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ORIGENES El interés por conocer nuestros orígenes es una constante a lo largo de la historia de la Humanidad, y, por tanto, muchas son las hipótesis formuladas a lo largo de los tiempos que han intentado dar contestación a tal pregunta. El origen del Universo, el origen de la Vida y el origen del Hombre, los tres Orígenes, han sido y continúan siendo los objetivos principales del hacer científico, una vez despojados de sus connotaciones mágicas o religiosas. En el año 1650, el arzobispo de Armagh (Irlanda), James Ussher, editó un libro en el que afirmaba haber descubierto, por medio de la interpretación bíblica, que el mundo había sido creado en el año 4.004 antes de Cristo, mientras que algún tiempo después, otro clérigo precisó que la Creación había tenido lugar, exactamente, a las 9 de la mañana del día 23 de octubre de ese mismo año. (¡No somos tan jóvenes!). Los últimos estudios sobre la edad del Universo, realizados por Simon Goddwin y John Gribbin, de la Universidad de Sussex, Inglaterra, utilizando datos del telescopio espacial Hubble, apuntan a que "todo" empezó hace unos 13.000 millones de años. EL ORIGEN DEL HOMBRE PRIMERO, LAMARCK A pesar del gran número de pruebas existentes, la evolución de las especies es una idea que no fue aceptada por el mundo científico hasta el siglo pasado. En 1809 aparece un libro titulado "Filosofía zoológica", que plantea por primera vez una serie de ideas sobre la evolución de las especies, escrito por Jean Baptiste Lamarck. Según Lamarck, todas las especies existentes están continuamente esforzándose para adaptarse mejor a las condiciones del medio en que viven; como resultado de este esfuerzo, cada especie va desarrollando progresivamente los órganos que más utiliza, mientras que se produce una continua atrofia de los órganos menos utilizados. De esta forma, los caracteres originales van siendo sustituidos lentamente en cada especie por una serie de caracteres adaptativos o adquiridos. En la actualidad, ningún científico acepta la teoría de Lamarck (¡el desarrollo físico de un atleta no es heredable!). Y LUEGO, DARWIN El Beagle era un buque de 240 toneladas que, bajo el mando del capitán Fitzroy, zarpó desde Inglaterra en 1831 para realizar un viaje que duraría cinco años, con la finalidad de realizar estudios sobre la longitud exacta de las costas de América del Sur. A bordo del Beagle viajaba un joven naturalista de 22 años llamado Charles Robert Darwin, infatigable observador, que a lo largo de la travesía fue tomando nota de las especies vegetales y animales que encontraba. Sus observaciones más importantes las realizó en un pequeño archipiélago situado a unos mil kilómetros frente a las costas del actual Ecuador, las islas Galápagos, donde Darwin descubrió siete especies diferentes de tortugas gigantes y catorce de pájaros pinzones. A su regreso a Inglaterra en 1836, Darwin escribió un libro titulado "Viaje de un naturalista a bordo del Beagle", donde narraba todas las observaciones realizadas pero sin sacar conclusiones de las mismas. Leyendo a Lamarck, Malthus y Alfred Wallace, que había publicado recientemente una serie de artículos sobre el tema de la evolución, y elevando a hipótesis las consecuencias de sus descubrimientos, Darwin publicó en 1859 "El origen de las especies", donde admitía claramente que las especies varían y se diversifican dando lugar a otras nuevas, explicando esta variación a través de la "selección natural". Según esta teoría, la población de cada especie tiende a aumentar en progresión geométrica (idea de Malthus), lo que hace que cada vez escasee más el alimento y sea más difícil la vida en comunidad. Los seres vivos se hallan ante una lucha por la existencia, que se concreta en que sólo los individuos más aptos y más fuertes sobreviven; como éstos son también los que se reproducen con mayor facilidad, los caracteres que transmiten a sus descendientes van siendo mayoritarios. Así, de forma lenta pero continua, la especie va variando, hasta transformarse, incluso, en otra diferente. LA SINTESIS DEL NEODARWINISMO La teoría de Darwin había supuesto un claro avance sobre la hipótesis de Lamarck, pero presentaba una serie de puntos oscuros en cuanto a la transmisión de las características adaptativas de la especie. Casi al mismo tiempo que Darwin publicaba su libro, el monje moravo Gregor Mendel realizaba una serie de experimentos a partir de los cuales formuló unas leyes que sentaban las bases para el estudio de la transmisión de los caracteres hereditarios. Las leyes de Mendel, aceptadas en la actualidad por todos los científicos, fueron publicadas en 1866, aunque pasaron desapercibidas hasta 1900 cuando el holandés Hugo de Vries las redescubrió. Según propuso de Vries, y posteriormente el danés Wilhelm Johannsen, dentro de una población podían tener lugar dos clases de variaciones: las modificaciones, debidas a factores ambientales, que no se transmitían de padres a hijos, y las mutaciones, de carácter más profundo y no debidas al ambiente, que se transmitían por herencia de unas generaciones a otras. Para de Vries, solamente las mutaciones podrían dar lugar a la evolución, desechando la teoría de la selección natural propuesta por Darwin como auténtico motor del cambio evolutivo. Las teorías de Mendel y de Vries fueron firmemente apoyadas cuando en 1926, el biólogo norteamericano Thomas Morgan publicó el libro "La teoría de los genes": cada una de estas unidades hereditarias era portadora de una determinada característica que se transmitía sin modificaciones, a no ser que existiese una mutación que cambiase la estructura de algún gen en particular. Hacia 1930, un grupo de científicos abordó un estudio de poblaciones desde un punto de vista genético, coincidiendo en formular una teoría de la evolución que suponía un intermedio entre la teoría de las mutaciones de de Vries y la teoría de la selección natural de Darwin, razón por la cual se la conoce como teoría Sintética o Neodarwinismo. El Neodarwinismo propone que las mutaciones y la selección natural son procesos complementarios entre sí, pero ninguno de los dos, por separado, es capaz de producir un desarrollo evolutivo. Los individuos de una población están expuestos a una serie de mutaciones que se producen al azar; dentro de ellas, existirán algunas que produzcan modificaciones gracias a las cuales el individuo se adaptará mejor al ambiente en que vive, mientras que otras mutaciones introducirán variaciones perjudiciales para el individuo. En ambos casos actuará el mecanismo de la selección natural, mediante el cual los individuos que, gracias a las mutaciones producidas, se adapten mejor al medio, serán también los que mejor se reproduzcan; por el contrario, y de forma lenta, aquellos individuos que tras las mutaciones quedaron peor adaptados, irán desapareciendo de la población. En general, las mutaciones que se producen en los individuos de una población son micromutaciones que producen efectos muy leves, por lo que los cambios producidos en la población son siempre graduales, necesitándose miles de años para que el proceso evolutivo llegue a dar especies significativamente diferentes de aquellas de las que proceden. Se puede, por tanto, resumir que es la selección natural propuesta por Darwin la que dirige el proceso evolutivo, ya que atenúa o acentúa los efectos que al azar producen las mutaciones en los individuos que forman una población, haciendo que de forma paulatina y sobre la base de esta variabilidad individual, la población se modifique, originando en su seno el nacimiento continuo de nuevas especies. El Neodarwinismo es una teoría aceptada casi generalmente por toda la comunidad científica, si bien han surgido ciertas tendencias que intentan modificarla en partes muy concretas, pero siempre modificaciones mínimas; de una forma u otra, los científicos admiten como mecanismo evolutivo la acción conjunta de las modificaciones genéticas y de la selección natural. En un proceso de miles de millones de años, los primitivos orgánulos evolucionan y así van apareciendo las distintas especies que pueblan el planeta, muchas de ellas desaparecidas. El entramado evolutivo es un gigantesco árbol con raíces comunes que se diversifica continuamente, desde el ser más simple, el orgánulo, hasta el más complicado: el hombre. Tanto Linneo como Darwin habían clasificado al género humano dentro del reino Animal, como un mamífero primate perteneciente a la familia de los Homínidos y encuadrado en el género Homo. No obstante, la ausencia de restos fósiles impedían conocer las diferentes etapas evolutivas que habrían separado al hombre del resto de sus antecesores, los primates. Pero hagamos historia. ERAS Y APARICIONES Las fases geológicas de la Tierra se dividen en Eras, y éstas a su vez en Períodos. A lo largo de ellos, van emergiendo las distintas especies, desde el inicio de la vida hace aproximadamente 3.800 millones de años, hasta nuestros días. Existen cuatro Eras: Precámbrico, que se inicia con la formación de la Tierra hace unos 4.500 millones de años hasta hace 570 millones de años, Paleozoico o vida antigua, (570245), Mesozoico o vida media, (245-65) y Cenozoico o vida reciente, (65 hasta la actualidad). El Precámbrico comprende dos Períodos, Azoico (4.500-3800) y Arqueozoico (3.800-570): la vida surge al iniciarse este Período. El Paleozoico abarca seis Períodos: Cámbrico (570-505), surgen los primeros invertebrados marinos. Ordovícico (505-438), primeros vertebrados marinos; Silúrico (438-408), primeros restos de vida en continentes; Devónico (408-360), primeros bosques, anfibios e insectos; Carbonífero (360-286), primeros reptiles y Pérmico (286-245), al final, aparición de los mamíferos. El Mesozoico contiene tres Períodos: Triásico (245208), aparecen los dinosaurios; Jurásico (208-144), primeras aves; Cretácico (144-65), primeras plantas con flores. El Cenozoico comprende dos Períodos, Terciario (65-5) y Cuaternario (5-época actual), cada uno de los cuales abarca varios Subperíodos. Dentro del Terciario, el Paleoceno (6558), Eoceno (58-37), Oligoceno (37-24) y Mioceno (24-5), donde aparecen los antropoides. Dentro del Cuaternario, donde ya emergen los humanos, el Plioceno (5-2), Pleistoceno (2 millones de años hasta hace 10.000 años) y el Holoceno (desde hace 10.000 años hasta la actualidad). NUESTROS ANTEPASADOS Los primeros signos de vida orgánica se encontraron en sedimentos depositados en el fondo del mar hace 3.500 millones de años: son los restos de bacterias y cianofitos (algas verde-azules), los organismos más simples y menos complejos que conocemos. Durante los dos mil millones de años posteriores, las cosas sucedieron extremadamente despacio; hace 1.500 millones de años aparecieron los primeros organismos unicelulares con núcleo; hace 600 millones de años aparecen los primeros animales multicelulares. Los primeros vertebrados genuinos emergen en estratos que datan del período Cámbrico superior, con una edad aproximada de 500 millones de años; durante la transición al final del período Triásico, hace aproximadamente 205 millones de años, aparecen los primeros mamíferos. Durante la Era del Mesozoico, los mamíferos vivían en el suelo, dominados por los dinosaurios y otros reptiles de gran tamaño. Estos mamíferos eran todos ellos bastante pequeños: el más grande podía pesar diez kilogramos. Justo al final del Período Cretácico, entró en escena el precursor de los primates: era un ser pequeño y primitivo, del tamaño de una ardilla, llamado Purgatorius por el lugar donde se le encontró, Purgatory Hill, en Montana. A partir del Purgatorius se desarrolló una multitud de variedades diferentes durante el Paleoceno: son los Plesiadapiformes, de los que se conocen más de sesenta especies, y la mayoría de ellos se extinguieron al final de la época, aunque algunos sobrevivieron hasta el comienzo del Eoceno. Los primeros miembros de un nuevo suborden, los Estrepsirrinos, pertenecientes a la familia de los Adheridos, aparecieron al principio del Eoceno, hace 55 millones de años, dominando durante los siguientes millones de años. Los Estrepsirrinos están representados actualmente por los lemures, indridos, galagos y aye-ayes, todos ellos prosimios que habitan en los trópicos, sobre todo en la isla de Madagascar: son descendientes directos de los Adheridos. Hacia comienzos del Eoceno, al mismo tiempo que los primeros Adheridos, aparecieron en escena miembros de otra familia, los Omímidos, un descendiente actual de los cuales es el Tarsius o "animal fantasma", que vive en las Islas Filipinas, Borneo, Sumatra y Célebes, y es del tamaño de una rata. El Oligoceno duró desde hace unos 37 millones de años hasta hace 25 millones, y de esta época son los fósiles encontrados en Fayum, a unos cien kilómetros al sudoeste de El Cairo, datados en 31 millones de años de antigüedad. Estos fósiles son monos antropoides encuadrados dentro de los Hominoides, superfamilia que incluye a los Homínidos, Póngidos y otros, siendo el más conocido de ellos el Aegyptopithecus, un mono diminuto con la cabeza del tamaño de un gato. Era un excelente escalador que se movía a gatas con facilidad en las ramas de los árboles. El Mioceno empezó hace 24 millones de años y terminó hace cinco millones con la transición al Plioceno. La mayoría de los lugares de Africa donde se han encontrado monos datan de mediados del Mioceno, entre 18 y 12 millones de años atrás, y ya aparecen los monos grandes, los Póngidos, siendo el más conocido el Proconsul Africanus, del tamaño de un babuino, que se desplazaba a cuatro patas y tenía los brazos y las piernas de la misma longitud. El cráneo del Proconsul muestra que su desarrollo había avanzado considerablemente desde la etapa del Aegyptopithecus. Durante el Mioceno, entre los 16 y los 8 millones de años atrás, en Europa vivían diferentes especies de Dryopithecus, uno de los cuales, el Oryopithecus europeo, no fue el antepasado directo de la raza humana ni de ningún primate contemporáneo. Pasemos al Dryopithecus asiático: al norte de Pakistán y en la India se encontraron tres géneros, uno de ellos el Ramapithecus, del tamaño de un chimpancé enano de nuestros días. Con su nariz breve, su gruesa capa de esmalte en los dientes, su fina hilera de dientes sin huecos y sus pequeños incisivos y caninos, presenta un aspecto notablemente humano. Se le ha considerado un Homínido genuino, es decir, de la familia que comprende a nuestro género humano Homo, y a su pariente más próximo, el Australopithecus. UNA BIFURCACION EN EL CAMINO Los Homínidos fósiles más antiguos conocidos hasta la fecha, han sido hallados a partir de 1992 en la región del Awash medio, en Etiopía. El equipo norteamericano dirigido por Tim White ha bautizado como Ardipithecus Ramidus a estos Homínidos primitivos, que tienen 4,4 millones de años de antigüedad. Habitaban la selva húmeda y se alimentaban de manera similar a como lo hacen hoy los chimpancés. A partir de algunos aspectos de la base del cráneo, se ha sugerido que eran bípedos y caminaban como nosotros, aunque esto debe ser aún contrastado. Esta especie parece ser la candidata ideal para ocupar el puesto del último antepasado común de todos los Homínidos. Más recientemente, un equipo keniano dirigido por Meave Leakey ha encontrado en las orillas del lago Turkana, en Kenya, unos fósiles de Homínidos con una antigüedad de cuatro millones de años, bautizados como Australopithecus Anamensis. A diferencia del Ardipithecus, sus molares tienen una capa de esmalte gruesa, indicando un cambio de dieta y de medio, ambiente forestal abierto o sabana arbolada y con agua. Se ha encontrado una tibia que induce a sus descubridores a pensar que eran bípedos. Es el Australopithecus Anamensis el primer eslabón del árbol evolutivo de los Homínidos en general, y de los Australopitecinos en particular. A partir de aquí podemos dividir a los Homínidos en tres familias: Austalopitecinos, Australopitecinos Robustus y el género Homo. LOS HOMINIDOS Los Australopitecinos comprenden los siguientes Australopithecus: el Anamensis, ya citado, el Bahrelghazali, el Afarensis y el Africanus. Los Australopitecinos Robustus, el Australopithecus Aethiopicus, el Boisei y el Robustus. El género Homo, el Homo Habilis, el Rudolfensis, el Ergaster, el Erectus y el Sapiens. Mientras para Philip Tobias, de la Universidad de Witwatersrand, el género Homo desciende del Australopithecus Africanus, como rama colateral hace 2,5 millones de años, para Bernard Wood, de la Universidad de Liverpool, no se encuentra entre los Australopitecinos descubiertos hasta ahora un candidato a antepasado directo de todas las especies Homo. Ambos coinciden en que los Robustus ocupan una rama que se extinguió hace un millón de años. Pocos datos existen sobre el Bahrelghazali, cuya mandíbula y dientes fueron hallados 2.413 kilómetros al oeste del valle del Rift. El Afarensis tiene una edad entre 3,9 y 3 millones de años; sus brazos y piernas son de primate, pero su espina dorsal, su pelvis y sus extremidades inferiores son las de un individuo que camina erguido. Las pisadas de unos Homínidos que caminaban bípedos hace 3,6 millones de años quedaron perpetuadas en el yacimiento de Laetoli, Tanzania, descubiertas en 1976 por el equipo de Mary Leakey: Lucy, un esqueleto completo de hace 3,4 millones de años, es un buen ejemplo de una hembra de la especie Australopithecus Afarensis a la que corresponden esas huellas. De pequeña estatura, 105 cm, y 27 kilogramos de peso, su cabeza tendría un aspecto parecido a un chimpancé‚ y aunque caminaba erguida, sus piernas eran muy cortas en comparación con las nuestras. El Africanus, de edad entre 3 y 2,3 millones de años, posee un cráneo más redondeado que el Afarensis, pero sus extremidades estaban menos adaptadas para el bipedalismo. El Aethiopicus, de edad entre 2,6 y 2 millones de años, posee potentes músculos para la masticación anclados a una cresta ósea prominente en la parte superior del cráneo. El Bolsei, cuya edad está entre 2,6 y 1 millón de años, tiene un tronco muy potente, voluminosa mandíbula superior y los mayores molares de todos los Homínidos. El Robustus, de edad entre 2 y 1,2 millones de años, posee un rostro plano con pómulos más prominentes y mandíbulas más retraídas que el Africanus o el Afarensis. Ya dentro del género Homo, el Hábilis, con una edad entre 2,5 y 1,6 millones de años, tiene mayor cerebro y dientes más pequeños que los Australopithecus. El Rudolfensis, cuya edad se calcula entre 2,5 y 1,9 millones de años, posee un rostro amplio, con los arcos supracilares más planos y un cráneo más redondeado que le Hábilis. El Ergaster, de edad entre 1,8 y 1,4 millones de años, posee unas mandíbulas más pequeñas y una nariz más prominente que sus antecesores. Las proporciones entre brazos y piernas se asemejan más a las del hombre actual. Todos los Homínidos citados anteriormente proceden de Africa: el Erectus es la primera especie de Homo de la que se tienen restos fuera de Africa. El espécimen más antiguo tiene 1,8 millones de años y procede de Suráfrica, pero también vivió en Argelia, Marruecos y, hace un millón de años, en Java, Indonesia y China. Su cráneo era pesado y unos prominentes arcos sobre los ojos ensombrecían su mirada. EL GENERO HOMO El Homo Hábilis no era, en realidad, muy diferente del Australopithecus Africanus. El esqueleto más completo de que disponemos es el descubierto por White y Johanson en 1986, y recuerda mucho a Lucy; sin embargo, el Homo Hábilis había experimentado cierta expansión del cerebro y alguna reducción del aparato masticador, y fabricaba rudimentarios utensilios de piedra, que le abrirían el camino hacia las proteínas animales, inaccesibles de otro modo por encontrarse bajo gruesas capas de piel en los animales muertos, o al tuétano de los huesos que dejaban los depredadores. A partir del Hábilis surgió el Ergaster, que supone un tipo radicalmente distinto de Homínido, con un cerebro y una estatura mucho mayor que los precedentes, y con la habilidad de fabricar un repertorio de instrumentos variados y de talla elaborada. Quizá una de las cuestiones abiertas más candentes en la actualidad la constituya la salida de los Homínidos del continente africano y su dispersión por el resto del Viejo Mundo. El protagonista de esta historia pudo ser el Homo Ergaster o quizá el Homo Erectus; en cualquier caso, los primeros humanos arribaron a Java hace un millón y medio de años, alcanzaron las estribaciones del Cáucaso hace un millón de años y, tal y como atestiguan los fósiles hallados en el yacimiento de la Gran Dolina de la burgalesa sierra de Atapuerca, llegaron a Europa Occidental hace 800.000 años. El último Homo Erectus africano a menudo ha sido considerado como un Homo Sapiens arcaico o como una forma de transición entre el Erectus y el Sapiens: el llamado hombre de Rodesia, de Kabwe, Zambia, pertenece a este grupo, así como hallazgos similares en el Africa meridional, con unas edades de unos 200.000 años; el volumen de la caja craneal es de 1.250 centímetros cúbicos, que supera ampliamente la del Erectus típico, aunque la cabeza presenta una marcada afinidad con el Erectus, siendo sin embargo el esqueleto como el del Homo Sapiens. Actualmente, casi todo el mundo está de acuerdo en que nuestra propia especie, el Homo Sapiens, evolucionó a partir del Homo Erectus. EL HOMO SAPIENS La Era Glacial europea comenzó hace aproximadamente 1,6 millones de años, coincidiendo con el Pleistoceno. En general se piensa que el Pleistoceno terminó y la época actual, el Holoceno, comenzó hace 10.000 años. Algunos hallazgos en España y en Yugoslavia, hace 1,3 millones de años, indican una cierta presencia "humana", y el hallazgo de Petralona, un cráneo bien conservado, y los restos de Arago, así como el Antecessor, de Atapuerca, con una antigüedad de 800.000 años, hacen pensar en un Homo Sapiens arcaico. Los huesos de los esqueletos son potentes, los cráneos llegan a los 1.500 centímetros cúbicos, existiendo similitudes con europeos posteriores (Neanderthal), pero también con el Erectus. Un grupo algo más joven de hallazgos en España, Francia, Alemania e Inglaterra, tienen unos 400.000 años de edad, y se aprecia un físico más grácil, volúmenes craneales de 1.300 centímetros cúbicos, aunque se les sigue considerando Homo Sapiens arcaicos. Entre los 120.000 y los 30.000 años atrás, Europa estuvo habitada por los llamados "hombres de Neanderthal", los más conocidos de todos los tipos humanos fósiles, ya que se han encontrado gran cantidad de restos, debido a la costumbre que tenían de enterrar a sus muertos. El descubridor del Neanderthal y fundador de la Paleoantropología fue Carl Fuhlrott, maestro de escuela de Erbelfeld. En 1856 hizo público su descubrimiento en Neanderthal, cerca de Dusseldorf, y mantuvo que se trataba de un tipo humano extinguido. Restos de Neanderthal los hay por todas partes: Portugal, España, Suiza, Alemania, Bélgica, Hungría, Rumania, Irak, Líbano, Jordania, Israel, Libia, Marruecos...el Neanderthal fue un tipo único de ser humano: caja craneal enorme, de 1.750 centímetros cúbicos, físico robusto, altura media de 1,68 metros el hombre y 1,59 metros la mujer, cien kilogramos de peso el varón. Utilizaba herramientas diversas, entre ellas lanzas o puntas de lanza de piedra, hacía uso del fuego, celebraba ritos religiosos, practicaba el canibalismo, disfrutaba de una vida larga, superando los cincuenta años de edad. En la mayoría de las clasificaciones se le describe como una subespecie nuestra: Homo Sapiens Neanderthalensis. Desapareció hace 30.000 años; para entonces, ya vivían en Europa seres humanos como los de hoy, por lo que vivieron codo con codo con ellos; es totalmente improbable que nuestra especie evolucionase del Neanderthal. El Homo Sapiens difiere de todos los demás tipos Homo en que posee una caja craneal alta y redondeada y además carece de curvatura ósea alguna sobre las cejas; su cara es vertical, sin mandíbulas prominentes, la barbilla está bien desarrollada y los dientes son más pequeños. Tiene un cerebro mayor que el Erectus y la pelvis configurada de distinto modo que el Neanderthal. Los restos más antiguos del Homo Sapiens se encontraron en Africa, en Etiopía, con una datación de 130.000 años de antigüedad. Richard Leakey encontró los restos de tres individuos: éste fue el comienzo de una serie de hallazgos africanos, entre los 100.000 y los 35.000 años de edad, todos de Homo Sapiens. En Europa, los primeros Homo Sapiens aparecieron hace 35.000 años: el hallazgo más joven es el de Kelsterbach, Alemania, 31.000 años. En 1868 se encontraron cinco esqueletos de Homo Sapiens de la Era Glacial en Cro-Magnon, Les Eyzies, por lo que todos los Homo Sapiens de la Era Glacial Europea han recibido el nombre de aquel lugar. El origen del Homo Sapiens no se ha determinado de forma concluyente, aunque es casi seguro que nació en Africa, donde se conocen posibles precursores: el Homo Erectus avanzado del tipo de Rodesia. Debe tenerse en cuenta que se sabe poco de la secuencia de acontecimientos en Asia y en Europa, pero en ambos continentes también había tipos de Homo Erectus avanzados. Aunque existen diversidad de razas entre la población de nuestros días, todas ellas pertenecen a la misma especie, Homo Sapiens. Stephen J.Gould afirma: "Todos los humanos que ahora poblamos la Tierra somos hermanos". Podemos identificar tres razas principales: la mongoloide, la negroide y la caucasoide. Nadie ha sido capaz de demostrar que exista diferencia alguna entre las razas a nivel de características mentales. El último continente donde se asentaron seres humanos fue América, que llegaron a través del estrecho de Bernia, ya que durante las épocas glaciales era tierra seca, hace unos 15.000 años; hace 11.000 años ya habían alcanzado las zonas más meridionales de América del Sur. Al alcanzar estas zonas, los seres humanos habían completado la conquista de la tierra habitable; los que vivían en aquella ‚poca, hace unos 10.000 años, eran idénticos a nosotros. ¿HA TERMINADO LA EVOLUCION? Admitida la existencia de un proceso evolutivo, que comienza en los orgánulos y termina en el hombre actual, la Evolución puede dividirse en dos grandes períodos: la Evolución Prebiológica, en la cual la materia inerte se transformó en materia orgánica y ésta se agrupó para formar estructuras más complejas, moléculas biológicas, y la Evolución Biológica, que se inició en los orgánulos, y que ha comprendido todo el desarrollo capaz de llegar a transformarlas en todos los seres vivos que pueblan el planeta. La Evolución Prebiológica ha finalizado, ya que en la Tierra no se dan en la actualidad las características necesarias para que tenga lugar este tipo de evolución. Sin embargo, y según la opinión unánime de la comunidad científica, la Evolución Biológica continúa, modificando lenta pero progresivamente todas las especies, y no se ha detenido con la aparición del hombre. Sin embargo, quizá esta evolución no está teniendo en el hombre las mismas características, ya que a ella se ha unido lo que muchos científicos consideran una tercera fase del proceso evolutivo: la evolución cultural o psicosocial. Para esta etapa no rigen las normas de la Evolución Biológica: ya no es posible hablar de selección natural, de lucha por la vida, etc. En este proceso evolutivo hay que contar con los grupos sociales, el ejercicio del poder, el desarrollo tecnológico, el progreso económico, etc., que actúan como mecanismos que se superponen a los clásicos de la Evolución Biológica con tal fuerza que en ocasiones modifican los factores que rigen ésta. El hombre , con su tecnología, perturba la marcha normal de la Evolución Biológica, rompiendo un equilibrio cuyas consecuencias son imprevisibles. En términos generales, es evidente que los avances científicos y tecnológicos han supuesto un avance gigantesco en el género humano, pero los peligros son también evidentes. Todos debemos ser conscientes de que la sintonía con la Naturaleza es fundamental, que no debe romperse jamás en aras de cualquier proyecto, ya sea de carácter científico, tecnológico, económico, político, militar o de cualquer otra índole. 4.- RESUMEN: UNA LINEA CERRADA Y CONTINUA Del estudio de las teorías científicas actuales sobre el origen del Universo, la Vida y el Hombre, podemos sacar la conclusión global que define la existencia de todo lo que ha sido, es y será, como una Línea Cerrada y Continua, sin principio ni fin, sin saltos o discontinuidades propiciados por cualquier intervención externa. La Evolución explica de manera bastante convincente la continuidad que abarca desde el Big Bang hasta el momento presente, incluyendo la transición materia inerte-materia viva y la transición animal-hombre. El modelo del Universo oscilante cierra la Línea y la intrigante singularidad del Big Bang se excluye con la Propuesta de Ausencia de Límites. En un punto cualquiera de la Línea comienza nuestro Universo como consecuencia de una fluctuación del vacío cuántico que origina nuestro espacio-tiempo, un Universo cuya geometría permite las condiciones necesarias para que sea tal y como hoy lo conocemos. La Relatividad General y la Mecánica Cuántica marcan las pautas al desarrollo de nuestro Universo, mientras la Evolución y la autoorganización permiten, en proceso continuo, la aparición de la vida y el hombre. Esta es la Teoría de la Línea Continua y Cerrada (TLCC), una teoría del Todo basada en consistentes argumentos científicos, que excluye la intervención de un Creador. Pero, como toda teoría científica, debe ser comprobada experimentalmente en su totalidad para ser universalmente aceptada, y, dada su amplitud y complejidad, aún no ha llegado ese momento...si es que llega alguna vez.