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Diálogos Filosóficos Un Diálogo Filosófico es el foro creado por la Escuela de Filosofía para que un destacado filósofo en el campo de la investigación y la docencia exponga a los asistentes sus preocupaciones filosóficas a lo largo de una serie de cuatro sesiones. Para asistir a los Diálogos Filosóficos no son necesarios conocimientos filosóficos previos. A continuación presentamos el próximo Diálogo Filosófico incluido en el programa 2011/2012. ¿Qué es el dolor? La experiencia del dolor es universal pero no siempre es comprendida de la misma manera. En este curso se aprenderá cómo el análisis filosófico puede ser de gran ayuda para la comprensión de fenómenos complejos como el del dolor que precisan de la integración de diversos puntos de vista. Profesor / Agustín Serrano de Haro Científico Titular del Instituto de Filosofía del CSIC. Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido becario de Formación de Personal Investigador del MEC, becario de la Fundación Oriol-Urquijo y becario de la Fundación Caja de Madrid. Es investigador autorizado del Archivo Husserl de la Universidad de Colonia. Ver carta del profesor en la siguiente página Lugar: Escuela de Filosofía Calle Asura, 90 A (Madrid) Telf.: 91 716 00 25 Fechas: 19 y 26 de abril 3 y 10 de mayo de 2012 Horario: de 19 a 22 h. Precio: 500€ El programa completo de los Diálogos Filosóficos 2011-2012 está disponible en nuestra web. info@escueladefilosofia.com www.escueladefilosofia.com Carta del profesor El dolor físico es una experiencia tan antigua como el ser humano cuya comprensión teórica siempre ha preocupado al pensamiento y que hoy despierta un interés creciente en nuestra cultura tecno-científica y en nuestra sociedad “medicalizada”. Como experiencia sufrida en mí o percibida en otros, como acontecimiento que inquieta o que quiebra la normalidad silenciosa de mi cuerpo, la rotundidad del dolor físico es la otra cara de su peculiar enigmaticidad. Pues mi dolor sería tratable en la ciencia y en la práctica médicas como una contingencia más del organismo, sujeta sólo a regularidades bioquímicas, si él no fuera, antes que nada, casi un puro estado subjetivo que cada uno experimenta en primera persona. No hay dolor corporal que no se dé a conocer afligiendo en exclusiva a su “sujeto” y singularizándolo. Pero la relación inversa a ésta rige también con el mismo derecho: el dolor sensible admitiría comparación inmediata con la pena, con la tristeza del ánimo, con los llamados “dolores del alma”, es decir, con fenómenos exclusivamente conscientes, si mi propio cuerpo no impusiera en la vivencia del sufrimiento físico su poderosa presencia protagonista. Tampoco hay ningún dolor sensible que no se localice en mis propias carnes, que no se espacialice por la topografía íntima de mi cuerpo. Así, el más físico de todos los sucesos conscientes resulta, al mismo tiempo, el más psíquico de todos los sucesos del cuerpo. Y quizá sólo la filosofía fenomenológica ha podido reivindicar que este nudo categorial entre lo físico y lo psíquico, entre cuerpo y conciencia, puede y debe someterse, antes que nada, a un análisis no explicativo-causal ni tampoco especulativo sino radicalmente descriptivo. Lo que requiere de entrada una atención cuidadosa es la experiencia del dolor tal como la conoce quien ha pasado por ella. Es la vivencia en su inmediata particularidad la que ha de servir de guía en la aclaración general de qué le ocurre a una existencia corporal al sobrevenirle el dolor que la daña. En esta cuestión, la perspectiva en primera persona es, pues, definitoria, no anecdótica, y las ciencias médicas e incluso algunas direcciones de la neurociencia han empezado a reconocerlo. No se trata de reunir historias individuales en narraciones ilustrativas sino de detectar estructuras fundamentales de la corporalidad consciente sin las cuales no habría ninguna historia personal. Y esto vale a propósito de todos los dilemas de conceptuación con que se topa la comprensión del dolor: ¿se trata de una sensación elemental, de un exceso de sensación, de un sentimiento afectivo o de todo ello en una figura particular? ¿Se trata de una experiencia del mal, de un mal en sí mismo, o es por principio una señal benéfica de alerta? O de nuevo, ¿son lo mismo el dolor “del cuerpo” y el dolor “del alma”? Este ejercicio directo de filosofía a propósito del dolor físico carece, por lo demás, de apellidos de filiación; es una serena aspiración de claridad en torno a un acontecimiento fundamental de la existencia de cualquier hombre. El dolor vulnera la existencia, pero el análisis filosófico del dolor puede acompañarla e iluminarla. Agustín Serrano de Haro Científico Titular del Instituto de Filosofía del CSIC