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Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano - Series Especiales Nº1 (3). AÑO 2013 ISSN 2362-1958 EL BARRIO DE LA BOCA Y SU ALIMENTACIÓN Karina Vanesa Chichkoyan 1 RESUMEN El estudio zooarqueólogico de dos sitios de mediados del siglo XIX del barrio de La Boca, un astillero, Fundación Andreani y una fonda, Barraca Peña – Buenos Aires, Argentina- permite dar cuenta de la alimentación en épocas históricas en la ciudad de Buenos Aires. En esta investigación se definió la “Unidad de Adquisición” y se la diferenció en ambos lugares, así como también se caracterizó la “Identidad Alimentaria” para describir el trasfondo social que se da con la alimentación entre los primeros grupos de inmigrantes que llegaron al país. Este tipo de enfoque permite particularizar cuestiones metodológicas teóricas propias de la zooarqueología urbana, así como también profundizar en la complejidad de las ciudades en momentos históricos tempranos. ABSTRACT The zooarchaeological study of two sites from mid- nineteenth century from La Boca neighbourhood, a shipyard, Fundacion Andreani and a small restaurant Barraca Peña –Buenos Aires, Argentina- can account about the feeding in the historical Buenos Aires. In this research it was defined the “Unit of Acquisition” and it was differentiated in both places. It was also characterized the “Feeding Identity” to describe the social background of the first immigrants groups that arrived to the country. This type of approach allows to particularized specific methodological issues of the urban zooarchaeology, as well as get deep into the complexity of cities in early historical times. SUMÁRIO O estúdio zooarqueologico de dois sítios em meados do século XIX no bairro de La Boca, um estaleiro naval, Fundassem Andreani e um pequeno restaurante, Barraca Peña –Buenos Aires, Argentina- pode dar conta da alimentação em tempos históricos na cidade de Buenos Aires. Nesta pesquisa, definimos “Unidade de Aquisição” e distingui-la em ambos os lugares, e também marcou a “Identidade da Alimentação” para descrever o contexto social que é dado com alimentos entre os primeiros grupos de imigrantes que chegaram ao país. Este tipo de abordagem permite particularizar questões metodológicas específicas de zooarqueologia urbana, bem como aprofundar a complexidade das cidades no início dos tempos históricos. INTRODUCCIÓN La alimentación es un tema de estudio fundamental en la arqueología, ya que se encuentra íntimamente relacionada con la evolución de la especie. Hace 2.6 millones de años comenzó la introducción de mayores cantidades de proteínas producto de una dieta carnívora, y esto fue una de las causas fundamentales que nos convirtió en hu- manos (Bunn 2007; Cordain 2007). El consumo de carne esta además relacionado con el desarrollo de las distintas tecnologías líticas que permitieron su mejor aprovechamiento, y también con la dispersión y ocupación de los distintos ambientes a nivel mundial (Cordain 2007). El estudio de la relación entre humanos y animales derivó en el desarrollo de la zooarqueo- 1 Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras. Argentina Universidad de Ferrara. Italia. Master de Prehistoria y Cuaternario. Universidad del Salvador, Departamento de Historia, Argentina. karinavch@gmail.com 51 CUADERNOS - SERIES ESPECIALES 1 (3) logía, disciplina que permite estudiar los conjuntos faunísticos de sitios arqueológicos para comprender el comportamiento humano en el pasado y el ambiente asociado (Klein y Cruz- Uribe 1984; Reitz y Wing 2008). Pero además, el estudio de los huesos puede ser relacionado con el contexto social de consumo (DeFrance 2009; Landon 2005; McKee 1987). Es de interés en este trabajo focalizar estas cuestiones en las ciudades, ya que pueden dar cuenta de la complejización en tiempos históricos y comprender a los actores que formaron parte de un escenario cada vez más diversificado (Weissel y Chichkoyan 2010). El análisis de restos óseos en contextos urbanos es un eje innovador para comprender las condiciones materiales de producción, como también con las consecuencias sociales del consumo (Henry 1991; Hintze 1997; McKee 1987; Schulz y Gust 1983). Con esta perspectiva se abordó el estudio de dos conjuntos faunísticos provenientes del barrio de La Boca, Ciudad de Buenos Aires, Argentina: una fonda denominada Barraca Peña y un comedor perteneciente a un astillero, Fundación Andreani. Ambos coexistieron hacia mediados del siglo XIX, entre 1830 a 1870 aproximadamente, cuando la ciudad comenzaba a ser un punto de importancia para las corrientes inmigratorias europeas, gracias a su incorporación en el mercado mundial (Weissel y Chichkoyan 2010) y por la creciente expulsión de sus tierras, relacionada con motivos políticos, económicos, o por las consecuencias de la Revolución Industrial (Devoto 2003). Hacia 1830 hay un aumento en el ingreso poblacional, propiciando la migración gallega y de aquellos provenientes de la después denominada Italia –Reino de Piemonte y Cerdeña (Devoto 2003). Este panorama comienza a definirse con mayor profundidad luego de 1850 ya que con el establecimiento de gobiernos más liberales se inicia la construcción de una Argentina moderna y pujante. Para esto el elemento inmigrante era fundamental. Entre 1860 y 1870, se consolidó el ingreso de extranjeros, sobre todo de italianos, españoles y franceses y fue el precedente de las grandes inmigraciones transoceánicas de fines del siglo XIX y principios del XX (Devoto 2003). Este contexto inmigratorio dinámico de mediados de siglo XIX es fructífero para reflexio- nar sobre el aspecto económico y social de la alimentación. Con respecto al primero, se focalizó en la producción y compra de los distintos tipos de corte de carne para lo que se implementó el concepto de “Unidad de Adquisición” (sensu Huelsbeck 1991). Esto implica tener una mirada mucho más específica sobre lo que sucede en las ciudades al momento de evaluar las muestras óseas, diferenciando este tipo de estudios de lo que sucede entre cazadores- recolectores, lo que permite complejizar la cadena de producción del mercado cárnico. En relación a lo segundo, se destacó el significado social del consumo de carne entre inmigrantes europeos, dando cuenta de una “Identidad Alimentaria” propia que se desarrolló entre los recién llegados y que les permitió adatarse al nuevo espacio. EL “CONSUMO ECONÓMICO” Estudiar como se realizaba la venta la compra en un mercado urbano como el de Buenos Aires resulta una tarea interesante, teniendo en cuenta que el desarrollo económico y social del país se encuentra relacionado con la riqueza pecuaria que data de la primera fundación de Buenos Aires, allí por 1536 (Giberti 1961). Los animales que trajeron los españoles, encontraron un hábitat ideal para su reproducción, lo que dio lugar a las vaquerías, actividad que consistía básicamente en la caza del ganado cimarrón con permisos que ofrecía el Cabildo. Este sistema se fue dejando de lado, para dar lugar al desarrollo de la estancia colonial y posteriormente al saladero y los frigoríficos (Giberti 1961). Según la visión imperante, la cadena de producción descripta para los primeros momentos de este mercado era simple: había poca especialización en la faena de los animales y la cadena de distribución era directa desde los mataderos a los consumidores (Giberti 1961; Montoya 1956; Silveira 2003, 2006). Sin embargo, en este trabajo se plantea que se desarrolló una gran especialización en el mercado de abasto urbano, producto de la complejidad que se estaba gestando desde mediados del siglo XIX. Esto se encuentra relacionado a que, a pesar de que las tecnologías eran todavía incipientes, la mayor cantidad de gente, la multiplicación de espacios urbanos y la diferenciación social implicó distintas situaciones de 52 EL BARRIO DE LA BOCA Y SU ALIMENTACIÓN abasto, que permitirían un mejor aprovechamiento de la res, obteniendo distintos tipos de cortes y consecuentemente una reducción de los costos de compra y venta. En trabajos anteriores (Chichkoyan 2007, 2007-2008, 2008, 2013; Chichkoyan et al. 2008; Weissel y Chichkoyan 2010) se han especificado los lineamientos principales de este enfoque. En los mencionados trabajos se postuló que es necesario establecer categorías zooarquelógicas adecuadas para los análisis del material faunístico en la ciudad y se desarrolló el marco teórico y metodológico en profundidad. Por razones de espacio y para evitar repeticiones, se describirán los aspectos básicos del mismo2, ya que lo que interesa destacar aquí es la necesidad de establecer formas de análisis vinculadas a las problemáticas propias de las ciudades, relacionado esto a que muchas veces se utilizan conceptos extraídos de estudios desarrollados para cazadores- recolectores (Huelsbeck 1991). A pesar de que esto es a veces necesario, por ejemplo con el caso de la utilización de las medidas de cuantificación como NISP, MNI, MNE, MAU entre algunas, los resultados deben ser tomados con precaución y contextualizados según el contexto histórico, la funcionalidad, las necesidades y la capacidad de gasto monetario del sitio que se este evaluando. En general lo económico es el primer factor que influye en la decisión del comprador resultando en que los alimentos preferidos son generalmente aquellos que son más beneficiosos en la relación costo-beneficio (Harris 1991; Hintze 1997; Landon 1996). Además, en contextos urbanos el procesamiento y consumo de la carne es más variado, en el sentido son mayores la cantidad de industrias que participan (Lacelli et al. 2000; Weissel 2009) y hay distintos tipos de consumidores que necesitan diversas cantidades de alimento según sus necesidades (Chichkoyan 2013). Dentro de la economía de mercado del sistema capitalis- ta, éstos ya no se apropian en forma directa de su alimento, por lo que hay una separación con los que lo producen implicando una mayor variedad y complejidad en la cadena de procesamiento- transporte y consumo del animal (Chichkoyan et al. 2008; Chichkoyan 2013). Para el caso de Barraca Peña y Fundación Andreani se utilizó el concepto de “Unidad de Adquisición” (sensu Huelsbeck 1991), que se encuentra relacionado con la forma en que se realizó la compra en ambos lugares, según las características que poseían, sus riesgos económicos y la cantidad de personas que circulaban. Diversas entrevistas realizadas en fondas históricas como “La Sirena” ubicada en el barrio de Saavedra de la Ciudad de Buenos Aires, que data de 1876, o en asociaciones como la Federación Gremial del Personal de la Industria de Carne y sus Derivados, e información publicada por distintos organismos estatales y privados como el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna, la Junta Nacional de Carnes o la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos, permitió definir los cortes comprados. Para el caso de la res incluyen, por un lado la parte anatómica de donde proceden: apendicular anterior –carne de segunda categoría- posterior –carne de primea categoría- y axial –carne de tercera categoría- y por otro lado si son cortes específicos y no específicos, o sea, si son un músculo en especial o si se engloban varios músculos y huesos en el corte (Chichkoyan 2007, 2008; Chichkoyan et al. 2008). De esta forma se delimitaron dos tipos de Unidades de Adquisición ajustadas a cada sitio: por un lado en la fonda, una compra de cortes específicos, de segunda y tercera categoría de Bos taurus. Esto se habría realizado para abaratar el gasto relacionado con este tipo de negocios y distribuirlo entre otros productos alimenticios y consecuentemente poder ofrecer un menú variado –en este sentido también se encontró un alto porcentaje de material óseo perteneciente a Ovis aries y Gallus gallus. Esto también habría estado relacionado a que, la falta de conservación y la variabilidad de clientes que puede tener un lugar con estas características, implicaría hacer una compra ajustada para evitar la pérdida en caso que la carne no fuese vendida en el día. Esto no sería así en el astillero: al haber una 2 Remitimos al lector a la consulta de los mencionados trabajos (Chichkoyan 2007, 2007-2008, 2008, 2013; Chichkoyan et al. 2008; Weissel y Chichkoyan 2010) para obtener un mayor detalle de esta perspectiva y de la cuantificación del material, sus resultados, tablas y figuras. 53 CUADERNOS - SERIES ESPECIALES 1 (3) cantidad de trabajadores constantes, la compra se podría realizar en forma más calculada. Aquí habrían sido preferidos cortes no específicos de carne de primera categoría de Bos taurus, que corresponden con un sector del animal con mayor cantidad de tejido. Este tipo de compra abarataría el gasto que se produce al comprar carne de primera, que es más cara pero que a la vez tiene mayor rinde. En cambio especies mas pequeñas como Ovis aries y Gallus gallus fueron elegidas en menor medida (detalles en Chichkoyan 2007, 2008, 2013; Chichkoyan et al. 2008; Weissel y Chichkoyan 2010). Los distintos tipos de Unidades de Adquisición pueden estar reflejados en el registro arqueológico a partir de la distinta distribución del material –tanto de especies como de partes esqueletarias y abundancia de las mismas- en los distintos lugares de consumo. Las características propias de cada uno de ellos –como en este caso una fonda y un astillero- facilitarían la interpretación de este tipo de situaciones. Esto a su vez permite delimitar en forma más precisa los análisis zooarqueológicos en contextos urbanos, definiendo unidades propias de estudio, diferentes a las usadas en cazadores- recolectores (Chichkoyan et al. 2008; Huelsbeck 1991). En estos últimos la evidencia puede representar desde un animal entero a partes del mismo, mientras que en la ciudad predomina la venta por cortes y por ende la cantidad de carne representada por los restos óseos es el producto que resta luego de una compleja cadena de tratamiento del animal (Lacelli et al. 2000) y puede significar distintas Unidades de Adquisición (Huelsbeck 1991). Los restos óseos en sitios arqueológicos históricos pueden dar cuenta de distintos eventos de compras dentro de un contexto donde participan distintas industrias que hacen uso de los subproductos como los huesos y el sebo (Lacelli et al. 2000; Weissel 2009) y distintos tipos de consumidores, tanto fondas y astilleros como los vistos aquí como también escuelas, familias, personas solas, etc. Entre cazadores- recolectores, a pesar que son evaluadas diversas variables como económicas, sociales o ambientales (Binford 1978, Faith y Gordon 2007; O’Connell et al. 1992; Rogers y Broughton 2001) generalmente la introducción de las distintas partes anatómicas responden a una secuencia linear donde personas pertenecientes al mismo grupo realizan la caza, trozamiento y transporte del animal y, donde en muchos casos se trasladan partes de bajo rendimiento con las de alto rendimiento como los “riders” definidos en Binford (1978) (Chichkoyan et al. 2008; Chichkoyan 2013). Al mismo tiempo, este tipo de estudios en contextos urbanos, como el aquí presentado permite entender cómo hubo una complejización para la producción y compra de la carne desde, al menos, mediados del siglo XIX en la ciudad de Buenos Aires. Éste no habría estado relacionado a una forma rudimentaria de comercialización como fue planteado para este período (Giberti 1961; Montoya 1956; Silveira 2003, 2006). En cambio, los distintos lugares de consumo –en este caso uno de ocio y otro laboral- demuestran una diversificación de la cadena de abasto, donde distintas necesidades económicas habrían permitido este fenómeno. En La Boca cortes específicos y no específicos serían distintas formas de producción del mercado (Chichkoyan 2007; 2008, 2013, Chichkoyan et al. 2008; Weissel y Chichkoyan 2010) que pone a la venta la medida justa para las necesidades económicas de cada lugar. De esta manera, la sucesión de tareas que esto trae aparejado son mayores, así como también son más variadas las industrias y cantidad de gente involucrada en el proceso de faenado (Lacelli et al. 2000; Weissel 2009). Por otro lado, el estudio de la alimentación en tiempos históricos permite dar cuenta del contexto social y por ende caracterizar a los protagonistas que permitieron el desarrollo de las ciudades (Álvarez 2002; Chichkoyan 2007; Contreras 1995; Cruz Cruz 1991). El caso de La Boca es particular, ya que distintas corrientes inmigratorias comenzaron a poblar el barrio gracias a su puerto, que convocó a una alta tasa de trabajadores (Devoto 1989). Esto habría implicado distintas estrategias de adaptación al nuevo espacio, como por ejemplo, el desarrollo de una nueva Identidad Alimentaria (Chichkoyan 2007) generada por las relaciones de sociabilidad que se establecen a partir del consumo compartido de alimentos (Contreras y Arnáiz 2005). 54 EL BARRIO DE LA BOCA Y SU ALIMENTACIÓN EL “CONSUMO SOCIAL” El consumo alimentario no solamente puede ser analizado en términos económicos, sino también sociales (Contreras 1995; Henry 1991) y esto se relacionó con el contexto inmigratorio predominante en La Boca en el siglo XIX. Las elecciones alimentarias en un contexto laboral y otro recreativo se encontrarían dadas no sólo por estas cualidades, sino también por las sociabilidades que se desarrollarían en un marco de migración heterogénea (Chichkoyan 2007) En este caso se enfoca en los consumidores de ambos lugares, entre quienes en forma paralela a los constreñimientos económicos, los gustos sociales también influyen en la elección alimentaria (Contreras 1995; Henry 1991). La persona no sólo consume en base “al bolsillo” sino que, como decisión compleja, se elije por lo que el alimento representa, tanto para sí como para los demás. La comida identifica, define y da cuenta de un determinado modo de vida, de una determinada forma ante los otros (Álvarez 2002; Contreras 1995; Cruz Cruz 1991) por lo que se convierte en un poderoso medio de comunicación en el que lo económico y lo social se intercalan (Contreras 1995). En este sentido, es importante la gente acompañante, por lo que la mesa se transforma en un escenario compartido: “La comida solitaria se limita a una función biológica, mientras que la comida compartida entre varios es una conducta más espiritual y social” (Cruz Cruz 1991: 350). El alimento en común identifica a las personas como pertenecientes al mismo grupo social, como semejantes (Contreras y Arnáiz 2005). Pero además, el acto de consumir revela formas de pensar, de racionalizar y de entender la cultura en la que se vive, el sector social en el que se participa y las influencias –internas y externasa las que se está sometido (Contreras 1995; Henry 1991). Por lo tanto, el hecho alimentario es complejo y no puede subsumirse únicamente a la comida en sí misma, sino que abarca el contexto circundante, los motivos y el momento de la ingestión, la gente acompañante, qué y cómo se come (Contreras 1995). Esto define la “Identidad Alimentaria” de las personas, donde se distinguen tres aspectos básicos: los espacios en el que tiene lugar, los otros –individuos o grupos- con quienes se interactúa, y cuáles son los alimentos que, en definitiva, se consumen (Chichkoyan 2007). La Identidad Alimentaria es una combinación de espacio-personas con las cuales se comparte el alimento. Esto permite comprender el acto de consumir como una forma a través de la cual las personas se definen y eligen en base a constreñimientos económicos y necesidades sociales (Chichkoyan 2007). En el caso de estudio aquí tratado, con respecto al primer aspecto de la Identidad Alimentaria, los espacios son tan importantes como el alimento en sí mismo. La fonda y el astillero eran lugares de una alta sociabilidad entre diversos grupos de inmigrantes, donde se establecía una amplia comunicación social, en los que compartir la mesa con los otros habría significado la semejanza de los distintos. En el astillero, las pausas para el almuerzo eran los momentos de distensión, de sociabilidad, donde las relaciones sociales se fortificaban o donde se aprovechaba para discutir cuestiones inherentes al trabajo. Mientras que en las fondas el ambiente se tornaba más dinámico, ya que las relaciones eran cambiantes y se podía interactuar de mesa a mesa, con gente con la que se elegía consumir y con la cual no había una convivencia tan estable como en el astillero (Chichkoyan 2007; Gayol 1993) Tanto en el mundo laboral como en el del ocio se abren a nuevas significaciones posibles. Para esa época La Boca, a pesar de la gran complejidad que se estaría gestando en el mercado de abasto, era un barrio donde recién se estaban formando las instituciones básicas que le dan forma reglamentaria al mismo –por ejemplo: delegación municipal, correos o hasta iglesias- (Devoto 1989). Por lo que estos espacios de discusión, de intercambio, de evocación o de reclamo se podrían entender como los primeros lugares de contención social, de resolución de cuestiones cotidianas. De esta manera estos nuevos protagonistas se incorporaban a la nueva sociedad y se lubricaban las relaciones sociales entre las personas. En este sentido, los dos espacios se habrían asemejado a pesar de que las relaciones sociales suelen ser más espontáneas en una fonda que en el trabajo. Con respecto al segundo aspecto, las per- 55 CUADERNOS - SERIES ESPECIALES 1 (3) sonas con quienes se compartía el alimento eran heterogéneas. Por un lado, los primeros pobladores del barrio habrían buscado reconstruir la base material de la vida cotidiana para “disminuir” la distancia con el país de origen. El acercamiento con connacionales, con “paisanos” con quienes se podía hablar en la misma lengua y discutir cuestiones de la “Madre Patria” fue fundamental para mantener una continuidad propia y reconstruir la identidad del grupo en la nueva sociedad. Pero por otro lado estaba la necesidad de reagruparse, de aceptar todos aquellos beneficios por los cuales se trasladó. El consumo aquí juega una doble acción. Por un lado, la existencia de la importación y/o fabricación de alimentos “típicos” dan cuenta de una demanda necesaria de productos propios por parte de ciertos integrantes de las comunidades de inmigrantes (Corti 1997; Remedi 1997). Pero por el otro, el consumo de nuevos alimentos indica la incorporación de otros hábitos alimenticios (Remedi 1997). Se puede aventurar que con la familia o con pares, se mantenía el consumo de comidas étnicas. Esto tendería a preservar la estructura social que se tenía previo a la relocalización, de manera de atenuar el cambio (Caggiano 2003; Chichkoyan 2007; Tasso 1987). Muchas veces, en contacto con otras poblaciones, un grupo procura a mantener el estilo alimentario para proteger la diferencia frente a los demás (Contreras y Arnáiz 2005). Este tipo de consumo se habría llevado a cabo en espacios privados ya sea en la mesa familiar o en fiestas puntuales de la propia colectividad (Corti 1997). En cambio hacia fuera del grupo, el consumo se “homogeneizaba”. En la mesa, con comensales de distintos orígenes, la alimentación en común facilitaría las relaciones sociales (Contreras 1995; Contreras y Arnáiz 2005; Corti 1997). La carne, en el caso de este trabajo, pasaría a ser un “símbolo emblemático”, que según Fennell (2003) sirve para invocar los mismos sentimientos y emociones del grupo que lo comparte. En este sentido este alimento permitiría incorporar a los nuevos actores sociales a la vida cotidiana del barrio, los asemejaría y los acercaría. El “rito de la comida” reforzaría las relaciones sociales en estos lugares, ya que representa un logro social sobre un pasado común (Chichkoyan 2007). Se definió anteriormente que la Identidad Alimentaria se encuentra conformada por los espacios, con quien se compartía y que se consume. En relación a esto último se focaliza en la carne vacuna primordialmente, a pesar que también se vio que había otras especies representadas. Sin embargo la carne vacuna fue un alimento básico dentro de la dieta de los inmigrantes, relacionado a su abundancia y bajo costo (Giberti 1961). A partir de ese fácil acceso, este recurso se volvió un elemento de identidad, en símbolo para los que llegaron a estas tierras (Corti 1997). Como se mencionó existía el comercio minorista de alimentos étnicos, sin embargo, el abundante consumo de carne concuerda con referencias sobre la preferencia de este alimento por los inmigrantes (Corti 1997). Esto fue una elección buscada dentro del repertorio nuevo de opciones que esta gente encontraba en Argentina. Metafóricamente implica un ascenso de tipo social sobre la carestía alimentaria de Europa y por lo tanto una conquista sobre la pobreza (Álvarez y Pinotti 2000; Chichkoyan 2007; Corti 1997; Remedi 1997; Vidalbussi 1999). Según esta perspectiva, una opción que en principio puede verse como la económicamente menos costosa, habría tenido también sus correlatos emblemáticos en la vida de estas personas. De esta manera, alimentación y concurrencia se pueden reacomodar en una estructura social dentro de espacios de funcionalidad distinta. Las preferencias alimentarias representaron valores nuevos, unieron estos lugares por sobre sus diferencias para configurar una identidad que se adaptó a las nuevas pautas culturales. En consecuencia, espacio, personas y alimentos se entrecruzaronn de forma significativa, el alimento era considerado en forma similar, por nuevos actores y en distintos contextos. A partir de estos cambios, los inmigrantes forjan una nueva Identidad Alimentaria. Los espacios de interacción donde se compartía la comida habrían facilitado estrechar los lazos entre personas de distintos países. El estudio del caso de La Boca permite entender cómo en la estrategia del consumo se entretejen prácticas económicas y sociales. Ya sea del consumo de alimentos típicos como del acceso al alimento más barato pero más preciado para los in- 56 EL BARRIO DE LA BOCA Y SU ALIMENTACIÓN migrantes. En ese sentido, la carne fue fundamental para la consolidación de los primeros grupos humanos que permanecieron en este barrio. Las elecciones realizadas en relación al consumo alimentario habrían facilitado la adaptación al cambio que implicó el traslado de los inmigrantes y la sociabilidad y fortalecimiento de los lazos entre personas de distinto origen, forjando una nueva Identidad Alimentaria. implica solamente lo económico, sino también el contexto más general en el que se daba la alimentación. Definir en este caso la “Identidad Alimentaria” sirvió para especificar cómo era este contexto: tanto la gente, los espacios y lo que se consume son elementos importantes para entender cómo la comida se transforma en una herramienta que facilita las relaciones sociales de los recién llegados, los integra y los cohesiona. De esta manera, a través del análisis de la alimentación, se puede teorizar sobre la forma de poblamiento en contextos urbanos históricos, y del desarrollo de las ciudades, a partir de profundizar en las formas de habitar en ésta y de la caracterización de su complejidad. CONCLUSIONES En este trabajo se reflexionó sobre la alimentación en el barrio de La Boca en dos sitios con funcionalidad distinta: una fonda y un astillero. Estos lugares son representantes de una complejidad cada vez mayor que caracterizó a la ciudad desde mediados del siglo XIX. Se dio cuenta de un aspecto económico variado y uno social novedoso que se desarrollaron en ese momento. La breve reseña de este trabajo forma parte de una serie de presentaciones, donde se aboga que el estudio de los conjuntos zooarqueológicos urbanos implica pensar en una cadena distinta de producción y circulación de la carne, ya que la cantidad de gente, la separación de los lugares de producción, la presencia de industrias asociadas y la diversificación de los lugares de consumo son algunos de los factores que influyen en esto. El uso de enfoques desarrollados para cazadores recolectores es débil para caracterizar esto. La “Unidad de Adquisición” propuesta por Huelsbeck (1991) se transforma en una manera de entender en forma más específica el registro arqueológico en la ciudad. Esta Unidad refleja en modo más ajustado lo que se compró en los distintos lugares de consumo, dando cuenta de la complejidad del mercado de abasto. Esto es particularmente importante para continuar desarrollando conceptos metodológicos y teóricos propios de momentos históricos y de esta manera explicar cómo la ciudad se expandió y se diversificó a través del tiempo. Pero también en este trabajo se caracterizó cómo la alimentación permitió la adaptación de los inmigrantes en el espacio. Esto significa entender que la comida fue un elemento aglutinador esencial para permitir el desarrollo de la sociedad que estaba surgiendo en ese momento. El consumo, no AGRADECIMIENTOS Mi agradecimiento a todos aquellos que me ayudaron a llevar adelante este trabajo: especialmente a Marcelo Weissel que me brindó su tiempo, me permitió trabajar con el material que realizó en diversas excavaciones y presentó la versión oral de este trabajo en el Congreso. A José Luis Lanata que me guió en todo momento para realizar este trabajo. Al apoyo del Dr. Mario Silveira, quien me enseño a manejar el material de arqueofauna y a realizar las identificaciones de las especies en el Centro de Arqueología Urbana. Además agradezco a la Fundación Andreani por brindarme el material de estudio y a la Fundación Felix Azara por permitirme trabajar allí durante el análisis del material. BIBLIOGRAFÍA ÁLVAREZ, M. 2002. La Cocina como patrimonio (in)tangible. Primeras Jornadas de Patrimonio Gastronómico. Temas de Patrimonio 6: 11-25. Gobierno de Bs. As. Secretaría de Cultura. ÁLVAREZ M. y L. PINOTTI 2000. A la Mesa. Ritos y Retos de la Alimentación Argentina. 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