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40-41 LEGUINA_42-43 LEGUINA.qxd 09/06/15 13:49 Página 40 LA TRINCHERA DE PAPEL Por Joaquín Leguina David Cameron y la democracia directa D esde los tiempos de Pericles se sabe que la democracia asamblearia era lugar privilegiado para la demagogia y el disparate. En efecto, ya los griegos constataron que la democracia directa conducía al imperio de la demagogia. Hay a este respecto una historia ilustrativa y trágica: La batalla de las islas Arginiusas fue la última victoria naval de Atenas en la guerra del Peloponeso. Aun así, se perdieron doce trirremes con sus tripulaciones porque un violento temporal impidió su rescate. Los demagogos se apresuraron a lanzar contra los estrategas victoriosos el dolor generado por aquellas muertes y la Asamblea, presa de la histeria, los quiso juzgar, pero se negó a juzgarlos individualmente, como exigía la ley. Sólo unos pocos, entre ellos Sócrates, se opusieron al clamor popular, pero en vano. Cito a Jenofonte: “Luego condenaron por votación a los estrategas que participaron en la batalla naval, que eran ocho. Fueron ejecutados los seis allí presentes”. A impulsos de la pasión popular, Atenas sacrificó injustamente a los generales que le habían ganado una batalla decisiva. La democracia moderna, que hunde sus raíces en la Ilustración, en la Declaración de Virginia y en lo mejor de la Revolución francesa, nunca creyó en el mito de la democracia directa, imponiéndose el sistema de la delegación. Los electores, al elegir a sus representantes, delegan en ellos, reservándose el derecho de deponerlos o ratificarlos cada cierto tiempo. 40 15–21 de junio de 2015. nº 1114 Los españoles sabemos muy bien que los referendos fueron el gran alibí con el que se adornó el franquismo, utilizándolos con increíble descaro para justificar la interminable permanencia del régimen. Más cerca del tiempo presente hemos comprobado en España (la OTAN) y en la UE (referendos para aprobar la Constitución comunitaria) que en los referendos los ciudadanos no suelen contestar a lo que se les pregunta, sino que aprovechan la presencia de esas urnas refrendarias para sacudirle en la cara al Gobierno de turno. Pese a todo esto, en el Reino Unido nos ha salido un premier enamorado de los referendos. Cameron convocó uno para solicitar a los escoceses su parecer respecto a su permanencia en el Reino Unido… y casi lo pierde. Si al fin lo ganó fue gracias al esfuerzo de los líderes laboristas que echaron allí el resto a fa- Cameron estará muy contento por haber ganado las elecciones (gracias, sobre todo, al sistema mayoritario, algo brutal, que deja sin representación a quien quede sólo un voto por detrás del ganador), pero está haciendo “un pan como unas tortas” vor de la Unión. Claro que los efectos que ha traído ese referéndum escocés no han sido menores: crecimiento del número de diputados separatistas escoceses en el Parlamento británico y, en consecuencia, pérdida de la hegemonía laborista en Escocia. Cameron estará muy contento por haber ganado las elecciones (gracias, sobre todo, al sistema mayoritario, algo brutal, que deja sin representación a quien quede sólo un voto por detrás del ganador), pero está haciendo “un pan como unas tortas”. En cuanto a la promesa de otro referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea, se supone que el primer ministro negociará un paquete de reformas de la UE y convencerá a un gran sector de su partido para que apoye el resultado y así navegará sin problemas hacia la victoria en el plebiscito, pero esta ruta ideal no se recorrerá sin 40-41 LEGUINA_42-43 LEGUINA.qxd 09/06/15 13:49 Página 41 problemas y se comprobará una vez más que del dicho al hecho hay mucho trecho. En esta negociación con la UE, “bajo amenaza”, muchos conservadores exigirán a Cameron que pida la Luna, pero intentar hacer cambios fundamentales en la UE, muy probablemente, le llevará al fracaso. Los socios de la Unión no tienen ninguna gana de un nuevo tratado, que tendría que ser ratificado en los 28 Estados miembros, y en algunos de ellos, mediante un referéndum. En la UE temen, y con razón, que el largo proceso de modificar los tratados sería como abrir la caja de Pandora. Además, no hay posibilidad de que se ratifique ningún texto nuevo antes de que acabe 2017. Lo máximo a lo que puede aspirar Cameron es a un acuerdo sobre unos cuantos cambios de poca importancia que se ratificarían en algún momento en el futuro. Por otro lado, Cameron deberá empezar ya a defender la permanencia en la UE. Lo hizo en su discurso en la sede de Bloomberg de enero de 2013, pero no lo desarrolló más, por miedo a molestar a los euroescépticos de su partido y los posibles votantes de UKIP. Los socios europeos no tomarán al primer ministro en serio hasta que no se muestre dispuesto a explicar a los británicos las ventajas de pertenecer a la Unión Europea. En palabras del analista Charles Grant, “Came- Cameron ha puesto en juego con este nuevo referéndum no sólo la permanencia del Reino Unido en la UE, también el futuro de Europa y el futuro del Reino Unido ron debe hacerse a la idea de que en algún instante de la campaña el Partido Conservador se dividirá en dos bandos hostiles y eso le debilitará. Por eso deberá esforzarse en construir alianzas en la Unión, donde, hoy por hoy, tiene pocos amigos. Cuando el Consejo Europeo escogió al nuevo presidente de la Comisión en junio de 2014, el húngaro Viktor Orban fue el único que votó con Cameron contra Jean-Claude Juncker. Angela Merkel es amiga de Cameron cuando todo va bien, pero los dos tienen tendencia a malinterpretarse (como sucedió con la designación de Juncker). Otros dirigentes se quejan de que Cameron es un político que sólo se preocupa por la negociación inmediata y no dedica ningún tiempo a construir relaciones. Por ejemplo, en los últimos años se han deteriorado los lazos del Reino Unido con los países centroeuropeos, en parte por la retórica de los conservadores contra la inmigración proveniente de países de la UE”. Los británicos llevan mucho tiempo siendo mal vistos en Bruselas. Ya durante el último Gobierno laborista muchos miembros pequeños de la UE protestaban de que los ministros y funcionarios británicos no los tomaban en serio, ni siquiera se tomaban la molestia de visitarles. Por otro lado, varias exigencias de Cameron cuestionan el principio de no discriminación, que es fundamental para la Unión y requeriría modificar los tratados y el resto de los gobiernos europeos no está dispuesto a ceder ante Gran Bretaña. La negociación con la UE, bajo la presión del maldito referéndum, puede conducir –y el citado analista Charles Grant lo resalta– a que los demás líderes europeos se muestren reacios a apoyar a Cameron. En efecto, varios gobiernos han dejado entrever que no van a aceptar sus demandas y que, si los británicos deciden irse, allá ellos. Si Cameron se empeña en dar a los británicos falsas esperanzas sobre lo que puede obtener en sus negociaciones, lo más probable es que acaben decepcionados y con la decepción vendrá el voto negativo en el referéndum. Sea cual sea el resultado final, la apuesta es demasiado alta para un riesgo tan enorme, pues Cameron ha puesto en juego no sólo la permanencia del Reino Unido en la UE, también el futuro de Europa y el futuro del Reino Unido. Los miles y miles de jóvenes británicos muertos en los campos de Francia, Bélgica, Holanda y Alemania durante la II Guerra Mundial defendiendo una Europa democrática y unida (Churchill fue el primero en hablar de la necesidad de una Europa unida) no se merecen que este premier juegue, otra vez, con fuego. l nº 1114. 15–21 de junio de 2015 41