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CANCIÓN DE LA MUERTE Débil mortal no te asuste mi oscuridad ni mi nombre; en mi seno encuentra el hombre un término a su pesar. Yo, compasiva, te ofrezco lejos del mundo un asilo, donde a mi sombra tranquilo para siempre duerma en paz. Isla yo soy del reposo en medio el mar de la vida, y el marinero allí olvida la tormenta que pasó; allí convidan al sueño aguas puras sin murmullo, allí se duerme al arrullo de una brisa sin rumor. Soy melancólico sauce que su ramaje doliente inclina sobre la frente que arrugara el padecer, y aduerme al hombre, y sus sienes con fresco jugo rocía mientras el ala sombría bate el olvido sobre él. Soy la virgen misteriosa de los últimos amores, y ofrezco un lecho de flores, sin espina ni dolor, y amante doy mi cariño sin vanidad ni falsía; no doy placer ni alegría, más es eterno mi amor. En mi la ciencia enmudece, en mi concluye la duda y árida, clara, desnuda, enseño yo la verdad; y de la vida y la muerte al sabio muestro el arcano cuando al fin abre mi mano la puerta a la eternidad. Ven y tu ardiente cabeza entre mis manos reposa; tu sueño, madre amorosa; eterno regalaré; ven y yace para siempre en blanca cama mullida, donde el silencio convida al reposo y al no ser. Deja que inquieten al hombre que loco al mundo se lanza; mentiras de la esperanza, recuerdos del bien que huyó; mentiras son sus amores, mentiras son sus victorias, y son mentiras sus glorias, y mentira su ilusión. Cierre mi mano piadosa tus ojos al blanco sueño, y empape suave beleño tus lágrimas de dolor. Yo calmaré tu quebranto y tus dolientes gemidos, apagando los latidos de tu herido corazón. Poesías líricas (1840) Espronceda 1 Canto a Teresa (Fragmento) ¿POR QUÉ volvéis a la memoria mía tristes recuerdos del placer perdido, a aumentar la ansiedad y la agonía de este desierto corazón herido? ¡Ay!, que de aquellas horas de alegría le quedó al corazón sólo un gemido y el llanto que al dolor los ojos niegan, ¡lágrimas son de hiel que al alma anegan! ¿Dónde volaron ¡ay! aquellas horas de juventud, de amor y de aventura, regaladas de músicas sonoras, adornadas de luz y de hermosura? Imágenes de oro bullidoras, sus alas de carmín y nieve pura, al sol de mi esperanza desplegando, posaban ¡ay! a mi alredor cantando ¡Oh Teresa! ¡Oh dolor! Lágrimas mías, ¡ah!, ¡dónde estáis que no corréis a mares! ¿Por qué, por qué como en mejores días no consoláis vosotras mis pesares? ¡Oh! los que no sabéis las agonías de un corazón, que penas a millares ¡ay! desgarraron, y que ya no llora, ¡piedad tened de mi tormento ahora! ¡Oh!, ¡dichosos mil veces! sí, dichosos, los que podéis llorar ¡y ¡ay! sin ventura de mí, que entre suspiros angustiosos, ahogar me siento en mi infernal tortura! ¡Retuércese entre nudos dolorosos mi corazón, gimiendo de amargura...! mi mismo corazón, pedazos hecho. (…) 2 Carolina Coronado ¡Oh, cuál te adoro! Con la luz del día tu nombre invoco, apasionada y triste, y cuando el cielo en sombras se reviste aun te llama exaltada el alma mía. Tú eres el tiempo que mis horas guía, tú eres la idea que a mi mente asiste, porque en ti se encuentra cuanto existe, mi pasión, mi esperanza, mi poesía. No hay canto que igualar pueda a tu acento cuando mi amor me cuentas y deliras revelando la fe de tu contento; tiemblo a tu voz y tiemblo si me miras, y quisiera exhalar mi último aliento abrasada en el aire que respiras. -------------------------------------------- Nada resta de ti..., te hundió el abismo..., te tragaron los monstruos de los mares... No quedan en los fúnebres lugares ni los huesos siquiera de ti mismo. Fácil de comprender, amante Alberto, es que perdieras en el mar la vida, mas no comprende el alma dolorida cómo yo vivo cuando tú ya has muerto. Darnos la vida a mí y a ti la muerte; darnos a ti la paz y a mí la guerra, dejarte a ti en el mar y a mí en la tierra ¡es la maldad más grande de la suerte!... 3 GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA AL PARTIR ¡Perla del mar! ¡Estrella de occidente! ¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo la noche cubre con su opaco velo, como cubre el dolor mi triste frente. ¡Voy a partir!... La chusma diligente, para arrancarme del nativo suelo las velas iza, y pronta a su desvelo la brisa acude de tu zona ardiente. ¡Adiós, patria feliz, edén querido! ¡Doquier que el hado en su furor me impela, tu dulce nombre halagará mi oído! ¡Adiós!... Ya cruje la turgente vela... el ancla se alza... el buque, estremecido, las olas corta y silencioso vuela. RIMA IV- GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER 4 No digáis que agotado su tesoro, de asuntos falta, enmudeció la lira; podrá no haber poetas; pero siempre habrá poesía. Mientras las ondas de la luz al beso palpiten encendidas; mientras el sol las desgarradas nubes de fuego y oro vista; mientras el aire en su regazo lleve perfumes y armonías; mientras haya en el mundo primavera, ¡habrá poesía! Mientras la ciencia a descubrir no alcance las fuentes de la vida, y en el mar o en el cielo haya un abismo que al cálculo resista; mientras la humanidad, siempre avanzando no sepa a do camina; mientras haya un misterio para el hombre, ¡habrá poesía! Mientras sintamos que se alegra el alma, sin que los labios rían; mientras se llore sin que el llanto acuda a nublar la pupila; mientras el corazón y la cabeza batallando prosigan; mientras haya esperanzas y recuerdos, ¡habrá poesía! Mientras haya unos ojos que reflejen los ojos que los miran; mientras responda el labio suspirando al labio que suspira; mientras sentirse puedan en un beso dos almas confundidas; mientras exista una mujer hermosa ¡habrá poesía! 5 RIMA - X Los invisibles átomos del aire en derredor palpitan y se inflaman; el cielo se deshace en rayos de oro; la tierra se estremece alborozada; oigo flotando en olas de armonía rumor de besos y batir de alas; mis párpados se cierran... ¿Qué sucede? ¡Es el amor, que pasa! RIMA - XI -Yo soy ardiente, yo soy morena, yo soy el símbolo de la pasión; de ansia de goces mi alma está llena; ¿a mí me buscas? -No es a ti, no. -Mi frente es pálida; mis trenzas, de oro; puedo brindarte dichas sin fin; yo de ternura guardo un tesoro; ¿a mí me llamas? -No, no es a ti. -Yo soy un sueño, un imposible, vano fantasma de niebla y luz; soy incorpórea, soy intangible; no puedo amarte. -¡Oh, ven; ven tú! ROSALÍA DE CASTRO 6 Al oír las canciones que en otro tiempo oía, del fondo en donde duermen mis pasiones el sueño de la nada, pienso que se alza irónica y sombría, la imagen ya enterrada de mis blancas y hermosas ilusiones, para decirme: —¡Necia!, lo que es ido ¡no vuelve!; lo pasado se ha perdido como en la noche va a perderse el día, ni hay para la vejez resurrecciones... ¡Por Dios, no me cantéis esas canciones que en otro tiempo oía! Las campanas Yo las amo, yo las oigo cual oigo el rumor del viento, el murmurar de la fuente o el balido del cordero. Como los pájaros, ellas, tan pronto asoma en los cielos el primer rayo del alba, le saludan con sus ecos. Y en sus notas, que van repitiéndose por los llanos y los cerros, hay algo de candoroso, de apacible y de halagüeño. Si por siempre enmudecieran, ¡qué tristeza en el aire y el cielo!, ¡qué silencio en las iglesias!, ¡qué extrañeza entre los muertos! 7