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TUMORES DE NOVO EN EL PACIENTE TRASPLANTADO 65 Valentín Cuervas-Mons Martínez CONCEPTO E INCIDENCIA El sistema inmune destruye las células neoplásicas que en todos los organismos se originan por mutaciones somáticas o por infecciones por virus oncogénicos. La disminución de la vigilancia por parte del sistema inmune puede causar un crecimiento incontrolado de estas células neoplásicas. En consecuencia, los estados de inmunodeficiencia, bien sea congénitos o adquiridos, ya sean secundarios a la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana o por el uso de medicación inmunosupresora, se asocian a un mayor riesgo de desarrollar tumores malignos. Estos tumores oportunistas — neoplasias de novo- se desarrollan entre el 5 y el 15% de los pacientes que reciben un trasplante de órgano sólido1,2. En España, en un estudio realizado por el Grupo Español de Trasplante Hepático se encontró una incidencia de 3,83% de tumores de novo en los receptores de un trasplante hepático3. La incidencia de neoplasia en los pacientes trasplantados es el doble de la esperada en una cohorte de población no trasplantada, de similar edad y situación general y, va a aumentar con los años transcurridos desde la realización del trasplante4,5. Se calcula que el riesgo anual de desarrollar un tumor maligno después de un trasplante de órgano sólido es del 2%5. TIPO DE NEOPLASIA No todos los tumores están aumentados en los pacientes trasplantados. Así los tumores más fre- cuentes en la población general, como los carcinomas de pulmón, mama, próstata, colon o el carcinoma invasivo de cervix no tienen una mayor incidencia en los pacientes trasplantados. Por el contrario, el cáncer de piel y labio, los linfomas, el sarcoma de Kaposi, el carcinoma de cervix uterino, de vulva y periné, los tumores hepatobiliares y los sarcomas, sí tienen una incidencia significativamente mayor entre la población trasplantada que la observada en la población general.1,6. En general, el tumor que con más frecuencia se ve en los pacientes trasplantados es el cáncer de piel. La frecuencia relativa del resto de las neoplasias malignas depende de otros factores, como el tiempo transcurrido desde que se realizó el trasplante, el tipo de trasplante, la intensidad y duración de la inmunosupresión utilizada, la enfermedad que causó el trasplante y la incidencia local de cáncer. Aunque cualquier tumor maligno puede aparecer en cualquier momento evolutivo después del trasplante, existen algunas diferencias en el tiempo de aparición postrasplante. El tumor de presentación más precoz es el sarcoma de Kaposi (22 meses postrasplante, intervalo de 2 a 22 meses), seguido de los procesos linfoproliferativos (32 meses, intervalo de 1 a 254 meses). Los más tardíos son los tumores de piel y los carcinomas de vulva y periné (113 meses, intervalo 3 a 285 meses)4,7. Se ha visto un diferente patrón de neoplasia en los pacientes con trasplante hepático respecto a los trasplantados renales2,4,8. En los pacientes con trasplante hepático, cardiaco o cardiopulmonar, 801 se observa una mayor incidencia de trastornos linfoproliferativos que en los trasplantados renales. En contraposición, los trasplantados renales tienen una mayor incidencia de tumores de piel, carcinomas de cervix y de vulva-periné6,8,9. El uso de regímenes inmunosupresores más potentes, en general, y en particular la mayor utilización de anticuerpos antilinfocíticos en los pacientes con trasplante extrarrenal puede explicar la mayor incidencia de síndromes linfoproliferativos en estos pacientes. El mayor tiempo de seguimiento de la evolución de los pacientes con un trasplante renal respecto a los pacientes con trasplante extrarrenal podría también explicar la mayor incidencia de cánceres de piel, de cervix o de vulva-periné en estos enfermos, ya que el riesgo de desarrollar este tipo de tumores aumenta con el tiempo transcurrido desde que se realizó el trasplante. El tipo de inmunosupresión utilizada también influye, con el advenimiento de la ciclosporina se observó un cambio en el tipo y comportamiento de las neoplasias de novo respecto a regímenes convencionales con azatioprina y prednisona. Así con la ciclosporina se hace más frecuente la aparición de procesos linfoproliferativos, sarcomas de Kaposi y carcinomas renales y menor de tumores de piel y vulva-periné10,11. La enfermedad que originó el trasplante puede influir en la aparición de determinados tipos de tumores. Así, la incidencia de carcinoma de colon y recto es mayor en pacientes a los que se realizó el trasplante por colangitis esclerosante asociada a colitis ulcerosa12,13 y la incidencia de hepatomas es más frecuente en pacientes con infección por el virus de la hepatitis B. PATOGENIA relacionan con la infección por el virus de Epstein-Barr (EBV) y el sarcoma de Kaposi con el virus herpes tipo 8. Otros virus con alta sospecha de producir carcinomas de cérvix uterino, vulva, periné, ano, y posiblemente piel son los papilomavirus7,14,15; (c) el efecto oncogénico directo de los medicamentos inmunosupresores incluyendo la azatioprina y la ciclosporina1,7; (d) factores genéticos, que pueden predisponer al desarrollo de tumores alterando el metabolismo carcinogénico, la regulación del sistema inmune, nivel de interferón, o la respuesta a infecciones virales6. HISTORIA NATURAL DE LAS NEOPLASIAS DE NOVO La historia natural de los tumores malignos que aparecen en los pacientes trasplantados es diferente a la de la población general. Los tumores que aparecen en los pacientes trasplantados aparecen a edad más temprana, suelen estar en un estadio más avanzado en el momento del diagnóstico y son más agresivos y rápidos en su evolución que en la población general, originando una alta mortalidad directamente relacionada con la neoplasia4,8,16,17,20. En el registro español de neoplasias de novo en pacientes con trasplante hepático, la mortalidad de los pacientes que desarrollan una neoplasia fue del 37%, y un 92% de estos fallecimientos estuvieron directamente relacionados con el tumor. Sin embargo, no todos los tumores tienen la misma gravedad. Los linfomas son los que se asocian con una mayor mortalidad (73,3%), mientras que los tumores cutáneos tienen el mejor pronóstico (mortalidad del 5,8%)3. Los tres tumores más característicos de los trasplantados hepáticos son los cánceres cutáneos, los trastornos linfoproliferativos y el sarcoma de Kaposi. En la patogenia de las neoplasias de novo en la población trasplantada, además de la disminución del mecanismo de vigilancia inmunológica, se implican otros factores, como: TUMORES DE PIEL Y LABIO (a) la estimulación crónica originada por antígenos del injerto, por repetidas infecciones, o por el uso de gran cantidad de productos sanguíneos; Son los más frecuentes dentro de las neoplasias de novo, suponiendo aproximadamente un 3037% de los tumores6,8. (b) la infección por virus oncogénicos, que podría explicar el corto periodo de aparición de los tumores tras el trasplante. Hay una fuerte evidencia de que los procesos linfoproliferativos se En el paciente trasplantado el tumor más frecuente es el carcinoma espinocelular en una proporción de 1,8:1 respecto al epitelioma basocelular, que es el cáncer humano más frecuente. El 802 factor etiológico más importante para el desarrollo de estos tumores es la dosis solar total acumulada. Otros factores implicados son la infección por el virus del papiloma y la duración de la inmunosupresión18,19. Estos tumores presentan características diferentes a las observadas en la población general: aparecen a edades más tempranas, con frecuencia son tumores multicéntricos, de mayor agresividad histológica y la incidencia de metástasis en el momento del diagnóstico y la mortalidad son mayores que en la población general. Si la lesión es localizada el tratamiento es la excisión quirúrgica. Otros tratamientos serían criocirugía, tratamiento tópico con 5-fluoracilo y radioterapia. La incidencia de melanoma no parece estar aumentada en los enfermos trasplantados. Cuando aparece se desarrolla más rápidamente y tiene peor pronóstico que en la población general. TRASTORNOS LINFOPROLIFERATIVOS Su incidencia en los pacientes con trasplante hepático oscila entre el 2-2,8%4,6,8. Los trastornos linfoproliferativos postrasplante se pueden definir como neoplasias oportunistas, en las que el estado de inmunodeficiencia del huésped juega un papel fundamental en la creación del ambiente necesario para la linfoproliferación anormal que ocurre en estos enfermos. La heterogeneidad de estos procesos que varía desde una proliferación policlonal de linfocitos B a verdaderos linfomas malignos de gran agresividad, ha hecho que se hable de enfermedad linfoproliferativa del postrasplante. La enfermedad de Hodgkin supone sólo un 2,7% de los linfomas, siendo la mayoría, un 93,5%, linfomas no Hodgkin6. El 90% de estos trastornos linfoproliferativos postrasplante son de origen B asociados a la infección por el virus de Epstein Barr (EBV)21,22. Cuando el EBV infecta a los linfocitos B, se produce su proliferación, que en el individuo inmunocompetente está controlado por las células T citotóxico-supresoras. En situación de inmunodeficiencia importante, como ocurre en los trasplantados, éstas células B transformadas no serían destruidas y proliferarían de manera incontrolada, formando inicialmente un tumor policlonal. Las células estimuladas por el EBV, continuarían dividiéndose y produciéndose mutaciones. Finalmente comenzarían a seleccionarse clones que proliferarían. Con el tiempo un clon de células en crecimiento dominaría y sobrepasaría a las otras células del tejido llegando a formar un linfoma, que ya sería un tumor monoclonal. La mayoría de los trastornos linfoproliferativos en los pacientes con trasplante de órgano sólido, son de origen del receptor, es decir, del huésped, y sólo en casos excepcionales surgen a partir de las células B del donante. Otros factores que influyen en la frecuencia de los trastornos linfoproliferativos postrasplante son la infección por CMV23 y el uso de anticuerpos antilinfocíticos24,25. Su presentación clínica es muy heterogénea. El espectro abarca desde cuadros de monocucleosis infecciosa postrasplante, con o sin presencia de adenopatías generalizadas, hasta cuadros de linfoma de estirpe B de naturaleza monoclonal. La mayoría de ellos son linfomas no Hodgkin, de localización extranodal en el 70% de los casos (2448% en la población general), afectando en un 53% a múltiples órganos y con invasión del sistema nervioso central, generalmente el cerebro, y el tracto gastrointestinal. También es frecuente la invasión macro o microscópica del injerto por el linfoma, que puede confundirse clínicamente con episodios de rechazo. El tratamiento antiviral, con aciclovir y ganciclovir, junto a la reducción de la inmunosupresión, pueden producir regresión de la enfermedad, sobre todo en los linfomas localizados. La reducción de la inmunosupresión puede controlar o hacer regresar clínicamente el tumor en el 30% de los casos, incluso en situaciones donde hay un componente monoclonal del linfoma26. En la enfermedad localizada, la resección quirúrgica es muy eficaz, alcanzándose supervivencias cercanas al 75%. El retrasplante sería el tratamiento de elección en los casos de infiltración linfomatosa del injerto. En los procesos diseminados el tratamiento, (quimioterapia, radioterapia, inmunoterapia con interferón alfa, gammaglobulinas a altas dosis o anticuerpos anti células-B) es en general de poca utilidad. SARCOMA DE KAPOSI La incidencia de sarcoma de Kaposi en la población trasplantada es del 6%, mucho mayor que 803 la observada en la población general (0,02-0,07% de todos los tumores), alcanzando cifras similares a los de otra población inmunodeprimida como los enfermos de SIDA1,6. En su patogenia se implica la infección por herpesvirus, fundamentalmente el virus del herpes humano 828,29. Suele afectar a hombres, aproximadamente el 61% tienen afectación confinada a la piel y mucosa orofaríngea y el 39% afectación visceral, fundamentalmente del tracto gastrointestinal y pulmón6,27. Con la reducción de la inmunosupresión se consigue la regresión de la neoplasia en el 50% de los casos, principalmente en las formas cutáneas. En los casos con afectación visceral el tratamiento es la quimioterapia. PREVENCION DE LAS NEOPLASIAS POSTRASPLANTE Ya que la inmunosupresión es un factor patogénico importante hay que intentar mantener el nivel de inmunosupresión lo más bajo posible y compatible con la normofunción del injerto. También se debe intentar evitar en lo posible las infecciones por virus oncogénicos. Si la infección por CMV, por EBV o por virus herpes 8, se relacionan con el desarrollo de ciertos tumores como los linfomas o el sarcoma de Kaposi, teóricamente la prevención de la infección puede reducir la incidencia de estas neoplasias. Algunos grupos utilizan ganciclovir de modo profiláctico en las primeras semanas postrasplante, pero son necesarios más estudios a largo plazo para valorar su eficacia. Se debe evitar la exposición prolongada al sol, recomendando el uso de filtros solares. Las recomendaciones para el diagnóstico precoz de determinado tipo de tumores como la mama, próstata, cervix uterino o colon aplicadas a la población general, y la prohibición de tabaco y alcohol, son válidas para los enfermos trasplantados6,21. BIBLIOGRAFIA 1. Penn I. Why do immunosuppressed patients develop cancer?. In: Pimentel E., ed. CRC critical reviews in oncogenesis. Vol 1. Boca Raton CRC, 1989:27-52. 2. Penn I. Immunosuppression-The changing patterns of posttransplant malignancies. Transplant Proc 1991;23:1101-1103. 3. Galve ML, Cuervas-Mons V, Figueras J, Herrero I, Mata M, Clemente G, et al. Incidence and outcome of de novo malignancies after liver transplantation. Transplant Proc 1999; 31: 1275-1277. 804 4. Penn I. 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