos era un problema y mediante salsas de sabor muy fuerte se camuflaban los malos sabores y olores que pudieran tener”. Una forma habitual de cocinar la carne era hirviéndola primero y después friéndola, con el fin de que al masticarla resultara más blanda. Se comía en el reclinatorio, una postura que nos resulta popular porque se muestra en muchas películas. La mujer de la Zaragoza romana se encargaba de organizar la casa y controlaba las cocinas; el hombre despachaba asuntos y se reunía con amigos en un ‘triclinium’ similar al de la fotografía. Un brasero para calentarse Hasta el siglo XI no se inventó la chimenea, pero los romanos tenían maneras diversas de calentar las casas y escapar del frío. Los braseros eran una manera muy popular de caldear una habitación y no requerían grandes cantidades de combustible. Las termas tenían calefacción central, mediante falsos suelos y paredes tras los cuales circulaban tubos que transportaban agua caliente. En Roma, algunos palacios disponían de esta sofisticada calefacción. de la Zaragoza romana se parecen mucho a los de la ciudad actual. “Los habitantes pobres vivían en bloques, en pequeñas habitaciones y, los más acaudalados, en casas aireadas y con jardín”. Los cimientos y algunos de los objetos cotidianos de esas viviendas ‘de lujo’ se han conservado hasta la actualidad y han permitido a los investigadores dibujar cómo era el día a día de nuestros antepasados romanos. “Ánforas, cofres, mosaicos, esculturas, piezas de tocador, menaje... –enumera Beltrán–, nos indican que la cultura romana instau- ró el concepto del bienestar y el confort, con espacios para deleitarse y convivir. Era habitual contar con agua corriente en las casas e incluso en otras regiones romanas había calefacción en el hogar. En Hispania, el Convento Caesaragustano, que englobaba el actual Aragón y otras zonas vecinas, veía a Roma como un ejemplo y trataba de imitarla”. Sin embargo, la capital pronto desarrolló una identidad propia. Adaptaba las modas que venían de la vieja Roma, pero con el toque aragonés. “Cada sociedad tenía su matiz y Caesar Augusta era diferente de otras colonias galas o romanas. Los motivos decorativos en la alfarería eran distintos, por ejemplo. Si fuera de Hispania abundaban los motivos eróticos, apenas se aprecian en los hallazgos excavados en Aragón. ¿Éramos una sociedad más mojigata? Puede ser, no lo sabemos”. En Zaragoza capital, los restos romanos apenas han sobrevivido. Sobre los solares de Caesar Augusta se levantó la ciudad medieval y los trazos romanos casi se han perdido por completo. “Los zaragoza-