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LATÍN I. TEMAS DE LEGADO: 2ª EVALUACIÓN UNIDAD 5: LAS EDIFICACIONES PRIVADAS: LA CASA ROMANA. 1. La domus La domus está orientada hacia el interior, carece de ventanas y vista exterior; solían tener dos plantas y en la parte delantera podía tener tabernae, dependencias que se alquilaban como locales comerciales abiertos a la calle. La casa se construye alrededor de un patio central, el atrium, espacio cuadrangular que tiene una abertura en el techo, impluvium, bajo el que se construye una especie de piscina o pilón, compluvium, destinada a recibir el agua de lluvia almacenada en unas cisternas subterráneas. En torno al atrium, había distintas estancias: los cubicula (dormitorios), el triclinium (comedor), la culina (cocina) y el lararium (hornacina en la que se celebraban los rituales domésticos). El atrium comunicaba con el exterior a través del vestibulum, una especie de sala de espera en el que se situaban los clientes para el ritual de la salutatio. El tablinum era el despacho del paterfamilias y comunicaba el atrium con la parte posterior de la casa (el peristylum); también había un pasillo (andron) que comunica ambas partes de la casa. Para la vida privada se adosaba a esta parte de la casa otra, lejos del ruido de la calle, con una estructura que seguía el modelo que las casas griegas y que era más abierta, más espaciosa, más cómoda y más lujosa. Se centraba en torno a un amplio jardín interior rodeado de columnas, el peristylum, al que se abrían los cubicula, el triclinium (comedor donde se hacían los grandes banquetes romanos), la exedra (estancia ricamente decorada donde permanecía la familia), Las casas más lujosas tenían además un hortus (huerto) adosado al peristylum, así como un sistema de canalización de aguas muy desarrollado, y balnea (baños con sistema termal completo). 2. La villa La villa era la casa de campo, aunque podía tener distintas modalidades: Villa rustica. Eran construcciones muy complejas que en época tardía dieron lugar a auténticos poblados. Se construían en el lugar más favorable del latifundio. El edificio constaba de una vivienda para el amo o el villicus (capataz), otras para los esclavos y sus familias, corrales, cuadras, termas, cocinas y comedores, grandes almacenes para el grano, molinos, prensas para el vino y el aceite, bodegas, etc. Estas dependencias estaban todas alrededor de un gran patio cerrado en el que se guardaban los carros, arados y aperos, provisto de pozo y pilones de agua. Disponía incluso de calabozo para los esclavos que cometían faltas y de cementerio. Villa urbana. Era una vivienda de vacaciones de los grandes latifundistas, normalmente separada de la construcción dedicada a la explotación agrícola. Esta vivienda de recreo estaba situada en el lugar más privilegiado del latifundio o en parajes escogidos o incluso junto al mar. Disponía de todas las comodidades y lujos de la domus de la ciudad y su estructura era similar, salvo que éstas eran solo de una planta y no disponían de tabernae; solían estar rodeadas de jardines, estanques o bosques y contaban con multitud de estancias y zonas apropiadas a las diferentes estaciones del año. Todo romano que se preciara aspiraba a tener una; los más ricos e influyentes tenían varias. 3. La insula. Este tipo de vivienda era donde vivía la plebe romana y eran de alquiler. Eran grandes bloques de pisos de cuatro o cinco plantas que ocupaban una manzana entera. La parte baja se dedicaba a tabernae y los pisos superiores se distribuían en pequeños cuartuchos independientes donde vivían hacinadas familias enteras. Tenía un patio interior desde el que se accedía a la vivienda con una escalera exterior. A diferencia de la domus, la insula disponía de ventanas (sin cristal ni persianas) que daban a la calle. Sus materiales y las técnicas utilizadas en la construcción eran lo más baratos posible, por lo que con frecuencia sufrían derrumbamientos e incendios. Domus. NOTA: Está mal puesto el término latino designado a las habitaciones: es cubiculum y cubicula (no cubicolum o cubicola). UNIDAD 6: EL IMPERIO ROMANO II El imperio romano abarca cinco siglos (27 a.C. -476 d.C.), divididos entre un periodo ascendente (siglos I y II d.C.) y otro periodo de decadencia y descomposición (fines del siglo III al V). II. Época de decadencia del Imperio (siglos III-V) 1.1. Los Severos. Como ya hemos comentado, el territorio comenzó a resquebrajarse y la muerte de Cómodo no mejoró la situación al encontrase el Imperio sin un gobernante. Por ello, las legiones de Iliria pasaron a la acción y proclamaron emperador a Septimio Severo, dando lugar con este a una nueva dinastía: Los Severos. Septimio Severo (193-197). Intentó asegurar la continuidad del Imperio. Caracalla (197-217). Hijo de Septimio Severo, su gobierno estuvo marcado por grandes contrastes. Embelleció la ciudad de Roma y extendió, en el año 212, el derecho de ciudadanía a todos los habitantes libres del Imperio. Finalmente, fue asesinado en el año 217. Heliogábalo (217-222). Supuesto hijo bastardo de Caracalla, su gobierno no hizo mejorar la situación desastrosa en la que se encontraba ya el Imperio. Alejandro Severo (222-235). Se ocupó un poco más de los asuntos del Estado, aunque no consiguió grandes progresos. También fue asesinado. La situación era caótica y lo siguió siendo durante los siguientes cincuenta años (235-284), en los que se sucedieron casi veinte emperadores. 1.2. El dominado. Los pueblos aledaños al Imperio intentaron aprovecharse de la situación de inestabilidad y caos que vivía el Imperio para rebelarse y recobrar su independencia. El final del Imperio podría haber llegado si no llega a ser por la intervención de Diocleciano, quien se percató de la situación y tomó las riendas del Imperio. Diocleciano creó el dominatus, un despotismo monárquico de tipo militar encarnado en su persona. Él se llamó a sí mismo dominus, es decir, dueño y señor de los destinos de Roma, dando a entender al pueblo que la institución que encarnaba era de origen divino. 1.3. La tetrarquía. Diocleciano, consciente de la imposibilidad de gobernar uno solo un territorio tan extenso, propuso compartir con Maximiano las responsabilidades del mismo, creando así la tetrarquía, un gobierno de cuatro en el que dos augusti y dos caesares se repartían el poder. 2.3.1 La primera tetrarquía. El dominus fue siempre Diocleciano, pero el título de augustus lo regentaron los dos; éste se encargó de los asuntos de Oriente y Maximiano de los de Occidente. A su vez, se nombró caesares a dos generales, Constancio Cloro y Galerio, con la intención de garantizar la continuidad de un sistema de responsabilidad compartida. 2.3.2. La descentralización del Imperio. Ninguno de los cuatro dirigentes tenía su sede en Roma. Maximiano regía desde Milán la parte más meriodinal del Imperio; Constancio Cloro, desde Tréveris, gestionaba Galia y Britania; Galerio, desde Sirmio, gobernaba las provincias que iban desde el sur del Danubio hasta el mar Negro, y Diocleciano hacía lo propio con las provincias más orientales desde Nicomedia. La descentralización estuvo además acompañada de medidas de tipo político, militar, administrativo y social. Diocleciano dividió las provincias en unidades administrativas más pequeñas; reforzó la vigilancia y fortificación de las fronteras; mejoró y amplió la red de calzadas; realizó una reforma fiscal que supuso la entrada en vigor de multitud de leyes; además, persiguió a los cristianos, pues atentaban contra los cimientos religiosos del Estado. Siguiendo las prescripciones legales de Diocleciano, veinte años después de acceder al poder, él mismo y Maximiano debían abandonarlo. 2.3.3. La segunda tetrarquía. Los dos caesares, Constancio Cloro y Galerio, pasaron a obtener el título de augustus, ocupando las plazas de Maximiano y Diocleciano, respectivamente. Los problemas llegaron a la hora de ocupar las dos plazas vacantes de caesares. Había cuatro candidatos: Severo, Maximino Daya, Majencio y Constantino. El gobierno no cuajó y el equilibrio se acabó rompiendo. Comenzó la lucha abierta por el poder absoluto, de la que resultaron victoriosos Constantino y Licinio. 1.4. Constantino. Licinio y Constantino acordaron que uno sería el responsable de los asuntos de Oriente, y el otro, de los de Occidente, pero este acuerdo duró poco. La lucha por la posesión total del Imperio se saldó con la victoria de Constantino. En el 313 Constantino, mediante el Edicto de Milán, proclama libertad religiosa entre los cristianos, llegando él mismo a bautizarse en su lecho de muerte. El emperador trasladó la capital del Imperio a la antigua Bizancio y sobre ella fundó una nueva que llevó su nombre, Constantinopla. En el 337, Constantino, poco antes de morir, dividió el Imperio entre sus tres hijos menores. 1.5. La división y el fin del Imperio. La decisión de Constantino marcó el principio del fin. Sus hijos se enzarzaron en una serie de guerras civiles durante sesenta años; situación que aprovecharon los bárbaros atacando Britania y Galia. Teodosio el Grande (388-395). Reforzó las fronteras amenazadas y recondujo la situación política interior. El cristianismo siguió avanzando y todas las formas de paganismo fueron abolidas. Consciente de que un solo hombre ya no podía sostener el imperio solo, decidió dividirlo entre sus dos hijos: Arcadio, que recibió el Imperio de Oriente, y Honorio, el de Occidente. 1.5.1. La caída del Imperio Romano de Occidente. Alarico, Teodorico y, posteriormente, Atila causaron numerosos daños en Italia, hasta que, finalmente, penetraron los pueblos germánicos en Roma y Genserico saqueó la ciudad. Rómulo Augusto fue el último emperador romano de Occidente. Corría entonces el año 476. 1.5.2. La caída del Imperio Romano de Oriente. La caída del Imperio de Occidente favoreció el aislamiento y la independencia del Imperio de Oriente. El emperador Heraclio I dejó de usar el latín como lengua oficial a favor del griego en el año 620. Esta etapa se conoce como “Época Bizantina”. En 1453 los turcos otomanos tomaron Constantinopla, llegando a ser el final de una cultura y el comienzo de una nueva era. UNIDAD 7. LA RELIGIÓN ROMANA Los romanos, pragmáticos y tradicionales, concibieron la religión desde un punto de vista más práctico que contemplativo. A través de la religión pretendían granjearse el favor de la protección de las divinidades ante todos los males y contratiempos de la vida. Los romanos dedicaban rituales a sus dioses, les hacían ofrendas y sacrificios, a cambio de que ellos les protegiesen. Los romanos eran politeístas in extremis, prácticamente tenían un dios para cada momento del día y para cada etapa de la vida. Además, adoptaron y asimilaron a su religión cultos y dioses de otras culturas; el mejor ejemplo es el cristianismo, que acabó suplantando a la religión pagana. 1. LA RELIGIÓN ROMANA A diferencia de los griegos, que buscaban en la religión la respuesta a ciertos enigmas de la naturaleza, así como crear las historias míticas de los dioses olímpicos, los romanos, en cambio, buscaban protección en una religión basada en el culto y el ritual por temor a los dioses. El romano concibió a veces la religión como un contrato entre el hombre y la divinidad; a cambio de sacrificios y demás actos de culto, los dioses protegerían al romano, que era propenso a la superstición. Además, Roma, al ampliar sus fronteras y extender su poderío, entró en contacto con pueblos que tenían ideas religiosas y divinidades distintas; Roma las asimiló, las transformó o las adaptó según los casos. Así, el resultado fue un mosaico de creencias, cultos y rituales difícil de ordenar. A ello se debe unir el estallido del cristianismo en época imperial y su progresivo e imparable auge. Roma, aunque persiguió con ahínco a las primeras comunidades cristianas, fue conciliadora y tolerante con las religiones extranjeras. 2. CULTOS Y RITUALES En la religión romana había tres tipo de culto bien diferenciados: el culto popular, el culto familiar y el culto público. A. El culto popular. Era básicamente un culto agrario; en sus orígenes era un culto de los primitivos plebeyos de Roma. Ceres era la diosa que gozaba de mayor favor; en su honor se instituían y se celebraban sacrificios y rituales, a fin de asegurarse cosechas prósperas. Esclavos e individuos de las capas más bajas de la sociedad profesaban culto a los lares compitales, esto es, divinidades de los caminos y encrucijadas. B. El culto familiar. La importancia que la familia tuvo en Roma se reflejaba en la religión. Se decía, incluso que, en Roma, cada casa era un templo. Si el culto popular era en sus orígenes propio de los plebeyos, el familiar era el de los patricios. Estos rituales no eran homogéneos; cada familia podía organizarlos de forma diferente, dentro de unas orientaciones básicas comunes. El paterfamilias era el ministro oficiante. Tres son las direcciones en las que se orientaban estas prácticas religiosas de tipo familiar: el culto a los antepasados, el culto al hogar y el culto a los muertos. El culto a los antepasados se concentraba en torno al fundador de la gens, la familia o estirpe patricia. El culto al hogar era un buen exponente del amor del romano por su casa. Todos los miembros de una familia tenían sus divinidades protectoras. El lar familiar, genio (genius) fundador del hogar, protegía a todos los que vivían en la casa. Los penates, etimológicamente, “divinidades de la despensa”, eran los encargados de asegurar el sustento cotidiano a los miembros de la familia. El culto a los muertos, tal vez etrusco, tuvo una gran influencia entro los romanos. Sus almas podían ser nocivas para la familia, por eso era necesario aplacarlas. Los manes eran los espíritus de los antepasados. C. El culto público. Los rituales básicos de la religión romana eran la plegaria y el sacrificio. El romano concentraba toda su energía en realizar las operaciones rituales de forma un tanto rutinaria y exacta. El temor era el único sentimiento que afloraba; miedo a confundirse, miedo a no saber correctamente las fórmulas, miedo a pasar por alto alguna ceremonia del ritual. 3. LAS DIVINIDADES Los primitivos romanos rendían culto a una serie de divinidades genuinas (indigetes), arraigadas en la mentalidad popular. Algunas de ellas eran: Ceres, diosa de los frutos de la tierra; Faunus, dios del ganado; Flora, diosa de las plantas; Janus, dios de la luz y de las entradas, a quien se erigió un templo a la entrada al foro en época temprana; Pomona, diosa de los frutos y los árboles; Saturnus, dios de las semillas; Vertumnus, dios de las estaciones y del comercio; Vesta, diosa del hogar. En la época republicana se asimilaron algunas divinidades romanas con otras tantas griegas; se alteraron los nombres, pero, en muchos casos, las formas y los atributos de los dioses olímpicos griegos permanecieron inalterables. El panteón romano. Los romanos establecieron su propio panteón, compuesto por los siguientes doce dioses: JÚPITER (ZEUS): Hijo de Saturno y Ops (Rea), era el rey del Universo, dios del cielo y la meteorología: nubes, lluvias, vientos y tormentas. Sus atributos son el rayo, el águila y el cetro. JUNO (HERA): Hermana y esposa legítima de Júpiter, hija de Saturno y Ops (Rea), era la diosa del matrimonio y de la mujer casada. Sus atributos son una diadema, el pavo real y la granada. MINERVA (ATENEA): Hija de Metis y de Júpiter, nació adulta y armada de la cabeza de Júpiter después de que éste se tragara a su madre. Era diosa de la sabiduría, patrona de las artes y de los oficios y diosa de la guerra inteligente. Sus atributos son el casco y el escudo con la cabeza de Medusa, la lechuza y el olivo. Estas tres eran las divinidades principales del panteón romano. Las tres en bloque recibían culto en el Capitolio. Por ello se les llamaba la tríada capitolina. VENUS (AFRODITA): Es la diosa de la belleza y del amor. Sus atributos son la concha, las palomas y Cupido. Nació de la espuma del mar al mezclarse con el semen de Caelus (Urano). APOLO: Hijo de Júpiter y de Latona y hermano gemelo de Diana. Era el dios de la música, de la belleza masculina y de la profecía. El laurel es su símbolo y se le representa con una lira, con arco y carcaj y, a veces, con los símbolos del sol. Suele estar acompañado por las Musas. MARTE (ARES): Hijo de Júpiter y Juno, era el dios de la guerra y de la fuerza bruta. Sus atributos son las armas y el lobo. De sus amores con Venus nació Cupido. Era la divinidad predilecta de los romanos. DIANA (ÁRTEMIS): Hija de Júpiter y de Latona y hermana gemela de Apolo. Era la diosa de los bosques y selvas y de la caza, además de estar asociada al culto a la luna. Sus atributos son el ciervo, una media luna en la frente, el arco, las flechas y el carcaj. Suele estar acompañada por las Ninfas. CERES (DEMÉTER): Hija de Saturno y Ops, era la diosa de la agricultura y las cosechas. Sus atributos son la hoz, un manojo de espigas y amapolas y una antorcha. PLUTÓN (HADES): Hijo de Saturno y Ops (Rea), era el dios del mundo subterráneo. Subía a la Tierra poniéndose un casco que le hacía invisible. Está casado con Proserpina. VULCANO (HEFESTO): Hijo de Júpiter y Juno, cojo y poco agraciado, era el dios del fuego y de la fragua, el dios artesano que era ayudado por los Cíclopes. Estaba casado con Venus. Sus atributos son el yunque y el martillo. MERCURIO (HERMES): Hijo de Júpiter y una pléyade, Maia Maiestas (Maya, hija del titán Atlas), era el mensajero de los dioses para los griegos, en cambio, para los romanos era más aceptado como dios de los caminantes, comerciantes y ladrones. Sus atributos son un sombrero, alas en los pies y en el sombrero y el caduceo en la mano. NEPTUNO (POSEIDÓN): Hijo de Saturno y Ops (Rea), era el dios del mar, de las aguas y de los terremotos. En Roma nunca tuvo la importancia que realmente ejerció sobre los griegos. Sus atributos son un tridente, un carro tirado por caballos. Suele ir acompañado por nereidas y tritones. Quien conozca el panteón olímpico griego, echará en falta a DIONISO, conocido por los romanos como BACO. Precisamente por los excesos cometidos durante las bacanales (fiestas celebradas en su honor), su culto fue prohibido por el Senado en al año 186 a.C. BACO era hijo de Júpiter y de la mortal Sémele. Júpiter la mata embarazada y crió a su hijo en su muslo hasta que nació. Es dios de las viñas, del vino y del sentimiento. Es acompañado por un cortejo de sátiros, faunos y bacantes y de su esposa Ariadna. Sus atributos son una corona de pámpanos, llevando en la mano un tirso, un racimo de uvas o una copa. 4. OTROS CULTOS En época imperial el panorama religioso se amplió de forma notable. Por un lado, los romanos se vieron atraídos por cultos orientales, varios de ellos de carácter mistérico, dedicados a divinidades que prometían al individuo felicidad en el más allá y fomentaban su creencia en la vida de ultratumba. Así, Cibeles, Mitra, Isis y Osiris, entre otros, gozaron de gran predicamento entre los romanos. El cristianismo arraigó en las capas más modestas de la sociedad. Los cristianos fueron acusados de impiedad; se negaban a adorar a las divinidades oficiales y provocaban discordias callejeras. Se les persiguió y se les encarceló, pero ellos aceptaban la muerte con una entereza rayando en el fanatismo, hecho que desconcertó a los gobernantes del Imperio. Las persecuciones no lograron detener el avance de la nueva religión. A partir del Edicto de Milán (313), proclamado por Constantino, el cristianismo gozó de los mismos derechos que las demás religiones y acabó siendo la religión oficial. UNIDAD 7. FAMILIA, EDUCACIÓN Y OCIO. 1. FAMILIA. Para los romanos la familia era muy importante y sentían apego por ella. La familia romana giraba en torno a la noción de patria potestad y a la figura del paterfamilias, que era quien poseía todos los derechos. Con el tiempo, las costumbres sociales y familiares se fueron relajando y se acabaron por desmitificar la noción de patria potestad y la figura del paterfamilias; las relaciones entre padres e hijos se hicieron más fluidas, y la mujer ganó peso en la sociedad. La mujer tenía en Roma un papel más importante que el que tuvo la mujer en Grecia. Era compañera y ayudante del hombre; asistía a veces a recepciones y banquetes y compartía con el marido la autoridad sobre los hijos y sobre los sirvientes. Era partícipe también de la dignidad que tenía el marido en la vida pública. Nacimiento en Roma Al igual que en Grecia, los bebés (“infans”) nacían en casa, y la madre era asistida por las mujeres de la casa o por una comadrona, al tiempo que se invocaba a la diosa Juno Lucina, protectora de los nacimientos. El recién nacido era colocado a los pies del padre para aceptarlo como hijo legítimo o rechazarlo. Cuando lo aceptaba, si era niño, lo tomaba entre sus brazos, y, si era niña, ordenaba que se le diera de mamar. Para anunciar el nacimiento se adornaba la puerta con flores. Posteriormente, al octavo día, si era niño, y al noveno, si era niña, se celebraba una fiesta, llamada “lustratio”, en la que al nacido se le imponía el nombre, se le purificaba, se le entregaba la bulla (un amuleto) y se le realizaban sacrificios a los dioses. Aceptación de los hijos Al igual que en nuestra sociedad, las familias tenían pocos hijos para repartir sin dificultades el patrimonio, aunque la finalidad del matrimonio era tener hijos, por lo que era una obligación tenerlos, permitiéndose incluso la adopción en caso necesario. Como ya hemos dicho, los padres podían aceptar o rechazar a sus hijos, cuando los rechazaban, los niños eran abandonados a los pies de la Columna Lactaria en el templo de la “Pietas” en Roma. Estos niños (varones) podían ser recogidos por familias, ya como hijo, ya como esclavo o, en el caso de las niñas, para destinarlas a la prostitución. Los niños con problemas físicos eran también abandonados e, incluso, eliminados. Imposición del nombre al recién nacido En Roma, el varón disponía de tres nombres: praenomen o nombre propio abreviado y elegido entre diecinueve nombres; nomen, correspondiente al nombre de la gens o familia; y cognomen, un sobrenombre o apodo que se solía transmitir de padres a hijos. Ejemplo: Caius Iulius Caesar. PRAENOMINA A: Aulus Ap: Appius C: Caius Cn: Cnaeus D: Decimus K: Kaseo L: Lucius M: Marcus M’: Manius N: Numerius Sex: Sextus Sp: Spurius Ser: Servius O: Octavius P: Publius Q: Quintus T: Titus Ti: Tiberius Mam: Mamercus 2. EDUCACIÓN En la antigüedad, el objetivo de la educación era enseñar las virtudes y las costumbres necesarias para mantener las virtudes. Algunas de las características más importantes de la educación en Grecia y Roma son las siguientes: La educación no era obligatoria sino que era responsabilidad de los padres, por lo que estos pagaban directamente al maestro. La música y la gimnasia eran muy importantes en la educación. No existían propiamente las escuelas, sino que los maestros recibían a los alumnos en sus casas. Con el tiempo, en Roma se construyeron locales denominados schola o ludus. El maestro utilizaba pocos instrumentos para impartir sus clases; tan solo unos bancos, unas tablillas de madera enceradas, un estilete para los alumnos, una silla con respaldo (cathedra) y una fusta para castigar a los alumnos poco aplicados. En Grecia, los niños acudían a clase acompañados de un esclavo llamado pedagogo, que cuidaba de su seguridad, les llevaba el material escolar y les inculcaba buen comportamiento. En Roma, el pedagogo siempre era un esclavo griego que se encargaba de enseñar a leer y escribir a los niños hasta que iban a la escuela. Etapas de la Educación en Roma Hasta los 7 años los niños y las niñas recibían una educación en casa a cargo de sus madres y nodrizas. De los 7 a los 12 años los niños y las niñas acudían a la escuela primaria o elemental que recibía el nombre de ludus. A su frente estaba el magister ludi, que impartía nociones de lectura, escritura y cálculo. El horario incluía, al menos, seis períodos lectivos con una pausa para el almuerzo (prandium). Los niños (solo los varones) cuyos padres poseían medios económicos podían proseguir su formación en la escuela media de los 12 a los 16 años. Allí, el alumno se encontraba con un profesor frecuentemente de origen o ascendencia griega y de cultura notablemente amplia: el grammaticus. La tarea del grammaticus consistía en enseñar a los muchachos, además de matemáticas, música y gimnasia, a leer con soltura y a comentar textos de los autores griegos y latinos más importantes, aprendiendo, a su vez, gramática, geografía, historia, mitología y astronomía. Quien quisiera y pudiese proseguir los estudios accedería a la enseñanza superior desde los 16 hasta los 20 años, donde tenía la posibilidad de seguir cursos de Filosofía y Derecho, pero especialmente de Retórica y Oratoria, bajo la dirección del rhetor, experto en el arte de la oratoria y la palabra fluida. Conocer los secretos del buen hablar ayudaba a triunfar en la vida. En las escuelas de retórica, los alumnos realizaban ejercicios escritos y orales. Los ejercicios escritos consistían en comparaciones entre personajes de la historia o en la formulación de juicios críticos ante sus diversas decisiones y actuaciones. Adoptaban dos formas determinadas: controversiae y suasoriae. Los romanos, por otro lado, podían completar su educación con actividades que ejercitaban la formación física, la agilidad y la resistencia para la guerra. 3. MATRIMONIO La finalidad principal del matrimonio era tener hijos que perpetuaran la continuidad de la familia y los cultos y costumbres familiares, contribuyendo así a mantener el número de ciudadanos necesarios para la sociedad. En general, los matrimonios eran concertados por el padre de la novia, sin que ésta pudiera opinar al respecto, y se basaba en alianzas familiares. Las mujeres se comprometían muy jóvenes y se desposaban cuando comenzaban a ser fértiles, a los once o doce años. Los varones, sin embargo, podían casarse a partir de los catorce años, aunque solían hacerlo a partir de los treinta. En Roma, los contrayentes debían ser ciudadanos romanos, pues no tenían derecho al matrimonio ni los esclavos ni los bárbaros; además, debían pertenecer a la misma clase social, aunque con el tiempo se permitió el matrimonio entre patricios y plebeyos. Tanto en Grecia como en Roma, en la celebración del matrimonio se realizaban diferentes rituales. En Roma, al formalizarse el matrimonio, había que indicar de qué clase era ya que había dos modalidades: cum manu, donde la esposa dependía de la autoridad del marido pasando sus bienes a ser propiedad de este; y sine manu, donde la esposa seguía dependiendo de su padre pudiendo disponer de sus bienes. También había en Roma tres formas de legalizar el matrimonio: Confarreatio, ceremonia religiosa de época monárquica presidida por el Pontifex Maximus y diez testigos. Los novios unían sus manos en presencia de la pronuba (mujer casada univira) y el paranymphus (padrino de la boda), se cubrían las cabezas con el velo, rodeaban el altar familiar, ofrecían un pan de trigo al dios Júpiter y, a continuación, lo partían y comían. Coemptio, venta simbólica de la novia a su futuro esposo. Tenía carácter administrativo, realizándose ante cinco testigos y con la presencia de un portador de la balanza. Usus, una simple declaración de voluntad de unión conyugal por parte de una pareja después de llevar un año conviviendo juntos, sin interrupción de tres noches seguidas.