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Revista de Antropología Experimental nº 13, 2013. Texto 19: 297-308. Universidad de Jaén (España) ISSN: 1578-4282 ISSN (cd-rom): 1695-9884 Deposito legal: J-154-2003 http://revista.ujaen.es/rae LA CONSTRUCCIÓN DEL ISLAM A TRAVÉS DEL PRISMA ANTROPOLÓGICO: Planteamientos teóricos y metodológicos Néstor NUÑO MARTÍNEZ nuno7@hotmail.com THE CONSTRUCTION OF ISLAM THROUGH THE ANTHROPOLOGICAL APPROACH Resumen: En el contexto actual en el que vivimos, la población inmigrante muchas veces es definida como uno de los ejes principales de los problemas sociales. Bajo este principio de “culpabilidad” se mezclan un sin fin de ideas preconcebidas que existen sobre ellos, su cultura y su religión que, al mismo tiempo, son potenciadas y redefinidas continuamente a través de los diversos canales de transmisión de información que hoy en día son accesibles por una gran parte de la población española. Por este motivo, en este marco de confusión discursiva, es necesario que el investigador social posea determinadas herramientas de carácter teórico y metodológico que puedan serle de ayuda a la hora de afrontar un análisis de una realidad social muchas veces desconocida o plagada de prenociones con las cuales muchas veces ha sido socializado el propio investigador. Abstract: In the actual context we are living, the immigrant population is often defined as one of the main social problems. Under this idea of “guilt” are mixed countless preconceptions about them, their culture and religion. At the same time these ideas are continually enhanced and redefined through the different media channels that are accessible by a large part of the Spanish population. For this reason, in this discursive confusion the current researcher must have specific theoretical and methodological tools that may be helpful in the analysis of this social reality, because these tools are often unknown or have been interiorized with preconceptions belonged to socialization process. Palabras clave: Religión. Islam. Discurso. Orientalismo Religion; Islam. Speech. Orientalism 298 Revista de Antropología Experimental, 13. Texto 19. 2013 Introducción Abordar lo religioso a través del prisma antropológico no es siempre una tarea sencilla. Por un lado es necesario tener claras las distintas teorías que la propia antropología ha podido plantear sobre lo religioso en el último siglo y medio y, por otro lado, también es necesario conocer la particularidad que cada creencia religiosa tiene como “caso concreto” a la hora de plantearse su estudio. En lo referente al estudio del Islam, es importante remarcar estas ideas debido a la gran “confusión” que se construye más allá del academicismo sobre qué es y qué no es el Islam. Esto nos hace plantearnos una idea relevante que se intentará responder en este artículo, ¿qué se podría entender por Islam? ¿Cuáles podrían ser las mejores herramientas para estudiarlo? Más allá de intentar dar respuesta o criticar estas visiones basadas en el sentido común sobre qué es o qué no es el Islam, en este artículo se buscará generar un corpus teórico y metodológico que pueda ser de ayuda a la hora de estudiar esta cuestión clave, el Islam. Para ello, se centrará en exponer distintas herramientas de carácter teórico y metodológico que ayuden a proponer un conocimiento de Islam más cercano a la objetividad científica, centrándose principalmente en las perspectivas emic del mismo. Para llevar esto a cabo, se comenzará por presentar algunos de los antecedentes teóricos que han sido planteados por la antropología. Con ello se buscará dotar al lector de una pequeña noción de cuáles han sido los distintos progresos que la antropología ha realizado a la hora de enfrentarse a esos dilemas que plantean las religiones. Después, se pasará a exponer un marco teórico y metodológico con el que se buscará salir de esas nociones no científicas que se manejan sobre el Islam para así, dar otra visión del mismo y, al mismo tiempo, plantear distintas líneas teóricas que podrían ser usadas en una posible investigación. Por último, se planteará un hipotético estudio de caso concreto en el que se mostrará cómo se podrían aplicar los distintos conocimientos planteados en las anteriores partes del artículo. Con esta última parte, se buscará dotar a los planteamientos teóricos y metodológicos planteados de una utilidad práctica, rompiendo de tal forma ese abismo que en ciertas ocasiones se da entre teoría y práctica. Antecedentes teóricos: la religión tratada desde la Antropología Prácticamente desde el surgimiento de la disciplina antropológica, la religión ha estado presente en casi todas las investigaciones debido a que fue conceptualizada como una de las primeras formas de conducta simbólica, como el “nacimiento” del ser humano como ser cultural dotado de capacidades. En este contexto surgen distintas definiciones y clasificaciones de lo religioso que, a pesar de que a partir de los años 70 del siglo pasado cayeran en desuso debido a su declarado etnocentrismo, han supuesto la base de la antropología de la religión. Estas distintas definiciones de la religión que se dieron pueden encuadrarse dentro de dos categorías: las definiciones sustantivas y las ostentivas. Las definiciones sustantivas vendrían a ser aquellas que daban una definición clara y explícita de lo que era la religión y la naturaleza de lo religioso. Estas definiciones eran precisas y planteaban en término explícitos premisas de investigación y reflexiones posteriores, sin embargo tenían profundos sesgos etnocéntricos y academicistas, lo que implicaba que en muchas ocasiones fuera complicado aplicar estas definiciones al estudio de campo debido a la concreción de las misa, lo que podría dar lugar a sobreinterpretaciones en el trabajo de campo al tener que seguir, necesariamente, una definición tan concreta de la religión que ya de por sí marcaba qué podía remarcarse o desecharse como religioso. Revista de Antropología Experimental, 13. Texto 19. 2013 299 Por otro lado, estas definiciones resultaron de gran ayuda a la hora de definir determinados términos básicos que se encontraban ligados profundamente a lo religioso (como las ideas de creencia, mito, rito, sagrado, sobrenatural, culto, institución, experiencia, etc.) y que, posteriormente, han sido de gran relevancia para, por ejemplo, el desarrollo de otras subdisciplinas como la antropología simbólica o el embodiment paradigm. Algunas de estas definiciones que han sido más influyentes tanto en la época en que fueron expuestas como en la historia de la antropología son, por ejemplo, la que planteó Tylor en 1871, que definía la religión como la creencia en seres espirituales, o la que planteó Durkheim en su libro Las formas elementales de la vida religiosa, que identificaba la religión como, “un sistema solidario de creencias y prácticas relativas a cosas sagradas, es decir, separadas, prohibidas, creencias y prácticas que unen en una misma comunidad moral, llamada Iglesia, a todos los que se adhieren a ellas” (Durkheim, 1993: 98). Lo religioso para Durkheim era aquello relativo a lo sagrado, definiendo como sagrado aquello que se encontraba separado de lo profano y rodeado por determinado determinados usos concretos y prohibiciones: “Todas las creencias religiosas conocidas, ya sean simples o complejas, presentan una característica común: presuponen una clasificación de todas las cosas reales e ideales en dos clase […] designadas generalmente por dos términos distintos suficientemente bien traducidos por las palabras profano y sagrado. La división del mundo en dos dominios, uno que comprende todo lo que es sagrado y otro todo lo que es profano, es el rasgo distintivo del pensamiento religioso; las creencias, los mitos, los dogmas o las leyendas son representaciones, o sistemas de representaciones, que expresan la naturaleza de las cosas sagradas […] Pero por cosas sagradas no hay que entender simplemente esos seres personales que se llaman dioses o espíritus; […] cualquier cosa puede ser sagrada. […] El círculo de los objetos sagrados no puede, pues, ser determinado de una vez por todas; su extensión es infinitamente variable, según las religiones. Lo que hace que el budismo sea una religión es el hecho de que, a falta de dioses, admite la existencia de cosas sagradas, a saber, las cuatro santas verdades y de las prácticas que se derivan de ellas” (Durkheim, 1993: 82-83). Como se puede observar, a pesar de que estos dos autores dieran una definición concreta de lo que podría entenderse como religión y lo religioso, estas dos definiciones son radicalmente diferentes y han planteado distintas líneas de estudio en la disciplina a lo largo de la historia. Actualmente este tipo de definiciones no son muy utilizadas dentro de la práctica antropológica debido a los problemas ya comentados al respecto. Por lo tanto, es necesario pasar al siguiente tipo de definiciones propuestas para indicar otra posible forma, totalmente contrapuesta a la analizada anteriormente, de definir la religión y lo religioso. Las definiciones ostensivas, podría decirse que se encuentran más “asociadas” al propio trabajo de etnográfico in situ, en la medida en que proceden de la observación y el análisis etnográfico, por lo tanto, son los propios agentes sociales, miembros del grupo, los que dan una definición de lo religioso a través de las conductas, de las creencias y de las ideas. Este tipo de definiciones tienen evidentes ventajas con respecto a las sustantivas, en la medida en que aportan una definición de lo religioso con un carácter eminentemente emic, y 300 Revista de Antropología Experimental, 13. Texto 19. 2013 al no ser tan rígidas dotan de cierta posibilidad de cambio o reformulación, fruto de los análisis y de la vigilancia epistemológica del propio investigador. Sin embargo, también tienen ciertas desventajas como, por ejemplo, el uso de categorías arbitrarias o el de términos que, de alguna forma, podrían catalogarse como “teóricamente débiles” puede hacer que se caiga en una visión esencialista, redundante y circular de lo religioso (el pensar que lo religioso es lo que la religión hace). Dentro de estas definiciones ostensivas podrían encuadrarse las que plantearon, por ejemplo autores como Evans Pritchard, que en su análisis de la magia y brujería Azande asumió las nociones nativas tras categorizarlas y “adaptarlas” al pensamiento occidental (Pritchard, 1976). Dentro de la Antropología de la Religión existen otras corrientes teóricas, pero quizás sean estas dos las más relevantes en tanto que pueden ser útiles para conseguir los objetivos que se han propuesto anteriormente en la introducción del artículo. Ante la posible pregunta que quizás pueda estar haciéndose el lector al respecto de cuál de estas dos corrientes teóricas podría considerarse, de alguna manera, como “mejor” o “más útil” para conseguir llevar a cabo los objetivos propuestos, es necesario recalcar que ninguna de estas dos líneas teóricas debe ser tratada jerárquicamente, ya que ambas contienen elementos que pueden resultar útiles a la hora de enfrentarse al estudio del lo religioso en general y del Islam en particular. Posiblemente la capacidad de poder valorar críticamente cada una de estas teorías para, consecuentemente, utilizarlas según sea necesario, sea la forma más correcta de responder esa cuestión, ya que de esta forma se podrían solventar posibles problemas relativos a las prenociones o sobreinterpretaciones que se pudieran dar en un posible trabajo de campo. Una vez revisadas estas dos principales corrientes teóricas, se pasará a focalizar el contenido del artículo en el propio análisis del Islam como religión. Al mismo tiempo, cabe volver a recalcar que es necesario tener presentes estas referencias teóricas en la medidas en que pueden retomadas en un trabajo de campo actual con el fin de generar un conocimiento lo más objetivo posible de la propia religión. El Islam como elemento de lo oriental: la noción de orientalismo A lo largo de la historia del pensamiento “occidental”, ha existido una constante necesidad de construir la figura del “otro”, ese ser extraño que, de alguna forma, se encontraba alejado tanto geográficamente como social y culturalmente. Dada la necesidad de dar sentido a estos “extraños”, poco a poco fue construyéndose en el mundo académico el concepto de orientalismo como aquel en que se podía englobar el estudio de lo “oriental” pero, ahora bien, ¿qué podríamos denominar como orientalismo? ¿Y como oriental? Siguiendo las líneas planteadas por Said, el orientalismo vendría a ser “el modo de relacionarse con oriente basado en el lugar especial que este ocupa en la experiencia de Europa occidental” (Said, 2002: 19). De esta manera queda bastante clara esa estrecha relación del término con la propia idea que las sociedades europeas se ha “creado” de lo “oriental”. Avanzando un poco más en esta concepción de orientalismo, Said nos muestra cómo el propio concepto de orientalismo, a parte de ser una categoría propiamente etic, tiene un profundo sesgo etnocéntrico y esencialista: “la cultura europea ha sido capaz de manipular e incluso dirigir Oriente desde el punto de vista político, sociológico, militar, ideológico, científico e imaginario posterior a la ilustración […] el orientalismo no es un tema sobre el que se tenga libertad de pensamiento o acción” (Said, 2002: 22). pero que, sin embargo, sigue latente en el mundo académico a través de la idea de con- Revista de Antropología Experimental, 13. Texto 19. 2013 301 senso que plantea Gramcsi, según la cuál esas formas culturales predominarán por medio de la hegemonía. Esto sería lo que, según Said, daría al orientalismo la durabilidad y la importancia que actualmente tiene. De esta forma, se podría definir el orientalismo como una categoría de estudio en la cuál se encontrarían todos aquellos “universos sociales” que se encontraran alejados del prisma occidental. Ya de por sí, la propia dicotomía oriental-occidental engendra grandes problemas, sin embargo, si simplemente nos centramos en el análisis de lo que se entiende como oriental, Said plantea cómo es una construcción totalmente basada en las subjetividades y contraposiciones entre dos “universos culturales” a priori totalmente distintos que, sin embargo, son definidos como tal. Nos encontramos por lo tanto ante una herramienta de análisis que, más allá de ayudar a la concreción del estudio cultural, supone un sinfín de trabas y prenociones que hacen que ese mismo estudio de lo oriental pase a, por un lado, esencializarse y, por otro, generalizarse; la propia categoría de “oriental” es tan sumamente arbitraria y dispersa que únicamente da pie a que lo “oriental” sea entendido como un arquetipo de sociedades, culturas, gentes, lenguajes, estilos de vida o lógicas que tienen en común su diferenciación con aquello que es categorizado como “occidental”. Por lo tanto, cabría preguntarse, ¿hasta qué punto sería válido el utilizar el orientalismo para explicar el Islam? Al igual que ocurría con el concepto de área cultural planteado por Steward, el orientalismo da una visión de lo oriental totalmente arbitraria centrada en la diferenciación de sus gentes por medio de categorías como la religión, la “cultura”, las tradiciones, la organización social, lo “exótico” o la esencia nacional. Esta idea de usar estas categorías “macro” como base metodológica para los análisis culturales es bastante discutible como ya planteó Llobera (1990) en su crítica al concepto de área cultural mediterránea usada por los antropólogos anglosajones, por lo tanto sería necesario desechar esta idea de orientalismo a la hora de pretender construir el Islam desde un prisma antropológico, de ahí que sea necesario plantear una construcción del Islam alejada del propio etnocentrismo “occidental”. La construcción del Islam más allá del orientalismo Una vez analizadas y superadas las prenociones que arrastraba el concepto de orientalismo a la hora de abordar la construcción del Islam, es necesario centrarse tanto en las ideas que se han manejado sobre el Islam desde campos como la filología o la política como en los planteamientos teóricos que se han dado a través de la antropología y otras ciencias sociales. Autores como Talal Asad, han enunciado distintas concepciones que a través de la historia se han manejado sobre el Islam, mostrando al mismo tiempo, cómo no es una cuestión sencilla si no que debe ser tratada y reflexionada de manera muy particular: el Islam como recopilación de “ítems” de carácter heterogéneos designados por los informantes, el Islam como método de organización de la vida social y el Islam como objeto de estudio no teórico si no como una religión (Asad, 1986). Como se puede observar, cada una de estas ideas que se han manejado sobre el Islam remiten a una conceptualización totalmente distinta del objeto de estudio y difícilmente podrían ser utilizadas para un análisis antropológico del Islam debido a que se entiende el Islam como un “algo” alejado propiamente de la vida social, por lo tanto ¿qué podríamos, entonces, entender por un enfoque del Islam “válido” para la antropología? Autores como Brian Morris (Morris, 2006) dan algunas pautas de cómo debería enfocarse el estudio del Islam desde la antropología. Por un lado hace hincapié (al igual de Talal Asad y Said) en analizar el Islam en un contexto local, ya que no se puede entender el Islam como una estructura social o colección heterogénea de creencias; Morris lo define como una tradición, una tradición en la que además es necesario centrarse en el análisis de las distintas estructuras de poder que se manejan, no sólo en las creencias y en las prácticas, ya que en función 302 Revista de Antropología Experimental, 13. Texto 19. 2013 de estas estructuras los agentes adoptarán una serie de prácticas y creencias concretas con respecto al Islam, ya que como comenta M. Strathern, todos los agentes sociales se encuentran inmiscuidos en procesos sociales que influyen de manera directa en las decisiones que toman (Cowan, 2010). Al mismo tiempo, Morris plantea como esencial la necesidad de disociar la religión de la estructura social y de la idea de cultura, en el sentido de tradicionalmente se han relacionado todas las prácticas culturales con la religión y al mismo tiempo se ha conceptualizado al Islam como el eje central de la sociedad. En este sentido, Morris plantea que la cultura debe ser tratada en el mismo plano (por denominarlo de alguna manera) que la religión ya que, a pesar de la indudable influencia en la vida de las personas que tiene la religión, existen otras creencias, conceptos, motivaciones y actividades que influencian esa vida social a parte de la propia religión. Por otro lado, también existen planteamientos sobre cómo entender el Islam a través de la antropología. En este caso, autores como Geertz plantean una visión del Islam totalmente globalizada, proponiendo que la religión se sostiene mediante formas simbólicas pautadas y construcciones sociales. Según sus planteamientos, como cualquier construcción social, la religión cuenta con instituciones sociales que permiten que estas “imágenes” sean “atractivas” para los miembros de la sociedad. Al mismo tiempo, la religión forma parte directa de la organización social y cultural, y varía conforme lo hace la sociedad. De esta forma, la religión forma parte tanto de la vida social como de los propios individuos que forman parte de ella, emana de la cultura y es una parte esencial de la misma. Como se puede observar nos encontramos antes dos formas de entender el Islam bastante diferentes, ahora bien, en este artículo se pasará a utilizar el planteamiento teórico de Morris debido, principalmente, a que permite dar una visión de la religión más disociada de la “cultura” en la medida en que desde un principio no da lugar a que la religión pueda ser interpretada como un “todo” social que, de alguna forma, pudiera condicionar de forma activa, constante e implacable la vida de los agentes sociales. Al mismo tiempo, los planteamientos de Morris dan lugar a que se pueda articular una propia definición ostensivas (en este caso concreto) de lo que es religión, ya que una base importante del estudio religioso es ser consciente de que no es tan importante conocer cuáles es la visión institucional de la religión sino cuál es la que los propios fieles tienen de la misma (Christian, 1990, 1997). Por ello, es necesario tener en cuenta dos ideas clave: realizar un análisis del Islam desde lo local, como plantean los autores anteriormente citados y, al mismo tiempo, tener presente que el islamismo no puede ser considerado como un hecho social total sino que se construye y se reconstruye en la medida en que se va interpretando y re-interpretando de manera continua en cada contexto en el que aparece. Las religiones son constructos sociales, y por lo tanto, es necesario deconstruirlos para conocer cuál es su propia génesis. Para realizar esa deconstrucción es necesario utilizar distintas herramientas de carácter metodológico que se van a exponer a continuación. Con ellas se busca conseguir una mayor concreción en este objetivo que se ha propuesto al comienzo del ensayo. No deben ser tomadas como imprescindibles dentro del análisis del Islam, sin embargo pueden resultar bastante útiles a la hora de enfocar los distintos estudios sobre el mismo. El análisis histórico y discursivo como herramienta de análisis del Islam Como ya planteó Evans Pritchard en su ensayo Historia y Antropología (Pritchard, 1990), la historia puede ser una herramienta antropológica relevante dado que da una visión de los hechos desde el pasado, lo que ayuda a una posible reconstrucción de los mismos para poder entender cómo son aplicados en el presente. Esta idea puede ser perfectamente aplicada al análisis del Islam y, justamente autores ya citados como Geertz o Morris lo utilizan, lo que ayuda a conocer de qué manera el Islam Revista de Antropología Experimental, 13. Texto 19. 2013 303 se implantó en un determinado contexto social y, al mismo tiempo, cómo desde una propia perspectiva emic se entiende esa representación del Islam. Ahora bien, cabe preguntarse al respecto sobre qué tipo de historia podría considerarse como más válida o menos válida ya que, como bien plantea Lévi-Strauss en Raza e historia (Lévi-Strauss, 1996), la propia historia es un constructo social que no debe ser utilizado arbitrariamente, si no que necesita de su propia deconstrucción. En este caso concreto, Strauss distingue dos tipos de historias según el “punto de vista” desde el que se mire la cultura, la acumulativa y la estacionaria. La acumulativa vendría a ser aquella que tiene relación con nuestra propia cultura, o sea, la que tuviera un cierto “significado” para nosotros, y la estacionaria la que no se “ajustaría” a nuestros sistemas de referencia históricos (vendría a ser la historia de aquellas culturas lejanas). Teniendo estos conceptos presentes, sería necesario tener en cuenta la historia del Islam desde dos puntos de vista, desde el de la propia gente cuya cultura está ligada al Islam y desde el nuestro. El cómo se construye el Islam desde “occidente” ya se ha analizado anteriormente en el artículo, por lo que ahora es necesario hacer hincapié en el propio conocimiento nativo. Sin embargo, llegados a este punto cabe preguntarse ¿cómo se podría obtener un conocimiento histórico nativo sin caer en la redundancia que podría suponer la opinión de un agente o grupo de agentes sociales que, de alguna forma, pudieran “monopolizar” esa noción de historia según sus propios intereses? Para responder a estar cuestión, es necesario analizar otra herramienta teórica que complementa a este interés por construir una historia que se acerque lo más posible a la objetividad: el discurso. Para tratar esta idea de discurso es necesario referirse a los planteamientos que propuso Focault al respecto (Focault, 1980). La primera idea que hay que manejar al respecto del discurso es que, al igual que la historia, el discurso ha de considerarse como una construcción en la que el propio sujeto del que “obtiene” poder, es el propio sujeto el que le atribuye relevancia y fuerza al discurso. Teniendo esto en cuenta esta idea, Focault sigue avanzando que el discurso está compuesto poder determinados objetos que, a su vez, se encuentran modelados a través de un “régimen existencial”, una realidad que vendría a ser la que contendría unos objetos (aquellos que se considerarían legítimos dentro de un marco ideológico concreto) frente a otros (que, aunque también existirían, se considerarían penados). Estos objetos se irían intercalando a lo largo de la práctica discursiva, haciendo referencia a tres temas o “instancias” centrales (el poder, la subjetividad y el saber) que, a su vez, deberían ser buscadas dentro de las superficies de emergencia que tienen como función “mostrar dónde pueden surgir [este tipo de discursos] para después ser designadas y analizadas, esas diferencias individuales que, según los grados de racionalización, los códigos conceptuales y los tipos de teoría, recibirán [un estatuto que, en el ejemplo de Focault tiene relación con el campo de la psiquiatría, pero podría referirse a cualquier ámbito]” (Focault, 1980: 66). Si tomamos como referencia estas ideas, se podrían aplicar al estudio discursivo del Islam en tanto que puede servir para conocer dónde surgen los diferentes discursos, en qué contextos sociales, si se trata de discursos propios o metadiscursos, qué finalidad se persigue con los mismos, etc. Por otro lado, Focault también presenta una nueva herramienta para el análisis discursivo, las instancias de delimitación, que servirían para conocer cuáles son los límites de cada discurso, la influencia de los mismos y, al mismo tiempo, los agentes que intervienen en el uso de ese determinado discurso. Esta herramienta podría aplicarse, por ejemplo, al análisis del Islam como institución, en el sentido de intentar averiguar cuáles son los límites de su influencia dentro de las distintas esferas de la sociedad. 304 Revista de Antropología Experimental, 13. Texto 19. 2013 Como se puede observar, estas distintas herramientas de carácter teórico pueden ser de gran ayuda para llevar a cabo un análisis del discurso tanto en lo que se refiere a sus relaciones externas (fuera del discurso, entre agentes o instituciones), internas (las que se dan dentro del propio discurso, relaciones entre objetos por ejemplo) y discursivas (aquellas que podrían encuadrarse en el “límite” del discurso y que vendrían a ser la base fundamental para que el propio discurso pudiera ser entendido). De esta forma, se podría conseguir “diseccionar” los discursos para conocer cuál es su génesis principal y, por lo tanto, poder interpretarlos correctamente a la hora de estudiar, en el caso concreto al que nos referimos en este artículo, al Islam. Al mismo tiempo, esta visión teórica nos sirve para conocer la diversidad propia que implican los discursos, su direccionalidad mutua, sus particularidades, su dialogismo, utilitarismo y, sobre todo, cómo son usados por los distintos agentes sociales y el fin concreto que se busca con ello. En análisis del discurso es, al fin y al cabo, una herramienta esencial a la hora de poder realizar una construcción de los objetos de estudios y, en este caso, del Islam en la medida en que aporta una perspectiva emic pero, al mismo tiempo se trata de manera analítica (de carácter etic) con el fin último de evitar errores como tomar un determinado discurso como verdadero en vez de atribuírselo a un concreto agente social, en un determinado momento histórico y bajo unas reglas sociales determinadas; el análisis del discurso es, al fin y al cabo, una herramienta de gran calado para la antropología que nos permite “hilar de manera más fina” dentro de la construcción de los objetos de estudio. Una vez introducidas estas herramientas teóricas y metodológicas es necesario plantea un hipotético ejemplo de estudio con el fin de conocer hasta qué punto podrían ser útiles los conocimientos que se han expuesto. Propuesta de investigación: visiones y mitos del Islam en la sociedad española A la hora de pensar en un estudio de caso, se ha elegido el construir el Islam a través del prisma de las visiones y los mitos que se tienen a través del mismo. La justificación de este hipotético caso de estudio podría resumirse en palabras de Geertz de la siguiente manera: “el estudio comparativo de la religión ha estado siempre acosado por esta peculiar modestia: lo esquivo de su objeto. El problema no consiste únicamente en construir definiciones de religión. Tenemos suficientes; su gran número es un síntoma de nuestro malestar. Se trata justamente de descubrir que tipo de creencias y prácticas sostienen a qué tipos de fe bajo qué condiciones. Nuestro problema, que se acrecienta día a día, no es definir la religión, sino encontrarla” (Geertz, 1994: 17). El propio estudio de la religión no debe centrarse simplemente en las funciones manifiestas de la misma si no que, también existen infinidad de manifestaciones latentes que forman parte de las propias ideas que se tienen de la misma. En este caso concreto, se ha planteado la idea de estudiar este punto de vista de lo religioso desde el punto de vista de los agentes “externos” a dicho culto ya que, de esta forma, se podrán aplicar cada uno de los conceptos e ideas planteados a lo largo de este artículo para conocer la construcción del ethos y su propia historia estacionaria desde ese punto de vista lejano (que, en este caso, estaría representado porque aquellos agentes que no profesan el islamismo) pero que, al mismo tiempo, forma parte de la propia construcción del Islam. En primer lugar, es necesario analizar las distintas visiones que, según Said, se han planteado en las sociedades europeas (y que a su vez podría aplicarse al caso concreto de España) sobre el Islam. Revista de Antropología Experimental, 13. Texto 19. 2013 305 La principal idea que se maneja del Islam, y que proviene propiamente del orientalismo, es que el Islam es reconocido como un símbolo de terror y devastación. Según Said, de alguna forma, el Islam es “odiado” por Europa por la historia de conflictos y guerras que hubo con aquellos países que se podrían encuadrar dentro de esa categoría ambigua de “países islámicos”. Esta es la imagen de lo “árabe” según se concibe en una sociedad “avanzada” como la europea, que conceptualizar al árabe como un salvaje, falto de cualquier tipo de rasgos que podrían definirse como “humanos”, despreciable desde el punto de vista de la moral “occidental”, con un carácter cercano al integrismo más conservador y sobre todo al fanatismo religioso. Al mismo tiempo, otro factor importante que destaca Said a la hora de justificar este “odio” hacia el Islam es el carácter propio de los musulmanes ante las distintas amenazas extranjeras. Ya no sólo es el hecho de que hasta el siglo XVII el “mundo musulmán” se encontrara en conflicto con el “mundo occidental”, si no que en el propio proceso de colonización que tuvo lugar en el siglo XIX, los “países musulmanes” no aceptaron sumisamente ese estado de dominación europeo (como ocurrió con los “negros”, y por ello la visión que se tiene de los mismos en los países europeos sea de personas más bien dóciles, no violentas y obedientes), lo que ha supuesto que, ese mito del árabe malvado, violento y del que no hay que desconfiar, que representa una amenaza constante (la del yihad, cuya consecuencia inmediata es el temor a que los musulmanes invadan el mundo) haya sido reforzado hasta nuestros días (Said, 2002: 379-422). Todas estas visiones e interpretaciones de carácter general y normalmente aplicables a cualquier musulmán son, según Said, orquestadas y transmitidas a partir de distintos mecanismos de carácter tanto material como simbólico que habrían hecho que en el subconsciente europeo prevaleciera esta idea sobre el Islam. Estas ideas que plantea Said podrían ser aplicables al caso español pero, al mismo tiempo, habría determinadas particularidades que reforzarían estas visiones tan negativas sobre el Islam. Por un lado, ya no sólo es el hecho de que el Islam sea visto como algo “peligroso” en la medida en que es extraño, distante y desconocido, si no que en la particular historia de España los musulmanes han estado presentes más “presentes” que en otros países de Europa. El principal conflicto que se dio en España entre estas dos cosmovisiones debe remontarse hasta el año 711, en el que los musulmanes “conquistaron” la península ibérica. Esto dio lugar a siete siglos de “dominación” hasta que, en 1492, el último territorio musulmán fue “liberado”. A parte de este conflicto, en los siglos posteriores, los propios moriscos, aquellos musulmanes que se habían convertido a la fe católica pero que, sin embargo siguieron siendo diferenciados por su anterior condición de musulmanes (durante varias generaciones), protagonizaron determinadas revueltas entre 1568 y 1571 contra el reino de España, lo que finalmente derivó en su expulsión en 1609 bajo el mandato de Felipe III. Simplemente observando la propia historia contada desde la perspectiva de aquellos “vencedores” (los españoles) puede observarse cómo, de alguna forma, la idea de conflicto con los musulmanes ha estado presente a lo largo de los siglos. Esta propia idea de conflicto puede reinterpretarse hoy en día dentro del marco migratorio en el que nos encontramos, según el cuál España es receptora de un gran número de sujetos que proceden de otros países. Analizando, por ejemplo, algunos resultados del estudio realizado por el CIS en 2010 sobre las Actitudes hacia la inmigración (CIS, 2010) puede observarse cómo los planteamientos que se han venido manejando en este trabajo podrían servir para comprobar las hipótesis planteadas por Said: el 38% de los españoles tratan con desconfianza a los inmigrantes (en términos generales); la inmigración provoca que disminuya la calidad de la atención sanitaria (el 26.7% están más bien de acuerdo con esta afirmación) y que a su vez los inmigrantes abusan de la atención sanitaria gratuita (estando el 28.6% más bien de acuerdo también); el 39,6% está más bien de acuerdo que aunque se tengan los mismos ingresos, se les da más 306 Revista de Antropología Experimental, 13. Texto 19. 2013 ayudas sanitarias a los inmigrantes que a los españoles, y el 29.2% con que se les dan a los inmigrantes más ayudas en educación; el 33% piensa que los inmigrantes reciben del estado más de lo que aportan, y que a su vez el 26,5% opina que la inmigración genera más problemas de inseguridad y delincuencia. Respecto a categorías de inmigrantes concretos, lo que mejor caen son los africanos con un 5,1%, y de los que peor caen son los marroquíes (con un 10,4%) y los moros (un 7,5%), y ese “caer peor” se vincula a la delincuencia en un 19,7%, a que son violentos, agresivos y conflictivos en un 10,8%, a sus propias costumbres y formas de vida en un 11.3% y a que no se integran formando guetos en un 11,2% Al mismo tiempo, los medios de información valoran de forma negativa a los inmigrantes según opina el 37,3% de los encuestados. Como se ve, estos datos se acercarían a los planteamientos de Said, sin embargo hay que tener en cuenta distintos problemas derivados de las técnicas cuantitativas que pueden ser relevantes para el estudio de caso que se ha planteado. Por un lado, está el hecho de que es imposible distinguir qué valores están atribuidos a qué inmigrantes, la encuesta tiene la particularidad de que da un dato preciso y concreto de una realidad, pero dicha realidad se representa como si fuera una entidad global, totalmente alejada a las propuestas discursivas que se han planteado anteriormente ya que los sujetos, en este caso los inmigrantes, son conceptualizados como una multitud sin ninguna individualidad y, al mismo tiempo, al ser una encuesta en la que se utilizan preguntas cerradas, no se puede sonsacar ninguna característica o experiencia personal que pueda, de alguna forma, dar sentido a la construcción de ese discurso. Al mismo tiempo, es necesario tener en cuenta determinados problemas como, por ejemplo, la influencia que la “deseabilidad social” puede ejercer en los sujetos (aspecto que se podría pensar después de observar las respuestas que se han dado a alguna de las preguntas) o el uso de categorías que, si bien podrían encuadrarse dentro de un uso social, no son concretadas y dan una visión de las mismas totalmente ambigua que, difícilmente puede ser conceptualizada (como, por ejemplo las categorías de marroquí y moro, ¿en qué se diferencian? ¿Por qué se incluyeron ambas? Como forma de, por un lado, solucionar estos problemas derivados del uso de técnicas cuantitativas y, por otro, dar solución al objetivo propuesto en esta posible propuesta de investigación, es necesario centrarse en el propio discurso de los agentes sociales para conocer, de una manera más profunda y particular cómo se construyen esas visiones sobre los musulmanes. Recurriendo a las técnicas discursivas propuestas anteriormente, primero podríamos comenzar analizando los distintos enunciados que, bien se muestran en la encuesta o son utilizados por otros agentes sociales como los medios de comunicación. De esta forma, se podrían comenzar a delimitar los objetos propios del discurso sobre el Islam, aquellos elementos (como ejemplo hipotético: la idea de invasión, mayores ayudas, violencia, poca integración, etc.) que se encuentran dentro del mismo y que sirven como base. Al mismo tiempo se podrían catalogar estos distintos objetos respecto a los tres temas centrales que se han expuesto (poder, subjetividad y saber). De esta forma se obtendría un cuadro en donde se habría comenzado a “destripar” el discurso en la medida en que se han diferenciado cada uno de los elementos que lo componen. Al mismo tiempo cada uno de estos objetos ya diferenciados y ordenados deberían incluir también cuál es su superficie de emergencia para así poder delimitar si pudiera existir algún tipo de patrón de discurso concreto que, al mismo tiempo, pudiera ser utilizado por distintos agentes sociales, ¿de dónde proviene esa idea de que los musulmanes son violentos? ¿Quizás de los medios de comunicación? ¿De agentes que conviven con ellos? ¿De agentes que han tenido problemas con ellos en algún momento concreto o de continuo? De esta manera se podría comenzar a discernir cuál es el origen Revista de Antropología Experimental, 13. Texto 19. 2013 307 propio del discurso para, al mismo tiempo, poder comenzar a relacionarlo con referencias históricas y sociales que podrían ser de ayuda. El paso siguiente sería identificar las instancias de de limitación con el fin de delimitar cuáles son las ideas que transmite el discurso y cuáles no. Es, de alguna forma, un ejercicio de análisis cercano al de los objetos, sin embargo podría darse el caso en que hubiera objetos que, a pesar de no estar pensados, sólo son usados por un tipo de agentes en un contexto concreto. Esta herramienta serviría para delimitar esos usos, ¿utilizará el mismo agente el mismo discurso sobre el Islam cuando está con personas de su confianza que cuando está con extraños? ¿Qué factores hacen que cambie el uso de ese discurso? Este hipotético análisis que se ha planteado no deja de ser un “punto de inicio” al análisis discursivo, no hay que obviar el hecho de que el análisis discursivo no debe únicamente remitirse al análisis de los enunciados, si no que, justamente, la gran riqueza del mismo discurso se da en su propia aplicación, y para ello es necesario recurrir a técnicas de carácter etnográfico como son la observación participante, las entrevistas en profundidad y, posiblemente, las historias de vida (con el fin de conocer de una manera más exacta cuáles son los orígenes del propio discurso, incluyendo de esta forma, el componente histórico del mismo). Al mismo tiempo, el ejemplo expuesto debería ser concretizado dentro de un ámbito espacial concreto ya que, a diferencia de las técnicas cuantitativas, las técnicas cualitativas buscan la concreción en el análisis, y quizás el planteamiento de un análisis del discurso a nivel macro (la sociedad madrileña, por ejemplo) pudiera totalmente desbordar cualquier tipo de pretensión investigadora. Conclusión Como se ha venido observando durante todo este artículo, el Islam puede ser un objeto de estudio válido dentro del contexto socio-histórico en el que nos encontramos, de ahí que el poseer distintas herramientas de carácter teórico-práctico puedan ser relevantes a la hora de realizar proyectos de investigación en donde la idea de multiculturalidad esté presente, y con este artículo se ha pretendido dar una solución parcial (en la medida en que existen otras técnicas y métodos) al problema, plantearle al lector una ruptura epistemológica respecto a sus nociones sobre el Islam y, al mismo tiempo, complementándolas con unos pequeños recursos que podrían ser útiles a la hora de enfrentarse a la siempre complicada tarea de realizar el trabajo de campo. De esta forma, se ha intentado fomentar el propio ejercicio de vigilancia epistemológica en el sentido de plantear la necesidad de estar continuamente replanteándose la realidad y, por consiguiente, la propia presencia del investigador en el campo (influencia, prenociones, etc.). Al mismo tiempo, se habrá observado que en este artículo no se ha hecho referencia ningún trabajo de campo que se haya realizado sobre el mundo islámico y que hubiera podido servir como referencia (justamente, alguna de la bibliografía manejada contiene también trabajos de campo, pero no se ha hecho mención a ello). El motivo principal ha sido el hecho de que, como bien se ha expuesto al comienzo del artículo, la finalidad del mismo estaba más enfocada al conocimiento teórico y metodológico más allá que al planteamiento de un caso concreto en el que hubiera sido necesario la revisión de bibliografía relevante con el fin de concretar más el objeto de estudio y, justamente, la propuesta planteada no deja de ser una hipótesis abstracta que sirve únicamente para dar ciertas pautas de cómo se puede aplicar los conocimientos que se han expuesto en el artículo en contextos de investigación que se estén realizando o que vayan ser realizados. 308 Revista de Antropología Experimental, 13. Texto 19. 2013 Bibliografía ASAD, Talal 1986 The idea of an anthropology of Islam. Washington D.C.: Center of Contemporary Arab Studies, Georgetown University. CHRISTIAN Jr., William 1990 Apariciones en Castilla y Cataluña (Siglos XIV-XVI). 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