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TEMA 3: IMPORTANCIA DE LAS GRASAS EN LAS DIFERENTES ETAPAS DE LA VIDA 1. Introducción. 2. Embarazo, lactancia y ácidos grasos omega-3. 3. La importancia de las grasas en la infancia. 4. La importancia de las grasas en la vejez. 4.1. Alzheimer y grasas. 5. Bibliografía. Material adicional: Presentación de diapositivas (1) Recetas (2) Videorecetas (2) 1 1. INTRODUCCIÓN Como se ha comentado anteriormente, los lípidos tienen una función muy importante en nuestro organismo. Tanto así, que las grasas van cobrando un protagonismo especial a lo largo de la vida, por ejemplo en el embarazo, la lactancia, la infancia y la vejez. Por ello merecen una especial atención en cada una de estas etapas, ya que de su correcta alimentación dependerá una óptima salud posterior. 2. EMBARAZO, LACTANCIA Y ÁCIDOS GRASOS OMEGA-3. El embarazo es una etapa de la vida que requiere de un aporte extra de energía, debido al crecimiento y mantenimiento de las estructuras de la placenta y del feto, los cambios en el organismo de la madre para adaptarse a la nueva situación, y al aumento del metabolismo basal (energía necesaria para las funciones vitales en condiciones de reposo). Las estimaciones del gasto energético total de la mujer embarazada no siempre son iguales, sin embargo, en general se recomienda un aporte extra de 250 a 300 calorías a partir de la segunda mitad de la gestación1. La alimentación ha de ser equilibrada en cantidad y calidad de alimentos a consumir. Asimismo, se debe tener en cuenta su distribución a lo largo del día, desde el desayuno hasta la cena, aumentando la frecuencia de comidas pero disminuyendo su tamaño. Necesidades de ácidos grasos durante la gestación Durante el primer trimestre de gestación, el desarrollo embrionario requiere una cantidad pequeña de ácidos grasos esenciales adicionales, pero la acumulación materna normal de grasas y el crecimiento uterino, así como la preparación del desarrollo de las glándulas mamarias, representan una demanda considerable. En el segundo y, sobre todo, en el tercer trimestre, la expansión del volumen sanguíneo y el crecimiento de la placenta y del feto incrementan esas necesidades. Estudios recientes sugieren que durante el embarazo se produce una relativa carencia de ácidos grasos poliinsaturados y de hecho, se está investigando la posibilidad de que niveles correctos de DHA estén relacionados con la prevención de nacimientos prematuros y de la hipertensión relacionada con el embarazo. Por ello, resulta conveniente fomentar, tal y como recogen las recomendaciones de una alimentación equilibrada, el consumo de pescado (mínimo cuatro raciones semanales) en 2 detrimento del de carne, así como el de aceites de oliva y semillas (girasol, soja....), margarinas y frutos secos, entre los que destacan la nuez y la almendra, dada su composición rica en ácido linolénico (omega 3). De esta manera se favorece que la futura madre empiece la gestación con unos depósitos suficientes de ácidos grasos1. En algunos estudios se ha relacionado la baja concentración de ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga con una gestación más corta y menores perímetros cefálicos en recién nacidos1. Las necesidades de estos ácidos grasos se incrementan durante estos periodos puesto que son fases de crecimiento y desarrollo del tejido celular. En consecuencia, las necesidades de ácidos grasos esenciales de la mujer embarazada y del feto, así como de los niños lactantes, son muy elevadas (especialmente durante el tercer trimestre de gestación donde los requerimientos fetales son muy altos debido al crecimiento del tejido nervioso y al desarrollo y diferenciación de las neuronas). Se recomienda el consumo de al menos 100 mg/diarios de omega 3 en mujeres embarazadas (según la EFSA -European Food Safety Authority-) ya que el feto capta entre 50 y 60 mg/día de este tipo de grasas durante el tercer trimestre. Y precisamente en el último trimestre es cuando se produce una acumulación de ácidos grasos poliinsaturados en los tejidos fetales, muy especialmente en los del sistema nervioso central, que continúa en el periodo postnatal. Así pues, los omega-3 deben representar en este período de tiempo hasta un 2% de la energía total de la dieta, el doble que en mujeres en estado normal. El consumo de ácidos grasos omega-3 durante la lactancia es fundamental para el desarrollo neurológico y el crecimiento del recién nacido. Los omega-3 mejoran las funciones posturales, motoras y sociales de los bebés prematuros y tienen un efecto positivo en el desarrollo mental del recién nacido de bajo peso1. Por el contrario, se sabe que la deficiencia de ácidos grasos esenciales condiciona una alta mortalidad perinatal y puede provocar serias alteraciones en humanos tales como alteraciones del crecimiento, cambios en el comportamiento y en el aprendizaje, y disminución de la agudeza visual1. 3 La leche materna La leche materna tiene una composición de grasas muy especial que la hace única para lograr una alimentación completa. De hecho, los lípidos constituyen la principal fuente de energía para el lactante. La composición de estos lípidos es variable en función de la alimentación de la madre y del estado de la lactancia2. Los principales lípidos de la leche humana son3: Ácidos grasos (los denominados “esenciales” se han de incluir en la dieta ya que el organismo humano es incapaz de sintetizarlos) o DHA: con papel fundamental en el desarrollo de cerebro, nervios y retina. o EPA: precursores de las prostaglandinas y leucotrienos, mediadores en los procesos inflamatorios. Triglicéridos Fosfolípidos Esteroles 3. LA IMPORTANCIA DE LAS GRASAS EN LA INFANCIA. La niñez se caracteriza por un activo crecimiento de la masa corporal de manera continua, que engloba tanto el desarrollo físico como el psíquico4. La alimentación debe formar parte de la educación del niño, y la adquisición de unos correctos hábitos alimentarios durante la infancia será determinante para que pueda gozar de buena salud. El consumo de grasas en la infancia es realmente importante, no sólo por su valor energético, sino por la aportación de ácidos grasos esenciales; además, vehiculizan las vitaminas liposolubles y dan palatabilidad a los alimentos4. Por ello, resulta del todo imprescindible incluir diariamente grasas de buena calidad, como son las insaturadas, y en concreto, las grasas esenciales a cuyo grupo pertenecen los omega-3 (α-linolénico) y omega-6 (ácido linoleico)5. Los ácidos grasos esenciales favorecen la formación de todas las células de nuestro organismo, además de mantenerlas en un estado óptimo. También contribuyen a la 4 creación de numerosas sustancias que normalizan funciones fundamentales en nuestro organismo. Y además, se ha comprobado que el uso de grasas poliinsaturadas en lugar de saturadas disminuye el riesgo de enfermedades cardiovasculares5. Por su parte, la Comisión Europea, basándose en el aval científico de la EFSA (Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria), ha aprobado una alegación de salud que declara que los ácidos grasos esenciales contribuyen al buen crecimiento y correcto desarrollo de los niños. Y la EFSA sólo avala aquellos productos que presenten suficientes estudios científicos para demostrar y garantizar cualquier alegato sobre salud. Resulta también interesante destacar la importancia de leer bien las etiquetas de los alimentos. De hecho, el etiquetado de los alimentos es el principal medio de comunicación entre los productores de alimentos y los consumidores finales, y por tanto, pueden ser muy útiles para conocer el perfil nutricional del producto y cuáles son los que se adaptan mejor a nuestras necesidades individuales. 4. LA IMPORTANCIA DE LAS GRASAS EN LA VEJEZ Aunque hay gran variabilidad en los requerimientos nutricionales en función de los estudios realizados, las necesidades energéticas descienden a medida que aumenta la edad a expensas de la disminución de la tasa metabólica basal y de la actividad física. Con respecto a la ingesta de grasas, y a pesar de que muchos consumidores mayores no creen que sea así, la ingesta recomendada debe estar entre el 30-35% del valor calórico total, no sobrepasando 8-10% de grasas saturadas (carnes, leche entera, aceite de coco, mantequilla), 10% de grasas monoinsaturadas (aceite de oliva) y 10% de poliinsaturadas (pescado azul, aceites vegetales, margarinas, etc…)6. Y es en esta etapa cuando es muy importante no descuidar el aporte de grasas, ya que son una fuente concentrada de energía (muy útil para aumentar la densidad energética de los platos y así paliar y mejorar la baja ingesta calórica), favorecen la palatabilidad de los alimentos y directamente su ingesta, ayudan a la absorción y 5 transporte de las vitaminas liposolubles (A, D, E, K), y de esta manera a prevenir estados carenciales de vitaminas liposolubles, además de aislar de altas y bajas temperaturas (muy útil sobretodo en personas de edad muy avanzada) y de mantener la piel saludable. 4.1. Alzheimer y grasas La demencia se define actualmente como un trastorno caracterizado por un deterioro cognitivo adquirido de suficiente gravedad como para afectar al funcionamiento social y profesional7. La enfermedad de Alzheimer es el tipo más común de demencia8. La dieta es una parte importante de un estilo de vida saludable e influye en el riesgo de padecer varias enfermedades y en el proceso de envejecimiento en general. El consumo moderado de grasas poliinsaturadas en las etapas medias de la vida se ha asociado a un riesgo menor de sufrir demencia entre los portadores de Apo E (apolipoproteína sintetizada principalmente en el hígado, que transporta lipoproteínas, vitaminas liposolubles y colesterol hacia el sistema linfático y luego a la sangre), mientras que la grasa saturada aumentó el riesgo9. Sin embargo, en un ensayo controlado aleatorizado del efecto del aceite de pescado, que es una fuente de ácidos grasos poliinsaturados, incluyendo el ácido eicosapentanoico (EPA) y el ácido docosahexaenoico (DHA), no se observó ningún efecto global del aporte complementario de aceite de pescado en el rendimiento cognitivo de las personas mayores10. 6 5. BIBLIOGRAFÍA 1. Mataix Verdú F.J, Gil A. Libro Blanco de los Omega-3. 2ª Edición. Madrid: Editorial Médica Panamericana, S.A. ; 2005. 2. Hernández Rodríguez, M. Alimentación infantil. 3ª edición. Madrid: Díaz de Santos; 2001. 3. I Jornadas de Lactancia Materna, Hospital Universitario de Getafe. 4 Nutrición en la infancia. Bilbao: Unidad de Nutrición Dietética e Investigación, Clínica Indautxu; 2003. 5. Palor Oliver, A. El libro blanco de las grasas en la alimentación funcional. Unilever España. S.A. ; 2008. 6. Cervera, P., Clapés, J., Rigolfas, R. Alimentación y dietoterapia. 3ª Edición. Madrid: McGraw-Hill- Interamericana de España, S.A.U.; 1999. 7. American Psychiatric Association. Diagnostic and statistical manual of mental disorders (DSM-IV_TR), 4ed, tex revisión. Washington DC: APA ;2000. 8. Alzheimer’s Disease International. World Alzheimer Report 2009-Executive Summary. URI: htpp: //www.alz.co.uk/research/files/WorldAlzheimerReport- ExcecutiveSummary.pdf 9. Laitinen MH, Ngandut, Rovios, Helkala EL; Uusitalo U, Viitanen M et al. Fat intake a midlife and risk of dementia and Alzheimer’s disease: a populationa-based study. Dement Geriatr Cog Disord 2006; 22: 99-107. 10. Van de Rest O, Geleinjnse JM, Kok FJ, van Staveren WA, cognitive performance in older subjects. A randomized, controlled trial. Neurology 2008; 71: 430-8. 7