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¿Maldición o bendición de los recursos
naturales? El caso de la minería del cobre
en Chile, 1890-1950
Mauricio Folchi1
Departamento de Ciencias Históricas
Universidad de Chile
1. Introducción
El papel de los recursos naturales en el desarrollo económico ha sido un tema
de intensa discusión entre economistas e historiadores económicos desde mediados del
siglo XX en adelante. En ese debate pueden reconocerse, básicamente, dos posiciones
enfrentadas: la de quienes consideran la explotación de recursos naturales como una
vía conducente al subdesarrollo (en referencia a la experiencia latinoamericana clásica,
en consonancia con los postulados teóricos de Prebisch o de la Teoría de la
Dependencia), y la de quienes ven en esta estrategia una oportunidad real para activar
el proceso de desarrollo (en referencia a la experiencia de países como Canadá, Suecia,
Noruega, Australia y Nueva Zelanda, siguiendo los postulados de la economía
convencional).
En los años ’90 este largo debate se ha reactivado con la irrupción de un
hallazgo empírico formulado como “la maldición de los recursos naturales”. De acuerdo
a esta tesis ―planteada por Jeffrey Sachs y Andrew Warner (1995)2― el crecimiento de las
economías intensivas en recursos naturales, en lugar de verse favorecido, se vería
ralentizado en comparación al de los países con menor dotación de recursos naturales
que, como por ejemplo Japón, experimentarían un crecimiento más dinámico. Este
argumento supone un paso importante en el debate. No es lo mismo decir que la
exportación de RR.NN. tiene un efecto marginal decreciente sobre el crecimiento
económico ―como había dicho Prebisch―, y otra cosa muy diferente es decir que tiene
un efecto negativo.
En principio, la maldición de los recursos naturales es sólo una constatación
empírica; una correlación de datos: las economías más intensivas en RR.NN. crecen
menos que las economías menos intensivas en RR.NN. Al parecer, el método seguido
fue la búsqueda masiva e indiscriminada de correlaciones entre variables que
permitieran explicar las diferencias en los niveles o en las tasas de crecimiento del PIB
1
Ponencia presentada al 2º Congreso Latinoamericano de Historia Económica (CLADHE-II), 3 al 5 de febrero de 2010, Centro Cultural
Universitario Tlatelolco (CCUT), Ciudad de México.
2
Jeffrey D Sachs y Andrew M Warner, “Natural resource abundance and economic growth, Development Discussion Paper”, nº 517A,
Cambridge (MA), Harvard Institute for International Development, 1995
1
per capita, a partir de una muestra de países. En otras palabras, el método seguido en
la elaboración de esta tesis no fue deductivo, sino inductivo. No había una teoría, ni
una hipótesis para la cual se buscara una comprobación empírica. Más bien, ocurrió lo
contrario: apareció una evidencia empírica ―muy elocuente, hay que admitirlo― que
ahora reclama una explicación. Los propios autores confiesan que esa es la situación
en que se encuentra la tesis de la maldición de los recursos naturales.
“Al igual que carecemos de una teoría universalmente aceptada sobre el
crecimiento económico en general, carecemos también de una tesis
universalmente aceptada sobre la maldición de los recursos naturales
(…). Dado que existe una diversidad de opiniones en relación a (…) qué
es lo que realmente impulsa el crecimiento, tenemos una diversidad de
opiniones similares en torno al tema de los recursos naturales. En otras
palabras, una respuesta más cabal a lo que hay detrás de la maldición de
los recursos naturales queda supeditada a una mejor respuesta a la
pregunta sobre qué es lo que en definitiva impulsa el crecimiento” (Sachs
y Warner, 2005: 75)
Dada la contundencia del hallazgo y los alcances del mismo, era casi obligado
que la comunidad científica reaccionara, acumulándose a la fecha un número suficiente
de
estudios
para
alimentar
una
discusión
animada.
Ahora
bien,
dadas
las
circunstancias en que fue concebida la tesis de la maldición de los recursos naturales,
el debate ha sido algo desordenado. Por una parte, se han realizado nuevas
investigaciones replicado la metodología de Sachs y Warner o corrigiendo una de las
variables, los cuales han arrojado resultados que avalan y contradicen su tesis. La
conclusión más clara que puede sacarse de la lectura de esos estudios es de orden
metodológico: una pequeña corrección en los parámetros que definen la variable
independiente pueden cambiar los resultados de forma significativa. En este caso, la
principal controversia radica en cómo entender, definir y medir la intensidad de
recursos naturales de una economía (o el peso de este sector en una economía). Si se
usa una definición diferente a la usada por Sachs y Warner, las correlaciones entre
intensidad de RR.NN. y crecimiento no salen.3 Algo similar ocurre si se cambia la cesta
de RR.NN, los años de referencia o la base de datos usada (véase Apéndice 1).
El segundo asunto debatido es en torno a la causalidad. La constatación de
Sachs y Warner es que los países que cierto año (1970 en su estudio) tenían una
economía relativamente intensiva en recursos naturales tuvieron, durante las dos
décadas siguientes, tasas anuales de crecimiento del PIB per capita inferiores a las de
los países cuyas economías no eran intensivas en recursos naturales hacia 1970.
Obviamente, el efecto negativo de los recursos naturales sobre el crecimiento es un
efecto indirecto. Por lo tanto, debe existir un mecanismo (o un conjunto de ellos) que
transforme la mayor actividad del sector extractivo en una menor actividad en el
conjunto de la economía.
3
Aquellas investigaciones que se concentran en la dependencia o intensidad de los recursos verifican una relación negativa con el
crecimiento, mientras que aquellas que se concentran en la abundancia refutan dicha relación.
2
Si
estos
mecanismos
existen
realmente,
deberían
poder
establecerse
correlaciones entre la intensidad de recursos naturales de las economías y la presencia
de esos mecanismos (léase, incentivos perversos, malas prácticas, distorsiones en los
mercados, etc.). Asimismo, el grado de presencia de estos mecanismos en las
economías, debería estar correlacionada con los malos resultados de las mismas. En
este punto, la oferta de hipótesis ha sido tan abundante como ingeniosa, aunque,
muchas veces, contradictoria. Sachs y Warner
plantean como mecanismo básico el
desplazamiento (crowding-out logic), que castigaría la actividad industrial, dejándola
fuera de competencia. Pero hay quienes antes habían sostenido lo contrario (Auty,
1994): que la renta de los RR.NN. se destinaría a sostener un sector industrial
ineficiente. Mecanismos contrapuestos, mismo resultado: bajo crecimiento. También se
ha planteado como mecanismo la existencia de un conjunto de problemas, de alguna
manera vinculados entre sí: altas tasas de pobreza, bajos índices de educación,
regímenes políticos no democráticos, altos niveles de corrupción, conflictos internos
violentos, que también transformarían la abundancia de recursos naturales en un
lastre para el crecimiento económico.
En esta búsqueda de la explicación ―llevada a cabo con el mismo método―, los
resultados son completamente heterogéneos. La principal conclusión que puede
sacarse de la revisión de estos trabajos es, de nuevo, metodológica. El hallazgo de
cada nueva correlación (por ejemplo, niveles educativos, abundancia de recursos y
crecimiento económico) vuelve a abrir la pregunta básica: ¿por qué?, la cual siempre
se resuelve, una y otra vez, mediante un ejercicio especulativo: “dado que A está
fuertemente correlacionado con B, podemos pensar que lo que está ocurriendo es C”,
lo cual nos llevaría a buscar correlaciones entre A, B, y C.
Con todo, la tesis de la maldición de los recursos naturales resulta sugerente y
estimulante. El gráfico de dispersión de Sachs y Warner no nos puede dejar
indiferentes. Es cierto que podría tratarse, simplemente, de un espejismo estadístico,
pero eso es algo que todavía está en discusión y, por lo tanto, tenemos que tomar este
asunto muy en serio.
Lo dicho hasta aquí nos lleva a plantearnos el examen de esta tesis con una
metodología diferente: la de la Historia. Para estos efectos nos proponemos contrastar
el cúmulo de hipótesis que se han planteado respecto de los mecanismos que
convierten la intensidad de recursos naturales en una economía en un obstáculo para
su crecimiento, con la experiencia chilena de la primera mitad del siglo XX, dominada
también por un boom de recursos naturales: la minería del cobre. ¿Acarreó dicho boom
un perjuicio para la economía chilena? ¿Se activaron los mecanismos perversos que
operan en las economías fajo los efectos de la maldición de los recursos naturales?
¿Cómo se explica la existencia o no de estos mecanismos en el caso chileno? Estas son
algunas de las preguntas que nos proponemos responder.
3
2.
La maldición de los recursos: evidencia y mecanismos de operación
Sachs y Warner proveen el primer estudio que documenta empíricamente (comparando
países) una correlación negativa entre la intensidad de recursos naturales (definida como el peso
de las exportaciones de RR.NN. en el PIB) y el crecimiento del PIB/per capita en el período 19701989. De acuerdo a los autores:
“manteniendo un ingreso inicial constante, una mayor participación de las exportaciones
primarias al inicio del período está asociada con un menor crecimiento en los siguientes 20
años, con un coeficiente estimado de -6,920 […]. Por ende, un incremento de una
desviación estándar en la participación de exportaciones primarias en 1971 estaría
asociado con una reducción en el crecimiento anual per cápita de poco menos de un 1%
al año, específicamente, -0,93% per annum”4
A la hora de buscar una explicación, como se ha dicho,
“lógica de desplazamiento”.
estos autores recurren a una
La explotación de recursos naturales desplaza a la actividad x. La
actividad x impulsa el crecimiento. Por lo tanto, los recursos naturales dañan el crecimiento 5. Sachs
y Warner identifican a x con “las actividades manufactureras comerciadas”. El mecanismo es
familiar ―dicen. “Los impactos de riqueza positiva provenientes del sector de recursos naturales
(…), crearía un exceso de demanda por bienes no transables y elevaría los precios de éstos, en
especial, los costos de insumos no transables y remuneraciones. Esto, a su vez, reduciría las
utilidades obtenidas en actividades comerciadas tales como manufacturas que usan dichos bienes
no transables como insumos, pero que venden sus productos en los mercados internacionales a
precios relativamente fijos. La reducción en la manufactura entonces, tendría ramificaciones que
llevarían a paralizar el proceso de crecimiento” (Sachs y Warner, 2005: 75). En otras palabras, el
boom de recursos naturales, traducido en un aumento de la riqueza, conduciría a la destrucción del
sector realmente virtuoso, el que de verdad genera crecimiento: el manufacturero.
En un artículo posterior al original Sachs y Warner (2005) reconocen para el caso del
petróleo en Trinidad y Tobago, que uno de estos efectos puede estar ausente: la elevación
generalizada de las remuneraciones. Pero inmediatamente añaden otro elemento de idéntica
naturaleza: la migración de los potenciales emprendedores, desde el sector manufacturero al
primario. “Si este tipo de mayor remuneración se extendiera a trabajos que pudieran aceptar los
empresarios, la existencia de mayores remuneraciones crearía un gran incentivo para que los
empresarios e interesados en obtener rentas invirtieran en tratar de ingresar al sector petrolero. En
la medida que la oferta de talento empresarial sea limitada, esto desplazará las iniciativas
empresariales promotoras del crecimiento de toda índole” (2005: 80)
Estas explicaciones están asociadas al modelo del “mal holandés”. 6 De acuerdo a los
autores, el influjo de las ganancias producidas por un sector de recursos naturales en bonanza
puede producir, como efecto final, una “declinación de las manufacturas que tienen ramificaciones
4
Sachs y Warner, “Natural resource abundance…”, p. 8
5
Sachs y Warner, “Natural resources and…”, p. 833
6
Cf. Gelb, Op. cit., p. 22; Sachs y Waner, “Natural resource abundance…”., p. 6
4
que llevan al proceso de crecimiento a un punto muerto” 7. En términos generales, para Sachs y
Warner la clave está en que los países ricos en recursos naturales han fallado sistemáticamente en
llevar adelante un crecimiento liderado por exportaciones de manufacturas.
“Una explicación para la maldición de los recursos naturales es que la abundancia de estos
tendería a que fueran poco competitivos los sectores exportadores y, por consiguiente, los
países con abundancia de ellos nunca habrían logrado implementar exitosamente un
crecimiento en base a exportaciones (Sachs y Warner, 2005:78)
Otro elemento sugerida por Sachs y Warner (siguiendo los aportes de Kiminori Matsuyama),
que también menciona Gelb (1988), tiene que ver con la vieja teoría de los eslabonamientos, de
acuerdo a la cual la expansión rápida del sector primario “reduce el crecimiento inducido por
aprendizaje propio del sector manufacturero 8. Este canal de transmisión ha sido discutido por Stijns,
para quien la evidencia histórica no permite sostener la tesis de que “la producción de recursos
naturales se desarrolla sistemáticamente a costa del sector manufacturero, del aprender-haciendo y,
por ende, del crecimiento”9. Más aún, para Stijns no es posible sostener que el aprender-haciendo
(el cual conlleva una complejización de la división del trabajo) sea una característica exclusiva del
sector manufacturero y que sea imposible de encontrar en el sector primario. La teoría que subyace
al argumento de Sachs y Warner es que sólo el sector manufacturero genera desarrollo, puesto que
activa mecanismos virtuosos (como el desarrollo tecnológico y el aprendizaje en todas sus formas)
que el sector primario no podría activar.
Un mecanismo adicional mediante el cual la abundancia de recursos naturales podría
perjudicar el crecimiento y el bienestar económicos recurre a la noción de “captura de rentas”
(rent-seeking). Ragnar Torvik (2002) desarrolla un modelo teórico para explicar el efecto de los
recursos naturales sobre la economía, por esta vía. Del modelo desarrollado por Torvik se sigue una
proposición relevante para el debate sobre los recursos naturales: cuando existen grupos dedicados
a la captura de rentas dentro de una economía, “un incremento marginal de los recursos naturales
aumenta el ingreso y la producción total en la misma cantidad para un número dado de captores de
renta”10. Esto tiene asociada una transferencia de emprendedores hacia la captura de rentas, al
igual que una caída de las ganancias en la producción moderna. En trabajos reciente Sachs y
Warner recogen también este mecanismo
Elissaios Papyrakis y Reyer Gerlagh (2004) analizan los efectos directos e indirectos de los
recursos naturales sobre la economía. Para estos autores, el efecto directo de los recursos
naturales no tiene un efecto negativo significativo, por lo que “los efectos indirectos deben ser
responsables del impacto dañino general de los recursos naturales en el crecimiento económico” 11.
En consecuencia, Papyrakis y Gerlagh exploran los canales de transmisión, que refieren al impacto
de los recursos naturales en: corrupción, inversión, apertura, términos de intercambio y escolaridad.
Los dos canales de transmisión más importantes son la inversión, la apertura y los términos de
intercambio. En el caso de la inversión, este se ve afectada por las fluctuaciones de precios de los
recursos naturales, lo que aumenta la incertidumbre. Adicionalmente, la reasignación de factores
7
Sachs y Warner, “Natural resources and …”, p. 833
8
Sachs y Warner, “Natural resource abundance…”, p. 5
9
Stijns, Op. cit., p. 108
10
Torvik, Op. cit., p. 461
11
Papyrakis y Gerlagh, Op. cit., p. 186
5
productivos que ocurre durante un boom de recursos daña al sector manufacturero (como ya
hemos constatado), con lo cual los rendimientos de escala disminuyen y con ellos la “productividad
y rentabilidad de la inversión, lo que acelera aún más la caída de la inversión” 12. Respecto de la
apertura y los términos de intercambio, los autores apuntan al mecanismo del “mal holandés” como
la explicación del impacto negativo indirecto de la abundancia de recursos. Finalmente, respecto de
la escolaridad observan que la declinación de las manufacturas reduce la necesidad de la educación
de calidad, lo que reduce el nivel de calificación de la mano de obra en general.
Hemos dicho que el trabajo de Sachs y Warner (1995) es el primero que formaliza una
correlación “universal” entre recursos naturales y crecimiento. No obstante, este trabajo es deudor
de otros anteriores (que habían acuñado la expresión “maldición”) y que habían advertido e
intentado explicar esta correlación negativa. Por un lado, Alan Gelb (1988) analiza teóricamente las
implicancias que tiene un boom de recursos naturales (su caso de estudio es el petróleo) en el
ámbito monetario de la economía, que en términos generales apuntan a una rápida monetización
(y, consecuentemente, a procesos inflacionarios) 13 . En términos empíricos, reconoce que la
evidencia del impacto de la renta mineral en el desarrollo es ambigua. Si bien es posible encontrar
casos de correlación positiva, no es menos cierto que “un vínculo causal positivo entre actividades
de alta renta y desarrollo no es inevitable” 14. El autor documenta la relación entre crecimiento e
inversión en países exportadores de petróleo y exportadores de minerales duros. De acuerdo a Gelb,
“los promedios sugieren que un deterioro en la productividad de la inversión (sugerido por las
relaciones inversión-crecimiento) ha sido más marcado para los grupos exportadores de minerales,
que también experimentaron la mayor variación en sus términos de intercambio 15 […]. Los
exportadores de minerales duros […] casi dejaron de crecer” 16. Igualmente, hay una desaceleración
del crecimiento porcentual del PIB per cápita en el período analizado por Gelb (1960-71 y 1971-83).
No obstante, esta desaceleración es más pronunciada en los países exportadores de minerales, que
pasan de aumentar su PIB per cápita en un promedio de 2,5% a disminuirlo en un 1%.
Paralelamente, los exportadores de petróleo pasaron de un 2,9% a un 1,9% 17.
Otro autor pionero en abordar la influencia de la abundancia de los recursos naturales
sobre el desarrollo fue Richard Auty (1994). En su análisis de la política industrial de seis países
recientemente industrializados (o NICs, por su sigla en inglés), el autor señala los efectos que
puede tener el sector primario de un país con alta dotación de recursos naturales, especialmente si
se toman determinadas opciones de política industrial. En concreto, Auty sostiene que “muy a
menudo, las rentas de los recursos minerales han sido usadas para evitar la necesidad de competir
internacionalmente en las manufacturas” 18 . Haciendo un estudio de casos, el autor compara las
políticas industriales de países pobres en recursos, como Corea del Sur y Taiwan, versus las
adoptadas por países con alta dotación de recursos, como México y Brasil. En el nivel teórico:
12
Ibídem, p. 189
13
Alan Gelb, Oil windfalls: blessing or curse?, New York, Oxford University Press, 1988, p. 28
14
Gelb, Op. cit., p. 33
15
Para el período 1980-82, sufrieron una caída de un 22% respecto de los niveles de 1960-62
16
Gelb, Op. cit., p. 35. Tablas con los datos discutidos en pp. 34 y 36
17
Ibídem, p. 34
18
Auty, “Industrial policy reform…”, p. 12
6
“el sector primario de un país ricamente dotado puede ser inicialmente capaz de llevar la
carga de un sector manufacturero poco competitivo, pero a medida que el tamaño relativo
del sector primario se reduce, el sector manufacturero debe competir cada vez más, a
menos que se busque la autarquía total. Un sector manufacturero débil estará mal situado
para [competir] y mientras más haya sido protegido, más resistentes al cambio serán los
grupos de interés que se benefician de la protección y bloquean la reforma. Así, una rica
dotación de recursos naturales puede gatillar una serie de elecciones de políticas públicas
que, en poco más de una década pueden transformar la bonanza de los recursos en una
maldición”19.
En términos empíricos, el análisis de Auty de los casos de Brasil y México constata lo
siguiente: las rentas de los sectores primarios produjeron una sobrevaloración de los tipos de
cambio, que permitieron arrastrar por más tiempo a un sector industrial poco competitivo (a la vez
que hacían poco atractiva la diversificación) 20. En el caso de México, la política industrial autárquica
pudo extenderse gracias a los resultados satisfactorios de la “revolución verde” generaron “altos
niveles de inflación y protección industrial, y una cada vez más severa escasez de divisas” 21. El
agotamiento del sector primario agroexportador fue reemplazado por el boom del petróleo a partir
de los 70, lo que “revirtió el progreso dubitativo del país hacia la diversificación competitiva, [por lo
que] provee un ejemplo claro de la tesis de la maldición de los recursos” 22. En el caso de Brasil,
constatamos un proceso similar, en el que la amplia base de recursos naturales fomentó políticas
autárquicas, que adicionalmente mostraban un favoritismo por las empresas ya establecidas (en
vez de las nuevas), lo que disminuía la competitividad del sector industrial en su conjunto.
En síntesis, los aportes de Auty apuntan al efecto negativo de una alta dotación de recursos
naturales en los NICs (aun cuando dicho indicador nunca es definido con claridad), puesto que
permite tomar políticas proteccionistas que mantienen artificialmente a un sector manufacturero
incapaz de competir internacionalmente. Igualmente, hay un incentivo para tolerar tanto políticas
macroeconómicas laxas, como “grupos de captura de rentas” que bloquean esfuerzos de reforma.
Finalmente, todo esto se traduce en “la mayor posibilidad de un crecimiento económico
desacelerado y errático”23.
Un efecto más extremo de los recursos naturales documentado en la bibliografía es la
influencia que éstos pueden ejercer en los conflictos bélicos, especialmente las guerras civiles. La
relación recursos/conflicto ha sido explorada por Michael Ross (2004ª; 2004b), quien constata una
correlación general entre la dependencia de recursos naturales y la probabilidad de que ocurra una
guerra civil. 24 Ahora bien, el autor reconoce que esta correlación debe ser complejizada y discutida,
19
Auty, Op. cit., p. 16
20
Ibídem, p. 20
21
Ibídem, p. 22
22
Loc. cit.
23
Ibídem, p. 24
24
Cabe señalar que los estudios de Ross conceptualizan la abundancia de recursos naturales como “dependencia de recursos”,
correspondiente al índice SXP utilizado por Sachs y Warner Ross, “How do natural resources…”, p. 38. Cabe mencionar que los resultados
de Ross son altamente sensibles al tipo de recurso que se investiga, dado las correlaciones cambian dependiendo de si se pesquisa
petróleo, recursos agrícolas, recursos saqueables o drogas.
7
puesto que los estudios que documentan el vínculo entre recursos y guerra civil usan medidas
diferentes para medir la abundancia y/o dependencia de recursos naturales, al igual que distintos
criterios para pesquisar el conflicto (umbrales de víctimas fatales principalmente) y las diversas
bases de datos que proveen la información25.
En lo que respecta a los recursos específicos y su vinculación con el conflicto, tanto el
petróleo como los minerales no-combustibles influyen en el conflicto, mientras que los recursos
agrícolas no están vinculados de ningún modo con la guerra civil 26. De acuerdo a Ross, “hay una
riqueza de evidencia de estudios de caso que vinculan el petróleo y otros minerales con conflictos
separatistas”27, especialmente con el comienzo de dichos conflictos. Esto no implica que haya un
consenso sobre los mecanismos específicos y las razones que establecen este vínculo. Al mismo
tiempo, la riqueza de recursos no empeora los conflictos (por el contrario, hay evidencia de que en
algunos casos puede acelerar su resolución). También, la presencia de ciertos recursos naturales,
denominados por Ross, “recursos saqueables” (piedras preciosas y drogas fundamentalmente) no
ha motivado el inicio de conflicto, pero sí ha mostrado afectar la duración las guerras civiles, puesto
que estos recursos representan una fuente de ingreso para el lado que logra apropiarse de los
recursos. De acuerdo a los resultados de Ross, no hay una influencia homogénea de los recursos
saqueables en los conflictos, dado que en algunos casos estos se alargaron y en otros se
acortaron28. Podemos constatar que los recursos pueden influir en la duración del conflicto de las
siguientes formas: siendo una fuente de ingreso para el lado más débil de conflicto, con lo que la
correlación de fuerzas cambia y éste se alarga; creando incentivos para resolver el conflicto o para
mantenerlo, dependiendo de la rentabilidad de la explotación de recursos.
En síntesis, la evidencia no permite afirmar de manera unívoca la tesis de que siempre y en
todo caso los recursos naturales generarán un conflicto bélico. Tampoco puede plantearse un solo
tipo de correlación, dado que es posible que los recursos influyan en la duración, intensidad o inicio
de una guerra civil.
3. Los recursos naturales y el rol de las instituciones
Una característica destacada de los artículos más recientes que polemizan con Sachs y
Warner es la importancia de la dimensión institucional. Estos estudios proveen evidencia de la
importancia de las instituciones (el estado de derecho, la eficiencia burocrática, la corrupción) para
poder explicar el mal desempeño económico de ciertas economías.
Tanto para Brunnschweiler
(2008) como para Stijns (2005), el rol de las instituciones (sea en la forma de políticas económicas,
modelos de crecimiento, eficiencia burocrática, imperio de la ley, entre otros indicadores) resulta
clave para poder explicar el crecimiento y resolver el puzzle conceptual de la abundancia de
recursos. Para este autor, el nudo del problema del crecimiento parecería apuntar más hacia el
cómo producir que hacia el qué producir, dado que altos índices de productividad y un capital
25
Ross, Op. cit., pp. 340-342
26
Michael L Ross, “How does natural resource wealth influence civil war? Evidence from thirteen cases”, International organization, v. 58,
nº 1, p. 61
27
Ross, “What do we know…”, p. 343
28
Ross, “What do we know…”, pp. 345-346 y Ross, “How do natural resources…”, pp. 52-55
8
humano altamente calificado son lo que hace la diferencia a la hora de aprovechar los recursos
naturales (el caso de estudio discutido por Stijns es EEUU) 29.
Para Stijns, el análisis específico de las instituciones de un país determinado se vuelve
necesario para poder explicar el fracaso o éxito de la explotación de recursos naturales, dado que
“en una sociedad con una infraestructura social [débil] y una política económica disfuncional, tales
booms [de recursos] pueden llevar a una captura de rentas improductiva y posiblemente a una
desigualdad creciente, haciendo difícil alcanzar un consenso sobre las políticas de fomento del
crecimiento”30.
En lo que respecta a los canales de operación de la abundancia de recursos naturales, el
autor determina diferentes indicadores: infraestructura política; el grado de orientación al mercado
de la política económica; ahorro e inversión; acumulación de capital humano; y finalmente
indicadores de “mal holandés” (como la intensidad de las exportaciones primarias). El análisis
considera separadamente la riqueza de tierra, petróleo y gas, carbón, y minerales
31
. Las
conclusiones apuntan a una correlación negativa entre tierra y todos los indicadores, pero en el
caso del resto de los recursos, la evidencia es mixta y poco concluyente. Respecto de los minerales,
la evidencia señala una correlación positiva con altos niveles educaciones, una política que fomenta
el crecimiento, al igual que con la inversión; sin embargo, la calidad de las instituciones política no
muestra correlaciones claras con la abundancia de recursos minerales. En definitiva, las propuestas
de Stijns señalan que no es posible correlacionar significativamente la abundancia de recursos
naturales con el crecimiento, lo que no quiere decir que la intensidad de las exportaciones primarias
no tenga alguna relevancia. En palabras del autor, “en términos de desarrollo económico, lo que
importa más es lo que los países hacen con sus recursos naturales […], esta conclusión puede ser
pesquisada en el tipo de proceso de aprendizaje involucrado en la explotación y desarrollo de los
recursos naturales”32.
Otro aporte que puede inscribirse en este mismo enfoque es el de Christa Brunnschweiler
(2008), para quien la evidencia señala una correlación positiva entre abundancia de recursos y
crecimiento. Para la autora lo crucial está en dos puntos: redefinir los indicadores de riqueza de
recursos y examinar el papel de las instituciones dentro del desarrollo. Los indicadores
institucionales examinados corresponden al imperio de la ley y la corrupción, y la eficiencia del
aparato estatal, especialmente la burocracia. El análisis puede dividirse en dos grandes secciones.
Por un lado, Brunnschweiler demuestra que hay una asociación positiva entre riqueza de recursos y
crecimiento. La evidencia también sugiere que “un incremento en el índice de la calidad
institucional tendría un efecto de crecimiento positivo considerable” 33.
Otra sección examina la interacción de las instituciones con la abundancia de recursos. En
ella, la autora constata que “una mayor calidad institucional parece reforzar los efectos negativos
de la participación de las exportaciones primarias […]. Es posible que la riqueza de recursos
29
Stijns, Op. cit., p. 109
30
Ibídem, p. 110
31
Los resultados se encuentran en Stijns, Op. cit., p. 123
32
Ibídem, p. 126
33
Brunnschweiler, Op. cit., p. 407
9
naturales haya estimulado el crecimiento en los países con menores niveles de desarrollo
institucional” 34 . Ahora bien, mirando el conjunto, lo anterior no elimina el efecto generalmente
positivo de abundancia de recursos, “un cambio de una desviación estándar en la riqueza de
recursos naturales incrementaría el crecimiento económico en 0,38%” 35 . Adicionalmente, otras
regresiones muestran resultados que refutan la explicación de la “maldición” a partir de la
apropiación de rentas, puesto que no hay una relación necesaria entre dicha actividad, la calidad
institucional y la abundancia de recursos. Hay que agregar que las propuestas de Brunnschweiler
son consistentes con la observación de Sachs y Warner de que “el efecto de los recursos primarios
parece no operar a través del efecto burocrático. Sólo hay evidencia débil de que la intensidad de
los recursos primarios esté asociada con peor calidad burocrática” 36.
Para Stijns, en el caso del petróleo y el gas, hay tanto canales positivos como negativos de
operación: si bien la infraestructura política no es perfecta, hay un estado de derecho imperante, al
mismo tiempo que una menor corrupción; paralelamente, hay un grado general de orientación al
mercado de las políticas económicas. De acuerdo a Stijns, debemos interpretar la evidencia
cuidadosamente, dado que es posible sostener que las ganancias del petróleo y el gas permiten
una mayor escolaridad de la población; no obstante, no es improbable que sea un mayor capital
humano el que hace posible explotar más eficientemente estos recursos. El mismo autor señala que
la evidencia de un mayor riesgo de expropiación y de incumplimiento gubernamental de contratos
podría atribuirse a la abundancia de petróleo y gas37. Para Brunnschweiler, existiría evidencia más
sólida para sostener que la abundancia de petróleo genera mayores niveles de corrupción.
Igualmente, al hablar del efecto general de la riqueza subterránea de un país, la autora sostiene
que “tiene un efecto positivo altamente significativo sobre el crecimiento, mientras que el efecto
indirecto es, una vez más, muy débil”38.
4.
¿Fue Chile víctima de la maldición de los recursos naturales durante la primera
mitad del siglo XX?
La primera constatación que hay que hacer a este respecto, es que el boom de la minería
del cobre en Chile de la primera mitad del siglo XX, propiciado por el desarrollo de los proyectos
mineros a gran escala de las trasnacionales mineras de la época (Kennecott y Anaconda), no fue
seguido de un ciclo de crecimiento aletargado, sino de una fase de crecimiento bastante dinámico
(medido según la metodología de Sachs y Warner, en el período 1930-1950). Esto, a pesar de que
en esos mismos años el peso del cobre en las exportaciones fue creciente, al igual que el valor de
éstas respecto del PIB. Esto nos sugiere descartar de entrada, para el caso chileno, la tesis de la
maldición. Ahora bien, más interesante que rechazar o confirmar la correlación estadística sobre la
que se sostiene la tesis de la maldición de los recursos naturales, es analizar la existencia o no de
34
Loc. cit.
35
Ibídem, p. 408
36
Sachs y Warner, “Natural resource abundance…”, p. 19
37
Stijns, Op. cit., p. 124
38
Brunnschweiler, Op. cit., p. 409
10
los mecanismos que transforman el boom de los recursos naturales en una maldición para el
crecimiento en general.
a) Uno de los efectos señalados es el desplazamiento de los “emprendedores potenciales”
desde los sectores inductores del crecimiento (las manufacturas) hacia la explotación
de los recursos naturales, atraídos por mejores ingresos a igual nivel de calificación. En
el caso chileno esto no se produjo, por dos razones. En primer lugar, las características
geológicas de los yacimientos de cobre que alimentaron este boom, los cuales, si bien
eran enormemente ricos, exigían una inversión cuantiosa y una tecnología avanzada,
debido a su baja concentración. Ninguna de estas dos condiciones eran posibles de
satisfacer por parte del “empresariado” chileno, que no migró al sector exitoso de la
minería del cobre hasta hace muy poco tiempo. Durante muchos años existió una
especie de barrera de entrada ”natural”, que impidió el efecto de desplazamiento.
Quienes se hicieron cargo del desarrollo de estos proyectos fueron empresas
extranjeras (estadounidenses). Esta misma circunstancia hizo que tampoco se
produjera la migración del capital humano avanzado. Hasta 1971, año de la
nacionalización del cobre, la plana mayor en estas empresas fue ocupada
mayoritariamente por profesionales estadounidenses.
b) Respecto del efecto renta-precio, que se traduciría en un encarecimiento de los bienes
no transables, lo cual, en ausencia de una política de proteccionismo, dejaría a los
productores de manufacturas en desventaja para competir internacionalmente,
podemos señalar, provisoriamente (en ausencia de datos específicos sobre los niveles
de precios), que dicho efecto era muy improbable en el caso de la economía chilena,
dado el emplazamiento de la actividad minera en tres zonas muy específicas del país,
distantes entre sí (y aisladas incluso de su propio entorno) y alejadas de los centros
industriales (Santiago, Valparaíso y Concepción). De esta manera, aunque el salario de
los trabajadores del cobre fuera, efectivamente, más elevado que el del resto de los
trabajadores del país, la posibilidad de que su ingreso presionara al alza los precios de
los bienes no transables y, de esta forma, perjudicara la actividad industrial es casi
imposible.
c) Por otra parte, como reconocen Sachs y Wagner para el caso del petróleo en Trinidad y
Tobago, la existencia de un nivel de salarios mayor en los trabajadores del sector
primario exitoso no conduce a una elevación generalizada del nivel de salarios y, por lo
tanto, a una elevación de los costos de producción del sector industrial, con el
consiguiente empeoramiento de su competitividad. El mecanismo aludido, típico de la
enfermedad holandesa, sólo funciona en un contexto de pleno empleo, que no es el
caso chileno. La oferta de trabajo en las grandes empresas mineras de la época era
limitada, mientras que la oferta de fuerza de trabajo era bastante superior. La demanda
de trabajo, efectivamente fue creciente, pero en ningún caso a un ritmo y volumen que
pudiera repercutir en una elevación generalizada de los salarios de los trabajadores
industriales, por las mismas razones analizadas en el punto anterior.
11
d) Efecto desviación y captura de rentas. Según este argumento, la existencia de una
“renta minera” permitiría al país sostener sectores ineficientes o de baja productividad,
protegidos de la competencia exterior. La existencia de esta “renta minera” depende de
cuál sea el marco institucional en el que se desarrolle la actividad. En el caso chileno,
ésta fue ejercida por empresas internacionales que, hasta 1952, gozaron de un
régimen tributario muy favorable. De esta manera, en Chile no existió una renta minera
para malgastar. Aunque suene chocante, el Estado al renunciar a una renta minera, se
ahorró el problema de verse presionado a malgastarla e introducir, por esa vía,
mayores dosis de ineficiencia al sistema. Un fenómeno estrechamente ligado al anterior
asociado al anterior es lo que en la bibliografía se denomina “captura de rentas”. Al no
existir
un botín para repartir, no existió la posibilidad de que surgieran grupos o
comportamientos de captura de rentas en torno a las grandes explotaciones mieras.
Paradójicamente, donde esto sí existió fue en el segmento del empresariado minero
pequeño y mediano, que desde su asociación gremial (SONAMI), con argumentos entre
nacionalistas y desarrollistas, presionaron al Estado para que éste creara un sistema de
fomento y subsidio del sector: que comprendía un programa de apoyo técnico y
financiero, la creación de un poder de compra estatal, y de plantas de beneficio de los
minerales.
e) Efecto renuncia al aprendizaje. Como argumenta (Stijns, 2005: 109) con base a la
experiencia de EE.UU, son los altos índices de productividad y un capital humano
altamente calificado lo que hace la diferencia a la hora de aprovechar los recursos
naturales. La tesis subyacente en la maldición de los recursos naturales es que el sector
secundario es virtuoso por definición, mientras que el primario no. No hace falta
documentar aquí la enorme cantidad de vicios que puede llegar a acumular el sector
secundario en una Economía donde se aplican políticas equivocadas. Basta decir que no
es necesariamente cierto que el sector primario carezca de las virtudes que
normalmente se le atribuyen al sector secundario: desarrollo tecnológico, mejoras
constantes de productividad, mayor cualificación de la fuerza de trabajo, etc. Las
industrias primarias de exportación deben competir internacionalmente, lo cual las
obliga entrar en la misma dinámica que al sector manufacturero. Los datos de
productividad el trabajo en la gran minería del cobre, no dejan dudas de que se trató
de un sector muy dinámico en este sentido.
f)
Estancamientos de los niveles educativos. Según este argumento, los mejores salarios
del sector primario inhibirían los deseos de estudiar como vía para mejorar el ingreso
personal. Los datos demuestran que, en el caso chileno, en estos años la escolaridad
avanza de forma significativa. La explicación de que el mecanismo no funcione es, de
nuevo, el mismo comentado antes. La localización y aislamiento de las actividades
mineras reduce irradiación de sus efectos a una fracción muy reducida de la población.
Aunque aún no contamos con datos precisos, es muy probable que la política educativa
pública haya contrarrestado este efecto incluso en las regiones mineras. Tampoco
puede descartarse que las propias empresas mineras ―como ocurre en el presente―
hayan tenido una política de contratación o capacitación contraria a este efecto.
12
g) Debilidad institucional. Stijns (2005: 124) señala que un mayor riesgo de expropiación y
de incumplimiento gubernamental de contratos (debilidad institucional) podría
atribuirse a la abundancia de petróleo y gas39. Si contrastamos este supuesto con la
experiencia chilena, debemos señalar que, en cambio, la minería del cobre gozó de
amplias garantías institucionales hasta 1952, año en el que se establece un “nuevo
trato” (creándose una carga impositiva más efectiva), y que luego se iría profundizando
hasta la nacionalización de la principal riqueza nacional. El cambio institucional,
efectivamente, se produjo, pero con un rezago en el tiempo que no sería captado por
la metodología de Sachs y Wagner, quienes estudian el crecimiento del PIB/ per capita
en los 20 años posteriores al boom.
39
Stijns, Op. cit., p. 124
13
Apéndice
Problemas metodológicos en la maldición de los RR.NN.
Lo primero que hay que señalar es que el conjunto de las investigaciones se limita a
discutir la relación recursos/crecimiento para un período que va desde los 60 (en el caso de Gelb)
hasta fines de los 90. Las regresiones trabajan con el PIB desde 1970. Existen referencias a
evidencia histórica anterior (en Brunnschweiler y Stijns con mayor importancia), discutiendo en
especial la industrialización de EEUU (segunda mitad del s. XIX) y su relación con la explotación de
recursos naturales, pero en muy pocos casos se discute la primera mitad de s. XX.
¿Abundancia, dependencia o intensidad?
En el debate sobre los recursos naturales y el desempeño económico, la definición de la
abundancia de recursos resulta un punto altamente contencioso. Las consecuencias que se siguen
de adoptar una u otra definición son avalar o refutar la tesis de la maldición de los recursos
naturales.
De un lado, una serie de autores han trabajado desde la noción de que la abundancia debe
ser medida como la participación de la exportación de recursos naturales en el PIB (abreviado en la
bibliografía como sxp o SXP), más importantemente a Sachs y Warner. Los autores equiparan
“grandes dotaciones de recursos naturales”40 con el aporte de las exportaciones primarias al PIB en
1971 41 . Se descartan así las medidas que dejan fuera el PIB dado que “queremos medir la
importancia de los recursos naturales en la economía, y no solamente per cápita” 42 . Al trabajar
sobre los resultados de Sachs y Warner, otros autores asumen de facto esta definición (es el caso
de Papyrakis y Gerlagh43, y de Torvik44). También ocurre que otros autores adoptan tácitamente
una definición análoga, como en el trabajo de Richard Auty sobre política industrial 45 o el Michael
Ross sobre la relación recursos naturales y guerra civil 46.
Pero, ¿es esta la única manera de pesquisar la abundancia de recursos naturales? De
acuerdo a Jean-Philippe C Stijns, “tres opciones se ofrecen al investigador para medir la abundancia
de recursos naturales: exportación, producción, o reservas de recursos naturales” 47. Los mismos
Sachs y Warner reconocen que hay “medidas alternativas de intensidad de recursos primarios” 48,
señalando al menos tres: la participación de la producción de minerales en el PIB (SNR), la fracción
de exportaciones primarias del total de exportaciones en 1971 (PXI71), y el logaritmo del territorio
per cápita en 197149. De acuerdo a los autores, la preferencia por el índice SXP se debe a que da
40
Jeffrey D Sachs y Andrew M Warner, “Natural resources and economic development: the curse of natural resources”, Euroepan economic
review, v. 45, nº 4-6, 2001, p. 828
41
Sachs y Warner, “Natural resource abundance…”, p. 41
42
Sachs y Warner, “Natural resources and…”., p. 830
43
Elissaios Papyrakis y Reyer Gerlagh, “The resource curse hypothesis and its transmission channels”, Journal of comparative economics, v. 32,
nº 1, marzo de 2004, pp. 181-193
44
Ragnar Torvik, “Natural resources, rent seeking and welfare”, Journal of development economics, v. 67, 2002, pp. 455-470
45
Richard Auty, “Industrial policy reform in six large newly industrializing countries: the resource curse thesis”, World development, v. 22, nº
1, 1994, pp. 11-26
46
Michael L Ross, “What do we know about natural resources and civil war?”, Journal of peace research, v. 41, nº 3, 2004, pp. 337-356
47
Jean-Philippe C Stijns, “Natural resource abundance and economic growth revisited”, Resources policy v. 30, nº 2, 2005, pp. 110-111. Las
traducciones del inglés son mías.
48
Sachs y Warner, “Natural resource abundance…”, p. 12
49
Ídem
14
mejor cuenta de la intensidad de los recursos naturales en la economía, dado que: a) cubre mejor
la producción primaria (mientras que el índice SNR sólo cubre minerales y combustibles); b) las
estimaciones utilizadas para construir el índice SNR tienen un mayor margen de error que el índice
SXP; c) el considerar el PIB permite apreciar mejor los efectos “intersectoriales y de economía
política de los recursos naturales”; y d) consideran que la tierra per cápita no es una medida
adecuada de la producción primaria50.
Esta preferencia de Sachs y Warner encuentra una respuesta en otros estudios que buscan verificar
la existencia de una relación entre abundancia de recursos y bajo crecimiento. Para Jean-Philippe C
Stijns:
“el resultado SW [los estudios de Sachs y Warner] no es robusto frente a cambios en la
medida de abundancia de recursos naturales desde flujos de intercambio hacia reservas o
producción. […] Todos los estudios SW sobre la hipótesis de la maldición de los recursos
sufren de una gran limitación. Miden la abundancia de recursos no por medio del stock per
cápita, sino por la intensidad de exportaciones primarias. Hay tres principales
preocupaciones que surgen a partir de esta forma de medir la abundancia de recursos.
Primero, un país rico en recursos puede exportar pocos recursos naturales per se al mismo
tiempo que las exportaciones de su sector manufacturero requieren recursos naturales de
manera intensiva. Segundo [las medidas de dependencia de recursos] pueden servir de
substitutos [proxies] de fracasos de desarrollo. […] Finalmente, el rol jugado por la
abundancia de recursos depende de forma crítica, y un tanto complicada, del tipo de
modelo de crecimiento que se adopte.”51
En suma, constatamos que las cosas aparecen mucho más complejas de lo que Sachs y
Warner lo hacen ver. Christa Brunnschweiler comparte las observaciones de Stijns respecto de la
pertinencia de las exportaciones de recursos como medida de la abundancia o riqueza de recursos,
añadiendo que “asumir una correlación positiva entre abundancia de recursos naturales y
exportaciones de recursos naturales no es en ningún modo obvio, dados los contraejemplos de
países ricos en recursos con exportaciones primarias relativamente bajas, como Australia o
Alemania […]. Cabe notar que la variable de exportación de recursos es bastante volátil…” 52.
Al igual que Sachs y Warner, tanto Stijns como Brunnschweiler reconocen otras formas de
medir la abundancia de recursos. Para Stijns, las reservas y la producción de tierra, combustibles y
minerales son dos indicadores útiles. De acuerdo a sus datos “las correlaciones entre reservas y
producción fluctúan entre un 71 y un 97 por ciento” 53 . Sus fuentes de información para la
construcción de series se basan en: medidas de tierra per cápita entregadas por la FAO (también
usadas por Sachs y Warner); datos sobre reservas y producción de combustibles del Departamento
de Energía de los EEUU; datos de producción y reservas minerales del US Geological Survey.
Brunnschweiler también señala la producción como indicador de abundancia, obteniendo su
información del World Mineral Statistics y de la British Petroleum. A estos datos suma las
50
Ibídem, p. 13
51
Stijns, Op. cit., p. 108
52
Christa N Brunnschweiler, “Cursing the blessings? Natural resource abundance, institutions, and economic growth”, World development, v.
36, nº 3, pp. 401
53
Stijns, Op. cit., p. 112
15
estimaciones del Banco Mundial sobre riqueza de recursos naturales, las cuales “valoran diferentes
componentes de la riqueza natural en USD per cápita sobre la base del valor neto de las rentas
actuales [net present value of rents], y están disponibles para 1994 y 2000” 54 . Tanto
Brunnschweiler como Stijns prescinden de los datos sobre producción, pero por distintos motivos:
para la primera, los datos sobre producción no son muestran la uniformidad necesaria para llevar
adelante el estudio, a la vez que la producción mineral depende fuertemente de los niveles de
tecnología 55 ; para el segundo, las mediciones sobre reservas resultan conceptualmente más
cercanas a la noción de abundancia. A ello hay que sumar que no hubo resultados
significativamente distintos al usar los datos de producción56
Resumiendo, las aproximaciones que enfatizan el rol de las instituciones tienen a rechazar
la tesis de la “maldición de los recursos” a partir de una redefinición de la abundancia de recursos
naturales.
La primera conclusión que podemos sacar de las observaciones anteriores es que la
existencia de una “maldición de los recursos” depende muy fuertemente de los presupuestos
teórico-metodológicos de los investigadores, al punto en que el trabajo empírico es capaz de arrojar
conclusiones absolutamente opuestas.
¿Qué recursos naturales investigar?
Quisiera ahora dirigir mi atención brevemente a otra arista de debate sobre recursos
naturales: los recursos pesquisados. Una panorámica nos muestra que un lugar privilegiado lo
ocupan los minerales combustibles: gas, carbón y petróleo. Especialmente este último ha recibido
un tratamiento extenso y no está ausente de ningún estudio empírico. Al respecto, Gelb es quien
realiza el análisis más profundo, enfatizando los modelos de crecimiento asociados a los booms de
petróleo. Asimismo, el petróleo resulta importante para los análisis de Stijns, Brunnschweiler, y
Auty. En el caso de Auty, el petróleo cumple un explicativo fundamental a la hora de analizar el
desarrollo de la política industrial mexicana. Como vimos más arriba “México usó sus recursos
petroleros para evitar la necesidad de hacer las manufacturas internacionalmente competitivas
cuando la agricultura demostró no ser capaz de cumplir el rol que había jugado durante los 50s y
60s”57. Esto sería consistente con lo señalado por Stijns, de que es más importante el cauce que se
elige para los recursos que la decisión de un país de explotar su abundancia de recursos naturales.
Respecto de otros recursos, es interesante notar cómo Sachs y Warner (al igual que los
trabajos que siguen las definiciones y resultados elaborados por ellos) no distinguen entre tipos de
recursos. Sería posible, dicen los autores, objetar que:
“el efecto de los recursos naturales debe ser vinculado a la magnitud de las rentas
económicas del recursos naturales, por lo que deberíamos distinguir los minerales (que
usualmente tiene altas rentas) de la agricultura (que generalmente tiene bajas rentas). En
la misma línea, quizás la agricultura procesada debiera distinguirse de la agricultura
primaria. La respuesta principal a estas objeciones es práctica. La variación en las
54
Brunnschweiler, Op. cit., p. 401
55
Ibídem, pp. 402-403. La autora agrega que las mediciones del Banco Mundial sobre riqueza de recursos naturales son el mejor paralelo de
56
Stijns, Op. cit., p. 112
57
Auty, Op. cit., p. 22
ingreso per cápita.
16
exportaciones minerales a través de países es responsable de una gran fracción de la
variación general en la variable de recursos naturales, por lo que la inclusión o exclusión
de la agricultura no altera demasiado los resultados empíricos básicos. […] Para la mayoría
de los países […], los cambios en la definición de recursos naturales no es tan importante
cuantitativamente como se podría pensar” 58.
Habría que decir que esto contrasta con las propuestas de Alan Gelb, para quien, aun
cuando no es posible categorizar definitivamente a una economía como mineral o no-mineral, sí
podemos distinguir elementos estructurales importantes en las economías minerales. La producción
de minerales se caracteriza por “ser de gran escala, de enclave, e intensiva en capital, usualmente
con vínculos cercanos a empresas multinacionales, a menudo con salarios altos comparados con el
resto de la economía y con un alto grado de incertidumbre”59. Si miramos más allá de la producción
de recursos minerales y observamos algunas características de tipo estructural en las economías
minerales, podemos constatar situaciones que pueden ser perjudiciales para el crecimiento y el
desarrollo. Por un lado, Gelb señala que las economías minerales tienden a ser más desiguales en
la distribución de rentas, con un sesgo a favor de los sectores urbanos, lo que a su vez genera un
abandono de las actividades agrícolas (creando la subsecuente necesidad de importar alimentos
debido a tipos de cambio sobrevalorados). En consecuencia, observamos una migración hacia
sectores urbanos o de producción minera como forma de asegurar una participación en las rentas
minerales60. A ello hay que sumar el hecho de que, según el autor:
“las economías minerales no hay disfrutado niveles particularmente altos de educación y
salud, a pesar de la fuerte asociación positiva entre una gran industria minera y la ratio de
ingreso fiscal/PIB. El fracaso a la hora de destinar recursos fiscales a sectores sociales
puede estar relacionado con el rol menos crucial jugado por factores productivos
reproducibles en dichas economías. El ingreso minero puede disminuir la presión para
asegurar acceso amplio a bienes públicos y desarrollar el capital humano a lo largo de la
población”61.
Estas observaciones no son completamente consistentes con los resultados obtenidos por
Stijns, para quien la abundancia de recursos minerales en algunos casos se correlaciona
positivamente con una mayor escolaridad (en todos los nivles), mientras que en otros casos existen
correlaciones negativas entre escolaridad primaria y riqueza de recursos 62 . La diferencia de
posturas de Gelb y Stijns puede deberse a la diferencia en las definiciones. Mientras que Gelb
define una economía mineral de acuerdo a criterios de la intensidad de la minería en la economía
(“más de un 10% de la producción y un 40% de las exportaciones en el período 1967-75”63), Stijns
se concentra en la riqueza de las reservas minerales (v. supra).
Por otro lado, como acabamos de ver, las posturas de Gelb y Stijns resultan contrapuestas
respecto de la relación entre educación y abudancia de recursos minerales, por lo que habría que
verificar si el caso del cobre puede resolver ese desacuerdo.
58
Sachs y Warner, “Natural resources and…”, p. 831
59
Gelb, Op. cit., p. 32
60
Ibídem, p. 36
61
Ibídem, pp. 36-37
62
Stijns, Op. cit., pp. 123 y 125
63
Gelb, Op. cit., p. 32
17
Referencias bibliográficas
Auty, Richard (1994). “Industrial policy reform in six large newly industrializing counries: the
resource curse thesis”, World development, v. 22, nº 1, pp. 11-26
Bunnschweiler, Christa (2008). “Cursing the blessings? Natural resource abundance, institutions,
and economic growth”, World development, v. 36, nº 3, pp. 399-419
Elissaois Papyrakis y Gerlagh, Reyer (2004). “The resource curse hypothesis and its transmission
channels”, Journal of comparative economics, v. 32, nº 1 (marzo), pp. 181-193
Gelb, Alan (1988), Oil windfalls: blessing or curse?, New York, Oxford University Press.
Ross, Michael L (2004a). “How does natural resource wealth influence civil war? Evidence from
thirteen cases”, International organization, v. 58, nº 1, pp. 35-67
Ross, Michael L (2004b). “What do we know about natural resources and civil war?”, Journal of
peace research, v. 41, nº 3, pp. 337-356
Sachs, Jeffrey D y Warner, Andrew M (1995). “Natural resource abundance and economic growth,
Development Discussion Paper”, nº 517A, Cambridge (MA), Harvard Institute for International
Development
Sachs, Jeffrey D y Warner, Andrew M (2001). “Natural resources and economic development: the
curse of natural resources”, Euroepan economic review, v. 45, nº 4-6.
Stijns, Jean-Phillpe C. (2005). “Natural resource abundance and economic growth revisited”,
Resources policy v. 30, nº 2, pp. 107-130
Torvik, Ragnar (2002). “Natural resources, rent seeking and welfare”, Journal of development
economics, v. 67, pp. 455-470.
Sachs, Jeffrey y Andrew Warner, (2005), “Recursos Naturales y desarrollo económico”, Minería y
Desarrollo, Universidad Católica, Santiago, vol. 5, pág. 69-81.
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