Download Informe Euskal kurrikulumi buruz 20-10-06
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Currículo integrador, identidad y ciudadanía: unas notas Currículum integratzailea, identitatea eta hiritartasuna: hainbat ohar Nire hitzaldian jorratuko ditudan gaien zerrenda honako hau da: Lehenik eta behin, prozesu soziokulturalak eta prozesu politikoak desberdinduko dira eta, horretarako, hiru arau aurkeztuko dira Bigarrenik, normalizazio kulturalaren eta eskolaren arteko harramanari buruz arituko da Hirugarrenik nazio-identitate pertsonalez Euskadin, Nafarroan eta Iparraldean mintzatuko da Laugarren ideia da nola eraiki komunitatea gizartetik Amaitzeko, azpimarratuko da zer egin behar den kultura noraezean ez uzteko eta etorkizuna egitasmoekin osatzeko La anterior aportación que se colgó en la red, en defensa de un curriculum integral, iba por los vericuetos de la educación que necesita un país plural y en construcción. Aquí, en cambio, quiero caminar por el filo de la navaja de las delimitaciones entre educación, cultura y política. Es un tema delicado. Un tabú en el espacio público y una fuente de debates constantes en el espacio privado. Un tema a charlar y resolver puesto que si no interferirá constantemente en el desarrollo definitorio y operativo del currículo. En el fondo es preguntarse por las funciones de la escuela en un contexto mundial y particular dado, el actual y desde nuestra problemática. El currículo no debe ser igual aquí que en USA o Ghana. Intentaré racionalizarlo a la búsqueda de unas ideas comunes para no importa qué percepción de la política o de la educación. Antes que nada he tenido ocasión de leer parte del trabajo que habéis hecho (en concreto Las ideas básicas de un curriculum para el PV; la Fundamentación de la Propuesta curricular, así como los materiales relativos a educación para la ciudadanía, cosmovisiones y religiones, música, educación plástica y visual así como los de ciencias sociales, geografía e historia…) Y hay que felicitaros. Es un trabajo magnífico y en la buena dirección con la que me identifico plenamente. Solo dos notas aportativas en contenidos: - en Educación para la ciudadanía quizás sería interesante, en coherencia con el desarrollo que sí tiene el mismo tema en la parte de Ciencias Sociales, abordar entre los primeros contenidos del área la cuestión de la identidad y la multiculturalidad, tanto externa como interna. Y, asimismo, antes de abordar las diferencias sociales o la diversidad (una constatación) parecería conveniente partir de la cuestión del pluralismo, una actitud central que le puede dar luz. Tampoco seria inútil desde ahí un enfoque del concepto de ciudadanía del mundo, entendiendo que desde la diversidad se es parte de la universalidad y un agente activo, por el simple hecho que lo universal es un sumatorio y una referencia, y no una prescripción de alguna élite del primer mundo que se apropiaría de la definición de sus contenidos. La universalidad desde la diversidad. - En Cosmovisiones es verdad que hay cosmovisiones religiosas y no religiosas, y que han sido decisivas en la historia. Pero las visiones del mundo van más allá del hecho religioso, sea para afirmarlo o para cuestionarlo. Las cosmovisiones tienen que ver con temas más amplios que la referencia en positivo o negativo ante la deidad para entroncar, también y mucho, con lo que aporta, sobre todo, la visión antropológica. Dentro de las cosmovisiones de las distintas culturas y civilizaciones, además del 1 hecho religioso, abordaban los conceptos sobre la propia sociedad, sobre el Nosotros y los Otros, los tabúes, la mirada sobre la naturaleza, sobre la organización social, sobre el sentido del poder, la familia, los símbolos, los ritos de la vida, iniciáticos o de la muerte…. Quizás -aunque el tiempo termine por abreviar la denominación- sería más claro que el título del tema fuera “Cosmovisiones y religiones en las civilizaciones y culturas” Son sólo dos notas a los muy buenos materiales que he tenido ocasión de leer y que aun tendrán que cruzarse con otros. El tono mismo tanto de este material como el de la Confederación de Ikastolas, es muy ajeno a las versiones politizadoras del tema que se han hecho desde fuera del mundo educativo abordando la escuela directa y agónicamente desde la ideología o desde un proyecto político concreto. Y lo digo tanto por un desagradable debate que mantuve en Deia, Berria e Izaro News con partidarios de esa ideologización como por la obsesiva descalificación ideologista de ámbitos políticos del PP pero también de dirigentes del PSE a cualquier material en el que salga la palabra identidad.1 La escuela en un país en construcción hay que abordarla desde su singularidad como institución cultural y de valores, partiendo de quienes somos (principio de realidad) y para alcanzar unas metas que definamos colectivamente desde la participación de los distintos proyectos sociales, identitarios o nacionales. La diferencia entre el enfoque politizador y un enfoque institucional-social es notable en actitudes de partida (autoritaria y doctrinal, la primera; democrática y abierta, la segunda), en contenidos (reduccionista y adoctrinadora la primera, amplia y plural la segunda) y en resultados (formar una ciudadanía ahormada la primera, una ciudadanía propia y dúctil, a la vez, la segunda). 1. DIFERENCIAR LOS PROCESOS SOCIOCULTURALES Y LOS PROCESOS POLÍTICOS Hay que diferenciar los procesos socioculturales de los procesos políticos pero, además, una adecuada gestión de la cultura y de la educación pueden contribuir al desarrollo político colectivo más que el sectarismo o la confrontación trasladada a la escuela. La primera regla central en nuestro país, un país aun no pacificado ni normalizado, es diferenciar los planos políticos y los culturales para que no se instrumentalice la cultura o la educación. En este país tan politizado empieza a descubrirse, lentamente -y les está costando mucho a las corrientes ideológicas- que aparte de los procesos políticos, hay procesos sociales que tienen sus propias lógicas y ritmos de desarrollo -en general más lentos-, y que hay que diferenciar radicalmente los planos cultural y sociocultural, por un lado, y los planos políticos, sean democráticos o no, por otro. Y lo dice un profesor especializado en política cultural que entiende que la política es o puede ser una herramienta poderosa para la promoción de la cultura o la educación, a condición de que éstas no se politicen, o sea que no formen parte de la agenda política de los marcajes de los espacios políticos o de los conflictos comunitarios. La politización de la cultura la arruinaría o la convertiría en foco de conflicto. La política, entendida como Poder, debe servir a la cultura o a la educación, y no al revés. Y ello tanto para no instrumentalizar la cultura y el conocimiento al servicio de una Causa concreta como para facilitar procesos de integración social colectiva al margen de las opciones políticas de cada cual. El profesorado sabemos que los conflictos políticos no se deben dilucidar en la escuela, sino en la lucha política y generando mayorías. El papel de la escuela en ese plano es solo definir 1 La identidad, las identidades, son concebidas como un tabú o un espectro inexistente. Al parecer algunos dirigentes políticos andan sin identidad por la vida. ¡Vaya problema¡. 2 y transmitir modelos aptos para la futura ciudadanía, responsable en valores cívicos y sociales activos, cualificada en su propia identidad colectiva, socializada para un mundo global de diversidades y, como paraguas general, unos conocimientos técnicos, instrumentales, humanísticos o artísticos válidos para desenvolverse en la era del conocimiento. Segunda regla, las actitudes ante los procesos socio-culturales y los procesos políticos deben ser distintas y, además, tienen distintas contabilidades. Muchos lo confunden. Y o bien exigen a la política que no lo sea para que no haya conflictos – o sea dejar como tal el status quo- y otros ignoran a la sociedad pensando que es gestionable todo desde la política. Ambas tesis traen grandes errores. En los procesos socioculturales debemos ser exquisitamente integradores. Es una temática que no cabe gestionar ni por minorías entusiastas proselitistas, ni tampoco con la mitad más uno, sino con consensos o amplias mayorías. Me explico. La regla democrática operativa propia de una institución política (puras mayorías tras discusión) no vale ahí porque los procesos socioculturales tocan fibras íntimas, sensibilidades, identidades personales y familiares…Y eso requiere otro tipo de procesos, reconociendo colectividades, con amplios temas a consenso, y el resto de temas buscando mayorías amplias. En cambio en los procesos políticos no son obligatorios los consensos, aunque sean siempre deseables. Cuando esos consensos no se dan en democracia no debe haber ningún problema en funcionar por mayorías, incluso pos la mínima, sin miedo ni al debate ni a la discrepancia y, en su caso, por consulta a las ciudadanías, y gane quien gane, aceptando todo el mundo el resultado de esas reglas. La tercera regla, es reconocer que si en Euskal Herria hablamos de pacificación y normalización políticas, éstas también tienen una dimensión social a tratar: la pacificación social y la normalización convivencial. En lo relativo a la pacificación social solo diré que la futura erradicación y deslegitimación de las violencias, así como la atención social a las víctimas y al sufrimiento, se han de integrar en el conjunto de los procesos de paz y de normalización, y en directa relación con el desarrollo de la democracia y de los derechos humanos, tanto si se ha tratado de una violencia radical frente al Estado y frente a sectores sociales tenidos por enemigos, como de la violencia, “legítima” o no, ejercida desde el propio interior o los aledaños de los aparatos de Estado contra algunos sectores sociales. La normalización convivencial no se construye desde mesas políticas sino desde actitudes y estrategias de los agentes sociales y culturales, y desde el ánimo que en esa dirección pueden generar los agentes políticos y su evolución ideológica. A época nueva, imaginarios políticos nuevos. Hoy hay una oportunidad de revisar las “verdades” consolidadas de la época anterior tanto para desechar las que no funcionan, o ayudaron al enquistamiento, como para tejer imaginarios que casen con la nueva época y ayuden a consolidar su construcción Y ahí puede haber un retorno positivo, una contribución, desde la cultura y la educación a la política. Cabe contribuir desde lo social, cultural y educativo a las no violencias (y ello es hablar de ciudadanía) y cabe contribuir a un marco político democrático satisfactorio y respetuoso con el sujeto decisor y la identidad de cada cual (y no otra cosa es la verdadera normalización). De tal manera que la maduración colectiva no es el mero producto de los acuerdos entre cúpulas políticas sino de procesos sociales en profundidad que le dan espesor y garantía de irreversibilidad. En esta temática el rol educador de un currículo para la generación actual de padres y educadores, y para la generación de ciudadanos de mañana, es central. 3 Tenemos pendiente socialmente, la normalización convivencial sobre la base de la reconstrucción de un tejido de valores y principios compartidos. Tenemos capas sociales con reglas propias y ello conduce a dinámicas peligrosas, a anomias grupales. Por fuerza se han de socializar unas reglas comunes, sin que interfieran en los idearios políticos, si no queremos que se abran procesos de desestructuración social. La normalización convivencial por fuerza ha de partir, aunque no sea suficiente, de la normalización ética, que tiene bastantes rasgos universales anclados en la experiencia de la especie humana en busca de su supervivencia y desarrollo. Una sociedad moderna para funcionar necesita un mínimo de principios y reglas comunes: el respeto a la vida, la cooperación, la tolerancia, la libertad personal y colectiva, el valor del conocimiento, la prevención de la xenofobia, el respeto de la voluntad popular, la ciudadanía proactiva, la deslegitimación de las violencias,... son elementos básicos de la convivencia pacífica y constructiva de la sociedad y parte de los valores a trasmitir en al escuela. Así por ejemplo, tenemos que revisar todo nuestro andamiaje mental porque, en los últimos 30 años, el relativismo que ha imperado en torno al valor de la vida en un marco de utopías épicas de salvación fue mucho más allá de lo tolerable y deseable, como lo fue también el deterioro de los principios que hacen respetable a una democracia. Estas cuestiones pueden ser aportaciones importantes del sistema educativo a nuestra sociedad en el actual contexto histórico. 2. LA NORMALIZACION CULTURAL Y LA ESCUELA Con todo, valores y reglas no resuelven todos los focos de tensión en el desarrollo de una sociedad. La nuestra está enmarcada en un Estado plurinacional que no reconoce serlo y aún no tenemos una identidad común compartida, o sea una mirada colectiva sobre nosotros mismos suficientemente común. Un doble problema, pero aquí dejaremos aparte el primero que tiene que ver con el famoso “contencioso”. Por orígenes y sentimientos, aún no hemos acordado las bases de la identidad vasca moderna. No hay aún un concepto común de la cultura y la identidad vasca entre la ciudadanía vasca. Hay así aún problemas de delimitación e identificación social. Pero es una identidad en construcción. Son tareas por delante la concertación social sobre el concepto mismo de lo que es cultura vasca, la diferenciación entre construcción cultural y comunitaria y construcción política y el equilibrio entre memoria y construcción cultural vigente. Parece factible lograr con el tiempo, y ya sin violencias, la compartición de unos mínimos comunes de lo que se entiende la identidad cultural de los vascos y vascas, y que tendría que identificar a una comunidad cultural –una y plural-, empezando por preguntarse qué es cultura vasca y su espacio de desarrollo y que es muy distinto del tema de quién es el sujeto político o cómo se construye. Un concepto amplio de cultura vasca significa entenderla como el resultado de tres aportaciones “En primer lugar, y es la matriz central, la cultura nuclear heredada. En segundo lugar, las culturas asimiladas como propias. Y en tercer lugar, la cultura de la ciudadanía vasca actual y en su conjunto. De la primera se derivan una historia idioma, símbolos, instituciones, arte, modos de vida en evolución… De las segundas se derivan el enriquecimiento y otros idiomas. De la tercera la diversidad, la síntesis y redefinición constante” (Kulturaren Euskal Plana- Plan Vasco de la Cultura 2004). Sería siempre una cultura en construcción y no una cultura à priori, normada y siempre repetida. Es más, cultura vasca sería traducible por Euskal Herriaren Kultura, de la que una parte muy importante y fundacional sería Euskal Kultura (la cultura vasca en euskera); otra parte sería 4 la que se expresa en erdera; otra la que tiene lenguajes que no son de lecto-escritura (artes visuales, expresión gestual, corporal, música….) y, en sentido amplio, todo el conjunto de conocimientos, saberes, patrimonios y destrezas que conforman nuestro capital humano colectivo. Es ese mix (y no un ideal) el que hace, hoy, a la cultura vasca específica y distinta a la cultura española o francesa, aunque esté muy influenciada por ellas. Una cultura que tiene todo el derecho a desarrollar su “caja de herramientas” de forma integral y en respuesta a los retos sociales en la era post-industrial. Lo específico no es así solo la cultura nuclear heredada, como por ejemplo el euskera aunque sea lo más diferencial. Específico y diferencial no son sinónimos. Cultura social específica ya tenemos. Ya somos lo que somos. Cultura colectivamente diferenciada y fuertemente identificable es lo que está pendiente. Aun no somos lo que queremos ser, y tenemos que ponernos de acuerdo en el camino, no sin tensiones y arreglos. Si hubiera que hacer un listado de problemáticas pendientes en el plano cultural apuntaría: En primer lugar, el nivel de intensidad de los atributos de identidad (no la ideología) en una comunidad que no ha conformado aún unos mínimos de identidad compartida, y que no es cultural ni nacionalmente homogénea. Las apuestas posibles son, al menos, tres: si es radical y polarizadora puede crear imaginarios confrontados cuando no fracturas internas; si es débil e indiferenciadora puede ser inútil; si es equilibrada, netamente cultural y prepolítica, quizás pueda ser un punto común de partida y con variaciones amplias, a partir de ahí, en los planos cultural, político o ideológico. Esta es mi propuesta en la esperanza de que la experiencia integradora refuerce esos lazos en el sentido, al menos, de “nación cultural” y a escala de Euskal Herria. De ninguna manera estoy planteando la neutralidad en la identidad cultural. La tesis es precisamente la contraria: configurar una cultura integral, fuerte y auto-referencial pero partiendo de nuestra realidad plural, deslindándola, hoy, insisto hoy, de la identidad nacional-ideológica. Un segundo problema pendiente es el déficit en contenidos, para generar un tejido cultural y comunicativo espeso que evite ser meros compradores y receptores de productos culturales y comunicaciones ajenas y globalizadas. Las comunidades minoritarias sin Estado, tienen que asumir los retos informacionales y culturales, justo cuando están reconstruyendo la colectividad, el sistema cultural de referencia, el sistema político, las claves de convivencia, las relaciones con otros países, las economías,… Inevitablemente lo hacen en desventaja; teniendo que abordarlo todo al mismo tiempo, y en un momento en que los Estados, que ya construyeron su esfera pública a lo largo de dos o tres siglos, abordan desde ese sólido anclaje las exigencias de la sociedad informacional y global. Ello fuerza a apostar por la materia gris, por la innovación y la creatividad. Hemos de apostar por nosotros mismos y nuestro conocimiento y, ello empieza por darle más peso a la escuela, incluidas las enseñanzas artísticas, y entender la gran utilidad de la inversión en cultura para preparar el futuro tanto de la cultura como de la economía misma en la era del conocimiento y los valores inmateriales. Muchos responsables políticos y económicos no terminan de comprender esto. Debemos saber cuales son nuestros puntos más fuertes y más débiles socioculturales. -En nuestro caso, como puntos fuertes indicaría, por un lado, un idioma propio y un saber hacer cultural moderno, sobre todo desde el siglo XIX, incluyendo la vinculación a las vanguardias europeas; una estima por lo propio y con herencia inmemorial; una experiencia industrial y tecnológica significativa; una identidad marcada y reconocible; un sistema educativo de cierta potencia; una importante capacidad de apoyo institucional y de cooperación interinstitucional; la posibilidad de concertación entre los agentes y de 5 implicación de una sociedad civil que es muy activa; la asunción del fenómeno migratorio en términos de respeto y de ciudadanía inclusiva… -Pero tenemos problemas. Dejando aparte los muchos problemas sociales, económicos y políticos que tenemos, sólo en el plano estrictamente cultural carecemos aún de una visión común de lo que es cultura vasca, de sus contenidos y de su desarrollo; la producción cultural propia es pequeña y el número de agentes y empresas también; el limitado uso del euskera supone un acotado desarrollo de la euskal kultura; las mejores perspectivas profesionales de los creadores e intérpretes en otros lugares con economías de escala, nos desertizan en parte culturalmente; salvo en la producción en euskera, es dominante la oferta foránea. En ese mismo plano cultural, necesitamos revisar nuestro sistema educativo también a la luz de la formación cultural, la especialización artística y el reciclaje, haciendo más culto y creativo este país; necesitamos más personas dedicadas a la cultura y mejorar el apoyo y los incentivos a los creadores facilitando que se pueda atender con calidad a la inmensa demanda de materia gris de nuestras sociedades. Como carecemos de suficiente economía de escala necesitamos pensar nuestra producción simultáneamente hacia adentro y afuera y complementar la querencia por las redes, infraestructuras, tecnologías, plataformas y herramientas con la apuesta creciente por los contenidos, servicios, aplicaciones y usos reales… Tenemos una cultura en riesgo pero no parece que haya que hablar en términos casi agónicos de “salvar la cultura vasca”. Nos equivocaremos si ponemos los medios para un inexistente rescate in extremis cuando de lo que se trata es de ponerle al barco colectivo buena flotación y estabilizadores, un motor potente, unas estancias de clase única confortable y comunicada y le alimentamos con el combustible de la formación, la creatividad, la igualdad, el respeto, la euskaldunización y el conocimiento. No es fácil, pero podemos hacerlo si todos vamos, mas o menos, en la misma dirección y no hay demasiados conflictos a bordo2. Por otra parte, no parece interesante un concepto reduccionista que confunda lo deseable con lo real, echando extramuros de la cultura vasca una parte significativa de la cultura social vasca. Hemos de aceptarnos en una situación de larga transición cultural. El erdera es parte de la cultura vasca aunque no sea la lengua específica de los vascos sino asimilada como propia (la sabemos todos y se usa todavía en la mayoría de las relaciones sociales, hoy) y se lleva la mejor parte por la situación diglósica que sufrimos. Empujar en el buen camino para enderezar la historia no incluye el engañarnos sobre nosotros mismos y, además, sería inútil, culpabilizante y paranoide. Una tercera asignatura pendiente es entender Euskal Herria como espacio cultural natural de desarrollo y operación. Más allá de las estructuras sociales, políticas o administrativas, Euskal Herria es la comunidad de los vascos, o vasco-navarros –como se decía en el XIX, tanto da- y que se define por unas formas de vida y de identidad cultural, heterogénea y 2 Según el Kulturaren Euskal Plana- Plan Vasco de Cultura, algunos de los grandes retos de la política cultural y comunicativa en Euskadi son los siguientes: a) b) c) d) e) f) g) h) i) j) Apuesta por la creatividad, la calidad de la producción cultural propia y de los servicios culturales. Impulso del desarrollo de la cultura en euskera Desarrollo del sector cultural como estratégico con especial incidencia en las industrias culturales Actuar con intensidades distintas pero en todas las fases de las cadenas de valor Apuesta por las artes primarias (literatura, artes escénicas y musicales ) como base para el conjunto del sector cultural. Preservación y difusión del patrimonio cultural vasco. Impulso a medio plazo de un sistema comunicativo suficiente y equilibrado Animar incrementos de la demanda de actividad cultural y de nuevos públicos interesados por la cultura. Proyectar la cultura vasca en el exterior. Gestionar el uso de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) en todos los ámbitos culturales comenzando por la digitalización de los patrimonios y acabando en la producción específica, redes potentes con feed back cultural y el acceso en los distintos formatos digitales. 6 cambiante, pero identificable. Euskal Herria es también un sujeto histórico de derechos culturales y relacionales. Y ello por anclajes tanto en la historia identitaria y comunitaria en gran parte compartida (ancestros, cultura, idioma, relaciones, conflictos…) como en las relaciones sociales vigentes (culturales, idiomáticas, económicas, inmigración interna, instituciones sociales, sindicales o partidarias, ideologías, contactos regulares, deporte, folclore…). El ámbito territorial del espacio cultural vasco es de una evidencia histórica incontestable pero encuentra dificultades de tipo político para expresarse y vertebrarse, incluso en el plano estrictamente cultural. Ese espacio cultural común es más construible si no se le confunde con un proyecto político. Y solo así será posible desarmar las fuertes resistencias políticas a cooperar en cualquier plano. Creo que habría que pedir sensatez para que no se aborde la cuestión del espacio cultural y comunicativo vasco, de Euskal Herria en su conjunto ni como una entelequia inconveniente a los intereses de algunas élites culturicidas (por ejemplo del navarrismo de derechas) ni como un espacio puramente de proyecto político en el que la cultura es solo la excusa para viabilizarlo. Cabe un enfoque pacífico y de acumulación. Se ha de entender Euskal Herria, País Vasco o Vasconia desde un punto de vista histórico, cultural y de identidad. Este ámbito amplio –una nación cultural- abarca tres ámbitos sociopolíticos y jurídicos como son la Comunidad Autónoma de Euskadi o del País Vasco –tal y como se le denomina institucionalmente–, la Comunidad Foral de Navarra y el País Vasco de Francia o Iparralde que, entre todos, comprenden siete territorios. Si por Euskal Herria se entendiera no unos territorios sino un pueblo, el Pueblo Vasco, (o vasco-navarro si se quiere) cabría sumar a los centenares de miles de vascos y navarros de la “diáspora”, especialmente numerosa en el resto de los Estados español o francés, América Latina o EEUU. Por un lado, es un término que define un espacio histórico, cultural, lingüístico e identitario, una entidad histórico-cultural, que con sus diferencias de desarrollo territoriales, comparte una parte significativa de patrimonio, arte, cultura, idioma e historia, así como un espacio prepolítico. Pero, hoy al menos, no define un espacio político institucionalizado como tal, una nación política para el conjunto de los territorios, puesto que la inexistencia de una estructura política institucional colectiva y legitimada popularmente, no es compensada tampoco por unas mayorías políticas sociales que vayan en esa dirección en dos (Navarra e Iparralde) de los tres ámbitos. Hoy por hoy todos pueden entender los lazos culturales (nación cultural) pero no un proyecto político común (nación política). O sea, hoy –y la escuela no es la herramienta para el cambio político- lo que hay es un espacio identitario, cultural y relacional, y tres espacios políticos diferenciados (Euskadi, Navarra e Iparralde) con sus sociedades y costumbres moldeadas que sólo –y es una hipótesis- bajo experiencias positivas de encuentro, podrán llegar a revisar su fragmentado estatus político actual. Euskal Herria como espacio cultural, es un Nosotros cultural, una promesa de “nación cultural”, pero carece aún de los mimbres de un proyecto nacional con base social y política suficientemente compartida en toda Euskal Herria. A finales de los 70 se tuvo la oportunidad respecto a Navarra y se malogró. Con todo hay que ser conscientes que los ingredientes de cualquier proceso de fortalecimiento de esa comunidad cultural son la paz; la ampliación y estrechamiento de relaciones idiomáticas, culturales, institucionales, deportivas, empresariales, asociativas, universitarias; los proyectos comunes entre entes e instituciones públicos y privados; la gestión razonable de las diferencias; saber que son procesos a largo plazo… 7 Dejo aparte otros dos temas socioculturales importantes, otras dos grandes asignaturas pendientes tratadas en otros foros, como son la superación de los perversos mecanismos de la diglosia sociolingüística y la integración cultural de la inmigración.3 3. SOBRE LAS IDENTIDADES NACIONALES PERSONALES A efectos metodológicos y de acción, no hay que confundir los procesos culturales y los procesos de construcción política del sujeto nacional o de la identidad nacional, aunque unos y otros se impacten entre si. Por eso este es un tema distinto al estrictamente cultural o educativo, pero lo traigo a colación porque revela cómo se perciben nacionalmente los vascos (no culturalmente aunque haya mucha correlación entre ambos) y que es ilustrativo de nuestra pluralidad interna a efectos de partir de ella, y gestionarla con respeto, espíritu integrador e inteligencia desde la educación. Se ha de evitar confundir cultura –un hecho objetivo- e identidad nacional personal. Alguien que se sienta vasco y español, por ejemplo, no debe tener ninguna dificultad para saber que una cosa es la cultura vasca y otra la española, aunque esa persona haga en su cabeza un mix perfectamente legítimo y realizable de ambas, y entienda su identidad personal como una identidad mestiza que todos deben respetar. 3 La escuela debe pensarse a si misma en este tema desde algunos parámetros. La cuestión de la inmigración y sus mestizajes ineludibles ha de abordarse de manera gestora. O sea, ni en absurdas claves xenófobas ni en claves de desentendimiento. Se ha producido una tercera oleada inmigratoria trabajadora, aunque en mucha menor cantidad que las que nuestro país vivió a finales del XIX y a mediados del XX, pero de culturas más diversas. Mucha de la nueva inmigración viene para quedarse. Además de contribuyente demográfica a una comunidad en fuerte envejecimiento, es también una neta contribuyente laboral, económico-fiscal y cultural. Hay que partir de ese respeto y agradecimiento. Pero facilitar los procesos de integración mutua requiere una observación permanente y unas políticas activas y progresistas que acoten, suavicen y canalicen los reales problemas de encaje social y cultural que se producen, buscando evitar los ghettos –como se están visibilizando en Francia-. Aceptar el mestizaje, el tratamiento igualitario, la protección de sus derechos y el respeto de sus culturas es condición para una visión amigable por su parte de la nuestra, ofertada además en claves de integración y no de asimilación y, desde luego, sin perder terreno sobre los esfuerzos logrados en los últimos años, lo que supone también promocionar la cultura vasca y, dentro de ella, la euskal kultura. Es verdad que llega esa oleada antes de tener resueltos los temas de la normalización sociolingüística y en ese específico aspecto es un problema añadido que requiere un tratamiento especifico y atento. La tendencia de la inmigración a utilizar la lengua dominante (erdera) es comprensible. Con todo, la ciudadanía vasca siempre ha valorado muy positivamente que la vieja o nueva inmigración se ponga en contacto con el euskera, lo que facilita procesos de integración y de interculturalidad ciudadana. La plena integración de las personas que provienen de países extranjeros, en su mayoría jóvenes, exige adoptar nuevas iniciativas para su socialización, incluido un acceso fácil y natural al euskera. Sin embargo, en el plano idiomático, las mayores esperanzas deben ponerse en la inmigración muy joven o en la descendencia. Los descendientes de las oleadas de inmigración del pasado asumieron la condición de vascos y la gran mayoría ha ido aprendiendo el euskera como el resto de niñas, niños y jóvenes. 8 Con los datos de un reciente estudio4 el dibujo de la Comunidad de Euskadi es el de un país con fuerte identidad y muy plural. Desde el punto de vista de la identidad cultural nacional quienes se sienten sólo vascos o más vascos que españoles son el 55% (frente a los que se sienten sólo españoles o más españoles que vascos que son sólo el 9%) mientras que quienes se perciben como tan vascos como españoles son el 28%. A este fuerte trazo identitario sólo se acerca, y a distancia, según el CIS para el 2003, Catalunya (40% de sólo catalanes o más catalanes que españoles), Canarias (38%), Galicia (32) y Navarra (sólo de su Comunidad y más de la Comunidad Foral que español 31%). En Euskadi la significativa presencia de la identidad personal vasca (“sólo vascos”, “más vascos que...” y “tan…como”) es nada menos que un 83%. Pero tampoco hay que olvidar la compatibilidad en algún grado entre lo vasco y español para el 46%, porcentaje descendente que indica la importancia de los mestizajes, de las diversas identidades plurales compatibles con una identidad general. Hay que anotar, de todas maneras, que entre la gente mas joven (16 a 29 años) se problematiza poco al respecto. Casi dos tercios se tiene por solo vasco o más vasco que español. Sentimiento identitario predominante en Euskadi GRUPOS DE EDAD TOT AL 16- 30- 46- 29 45 64 65 3 4 8 10 6 Español/a Más español/a más 2 2 4 5 3 que vasco/a Tan español/a 28 26 26 29 31 como vasco/a Más vasco/a que 15 20 18 11 8 español/a Vasco/a 40 43 38 40 41 Otros 5 6 4 3 5 Ns/nc 3 5 4 2 4 (Porcentajes 100 10 10 10 10 verticales) 0 0 0 0 Fuente: EJ-GV, EKE y Eusko Ikaskuntza 2006 En el caso de Navarra, la encuesta es mezcla de una identidad de pertenencia y una identidad nacional. Todos los navarros se perciben como navarristas aunque la gran mayoría hacen compatible su navarrismo con una identidad colectiva política más amplia sea española o vasca. O sea, hay navarros que se sienten vascos, o españoles, o solo navarros. Sentimiento identitario predominante en Navarra GRUPOS DE EDAD TOT 16- 30- 46AL 65 29 45 64 4 Eusko Jaurlaritza-Gobierno Vasco, EKE y Eusko Ikaskuntza, Identidad y cultura vasca a comienzos del siglo XXI. CD. Próxima publicación. Gasteiz, 2006. 9 Predom. 37 38 38 41 34 navarro/a Vasco/a15 17 18 17 7 navarro/a Predomin. 10 12 9 10 6 vasco/a Navarro/a34 19 14 13 20 español/a Vasco/a0 1 0 0 0 español/a Predomin. 3 5 5 7 5 español/a Otros 9 13 15 13 15 (Porcentajes 100 100 10 10 100 verticales) 0 0 Fuente: EJ-GV, EKE y Eusko Ikaskuntza 2006 El sentimiento de vasquidad alcanza sólo a una cuarta parte de la población navarra aunque llega casi al 30% entre los jóvenes. Los jóvenes tienen otra lectura también en Navarra. Esas medias tampoco hacen justicia al hecho de la distribución territorial desigual de la vasquidad. Mientras en la Montaña (los valles pirenaicos, Navarra Húmeda y cuenca prepirenaica) ese sentimiento es muy mayoritario, en la llamada Zona media, incluida IruñeaPamplona, es bastante importante –mayoritario en la Sakana o en Tierra Estella– y, en cambio, es muy minoritario en la Ribera Por otra parte, por incidencia de la inmigración constátese ese “otros” que alcanza al 13% de los encuestados. En Iparralde, las encuestas configuran un dibujo bastante distinto y también mezcla identidad de pertenencia e identidad nacional que presumiblemente es muy mayoritariamente francesa. Un 40% incorpora de forma significativa lo vasco a su identidad (16% se siente predominantemente vasco y un 24% se siente como vasco- francés) y un 52% tiene un sentimiento predominantemente francés, lo que tiene que ver en muy buena parte con los residentes jubilados no nacidos en Iparralde. También ahí la juventud tiene otra percepción. Entre la juventud de Iparralde es mayoritario el grupo de incorporación de lo vasco a la identidad -percibida más como identidad de pertenencia que como nacional- (48%) sobre el sentimiento predominantemente francés (46%) Sentimiento identitario predominante en Iparralde GRUPOS DE EDAD TOT 16- 30- 46AL 65 29 45 64 Predomin. 16 22 16 14 14 vasco/a Vasco/a24 26 23 23 24 francés/a Predom. 55 56 52 46 50 francés/a Otros 6 9 7 4 7 Ns/nc 0 2 0 2 1 (Porcentajes 100 10 100 100 100 verticales) 0 Fuente: EJ-GV, EKE y Eusko Ikaskuntza 2006 Identitate se Identitate sentimendu nagusitzun Por lo tanto, Identidad vasca, vasquidad (o navarridad amplia), patriotismos y nacionalismos son cuatro temas distintos que unas y otras personas fusionamos en nuestro ser particular 10 con múltiples soluciones, y todas ellas más o menos plausibles. Están en planos distintos aunque no independientes. Estratégicamente construir el país desde esos mimbres, y que deben tratarse de modo distinto, puede ser difícil pero posible. Se ha de partir de lo real para cambiarlo procesualmente; en cambio, un tratamiento igual de todos esos planos, tratando la cultura y la enseñanza desde el adoctrinamiento o desde la identidad ideológica sería irreal, dudosamente democrático y generaría el repudio de las mayorías. Con ello quiero decir que la escuela influye, y mucho, en esas percepciones pero su finalidad acaba en presentar y hacer apreciar y amar la cultura y a la comunidad, o sea en el vasquismo, independientemente de que el diseñador curricular o el profesorado de un sitio u otro sea mayoritariamente de izquierda, centro o derecha, nacionalista, o lo contrario. Es en las asignaturas de Ciencias Sociales donde se debe plantear el tema de la percepción nacional, pero no a efectos de adoctrinar al respecto. No debemos caer en lo que otros hicieron con nuestra educación. 4. CONSTRUIR LA COMUNIDAD DESDE LA SOCIEDAD Y NO AL REVES. No tenemos una identidad suficientemente compartida pero tampoco hay choque de identidades, felizmente. Ciertamente, hay distintas sensibilidades culturales o políticas pero institucionalmente, en leyes educativas o de normalización, o en las decisiones culturales y del sistema de comunicación, se han resuelto mediante consensos muy amplios, de forma bastante satisfactoria; con mucha prudencia incluso con timidez y a veces sin proactividad institucional. Pero ha traído una percepción tolerante de la cultura y las culturas. Quizás lo esencial sea que los distintos sectores, además de muy mezclados, se aceptan mas o menos como son, en la voluntad de vivir juntos y a pesar de las diferencias identitarias o de percepción nacional o de pensamiento. Como hipótesis diría que, quizás, esa prudencia no ha llevado la eukaldunización a cotas más altas en la CAE pero, la concepción integradora de base sí ha traído la autopercepción de vasquidad de la generalidad de la población. Hay amagos de tensionamiento al respecto pero no hay ghettos entre los ciudadanos (sí hay ya algunos ghettos de la nueva inmigración aun no ciudadana) y cuando se han visibuilizado en prensa son menos una realidad social que un empeño visible e ideológico de una minoría ilustrada, sectaria y patética, en busca de clientela. La sociedad vasca de la CAE ha dejado abierto el camino para que sean, por un lado, los sistemas educativo, comunicativo y cultural los que definan, lentamente, la identidad común pero continuadamente, casi para la siguiente generación, de forma pacífica, proactiva y mediante consenso, y desde la discriminación positiva sobre la parte de cultura maltratada por la historia; y, por otro, para que la libertad personal, en un cuadro relacional social abierto, fije el menú particular de ingredientes identitarios en un sentido u otro. Y es que cada uno y grupalmente tenemos identidades múltiples. De todos modos la política de confrontación y, sobre todo, la violencia han interferido negativamente en ese proceso. Insisto en que esa aún débil vertebración comunitaria, identitaria -por lo variada que es y en proceso de construcción, pues los vascos aun no hemos acordado los perfiles de lo colectivo- no es incompatible con una fuerte articulación social, en la que las tramas de la sociedad civil son muy potentes, plurales, mestizadas e influyentes, y en casi permanente y variada movilización por problemas colectivos. La creencia colectiva en los valores de la democracia y en el juego democrático de mayorías y minorías, así como un sentido cívico bastante desarrollado –contrariamente al estigma de “primitivismo” que nos han colgado quienes identifican racionalidad política sólo con Estado- son bases que dan confianza en la tarea de correlacionar sociedad y comunidad. Ello nos ha salvado en los años duros. En nuestro caso, quien ha hecho el engarce entre comunidad y sociedad ha sido una “sociedad civil” (movimientos sociales, instituciones privadas y sociales, redes críticas, Iglesia, agentes activos…) potente, respetada y muy porosa; con una densidad asociativa 11 importante, con niveles de influencia significativos que fuerzan en algunos temas a ámbitos de gobernanza en red o compartida entre instituciones y ámbitos de sociedad civil. Tenemos una sociedad muy estructurada, bastante progresista, con unos niveles de sindicación o de participación política muy altos si los comparamos con la media española o europea, y muy alejada de los tam-tam tribales. El dibujo que algunos suelen hacer de que somos una “sociedad enferma” es una iniquidad pensada desde la mentalidad de quien identifica democracia y derechos solo con Estado, y haga lo que haga. O sea es una visión desde el Poder. Con todo, no hemos sido inmunes a la polarización política. Todo lo contrario. Esa madurez colectiva en el plano social de la que hablo no ha resuelto la identidad comunitaria básica en lo relativo tanto al cuadro genérico de la identidad cultural como de la identidad nacional. También el relativismo ético mordió en nuestras percepciones sobre el valor de la vida en los años 80. Ello apunta a la necesidad de un desarrollo cultural consensuado. En principio la desaparición de expresiones violentas extremas puede ayudar a desbloquear energías, de no poca gente hoy absorbida en los vericuetos de los “contenciosos”, y que podría proyectarse en el futuro hacia campos más amplios, constructivos y creativos. Incluso en el plano de las ideas políticas hoy encerradas en el doble dominio de nacionalismo si o no, e izquierda-derecha, con la resultante de todas las combinaciones imaginables, puede comenzar a matizarse no ya en las corrientes políticas pero sí en las percepciones políticas personales. Si se quiebran las viejas polarizaciones nuestros hijos podrían – y aquí hago una prospectiva de deseos- hasta hacer la siguiente jerarquía: -primero, la conciencia de ser parte de un gran ecosistema, entendiendo que como parte de la especie el primer deber es proteger el planeta; -segundo, creer desde la individualidad personal y la autoestima, en la igualdad radical de las personas y de los pueblos, con un concepto de ciudadano del mundo que quiere todos los derechos para todas personas y países, y que la diversidad cultural es un bien y no un problema; -tercero, un concepto republicano de la democracia sosteniendo que a las mayorías democráticas como regla de funcionamiento se le debe añadir una ciudadanía implicada y no de delegación, que es la garantía para el avance colectivo y para evitar la artrosis institucional; -cuarto, un concepto igualador para remediar las desigualdades estructurales; y, por último, aunque es o pueda ser previo, lo más emotivo, sentido y presente, ser parte de la comunidad de convivencia con sus perfiles identitarios, y que nunca se utilizarían ni contra la especie, ni contra los derechos de nadie, ni contra el respeto a la democracia ni contra la igualdad. Por eso lo coloco en quinto, pero no en el último lugar, en dos sentidos, puesto que la construcción de la comunidad nunca se puede hacer sin respeto de esos bienes (la naturaleza, la igualdad y la democracia) pero, al mismo tiempo, tampoco permitiendo que nadie robe en “la casa del padre” o pretenda desestructurar tu comunidad, identidad o proyectos en nombre de la democracia, del Estado o de la igualdad. Hemos de preparar la escuela para ese mundo nuevo que, sin perjuicio de que resuelva las asignaturas pendientes, se va a parecer poco al mundo monotemático y de noria en el que hemos estado encerrados, y aún lo estamos, en estos últimos años. 5. NO DEJAR A LA CULTURA FLOTAR A LA DERIVA: PROYECTOS COMPARTIDOS Hay que idear futuros, con proyectos que aun siendo conflictivos deriven a compartidos. 12 Somos un pueblo plural y en construcción colectiva, con todos sus miembros, y todo el mundo debe estar cómodo y ser tenido en cuenta en los procesos colectivos socioculturales, educativos, lingüísticos...Las identidades de los colectivos no se negocian ni consensúan, se respetan. Y los proyectos colectivos, los canalizan. Insisto en que el punto de vista defendible es concebirse como una cultura diferencial que aspira a integral, o sea que tiene todas las herramientas para generar comunidad y sociedad desde una cultura específica y común, y con una historia propia. A partir de ahí, unos sectores podemos pensarla como específica, integral y distinta, y otros la entenderán como específica, integral o mezclada (parte también de otras culturas, española o francesa, entendidas igualmente como amalgama). Desde cualquiera de los dos planteamientos cabe ver que está interrelacionada con otras (que en parte están interiorizadas en nuestra propia cultura específica) y, sobre todo, que desde una actitud firmemente propia y amplia, debemos hacer nuestra lectura de todo. Nadie nos debe ahorrar el esfuerzo. Será más difícil, en cambio, establecer un itinerario común con quienes piensen que nuestra cultura es una variante de las culturas española o francesa, a la que se atribuiría el papel de tronco central, mientras que a contrapelo de la era de la diversidad se le atribuiría a la cultura propia el mero papel de valor complementario, añadido, local, o de plus superpuesto (vernáculo o folclórico) o de mero apéndice de la cultura oficial del Estado español o francés. El currículo resultante de todo el proceso de aportaciones quizás llegue a ser oficial en la Comunidad Autónoma de Euskadi (CAE) pero no lo será en el resto de Euskal Herria. Y no puede ser hoy de otro modo. Sin embargo, será una herramienta y una referencia para los sistemas privados e incluso públicos de Navarra e Iparralde si ven ahí un material interesante. Y para que lo sea, la mirada debe ser de Euskal Herria en su conjunto y en sus partes, lo más libre posible de percepciones ideológicas que distancien y, además, -para convencerles a navarros e iparretarrak que no hay pretensiones hegemonistas- debe tener en cuenta las susceptibilidades ajenas (de quienes compatibilizan españolidad o patriotismo francés con navarridad o vasquidad, respectivamente) para formular discursos compartibles. Hay que optar entre explicitar las creencias (enfoque de contenido ideológico que toma la educación como instrumento de hegemonía y acumulación política de fuerzas) o crear anchos bidegorri por los que circulen todo tipo de bicicletas (enfoque de contenedor plural pero orientado, que toma la educación como instrumento de autorreconocimiento cultural, de integración y de generación de ciudadanía). La propia construcción nacional, si asi lo quieren las mayorías, por fuerza requiere una identificación colectiva y no un sujeto abstracto exterior a la sociedad plural organizada como un todo con identidad pública. Será distinta si se formula como patrimonio de una ideología o como construcción colectiva de un nuevo sujeto. Es absolutamente necesaria la pretensión de diseñar un Currículo Vasco en base a competencias de conocimiento al final de la escolaridad para que el alumnado: a) disponga del repertorio de conocimientos necesarios en materias técnico-científicas e instrumentales de un ciudadano del mundo actual; b) conozca aspectos centrales de la naturaleza, geografía, sociedad, economía, instituciones, artes, cultura, patrimonio o historia del propio país; y aborde las referencias universal, europea y de la cultura de los Estados de adscripción, español o francés, desde la mirada propia, como se hace en cualquier país del mundo. No se entendería que la mirada sobre el repertorio de conocimientos de carácter universal -y cuyos contenidos básicos son una parte del currículo común a los Estados de pertenencia 13 y a la Europa de los 25 para el 2010- se hiciera desde nuestro país y de forma metódica (con la inevitable selección e interpretación desde las claves culturales y vivenciales propias como todos los sistemas hacen), y no se adoptara también ese mismo punto de enfoque de interpretación autorreferencial y con la misma profundidad de campo, para la otra parte del currículo obligatorio procedente del Ministerio correspondiente y referida a temática española (o francesa). Si aspiramos a una cultura integral, que tiene punto de vista sobre todo lo que hay sobre la Tierra, no debemos dejar que otros nos escriban sobre la cultura universal o la española o francesa. Insisto, como ya argumenté en el material colgado en la web o en la prensa, que nos debemos hacer cargo, de verdad, del 100% del currículo: 45% por competencia propia exclusiva, y 55% porque siendo una competencia del Estado, y respetando los enunciados obligatorios, deben ser compartidos, releídos y redefinidos desde aquí.5 Admitirse colectivamente, al menos, como nación cultural, es un concepto pacífico para nacionalistas vascos, para abertzales y para no nacionalistas, puesto que no contradice ningún proyecto político (independentistas, soberanistas, federalistas o autonomistas) salvo el puramente centralista y excluyente. Y ¿cómo hacerlo?. La primera premisa es saber a dónde se quiere ir definiéndolo colectivamente, con el consabido choque de percepciones previo y que no nos lo hemos de ahorrar. La segunda premisa es que se ha de partir de lo que somos incluso en el aspecto sociolingüístico. El objetivo es que el alumnado sea competente en todos los temas de currículo, pueda ser trilingüe o cuatrilingüe, y sea especialmente competente en euskera mediante mecanismos de discriminación positiva.6 La tercera premisa es que se puede hacer evitando el punto de vista político e ideológico y tratando de interpretar el hecho vasco, español-francés, europeo y universal desde la mirada autorreferencial de una cultura integral y en construcción como es la nuestra. Es decir, la mirada desde un “nosotros” plural que hoy es una sociedad “plurilingüe e intercultural” y que conforma una comunidad que está construyendo su identidad con los mimbres del pasado, del presente y… de sus proyectos. Ramón Zallo 20-10-2006 5 La Historia de España o la sociología o el análisis de los sistemas políticos o de las culturas del Estado español no son iguales visto desde Madrid, Andalucía, Catalunya o Euskadi. 6 Pero para ello no se ha de partir del rechazo de todo lo que sea en castellano. Borraríamos la cultura de una mayoría poblacional además de desgastar la complicidad de los monolingües para un proceso de euskaldunización que ha de partir de la base del consenso y del cambio procesual, sin prisa pero sin pausa. No debemos tomar como punto de partida lo que es el punto de llegada como tampoco se puede dejar de lograr ya pequeños puntos de llegada. 14